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Prueba de Animagia #12


Suluk Akku
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Cada día más magos londinenses lograban conectar con su animal interior y eso le daba esperanzas de tener una sociedad mucho más consiente del daño que vivía el medio ambiente. Feliz porque una alumna más había conseguido completar con su aprendizaje del dominio de la animagia, esbozó una media sonrisa y partió hasta el bosque contiguo a la pirámide.


Considerando que la cita era inminente, no tenía caso hacer esperar más a la Ivashkov, así que la invocó por medio de una señal mental. Esperando que no demorará mucho, corroboró que todos los obstáculos que había colocado estuvieran en orden, sabía que había indicaciones que no tendría que recordar a la bruja, por lo que con tranquilidad, la esperó y al ver como se acercaba su figura hizo aparecer un pequeño cesto.

—Bienvenida —saludó a la bruja—, espero que estés lista. Coloca tu varita mágica y todos los anillos y amuletos de los libros de hechizos que hayas cursado hasta el momento. Espero que recuerdes que no puedes usar magia durante el trayecto a la pirámide.

Espero a que hiciera lo que le había pedido, mientras mentalmente recorría el primer desafío al que se enfrentaría. Se trataba de un laberinto, el cual poseía dos bifurcaciones, que la iban a conducir al mismo sitio, pero antes le darían la esperanza de tener dos opciones, en cuanto llegará al final, se encontraría con una vasija con una poción de color verdoso. Tendría que verla, para que la puerta se abriera y poder continuar.

Los efectos de la poción eran desbastadores mentalmente, porque imágenes falsas y reales comenzarían a aparecer en su mente para hacerla enfrentarse a su más grande miedo, y para vencerlo tendría que mostrar estaba lista para continuar. Esperaba que no fuese suficiente para que la bruja se cuestionará o no si deseaba realmente vincularse con la habilidad.

Volviendo su mirada a la rubia, sonrió y le indicó que podía continuar. Transformándose en una gaviota voló hasta la habitación de las siete puertas, no sin antes corroborar que la esfinge estuviese esperando a la bruja, el acertijo que le daría, esperaba que fuese lo suficiente para ponerla a prueba, pero de no ser así, confiaba que la bruja lo respondería de igual manera para poder continuar.

Por último, mirando como el último trecho de bosque se convertía en un bosque de coníferas, el cual tendría que atravesar y evitar ser cazada (porque en cuanto pusiera un pie allí, se convertiría en un lince) por los muggles que en esos momentos habían aparecido y los que creían que se encontraban aún en Canadá cazando a diversos animales salvajes y específicamente a los linces.

En el momento en que aterrizó en la habitación de las siete puertas, tomó asiento en una silla de respaldo alto y espero a que la bruja apareciera o la llamará para ayudarle y sacarla de allí.

—Antes de continuar con tu prueba, quiero que leas los siguientes documentos del Ministerio de Magia: El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades, en donde se explica un poco sobre lo que enfrentarás durante la prueba y si tienes alguna duda, puedes preguntarme. —le entregó los pergaminos apenas llegó, dejando en claro que la opción de no leerlos, no era posible.

Esperando unos segundos, la miró y comprobó que estaba bien.

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El tiempo había llegado y aunque habría preferido invertir un poco más de tiempo en su preparación física, puesto que aún no tenía del todo claro cómo funcionaba la Animagia en su cuerpo, sabía que la única forma de probarse y superarse era atacando el problema de seguridad de raíz, enfrentándose a una serie de pruebas complicadas. Llamarlo prueba, en singular, era sin duda un error. La cantidad de obstáculos que debía atravesar cuando sentía un poco de conocimiento en una habilidad era casi brutal, al punto de cansarla durante largos periodos de tiempo. Pero eran necesarias y aunque no le gustara admitirlo, eran de las mejores cosas que hacía al estudiar en los Ateneos.

 

Estando frente a Suluk se sentía alta pero mucho menos fuerte que ella. La anciana emitía cierto poder que ella aún no alcanzaba, porque le faltaba aprender, pero lo más importante era que Akku sabía que podía convertirse en un animal cuando quisiera. Ella no. Sin embargo, no hizo mención alguna al pequeño inconveniente, sino que hizo lo que la mujer pedía. Dejó solo un anillo y un amuleto en la cesta, antes de que un sonido similar al cristal chocando con otro objeto le mostró a la mujer que en realidad eran muchos anillos y muchos amuletos. De sus conocimientos, de sus habilidades, de su aprendizaje con los guerreros Uzza. Por último, depositó en la cesta la vara de cristal, que volvió a ser una varita de cerezo excepcionalmente larga al estar fuera de su alcance. Le sonrió.

