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Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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Arrugué el morro, un gesto que no me queda muy bien pero que últimamente estaba usando demasiado. Agosto había sido un mes muy duro, durísimo. Así que había decidido pedir unas vacaciones a la Dirección de la Universidad cuando recibí la misiva de ella que que decía que tenía dos alumnos nuevos. Estuve a punto de negarme cuando recordé que la Universidad siempre se hace cargo de los gastos de los profesores en beneficio de su clase.

 

Sonreí con carita de pillastre y me senté en la mesa de mi biblioteca en la "Ojo Loco" para escribir dos pergaminos. Uno iba hacia la Dirección de la Universidad, en la que les aseguraba que me hacía cargo de mi clase y que, en esta ocasión, les llevaría a conocer el mundo muggle utilizando transportes muggles y después un lugar de ocio para descansar de tanto desplazamiento manual en vez de usar la Aparición, que ya les pasaría la minuta.

 

La siguiente misiva iba dirigida a mis dos alumnos, feliz de que uno de ellos fuera @, mi querida cuñadita. Junto al otro alumno, @@Thomas E. Gryffindor , ambos tendrían que seguir mis indicaciones para aprobar la clase.

 

 

 

Queridos alumnos, Cye y Thomas: tenéis la suerte de disfrutar de un viaje maravilloso. Os envío un mapa en el que encontraréis el itinerario. En diez días máximo debéis estar en el destino final en el que disfrutaremos de un descanso merecido en un balneario en el interior de un monumento antiquísimo, un lujo inconmensurable con gastos pagados.

Estas son las instrucciones a seguir:

 

  1. No me veréis. Os vigilaré de cerca, no estaréis solos, sólo que no sabréis que soy yo. Puedo ser un peatón de la calle que os pide la hora como ser un cobrador de billetes de bus. Sólo intervendré si la situación en de vital con pronóstico de muerte para salvaros la vida, pero entonces estaréis suspendidos.
  2. Éste es el mapa que os llevará al destino. Sea el que sea el medio de transporte que uséis, en la taquilla 2 siempre habrá un billete reservado a vuestro nombre (recordar que tengo una Agencia de Viajes y que os controlo; seguro que os sorprenderá la capacidad de intuición que tengo para adelantarme a vuestras decisiones).
  3. No podréis usar varita en ningún momento. Cualquier ruptura de esta norma implica un suspenso como una catedral y una visita gratuita a Azkabán por vuestro error de mostrar magia delante de los muggles.
  4. Atentos a cualquier manual, folleto, menú de restaurante... En cualquier medio escrito os daré lecciones teóricas sobre la vida muggle que tendréis que aplicar de alguna manera en vuestro viaje.
  5. Junto a esta carta, adjunto un monedero con moneda muggle. Comprobaréis que son de diferentes países, cada uno de vosotros tenéis moneda diferente. Así que, separados o juntos, para ayudaros, deberéis pasaros por esos países de forma obligatoria para llegar al destino.
  6. Sólo se puede usar transporte muggle. Cualquier transporte mágico desde el momento en que tengáis este pergamino en la mano, supondrá un suspenso. También deberéis vestir de forma adecuada a la sociedad muggle que visitéis en cada momento, así que procurar informaros bien de las costumbres lugareñas: ropaje, comida, costumbres...
  7. Inicio, Londres; destino: el Templo de Petra en Jordania. Yo os esperaré en alguna tumbona de la piscina.

Suerte a los dos,

Sagitas E. Potter Blue

 

 

Envié a mi elfo Harpo para que entregara el pergamino y la bolsa con el dinero a cada uno de ellos. Yo tomé un diario y chupé la punta de la pluma. Era de azúcar. Después escribí:

 

Día 1: Empieza la aventura.

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Gracias a informadores que poseía en la institución mágica, me pude enterar de que, Sagitas había iniciado las clases e incluso me habían proporcionado toda la información necesaria para ir a hacer la ruta que ella pensaba hacer. Sabía que me costaría una buena bolsa de galeones pero no importaba. Con tal de tocarle un poco las narices, ya me daba por satisfecha. Con una sonrisa un tanto siniestra fui preparando todos los preparativos necesarios. Aunque no me gustaba actuar como una muggle lo intentaría.

 

Ordené a mi elfina Galadriel que preparase la moto que, hacía tiempo había comprado en el Magic Mall. Estaba guardada en el castillo con protecciones mágicas para que nadie me la usara o robara y cuando la elfa me avisó, yo ya estaba lista para ello. Llevaba las ropas de siempre; camiseta, cazadora de cuero, unos vaqueros, y unas botas apropiadas para usar en la moto. Llevaba el monedero con libras, que había cambiado anteriormente en el banco esa misma mañana, además de otros objetos mágicos y guardé todas mis pertenencias en los bolsillos.

