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Libro del Equilibrio


Athena Rouvas
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"Así que a partir de ahora te harás cargo del Libro del Equilibrio"

 

¿Qué más daba? Rouvás solo se encogió de hombros y luego asintió con la cabeza en cuanto el Uzza terminó de informarle su nueva función, su nuevo desafío con ellos. La partida de Weasley le resultaba todavía algo extraña; por más de un año ella entrenó gente y ayudó en la vinculación de esas mismas personas con el Libro del Equilibrio pero ahora ella tomaba las riendas. Suerte era que no comenzaba como novata.

 

Su primer momento fue escoger dónde sería prudente llevarlos para mejorar los conocimientos. Algunos nombres ya habían estudiado y practicado los hechizos y no tendría que ahondar demasiado, pero para los otros iba a ser toda una nueva experiencia. Tendría que cumplir las bases y encontrar un equilibrio entre el grupo, un nivel entre la práctica y la teoría para que todos alcanzaran la perfección antes de la unión con aquella poco conocida pero poderosa magia que ahora tendrían al alcance. Lo mejor era una aventura al aire libre, sí, pero... ¿dónde?

 

"El último viaje fue en Egipto, tal vez algo más cercano... creo que ya lo sé..." Luego de rebatir algunos sitios al final escogió uno en Escocia. Envió a cada alumno (Bel, Melrose, Keaton, Demian y Lestad) una carta con las indicaciones correspondientes y además anexó un botón el cual las haría de traslador llegada la hora. El objeto los llevaría hasta Skye, lugar ubicada en Escocia que cuenta con pocos habitantes, era ideal. También menciona que los esperará el día después por la tarde.

 

 

Noviembre 5. 16:00 pm

 

Bueno, no era tan tarde, pero con la llegada del otoño el atardecer se produce cada vez más temprano de modo que a las 19 hrs ya es considerado noche por muchas personas. El silencio es lo más notorio del lugar, salvo por las hojas que en ocasiones se mecen con el viento, pero carece de ruidos hechos por personas. Esa es la belleza de un sitio todavía virginal de construcciones.

 

—Deberían estar por llegar, el traslador iba a dejarlos a pocos metros de aquí. —Menciona mientras consulta un reloj que lleva en un bolsillo de la chaqueta, pues opta por acudir sin capa de viaje.

 

Escucha un par de sonidos entre los árboles y también entre los arbustos. No ha todos los puso en el mismo metro cuadrado para evitar que se choquen al llegar, un error común cuando se habilita aquel medio de transporte. Los ve llegar uno por uno, todos rostros conocidos en mayor o en menor medida. Presentarse quizás está demás pero lo hace por cortesía.

 

—Buena tarde, ya me conocen pero procedo a presentarme, soy Athena Rouvás profesora del Libro del Equilibrio. Algunos ya han tomado esta clase y se han visto en la necesidad de volver a tomarla así que comprendo que ya conocen a lo que vienen. Les pido algo de paciencia para con sus compañeros a quienes tendré que explicarles varias cosas, de todas maneras, la práctica nunca les viene mal.

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Mel no estaba segura de cuál había sido su error en la anterior ocasión. Quizá Weasley le había dado una crítica negativa por no haberse ensañado lo suficiente con ese muñeco o quizá Rouvás había considerado que su trabajo había sido mediocre. Sin embargo, estaba casi segura de que había sido por su distracción, el no rendir en la prueba.

 

El cómo Richard había dicho que le pagaría nuevamente la clase le había dado dos impresiones contrapuestas: la primera positiva, pues no le había reclamado por su error, la segunda de expectativa, pues daba la impresión de que esperaba de ello grandes réditos ya que estaba dispuesto a dar tanto sin rechistar. Mel empezaba a entender ese lado de Richard y su manera de pensar que en realidad no distaba mucho del de cualquier londinense promedio. Tenía miedo de qué podría llegar a pedirle pero accedió de todas formas.

 

Ese día, sin embargo y gracias al cielo, no irían a Egipto. Skye. Tenía viejas memorias del pueblo principal de la isla. El porqué los había citado tan tarde seguía siendo un misterio pero Mel no se cuestionó demasiado. Se puso ropa muggle, jeans, polo manga larga, zapatillas waterproof y un impermeable y metió la varita en su bolsillo. Luego se pasó la capucha por la cabeza y lo siguiente fue respirar el aire puro de su tierra natal, aunque ella no hubiera nacido específicamente en Skye.

