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- Hell MooN - (MM B: 110639)


Malum Luxure
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El chico escuchaba atentamente las palabras de su princesa, era tan elocuente, inteligente, claramente no era la típica muchachita ricachona que solo sabía beber, divertirse y tener sexo como si no hubiera un mañana, en ella, había algo mas, algo mas profundo, pero sus pensamiento se fueron rápidamente al sentir su mano en su rostro... en ese momento la sentía tan cálida, tan suave, que hacía que su corazón latiera cada vez mas rápido, por lo que abriendo los ojos de par en par y dejando su rostro mas rojo que un tomate, únicamente pudo sujetar su mano y darle un pequeño beso.

 

--No... no creo en dios, sin embargo respeto todo el poder que conlleva una creencia así, he sido testigo de como la humanidad ha logrado cosas grandes... algunas de ellas terribles, pero siempre en nombre de dios, entiendo que mucha gente ha dejado de ser malvada por esa misma creencia, inclusive todos esos falsos profetas que son humanos únicamente deseosos de atención, alguna de sus intenciones son buenas... pero también nos ha enseñado cosas malas y es por eso que el poder y la responsabilidad no es para todos.--

 

Dicho eso, sencillamente volvió a sonreír, pero en este momento se dio cuenta que en ningún momento había soltado la mano de su acompañante, por lo que soltándosela de golpe sencillamente dio un paso para atrás y haciendo una reverencia japonesa comenzó a disculparse por su atrevimiento, por lo que inmediatamente entro al cuartito para sacar el carrito de té y dulces y así colocarla entre los dos...

 

--Disculpeme... soy un atrevido... yo lo siento mucho... quie...quiere té?--

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Sonrió dulcemente. - Es el poder de la voluntad regida bajo una creencia superflúa, una salida fácil a un problema que, finalmente tememos enfrentar. - Susurró. Ambos estaban cerca, muy cerca y en la intimidad del atardecer, al resguardo de aquella habitación ligeramente elegante y acogedora, el ambiente se prestaba para la confianza de mas secretos y ternezas. Pero de nuevo el nerviosismo arraiga entre las dulces miradas que una le dirige al otro y en la atención que este refiere a quien asi le confía. Hay un silencio que no es incómodo, unas palabras bien dichas, una manera de contemplarse y un sonrojo cómplice de los pensamientos agradables. Hay una mirada intensa y unos labios que tiemblan levemente, hay dos respiraciones cálidas que se sincronizan ligeramente, envolviendo el escaso espacio entre ellos con la tibieza de dos personas que se conocen y se necesitan.

 

Pero de nuevo, la dura realidad golpea y aquel éxtasis del mar azulado y la salvaje esmeralda se interrumpe, cuando uno de ellos se da cuenta que ahora, no solo es la cercanía la que ambos cuerpos presentan, no es solo la posibilidad del beso tímido que puede robarse, aunque la palma ajena ya ha sido atrapada entre los dedos ajenos y mancillada bajo ciertos roces temerosos. No, hay algo mas y es que están a punto no solo de mirarse, sino que tampoco quieren soltarse. Hay familiaridad, hay caricias, pareciera que aquellos cuerpos, aquellas almas hubiesen renacido de nuevo para reencontrarse eternas...

 

- Esta bien... - Susurra ella cuando ambos se separan. Sonríe dulcemente aunque ligeramente sonrojada por darse cuenta de la invasión mutua de espacio personal. Se acomoda un mechón de cabello tras la oreja, buscando una forma de recuperarse, notando el extraño aumento de ritmo en su corazón. Siente las venas calientes y aquella mano que fue presa, atreviéndose a tocar, ahora arde y quema como el fuego llenando de alegría inmensa el alma dormida. Se descubre mujer, porque siente, porque se aferra a no querer soltarle y porque, por primera vez, se siente ¿Tímida? Mas las precipitaciones de ese caballero le causan tierna gracia y al ver el carrito, lleva la diestra lentamente a los labios, dejando escapar una risita. - Me encantaría. -

 

De nuevo se sienta en la mesa, arreglando los pliegues de su vestido oscuro para acomodarlos. Lo contempla en silencio, siempre sonriendo y asiente buscando con su mirada las verdes gemas. Ha sido muy extraño, agradable pero extraño. Es como si le conociera de años, no sabe explicarlo. Suspira buscando su taza. - ¿ Y si me acompaña? La merienda es amplia, suficiente para dos personas. -

