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Prueba de Videncia #11


Sajag
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Cada vez que recordaba la experiencia que había tenido con aquel muchacho que hoy pasaría los obstácul0s para llegar a la pirámide, Sajag tenía la sensación que necesitaba tener más humildad y menos soberbia. Eran características necesarias, ambas, en su justa medida; no podía, sin embargo, cambiar la forma de ser de cada pupilo. Es por eso que, a pesar de ello, y porque sabía que el muchacho estaba preparado, le había permitido acceder a la Gran Prueba que se desarrollaría en el interior de la Pirámide, en la Sala del Portal de la Videncia.

 

Antes, debería evitar tres obstáculos en los que demostraría su poder de concentración y de Visión para obtener aquel Vínculo. Sabía que esa era su ambición: conseguir el Anillo y, algún día, todos los anillos que le permitirían ser un Arcano. Sajag sonrió porque había visto el futuro del muchacho y, aunque codicioso, sabía que estaba preparado para conseguir lo que se propusiera. Conocía otros Arcanos como él, ¿por qué no iba a conseguirlo?

 

El primer impedimento era el mismo río que separaba la isla de los terrenos del Ateneo. Un camino de fe... Eso era lo que le deparaban aquellas aguas turbulentas. El camino de fe, caminar en el aire sobre un camino invisible que le mantendría en el aire siempre que confiara en sí mismo.

 

Miles de velas apagadas cubrían la distancia entre ambas orillas; cada una de ellas tenía una palabra esculpida en la cera, un sencillo vocablo que despertaría en él una serie de Visiones, algunas suyas y otras ficticias de otros videntes que habían hecho aquel camino. Aries debería encender sólo las velas que fueran suyas. Si acertaba, podría avanzar en el aire, sujeto sólo por sus aciertos. Cualquier fallo le haría desplomarse al agua y no saldría de allá vivo. O tal vez sí, olvidando todo lo sucedido y teniendo que empezar de nuevo como si no se hubiera presentado aún. ¿Cuántos intentos fallidos le harían falta para cruzar el lago? Sólo Sajag sería capaz de contarlos, sufriendo porque cada vez que cayera perdería parte de su memoria; algo importante se perdería por el camino.

 

Cuando llegara allá, tendría que caminar hacia la zona de maleza. En un árbol encontraría un manojo de globos trasparentes que le mostrarían hechos de su infancia, pero no como habían sido sino como hubieran podido ser si... Debería reconocer en aquellas verdades no materializadas cuál hubiera sido el resultado en el Presente. Había tres anillos de maleza impenetrable que le impedía el paso hacia la entrada del laberinto. Cada vez que fuera capaz de vislumbrar el presente alternativo al que le hubiera llevado aquel pasado, la maleza desharía un círculo y le dejaría avanzar. El peligro de esta prueba era que supiera recordar su propio presente y llegar al laberinto dentro de la realidad correcta o podría perderse en un limbo de futuros imposibles que no le permitiría volver a ser lo que era en el presente de la prueba. Se perdería en sí mismo y no volvería a ser el que era.

 

En cuanto llegara a la entrada del laberinto volvería a ser el de siempre. Si había aprendido la lección que le inculcaba esta segunda fase, estaría preparado para afrontar la tercera: el laberinto era un complicado circuito de caminos imposibles y sólo uno llevaba hacia el centro, en el que encontraría un terreno de piedras idénticas a la que le tenía que devolver al Arcano. De alguna manera, ésta había caído y se había mezclado con las otras. Debería usar su Don para descubrir qué pasaría si llegaba a la Pirámide sin piedra, para conocer qué pasaría si llevaba cualquiera de las piedras e intentaba engañar al Arcano y al Portal. Debería "Ver" cuál era la piedra correcta. Sin ella, ya podría dar media vuelta que el Portal nunca se le abriría.

 

En cuanto la tuviera, estaría listo para encontrar con facilidad el camino de salida del laberinto y llegaría a la Pirámide, donde Sajag le esperaría para hacerle la gran pregunta, sin cuya aceptación no podría entrar en la Gran y Definitiva Prueba para la Vinculación con el Anillo.

 

Sajag parecía dormido, en el centro de la sala, mientras esperaba su llegada para hacérsela.

