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Adivinación y Leyes Mágicas


Keaton Ravenclaw
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Por lo regular, a Keaton no le agradaba dar sus clases durante el día, sentía que la gente andaba más apresurada de lo normal, a comparación de las tardes noche, o noches, pues la calma por lo general imperaba un poco más y la gente no andaba tan alterada. Sin embargo, como aquel mes tocaba compartir la clase con otro de los profesores del Claustro, al vampiro no le quedó otra que alistarse desde temprano para impartir la clase durante el día. Incluso podía ser que saliera algo divertido y entretenido para Mía.

 

Así pues, a las doce del mediodía, el ojiverde se encontraba ya en las ajetreadas calles de Londres, muy cerca de donde aquella cabina telefónica de color rojo que servía como entrada principal para visitantes del Ministerio de Magia. Como el empleo del Black Lestrange no era precisamente dentro aquellos muros, no tenía como tal las facilidades de llegar mediante la Red Flú o algún otro medio interno, no, él debía ir como todos los demás. Al girar por una esquina del centro, vio la cabina esa.

 

Al estar ya dentro del Ministerio, el ojiverde se encaminó hasta donde la fuente de los hermanos mágicos, en el Atrio de aquel recinto. Ahí esperaría, primeramente, a su compañero del Claustro que impartiría Leyes Mágicas, y posteriormente a los dos estudiantes, es decir. a Mía y a Theodore, para comenzar cada uno con sus cátedras. AL ojiverde esta parte de compartir clases no le gustaba mucho, sobretodo cuando la clase que le acompañaba era tan diferente a la que él daba, pero igual era la oportunidad perfecta de conocer más cada disciplina.

 

—Pues bueno, es hora de llamar a Mía, la abuela a de estar ansiosa de empezar —Dijo el vampiro y sacó de entre sus ropas una pluma y un pergamino donde escribió lo siguiente:

 

Estimada Mía Black Lestrange.

 

Me complace informarle que ha sido aceptada para la tanda de alumnos para la clase de Adivinación del mes de noviembre del Ateneo de Conocimientos. Para ésto necesito se reporte conmigo a las 13:00 horas del día de hoy en el Atrio de Ministerio de Magia justo en la fuente de los Hermanos Mágicos.

 

Sea puntual, y traigo consigo unos cuantos inciensos, por favor.

 

Atentamente.

Keaton Ravenclaw

Docente de Adivinación

 

 

Después de ésto, el vampiro agitó su varita mágica de cerezo, y tras unos minutos, una lechuza se colocó a su diestra, a la que le ató la carta y la echó a volar. Eran las doce del mediodía, por lo que en una hora la mujer debía de llegar, tendría una hora para leer un poco de la historia del Tarot, o bien, hasta que llegara su compañero. Al cabo de medio hora, el profesor de Leyes Mágicos llegó y saludó con amabilidad al Ravenclaw.

 

—Buena tarde, espero no haberle causado problemas el iniciar la clase aquí, pero supongo que nos ayudará a ambos. De cualquier manera, si gusta, al cabo de las presentaciones de los estudiantes, cada quien puede tomar su rumbo —Le comenté.

 

Así pues, tras unos minutos, llegaron los estudiantes, y Keaton se levantó de la orilla de la fuente de Los Hermanos Mágicos para recibirles. Era curioso, jamás el ANimago pensó en impartir su cátedra en el Ministerio, y menos aún la referente a Adivinación, pero en fin, la vida da muchas vueltas y él debía de afrontar esas vueltas con optimismo.

 

—Buenos días, mis niños, es un placer verles por aquí. Mi nombre es Keaton Ravenclaw, el docente de Adivinación, y él es el señor Patrick Colt, el docente de Leyes Mágicas —Presentó el ojiverde —Decidimos citarlos aquí, pero la clase no estará compartida del todo, sencillamente estaremos aquí en el Ministerio un rato, y posteriormente nos iremos a otras locaciones cada quien con su profesor, ¿de acuerdo? —Dijo esta informando —Mía, me gustaría saber qué te hizo estudiar Adivinación y qué crees que es. Así mismo, me encantaría me dijeras en tu vida diaria para qué te serviría, por favor —Añadió y se volvió a sentar esperando la respuesta de la Black Lestrange sin quitarle de encima su mirada curiosa.

