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Keaton Ravenclaw
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La noche caía ya sobre el Ateneo de Conocimientos. La luna refulgía esplendorosa en la oscura bóveda celeste y un sinfín de estrellas salpicaban la misma haciéndolo parecer un gran manto. Un gélido frío azotaba cada uno de los rincones, pues pese a ser un desierto donde se hallaba la Universidad Mágica, éstos tendían a ser súmamente fríos por las noches. Cualquier que anduviera por allí a esas horas, debía de tener un muy buen abrigo para no pasarlo mal.

 

Sin embargo, alguien parecía no acatar esta regla, pues de entre uno de los pasillos, la alta figura de Keaton Ravenclaw se asomaba únicamente con unos pantalones cortos que dejaban ver sus piernas y una sencilla camiseta sin mangas; aquellas eran las ventajas de ser un vampiro, los climas ya no le afectaban como cuando era una humano hacía ya bastantes siglos. El ojiverde se encontraba en aquellos parajes a aquellas horas de la noche porque acababa de ser notificado hacía unas horas de que tendría un alumno para la clase de Adivinación, y que en aquella ocasión volvería a darla conjunta, pero aquella ocasión con el docente de Encantamientos.

 

—No es que sea mucho de mi agrado, pero la verdad me aburriría mucho estando solo con el estudiante —Dijo a nadie en particular justo cuando llegaba a la entrada de una gran sala con una alta y gran cúpula que daba paso a la a Sala Astronómica de aquel recinto académico.

 

No sabía si a Aries le agradaría el lugar, pero a como había escuchado los rumores, no creía que lo fuera, pues parecía que le gustaba llevar todo a su ritmo. Pero sonrió. Estaba seguro que se llevaría bien con su compañero y podrían darle un buen giro a la clase, no quería que fuera como con Pätrick cuando se juntaron Leyes Mágicas y Adivinación, en el cual cada quien había partido por su parte. No, en aquella ocasión quería que ambas disciplinas se unieran para que ambos estudiantes aprendieran un poco de la otra.

 

—Supongo que es hora de dar el aviso —Dijo el Ravenclaw sacando del interior de sus pantalones cortos un pergamino, en donde le avisa a Thomas que debía presentarse en punto de la media a la Sala Astronómica del Ateneo de Conocimientos. Para enviarla, invocó a Rayo, su Ave del Trueno, la cual, hizo desaparecer la nota mediante un Rayo, la cual aparecería de la misma manera delante del Gryffindor acompañado de un gran trueno.

 

Acto seguido, envió una nota a Aries, para que supiera dónde se encontraría él para que enviara también la nota a su alumna. El año empezaba de una excelente manera. Le gustaba mucho dejar en los demás un poco de su conocimiento, sobretodo en la Adivinación, que era, por mucho, una de las disciplinas que más le gustaba dentro del Mundo Mágico.

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La clase de Encantamientos de inicio de año iba a tener varios cambios, si el alumno merecía acreditar el conocimiento y ser certificado en el mismo, tendría que pasar por una serie de pruebas antes de llegar a su aula. Ya lo había intentado con dos de sus alumnos y la clase había funcionado, así que con su nueva alumna debía funcionar de la misma forma. Él nunca se equivocaba, y si su nueva forma de dar clase fallaba, quizás era que su alumna no debía acreditar la clase.

Se dedicó a enviar una lechuza con su nombre y la bienvenida a la clase, al igual y como lo había hecho con Candela y Joa y anterior a ellas con otra persona más, pero no recordaba su nombre, seguro lo haría con el tiempo. Dentro de la misma carta dirigida a Mia Zoeh, se encontraban las indicaciones de lo que debía de hacer y en el mismo sobre se encontraba una moneda que le serviría de traslador.

A donde la llevaría esa moneda dependía de Mia, exclusivamente de ella, ya que como era costumbre del Ivashkov jugaría con el subconsciente de sus alumnos, en este caso de ella. El lugar donde la estaría esperando era la Sala de Astronómica, lugar que si hubiese sido por el no elegiría por la cantidad de objetos que podrían ser rotos al caer al momento de soltar a sus Duendecillos de Cornualles pero no le diría nada al profesor de Adivinación.

Su alumna tendría que regresar la Sala tal y como la había encontrado al llegar, Aries ya había fabricado toda su clase en la cabeza, cualquier cosa que saliera de su norma le provocaría un gran desajuste en su cabeza, pero trataba de no pensar mucho en eso, por lo mientras se quedó observando cada lugar de aquella gran Sala, las bolas de cristal, los juegos de taza y plato de porcelana donde podrían analizar los posos de café o té al fondo de la taza, los libros de adivinación y las cartas de Tarot que quizás el alumno del Ravenclaw debía usar para acreditar sus conocimientos en adivinación.