 

--Una hora de sol más --susurró para sí observando el cielo del atardecer luego de hacer viscera sobre sus ojos con la mano derecha.

 

Muchos ingleses y extranjeros cometían el error de creer que el clima de Escocia era parecido al de Londres, así como sus horas de sol pero estaban muy equivocados. Tal cual había supuesto Mel, luego de salir de entre la vegetación y saludar a Athena agitando la mano, notó que la niebla empezaba a juntarse y el viento arreciaba aún más. Del pueblo no había ni señales, así que debían estar lejos o quizá en un punto ciego desde donde no se notara. Sin embargo Mel sabía que en algún lugar, los lugareños se apresuraban a llegar a sus casas o empezaban a refugiarse en cafés y bibliotecas.

 

Escuchó la explicación con cierto aire culpable pues ella era una de las repitentes. Sin embargo, todo el remordimiento desapareció cuando empezó la lluvia. Fue casi instantáneo: en un momento Athena explicaba con viento regular como sonido de fondo. Luego el viento arreció y empezaron las primeras gotas y al instante siguiente estaban bajo una lluvia intensa que los bañaba de pies y cabeza y empezaba a formar charcos en el suelo.

 

El cambio en Mel fue muy similar. En un momento se sentía algo culpable y al siguiente estaba riendo como una chiquilla bajo la lluvia con las palmas vueltas hacia arriba, sintiendo las gotas en ellas y alzando la punta de su nariz para aspirar mejor y con los ojos cerrados el olor de la tierra mojada.

 

--Melrose Moody --dijo entonces simplemente a la par que recordaba echar un impervius sobre su morral para no mojar el libro y las cucherías que llevaba allí dentro y luego volvía a guardar la varita.

Editado por Melrose

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No podía seguir cuestionándome más tiempo el haberme inscrito a una clase para continuar aprendiendo la magia de los uzzas. No, mientras allí afuera gente de pocos escrúpulos la aprendía para fines bastante egoístas (quizá hasta criminales).Sin embargo, que hiciera algo lógico en relación con mi intento de adquirir poder para hacer frente a la oscuridad no significaba que a mí misma, en el fuero interno me costara horrores sentirme dispuesta para la clase.

 

Al menos tenía el consuelo que la clase la dirigiría esta vez alguien que conocía y sobre quien tenía plena confianza y no un tipo psicópata como la vez anterior.

 

Seguí al pie de la letra las instrucciones de Rouvás. El morral con hechizo expansor encima, guardaba tanto el libro como las mil chucherías que debían usarse con ese tipo de magia, porque no me sentía particularmente dispuesta a ponerme todos esos objetos encima hasta que comenzara la clase. La ropa era más bien simple, un suéter tejido a mano, la vieja ushanka que no usaba desde mis epocas en el departamento de criaturas, un pantalón negro de algodón suelto que me permitiera facilidad de movimiento y finalmente zapatillas ideales para recorrer grandes distancias con ellas.

 

La distancia, oh maldita ella. Si algo detestaba de los uzzas incluso más que su filosofía extraña, era el hecho de mandarnos a los quintos infiernos para las clases. Por lo menos esta vez Rouvás había sido moderada "solo" trasladándonos hasta Escocia.

 

En cuanto haciendo uso del traslador, aparecí en Skye, lo primero que noté fue el cielo oscurecido por las nubes y un viento que agitaba las hojas de los arbustos circundantes. Abriéndome paso entre ellos, y preocupada por aquellas nubes apliqué un encantamiento impermebealizante sobre el morral, los objetos y sobre mí misma. Mejor prevenir que lamentar.

 

Ya cerca de mis compañeros de clase (aunque en realidad solo había alcanzado a distinguir a Melrose) comencé a escuchar la presentación de Athena. Tenía cierta curiosidad por saber quienes eran los repitentes, teniendo en cuenta que quizá aliarse con ellos a futuro para alguna tarea en común resultaría ventajoso, pero sabía también que preguntarlo abiertamente podría suponer una ofensa para algunos.