 

 

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La avenida fue invadida por el sonido peculiar de un hombre caminando. El rastro de una niebla negra, pesada y antinatural lo seguía, ocultando su silueta de cualquier tañido de la luz que del medio día se caracterizaba por arder prepotente.

 

El mortífago más sangriento de todos los tiempos bordeaba una esquina, pasando desapercibido ante la vista de hombres, mujeres y niños que poblaban las calles londinenses en tan concurrida hora. Si el profesor de Adivinación quería resguardar su vida despojando al asesino del anonimato propio de la noche, con Patrick Colt sus esfuerzos serían vanos. Toda Londres, y quizás el continente entero, ya conocían su nombre y por ende su prontuario delictivo.

 

Él se acercaba a la cabina telefónica, rodeado en tinieblas, al tiempo en que levantaba su varita oscura a la altura de su mirada fulminante; y sin detener el paso, buscaba los ojos de algún alma que hubiere arrebatado en antaño con la punta de su arma. Pero antes de completar su búsqueda, se topó con la entrada del Ministerio de Magia que ante los ojos non-gratos de humanos corrientes, era tan solo una zona en la que se podía hacer una breve llamada en la privacidad de una cabina roja en medio de la calle.

 

- Ingenuos infelices - susurró el asesino con una voz tan cascada, como si tuviese una eternidad sin pronunciar nada. Dejó entreabierta la sonrisa en su rostro y la cabina lo absorbió. Bajaba, y bajaba mientras que en la superficie su lugar fue reemplazado por una nueva cabina para repetir el ciclo con algún otro mago o bruja que quisiera ingresar al Ministerio.

 

Al llegar, Patrick Colt respondió con un bufido desprovisto de toda alegría. Abandonó el cubículo, y avanzó por el pasillo. Su oscura presencia recorrió los lares del Ministerio, dejando atónitas miradas y suspiros ahogados en quienes lo reconocerían y más tarde correrían la voz.

El Cardenal de la Muerte se paseaba desenmascarado por el Palacio Gubernamental.

 

Su ropa, en antaño una gabardina de fino terciopelo, ahora eran un montón de andrajos de un color tan funesto que parecía se desprendieran viscosas grasas de su tela.

 

Apañado de todo sentimiento, llegó a la zona donde el neutral decidió se desenvolvería la clase, quien provocó un sentimiento de repulsión en el asesino. Levantó la mirada para fulminarle, y le mostró esa grotesca sonrisa que se retorcía en su rostro blanquecino.

 

- Él debe estar por llegar - le indicó a Keaton con monotonía, y lo dejó continuar con su sensación de protagonismo. Pues él, Patrick Colt, ya había tenido mucho tiempo de brillo y renombre.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase
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Mía parecía un poco renuente a contestar, tal vez no se sintiera tan a gusto compartiendo la clase con otro profesor, pero si ella quería se podían desplazar a otro sitio para que así Patrick no se enterara de las cosas que éste tenía que decir. El ojiverde sacó de entre sus ropas una bola de cristal, se volvió a acomodar en aquella orilla de la fuente de los hermanos mágicos, y comenzó a leer las imágenes que se iban formando en ella.

 

—Veamos, Mía, ¿a dónde te gustaría que fuéramos? Me encantaría enseñarte mejor sobre la práctica, que te dieras la oportunidad de abrir tu ojo interior ya sobre la marcha y evitarnos así la parte teórica, aunque si gustas, puedo darte un poco de ella, tampoco tengo problema —Musitó en pos de la chica.