 

Sabía lo estricta que podía ser tía Sagitas en sus clases. Era algo lógico porque tal y cómo indicaba enseñaba a los magos a comportarse como esas criaturas sin magia y que se manejaban bastante bien sin el uso de objetos que nosotros teníamos y que nos facilitaban la vida ¡por suerte para nosotros! Así que, me desaparecí del castillo Rambaldi, para hacerlo en los terrenos de la gran edificación. La moto brillaba a la luz de los primeros rayos solares de la mañana. Por si acaso, había recogido la vieja documentación que me había dado el gobierno muggle en su momento. Me serviría bastante para moverme por esas zonas y por si me paraba los guardadores de las leyes de los no mágicos.

 

Arranqué la moto y la puse rápidamente en marcha. Podía accionar el aparato para que volara, pero me gustaba más la velocidad en tierra. El aire movía mi pelo y llevaba unas gafas de sol para que el astro no me molestara en la cara. Enseguida llegué, sorteando con algo de dificultad el tráfico que había a esas primeras horas de la mañana y esperé pacientemente mientras ataba el pelo en una cola de caballo alta. Apagué el motor y esperé pacientemente a los alumnos que tendría la pelivioleta ese día. Aunque por supuesto, no la veía por ningún lado.

 

off: alumna oyente ^_^

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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La cálida mañana de Septiembre abrazó al ventanal de la pieza de Thomas justo cuando el reloj tocó las 08:00 AM en punto. Durante la última noche del mes de los "gatos", el fenixiano había estado junto a su "amiga" Athena en los recónditos terrenos paladines del Bosque Prohibido, haciendo uso de los poderes que Uther les regaló desde el bello segundo en que sus cabezas fueron ungidas con la magia ancestral del mentor del reconocido clan de La Orden. -No Brahmsy... Cinco minutos más- suplicó el muchacho cuando su elfo doméstico ingresó a la habitación y corrió, de par en par, las cortinas de su alcoba, dejando entrar los rayos de sol directamente en el rostro somnoliento del joven que parecía haberse "ido de copas" en vez de estar haciendo algo productivo por su vida. -Mi Señorito Elros... su madre dice que tiene que levantarse con el alba... La flojera mata al cuerpo. Además señorito, usted es un hombre de veinte años... ya no es un niño o bebé como su ¿"otro yo"? Bueno... Brahms sólo cumple con el mandato de la señora Annick y el amo Elvis- aclaró el leal sirviente, aproximándose hasta el borde de la cama con tal de arrojar todas las sábanas y frazadas al suelo con un único y certero chasquido de sus delgados dedos. -Pagarás por esto, Brahmsy. Te lo juro- respondió el apuesto animago a regañadientes, al mismo tiempo que se sentaba al borde del lecho con los pies descalzos sobre la alfombra, frotándose sus orbes verdes con un dejo de insistencia acompañado de un bostezo.


Con toda la calma del mundo; el extrovertido púber tomó una ducha caliente, lavó sus dientes con mesura y se vistió con ropajes comunes y corrientes (una camisa blanca desabotonada en los dos broches superiores, un pantalón color terracota de gabardina, zapatos de cuero café claro y un cinturón del mismo material). Bajó las escaleras desde el tercer al primer piso de la mansión Gryffindor, dobló a la derecha, y finalmente se introdujo a la cocina; donde la elfina de su padre (Rhaenya) le tenía preparado un desayuno de campeones. Panecillos, huevos con tocino y zumo de calabaza con naranja, eran parte del inventario que los ojos expresivos del adolescente observaron; deleitándose con una tarta de frambuesas y crema catalana que no alcanzó a porcionar ante la llegada de un desconocido elfo con un extraño pergamino en las manos. La criatura respondía al nombre de "Harpo" y venía de parte de Sagitas con una carta que, a ciencia cierta, tenía que ver con la clase de "Estudios Muggles". -Interesante- fue la única palabra que el pelirrojo pronunció tras leer el contenido; tomando, a continuación, una bolsa con dinero obsequiado.


