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Prueba del Libro de las Auras 5


Runihura
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Una de las opciones de defensa que había previsto fue la que el Uzza utilizó. No le sorprendió, ciertamente, pero tampoco le alegraba. Allí entonces debería de comenzar a utilizar la mayor cantidad de hechizos posible para su beneficio. Tenía unos segundos de ventaja que debía aprovechar cuanto antes.

 

Aprovechando la energía que tanto su cuerpo y mente tenían, las cuales estaban sintonizadas, invocó un Aura del Escudo Fantasmal, la cual inmediatamente hizo aparecer rápidamente en el campo de batalla tres fantasmas, tres importantes ex líderes de la Orden del Fénix que se colocaron por delante de Thomas y Mei, preparados para defenderlos cuando fuese necesario.

 

Silencius — dijo en el momento justo en el que uno de los fantasmas, a quien de reojo observó y creyó ver se trataba de Carina McGonagall, se interponía entre ella y el expelliarmus, logrando así que el rayo no alcanzara a su invocadora y la dejara a salvo.

 

Por su parte, el conjuro pronunciado por Mei hizo efecto en Khufu, silenciándolo en su próxima acción justo antes de que terminara de pronunciarla, por lo que sólo alcanzó a decir “Ci…”, pero nada más. Por poco logró salvarse de su mortal hechizo.

 

Bien, pensemos mejor la jugada. Esta vez voy en serio, maestro — dijo, sonriendo de forma desafiante al momento que estiraba su brazo hacia un lado — Vara de Cristal — inmediatamente su varita creció, tomando la forma particular que caracterizaba a su vara de cristal, y justo en el momento en el que el fénix desplegaba sus alas, agregó: — Desmaius.

 

La vara de cristal emitió un leve brillo al convertir el rayo en efecto, haciendo que el mismo impactara en Khufu, haciéndolo caer desmayado al suelo, causándole una pérdida de un importante movimiento, el primero de sus siguientes ataques.

 

Mientras, de reojo alcanzó a observar algo que aunque no evitó que la distrajera del todo, sí la sorprendió mucho. Runihura había realizado un movimiento realmente inteligente y que le había salido casi perfecto… ¡gracias a la suerte! Era la primera vez que veía los reales efectos que la rueda de la fortuna podía causar, y debía admitir no era poca cosa. Thomas se encontraba en problemas, pero al menos le había proporcionado una ayuda por si la necesitaba.

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Cierto malestar en la cabeza aquejó a Thomas justo antes de tratar de realizar su segunda acción. Era como si una brecha temporal se hubiese conformado de la nada, afectando su raciocinio y su capacidad analítica durante aquella batalla contra ambos Uzza. -Pero... ¿qué demonios pasa?- se alcanzó a preguntar el muchacho justo cuando un trío de cuerdas impactaron en él sin que pudiese hacer nada con tal de evitarlo; una de ellas atándole la boca, la otra los brazos hacia los costados del torso (sin soltar su arma que estaba firmemente empuñada), y la última de ellas en los tobillos, causando que el chico perdiese el equilibrio y cayese irremediablemente al piso del monte. Fue así que con la ayuda de su habilidad para contorsionarse fácilmente y aprovechando de que las tres cuerdas aún no estaban lo suficientemente tensas; Gryffindor se dobló por la cintura con el afán de aproximar, lo más posible, las sogas de su boca y manos, y con una palabra mental certera pensó simplemente en "Evanesco"; haciéndolas desaparecer a excepción de ésa que se aferraba a sus tobillos. -Esto va a ser más complicado de lo que pensaba- musitó aún en el suelo.


La atención del veinteañero se fijó aún más en la tiferim, quien parecía estar divirtiéndose con todo lo que estaba sucediendo en la contienda; hecho que instauró en Elros cierto recelo que se manifestó en su fisonomía, al igual que el brillo a fuego vivo que destellaron sus dos esmeraldas. Sin más miedos ni inquietudes, y no importándole estar en el piso; el paladín cerró sus ojos y concentró al máximo sus energías para invocar el "Aura de Confusión"; surgiendo una tenue neblina grisácea alrededor de los guerreros, la que les obligaría a utilizar "Lumos" por un buen tiempo.


Ahora bien, sin olvidarse de su rival; Thomas se afirmó de su Vara de Cristal y apuntó hasta Runihura pensando en un "Embrujo Punzante". Gracias al poder de su cayado azul, el rayo en sí no se manifestaría; al contrario, la reacción alérgica producto del conjuro brotaría de la nada en el rostro de la Uzza, obsequiándole una cuota de dolor agudo en conjunto con impedimentos notorios de una visión clara. Fue así que finalmente el púber optó por apoyar sus manos sobre la superficie, y con un único movimiento se puso de pie (con los tobillos atados) previamente a realizar una "Curación", efecto no verbal que aliviaría los malestares del Cinaede inicial que la morena le lanzó.