 

En su bola pudo vislumbrar una feria muggle que se encontraba en las afueras de Londres, una feria dedicada a la esotería, pues era una feria con temática medieval, El Ravenclaw no entendía cómo era que los ,muggles eran tan tontos como para no darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, pero tenía que admitir que era un poco ciego ante todo aquello que salía de su rutina. Pero en fin, alzó la cabeza en pos de la Black Lestrange.

 

—Hay una feria muggle en las afueras de Londres, ¿te gustaría ir allá y continuar en ese sitio la clase? Podríamos esperar hasta ese lugar para que me respondas las ´preguntas que te hice hace unos momentos —El ojiverde le sonrió con cara bonachona —Patrick, creo que aquí nos separaremos.

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La carta había llegado, era momento de presentarse con el que extrañamente había resultado ser su nieto... sí, ese vampiro Ravenclaw que tantos dolores de cabeza había dado a más de un miembro de la comunidad mágica. Intentando asimilar aún el parentesco que su hija había creado entre ellos, negó con lentitud y se encaminó hasta las puertas del Ministerio de Magia, sitio elegido para la clase.

 

Intentando relajarse un poco, escuchó la voz de Colt, alguien a quien podía haber respetado mínimamente en otros tiempos, pero que actualmente solo pena era lo que le causaba y el motivo era bastante sencillo, porque necesitaba vivir de lo que otrora fue para sentirse bien. Negando con lentitud, decidió ignorarlo y prestarle únicamente atención a Keaton, y al escuchar sus preguntas, sus labios se curvaron en una sonrisa.

 

—Porque estoy por tomar la habilidad de videncia, y creo que será interesante descubrir cuales son las diferencias principales entre estas dos disciplinas... asimismo, creo que en mi vida diaria me ayudará, al menos dentro del banco, para prever los posibles problemas dentro de la comunidad mágica. —respondió la pregunta del mago, y se quedó pensando.

 

Su respuesta no le había convencido del todo, pero no se le ocurría nada más por el momento, así que con eso tendría que conformarse. Escuchando las siguientes palabras de su profesor, asintió con entusiasmo, la idea de abandonar el salón de clases siempre le atraía, porque consideraba que era mucho más sencillo aprender algo, viéndolo y haciéndolo a solo de manera teórica.

 

Por lo que asintió ante la propuesta y comenzó con el viaje dura del Ministerio. Caminando durante algunos minutos, llegaron hasta las afueras del Ministerio de Magia, en donde tomaron un traslador, que los llevó a la feria del pequeño poblado, del cual desconocía su nombre, pero que confiaba en que fuese el que estaban buscando y que realmente le sirviera para aprender un poco más y de manera mucho más rápida, además de divertida.

 

Visualizando una tienda de campaña, miró al ojiverde y tomó la palabra.

 

— ¿Podemos ir? Podría ser interesante comenzar con mi aprendizaje en un sitio como ese. —completó su frase con una sonrisa tranquila y la mirada un poco aburrida.

Editado por Mia Black Lestrange
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La actitud le intimidaba un poco a decir, ser ahora nieto de la matriarca de los Black Lestrange... era algo escalofriante, pero bueno, él mismo se había metido allí. La respuesta de la chica, realmente era algo que ya esperaba, él mismo estaba tomando también la habilidad de Videncia y creí apropiada la decisión de Mía de tomar a la par la clase de Adivinación, siempre era bueno realizar el contrastes, aunque la Black Lestrange en ese momento ya descubriría que era mínima. El Ojo Interior no le funcionaba a todos.

 

—Muy bien, realmente me da mucho gusto que te interesara la Adivinación junto con la Videncia, verás que son un gran complemento entre ellos, aun no sean precisamente lo mismo, ambas disciplinas emplean el Ojo Interior, el cual puedes empezar a entrenar con la Adivinación para pasar a la profetización con la VIdencia —Explicó el Ravenclaw.

 

El Black Lestrange volteó a mirar a Colt. Su alumno aún no llegaba, por lo que sencillamente le dedicó una cabeceada a modo de despedido y se apartó de él junto con Mía, la cual le indicaba que con gusto le apetecía ir a la Feria Muggle a leer un poco de su futuro. Sonrió. Sería su primer práctica de campo como docente de Adivinación.