 

@@Kiyotaka Ayanokouji

Editado por Agatha Andrómeda Abbott

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El mago sonreía mientras servía el té a su acompañante, nunca antes había experimentado ese mar de emociones, estaba tranquilo, alegre, nervioso, feliz, su corazon latía a mil, la sangre bombeaba mas y mas a medida que me acercaba a ella, cada paso significaba la oportunidad de volver a sentir su aroma, su presencia, por lo que por un momento dejo la taza en sus manos y como un acto reflejo paso suavemente su mano por la mejilla de esa princesa regalándole la sonrisa mas sincera que pudiera, pero manteniendo los ojos abiertos los dirigía a los suyos, su rostro poco a poco se fue acercando al suyo, el rostro de el parecía un tomate, su corazón latía tan fuerte que parecía que se le iba a salir del pecho...

 

-- Lo siento... no no es correcto de verdad lo siento...--

 

Separándose bruscamente de su rostro, el pie del mago se quedo enredado entre las llantas del carrito del té haciendo que perdiera el equilibrio... si ese fue el momento mas largo que ha experimentado en su vida... en tiempo real únicamente parecía un segundo el cual se alargo una eternidad, una eternidad que agradecía que lo ultimo que miraba fuera el océano que se habría con una simple mirada a sus ojos... buscando como sujetarse únicamente pudo arrancarle unos cuantos de sus hermosos, brillosos y abultados cabellos, pero era demasiado tarde estaba cayendo por el barandal.

 

-- "Cierra los ojos" --

 

Una ultima sonrisa salía del mago mientras caía por el barandal que acababa de romperse debido al peso del carrito y el del mismo mago... una vida sin arrepentimientos, su vida en la guerra le había enseñado a abrazar la muerte como si de una vieja amiga se tratase... sin embargo no podía preocuparla... no podía dejar que se arruinará tan perfecta cara... por lo que cerrando los ojos y con un sonrisa comenzó a caer hacia el vació abrazando a la muerte...

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El momento tan dulce se prolongaba. A pesar de las sonrisas, de los gestos, había algo mas en aquellas almas destinadas. Aunque posiblemente todo fuera cosa del ambiente creado entre ambas. Recibió la taza de te de sus manos, agradeciendo con un leve gesto, el cual quedó paralizado cuando la diestra del caballero tomó inesperadamente su rostro, brindándole una caricia. Abrió sus párpados un poco mas, algo sorprendida y los cerró después con alegría. Parecía saberlo, sin entenderlo del todo, su cuerpo parecía saber lo que estaba por venir. Su corazón se aceleró un poco mas cuando sintió el tibio aliento de el cerca de sus labios. No lo podía ver, pero podía sentirlo. Estaban a nada de conectarse con la mas sutil y dulce expresión del amor: un beso.

 

Pero el destino es cruel e interviene de maneras terribles cortando el amor.

 

No supo porqué, pero aquello no se dio. Lo que su alma esperaba no sucedió y en cambio abrió los párpados, extrañada del repentino frío, para ver como este se alejaba de ella confuso, asustado, nervioso quizá. Sus palabras le hicieron ver la magnitud de lo inesperado y como si fuese en cámara lenta, lo vio retroceder, tropezar y caer por el barandal hacia el pequeño precipicio que estaba detrás del edificio, un barranquillo que simulaba un poco ciertas cosas escondidas por su madre.

 

No, no podía permitirlo ¡Le negó a la muerte apoderarse de esa alma! Sin esperar nada, se lanzó desde su sitio cayendo detrás de el, logrando alcanzar su mano, atraerlo contra su pecho y caer desde esa altura rápidamente, aterrizando sobre el suelo de pie, cargándolo en brazos. Buscó una planicie donde depositarlo y asi lo hizo, agachándose a su lado. Mantuvo la cabeza de este sobre su regazo mientras le acariciaba la mejilla. La preocupada mirada azulada escrutando su rostro con ansias. - Eleven... ¡Eleven! Dime que estás bien... -

 

Las nubes se separaron lentamente para dar paso a la luz de la luna, la cual iluminó el espacio donde yacía la pareja, una consolando preocupada a la otra. Los verdes cabellos destellaron sedosidad bajo las iluminadas hebras de la princesa nocturna.

