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Pandora's Box Night Club (MM B: 86577)


Cissy Macnair
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Marcus se sacudió el agua del cabello como un perro mojado, moviendo la cabeza a uno y otro lado y llenando de pequeñas gotas de agua el mostrador, su camisa y mi persona. Lo curioso era que ahora poseía pequeños rulitos mojados que adornaban el borde de su rostro, como cuando éramos pequeños y nos bañábamos en los estanques que estaban cerca de la casa.

 

El movimiento de la puerta me impidió seguir contemplando con añoranza a mi hermano y, en cambio, dirigí la vista a la figura de Arya que ahora ocupaba el espacio que antes había sido oscuro y entintado del cristal del pórtico. Fruncí el ceño ante el rostro ceniciento, pero omití hacer preguntas que pusieran en evidencia no sólo su estado de ánimo, sino su estado físico en sí. Por un momento, pensé que Aidan entraría detrás de ella, pero no fue así, lo que me supo en parte a gloria porque realmente no tenía ganas de ver una guerra de miradas entre él y Marcus.

 

-Marcus... Marcus Argéadas- se presentó mi hermano tan pronto como Arya se dirigió a él y apretó la mano nívea de la pelirroja entre sus poderosos dedos morenos. Estuve a punto de lanzar un reproche, pero me contuve-. Un placer conocerla, señorita Macnair- su vos fue un ronroneo de felino grande y por poco sisee al escucharlo.

 

-Bueno...- corté la mirada profunda que le estaba lanzando a Arya y me interpuse entre ellos-. ¿Dónde está Julie?- pregunté.

 

Pero no hizo falta que Arya respondiera, porque la puerta del Pandora's se abrió de nuevo y la bruja hizo su acto de presencia. Alcé una ceja al verla caminar con tanta gracia, acentuando cada paso que daba. Y por poco me reí porque Marcus también estaba prestando atención a mi sobrina y a la forma que se movía, tan evidente era que me hizo poner los ojos en blanco. Abracé el cuerpo delgado de Juliette y le planté un beso en la frente.

 

-Club Nocturno, en efecto. Fue el primer negocio que abrí en el Callejón Diagon hace diez años atrás- dije casi con nostalgia, abriendo mis brazos para señalar el espacio a nuestro alrededor.

 

Solté una risa estridente cuando ella se dirigió a Marcus.

 

-Encantadora- respondió Marcus a la provocación-. ¿Qué vas a tomar?- agregó, lo que me hizo pasar de la sonrisa a un profundo ceño fruncido-. Soy Marcus, por cierto... Marcus Argéadas. Abogado de Cissy- me guiñó un ojo y le saqué la lengua, algo totalmente infantil que no había hecho desde hacía más de dos mil años y que me obligó, aunque no quería, a ruborizarme por tan irreverente forma de comportarme frente a Arya y Juliette.

 

-En efecto, es mi abogado... y mi hermano- mascullé, suspirando al final-. Es una larga larga...

 

Me detuve en medio de mi discurso al sentir una presencia. No podía ver a nadie, desde luego, pero podía oír... un murmullo... una voz... Me quedé tan quieta que Marcus dejó la copa que estaba sirviendo para observarme. Desde luego, él también podía oírla debido a ese maravilloso oído desarrollado de vampiro. Pero no estaba hablando, no en voz alta... el murmuro era... un pensamiento. Me di cuenta que Juliette y Arya me miraban extrañadas, así que me recompuse.

 

-Es una larga historia que les contaré en otro momento... o quizá no- sonreí mostrando mis dientes, pero sin que la sonrisa real llegara a mis ojos-. Las cité hoy aquí porque he estado poniendo mis asuntos en orden, ya saben, después de que Castalia se marchase. Y decidí que quería dejarle a mis sobrinas favoritas mi negocio favorito- hice un ademán señalando la barra, donde Marcus ya estaba preparando el segundo trago-. Marcus me ha estado ayudando con mi testamento y otros asuntos legales. ¿Preguntas?- aventuré.