 

—Los leeré —mintió con facilidad, sentándose frente a la mujer y fingiendo que leía.

 

No porque le diera igual la orden, más bien porque no era la primera vez que lo leía y problamente no sería la última. Simplemente movió las pupilas a un ritmo normal sobre las palabras y cuando acabó, varios minutos después, podría haber respondido cualquier pregunta sin sentir un poco de arrepentimiento por la pequeña farsa que acababa de montar. No era una chiquilla sin experiencia, en realidad tenía bastantes as bajo la manga.

 

—¿Puedo empezar entonces?

 

La respuesta llegó con un asentimiento y sin más demoras, fue hasta el laberinto.

 

Tenía la teoría de que el laberinto tenía la posibilidad de cambiar según los deseos del Arcano en cuestión. En este caso, apenas se adentró y encontró la bifurcación, pudo sentir el deseo de Suluk por hacerla elegir. Sin dudarlo mucho, avanzó por el camino de la derecha, arrancando hojas de los arbustos que formaban paredes y rompiéndolas con la intención de generar un camino por si se perdía. Las dejaba caer, justo frente a sus pies, pero sin mirar atrás para confirmar que seguían ahí. Confiaba en su determinación más que en su habilidad para convertirse en lince y eso era lo que la iba a guiar a la salida.

 

Y pese a que esperaba dificultades o algún tipo de inconveniente, lo hizo. La salida la esperaba junto a una vasija de aspecto dudoso, que gritaba por todos los lados que no la bebiera. El líquido verde resultaba desagradable incluso a la vista y tuvo que tragar varias veces antes de permitirse olfatearla. Mucho peor. Sabía de pociones, lo suficiente como para saber que algo andaba mal con aquella mezcla. Pero se armó de valor, bloqueó sus pensamientos por un instante y tragó con fuerza el contenido de la vasija, arrepintiéndose tan pronto el sabor inundó sus papilas gustativas. Por supuesto, lo peor vino después.

 

Su mente quedó embotada, como si acabaran de darle con un mazo justo en la nuca. No necesitaba el anillo de Oclumancia para controlar su mente, ni el anillo de Legilimancia para ampliar las fronteras de sus pensamientos si estos se le hacían demasiado pequeños. Pero el dolor que empezaba a expandirse por su cráneo desde adentro no tenía nada que ver con su mente, sino con los efectos de la poción y la forma en la que hurgaban en sus recuerdos, ahí donde había establecido severas medidas de seguridad con la primera habilidad que había cursado. La Oclumancia era una ventaja, cuando nadie quebraba los muros con martillos imaginarios.

 

Llevó ambas manos a su cabeza, haciendo presión en la sienes con intensidad, intentando en vano evitar que el dolor traspasara las barreras de su aguante. Pero lo hizo y le sacó varios gruñidos en respuesta, gruñidos que no le pertenecían a su forma humana, sino que reflejaban la existencia de un animal en su interior que aún no lograba manejar. Hasta que al fin, tras un momento de lo que podría haber definido como agonía, el dolor cesó y en cambio, como si estuvieran pasando fantasmas frente a sus ojos, empezó a ver cientos de cosas que pronto lograron desorientarla, hasta que una paró en seco.

 

Tauro, su esposa, estaba frente a sus ojos, sonriendo y tendiéndole la mano como la cosa más hermosa que había visto jamás. Pero pronto la imagen cambió hasta tornarse oscura, cambiando las facciones de Lavigne hasta volverla una expresión de horror. Su mano ya no la aguardaba con calidez, en realidad la llamaba porque la necesitaba, porque si no la ayudaba algo le pasaría. Y ella no podía moverse. Miraba con temor, congelada, cómo su esposa iba alejándose contra su voluntad, la escuchaba gritar su nombre y sentía el peso de su cuerpo multiplicado por tres, como si estuviera hecha de plomo. Intentaba moverse sin conseguirlo, intentaba alcanzarla sin más resultados que una voz que nunca abandonó su garganta y dos pies inmóviles en el césped.