-Gracias Harpo. Dile a tu ama que he recibido todo bien... Rhaenya, dale algo de comer y beber a nuestro fugaz invitado... Y Brahmsy... ¿Brahms? Sí tú... alista mi maleta con lo necesario. Iré a una "casa de cambio" antes de coger un barco hacia Bélgica... ¡Ah! y trae mi abrigo café tipo "montgomery". No tardes, eh- pidió con amabilidad antes de beber un buen poco del zumo y lanzarse un trozo de pan a la boca, que por poco lo atora. Sabía que tener una buena cantidad de euros y dólares le serviría como moneda universal para llegar hasta el templo de Petra, así que su primera parada en dicho sitio donde podía cambiar todo el dinero era fundamental antes de coger la embarcación que lo trasladaría hasta el puerto de Amberes. En eso, el carismático demiguise del fortachón, comenzó a tirarle del pantalón, como solía hacerlo de costumbre para que le diese algún bocadillo; aunque esta vez no sería lo único que la criatura haría con el afán de captar una cuota mayor de atención y dedicación.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Siendo honesta, sus ánimos estaban bajitos, a veces las mezquindades del mundo mágico, no más bien de ciertos mágicos le restaban deseos de empeñarse en el día a día, había decidido que aquel mes no saldría de su castillo, que se rodearía del amor de sus hijos y su esposo, eso que nunca le fallaban, y claro de su cuñada, la pelivioleta, ha ver si se hacia el milagro de traer a Renna y su hija... Pensaba, divagaba, mientras veía los verdes de la zona boscosa de los terrenos Lockhart, hasta que un toqueteo en su hombro la saco de su ensimismamiento.

 

--¡Oye! ¿No te enseñaron modales?-- Pues seguro que modales sí, lo que le faltaba era paciencia para esperar a que le prestarán atención, Cye con recelo recibió la nota, un pergamino con la inconfundible letra de su cuñada ¿La adivinaría? Pronto se dio cuenta que era un motivo diferente y varias frases quedaron grabadas a la primera.

  • Paseo maravilloso -- alejarse de los problemas o acercarse a ellos pero de forma divertida, siempre era así con la Potter quien sería su maestra en la clase de Estudios Muggles.
  • Gastos pagos -- cero tocar su bóveda (si era tacaña)
  • Balneario -- agua fresquita

Espabilo de nuevo pues ya se veía tendida en una tumbona con traje de baño, su pamela favorita y una piña llena de aquel elixir que llamaban piña colada, aunque no se molestaba si era un coco con su rica agua.

 

Siguió leyendo y pronunciado "Ooooh" salió de sus labios rosado con la pregunta obvia en su cabeza "¿No la veremos? ¿Nos dejara a la mano de...?" y entonces leyó el resto del párrafo é hizo puchero, verla significaba reprobar, vaaaa ¿Ya no sería divertido? Bueno no tanto.

 

¿Monedas? Fue cuando Harpo le mostró la bolsa y se la ofreció, esta vez la rubia la tomo con una sonrisa de disculpas por su mal humor y recibimiento, Feixac lo había hecho pasar hasta donde ella estaba, segura de que Cye lo recibiría.

 

--Pues gracias, tu ama es todo un manojo de sorpresas... Y disculpa no es mi mejor día, pero no tiene que ver contigo, Heyda ve que nuestro amigo pruebe esa mermelada que hiciste con un trozo de pan recién horneado, veras que es de lo mejor que has probado... Luego de tus galletas claro--

 

Dicho esto puso el monedero en la cama y comenzó a arreglarse, solo tenía 10 días para llegar al destino final. Habría mucho tren, seguramente, o autobús, así que debía preparar una mochila, como ya no podía usar la varita decidió hacer una pequeña trampa, tomo la de Ishaya que ya tenía el encantamiento expansor listo y metió traje de baño, jeans, zapatillas deportivas, camisetas, camisas manga larga, toallas, un cepillo de dientes, y demás ropa y artículos personales, también agrego su pocionero miniatura, ella no había dicho que no, una daga, la navaja multiusos, un diccionario universal chiquítito, por las dudas, varias barras proteicas, un par de manzanas y dos botellas de agua.

 

Su atuendo inicial era una camiseta con mariposas pintadas y un globo terráqueo, unos jeans prelavados y zapatillas deportivas. Se tercio el morral a la espalda y oculto su varita, no la usaría pero tampoco la dejaría, solo esperaba que no la requisaran o tendría que dar una excusa muy creíble.

 

Se despidió de sus hijos y los encargo tanto a su padre como a los elfos, dejando la mayor carga a Bodrik quien conocía todos los secretos del castillo y partió pidiéndole un aventon a Noah hasta la estación de tren en el propio Londres.