 

Aquella pausa me dio tiempo para mirar alrededor, intentar averiguar de dónde venía ese murmullo.

 

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⸺Encantada de conocerle, señor Argéadas.


Miró a Sybilla como quien atrapa al perro robándose la comida de la parrilla, creyendo que había capturado el momento exacto en que su tía era visitada por un amante; errada estaba pero lo sabría segundos después. Apretó la mano de su interlocutor y le devolvió la cándida sonrisa, las Macnair tenían un don especial con los hombros, más que un súper poder o un conjuro de varita, los conocían, los leían, se podía decir que hasta los olían. Por ello la sonrisa complaciente, compradora, que desapareció casi instantáneamente con la llegada de Juliette.


Arya sabía, y no se reprochaba, tenía una conducta extraña para con su padre. Había odiado a Pik desde saber la conexión que les unía pero lo celaba excesivamente. Luego de que éste formó su millonesima familia y se marchó de la mansión, volcó esos mismos sentimientos hacia su hermana menor. Juliette le llevaba unos cuantos meses menos, como si su concepción hubiese sido una broma pesada de Reshi, Bietka y Lúthien, más eternamente sería su hermanita.


⸺¿Dónde estabas?⸺ Preguntó a la castaña jalando de su brazo.


La atrajo hacia sí con recelo, primero por el abrazo con Cissy y luego por los imaginarios incisivos que le salieron a Marcus nada más verla llegar. Pero de pronto… se llevó una mano al pecho ¿Qué pasaba? Se le cortó el aire. Rió un poco incómoda aunque nadie había dicho nada, salvo que además de abogado, el sujeto frente a ellas era hermano de Sybilla. Sintió calor, mucho calor, más la temperatura seguía siendo la misma. Se sofocaba


Miró a la Matriarca con gesto confuso ¿Otro Macnair? Preguntaban sus ojos verdes, característica hereditaria de la familia. Y aunque no emitió sonido, teniendo la boca seca, supo que su tía le comprendió enseguida. Pidió un vaso de agua, cuando desde la barra Marcus le señaló esperando que escogiera su trago, pasando por aburrida, más en su reciente estado no era recomendable ingerir alcohol.


"A pesar de todo regálame

tu mejor sonrisa, siempre"


Pudo oír el susurro a la perfección. La piel se le erizó, se estremeció en el lugar virando la atención hacia la oficina de Cissy. Era posible que solo ella supiera en dónde estaba pues la dueña del lugar se lo confió muchos muchos años atrás. Que Allen estuviera allí resultaba impensable, una locura. De pronto le latía el corazón de fuerza y su presión se alteró.


⸺¿La oficina sigue estando en el mismo sitio?⸺ inquirió de golpe ⸺No quisiera saltarme la presentación formal del tío Marcus, pero me siento un poco mal… en lo que ustedes terminan de beber y conversar, iré a tomar un poco de aire, si no te molesta


Claro que lo primero lo dijo con marcada ironía. Los Macnair protegían a la familia pero no eran muy dados a las reuniones hogareñas, o tal vez solo las hijas de Pik fuesen así. Bebió un sorbo de agua para calmar los absurdos nervios mientras le daban luz verde para saltarse el juego de miradas entre su hermana y Argéadas, observando de soslayo las sombras, buscando lo imposible.