 

De repente, el viento dio paso a lo que me temía: un chaparrón. Por fortuna, el hechizo me protegía pero eso no impedía que alrededor todo comenzara a mojarse y la temperatura descendiera drásticamente. En mi interior, deseaba únicamente mi sillón y la confortable chimenea del salón del castillo Evans McGonagall, y tuve que poner todo de mi voluntad para no soltar maldiciones de aquel feo lugar.

 

No obstante, a mi lado, Melrose lucía encantada, chapoteando en los charcos, y completamente empapada. Al parecer solo se había preocupada de proteger el libro. Solo negué con la cabeza al oír su presentación. Casi me estaba convenciendo ya de que excepto por Athena, todos los Moody tenían alguna clase de transtorno. No me quedaba claro si debía presentarme también, pero opté por hacerlo.

 

- Bel Evans McGonagall, sin oficio conocido por ahora salvo ser matriarca de la Familia Evans McGonagall, y con enormes ganas de solo estar en mi castillo- solté finalmente cruzada de brazos.

 

Era incomprensible, lo tenía claro, pero realmente sentía la "felicidad" de Mel con el clima como una afrenta personal a mi malhumor.

Editado por Bel Evans McGonagall

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¿Cuantas horas faltaban para que el traslador funcionara?, se pregunto el myrddin leyendo por ultima vez su nuevo libro, aquel que una fortuna entera había hecho que sus arcas estuvieran mas vacías de lo habitual, lo observo de reojo mientras daba un ultimo vistazo a aquel objeto que seguramente se pondría de brillo azulado en el momento preciso.

 

Dos minutos

 

Fueron los que necesito para colocar una casaca oscura sobre sus vestimentas marrones una de esas a la moda que usaban en londres y Francia cuando era invierno, sabia que allá en skye hacia frio, pues alguna vez lo habia visitado en el pasado, un lugar prácticamente desolado para la época del año, pero no podía esperar, colocó su gorro de rallas y su varita oculta de los ojos indiscretos de los muggles y a la hora exacta ya estaba viajando mágicamente.

 

Al llegar, sentía todavía el calor de su cuarto, el olor de sus sabanas tibias pero no era momento de tomar una siesta mas, ahí seguramente conseguiria a @@Athena Rouvás aquella desvergonzada perdida que desde hacia mucho tiempo no veia. ultimamente la gente se la pasaba oculta y ya ni a tomar un trago invitaban, si no era por momentos como aquellos jamas se hubiera enterado que la conseguiria siendo ella su maestra e instructora Uzza.

pero el Myrddin apuró el paso, trataba de no tropezar para agilizar su paso ante la constante lluvia que comenzaba a caer y mojaba el suelo pero al ver quienes eran sus compañeras se sorprendió. @ @

 

--Quien diria que nos conseguiriamos todos juntos en el estudio de esta nueva magia, ¿considencia?, soy Adonis, ya saben...Na ustedes me conocen soy el Risueño Lestat Myrddin Rambaldi, el callado y quieto hombre de londres que no hace mas que ver revistas...de ...carros-- fue lo primero que se le ocurrió para obviar sus verdaderos gustos,- digo.. que Es primera vez que estudio este libro... si ustedes estan aqui es por que seguramente no es fácil-

 

-¿Tenia que ser lluvia,? mi pelooo...- Refunfuño lestat cuando en un segundo después ya estaba completamente empapado y uso su varita para secar sus ropas con un coletazo y lanzando un impervius a su libro y sus hojas de notas para comenzar a estudiar con mas calma...

 

El viento rugía, y el myrddin blanqueo los ojos, seguramente no seria la primera sorpresa del dia...pero estaba seguro que la pasarían mejor que un dia de campos y mas con todos aquellos que le había tocado compartir aquella clase.

 

El vuela pluma de lestat estaba listo, y salio de su morral listo para tomar todas las notas necesarias para no reprobar pero la rafaga de viento hizo mover los cabellos revueltos del castaño y los pego de su rostro de un lado a otro...