Editado por Cye Lockhart
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-¿Llevas tu pasaporte, hijo?- fue la voz de Annick la que resonó en el vestíbulo de la mansión Gryffindor cuando el pelirrojo se disponía a salir de su hogar con el montgomery bien abrochado; ocasionando de que el muchacho se diese la media vuelta en el acto (antes de cruzar el umbral de salida) con tal de subir las escaleras en búsqueda de tal documentación que había olvidado por completo. <<Cabeza de pollo>> pensó a su vez se daba un ligero golpecito en la cabeza a modo de "auto-regaño", debido a que la costumbre de usar magia en todo momento le hacía "pasar por alto" lo habitual que es una "libreta de viajes y timbres" que los muggles usan siempre cuando atraviesan una frontera de un país ajeno a su patria. -¡Gracias má! Por poco y me tengo que regresar... ¿Puedes decirle a papá que retire mi moto del parquímetro que está cerca del puerto de Londres? Es que tomaré un barco hasta Bélgica... y creo que tendré que dejarla estacionada allí... para que ningún sujeto me la robe- pidió Elros a su madre, justo antes de ponerse en la cabeza el casco protector y los guantes de cuero bruno que usaba cuando conducía su "joyita".


Era una Chopper modelo "Msk Spider 300" de color azabache, muy liviana y veloz; tanto así que en cuanto puso su cuerpo sobre ésta (y a pesar de la mochila, que al final no fue la maleta que le pidió a Brahmsy), sintió un peso sobre su espalda mayor al que había percibido tras salir de la fachada de su casa. Lo que Thomas no sabía era de que su aventurero demiguise se le había montado sin que se diese cuenta, y luego de volverse invisible pasó a ser una carga adicional a lo que llevaba en su bolso o simplemente una mala jugada de la "fuerza de gravedad de la Tierra" en su musculatura. -Le dije que no pusiera tanto equipaje- gruñó instantes previos a encender el motor de la moto que, en un par de segundos, dejó la humareda en los jardines del hogar de los leones de Ottery. Y así fue como el adolescente veinteañero comenzó su viaje hasta Petra, atravesando la carretera londinense hasta arribar a una "casa de cambio" en las cercanías de las riberas del río Támesis. -Buenos días... He venido a cambiar este dinero por una cantidad igual entre dólares y euros, por favor- expresó el fenixiano al hombre que estaba tras el mostrador, y que recibió la bolsa que Sagitas le había encomendado a Harpo. El tipo no tardó en hacer la transacción, entregándole a Thomas lo que le había pedido conforme al valor del cambio de cada moneda; gesto que agradeció sonriéndole.


Ya encontrándose, luego de unos minutos, en el sitio que le permitiría embarcarse por el Mar del Norte; el animago dejó estacionada su moto donde Elvis podría recogerla más tarde, y se encaminó con su equipaje (y demiguise en la espalda) hacia el punto exacto donde se realizaba el "check-in" de los pasajeros. Con tranquilidad y demostrando el manejo que poseía en relación al trato con muggles (debido a que en su Vulcanización debía de comercializar muchos de los insumos que él y sus trabajadores utilizaban a diario); Elros entregó el pasaporte al funcionario y dejó su mochila en una de las mesas donde la revisarían para cerciorarse de que no llevaba nada ilegal a Bélgica. <<¿Qué demonios?>> se cuestionó cuando notó de que el peso en su espalda no había disminuido lo suficiente, preguntándose a sí mismo sobre si quizás algún malestar físico, post rutina de ejercicios, le había terminado resintiendo la zona de la columna donde sentía esa peculiar presión. -Todo en orden. Que tenga buen viaje- exclamó el empleado del barco, el cual devolvió sus pertenencias al viajero, junto con recibirle el billete que había cogido de la "taquilla dos", tal como Potter Blue le indicó en la carta. Una vez acomodado en su asiento, Thomas extrajo el mapa y lo revisó con un dejo de minuciosidad, repasando mentalmente la ruta que recorrería para llegar a destino "sano y salvo".

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Día 1: Londres

 

La mujer de policía refunfuñó al ver a aquella motorista que llevaba un rato parada en un aparcamiento de minusválidos. Seguramente, ella no se habría dado cuenta pero la policía de tráfico no iba a permitir que nadie aparcara mal en su zona. Taconeó hacia ella, con los brazos cruzados. Los dedos de la mano que quedaban encima del brazo derecho se movían alternativamente como si tocaran un tambor. Sonrió. Cualquiera de sus conocidos sabrían que aquello era un signo de mala leche, algunos dirían incluso que de maldad escondida.

 

-- Señorita. Sí, usted. La de la cola-caballo. ¿No sabe que está en un área de aparcamiento prohibida sin la señalización debida delante del volante? ¡Oh, vaya...! Si usted no tiene volante...