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La muerte no era nada desconocida para el, no era su primer baile, sin embargo en ese momento iba a ser el último, caer por ese pequeño precipicio no era la muerte que esperaba, pero al menos tampoco era la peor que se había imaginado hasta ese momento, por lo que cayendo debido a la presión por un instante perdió el conocimiento, solo un instante en lo que sus sentidos nuevamente se reactivaban... el tacto, sentía una extraña suavidad con un ligero toque de frialdad que extrañamente le recordaba el abrazo de un ángel de la muerte, uno que le acaba de arrebatar de las garras de la que hace unos momentos era su dueña...

 

El olfato al comenzar a respirar, su perfume tan delicado pero que en el momento justo te daba serios golpes indicando que se encontraba ahí presente, el oído, el cual le permitía escuchar su ligera voz, sonaba preocupada, porque? en verdad había muerto... esa voz retumbaba en su mente, era el motor que necesitaba, por ultimo la vista... el mago abriendo los ojos lo primero que veía era que estaba en los brazos de su princesa, recostando su cabeza tranquilamente en su pecho, por lo que tosiendo un poco se reincorporo bastante rojizo debido a lo acontecido...

 

--Le debo la vida, Madame... yo... gracias!!!--

 

Con unas visibles lagrimas en sus ojos el joven mago no dudo ni un instante en abrazarla, sentir su cabello, su pecho rozar con el de ella, su aroma, su frialdad que le resultaba extrañamente cálida, por lo que separándose un poco sin separar sus manos de su cadera por un instante su mirada se quedo fija hacía la de ella... por un instante todo había desaparecido, no le importaba el donde, si no el ahora, en ese momento, todo era perfecto, por lo que recogiendo un poco su cabello, poco a poco poso una de sus manos en la parte trasera de su nuca donde comenzó a acariciar adentrando mas y mas sus dedos dentro de su cabello.

 

--Yo... no... --

 

Casi como un susurro el mago se había detenido a escasos centímetros nuevamente de los labios de su princesa, prácticamente esos labios se rozaron, pero no podía, no era correcto aprovecharse de una situación así, nunca lo había hecho, su educación no era así... sus tutores se sentirían decepcionados ya que un caballero no puede hacer eso!!, por lo que volviendo a separarse de su princesa con una ligera lagrima en sus ojos únicamente pudo hacer una reverencia.

 

--No... no fue mi intención, por favor no piense mal de mí, nunca antes había echo esto, no es porque usted sea fea, que no lo es, usted es demasiado hermosa, sexy y perfecta, pero no quiero que piense que soy un degenerado, yo... de verdad lo siento!!!!!! no no fue mi intención!!!, lo mejor será que me retire... le... acompaño a algún lado?--

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Hubo un largo silencio mientras esperaba a que despertara. Se tomó el permiso de apartarle un mechón de cabello con suavidad, acariciando de paso su mejilla. Le contemplaba sin palabras, deleitándose en su faz y la tersura de su piel. Sus facciones masculinas eran un encanto, era similar a una estatua hermosamente tallada por algún hábil maestro. Pero estaba preocupada, sobre todo por aquella caída. Se tomó un momento para examinarle con la mirada, poniendo mucha atención por si encontraba alguna pequeña herida que curar; por fortuna, ninguna.

 

Lo sintió removerse, asi que volvió su atención a el, notando como lentamente despertaba. Parpadeó ligeramente al verlo reaccionar y sonrió dulcemente cuando la sorpresa se reflejó en sus bellos ojos verdes, seguidos de un sonrojo total. Fue rápido para levantarse, quedando ella aun sentada en el suelo, su vestido desplegado a su alrededor como una tierna flor recién arrancada. Ligero desconcierto, antes de levantarse con cuidado del suelo, sonriendo. - No me lo agradezca, solo es... - Se quedó callada ante el abrazo, sus miradas se encontraron. Tenso silencio. A la luz de la Luna esos ojos verdes parecían gemas hechas del mas verde jade o quizá la esmeralda. Una bella vista que se vio interrumpida por un ligero nerviosismo de parte del contrario, causando que se separasen de nuevo. Llevó la diestra a los labios, escondiendo una tierna risita.