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El Ivashkov era un joven que no descansaba hasta lograr sus metas, así que empezaba con pequeños objetivos hasta lograr su gran meta, cada habilidad que cursaba solo era un pequeño objetivo como lo eran los rangos que iba obteniendo al ir avanzando dentro de su bando. Para lograr sus metas en un plazo determinado, procuraba no tener demasiados errores mientras avanzaba a su siguiente objetivo así que al haber logrado su primera meta en su vida desde que había entrado a la Marca Tenebrosa. La noche anterior, al día en que empezaba su prueba para adquirir el aro de videncia, a Aries lo acababan de nombrar Ángel Caído.

El ahora Ángel Caído se había presentado a la orilla del río que los separaba de la isla donde se encontraba la gran pirámide donde se hallaban todos los portales para lograr vincularse con los anillos de habilidad, el metamorfomago siempre se preguntaba el por qué cada habilidad que cursaba tenía el mismo inicio, cursar un cuerpo de agua, un reto en medio y al final un laberinto, esperaba que la prueba de esa habilidad no fueran igual que las otras.

Mientras más cerca estaba de la orilla del río se pudo dar cuenta que los miles de velas que flotaban a una altura factible del cuerpo de agua creaban un camino, el cual le ayudaría para poder cruzar a la isla de las habilidades. Aries se quedó mirando a Sajag que lo esperaba, le sonrió, después giro la cabeza para ver el camino de velas. Aquello hizo que rascara su cabellera azul y sin intercambiar palabra alguna con el Arcano se adelantó a ver las velas.

La primera vela tenía como vocablo líder, si había entendido la dinámica, cada palabra grabada en las velas le ayudarían a generar pequeñas visiones, así que la palabra líder no era de ella, por lo que la vela se quedó apagada. Para la segunda vela, sus ojos se cerraron, lo único que necesitaba abierto era su ojo interior, ya que consideraba que las palabras que pudiera leer su tercer ojo eran las que debía encender para cruzar el rio. La palabra de aquella vela era familia.


Se encontraba mirando a su melliza, él lucía un traje sastre en color blanco con una corbata en azul que combinaba con su cabellera algo alborotada, se encontraba muy feliz, porque tenía una sonrisa autentica en sus labios. Addison, su melliza, lo acompañaba con un vestido negro tomada del brazo y mientras le acomodaba el nudo de su corbata le aconsejaba ser una mejor persona, que pensará en la familia que estaba formando y fue entonces que se dio cuenta que iba a formar una familia con una persona a la cual esperaba amar tanto como para desear casarse.

Y así como había logrado dar el primer paso, dio varios pasos más, mientras miraba más visiones sobre su futuro amoroso, profesional y familiar. El proceso hasta ese punto se había vuelto un tanto agotador, nadie le había dicho que usar su ojo interior por mucho tiempo se volvía tan agotador, pero lo bueno era que había pasado el primer reto y se encontraba en la Isla de las habilidades.
Editado por Aries.

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Sajag estaba muy sorprendido ante la torpeza del muchacho. El Arcano se mordió varias veces los labios al verle caer una y otra vez. ¿Se habría equivocado al decirle que pasara a la Gran Prueba? Aries había conseguido cruzar la primera vela sin grandes problemas, con gran lucidez pero después todo parecía ir de mal en peor. Para él tal vez le pareció que el camino había sido corto y fácil de cruzar pero, en realidad, había sufrido caídas importantes. Si la primera le había sorprendido, las siguientes le habían preocupado. ¿Es qué no usaba bien su Ojo Interior?

 

El Arcano le ayudó a salir una y otra vez. Algo le decía que, aunque fuera sólo por los intentos que hacía se merecía llegar a la otra orilla. Tal vez Aries no era consciente de la ayuda que le prestaba aquella figura regordeta con las velas pero le permitió seguir adelante, porque le pareció que era imposible que hubiera fallado en su predicción de que él pasaría la Gran Prueba.

 

Así, cuando Aries llegó a la orilla, agotado, tal vez no sabía que había estado a punto de no conseguirlo. El Arcano estaba confundido y necesitaba orar, concentrarse en su mantra interior para conseguir encontrar el significado de lo que había sucedido en la primera prueba.