 

Descruzó los brazos y sacó una libretita de multas en la que garabeteó algo. Después arrancó la copia amarilla y se la dio.

 

-- Señorita, debe al Ayuntamiento de Londres la cantidad de 50 Libras Esterlinas. Y váyase antes de que le ponga una segunda multa.

 

La mujer policía tenía un semblante duro, así que mejor que aquella mujer de la moto extraña se largara de allá antes que llamara a toda una brigada de policía y la detuviera por interponerse en la labor policial. Sacó las esposas y las hizo rodar por el dedo índice, de forma amenazadora. Entonces, alguien le empujó y cayeron al suelo, con un ruido metálico contra el asfalto.

 

-- Ay, perdone, señorita -- dijo una voz amable. Pertenecía a una viejecita de pelo grisáceo y con una ligera joroba, dentro de un vestido rosa. -- No le vi, estas gafas no funcionan mucho, a esta edad... Creo que me perdí.

 

La viejecita miró a los lados, titubeando.

 

-- ¿Voy bien hacia la Estación de los trenes? ¿Podría acompañarme? Creo que me perdí.

 

Era una ancianilla agradable y se agarró con fuerza a la mujer policía. Si ésta quiso oponerse, de repente sintió unos deseos irresistibles de ser amable ante su presión en el brazo. La acompañó, olvidándose de la motera con cola de caballo y su infracción de tráfico. Cuando dejó a la mujer delante de King Cross, ésta abrió su bolso y sacó un sandwich envuelto en papel de aluminio y se lo ofreció.

 

-- Tome, por su amabilidad, señorita. Es de mermelada casera de la buena, me la hizo mi cuñada esta misma mañana. ¡Qué le aproveche! -- la ancianita desapareció en la entrada de la Estación de Trenes de Londres dejando tras suyo a una mujer policía perpleja por encontrarse tan lejos de su zona de trabajo, sin recordar bien cómo había llegado allá.

 

En el interior de la Estación, el público viajero se movía deprisa, de la taquilla a los andenes, sin perder el tiempo con el muchacho que repartía panfletos delante de los múltiples kioscos de comida rápida.

 

-- Dos por uno. Cuatro por dos... Tomen un Bono de Donuts rellenos. Dos por uno. ¿Quiere donuts gratis, caballero? ¿Y usted, señorita? Donuts, donuts de todos los sabores. Tome uno, jovencita, tome...

 

Y el joven de pelo moreno y bambas violetas y con un montón de bonos-descuento para bollería entregó uno de ellos a una mujer rubia con camiseta de mariposas y una mochila en la espalda.

 

-- Tome uno, le encantarán los donuts, estoy seguro -- Se alejó repartiendo más boletos: -- Dos por uno. Cuatro por dos... Tomen un Bono de Donuts rellenos. Dos por uno.

 

A mucha distancia, una jovencita corría detrás de su perro por la cubierta de un barco, quien se acercó a un muchacho y empezó a ladrarle a los pantalones, como si oliera algo. Tal vez sólo era que le gustaba ladrarle, o que algún bicho se le hubiera restregado por ahí o, vete a saber porqué un perro hace lo que hace. La jovencita se arrodilló y agarró al perro, pidiendo disculpas al muchacho.

 

-- Lo siento, lo siento, "Dateprisa" no suele ser así de maleducado. Lo siento...

 

Si la muchacha se dio cuenta que ese nombre no era el de su perro, quien en realidad se llamaba "Dreisa", no pareció darse cuenta de su lapsus.

 

-- Hola, me llamo Mery. ¿Viaje de placer o de negocios? -- El perro seguía ladrado al muchacho, como si no le gustara algo que él llevara encima. -- Se le ha caído algo. ¿Es suyo? Parece un panfleto de alguna fiesta o algo así...

 