 

- Volvamos. Nos espera una merienda. No es bueno marcharse con el estómago vacío. - Respondió con una pequeña sonrisa divertida para aligerar el ambiente. Se notaba la timidez del joven delante de sus ojos, máxime al descubrirse dormir sobre su pecho. A ella no le molestaba ni veía aquello como raro, pues acababa de salvarle, pero le agradó que el en ese punto de espacio personal, la considerase. Para ser sinceros, aquel caballero mago, empezaba a colarse lentamente en su corazón de una manera insospechada, novedosa y... tierna.

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Un suave movimiento de su mano el mago metió la mano en su bolsillo, había sido una noche muy larga demasiadas emociones sinceramente, pero al final todo había valido la pena, todo con tal de estar con aquel ángel que le miraba con una sonrisa que hacía que su corazón revolucionara mas rápido que un Mustang modificado y con velocidad nitro, unos ojos que reflejaban la inmensidad de un océano, tanta calma, tanto misterio, que sencillamente quería bucear en esa obscuridad que se veía en el fondo para investigar los secretos que ocultaba en su interior.

 

--Mi señora, le debo mi vida, lo mínimo que puedo hacer por usted es cocinarle algo digno de una reina como usted, si usted me lo permite.--

 

Fue entonces que con su mano libre el mago recogió un poco del cabello de su acompañante y como si fueran novios de años, sencillamente le dio un beso de lo mas normal en su frente, después de todo el ser salvado no es algo que suceda todos los días, por lo que invitando a que cruzara su brazo con el de el, los dos comenzaron a retornar otro camino que no era el Hell... bueno si era el Hell, pero no por la puerta principal, era mas el acceso de los empleados, para ir a la cocina del lugar.

 

--Usted cree que nos quieran prestar la cocina?.--

 

Dicho eso, comenzó a sonreír amigablemente mientras mirándose sobre el reflejo de un charco que había en la calle miro como toda su vestimenta estaba mugrosa, desalineada, dándole un ligero toque rebelde debido a su cabello todo alborotado, por lo que sonrojándose una vez mas, miro a su acompañante separándose un poco.

 

--De verdad lo lamento, el presentarme en estas fachas para usted, entendería si usted no quisiera estar con un alguien que parece un vago como yo, de verdad perdóneme..--

 

Dicho eso sencillamente hizo reverencia rápida y repetida en varias veces mientras con su pañuelo intentaba limpiarse aunque sea un poco la cara para estar presentable.

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- Es una buena propuesta, caballero. - Ella asintió con un leve ademán de cabeza. Le gustaba saber que sería acompañada, además de que no solía probar otras comidas que aquellas preparadas por las manos asignadas. En consecuencia, cuando este tomó una parte de su cabello, no pudo evitar sonrojarse ligeramente y desviar la mirada, más al sentir los labios ajenos sobre la piel de su frente. Su corazón se aceleró bastante.

Sonrió tímidamente y al terminar aquel tierno gesto, aceptó su brazo acompañándole.

 

- Me las cederán si yo la pido. Verá usted, mi madre es la dueña de este sitio... - No quiso decir nada mas. Le daba cierta vergüenza presumir de las riquezas que poseía su familia, pues esperaba realmente ganar lo propio. No le parecía correcto presumir, prefería mantener un perfil bajo. Se sintió feliz por primera vez en esas noches donde solía pasarlas en solitario, bebiendo un poco de soda y leyendo o jugando ajedrez. Buscó con la mirada los ojos de su acompañante que, siendo sinceros, se estaban volviendo su parte favorita. Pero de nuevo, los prejuicios de apariencia se interpusieron entre ellos, arruinando nuevamente los dulces momentos.

 

- Basta querido, no te afanes o preocupes por la apariencia. Me es suficiente con que sepas estar a mi lado acompañándome. - Se acercó a el y detuvo con ambas manos aquellos nerviosos gestos, mirándole con suma dulzura. Aprovechando que ambas miradas se encontraron, le dedicó una tierna caricia. - Además, espero ansiosa probar tus platillos. - Comentó con alegría.