 

—Muy bien, Mía, entonces, toma mi brazo y perdámonos en un remolino de tiempo que es la desaparición —Para ese momento, ambos ya estaban fuera del Ministerio y se perdieron en un remolino de colores para reaparecer frente a un imponente Castillo —Bienvenida a Leeds, Mía, un pequeño poblado a las sombras de Londres que nos ayudará muchísimo, en estas fechas se celebran aquí los carnavales medievales por aquello del Halloween —Comentó.

 

—Señor Ravenclaw, lo estábamos esperando, la carpa que nos solicitó se encuentra lista, nos dará enorme gusto que, como cada año, nos lea nuestro futuro —Indicó un muggle al ver llegar a la pareja. Keaton era muy asiduo a aquellos lugares.

 

—Claro, Clarkk. muchas gracias, pero esta vez traigo a una aprendiz para que nos ayude, el año pasado no nos dimos abasto —Comentó y el muggle salió corriendo alegre —Si no lo he matado, ha sido solo por el placer que me verlos sufrir con las predicciones —DIjo al aire, para nadie en particular —Muy bien, Mía, estamos ya aquí, para esto, necesito me indiques cual mancia deseas ejercer. Aquí son muy socorrida la Taseomancia, la Taromancia, la Quiromancia y la Lectura de la Bola de Cristal, indícame cuál te llama más la atención y con gusto empezamos con la clase como Merlín manda —DIjo el chico ahora en pos de su abuela.

 

Aquello sería divertido, y más en compañía de alguien que, al parecer del Ravenclaw, era difícil abrir su Ojo Interior. Sería un reto... o tal vez no, pero le agrada pensarlo así.

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Keaton la había conducido hasta las afueras de Londres, a un poblado bastante extraño, ¿había muggles? Podía decirse que sí, algo que no le agradó en absoluto pero que no podía exteriorizar, porque si lo hacía, se revelaría como alguien diferente y de inmediato comenzarían a causar alboroto. Por lo que únicamente se limito a caminar detrás de su nieto e identificó todo aquello que la rodeaba.

 

En el momento en que se toparon con un viejo y una carpa, negó con lentitud... la pondría a trabajar en un carro de feria y sería la pitonisa, tal cual las antiguas gitanas lo habían hecho. Escuchando la molesta voz del muggle, prestó atención a la poca información que dio y después, lo observó marchar, mientras analizaba las cuatro posibilidades del arte de la adivinación que eran las preferidas en ese sitio y cuál sería la mejor opción para ella.

 

—La Taromancia, suena interesante y creo que podría ayudar a que los visitantes vislumbren en las cartas su futuro y se diviertan un poco. —soltó en voz alta, mientras se acercaba hasta una de las mesas y meditaba un segundo— ¿Esta bien?

 

Aguardando la respuesta del Ravenclaw, miró su atuendo y supo que no era el correcto, así que con encogimiento de hombros y aprovechando que aún estaban solos, utilizó su varita mágica para cambiar su sencilla túnica negra, por un corset un poco ajustado de color rojo, con una blusa blanca cubriendo sus hombros y por debajo del mismo, y sus piernas, estaban cubiertas por una falda de color negra, que combinaba con sus botas y finalmente, su cabellera la dejo suelta y se colocó una pañoleta como diadema.

 

Si, ahora si estaba un poco más vestida acorde a lo que desempeñarían, por lo que le indicó al vampiro que estaba lista para continuar, y se sentó. Esperando a que el primer cliente apareciera, no sin antes tomar entre sus manos las cartas y comenzar a barajarlas y colocarlas sobre la mesa.

 

​Levantando la primera, observó como apareció la figura del sumo sacerdote, el cual sentado sobre su silla la miró, y sacando una segunda carta una mujer con un león y finalmente en la tercera luna, una mezcla interesante o ella lo supuso, porque podía dar alguna que otra historia divertida con esas cartas, pero esperaría, no comenzaría a utilizar su imaginación aún.