La muchacha se había sentado a su lado y se agachó a coger aquel papel y dárselo al muchacho. Le gustaba, al menos no tendría que hacer el viaje a solas. El barco la mareaba.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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-Tal vez me conviene más tomar un autobús de Amberes a Bruselas... y de ahí coger el tren hasta Viena- pensaba en voz alta Gryffindor mientras revisaba con cautela el mapa que Sagitas le había enviado con Harpo a su hogar; viendo de que si era factible poder realizar dicha combinación para llegar sin problemas a territorio austriaco. Dentro de aquella ruta trazada mentalmente, tendría que pasar antes por Fráncfort del Meno en Alemania; lo que no le importaba mucho, al contrario, le parecía un país y una cultura atrayente especialmente por la cerveza que era bastante buena. Estaba justamente decidiendo sobre eso, cuando un perro de raza buldog francés empezó a ladrarle al pantalón con bastante insistencia; tanto así que le molestó un poco al no entender aquella manía impulsiva del can. -No tienes de qué disculparte, niña... Los animales carecen de razonamiento, actúan por instinto neto- respondió Elros a lo que una jovencita de boina escocesa le expresó con tal de excusar la actitud de quien parecía ser su mascota. -Un gusto, Mery... Mi nombre es Thomas. Y no... no es un viaje de placer o de negocios... sino algo estrictamente "académico". Digamos que estoy aprendiendo de las costumbres de los diferentes países en el mundo, como si de un sommelier muy erudito en vinos se tratase, aunque cambiando el trago por "conocimiento" ¿Comprendes?- agregó, sin rechistar ni un poquito al recibir el pergamino que, obviamente, sabía que no era suyo; pues todas sus pertenencias estaban muy bien guardadas en su mochila de viaje. <<Profesora Potter Blue>> reflexionó al leer de reojo lo que decía el manuscrito encontrado.


Varios puntos eran los que conformaban la "Ley de Protección de Muggles" dictada por el Ministerio de Magia, y ahí estaban plasmados todos aquellos incisos que dejaban bien en claro lo que no se podía hacer en estricta prohibición frente a un individuo que carecía de poder mágico. <<¿Squibs?>> se auto-formuló el muchacho, recordando que jamás había tratado con uno de ellos, ni menos entablado una relación cercana; aunque tampoco los discriminaba ni pensaba que eran menos "persona" que los hechiceros, sino que simplemente habían tenido "mala suerte" de nacer así. -Debe haberse caído de alguna propaganda... pero lo conservaré ¡Gracias!- contestó a la nena, guardando el panfleto en uno de los bolsillos de su abrigo café. El viaje en barco fue bastante agradable; y luego de pasar próxima a la bahía de Dunquerque y Brujas, la embarcación tocó puerto en Amberes. -Ha sido un gusto conocerle, señorita. Cuide a su perro, y enséñele a no ser tan "cascarrabias"- se despidió el fenixiano, cogiendo su equipaje (y por ende a su demiguise invisible, el que se montó nuevamente en su vasta espalda) con tal de descender a tierra firme. Dentro de todo, el veinteañero no tenía mucho apetito, pues en el barco había degustado una custard junto a un té inglés típico de Gran Bretaña; por lo que compraría en Bélgica sólo unas tartas de arroz y unos cuantos chocolates para su recorrido hasta Bruselas en el autobús que arribaría pronto al terminal de pasajeros que estaba a tan sólo una cuadra de su ubicación.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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No estaba ni tibia si pretendía que este viaje fuera como los anteriores, si bien era cierto que conocía mucho de la cultura muggle, del trato con ellos y de la convivenvía, ahora se daba cuenta que siempre hubo algo de magia, para traslado, para elegir alojamientos y para todo.

 

¿Como podría llegar desde Londres a Jordania en diez dias? Bueno tomar uno de esos enormes aparatos con alas que se desplazaban en los cielos como pájaros era una opción, pero preguntando allá mismo en la estación a varios turistas, se dio cuenta que eso solo le llevaría siete horas, ¿Que haría con los 9 dias restantes? Tal vez visitar lugares locales y todas las tiendas alrededor, fruncio el ceño, pero seguro que a eso no se refería Sagitas cuando hablaba de gastos pagos.

 

Se rasco la cabeza con total desconcierto, si pudiera usar su varita solo diría, mejor intinerario a jordania en 10 dias, y mágicamente la solución aparecería ante sus ojos. Pero como eso no era posible, experimentaba que su sentido de aventurera iba en picada, por suerte algo que siempre le animaba eran los dulces o algo rico de comer, y tal vez por eso a sus oídos llego el pregonar de un muchacho vestido de negro y azul con un bolso tan amarillo como un pollito y muchos volatnes. Donust era lo más destacado de su discurso y por supuesto la posibilidad de conseguir una oferta así que le sonrió y acepto el papelito, con sorpresa vio que no se trataba de aquellos dedondeles bañados de azúcar y rellenos de arequipe, sino de instrucciones o más bien normas ministeriales con relación a los muggles

 

Rápidamente se volteo en todas direcciones en busca de su cuñada, pero no la veía, que va, --Oiga joven ¿quien le entrego esto?-- pregunto, sin dejar de buscar con la mirada, a la profesora, pero muy en su interior sabía que no la vería, era una maestra disfrazándose y ahora sabía que escabulléndose entre la gente.