 

No estaba satisfecho con lo sucedido, le había parecido poco apto para un muchacho que va hacia una prueba vital. Aún así, decidió no frenarle y dejarle cruzar el segundo obstácul0 de la isla, a ver qué tal se le daban los globos. Sagaj podría parecer un buen arcano, amable y cordial; sin embargo, era muy exigente porque sabía que el Portal podría hacerle retroceder y perderse en un limbo del que podría no salir con vida.

 

Esperaba que Aries luchara por pasar la segunda prueba sin que él tuviera que intervenir. Lo había hecho una vez; la muchacha a la que sacó de la prueba nunca le perdonó que no le dejara acabarla pero seguía viva. Sajag se preocupaba mucho por sus alumnos y para él, conseguir la Vinculación del Anillo no era tan importanet como que acabaran vivos. Así que no dudaría en hacer retroceder a Aries si sus logros no le satisfacían.

 

Así, le contempló levemente y volvió sobre sus pasos hacia la Pirámide, esperando no tener que volver a salir de allá para salvarle de sus errores o se lo haría pasar mal, muy mal, hasta que sintiera que estaba preparado para cruzar el Portal

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No estaba muy seguro de que había pasado el primer obstáculo ileso, su ropa se encontraba húmeda de tantas veces que había caído al lago (sólo tres veces), quería justificarse, las palabras que había leído le hacían ruido en la cabeza, pero las elecciones al encender las velas habían sido erróneas. Las visiones sobre tener dos hijos no eran de él, aunque muy en el fondo deseaba tener una familia con la pelirroja Macnair. Aries se preguntaba ¿por qué recordaba las visiones de los errores, pero no recordaba ninguna de las visiones de sus aciertos al cruzar?

La figura masculina, en la última visión de la que fue víctima de una caída, se encontraba mirando una placa que decía Ministro de Magia, lucía un traje de color verde esmeralda, su cabellera era de color naranja corto y rizado, sus zapatos eran de color negro. Jamás había visto el rostro, pero aquella visión era lo más cercano a lo que aspiraba a ser, así que sin pensarlo prendió la vela y cayó al agua por última vez. Debía aprender a diferenciar entre sus deseos personales y lo que de verdad se miraba gracias a la habilidad de videncia.

Cuando se recuperó de su cansancio mental continuo su camino hacia la maleza, se sacudió un poco tratando de poner su mente en blanco, y de activar lo que él consideraba tener su tercer ojo abierto. Mientras más se acercaba a la maleza podía ver una serie de globos con lo que parecía haber recuerdos, trato de ignorarlos, pero justo cuando trataba de avanzar por la maleza había tres anillos en el suelo bloqueando su paso. Así que comenzó a hablar con él mismo.

No puedo pasar, tres anillos de magia que deben estar vinculado con algo…—caminaba de un lado a otro mientras seguía hablando. —Pero ¿qué? —miraba a su alrededor, había tardado alrededor de media hora en atar los cabos sueltos. —Los anillos están vinculados a los globos… ¿A cuáles?

Camino directo al árbol con los globos y comenzó a verlos. Dentro del primer globo se encontraba un primer recuerdo de una infancia que él no había vivido.

Aries, a la edad de un niño de once años se encontraba en casa de su padre, leyendo un gran libro de historia de la magia que devoraba con muchas ansías. Había terminado los deberes del colegio, así que tenía el derecho a leer lo que él quisiera. Parecía tener una infancia feliz y tranquila, su padre junto con su nueva esposa lo arropaba todas las noches antes de ir a dormir.

Para el Aries del presente aquello le parecía repulsivo, entonces se preguntó que hubiera sido de él, si en lugar de haberse quedado con Tauro y su actual esposa, Leah Ivashkov, se hubiese ido a vivir con su padre.

El presente del Aries del globo parecía un tanto aburrido, el joven de 18 años estaba terminando su preparación para iniciar un trabajo como un Diplomático entre naciones en proceso de compra y venta de artículos, así como el traslado de criaturas entre una nación a otra. Aries se miraba como un joven tranquilo, el cual disfrutaba mucho de hacer aquel tipo de trabajo.

A Aries le entró un escalofrío, odiaba los trabajos en oficinas, amaba ser un alma libre así que al verse de esa forma le pareció repulsiva, pero a pesar de eso, seguía mirando a su alrededor.