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~¿Qué has hecho muchacha?~ vociferé al ver que Mei hacía surgir tres fantasmas, los cuales invadieron el campo de batalla, revoloteando de un lado a otro con el propósito firme de proteger al equipo de los alumnos desde el próximo turno que ellos ocuparan en la contienda. La frase que pronuncié no fue en recriminación al aura en sí, sino al hecho de que la fenixiana no pudo protegerse del rebote del Expelliarmus que ella misma me lanzó; pegándole con fuerza y separándole de su varita (la que salió despedida a cuatro metros hacia su derecha). Por mi parte, el conjuro ponzoñoso que pretendí efectuar contra la mujer tampoco salió, quedando la palabra únicamente en un "Ci" sin lograr completarse para su fortuna.


~Es una lástima... ¿No lo crees Runihura?~ era lo que creía y se lo hice saber a la guerrera, notando que los fantasmas habían desaparecido. ¿Cómo podía ser posible que no se diese cuenta que podía perder la varita con una jugada así? Trágica interrogante que no paraba de cruzarse en mis pensamientos; la misma que me hacía reflexionar día a día sobre si los extranjeros eran dignos de recibir el conocimiento Uzza que con tanta suspicacia guardábamos. ~Cinaede~ volví a susurrar, pero esta vez el hechizo sí daría en el blanco, pues aquel efecto era mucho más rápido que la carrera que Delacour tendría que recorrer para recuperar su arma que yacía sobre el terreno de Catalina.


Esperé unos breves segundos, pero mientras pasaba lo que debía ocurrir, orienté mi varita en contra de Thomas para atacarle sin piedad. ~Petrifi... ¡LUMOS!~ (~¿Qué demonios?~ pensé) grité como un demente (actitud que no iba con mi personalidad), haciendo que del extremo distal de mi varita saliese una luz que por poco y me deja ciego.

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—Tks.

 

Chasqueó la lengua al comprobar cómo iban las cosas del otro lado, y a su vez al ver las decisiones que el muchacho tomaba. Al parecer se habían complicado las cosas un poco para ellos, pero no por ello sería condescendiente, más bien mantendría el ritmo. Por lo que esta vez era su turno para insistir en usar una de las magias más poderosas de los Uzza.

 

Vara de Cristal — susurró, dando a conocer una vez más a su vara de cristal con aquella forma tan particular de luna menguante — Sectumsempra — volvió a decir, esta vez levantando la vara de cristal, convirtiendo el rayo en efecto de inmediato, lo que causó que ahora Thomas se encontrara con el pecho cubierto por la sangre que salía rápidamente de los cortes abiertos en cuestión de microsegundos.

 

Luego de ello Runihura sintió que su rostro comenzaba a hincharse producto de que el muchacho había enviado su segundo ataque segundos después de ella realizar el suyo. Se trataba de un embrujo punzante, lo sintió claramente cómo su rostro rápidamente se iba deformando, por lo que levantó apuntó con la vara de cristal, aunque sin llegar a usarla del todo.

 

Lumos — dijo, invadida por una confusión tal producto del aura de confusión que captó tardíamente. La punta de su vara se iluminó de una forma bastante particular, pero no sucedió más de eso.

 

Movió la cabeza de un lado el otro para tratar de despejar su mente. Por aquel momento Thomas se había salvado de lanzarle algo mucho más mortífero, pero a pesar de ello, el muchacho se encontraba en grandes aprietos. Era momento que tal vez los alumnos comenzaran a trabajar en equipo para lograr superar los problemas en los que estaban envueltos.

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¡Maldición! — exclamó.

 

Malos cálculos. Muy muy malos cálculos. Había terminado por arruinar todo. Su último hechizo no había salido, ni siquiera había invocado realmente su vara de cristal como había planeado. Justo después de silenciar el cinaede del Uzza, el expelliarmus le impactó, ya que no había considerado que los espectros realmente no la protegerían propiamente dicha sino hasta este momento actual. Gruñó por lo bajo, estaba en una mala posición, pero no se rendiría, nunca lo haría.

 

Su varita había quedado apenas a un metro de distancia de ella, por lo que en cuanto vio a Khufu mover la varita, no lo dudó y se lanzó a buscarla. Oyó que pronunciaba un cinaede certero justo en el momento en el que se agachaba para tomar su varita, y acto seguido, la garganta comenzó a sufrir daños los cuales fueron rápidamente multiplicándose.

 

Cerró los ojos, sintiendo los efectos de aquel poderoso cinaede, pero dispuesta a no rendirse y viendo que luego de haber logrado recuperar su varita el guerrero realizaba un lumos, decidió arriesgarse en su siguiente movimiento. Era la única chance que le quedaba, quien no arriesga no gana.

 

Recordando todo lo aprendido con el Uzza Bakari, invocó las fuerzas del caos, llamando a un Señor del Caos. Inmediatamente el mismo Señor del Caos apareció, observándola fijamente.