 

--No importa olvídelo-- dijo resignada al tiempo que hacia un pequeño brinquito para acomodar la mochila en su espalda y encaminarse hacia uno de los puestos de Donuts el que siempre visitaba antes de ir a Accidentes, allá donde estaban los preferidos de Amya y de Sagitas y pidió un par, por suerte solía tener monedas muggles londinense con que pagar, pero no así para el resto del viaje.

 

--¡Demonios!-- chilló al caer en cuenta, busco la banca más cercana y revisó la bolsa de monedas que le había enviado la pelivioleta con Harpo, volvió a rascarse la cabeza habían dos tipos de monedas, la local y algo llamado dinar, dedujo que era lo que necesitaban para comenzar el viaje y para finalizarlo , de cualquier forma cada cual tomaría el camino que mejor le sentar. Suspiro levantando la vista a su alrededor, media mañana y seguía en Londres, el día 1 iba corriendo pero ella estaba aparcada cual auto, y para arrancar iba a llenarse de combustible, abrió la bolsita y tomo un donut y le dio un mordico, luego otro y otro hasta que la masita se convirtió en solo migajas sobre una servilleta vacía.

 

Tomo el mapa que venía junto con las indicaciones iníciales y suspiro, estaba claro que debía seguir una ruta, de otra forma como podrían vigilarlos si uno escogía irse por el medio mundo opuesto al otro… Era hora de tomar el toro por los cuernos, así que camino hacia la ventanilla numero dos donde pregunto si tenían boletos para tren desde allí hasta Austria, a lo cual le dijeron que si, el tren llegaría hasta Viena. Con billete en mano y una sonrisa en el rostro consulto el horario ¡Demonios! Salía en menos de 10 minutos, debía buscar el andén y procurarse un buen asiento, ojala la compañía también lo fuera o por lo menos que la dejaran dormir.

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Día 2:

 

"Querido diario... Los chicos están vivos. Eso es importante, ¿no? Al menos no tendré que pedir disculpas a la Universidad por perder a un alumno. Les sigo de cerca, no sé si ellos sabrán cuanto... Bueno, te dejo que tengo que tomar un autobús. Ya te seguiré contando lo que sucede en este viaje."

 

 

 

En Bélgica:

 

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-- ¡Bienvenidos, bienvenidos...! ¡Sean bienvenidos!

 

Un grupo folklórico de mujeres se acercó a los viajeros, repartiendo comida típica del país y panfletos turísticos sobre la ciudad a los turistas. Sin perder la sonrisa, hicieron un pequeño baile delante de ellos y después pasaron un cestito de mimbre para recoger aguinaldos por su actuación. Era una costumbre que solía hacerse a menudo como muestra de Turismo de la ciudad. Después, recogían todo y se iban en busca de otro grupo de turistas antes los que repetir toda su parafernalia.

 

Una de ellas se separó del grupito, con el cestillo en la mano. Se acercó a un muchacho con mochila y le sonrió alegre.

 

-- ¡Hola! Sólo euros, por favor. ¿Va a comprar un billete? Se han suspendido los viajes en bus; están en huelga. Sólo podrá tomar tren si quiere moverse a algún sitio. Lo siento.

 

Movió con firmeza la cesta para que le dejara una propina y siguió hablando por los codos.

 

-- Si quiere usar el Aeropuerto, tendrá que utilizar otro. El de la ciudad está cerrado por niebla. Así que me temo que sólo autobús o dragones mágicos.

 

La muchacha se puso a reír, divertida por su propia palabrería.

 

-- Si existieran los dragones, claro. Pero... -- Su mirada se achicó y se hizo casi un circulito oscuro y brillante. -- Pero aunque existieran, no podría usarlos porque se prohíbe el tráfico de criaturas mágicas entre las fronteras de los países europeos. Si alguien le pillara usando uno, llevando uno encima o, sencillamente, hablando de ellos, iría de cabeza a Azkabán. -- La muchacha parpadeó y miró su cestillo, como si le hubieran puesto alguna moneda. Hizo una leve genuflexión graciosa y le saludó. -- ¡Qué tenga buen viaje!

 

 

 

Tren de Londres a Viena:

 

El traqueteo era casi inexistente en el Euro-Tunnel. El conductor estaba casi dormido en el trayecto. Menos mal que era un tren que funcionaba de forma autónoma, sólo estaba allá en la cabina porque las leyes internacionales obligaban a tener una presencia humana por si hubiera un error que se tuviera que corregir en los datos electrónicos que llevaban al tren a su destino. Para combatir el sueño, sacó un periódico y se puso a leerlo. Sin que él se diera cuenta, algo falló en el panel de mando. Un botoncito se iluminó levemente y después volvió a apagarse. Se habían encendido los altavoces como por obra de... ¿magia?