 

-¿como estan?-@@ les sonrió lestat tratando de alizar su cabello que sin ninguna calma revoloteaba por todas partes, estaba seguro que ya ha unos 30 metros estaba su gorrito de tela de lana que había traído...pero se quedo en silencio para ver que sucedía a continuación muy expectante de aquella clase, la verdad el hiperactivo myrddin estaba un poco ansioso, por primera vez aquel libro mágico por mucho que lo había leído no podía entender muchas cosas...

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-Pensé que no la vería otra vez.- Me refería a la profesora. –Incluso me parece muy curioso, espero en el próximo ver una nueva cara, no me lo tome a mal, es que me gusta variar entre los docentes que me imparten las cátedras.- Camine lentamente. –Soy Luxure, Demian. En lo personal no me interesa conocer a los demás integrantes de la clase dado que ya algunos lo conozco, por lo que mi duda es referente es respecto al veneno que realizamos con este nuevo poder me refiero al Cinaede o Sínodo.

 

En referencia al encantamiento dude, pues no me era común, pero conocía su letalidad y ello me encanto. Por lo que espere a que me aclare. – Digo, me preguntaba si su poder es tan letal como se rumorea y si se puede incrementar el poder del mismo. – Mi mirada comenzó a brillar lentamente. –Digo, en caso de ser posible, es bueno conocer los alcances y limitaciones del mismo.

 

Espere prudentemente a que consiguiera la respuesta que anhelaba, si era prudente o desagradable para mis compañeros no me importaba su opinión, dado que solo deseaba aprobar y nada más. Por lo que me mantuve jugando con mis nuevos anillos y amuletos los cuales los lleva colgando todos en uno de los colgantes, admitía que su peso me parecía algo absurdo, pero que más daba.

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Y como cada tanto, a Keaton se le había hecho tarde. Aquella vez la verdad era que no tenía muchas ganas de presentarse de nueva cuenta la clase con Athena referente al Libro del Equilibrio, ya que durante dos meses estuvo en clase de ese objeto, y aun cuando aprendió todo lo necesario, su desempeño en la prueba no fue el esperado. Estaba enojado consigo mismo, no con la tutora de la clase, por lo que la desidia que lo invadía era más por tener que pasar de nuevo por la enseñanza de aquel poder que por otra cosa.

 

—Ni modo, Ravenclaw, aplícate, más te vale pasar en esta oportunidad el Libro, no tienes los suficientes galeones como para estar despilfarrando —Y es que era verdad, a últimas fechas el ojiverde estaba sumido en una casi pobreza debido a todos los galeones que tiempo atrás había donado, y que lamentablemente veía que jamás recuperaría, por lo que no podía empezar así como así a dejar galeones a la deriva. Era por ello su enojo con la suspensión de la clase anterior.

 

Keaton accionó el botón que venía en su carta, y apareció en donde sus demás compañeros de clase y donde Athena. En aquella ocasión tendría el gusto de estar con gente conocida, dos de ellos, compañeros del Concilio, uno más que era hijo de una conocida, y otra más a las que de plano desconocía su existencia. Suspiró. Al menos estaría aquella clase un poco más movida.

 

—Disculpen mi demora, tuve algunos pendientes, pero ya he llegado —Se disculpó con una leve cabeceada —Melrose, Demian, gusto en verles por aquí —Saludó y esperó a que se desenvolviera la clase. En su diestra, tenía un monedero de piel de Moke donde estaba todos los objetos de los Libros anteriores y el Libro del Equilibrio; así mismo, en su diestra, estaba su varita mágica de cerezo.

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El parloteo era algo que no me interesaba realizar en la clase, por que me reusaba a seguir la conversa con mis iguales. Por consiguiente seguía intrigada respecto a la interrogante formulada con anterioridad, apenas si note la escusa del Ravenclaw y ello me pareció más que nada irrelevantemente, por los momentos poseía la mirada baja y no respondía el saludo.

 

-Mientras medita mi anterior duda.- le exprese a la profesora. -Un objeto del libro me causa curiosidad me refiero al anillo o era un colgante, en fin que nos cubre contra las miradas indiscretas y a ello le veo de mucha utilidad, así que me preguntaba si ese poder pudiera ser flaqueado con algo de magia o si por el contrario es impenetrable.