Aries se encontraba hablando con una mujer de cabello castaño, a la cual segundos más tarde tomo de la cintura y le dio un pequeño beso en los labios. La escena avanzaba, mientras ambos jugueteaban y decían frases como “estamos en el trabajo”

Y entonces lo supo, el joven de cabellera azul en aquel lugar tenía un trabajo de oficina el cual le fascinaba y estaba en una relación formal con una chica, cosas que él no iba a tener, porque había crecido amando la sangre del enemigo derramarse por el suelo de las mansiones y el hecho de que le daba cierto miedo formalizar su no relación con Arya.

Su cabeza giró a ver los anillos y entre la maleza ahora sólo se encontraba un par de anillos en el suelo, estaba seguro que la siguiente visión no real de su niñez no iba a ser tan dulce, si bien no era mujer, podía presentir que lo que iba a ver no le gustaba para nada. Aun así, no espero ningún momento y comenzó a ver el recuerdo de niñez falsa.

El pequeño metamorfomago de solo un año de vida se encontraba llorando en los brazos de su madre, la ahora Líder Mortifaga, besaba su frente mientras se despedía de él entre lágrimas. Tauro había decidido darlo en adopción antes de que cualquier miembro de la entonces Orden del Fénix pudiera chantajearla con hacerle daño a su hijo para que esta confesará sus crímenes.

Aries había vivido en una casa de adopción, en el que había conocido a Addison, la mujer que era su melliza, ya que ambos habían llegado a aquel sitio el mismo día, Aries tenía varios recuerdos de haber despertado llorando y que los ojos grises de una bebé muy linda le miraban desde la otra cuna, pero en aquella visión algo cambiaba.

En la cuna que se encontraba a un lado de donde se hallaba el ahora Ángel Caído se encontraba un pequeño bebé de cabellos negros, con el que al paso de los años las peleas y discusiones entre ambos chicos se iban haciendo más, y más grandes.

Y hasta ahí se paraba el recuerdo, la última edad que él tenía en aquel recuerdo falso era de 5 años y estaba torturando a su compañero con una serpiente mientras hablaba de forma fluida el parsel. Aries se quedó mirando un punto fijo para ver que era de ese Aries en el presente y aunque lo que miraba le disgustaba más que la primera visión no realizo comentario alguno.

El joven de 18 años de aquel recuerdo falso se encontraba pagando una condena de 4 años por haber asesinado accidentalmente a su compañero de cuarto, Aries estaba muy delgado, todas las noches se arrepentía de haber asustado a su amigo al grado de que este cayera por la ventana de un dormitorio en el quinto piso. Él no lo había tirado, pero cuando describió la escena de cómo es que habían ocurrido las cosas, las personas que lo enjuiciaron lo vieron más culpable que inocente.

El joven de ojos grises regreso al momento donde estaba realizando la prueba, comprendía el hecho de que aunque lo negara un montón de veces, Addi había cambiado su mundo y que aunque el más lo deseara, la mujer de cabellera castaña no era su melliza, pero si una persona a la que quería mucho. Tras aquella reflexión, el segundo anillo se había desaparecido, en el lugar solo quedaba un último recuerdo vinculado a un último anillo, pero en el árbol había 2 recuerdos, así que debía pensar en cual recuerdo falso tomar para poder lograr desaparecer los tres anillos.

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- Hice bien en permitirle seguir la prueba - se dijo el Arcano para sus adentros.

 

Y es que el joven Aries había pasado un peligro importante y había sabido salir con vida de aquel enfrentamiento con los globos. Al principio parecía no decidirse a caminar hacia la zona del segundo obstáculo pero Sajag se dio cuenta que no era indecisión sino análisis: el muchacho había estado cavilando sobre el estado de sus ropajes y de su mente y pareció entender lo sucedido. Era inteligente, sin duda, por lo que enseguida vislumbró que las pruebas no se pueden hacer corriendo sino pararse a reflexionar y entender bien lo que el Ojo parecía indicarle. Éste, a veces, no muestra lo que es sino lo que pudo ser, lo que nunca fue, lo que podría haber sido o lo que nunca será. Las imágenes de las visiones eran trampas que cualquier iluso podría confundir. El Arcano esperaba haber enseñado a sus pupilos a discernir la verdad presente para que ninguno de ellos se perdiera en quimeras.