 

-- Aggg, qué asco de diario, siempre hay noticias de atentados, guerras o bodas de ricachones. -- Su voz grave sonó en todo el tren. Los pasajeros se miraron y algunos sonrieron, otros no le hicieron caso, algunos ni se dieron cuenta porque llevaban encima esos trastos que llevan música dentro, por lo que no le oyeron.

 

Se sintió el movimiento de pasar algunas páginas y, de repente, la voz cambió, haciéndose... digamos que extraña.

 

-- "Espero que sepa árabe, señorita Lockhart. Y recuerde preguntar las costumbres sobre la vestimenta femenina en ese país, por si le detienen nada más cruzar la frontera."

 

La voz cambió al tono inicial, en la que se oyó al conductor tararear una cancioncilla muy desafinada mientras seguía pasando páginas. Durante un tiempo no se oyó nada más hasta que se oyó una última advertencia.

 

-- "E infórmese bien de la comida que no permiten por allá o podrá se encarcelada. Recuerda que cualquier visita a las cárceles locales serán penalizadas con una deportación por parte del Departamento de Cooperación Internacional, una multa gorda por parte de las autoridades mágicas y un no menos grande suspenso de su asignatura."

 

Un chasquido electrónico y el botón de la cabina volvió a la normalidad, sin que el Conductor supiera que le había escuchado nadie soltar un...

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Elros degustaba una exquisita barra de chocolate blanco con avellanas tostadas mientras cruzaba la calle principal que le conduciría al terminal de buses de la ciudad de Amberes. Hasta aquel momento todo había salido bien, y por suerte no se produjo ninguna marejada cuando la embarcación atravesó el Mar del Norte desde Londres. Estaba tan ensimismado comiendo que el saludo de un grupo folklórico, conformado por mujeres de ropajes pintorescos y típicos, le hizo sobresaltarse de tal forma de que un par de tartas de arroz se fueron al piso en el acto. Tan pronto como aquello sucedió, el peso en su espalda se hizo tan ligero (pues el demiguise invisible descendió para comer) que le instó a mover sus hombros para "adelante y atrás" como queriendo recuperar parte de la movilidad perdida. -Es muy extraño que la mochila tenga una carga tan ¿fluctuante?- susurró rascándose la nuca, sin perder de vista el baile que las féminas de Bélgica efectuaban con una sonrisa de gozo estampada en sus rostros.


Era una especie de "vals" con influencia francesa; música que adornaba aún más los vestidos olaneados de las mujeres que al girar se veían como "cazuelitas" que simpatizaron a todo el público turista que se reunió en una plaza colindante a una antigua construcción histórica; la "Basílica Ferroviaria". -¿Se han suspendido los viajes en bus? ¡Vaya desastre hay! Tome mujer... Una propina por su danza- pronunció Gryffindor mientras depositaba dos euros en la canastilla de mimbre que ya estaba a tope.


-¿Autobús o Dragones Mágicos?- exclamó enaltando su ceja derecha en señal de curiosidad; pues lo primero que le daba intriga era de que la mujer le había dicho con anterioridad de que los buses estaban en huelga, y lo segundo era que supiera de criaturas no muggles que sólo conocían por cuentos de hadas o películas de ciencia ficción. <<¿Y si es una squib?>> se auto-cuestionó el pelirrojo, escuchando todo lo que la bailarina terminó de relatarle como si ésta supiera las verdaderas intenciones del adolescente.


Varios supuestos pasaron por la mente de Thomas cuando la chica por fin se marchó con el afán de reunirse con su grupo para ir en búsqueda de otro conglomerado de viajeros que descendieron de otro navío en el puerto. La alternativa que más le seducía era la que decía relación con que Sagitas había manipulado la consciencia de la muchacha con Legilimancia, pero ¿era la Potter Blue una legilimago? No lo sabía. La otra opción era la Maldición Imperdoble "Imperius", pero indigna de un miembro de La Orden del Fénix; así que fue la que descartó sin dudarlo dos veces. Ante eso, sin vacilar demasiado; encaminó sus pasos hasta el interior de la Estación Central de la ciudad, olvidándose de ir a Bruselas en autobús. Accedió a la ventanilla dos, cogió el boleto que lo conduciría hasta Viena, y posteriormente entró al andén de la cúpula del "templo de mármol"; donde el ruido del arribo del tren le hizo apurar las zancadas (con su mascota a cuestas) hasta que su silueta cruzó el umbral metálico hasta el interior del vagón.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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