 

Cerraba los párpados y aun escuchaba el parloteo de gallinas que no dejaban poder concentrarme, estos compañeros me parecían unas aves de corral que su único objetivo era lucir sus plumas y conversar, en verdad extrañaba estar en mi sala común de Ravenclaw y poseer tertulias, foros l conversa torios muy interesante y de diversos temas, pero seguro ya me imaginaba en otra aventura en intentar descifrar el objetivo de la clase, como me paso con mi anterior maestro del libro.

 

-Esperó que acabe pronto la clase.- pensé en voz alta. -esa frase la mencione con cierta ironía y en voz baja, abría los pardos y detalle el comportamiento de mis compañeros. Pero su actitud y aptitud no me sorprendía, pero lamentaba estar en esta situación algo aburrida y social. Por tal motivo, espere a conseguir al menos un buen aprendizaje, aunque francamente lo dudaba.

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Alza la mano en dirección de Melrose para responder su saludo tal cual si fuera una junta de amigas planificada. Sabe que eso no califica con la seriedad de quienes la enviaron pero poco lo importa. Luego da la bienvenida a Bel, y no puede evitar sonreír con simpatía con un parlachín Lestad al presentarse, muy contrario al gesto contrariado frente a las palabras de Demian. Keaton es el último en unirse al lugar ante lo cual Rouvás solo asiente para luego comenzar con lo que tiene pensado.

 

—Oh, bueno, esto no era lo que estaba esperando precisamente pero era un escenario posible. —Sabía lo impredecible del clima en el Skye por esas fechas, pero como nunca antes visitó Escocia no esperaba que fuera tanto. —Como sea... —Elevó un poco más la voz para que el silbido del viento no fuese un impedimento de que escucharan. —Esto no nos impedirá rendir bien y practicar un poco, con algo de suerte quizás el aguacero amaine en un rato más.

 

Sus rizos fueron lentamente cayendo por el peso del agua, tal parecía que estaba bajo el chorro de una ducha. Rouvás acomodó el cabello hacia un costado, extrajo su varita y procedió a conjurar algo que evitara que la lluvia siguiese estilando por su cabeza, sus ropas le daban lo mismo. Estrujó un poco el cabello que de todas maneras quedó pegado a la vestimenta. Sería solo un extra en la dificultad.

 

Antes de continuar con lo pensaba decir se tomó una pausa para recalcar algo.

 

—Si deseas ver otra cara dando clases, Demian, te recomiendo que te esfuerces hasta poder alcanzar los siguientes Libros. A partir del Druida ya lo imparten los guerreros Uzzas. Pero si consideras que esto es aburrido no te obligo a quedarte y aviso a los directores que has desertado. Creo que aquí vienes a "aprender" y "practicar" sobre magia nueva no a solo lanzar comentarios ¿me equivoco? —Alzó una ceja junto a la última pregunta. Su tono se mantuvo neutro en todo momento pues no era ninguna amenaza o algo por estilo, solo una aclaración. —Y sobre tus dudas tendrás que leer con más cuidado lo que el Libro trae porque está bastante bien explicado en sus páginas, si aún así las dudas persisten las resolveré más adelante pues esta clase no será solo estar de pie aquí para preguntar cosas.

 

De hecho sería más bien como la vez anterior. Algo de explicación y luego algo más dinámico.

 

—Equilibrio existe en todas las fuerzas de la naturaleza según como se mire. Sol y luna, ying y yang, fuego y agua, y un largo etc. Este libro en su mayoría nivela sus fuerzas como en una balanza. Las semillas de hielo son la mente fría, la fuerza de la concentración, por el contrario las flechas de fuego provienen del calor de los sentimientos, los ideales, las convicciones. La razón y la pasión chocan y se nivelan con ellos dos. Los movimientos correctos serían estos... —Con la varita en mano se plantó frente a todos y se los enseñó un par de veces. —Tendrán un par de minutos para practicarlos, luego se esparcirán por los alrededores procurando no ir demasiado lejos. Pondrán a prueba su capacidad de balancear sus fuerzas, el fuego y el hielo a la vez. —Hizo hincapié marcado en estas palabras para que lo tomaran como una pista.

 

Les indicó que no debían alejarse más de unos cien metros a la redonda pero tenían libertad para escoger la dirección. Si deseaban quedarse a la vista era también válido mientras consiguieran cumplir con la tarea.