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Había caído la noche y, con ella, la agradable temperatura del atardecer veraniego. La humedad del ambiente post primaveral comenzaba a sofocar los adoquines del callejón, haciendo que el calor incomodara la ya exasperante expectativa del Walker, quién jugaba con sus dedos ansiosamente en aquella banca frente a Pandora's. Se vio en la obligación de safar el cuello de su camisa para dejar respirar su cuello a través del flojo nudo de la corbata. Con el ceño fruncido, se esforzaba por esclarecer el panorama situacional que envolvía a los cuatro presentes dentro del club nocturno; sin el propio interés del espionaje, sino por saciar su habitual y osada curiosidad. La pequeña flama plateada que había generado hacía un par de minutos había conseguido extinguirse en medio de su destino: atravesar los sentidos de la directora de El Profeta. <<A pesar de todo, regalame tu mejor sonrisa... siempre.>> Pero, muy a su pesar, no causó el efecto que esperaba.
<<¿Y ahora qué?>>
-Ya no tengo ninguna excusa.- Musitó el albino a la voz en su cabeza. -No me gustaría ser descortés e interrumpir una reunión familiar por el simple capricho de mi paz.-
<<Ya sabes quiénes están dentro. Puedes usar la situación como un comodín.>>
-Es desagradable, Exael. No sé desde cuando te has vuelto tan mal consejero.- Aludí, sanjando la conversación con mi doppelgänger.
Y sí, ya lo sabía. El don heredado de su ancestral y extinta familia le permitía al exorcista ver la energía que emanaban las personas, habilidad que facilitaban sus labores de reconocimiento en el área médica, pues distinguía a cabalidad y en segundos los posibles daños recibidos por el paciente y su tratamiento a requerir a fin de normalizar sus pulsos energéticos. Cómo cazador de demonios y espíritus, gozaba el reflejo de identificar entre obstáculos las presencias de los seres vivos, siendo capaz de fijarlos como objetivos previsibles en un tablero de posibles movimientos. De ese modo, dio con Sybilla Macnair y su excompañero y comandante de guerra en la antigua Grecia, Marcus Argéadas, a quién tenía que agradecerle haber forjado su perfil analítico entre los aranceles de la batalla y con quién compartió espada bajo el cobijo del emperador Magno. Los acompañaba otra fémina que, de momento, desconocía, pero que exhudaba la casta Macnair desde cada poro de su piel.
Habiendo fijado sus orbes marinas en la puerta de madera y sin más remedio que su necia determinación, tomo las bolsas de compra y atravesó el umbral del negocio con la sutileza que lo haría cualquier cliente. Dentro, la iluminación tenue del pub agotaba la vista al primer enfoque, pero tomaba tan solo segundos acostumbrarse. Cómo a mitad de la escena central de una obra teatral, el mojado vampiro mostraba sus dientes a sus interlocutoras en un torcido gesto que emulaba coqueteo, Cissy mantenía su ceño fruncido arremolinándose en una sonrisa maquillada de cotidianidad, Arya parecía a punto de desmayarse por algún efecto narcótico que parecía estar curando la barandilla a la que se sujetaba, mientras la desconocida comenzaba su propia pequeña fiesta. De todos los momentos que pudo tener lugar en aquella reunión, determinó que el instante en que eligió sumarse había sido, probablemente, el peor.
-Hola. ¿Ya tienen servicio disponible?- Preguntó con una media sonrisa despreocupada, cerrando la puerta a su espalda. Tal y como se entraría a la fiesta de cumpleaños de una persona muy anciana que quiere hacer revuelo. Caminó unos pasos dentro del pub hasta quedar a la misma distancia de todos los presentes, a la vista de todos y con todos a su vista.
-Comandante Marcus.- Susurró con rostro severo, llevando el puño derecho a su pecho. -Poco más de un milenio y los años pasan sobre usted. Qué honor volver a saludarle, aunque curioso verle aquí.- Inclinó la cabeza en un pequeño pero firme ademán, haciendo que cayeran algunos mechones plateados sobre su rostro. Al erguirse, se volvió a Cissy, cuyo rostro parecía estar seguir en disputa entre el asombro y el disgusto. -También es todo un placer volver a verte, Cissy. Sigues tan radiante como las sombras te lo permiten.- Acotó con un gesto de viva gratitud, el mismo con el que la contemplaba desde el primer día que fue adoptado en su mansión, por el apellido de la renombrada familia. -¿Cómo está Artemis?-
A la desconocida le miró de arriba a abajo con cierto dejo de desinterés, tal como se ojearía un libro para revisar que esté en buen estado. Sin afán de parecer descortés, levantó la palma de su mano libre con un gesto formal, a modo de saludo. -Allen Walker. Un placer.- Dijo sencillamente, pasando por encima de cualquier protocolo estricto de interacción: hace mucho que no se relacionaba con nadie que no fuesen soldados heridos, moribundos o cuerpos sin vida, con sus almas pendiendo del espectro de la perdición, a través de los ojos vacíos del horror de la guerra mágica. O Exael, pero ese era otro tipo de interacción, del cuál no se sentía orgulloso en absoluto.
-Y tú...- Se volvió a Arya, que parecía debatirse entre estar y desaparecer. Sólo por un instante, creyó que se lanzaría a golpearlo hasta morir sólo por el tipo de mirada que le lanzó: a medio camino de entre quien recibe un cumplido romántico y quien sufre de una jaqueca cancerígena que amenaza con aplastarle el cráneo. -Ven aquí y dame tu mejor sonrisa.-

