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Prueba Libro de la Fortaleza


Keaton Ravenclaw
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Prueba Libro de la Fortaleza

 

Y el momento había llegado.

 

El tiempo apremiaba, y bastante, las prueba debía de haber dado comienzo desde hacía unas horas, pero el buen trabajo de las estudiantes de aquel curso del Libro de la Fortaleza, había dejado embobado a Keaton, pues sus acciones dentro de la última tarea práctica antes de la Prueba, le había encantado, las chicas serían unas expertas en aquellas artes y el Ravenclaw esperaba haberlas instruido bien, lo cual se vería a continuación en la Prueba FInal que debía pasarse con creces para vincularse.

 

EL escenario sería el mismo llevado durante la clase, aunque ahora las tres chicas deberían de fijarse mejor en él pues podrían existir ventajas que les ayudaran en el duelo. Había que recordar en que las orillas del Coliseo, había armamentos y defensas, esto era, lanzas, arcos con flechas, espadas, látigos, cadenas, escudos de metro y medio de diámetro, cascos y demás artefactos que podrían o no emplear las chicas.

 

Además de ésto, alrededor, y por lo alto de las paredes que daban hacia la Arena de combate, había un sin fin de Ballestas con Flechas que se activaran cuando empezaron los duelos en pareja, Además, había ya, detrás de unas grandes puertas, varias Criaturas Mágicas que se encargarían de darle mayor emoción al duelo, pues serían obstáculos que tendrían que sortear las chicas junto con los ataques a sus oponentes.

 

—Muy bien chicas, pues el momento ha llegado, a partir de ahora, cuenta con solamente sus varitas mágicas, los amuletos, pasarán en este momento a otro plano y deseo ver que entendieron bien las explicaciones de ambos hechizos que se les otorgan con la vinculación al Libro de la Fortaleza —Explicó el Animago —Las parejas quedarán así: Maida, tú pelearás con Valentina, y Gabrielle, a ti te tocará batirte en duelo conmigo —Explicó y les hizo una señal para que empezaran.

 

Keaton le daría ventaja a Gabrielle, el primer ataque lo realizaría ella.

 

 

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~+~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

@@Valentina Ricci Yaxley @ @@Gabrielle Delacour

¡Chicas, bienvenidas a su Prueba del Libro de la Fortaleza!

Me ha encantado verlas rolear, su trama me encantó y no tenga nada más que decir que felicidades. Ahora pasaremos a la Prueba y es esencial que pongan mucha atención a las definiciones de los hechizos del Libro, ya que es lo que se evalúa en la Prueba, más que si logran ganar o no.

Las reglas de la Prueba:

°Las reglas son las mismas que para los duelos asaltos/redadas.

°Pueden emplear únicamente hechizos Neutrales, Neutrales Graduados y los correspondientes al Libro del Aprendiz de Brujo y el Libro de la Fortaleza.

°Pasadas 24 horas, si su rival no responde, pueden crear una bestia mediante Morphos para atacarlo.

°En su primer ataque, les caerán encima cinco flechas lanzadas por las ballestas descritas en el rol, deben defender o curarse del impacto.

°En el segundo posteo, a Valentina la atacará un Cangrejo de Fuego, a Maida, una Esfinge (deberás responder a un acertijo creado por ti) a Gabrielle un Hipogrifo, y a Keaton un Dementor.

°No se permiten los OFF y tampoco las ediciones de posteos.

°Hechizos resaltados con negritas y/o cursivas.

°Dudas, en el topic de COnsultas y Sugerencias del Libro.

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Claro, si ya lo había dicho, lista para un duelo, no estaba. Seguramente jamás lo estaría. Encima, ¿contra Valentina? ¿Es que acaso algo en el universo intentaba ponerlas contra la otra? Era la segunda vez en menos de un trimestre que se medía en varitas contra ella. Como siga así, ya se imaginaba la reprimenda de la familia completa. O quizá no. Todo sea por el buen desenlace de un curso académico. Respiró hondo mientras su ojos veían por segunda vez —y con mayor detenimiento—, todo lo que iba a estar a su disposición a partir de ese instante.

 

Cuando por fin se sintió un tanto mejor, sacó la varita de los pliegues de su manga y lo blandió como si tratara de pesarla. Giró el rostro hacia Gabrielle, quiso asegurarse que ella también se hubiera recuperado de lo que sea que la hubiera colocado contra aquella pared imaginaria. Ya la buscaría para conocer la historia en el Castillo Black. Asintió con la cabeza, y repitió el gesto cuando sus ojos se cruzaron con los de Valentina. Tenía el presentimiento que las tres saldrían airosas de aquella especialización mágica.