 

El elemento sorpresa sería una especie de ataque planificado. A cada uno lo atacaría, por separado, un animal salvaje de cada lado. Dependería de sus suerte con qué se encontraban por el lugar, porque pese a la presencia de varios habitantes muggles en el pueblo más cercana allí vivían tanto animales conocidos por esos mismos muggles como algunas bestias mágicas. Una de los animales atacaría por la derecha y el otro por la izquierda, el primero sería inmune a las flechas, el segundo a las semillas pero ambos atacarían a la vez. Solo iban a tener un par de segundos para equilibrar tanto el corazón con la mente y lograr abatirlos a los dos.

 

Por supuesto el elemento sorpresa era complicado, pero confiaba en que lo iban a conseguir. Conseguir este balance era fundamental para al final vincularse correctamente con el Libro.

 

 

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Entre los amuletos que portaba de los anteriores libros me alerta de un peligro eminente en mis flancos y puntos ciegos, eso me hizo clavar la mirada en mis compañeros, pues era posible que las palabras que pude pronunciar causara algo de molestia, aunque la facilitadora de este conocimiento supo frenarme con suma de diplomacia. Por tal motivo, no pude objetarlo en su momento.

Al caminar un poco un can y animal mágico que no evocaba nombre me atacan a la vez. Intente usar el anillo de amistad con las bestias pero no funciono, como resguardo me volvía intangible logrando que ambas bestias impactarán entre sí, allí tome distancia y me enfrentaba a las mismas. Ante la primera criatura invoque con agilidad las flechas de fuego y estas impactaron a la criatura algo desorientada por el impacto que había tenia hace poco. Ante la segunda creatura lance las semillas de hielo, logrando detenerla efectivamente, no obstante ahora poseía una criatura en llamarada en mi contra, por lo que al apuntarle con mi objeto mágico uso un lazo mágico que la ata el tobillo de la misma, esta comienza chillar y su aroma empieza a dar cierto aroma desagradable.

-Esto no lo vera bien.- Y acerco a la misma reduzco la llamarada con agua y apago con rapidez, curiosamente la misma se encontraba muerta, pero sabia que entre los amuletos que poseía exisitia algo que me daba la capacidad de resucitar y así que le pregunte a la encargada del libro.

-Admito que si leí el libro, entre los amuletos existo uno capaz de vencer a la muerte cierta capacidad de un nigromante y me preguntaba si este pudiera extenderlo a esta criatura muerta o en su lugar sería inútil, se que si regresa a la vida pronto moriría pero como andamos practicando supongo que a la bestia no le importara si sufre un poco más.

Editado por Demian Malfoy

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—Anímate Evans —alcanza a decir, sonriendo, antes de ver al siguiente recién llegado.

 

Sin notarlo siquiera, retrocede un poco y su felicidad se evapora. Lo observa sin poder creérselo. Se trata por supuesto de Rambaldi. Su nariz se frunce enseguida pero no es el olor intenso del vampiro lo que le molesta en sí mismo: es el hecho de que siente que se lo está topando por todas partes y que, de alguna manera, no puede evitar sentirse avergonzada y vulnerable ante su presencia. No es una situación muy lógica si no más bien instintiva. Es la única persona en Ottery que la vio en la transición de su aspecto rústico en los bosques escoceses a lo que es ahora y por si eso no fuera suficiente la bestia, la lobo, no es capaz de olvidar ese est****o duelo y como terminó abandonándolo y huyendo. Sabe que no fue una cuestión de valentía pero no puede evitar retroceder tras Evans McGonagall a quien conoce apenas de fecha muy reciente, refugiándose a medias tras ella y observando al vampiro con un ojo desconfiado. Inclina entonces la cabeza muy lento a manera de saludo, sin saber qué más hacer.

 

Se recupera segundos después, notando su propia manera de actuar y lo ridículo que debe haberse visto, pero no lo suficientemente rápido como para que algunos no hayan captado el ambiente. Para su suerte, más personas llegan y pronto la lección se ha reanudado, el ambiente se ha aligerado y se encuentra a sí misma atendiendo y encontrándose feliz de nuevo con el olor de la tierra mojada. Sí, el vampiro está allí "¿y qué más da?" Piensa algo más aliviada. Sin duda ha llegado para aprender, qué tontería portarse como se acaba de portar. Hay muchas cosas que le faltan aprender.