 

— ¿Tardarán mucho los primeros? Estoy ansiosa por comenzar. —confesó al Black Lestrange.

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Keaton pudo sentir la inconformidad de la Black Lestrange al estar rodeados de muggles, le entendía a la perfección, sin embargo, debían de estar conscientes ambos de que los muggles, al no tener sangre mágica, podían ser muchísimo más susceptibles a los Ojos Interiores de los magos y brujas, pues la conexión con su futuro era ideal. El ojiverde aceptó entonces la decisión de Mía de tomar la taromancia como la la elegida para desarrollar su habilidad con la Adivinación. La chica de inmediato tomó las cartas que se hallaban frente a un estante de la carpa que ocuparían y las barajó.

 

—Bueno, Mía, debes entender y saber un poco de las cartas antes de empezar —Le comenzó a enseñar —Cada baraja de tarot, sin importar qué tipo de baraja sea, consta siempre de 78 cartas. Se dividen en Arcanos Mayores y Arcanos Menores. Los Arcanos Mayores Mayores, son 22 cartas, a veces numeradas del 0 a 21, que representan las cartas de mayor importancia pues son la que si correlacionan directamente con el futuro y las que hace click con el Ojo Interior. Estos 22 Arcanos nos ayudan, dependiendo con que Arcanos Menores salgan, a definir qué tan probable o improbable es el acontecimiento —Indicó.

 

—Los Arcanos Menores, son más, pero tienen un segundo plano, pues solo te ayudaran a descifrar mejor a los Mayores. Constan de 56 cartas divididas en 4 mazos. Los Bastos, Las Copas, Los Oros y Las Pesadas. Son numeradas del 1 a 10 y cada una cuenta con un Rey, una Reina, un Caballo y una Sota. Dependiendo de qué Arcano Menor acompañe al Arcano Mayor, es la manera en la cual se van a dar los hechos. Por ejemplo, si una tirada, saliera La Muerte, La Templanza, El Rey de Bastos, El Cuatro de Copas y El Dos de Oros, esto indica un arriesgue en un negocio debido a la presencias de los Oros, existe la posibilidad de un fracaso, y del éxito, sin embargo, es más probable lo segundo por la presencia del Rey de Bastos, que significa activación en este contexto —Le explicó.

 

En ese mismo instante, entraba a la carpa una mujer andrajosa (evidentemente era su disfraz) que llegó llorando. Indicaba a Keaton y a Mía que deseaba saber sobre la salud de su hijo pequeño, el cual acababa de ser atacado por unos animales salvajes durante una excursión a un bosque donde los llevaron del colegio. Comentaba que era una mujer de muchísimo dinero, que estaba gastando todo en la recuperación de su pequeño, pero que quería saber el futuro de mismo para, en caso dado, prepararse para lo peor. Los muggles, como siempre, sorprendían, depositaban su fe en algo en lo cual no creían para saber la respuesta de algo que desconocían. Evidentemente, Keaton y Mía le ayudarían con su pregunta,

 

—Muy bien Mía, pues ahí tienes, puedes empezar con la prueba. Si necesitas ayuda, te dejo este, que te va a ayudar a la interpretación —El volumen llevaba por título "Las Cartas del Tarot. ¿Qué te depara el destino" —Es tu última prueba antes de poderte certificar como Adivina, así que échale mucho empeño —Le indicó, y se apartó para ver a su alumna trabajar.

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No tenía más remedio que simplemente seguir las indicaciones que le estaba dando Keaton, así que escuchó con atención sus palabras y asintió mostrando que entendía la explicación acerca de las cartas. Si bien, no era sumamente interesante lo que estaban haciendo, sabía que la posibilidad de poder jugar con la mente de los muggles, era lo que realmente valía la pena, por lo que decidió olvidarse por un momento de su aberración a ellos.