 

Era necesario o acabarían perdidos. Y no quería ver a Aries deambulando eternamente por aquel laberinto al que se acercaba ahora, tras haberle impresionado con sus visiones de su no-vida y sabiendo elegir la visión correcta para seguir avanzando. Aún le quedaba un globo por conquistar, un recuerdo contra el que luchar.

 

¿Lo conseguiría?

 

El Arcano se pasó la mano por su pelo marrón y decidió que tenía que ser paciente. Así que se sentó en la sala del Ouroboros y comenzó a tocar un sitar que apareció en sus manos de la nada, concentrándose en arrancar sonidos armónicos que, si se concentraba, el chico podría oír desde donde estaba y, tal vez, sólo tal vez, le daría la tranquilidad para avanzar hacia su destino.

 

- Un anillo más y estarás casi aquí, muchacho...

 

Casi... Aún le faltaría después otra prueba.

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Aries podría ser un mal amigo, un mal compañero, un ser prepotente, un ser despiadado, alguien que tenía las metas y expectativas muy altas, y todo eso era gracias a la educación que había recibido de su madre. La actual Lider Mortifaga lo había formado para que fuera un gran luchador, una persona que no se dejará aun cuando tuviera todo en contra y la verdad era que nunca se lo había recriminado, a él le encantaba no tener piedad con la gente que no tuviera sus ideales, pero protegía a los suyos al igual que su madre protegía a los que ella llamaba sus otros hijos, todo aquel mortifago que era fiel a la marca tenebrosa.

Para cuando el Ivashkov se quedó de pie mirando ambos globos, supo casi enseguida que globo era el mejor, sus ojos se hallaban cerrados, frente a él un globo dorado en el que su interior brillaba un recuerdo que no había ocurrido jamás. Se secó las manos en su ropa, había sudado más en ese último globo que en todo lo que había sudado en todo lo que llevaba de la prueba, y aunque sus ojos se habían mantenido cerrados el contenido de aquel globo se reproducía en su cabeza.

Un niño de siete años miraba el cuerpo de su madre sin vida, estaba tratando de no llorar, se le podía notar por el esfuerzo de mantenerse serio mientras apretaba los puños. Miraba a las personas alrededor, la destrucción de su hogar era un indicio que aquello había sido algo más que un duelo uno vs uno. A su casa habían entrado más de una persona buscando matar a su madre y lo habían logrado, entonces aquel sentimiento de tristeza que embargaba su corazón se volvió odio, pero no un odio hacia la gente que le había hecho daño a Taurogirl, no, si no a aquellos que él consideraba su familia.

Mientras el recuerdo iba avanzando, el metamorfomago apretaba los puños como el niño que veía en su recuerdo, al igual que ese, él estaba tratando de no llorar. Por primera vez estaba teniendo miedo de lo que el futuro de aquel niño le mostraba y entonces antes de poder ver el presente y futuro de aquella visión se preguntó: ¿Qué sería de su vida sin una persona como la peliazul?

Al parecer su futuro no era muy diferente al del primer globo, Aries se encontraba en una oficina del ministerio con muchos papeles en su escritorio, el vestía un traje gris con una camisa blanca y unos zapatos negros, llevaba una corbata lisa en color azul cielo el cual resaltaba el color de sus ojos. Y es que desgraciadamente para él, el color de los ojos era lo único que había heredado de su madre. El joven tras el escritorio había estado escribiendo varios memorándums, lo que le llevo hablar con otra cantidad de gente mientras trataba de solucionar los problemas que le llegaban.

Para cuando la noche comenzó a caer, él se retiró de su oficina colocándose una gabardina negra y mientras cerraba su oficina, en la puerta de esta se leía la palabra Jefe de Aurores. El Aries que había perdido a su madre, también se había cegado completamente, tenía como única meta vengar a su madre, pero no de la manera en la que todos se hubiesen esperado, sino matando a cada uno de los compañeros de su madre.

Para sorpresa del metamorfomago, la visión había terminado, aquello era tan real, tan doloroso, que no estaba tan seguro de que si eso llegará a pasar él no reaccionaría de aquella manera, entonces lo recordó, Tauro lo había educado a dar la vida por quienes se ama y si ella llegase a morir por defender a sus otros hijos, él debía de lograr mantener con vida a sus hermanos de bando y es que ellos eran una familia, aun con sus problemas entre ellos. Fue así como el tercer anillo había desaparecido, lo cual le permitió entrar al laberinto.