 

— Uspekh na vsichki —recitó en búlgaro, como hacía cada vez que se sentía realmente nerviosa.

 

Ya estaban todas a la distancia suficiente como para que los hechizos que salieran de cada arma fuera al destino señalado por las brujas. La pregunta era, ¿con cuál comenzar? A pesar de ser las tres mortífagas era lógico que no usaran esos hechizos en el recinto de la Universidad, sin embargo, esos eran justamente los que mayor daño hacían, según el conocimiento casi nulo de la ojiazul. Se tomó un último relajo al anudar su cabezo en un moño a la altura de la nuca. Un último respiro prologado. Pensó en un Embrujo Punzante y acto seguido vio deformarse el rostro hermoso de su prima en algo, francamente, indescriptible.

 

Quiso ponerse algún hechizo para no oír las quejas de Valentina, pero no le dio tiempo a hacer nada. Como si de algún efecto kármico se tratarse, vio como las ballestas que hasta hace unos segundos, servían de adorno, lanzaban cinco flechas dispuestas por completo a atravesarla, quizá en un instante más. Sus ojos casi se quedaron en blanco y la lista completa de hechizos desapareció de su memoria. Ni que decir de los quejidos de su prima.

 

A duras penas, sus neuronas lograron el inocente proceso sináptico para formular la Salvaguarda Mágica por vez primera en su vida. La Yaxley vio como una a una las flechas cruzaron lo que debía ser su cuerpo y se estancaron en el suelo del Coliseo. Si había una competencia entre la palidez anterior de Gabrielle y la actual de Maida, seguramente era un empate. Incluso los nudillos con los que aún apretaba la varita era exagerado. ¡Lo había logrado! No había muerto en el primer hechizo.

 

Sudaba frío, si. Pero no estaba muerta. Aquello definitivamente iba en serio. Tragó saliva y se puso en guardia, seguramente la respuesta de su prima no sería amable.

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Y de nuevo, allí estaba Maida, su querida prima. Yaxley contra Yaxley con una única vencedora. Desde luego, la situación era cómica como para escribir un ensayo, pues parecía como si no pudieran evitar las situaciones de duelo. Y pese a que no la tenía en demasiada estima, la última vez sí que consiguió hacerle daño. Nada grave, solo una muñeca lisiada, pero lo suficiente como para tener que ir a San Mungo para recuperarse.


Esta vez fue su prima la que empezó la batalla. Casi que lo prefería, pues apenas tenía una ligera idea de lo que tenía que hacer: defenderse para salvar su trasero. Pero cómo no podía ser de otra manera, la Arena no invitaba a permanecer resguarecido, sino todo lo contrario. Aquello parecía una sala de torturas de la Edad Media más que un Coliseo romano. Había de todo lo que te imaginaras con lo que poder hacer daó y más aún.


Eh, hola de nuevo —levantó levemente su mano izquierda para corresponder al saludo en pársel que la morena le dedicó.


Parecía estar tan controversiada como ella. Eso le aliviaba, pues era obvio que ninguna pretendía provocarle el mal a la otra, no más que el necesario para aprobar.


Estos malditos profesores solo buscan enfrentarnos, ¿te has dado cuenta? Al final vamos a terminar haciéndonos daño de verdad, y ni siquiera somos enemgias —suspiró—. En fin, espero, al menos, aprender algo de estas lecciones.


Pero parecía estar más concentrada en reventarle la cara a Valentina, literalmente. Y es que unas bolas de pus aparecieron como de debajo de su piel para deformar su rostro por completo.


¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! —gritó fuertemente mientras se llevaba las manos a la cara.


Apenas pudo ver el espectáculo de las flechas, pues ni tan siquiera conservaba una correcta visión. Tan solo se centró en agarrar la varita y pronunciar como pudo:


Zzzz, za, Zancadilla.


Intentaría tirar a la muchacha al suelo, aunque fuera por hacerle un moratón en el cachete. Pero tenía un problema mayor, y es que una ballesta se disparó de la nada, intentando clavar cinco flechas en sus piernas.


¡Morphos! —gritó empuñando su varita, sin llegar a ver muy bien de dónde narices venían.


Pero, por suerte, las flechas se convirtieron en hermosas mariposas de todos los colores que salieron revoloteando hacia el cielo.


Seguía concentrada en su cara, acariciándola levemente, como si pudiera modificarla al tacto de sus yemas. Sabía que en algún momento pasaría el sufrimiento, pero el tiempo parecía haberse ralentizado.

