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Transformaciones y Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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Sí, lo sé... Soy profesora de conocimientos, una bruja de renombre, de cierta manera poderosa con mis conocimientos y habilidades, una gran y seria sacerdotisa de alto cargo y de orígenes ancestrales con miembros de la Orden, una Warlock... Pero en aquel momento olvidé todo eso y me convertí en la payasa funambulista infantil que recorría los pueblos y se maravillaba con los inicios de la magia, cuando empezaba a saber que la Magia existía.

 

Me puse a reír.

 

Era muy gracioso ver moverse el cuadro con una figura pomposa dentro, ser perseguido por los vasos y notar que los tenedores y cuchillos mantenían su duelo particular mientras eran vitoreados por las cucharas y cucharillas, como si estuvieran en un ring de boxeo.

 

-- ¡Demonios! -- exclamé de nuevo, divertida, esquivando unos platillos de café volantes, literalmente. -- Tendréis que poneros en serio con ésto porque aquí hay un paraíso para los paranormales. ¿Sabíais que la mayoría que lo que algunos muggles atribuyen a visitas del otro mundo cuando se mueven objetos, son sólo bromas de magos aburridos?

 

Casi tenía ganas de bailar de lo divertido que resultaba ver todo aquello pero recordé que estaba allá como profesora y que debía enseñar a Alexander la diferencia entre lo que podían hacer los muggles y los mágicos, de forma práctica porque la teoría ya la conocían todos.

 

-- ¡Esto es más divertido que pasarte un día en un aeropuerto de esos!, ¿verdad, Alexander? Esos Avis improvisados con libros son maravillosos. -- ¡Sagitas, céntrate de una vez! -- Hem... Quiero decir... Antes de que Matt y Bel acaben con los hechizos malintencionados, menciona lo que ves que es normal para nosotros pero que nunca podría estar dentro de una casa muggle. Por ejemplo, esos libros voladores.

 

Como estaba tan maravillada con lo que veía, no vi a Alexander que esquivaba un objeto hasta que sentí el ruido de la silla.

 

-- ¡Por los dioses! ¿Estás bien? Normalmente, un Finite debe de servir con hechizos sencillos para dar locomoción a objetos pero sé que Matt tiene hechizos más concretos para deshacer transformaciones, como ese jarrón con rabo de... ¡ratas!

 

Pegué un salto y caí sobre la silla que se había movido tras mi alumno. Juro que si llevara faldas, las hubiera levantado hasta las rodillas. ¡Odio las ratas! La silla no pareció encontrar loable mi salto digo de un funambulista de circo y se puso a saltar como un potro salvaje.

 

-- ¡Otro ejemplo de objeto embrujado! ¡La silla galopante! ¡Hacer algo que me matoooooo!

 

Soy buena con los equilibrios. Uno de los números del circo es hacer equilibrios sobre una cuerda floja hecha con la tela de una acromántula pero nunca había hecho equilibrios sobre una cuerda danzante.

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Nuestros alumnos no tardaron en llegar, dispuestos a adquirir nuevos conocimientos. Sagitas había escogido aquella ubicación por las historias de una casa encantada qeu los periódicos muggles habían acabado obviando por el internamiento de la dueña en un hospital mental.

 

En cuanto pasamos, con la tranquilidad que nos daba la excusa de ser un grupo de fumigadores, entendí que lo qeu para Sagitas iba a ser una clase tranquila, incluso divertida (la conocía bastante bien), para mi y mi alumna iba a ser trabajosa. La casa entera estaba encantada, casi era una locura en si misma.

 

Se oía un canturreo de fondo, algo alocado y sin sentido qeu suponía, no iba a ser la radio. Además,parecía que los objetos bailaban y que los platos y libros habían decidido iniciar unas clases de planeo por su cuenta sobre nuestras cabezas. Uno de los tomos me dio en la cabeza, dejándome momentáneamente atontado, de forma qeu Sagitas tuvo que hacerse cargo de los chicos.

 

Volvía en mi cuando escuché sus gritos...la silla sobre la que se había sentado inició un trote, relinchando como un caballo. Al fin, alcé la varita y apunté hacia la silla:

- Duro! - exclamé, cesando el troto, aunqeu aun, bajo la piedra en que se había convertido la silla, se escuchaba un pequeño relincho y un mínimo temblor.