El camino hacia la entrada del gran laberinto y su camino hasta el centro de este había sido tan complicado como sus otras pruebas de habilidades, y es que, aunque sabía que aquel presente en el que lo había llevado su ultimo pasado alternativo no era el real, el tormento de enfrentarse al hecho de que su madre podría morir, era algo para el cual estuviera listo, así que, aunque su mente estuviera ocupada con aquello, su instinto le había ayudado a llegar al centro del laberinto. Sus ojos miraron las piedras al centro y después el estado en el que había llegado hasta ese punto, ya que durante su trayecto se había golpeado varias veces contra las paredes de este, había caído de rodillas otras tantas, pero ninguna de aquellas adversidades le habían hecho rendirse.

¿qué debo hacer aquí? —Se preguntó mientras tomaba una de las piedras cristalizadas, comenzó a jugar con ella creyendo que cualquier piedra lo llevaría ante la presencia de Sajag para la entrada al portal, pero nada de eso ocurría, así que seguramente él debía ir y salir de aquel laberinto. Entonces decidido por su elección una visión llego de golpe.

El metamorfomago había llegado en su forma animal hasta donde se encontraba el Arcano esperándolo, regresó a su forma humana y le entrego la misma piedra con la que estaba jugando hace unos minutos. Sajag lo miro decepcionado y sin dirigirle de cierta manera alguna palabra lo había regresado al inicio de las tres pruebas, las cuales debía pasar de nuevo si deseaba vincularse con aquella habilidad.

Fue entonces que tiro la piedra de su mano la cual rodó por el suelo del laberinto, él no podía volver al inicio de sus pruebas, no estaba tan seguro de que la primera prueba lo pasará menos húmedo que la primera vez y aunque ya sabía discriminar un poco entre lo que él deseaba y lo que le deparaba el futuro para él, aun cuando este no estuviese escrito en piedra, así que una vez más se puso en manos de su ojo interior para ver su futuro próximo, pero no visualizaba nada, así que trato de pensar en esa palabra clave con la que parecía entrar en trance y fue como lo vio.

Todas las piedras en el suelo parecían opacas, pero entre ellas se encontraba una piedra rosácea que brillaba más que cualquier otra, se acercó a tomarla y el recorrido de su visión había sido en forma humana, el camino resultaba más corto y al llegar con Sajag este hizo una mueca de aprobación.

Ahora todo lo que debía hacer era encontrar esa piedra, pero las piedras de aquel lugar eran todas iguales, por lo que trato de recordar donde había visto la piedra en su visión y al encontrarla la tomo con fuerza. La piedra por si sola le conducía por el laberinto, iba corriendo para encontrarse por quizás una penúltima vez y eso era lo que esperaba. Se detuvo antes de entrar a la pirámide, debía calmar todos sus sentimientos antes de su gran prueba, ya que cualquier cosa podría hacer que su visión fuese errónea y no salir con vida de aquel portal, pero para eso debía estar sereno desde que ponía el primer pie dentro de la pirámide. Para cuando estuvo tranquilo con él mismo y con lo que le rodeaba se acercó a paso firme hasta el arcano de videncia.

Creo que esto le pertenece. —estiró el brazo con la palma extendida mostrando la piedra Bhaagy kee stoon. Fue hasta ese momento en que le entregó la piedra que todo pánico que tenía en su interior se había ido, así que espero de manera callada y con su vista fija en el portal frente a él para escuchar la pregunta.

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¿Se sentía sorprendido por la forma en que el muchacho había salvado la prueba del Laberinto? Sajag no había podido evitarlo; había chismeado un poco con su Ojo para verle escoger la piedra correcta. Había sido revelador y una sonrisa se había materializado en su cara al verle allá, escogiendo la perfecta, aquella que ahora le tendía para que la cogiera.

 

El Arcano negó con la cabeza y su sonrisa se expandió aún.

 

- ¿Para qué quiero yo una anillo? Ya tengo el mío.

 

La piedra que le mostraba se había transformado en una hermoso aro que emitía un fulgor rosado, como el suyo propio. Se estaban enlazando para permitirle la entrada en el Portal.

 

- Además, lo necesitarás allá dentro. Si él no entrarás; si lo pierdes, no podrás salir; si me necesitas, sujétalo y di mi nombre y te sacaré...