 

Necesitaba... necesitaba dejar de pensar. Y actuar por instinto. Un "Click" en su cabeza marcó la diferencia entre un humano y un animal, que hace lo que tiene que hacer sin pensar. Se abalanzó hacia la imagen de Tauro sin dudar más, corriendo más rápido de lo que habría corrido en realidad, hasta alcanzarla ya en la lejanía, hasta donde la había dejado ir. Y cuando sus manos dieron con ella, la sintió desvanecerse como la imagen que era, acabando así con el efecto de la poción. Sin embargo, la jaqueca perduro en resto del camino. Cosa que empeoró cuando, después de varios minutos de caminata, lo que la esperaba era una Esfinge. Apretó los labios, pensar, genial.

 

—Hola —saludó con amabilidad, dedicándole una pequeña reverencia a la Esfinge.

 

—Hola, Leah Ivashkov. ¿Estás lista para responder mi pregunta?

 

No tenía otra opción, en realidad, pero asintió para mantener la cortesía. Ya sabía lo que pasaría si no respondía acertadamente.

 

—¿Qué es lo que puedes encontrar una vez en un minuto, dos veces en un momento y ninguna vez en cien años?

 

La pausa posterior a la pregunta de la magnífica criatura fue bastante larga, silenciosa y casi en perfecta armonía con el entorno, puesto que ni ella ni la Esfinge parecían tener necesidad de moverse. Se miraban mutuamente, una esperando una respuesta adecuada y la otra, sin más, pensando. Al final, después de lo que pareció una eternidad, Ivashkov decidió que la respuesta era la más evidente y ninguno de sus complicados rompecabezas mentales, que había perdido el tiempo en armar. Humedeció sus labios antes de responder, sin titubear.

 

—La letra M —dijo sin miramientos, enarcando las cejas como toda una sabelotodo.

 

—Así es.

 

Reverenció una vez más a la Esfinge antes de pasar y relajó los hombros. Había estado tensa demasiado tiempo.

 

De nuevo un largo trecho la separaba de su destino y aunque habría preferido saber a dónde iba con exactitud, supo al instante cuándo era momento de prepararse para una prueba. El bosque daba un cambio más o menos radical ahí donde detectó una frontera. Pasaba de ser un bosque normal a ser un bosque de coníferas, si no estaba equivocada. Consideró que quizás había llegado demasiado lejos cuando de repente, sin proponérselo, tuvo el impulso casi salvaje de convertirse en un lince. En un salto, sin mucho pensar, como había sucedido con Tauro, su cuerpo pasó de ser humano a ser un mismo cuerpo esbelto, solo que animal.

 

Ser un lince resultaba cómodo, por algún motivo. Quizás por la forma de andar, quizás por la forma en que podía moverse por el mundo, pero le gustaba. Su primer salto fue hacia un árbol no muy alto, luego a uno siguiente y ahí, hasta que transitó un gran tramo del bosque sin darse cuenta. Las alturas seguían siendo un problema en el fondo de su cerebro, donde seguía pensando como humana, pero había avanzado con su miedo lo bastante como para encontrar las ramas como caminos y no como amenazas. No obstante, la verdadera amenaza la estaba rodeando sin que lo notara, hasta ese momento.

 

Su principal debilidad como Animaga era que, pese a sentirse y moverse como un animal, no lograba pensar como uno en los momentos indicados. No fue sino hasta que escuchó una ramita romperse bajo el peso de lo que no era ninguna especie del bosque, que prestó atención al bosque y sus alrededores. No estaba sola y, aún así, lo estaba en un aspecto que no había notado. No había otras criaturas salvajes. Ni siquiera conejos. No podía verlos u oírlos, pero podía sentir la presencia de algo más. Varios de esos "Algo". Como humana habría apretado la mandíbula, como lince mostró los colmillos hacia donde había escuchado el ruido. Pero automáticamente, como un acto de reflejo común en quien está asustado, escuchó el sonido del disparo y se agazapó contra el tronco, protegiéndose.

 

Muggles.