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Mismo escenario, mismas personas, diferente sentir. La Black tenía una especia de mezcla entre adrenalina y nervios, tenía años sin presentar una prueba y sobretodo, años sin un duelo; hacía unos meses había practicado con su hermano pero aquello era cuestión de perder por unos cuantos galeones. Esto, era real.

 

Escuchaba atenta a Keaton, ahora le tocaría pelear con él ¿Con él? Bueno, empezaría con el pie izquierdo después de todo, los nervios habían logrado superar su ansiedad y hasta ahora se daba cuenta que el tener más de 8 años fuera de las peleas al fin dejarían cicatrices tangibles.

 

De inmediato su varita se materializó en su mano izquierda, sus ojos observaron detenidamente el lugar, ahora aquel piso vacío estaba lleno de armaduras y posibles obstáculos ¿Ballestas? Un auténtico coliseo a lo que Gabrielle enfocó de inmediato a su profesor, sabía que las cosas serían directas y Maida y Valentina no habían perdido el tiempo a lo que comenzaban a duelear, solo quedaba ella.

 

- Seccionatus

 

Dijo apuntando al vampiro, de su varita salieron las esperadas medias lunas directamente hacia el chico y la francesa miraba atenta. Pero su atención se vio interrumpida por un sonido que cortaba el silencio para ella y unas flechas habían sido disparadas por las ballestas, sin mucho que pensar y tomando en cuenta lo último que recordaba gritó Salvaguarda Mágica y cerró los ojos por escasos milisegundos esperando el posible impacto de las flechas. Pero Nada.

 

- Sigo viva...creo.

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Maida cayó de bruces, tal y como esperaba. Sus ojos parecían estar fijados en el infinito, con la mirada totalmente ausente. Se extrañó, pues normalmente se mostraba como una chica enérgica y muy intensa. Parecía haberse pegado un buen porrazo en el trasero, tal vez le dejaría algún que otro moratoncillo de recuerdo.


¿Estás bien? Se te ve algo cansada.


¡Ya podía ver! El efecto del puñetero embrujo se había disipado por completo. Ya apenas le molestaba y no pudo evitar sonreír mientras se percataba de aquel hecho. Eso era buena señal, pues podría usar hechizos más efectivos.


Sabía que debía concentrarse en su prueba sin mostrar compasión, pues era lo más importante en aquel momento. Keaton estaba allí, observando de reojo. Obviamente estaba más concentrada con el duelo de su otra compañera, pues era partícipe del mismo, pero sabía que de cuando en cuando las vigilaba para ver qué iban haciendo. Quería dar buena imagen delante de su maestro. Ansiaba conseguir el maldito libro para crecer en cuanto poderes y no podía fallar en el intento.


Valentina dio una rápida carrera aprovechando que su prima continuaba en el suelo. Se acercó lo suficiente como para poder encantar un hacha de filos muy pronunciados. Apuntó con su varita y pronunció:


¡Morphos!


Una enorme araña peluda, más o menos del tamaño del hacha, se transformó al instante. Sus múltiples patas se movían al compás hacia Maida. Iba veloz a clavarle sus colmillos venenosos en alguna parte de su menudo cuerpo. No sabía qué le haría más daño, si la mordedura o el veneno de tan asquerosa criatura.


Siguió a su temporal mascota hasta quedar delante de Maida. Tenía que seguir atacando. Así, pues, colocó su varita nuevamente en posición de ataque.


Sectum... ¡AH!


Al grito, se dio la vuelta para encontrarse, justo a sus espaldas, con un histérico Cangrejo de Fuego. No sabía de dónde narices había salido, pero acababa de quemarle la pierna izquierda con una de sus bolas de fuego. Y dolía. Mucho.


Sin pensarlo dos veces, invocó el Salvaguarda Mágica con su mente, casi a milímetros de que una ráfaga de bolas de fuego continuara cebándose con ella. Cerró fuertemente los párpados esperando a que pasara. Pero las bolas traspasaron su cuerpo como si fuera totalmente inmaterial.


Exhaló. Se preparó para atacar al Cangrejo, pero éste fue hacia atrás y desapareció. Parecía ser obra del Coliseo, como una especie de prueba que solventar en mitad del duelo. Miró su pierna. El fuego había traspasado el vaquero, haciéndole un buen agujero. Su piel estaba hinchada, roja y con pompas. Pero entonces se acordó de que aún le quedaba un hechizo de su libro. Sin más, pensó en Curación y así pudo curar aquellas pompas sin necesidad de consumir otra acción.


Bueno, Maida. Parece que no voy a ser tu único peligro aquí. Oye... ¿eso de ahí es una Esfinge? —preguntó sorprendida.

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