 

Sajag estaba admirado porque vislumbraba un leve cambio en él. Sabía que la Visión se había despertado con fuerza y que él lo notaba. Le sonrió, aquel arcano era parco en palabra pero muy amable siempre ante los muchachos que acudían a su lado para adquirir la Habilidad. Le señaló el Arco del Portal, aún sin abrir, y le hizo la gran pregunta.

 

- ¿Estás decidido a pasar la gran prueba? Piénsalo bien, si entras puedes no volver. Y, salgas por tu pie o salgas con mi ayuda, tu concepción de la vida cambiará por completo. ¿Estás decidido? ¿Seguro...?

 

El Arcano quería asegurarse que Aries estaba decidido sin lugar a dudas. En su cabeza sonó la alarma y la frase de Dante Alighieri amenazó con salir de su boca. "Abandonar toda esperanza, quienes aquí entráis", pero lo superó. Siempre sentía el mismo miedo cuando sus pupilos entraban en el Portal, que ahora comenzaba a iluminarse.

 

- Ahí tienes tu prueba, esperándote. Entra o huye. Nadie podría juzgarte si dieras media vuelta.

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  • 2 semanas más tarde...

Frente al arcano la piedra Bhaagy kee stoon dejo de ser la piedra que había recogido en el laberinto para convertirse en el aro de videncia, las puertas de los portales para la última prueba, la de vinculación, se alzaban frente a él. Aries miraba directamente al portal de videncia, se encontraba ansioso por cruzar el portal, se podía notar ya que en cuanto escuchó la pregunta de Sajag asintió y dio un paso adelante frente al portal para cruzarlo, apareciendo al otro lado.

Era la mañana más fría que se podía sentir en Londres, había nevado toda la noche, por lo que gran parte de la Mansión Ivashkov estaba cubierta de nieve. El peliplateado con algunas mechas en azul se encontraba bajo una gran capa de cobijas, que lo habían calentado durante la noche. Se había acostumbrado tanto a tener a una persona dentro de su cama y a no sentir frío durante las noches que no la había quedado de otra que usar cobertores.

Era la mañana de Navidad, lo sabía ya que las risas de los niños disfrutando de sus obsequios se escuchaban hasta su habitación, tenía pensado no salir de la cama, pero quedarse dentro de ella después de diez minutos de haber despertado se había vuelto la peor idea que había tenido, así que se quitó las cobijas de encima dejando que estas cayeran al suelo mientras abandonaba su cama.

Caminó hasta su armario arrastrando los pies, como si de alguien deprimido se tratase, extrañaba a alguien, pero aun el portal no le decía quién era esa persona que le hacía tanta falta, así que sólo le quedaba vestirse. Al abrir el guardarropa pudo ver que en su interior había varias camisas en tonalidades grises, que iban desde blancas a negras, al igual que varios trajes en tonalidades oscuras, entre ellos había un traje blanco el cual, hacia desentonar su armario, pero era su favorito por lo que a pesar de querer tirarlo en más de una ocasión no lo había hecho.

Tomó lo primero que había en su armario y se lo puso, no sin antes buscar en varios de sus cajones unos guantes de piel que le cubrieran de aquel día tan helado. Al momento que se encontró con sus guantes de piel, también halló un portarretratos con una fotografía que llamaba mucho su atención.

La imagen no era otra más que el día de su boda, se encontraba vistiendo aquel traje blanco, al parecer se había casado muy feliz, y la novia no era otra más que la pelirroja Macnair. ¿Qué había sido de ellos? ¿Por qué ella no estaba con él en ese día tan especial? El Ángel Caído tomó la foto y entonces pudo ver un suceso que aún no pasaba, pero pasaría.

Al salir de su habitación bajo a la primera planta de la Mansión en la que vivía, camino hacia la cocina ahí se encontró con la mujer que era su esposa, sus ojos azules admiraban el cabello rojo de aquella mujer, su espalda, sus piernas mientras se acercaba a ella. No podía negar que Arya Macnair se había vuelto su debilidad, así que cualquiera que quisiera herirlo, realmente tendría que dañar a la mujer que tenía frente a él.