 

 

 

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~ Reality Is Subjetive ~

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La actitud de Arya me dejó confundida y, desde luego, Marcus la estaba siguiendo con la mirada mientras se excusaba para subir a la oficina, incluso ignorando que ella le había llamado "tío Marcus" y que probablemente vinieran un montón de quejas por el título. Pero ni siquiera la actitud de Arya, tan fuera de sí, pálida y decaída pudo quitarme el asombro al ver que la puerta del Pandora's se abría de nuevo y una incipiente barba blanca asomaba. Por un momento pensé que estaba viendo un fantasma y no porque claramente Allen fuera albino, sino porque llevaba... ¿cuánto tiempo? Ni siquiera podía contar los días que había extrañado verlo, aunque nuestro último encuentro según mi memoria fuera en aquella habitación del Caldero Chorreante cuando Ámbar había nacido.

 

Me tapé la boca con ambas manos cuando habló, pero no porque su presencia fuera simplemente increíble, sino porque al primero que le dirigió la palabra fue a Marcus. Tuve que moverme hacia la barra y tomarme con fuerza para sentarme en uno de los altos taburetes para no soltar un largo suspiro, mientras mi corazón bombeaba con fuerza. Distinta totalmente a la reacción de Marcus que soltó un "¡JA!" y luego del saludo formal, llevándose la mano al pecho, cubrió el espacio que lo separaba de Allen y lo estrechó con fuerza, músculo con músculo chocando mientras soltaba una risotada de alegría.

 

-Mi viejo amigo- fue todo lo que pudo decir-. Los años tampoco parecen querer acercarse a tí, amigo mío. ¡Es una batalla perdida la que libra el tiempo!- una palmada con fuerza en el hombro que podría haber derribado a cualquier otra persona, pero a Allen no se le doblaron las rodillas cuando recibió el saludo.

 

Sus ojos, me di cuenta, fijos en Arya que había estado intentando escapar. Y, entonces, lo comprendí. Las voces, la luz titilante que parecía escanear alrededor... Era la magia de Walker zumbando y tanteando a su alrededor, para saber si el entorno era seguro.

 

-Hola, cariño- saludé, evocando el mejor tono que pude encontrar-. ¿Cómo has estado?- quise saber para luego hacer una mueca ante la mención de Artemis. Mis ojos brillaron-. Ella... Está bien- mentí, a medias. Al menos ya no había dolor... no para Artemis.

 

Pero lo más curioso del día era la forma en la que Allen le hablaba a Arya. Era evidente, siempre lo había sido, que esos dos tenían una conexión sin precedente y me preguntaba, de haber estado Aidan en aquel momento allí, ¿habría notado el brillo en los ojos de Allen o la forma en la que Arya se movía al sentirlo cerca? Como si le estuvieran tironeando una parte misma del alma... Y quizá hasta así era, dado que Allen había sido el causante del asesinato y destierro de Lúthien para que mi sobrina viviera. ¿Había rastro de aquella magia dentro de ella? ¿Sería sólo un reflejo? ¿O me estaba perdiendo información importante en el proceso? Dirigí mi mirada a Marcus que se había sentado en un taburete a mi lado y manteniendo a Juliette a su izquierda, antes de notar que él parecía estar sondeando lo mismo que yo. ¡Gemelos! Éramos dos partes de lo mismo.