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Eso resultó ser un balde de agua fría para el mago, era la respuesta correcta, en el momento correcto, con los gestos perfectos, era sin duda alguna... La mujer perfecta... Sentir sus caricias hizo que derramará una lágrima, no de tristeza, si no de alegría, tal acto de afecto desinteresado que jamás había sentido fue suficiente para despertar en el las carencias afectivas que había sufrido a lo largo de su vida.

 

--Usted... Es realmente increíble mi señora--

 

Dicho eso volvió a abrazarla, tierna y la vez cálidamente, en ese momento el chico había experimentado lo que se le conoce un enamoramiento por primera vez, por lo que mirando una vez más sus azulados ojos sencillamente le volvió a dar otro beso en la frente y sonríendo amigablemente tomo su mano dirigiéndose hacia las cocinas de aquel lugar.

 

-------

 

--Sorprendente--

 

Dijo el mago mientras entraba por primera vez, en pocas palabras se trataba de una cocina completamente profesional, con la más alta tecnología que la gastronomía clásica pudiera permitir sin intervenir la molecular, por lo que sonriendo no dejaba de admirar todo a su alrededor, lo miraba con tanto detalle el brillo del metal reflejaba en sus verdes ojos alumbrandolos aun más.

 

--No señora de que tiene antojo el día de hoy?--

 

Fue entonces que sonriendo con un ligero toque de su varita su ropa poco a poco fue tramitando a una filipina con los bordes naranjas por lo que recogiendose un poco las mangas comenzó a lavarse las manos.

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Sus ojos se encontraron en silencio y no hubo necesidad de palabras. La comprensión estaba allí latente, profunda, tierna como dos almas gemelas enamoradas desde un pasado distante, dos espíritus reencarnados que volvían a encontrarse tras años de buscarse. Hubo una pequeña sonrisa, una lágrima, una dulzura y los latidos del corazón estaban sincronizados. El silencio no era tenso, al contrario era cómodo. Ambos se incorporaron y el tiempo se detuvo cuando ambos se abrazaron.

 

Quizá la sola expresión era demasiado sencilla e ingenua, pero era sincera y bastaba. Un beso en la frente, de nuevo una mirada, un acuerdo mutuo expresado en miradas. Ella alzó su diestra, acarició su mejilla por respuesta y terminó por acompañarle a las cocinas.

 

Al entrar, reprimió una pequeña risita. La sorpresa de el no era para menos. Su madre era muy estricta con las cosas y sobre todo, algo exigente en cuanto a lujos. La cocina en realidad no estaba solo equipada para satisfacer paladares, sino principalmente para satisfacer los antojos y caprichos que ella tenía. Claro, no iba a contarlo, pero en ocasiones habían cerrado el local por el simple hecho de pasar una noche cocinando ellas mismas únicamente para divertirse y experimentar. Y otras, porque con su padre, pocas veces, hicieron competencias de cocina.

 

Le dejó que explorara a sus anchas mientras se sentaba en un taburete próximo a una isleta, contemplándole tranquila. Manteniendo una postura recta, cruzó las piernas, dejando que la blanca piel del muslo se dejase ver por la abertura atrevida y coqueta del vestido que portaba. El resto de la pierna torneada estaba cubierta paralelamente por las telas, dejando ver únicamente el pequeño pie desnudo encintado en el zapato de tacon. Ante su pregunta, alzó una ceja y sonrió elegante pero audaz. - Mis antojos son exigentes señor chef, pues mi paladar nunca ha probado cosa sencilla. Pero he de decir que estoy dispuesta a aceptar cualquier platillo que me prepare, asi que... - Alzó la diestra, subiéndola lentamente por el contorno de su silueta, pasando por los pechos, el hombro y finalmente el cuello. La llevó por debajo de su cabello y lo alzó, sacudiéndolo con un delicado pero coqueto gesto, esbozando una sonrisa un poco retadora y femenina. Sus labios se abrieron en un susurro sensual y tentador sin que lo propusiera. - ... Sorpréndame... - Le hizo un pequeño guiño, entrecerrando los párpados después, apoyándose tranquilamente en la isleta. Jugaba, a pesar de sus modales, jugaba y si algo sabía, es que esos ojos verdes eran suyos.

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