 

Suluk la había metido en una aventura de caza muggle. Gruñó, pensando con rapidez en qué hacer. Olfateó, miró y localizó al muggle que había disparado, lo bastante lejos como para fallar. Pero también dio con otros tres que empezaban a acercarse más. El peligro erizó los pelos de su cuello, pudo sentirlo, pero aún así no se acobardó como cualquier otro animal lo hubiera hecho. En vez de eso, evadió el segundo disparo bajando del árbol y corriendo a gran velocidad entre los árboles, escuchando los pasos que no eran competencia quedarse atrás. Pero al hacerlo, también había alertado a otros cazadores y el juego se complicó más.

 

En varias ocasiones tuvo que detenerse, descansar y camuflarse para evitar a los muggles. En otras no le quedó más remedio que atacarlos y puesto que en realidad sus vidas le importaban lo mismo que a ellos la suya, no le pareció del todo extremo morder un par de gargantas. Así que cuando llegó a la pirámide por fin, estaba magullada, con raspaduras pertenecientes a los disparos errados por muy poco y llena de sangre que no le pertenecía. Pero estaba bien, muy bien para lo que había tenido que pasar.

 

Así mismo subió las escaleras y se presentó ante Suluk, antes de volver a su forma humana.

 

—Arcana Akku —saludó con voz rasposa por la transformación—. ¿Me permite curar mis heridas?

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Leah había logrado superar adecuadamente todas las pruebas puestas por Suluk en el camino hasta la Pirámide pero había terminado demasiado herida como para continuar - Yo lo haré por ti - La Vara de Cristal de Suluk apareció en sus manos y comenzó a generar magia capaz de sanar a Leah por completo. Era su responsabilidad garantizar que la bruja estuviera en perfectas condiciones para superar las pruebas del portal que tenía claro no serían más fáciles que las que acababa de enfrentar.

 

- ¿Estás lista para realizar la prueba? - Suluk conocía la respuesta de la mujer así que empezó a organizar todo para dar inicio. La arcana se acercó a la Estrella de las Cinco Puntas para tomar uno de los anillos del aspirante - Este anillo te servirá para comunicarte conmigo durante la prueba. Tendrás que llevarlo todo el tiempo en tu mano - La arcana sabía lo importante que era dicho objeto así que estiró su mano para permitir que la bruja lo tomara.

 

- Además, este anillo te permitirá avisarme si deseas abandonar la prueba. Solo debes tener en cuenta que abandonar la prueba implica que no podrás ingresar nuevamente al portal - El portal solo daba una oportunidad a las personas y si no la aprovechaban para lograr su objetivo, no podrían intentarlo de nuevo en su vida. Estaría condenada a ser una aspirante de Animagia y no una animaga como la arcana. Así que tendría que pensar muy bien en sus decisiones al interior del portal para no fracasar.

 

- Nuevamente recuerda que no podrás utilizar magia en el portal aunque yo ya tengo tus objetos mágicos, tampoco debes intentar otro tipo de magia sin varita - La arcana hizo un movimiento con su Vara de Cristal y el espíritu del Gran Lobo comenzó a realizar su magia. El espíritu era capaz de encontrar la puerta de la Animagia y activarla, así que unos segundos después se abrió por completo para dar paso a Leah.

 

- Un último detalle: no creas en lo que vas a ver - El portal los podía enviar a cualquier momento de su vida o incluso podría inventar cosas sobre ellos mismos. Su misión era evitar confundirse y demostrarle al portal que tenían clara su esencia, aquella capaz de hacerlos animagos y de mantener una conexión con una forma animal.

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  • 3 semanas más tarde...

-Estoy lista.

 

No mentía, no había necesidad, entendía perfectamente el riesgo que correspondía tomar la prueba y también comprendía lo que pasaría si llegaba a fallar. Pero estaba segura de sí misma y era lo bastante vanidosa como para no ocultarlo. Tomó el anillo que la anciana le ofrecía y lo colocó en el dedo correspondiente a todos sus anillos de habilidades, donde el metal se acopló sin mucho esfuerzo a la falange. Sería su guía y si lo hacía bien, pronto agregaría un aro más a sus logros académicos. Sin embargo, la advertencia de Suluk la puso alerta.

 

No creas en lo que vas a ver.

 

Asintió y sin miramientos, avanzó hasta el portal hasta que lo atravesó por completo, abandonando su aspecto físico para retomar su forma animal. Estiró los músculos, moviendo el torso con la facilidad de un felino, tan adaptada a la figura del lince como lo estaba a la figura de una mujer. Y fue posterior a eso que empezó a poner atención al entorno. La seguridad que sentía para no haberlo hecho antes se reflejó al instante, cuando reconoció los terrenos de su familia. No era el amplio jardín, enorme a los ojos de las visitas, era el bosque circundante, con altos árboles que pronto hicieron que sintiera ganas de subir a ellos, en contra de su miedo humano a las alturas.