 

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  • 3 semanas más tarde...

 

 

 

 

⸺ ¿Dónde estabas?

⸺ ¡Auch! ⸺me quejé cual niña pequeña en cuanto recibí el jalón nada delicado de mi hermana, a lo que de todas formas correspondí con un fuerte abrazo, depositando mis labios bien cerca de su oído para susurrar.⸺ Respondiendo a tu ataque, estaba intentando drogarme con belladonna y por supuesto, fracasé.

 

Me separé rápidamente en cuanto el gesto de cariño se alargó más de lo que quería y acomode las prendas de ropa de manera distraída mientras escuchaba atentamente las palabras de mi tía, ¿un club nocturno? ¿cabía posibilidad de que mi vida se volcara a algo tan frecuente en las calles de nueva york? Negué para mi misma, y no porque me disgustaba la idea, solo era imaginarme el futuro reflejo en el espejo y percatarme de cómo toda mi vida se había transformado.

 

Caminé detrás de Marcus Argéadas, quién parecía ser mi tío o así lo había comprendido, con los años me había acostumbrado a tan disfuncional familia; miembros aparecían y desaparecían a su antojo.⸺ Quiero un martini seco con dos aceitunas, tres si tienes la valentía de complacer mis caprichos más bajos.⸺ Deslicé mi trasero por la base de la silla y antes de acomodarme, me di el tiempo de doblar mis piernas hasta dejarlas acomodadas de lado, luego deposité mis manos enguantadas por la tela de encaje negro y di ligeros golpecitos sobre la madera caoba.

 

A simple vista parecía distraída, sumergida en mis propias cavilaciones lo que era normal en mi persona, sin embargo estaba más atenta que nunca. Había percibido con mi sexto sentido que algo extraña merodeaba en el ambiente, como una energía inexplicable que atacaba a mi hermana y que incluso mi tía podía percibir. No comprendía aún si era tensión, nostalgia o temor, pero algo pasaba, algo que quizá jamás terminaría de comprender.

 

Y apareció.

 

Un hombre mayor, tal vez mayor por el cabello ceniza que flameaba sobre su cabeza o tal vez mayor, por la mirada penetrante e indiferente que me dedicó cuando osó a mirarme como un ser insignificante, ¿y este que se creía? Bufé con cierta molestia y digno de mi actitud exageradamente orgullosa, le dediqué apenas un asentimiento de mentón a modo de saludo. Allen Walker, así se presentó. Saboree el nombre entre mi lengua y mi paladar, intentando recordar de dónde y en qué momento lo había oído. Nada. Realmente nada venía a mi memoria.

Cerré mis ojos y masajee con mis dedos parte de mi sien, sintiendo el cristalino vaso rozar con mi mano libre. Moví mi cabeza de lado a lado, tronando nuevamente los huesos del cuello. Estaba tensa. Agarré entre mis dedos el martini y me llevé el líquido a mis labios para saborear ese ardor medio picante que le sentía al trago, luego miré a Marcus que miraba a Macnair, que miraba a Arya y que miraba a Allen. Negué para mi misma y de un saltito me levanté de la silla.

 

⸺ ¿Marcus? ¿Qué tal si me das un recorrido turístico por este club nocturno? ⸺dije con una pequeña sonrisa, de entre los pliegues de mi vestido saqué un cigarrillo como por arte de magia, ironía, y lo acomode entre mis labios esperando a encontrarme con alguna llama para ser encendido.⸺ O iré sola, como quieras.

 

 

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@@Arya Macnair

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De no haber estado aferrada al barandal de la escalera habría caído. Me giré, tan abruptamente, que sentí un profundo mareo en la cabeza. Mis ojos no creían lo que estaban viendo, mi corazón tampoco lograba dar crédito a lo que estaba pasando. Miré a Sybilla como si ella tuviera la respuesta, pues normalmente así era, y luego intenté comprender la situación. El hombre que acababa de aparecer se paseaba por el pub con total naturalidad, se codeaba con Marcus y se presentaba ante mi hermana educadamente. Pero, maldita sea, ese hombre era un fantasma.