 

- Si, como ha dicho Sagitas, el Finite Incantatem sirve para neutralizar los efectos de los hechizos de Transformación. Pero en casos como este, podemos utilizar el duro, que convierte los objetos en piedra. Asi, nos aseguraremos de que no salga huyendo. - aclaré, mirando a Bel.

 

Pero los libros continuaban su viaje, esta vez contra mi alumna. Apunté a pocos centímetros de su cabeza, hacia un grueso tomo de biología que agitaba sus páginas.

- Scribbliffors! - exclamé. Al instante, estalló en una nube de plumas que cubrieron el pelo de Bel - Siempre es más agradable que un librazo en la cabeza. Con este hechizo hacemos que un objeto se transforme en un montón de plumas, siempre según su tamaño, obtendremos mayor o menor cantidad.

 

Señalé con la mano hacia el jarrón qeu había asustado a Sagitas.

- Ves eso? cola de rata, significa que antes era una rata, pero el hechizo, al estar mal ejecutado, hace que el objeto aun conserve rastros de lo qeu era. Usa el finite y verás que vuelve a ser un pequeño animalito. - indiqué a Bel. - Algo muy importante en esta materia es tener bien claro qeu quieres transformar, concentrarte al ejecutar el hechizo y conocer que quieres obtener, o si no, nuestros hechizos tendrán alguna tara, como letrs sobre la piel, colas que no deberían estar ahí, o transformaciones a medias.

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Parecía que su profesora se estaba divirtiendo con el espectáculo que la magia en la casa se estaba dando, le parecía entretenido, pero peligroso, posiblemente un muggle se volvería loco al ver tantas cosas moviéndose, cambiando, hasta el sentía que debían tener cuidado, en especial con esos libros, que si volaban más cerca de su cabeza, quedaría noqueado.

 

-¿Magos aburridos? ¿En serio? – preguntó sorprendido, debía admitir que èl pensaba que eran fantasmas aburridos, nunca se imagino que se tratarían de brujos sin mucho oficio, o quizás había gracia en molestar a los muggles, Alexander no estaba seguro, tampoco pensaba en averiguarlo, le gustaba la sana paz… o eso parecía aparentar.

 

Cuando escuchó la pregunta de su profesora observó alrededor, casi pensando que esa mansión parecía más de brujas que de no-magos, pero no dijo nada, solo se limitó a responder, mientras sentía como cosas se movían debajo de sus pies.

 

-Mmm… Aparte de los libros, también he de señalar los platos, utensilios y tazas voladoras, dudo que los muggles deseen que eso sea normal para ellos, los jarrones.. el cuadro que no debería estar subiendo esas escaleras jajaja –sonreía divertido, mientras detallaba cada vez más el desastre causado por la magia – la pequeña rata.. que no le ha hecho nada –sonrió mordiendose los labios intentando tapar su boca sutilmente para disimular, sabía que era malo, reírse de los miedo ajenos, pero no esperó que su profesora casi saltase por ver una simple cola.

 

Se preocupó cuando la silla comenzó a moverse, se había olvidado por completo de mencionarla, pero cuando vio que comenzó a galopar, se alertó por suerte su profesor que había estado un poco ausente reaccionó y detuvo el movimiento con un hechizo, haciendo que Alexander se relajara.

 

-Si como olvidar… la silla, sospecho que ningún muggle desea una silla que lo lleve como un caballo por su casa, no creo que todos tengan ese gran equilibrio – alagó con una sonrisa, esperando a ver dicho todo.

 

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Sagitas si que era una fuente inagotable de datos anecdóticos sobre las relaciones del mundo muggle con el mágico. Mi concentración estaba puesta ahora en aquellas cucharas que se alentaban las unas a las otras cual si fuera una pelea callejera en el enfrentamiento con tenedores y cuchillos, cuando de repente el grito de ratas me sobresaltó e hizo que me girara a ver a qué demonios se refería Sagitas.

 

No estaba preparada para observarla tan asustada y montada en aquella silla que parecía encabritarse con cada palabra que daba, dispuesta a aventarla en cualquier momento. Ya temía lo peor cuando de pronto Matt reapareció en escena convirtiendo en piedra la silla, de manera que el peligro cesó.