 

Pero pese a la comodidad y pese a lo que quería hacer, un presentimiento extraño recorría su pelaje, poniendo los pelos de su lomo en punta. Agazapada, empezó a avanzar con sigilo, escuchando con atención para confirmar que no había nadie cerca. Al principio fue difícil, un pesado silencio evitaba que estuviera tranquila, la hacía sentir nerviosa. Casi asustada. Apretó el paso, saliendo del bosque y fijando la vista atrás. Estaba sola. Volteó hacia delante, para cerciorarse de que era igual del lado contrario, pero no pudo decir lo mismo.

 

No solo había cazadores, una versión mágica grotesca de los cazadores muggles, sino que había al menos una docena de linces esparcidos por el suelo. Los cazadores giraron casi al unísino para verla y tuvo que reprimir las ganas incontrolables de darles a todos su merecido, cuando comprobó que eran parte de su familia. Desde el más joven hasta los patriarcas, todos estaban participando de aquella atrocidad. El primero en apuntar la varita fue su primo y por un segundo corto, supo lo que era sentirse en desventaja. Zack no erraría y ella no tenía varita, lo que la hacía un blanco fácil.

 

De no conocerlo.

 

En el momento en que se movió, ella hizo lo mismo en sentido contrario y avanzó en un abrir y cerrar de ojos a través del jardín. Él era el verdadero peligro, el resto aunque difíciles de evadir no se comparaban con el poder o la habilidad de su compañero de armas. Así que a pesar de que tuvo que huir, por muy poco en ocasiones, el único con el que tuvo problemas en sí fue con él.

 

"No creas en lo que ves".

 

Aquella frase la perseguía a medida que sus pensamientos apuntaban a que debía defenderse y dejar de escapar, incapaz de hacer daño a sus familiares. Y no fue sino hasta que una en particular, una de sus sobrinas, logró darle en una pata con un hechizo que sintió verdadera necesidad animal de atacar. Y lo hizo. Saltó a la primera, a la segunda y así, uno tras otro, evadiendo hechizos e hinchando los dientes con la habilidad que poseía como bruja en su forma humana. Incluso contra Zack, llegado el momento. No los mató, pero los dejó a todos imposibilitados para atacarla otra vez. Y con una sacudida, regresó a la pirámide, agitada y aún un poco conmocionada por lo que acababa de hacer. Como el lince que era, dio pasos hacia atrás hasta lograr ubicarse y se quedó mirando a Suluk a través de sus ojos felinos, respirando pesadamente hasta calmarse.

 

¿Lo había hecho? Sí, acababa de hacerlo. Tardó un rato en llegar a una paz real que le permitiera retomar su figura humana. Y al hacerlo, se inclinó ante su maestra.

 

-Creo que he acabado, Arcana -murmuró.

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Los hechos sucedieron demasiado rápido como para que Suluk pudiese entenderlos pero lo que tenía claro es que Leah había adoptado rápidamente su forma animal y estaba demostrando que todo lo aprendido hasta ese momento lo dominaba. Incluso había entendido el mensaje de la arcana y no había creído en el portal que siempre buscaba engañar a sus aprendices y algunos muy ingenuos caían ante sus trampas y enigmas a definir.

 

- Lo has hecho - La mujer regresó al finalizar la prueba. El portal estaba satisfecho con lo demostrado por ella en la prueba y podría comenzar a demostrar sus habilidades ante el mundo mágico - Desde hoy serás considerada una nueva animaga - Eran pocos los que podían dominar dicha habilidad así que podría considerarse en una lista muy selecta de magos y más en el país en el que se encontraban. Suluk había tenido el placer de enseñarles a todos y podía asegurar que no eran demasiados.

 

- Solo recuerda mantener tu anillo contigo todo el tiempo dado que te permitirá comunicarte conmigo - Dicho eso la arcana comenzó a caminar en busca de la salida más cercana esperando que Leah hiciera lo mismo y pudiera tomar un descanso después de todo lo que había tenido que realizar para demostrar que estaba preparada.

Editado por Suluk Akku
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