Cuando se dirigió a mi, los ojos que había abierto cuan platos se tornaron vidriosos. No tenía la necesidad de reprocharle en dónde había estado, nuestras vidas eran conscientemente peligrosas, él estaba para mí en momentos críticos y viceversa, pero desde hacía unos dos años ya no había acudido a mis llamados. Incluso dudaba acerca del encuentro en la Torre del Norte, pues víctima de una fuerte fiebre creía haberlo soñado.


⸺A-Allen… ¡Allen!


Primero no caí. Las lágrimas se escurrieron por mis mejillas y un remolino de emociones me embargó. Corrí con cierta torpeza saltandome algunos escalones hasta pegarme a él y dejarle rodearme entre sus brazos. Sabía que la morena me veía con severidad, estaba embarazada y el bebé que esperaba era de Aidan, un hijo para ella y por eso sentís cierta vergüenza. Más no logré contenerme, sollocé escondida en si cuello mientras Walker acariciaba mi cabello como siempre, posiblemente sorprendido por mi avanzado estado de gestación, preguntándose de qué se había perdido pero sería incapaz de explicarlo en ese estado.


Frágil.


⸺¿Por qué no respondiste mis cartas?


Le pregunté, sorbiendo por la nariz. Juliette, a mis espaldas seguía coqueteando con ese extraño y en una ocasión diferente me metería en medio pero solo tenía ojos para el exorcista. Es más, mis orbes estaban ancladas a él, a cada movimiento que hacía, a su forma de respirar, a cualquier detalle que me diese las respuestas que él no sería capaz de formular en voz alta. Sequé un poco mis mejillas y me aparté centímetro y medio con el rostro congestionado, la impresión me había puesto el vientre tenso, la última vez que nos vimos fue en aquella cabaña desvencijada.


Tomé su mano, entrelacé nuestros dedos para invitarlo a acercarse. Detrás de la angustia me veía radiante, como si un enorme peso hubiese resbalado de mis hombros, internamente sabía que aquella noche dormiría perfectamente aún si debía explicarle a Cissy mi reacción y ella cuestionase mis sentimientos hacia Howard con quién no todo había sido dado por seguro.


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  • 1 mes más tarde...

Hace apenas unos días que tenía de haber vuelto a la ciudad y la mansión estaba solitaria, no era mucho de necesitar compañía pero de vez en cuando se necesitaba para desaburrirse. Y no quería tener a su ex espiando todo lo que hacia, porque como siempre se había enterado que estaba de vuelta.

 

-Vamos a dar una pequeña visita al negocio familiar- desapareció de su habitación con un leve movimiento de varita, y después de unos segundos ya estaba de pie en el centro del callejón.

 

Suspiro mirando los negocios, había estado ahí hace unos días y el ambiente no cambiaba mucho. Ya eran más negocios los que empezaban a abrir, pero aun se veía desolado.

 

-Esperemos que el club siga funcionando normalmente, me dará coraje llegar a un local vacio-

 

No tardo mucho en dar con el local de la familia y sin duda se veía mejorado a la ultima vez que lo recordaba, entro por la puerta pasando a un elfo doméstico y se dirigió a la barra. Esperando encontrar a alguien se su familia o por lo menos a alguna persona con quien platicar.

 

 

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Después de varios días más, el mago vuelve a las andadas: explorar calles y callejones del pueblo al que poco a poco se iba acostumbrando. No faltaba mucho para que se sintiera parte de él a pesar de que ese instinto muggle que tenía de nacimiento le siguiera todo el tiempo y no le importaba, puesto que Danny solía vestir como ellos y ese día no era la excepción. Llevaba pantalones de mezclilla ligeramente ajustados, una playera blanca de algodón y una chamarra de mezclilla atada a la cintura. Así, con la mochila al hombro y con el mapa del pueblo en sus manos, se detiene frente a un local que no había visitado antes.

 

—Librerías, cafetería, galería, parque...