Buenos días, mi amor. —dijo mientras tomaba las caderas de su mujer y besaba su mejilla, bajando por su cuello mientras le decía lo mucho que la amaba. Pudo haberle seguido besando, pero el tatuaje en su antebrazo había comenzado a arder, así que dejó los besos y los arrumacos para después del trabajo.

La escena había cambiado tan rápido gracias a la magia del portal, ahora se encontraban el rubio platinado y la pelirroja enroscados en una conversación algo acalorada.

Hazme caso Arya Ivashkov, no volverás a ir a un asalto. —gritaba el metamorfomago a su esposa mientras esta tenía ambas manos a la altura de sus caderas formando un ángulo de sesenta grados con sus brazos mientras le miraba enojada.

Ya te dije que no eres mi padre, así que haré lo que yo quiera, y soy Macnair. —al igual que él, ella también sabía levantarle la voz a su esposo. Era increíble que a pesar de que los dos se amaban tanto o más cada día había discusiones que ambos querían ganar y esa era una de ellas.

Eres una berrinchuda, doy gracias a no ser tu padre porque seguramente ya me habría pegado un obliviate. Necia, hago las cosas para cuidarte —Sus palabras fueron bajando de intensidad, pero en la cabeza de ella todo era un torbellino. Las manos de ambos se encontraban juntos mientras él hablaba, pero en cuanto terminó de hablar, esperando una respuesta de la hija de Pik Macnair, esta soltó su mano.

No necesito que me protejas, se cuidarme sola y se cuidar de Amber, así que deseo el divorcio. Regresaré a casa de mi padre…

La fémina subió las escaleras rumbo a su habitación y la escena se esfumó regresando al presente de aquella prueba, lo que acababa de ver sobre su vida con Arya bien podría ser una simple prueba de algo que quizás no ocurriese, sin embargo, cuando pudiera salir de aquella prueba hablaría las cosas con la pelirroja. Era obvio que cada que entraba a un portal se redescubría, en aquel portal reconoció lo sobre protector que se puede volver con las personas que amaba y deseaba cambiarlo.

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El Arcano le vio irse y bajó la cabeza, apesadumbrado. Aquel hombre estaba resultando verdaderamente un misterio interesante. Muy apegado a sí mismo, poco ducho a pedir ayuda, orgulloso hombre que aún debería aprender mucho sobre su persona... ¿Debería adquirir el Anillo? Si el Arcano de la Videncia dejara escapar su prudencia y sus votos hacia la Arcanía, aquel muchacho no volvería del Portal, se quedaría encerrado y se olvidaría de él y del peligro que suponía para el mundo.

 

Pero Sajag había visto esta situación más de una vez en su vida. Todo dilema ético y moral estaba fuera de lugar. Si el Portal accedía a vincularlo, porque le considerara capacitado, él no podía impedir lo inevitable. ¿Qué importaba que supiera lo que sucedería en el futuro? Dolor, miedo, muertes... Pero no estaba en su mano impedirlo. Aquel hombre sería lo que sería y él no podía, mejor dicho no podía, frenarlo.

 

Así que le dejó entrar y quedó, pensativo, esperando su regreso, sabiendo que lo conseguiría y que, al final, él sería lo que quería ser y que otros estarían ahí para frenarlo. O al menos para intentarlo. No podría sentirse orgulloso de lo que el futuro deparara pero, al menos, sí podía sentirse orgulloso de haber sido un buen Arcano y haberle convertido en un Vidente.

 

A veces, saber tantas cosas no eran aceptables incluso para él mismo pero era el Arcano de la Videncia y había aceptado enseñar, a pesar de lo que sucediera más tarde. Por ello, en cuanto el muchacho salió del Portal, vivo por cierto, alargó su cara en una sonrisa de bienvenida.

 

- Espero que sea juicioso a partir de ahora con lo que le espera en este mundo. El Portal suele ser muy certero con lo que muestra. Por cierto, su anillo se está haciendo más sólido. Es porque ha conseguido vincularse a la habilidad. Me es grato saludarle, nuevo Vidente. Aún le queda un duro camino por delante como miembro de esta Hermandad. Procure respetarla y...

 

¿Tenía derecho a decírselo?

 

¿Y por qué no?

 

- ... No fallarla en el futuro.

 

El Arcano dio media vuelta. La próxima vez que viera a aquel hombre sería en un futuro en el que pelearían juntos y...

 

Pero eso es otra historia.

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