 

Quien osa a llamarme, debe darme algo a cambio.

 

El Señor del Caos la miró de arriba abajo y encontró fácilmente lo que buscaba. Con una magia única y que aún a pesar del tiempo Mei no lograba entender del todo, logró curarla por completo de las heridas del cinaede, además de despejar sus vías respiratorias como si de un anapneo se tratarse. Le había quitado todo el efecto, era su pago por su invocación.

 

Veamos qué sucede — murmuró, poniéndose en pie nuevamente y apuntando nuevamente a Khufu. Esta vez, recuperada del todo y con varita en mano nuevamente, decidió ir más lejos — Vara de Cristal Sectumsempra — fue inmediato. Ahora sí Aukan creció, adquiriendo las características de su Vara de Cristal personal, la cual convirtió inmediatamente el rayo en efecto, causándole heridas graves al Uzza en el pecho —. Lo siento, maestro — se disculpó por último, haciendo una pequeña reverencia, pero dejando en claro con aquel acto y su mirada que no se dejaría vencer tan fácilmente.

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-Voy a morir aquí- pensó Thomas luego de meditar acerca de todo lo que estaba pasando durante aquella batalla contra los Uzza. Verdaderamente Runihura era una rival muy poderosa a vencer, y poco a poco el muchacho sentía que perdía las fuerzas para hacer frente a situaciones que le ponían cada vez más en jaque. Por la consciencia del adolescente pasó aquella idea descabellada de usar las energías del caos para tratar de sanarse de sus males; pero era una alternativa muy peligrosa en manos de la suerte, así que la descartó a sabiendas de que igual perdería pronto. La Vara de Cristal de la guerrera era hermosa y mortífera, tanto así como el rayo que fue dotado de las cualidades de un efecto; causando que múltiples heridas cortantes brotaran en su musculoso pecho que ahora estaba cubierto de dolor y sangre. <<Episkey>> pensó primeramente el pelirrojo para detener un poco la hemorragia, teniendo en cuenta que tarde o temprano debería volver a reiterar aquella jugada; sintiendo lástima de haber ocupado ya la Curación.


<<Episkey>> volvió a utilizar el mismo conjuro no verbal, sanándose por completo del Cinaede de la tiferim. -El tiempo se está agotando... ya no sé cómo revertir esto- susurró en voz baja; mirando a Mei con cara de compasión. Gracias a Merlín, el Aura de Confusión funcionó como lo tenía pronosticado el paladín; de no haber sido así, el silencio sepulcral ya habría invadido todos sus sentidos, sumergiéndolo en aquel abismo sin retorno ni fin.

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~Muy astuta~ exclamé al ver que la señorita Delacour invocaba al Señor del Caos; beneficiándose en su totalidad y revirtiendo toda la situación adversa que yo le interpuse con mis habilidades, desde la recuperación de su varita hasta los efectos del Cinaede que nuevamente no funcionaba como yo lo tenía esperado. ~Vara de Cristal... Sectumsempra~ pronuncié tras hacer crecer mi varita hasta conformar un bastón que parecía que estuviese anexado a mi brazo. Luego hice uso de ~Curación~ para sanarme del ataque de la fenixiana, por mientras pensaba en una estrategia eficaz.


~Lumos~ vociferé nuevamente confundido, provocando que del extremo distal de mi vara emergiese esa molestosa luz que empezaba a fastidiarme.

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El muchacho definitivamente tenía todas las de perder, había quedado totalmente expuesto, a merced de su contrincante debido a que debía curarse del nuevo ataque y del viejo cinaede que le había dado de lleno en el primer ataque que Runihura le había enviado. Mientras lo veía conjurar su primera curación, la Uzza aprovechó para probar suerte una vez más invocando a las fuerzas del caos en una Rueda de la Fortuna, aunque esta vez no tuvo ni por asomo un resultado mínimamente parecido al anterior. Sencillamente, nada sucedió.

 

Al ver –a duras penas debido al efecto del embrujo punzante que todavía persistía- que sus fuerzas mermaban, la Tiferim apretó fuertemente los puños, apuntándolo con la Vara de Cristal, pero sin llegar a usarla. Más bien era un gesto de desafío.

 

—¡Vamos, muchacho, nada de rendirse aún! ¡Demuestra, lucha con uñas y dientes hasta tu último aliento que mereces el libro! ¡Demuestra que eres capaz de dejarlo todo dando lo mejor de ti! ¡No quiero decepciones! — exclamó con algo de cólera, dirigiendo la última frase hacia ambos estudiantes. Arena del hechicero pensó seguidamente antes de que Thomas realizara su segunda curación, haciendo que la arena impactara directamente en sus ojos, causándole una ceguera momentánea.

 

Lumos — volvió a decir, dejando que su mente divagara nuevamente entre la confusión que una de sus propias auras podía causar.

 

No le preocupó, a fin de cuentas llevaba amplia ventaja, y ahora, ¿qué sucedería de ahora en más?

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