 

Se queda pensando mientras se habla a sí mismo. Danny había recorrido buena parte del pueblo y visitado algunos de los lugares que le llamaban la atención, los nombraba despacio pero a un volumen no muy bajo por lo que termina llamando la atención de las personas que estaban cerca de él. El chico voltea, los mira y sonríe, ellos lo observan extrañados y continúan su camino. Obviamente nadie se daría cuenta de que el chico, al ser sordo, no sabía que en ocasiones su volumen de voz era bastante alto y a veces solía molestar a las personas.

 

Aunque no era algo que al chico le importara demasiado, decide guardar silencio y atravesar la puerta del local, esquivar elfos y dirigirse hacia un área despejada para no estorbar a las personas que se encontraran ahí. Y así permanece, de pie mirando a su alrededor de una manera tal que parecía que quería memorizar cada uno de los rincones. Esa era la forma del mago de impregnarse de las sensaciones además del olfato y del tacto debido a la falta del sentido del oído.

 

 

 

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La Macnair llevaba solo unos minutos en la barra, ya había hecho su pedido y estaba esperando a que se lo pasarán. Cuando un chico se acomodó en el banquillo de a un lado, ella no le dio mucha importancia siempre había gente que quería tomarse un trago debido a la situación que pasaban y difícil era contenerse de un buen alcohol.

 

-¿Oye me podrías dar mi trago? ya llevas mucho tiempo- comente al elfo de la barra, cada vez eran más lentos en hacer su trabajo.Y eso hacia querer desmembrarlos ahí mismo, pero se controlaba porque era el local de su madre.

 

Le dio la bebida tres minutos después, bueno la verdad es que ella había encargado una bebida muggle. Un negroni, dicha que comenzó a adoptar desde que lo conoció en Nueva York el año pasado.

 

-Es mejor que pidas tu bebida de una vez. Nunca sabes en que momento traerán tus cosas- le comento al desconocido de un lado y hasta ese momento miro como iba vestido. Como un Muggle, bueno en aquellos tiempos el camuflarse entre ellos era la mejor opcion; pero aun se estremecía al pensar que debía caminar, vestir y actuar como ellos. Si solo supieran que en un abrir y cerrar de ojos podrían dejar de existir por su mano.

 

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Nunca había entrado a un lugar como ese, al que ahora le encontraba forma y se daba cuenta que era una especie de bar. Quizá experimentar en un lugar nuevo no tenía nada de malo así que se terminaría por acercar a un lugar vacío y se anima a tomar asiento. El chico observa detenidamente a su alrededor, ladea la cabeza y entrecierra los ojos al leer algunas de las etiquetas de las bebidas que estaban exhibidas ahí. Luego se da cuenta de que no estaba solo y voltea a mirar.

 

—¿Se tardan mucho en atender?

 

Le pregunta después de haber puesto total atención a las expresiones de su rostro y movimiento de sus labios, ya que Danny era sordo y no podía darse cuenta si le estaban hablando, o lo que le estarían diciendo si no volteaba a verles. Solo esperaba que tal comportamiento no creara incomodidad en la chica, ya que por obvias razones las personas no suelen poner tanto cuidado en el rostro de una persona de la manera en la que lo estaba haciendo él.

 

—Entonces pido enseguida.

 

Responde con una risita divertida al momento que se acerca el elfo. Danny no conocía casi nada sobre bebidas por lo que lo único que se le ocurre pedir es la tradicional cerveza de mantequilla. No quería pedir algo solo porque tenía un nombre atractivo y que resultara ser un asco para su sentido del gusto que ya de por sí era demasiado sensible a los sabores, sobre todo los fuertes como esos, alcohol.

 

—Gracias. No había conversado con un elfo nunca, los conozco en persona desde hace poco.

 

Le agradece al elfo, y menciona lo demás cuando este se aleja de la mesa totalmente sorprendido por el trato, mientras que Danny se queda mirando a su alrededor un rato, luego observa a la chica de nuevo y sonríe otra vez. El chico no era muy bueno en relaciones sociales pero se estaba esforzando mucho, era como un niño que iba a la escuela por primera vez.

 

 

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