Considerando en que quizás su rubia cabellera no les inspiraría confianza, negó con lentitud y utilizando su metamorfomagia, cambió el color rubio, por uno oscuro y lo mismo sus ojos verdes, por unos cafés, algo mucho más acorde a lo que eran los gitanos, si ella quería dar esa imagen, porque por extraño que pareciera, siempre relacionaba a esa cultura con la adivinación. Pensando en eso, esbozó una sonrisa y miró el tarot que tenía entre sus manos.


Aceptando que poco o nada más podía hacer, que continuar barajando y segundos después, se sentó detrás de una de las sillas y espero con paciencia a que uno de los ilusos y crédulos seres no mágicos, ingresara y se encaminará hasta su posición, La miró y comprobando que mentía un poco acerca de su condición social, soltó una media risotada, como si a ella la pudiesen engañar.


-¿Esta segura de lo que esta diciendo? Porque creo que su fortuna aún no se termina... pero claro, eso a mi realmente no me interesa, simplemente me limitaré a leerle las cartas, ¿le parece? -preguntó más por cortesía que porque realmente le importara su opinión.


Pidiéndole que tomará tres cartas, observó como primero tomaba una y después cortaba el juego, para tomar la segunda y repetía el proceso para la tercera, sí era todo lo que necesitaba, al menos de momento, así que retiro del frente las cartas sobrantes y mirándola, comprobó que solo fueran cartas de los mayores, porque era lo único que le servía, al menos de momento.


-El destino esta echado, no hay vuelta atrás... los arcanos mayores han hablado, esta -dijo señalando la primera carta- Se refiere a que aún no esta definido lo que puede ocurrir cen un futuro, mientras que la segunda, nos dice que no son cosas muy buenas, las que están pasando ahora mismo en su vida...


Tomando su tiempo, para analizar la última carta, suspiró.


- Muerte, eso es lo que veo... así que más le vale encontrar algo que hacer pronto, o su hijo morirá, aunque eso no es aún concreto, es algo que puede llegar a pasar.


Tras sus palabras, le indicó que podía salir de la carpa, mientras soltaba una risotada porque su ojo interior, si tenía uno, le decía que realmente el niño estaría bien y que solamente eran preocupaciones de la madre y que no habían encontrado el remedio adecuado aún, pero que no era peligroso, se curaría.


-¿Cómo lo hice? -preguntó.

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Keaton observó con detenimiento a la Black Lestrange. Le sorprendió que usara la Metamorfomagia, la verdad eso le ayudó a crear cierto vínculo con los gitanos, antaño, así se hacían llamar los magos que se dedicaban a ser nómadas por toda la Europa Medieval, hasta que, por órdenes de la Santa Inquisición, estos se tuvieron que refugiar y cambiar sus hábitos, aunque la conexión con el Ojo Interior, una vez empleada tan a menudo, solía no cerrarse creando así a los primero videntes.

 

El Ravenclaw puso especial atención a la lectura de cartas de la muggle hecha por Mía. La partición de cartas era esencial, la conexión con la mano de la muggle hacía que las cartas supieran que rumbo tomar y qué información le daría a la Black Lestrange. Pronto Mía tomó la iniciativa y le explicó brevemente el significado de aquellas tres cartas. el vampiro asintió. Y si bien no era lo que esperaba, lo hizo bien. La Muerte era el destino cercano, de hecho el aura de la muggle estaba así desde que entró a la carpa.

 

—Te ha faltado un poco de tacto, pero lo has hecho bien. Debes de entrnar más, el Ojo Interior lo tienes, pero hay que desarrollarlo, y dar más con esa conexión a quien le lees su futuro —Observó el chico —Me alegra informarte, que has aprobado la clase, tal vez no con un Extraordinario, pero si con un modesto Aceptable. Puedes llamarte Adivina a partir de ahora —Le indicó y le hizo una reverencia.

 

Ya solpo faltaba llevar la calificación de la mujer al Claustro para que le fuera enviado el certificado vía lechuza a su abuela. Había sido una clase algo sosa, pero buena.

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