 

Asentí a sus palabras, bastante sorprendida del ingenioso uso que podía dársele al Duro, un hechizo que hasta entonces me había parecido bastante soso. Ya me disponía a lanzarlo sobre alguna de las cucharas, cuando de repente, cual si se tratase de un bólido a toda velocIdad venía hacia mí otro grupo de libros. Cerré los ojos, segura de que recibiría un golpazo, pero en su lugar solo una nube de plumas apareció.

 

Y estornudé de nuevo.

 

- Entonces Duro, Scribbliffors y finite - repetí en voz alta memorizando las explicaciones de Matt al respecto- será cosa de ponerlas en práctica y solucionar este estropicio de una buena vez.

 

Fui de regreso a la cocina, apuntando al conjunto de cucharas que con un finite cesaron su movimiento incesante. Con toda la agilidad que aquel traje me permitía las acomodé a un lado y solo entonces noté que las ollas de más atrás presentaban bigotes y emitían un ronroneo apenas audible ¿pero quién podía tener tanto tiempo libre para ir hechizando a los gatos callejeros hasta convertirlos en ollas?

 

Cerré los ojos, intentando mentalizarme en la figura original de aquellos animalitos y solo cuando me sentí segurá pronuncié finito apuntando a la "olla" del extremo derecho. En seguida, esta se convirtió en un gato atigrado de espeso pelaje que saltando de la alacena, cual instinto natural comenzó a perseguir a la rata que se había convertido en jarra.

 

No sabía si Matt podía ver la sonrisota que tenía dibujada en la cara por causa de haber realizado con éxito mi primera transformación. Lejos de sentirme agotada, era como si ese primer intento hubiera activado una motivación desconocida en mí. Incluso los malestares de la gripe empezaban a amainar.

 

Los siguientes minutos, abundantes plumas, y un par de piedras (bandejas que habían intentado huir por la ventana) eran la prueba de la reversión que íbamos haciendo.

 

- Supongo que cuando acabemos todo esto será informado a la oficina de Accidentes ¿verdad?- pregunté con curiosidad mirando primero a Matt y luego a Sagitas, quien aunque sabía que no estaba más laborando en ese departamento había quedado asociada para siempre al mismo en mis recuerdos.

 

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Lo sé, lo sé. Sólo era una rata y encima transformada, sólo se le veía el rabo. ¿Pero es que no puedo tener mis defectos? ¿Mis pequeños defectillos? Me sentía totalmente ridícula y avergonzada por haberme comportado de forma histérica (muy histérica) delante de mi alumno pero peor por hacerlo delante de una compañera de bando. ¿Pensaría que soy una persona digna de confianza en momentos de presión, si salía una rata por algún lado? ¿Confiaría en mí en casos de batalla por si algún enemigo transformaba algo en un animal tan chiquito como una rata?

 

Tragué saliva y me pasé la mano por la cara.

 

-- Era gordota -- comenté, en voz baja, sin mirar a nadie, ni a mi hijo, quien había endurecido la silla y me había salvado de caerme y romperme la crisma. Pero él se había atrevido a decir que era un "animalito", puaj...

 

Guardé silencio, porque lo necesitaba y porque Alexander estaba haciéndome una exposición de objetos muggles que estaban embrujados. Se notaba que conocía bien el mundo muggle y mencionó todos los que debían de ser arreglados. Bajé de la silla con toda la dignidad que pude, ahora que estaba quieta.

 

-- Soy equilibrista, no fue nada -- sí, claro... Y por eso chillaba como una asustadiza payasa. Hum... Tenía que cambiar de tema cuanto antes, algo que me ayudó a hacer Bel. -- ¿Llamar a Accidentes? No hace falta. ¡Huy, qué tarde es! No me había dado cuenta. Tendremos que dejarlo ya... Matt... Como él es Jefe de oficina de Accidentes... Hará el papeleo, ¿verdad que sí?

 

Le miré retadora. Eso pasaba por decir que aquel inmundo ser era sólo un animalito, puaj y re-puaj.

 

-- Por cierto, por mi parte, Alexander está aprobado, ya que conoce tan bien como es el ambiente hogareño de los muggles. Supongo que tú también aprobarás a Bel, ¿verdad, hijo?

 

Como siempre, mi voz sonó imperativa. Como no la aprobara, tendría rata para comer ese día. hum.

 

-- ¡Achús! Cachís...

 

Puff... Y encima me había resfriado...

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