 

Una vez Athena ha dejado de hablar y Mel ha largado otra venia hacia Ravenclaw y Malfoy, a quienes se ha topado y conoce del trabajo, se concentra en colocarse las chucherías del libro. Anillos y colgantes, principalmente, aunque espera no tener que usar el amuleto de resurrección, cuanto menos. Luego, asiente ante lo que Athena dice y se aleja unos pasos algo pensativa, recordando los odiosos monigotes de la clase anterior.

 

Esta vez no necesita probar el asunto en monigotes. No ha avanzado ni siquiera diez metros cuando consigue ver a una criatura no muy lejos, aunque la lluvia le juegue trucos en la visión. Se trata de un hipogrifo, que ve acercarse más y más, hasta que no le quepa duda de que va a abalanzarse sobre ella. Alarmada, recuerda las instrucciones de Athena a tiempo, antes de meter la pata.

 

—Semillas de hielo.

 

Tiene suerte, aunque no lo sabe. Le ha atinado al tipo de hechizo que trabajaría en dicha criatura, que se encuentra ya a menos de dos metros de ella, cuando tiene el brazo extendido con la varita en la mano. El rayo, pega en pleno pecho del hipogrifo y el viento helado y paralizante se arremolina alrededor de la criatura, congelándola dentro de una película de hielo y dejándola así inmovilizada. Mel suspira muy temprano todavía, pues tuvo que concentrarse mucho pensando en ello, sin notar que otra criatura se acerca sigilosamente desde su flanco izquierdo, en su punto ciego.

 

Es sólo cuando percibe algo partirse ya muy cerca que se gira para ver a la bestia antes del salto que pega. Debe tratarse de alguna clase de criatura canina pero no tiene tiempo de detenerse a analizar la situación. Vuelve a pensar en unas "semillas de hielo" pero esta vez el hechizo, a pesar de surgir de su varita como la vez anterior, al pegar en el animal no hace ningún efecto salvo quizá enfadarlo, por lo que corre, como una criaturilla, hasta refugiarse en un árbol cercano. Sólo desde arriba nota que se trata de una hiena. Su pulso, se encuentra todavía acelerado pero sintiéndose más segura desde arriba al ver a la hiena rascando la base del árbol, cae en cuenta de que es imposible para un un ser de esa naturaleza encontrase en Escocia bajo la lluvia de buena gana. Si no ha muerto ya de frío o no está llorando por su precaria situación significa sólo una cosa: que son animales creados, con una orden en específico y que por tanto, puede tomarse todas las libertades que quiera.

 

Le cuesta concentrarse un rato todavía, pero finalmente piensa: Flechas de fuego y los filamentos caen, encendidos a pesar de la lluvia, con fuerza sobre la hiena, un fuego que al hacer contacto quema con furia, incendiando su piel y produciendo heridas horribles, que no cierran. La hiena empieza entonces a revolcarse en el suelo lodoso, en su intento por apaciguar el fuego y terminando por encender la madera mojada del árbol sobre el que se encuentra Mel. Ella entonces se sabe de pronto atrapada, notando con impotencia que la hiena empieza a correr de un lado al otro desesperada por el dolor y la abundancia de su propia sangre manando de la gran cantidad de heridas que el fuego le ha infligido, pegando fuego a las matas secas también. Pasa un rato todavía antes de que se encuentre cerca de su árbol de nuevo y otro tanto para que sea capaz de atinarle con el aguamenti. Para entonces, más de media docena de árboles están encendidos, así como buena parte de la maleza y si no fuera por la lluvia probablemente medio bosque.

 

—¡Perdón allí abajo! —dice entonces esperando hacerce oír— Yo... ¡cof! ¡No pretendía armar éste...cough... desastre!

 

El propio árbol de Mel, aun parece tener algunas yescas pero es más bien el humo lo que termina haciendo que piense en un casco-burbuja para dejar de toser como una asmática. Luego, termina de apagar su propio árbol primero, a pesar de que pueda parecer un poco egoísta, a la par que rebusca en su bolso en busca del amuleto voleador ¿o era planeador? Para poder bajar.

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