Profesor Ravenclaw. —saludo con una sonrisa en el rostro. Pudo haber agregado muchas más cosas como las cartas me dijeron que pronto interactuaríamos en una clase, o los posos de café en la mañana me indicaron que la clase sería un tanto divertida, pero lo mejor era quedarse callado. ¬—¿Esta listo? He decidido ser su conejillo de indias con su alumno en lo que llega mi estudiante. ¿Le parece?

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El Ryvak caminaba por los terrenos de la Universidad Mágica, a su paso por la edificación de aulas, llamo su atención el retablo de anuncios, como principia el mes, ya se encuentran publicadas las clases que se impartirán, así como los profesores a cargo de cada una de ellas y los alumnos admitidos.

 

Esta vez reviso dos veces, el Director le había especificado bastante bien, que requería para ser oyente y ahora se interesaba mucho por participar como tal en la clase de adivinación, así que se encamino al aula que se designo para impartir dicha asignatura.

 

Era una suerte que las puertas de la Universidad, tuvieran esas placas con letra dorada que especificaban que aula era, eso le facilito la tarea de encontrar la sala de Astronomía.

 

Llego ante ella y se paro frente a la puerta, doblo sus dedos de la mano diestra y toco la puerta con los nudillos antes de abrir la puerta y entrar al interior. La cúpula enorme era impresionante y vi en el aula a dos magos, uno de ellos por vez primera, el otro le conoce por varias afortunadas coincidencias, la más reciente fue cuando el ojimiel curso historia de la magia, a lo que le alegro encontrar a @@Keaton Ravenclaw

 

 

Avanzo con paso seguro, su capa negra de botonadura de plata cubría su indumentaria formal negra y la camisa de manga larga color verde esmeralda, miro a ambos docentes y saludo a los magos realizando una reverencia.

 

--Muy buenos días, profesor Keaton Ravenclaw un gusto volverlo a ver, profesor @ mucho gusto, mi nombre es Antoni Ryvak Dracony deseo solicitar me acepten como alumno oyente, me interesa la asignatura de Adivinación, necesito recordar lo que curse anteriormente y agradeceré su ayuda.

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Cuando una lechuza golpeó con su pico el cristal de la ventana de mi habitación en la Rambaldi, lo supe. No pude contener la sonrisa; ¡por fin volvería a la Universidad luego de tanto tiempo! Me levanté a las apuradas, dejando caer el libro de Encantamientos que había pedido prestado a la biblioteca para adelantar algo de estudio, y dejé que el animal entrara. Dio unas vueltas por la habitación hasta posarse en mi mesa de noche, y me dispuse a desatarle la carta que traía en la pata. La abrí, emocionada como nunca antes, y la leí atentamente. En ella, se me daba la bienvenida a la clase y se me indicaba exactamente qué tenía que hacer. Asentí en la soledad de mi cuarto, doblé la carta como para que cupiera en un bolsillo y me dispuse a preparar todo para salir.

 

Un tapado negro me cubría de los hombros hasta las rodillas. Había elegido un atuendo cómodo y sencillo, pero abrigado. La nieve había caído con fuerza durante días, y las temperaturas no subirían hasta dentro de un par de meses. Mi varita estaba bien escondida en uno de los bolsillos internos del tapado, dedicado exclusivamente a este fin. Suspiré y toqué la moneda que se encontraba dentro del sobre. Cerré los ojos y maldije a los trasladores por lo bajo mientras la sensación de que algo tironeaba desde abajo de mi ombligo me envolvía.

 

La Universidad era tal y como la recordaba. Con edificios altos, todos unidos, pero cada uno con su propia silueta. Miré hacia el Ateneo de Habilidades, a lo lejos, recortado contra el horizonte. Nunca había pisado aquél lugar pero esperaba poder hacerlo algún día. Sin embargo, mi cita de aquél día iba a ocurrir en el Ateneo de Conocimientos... En alguno de sus interminables salones. El traslador me había arrojado en un pasillo, frente a una gran puerta que parecía esconder un salón tras de sí. Me incorporé, sacudí el polvo de mi ropa y me dirigí a la gran puerta. Golpeé, pero cuando nadie respondió, me dispuse a ver si estaba abierto.

 

Y lo estaba. Pero el salón detrás de la misma estaba tan vacío como el pasillo en el que había aparecido. ¿Habría llegado tarde y ya se habrían ido sin mí? Esperaba que no; no creía haber tardado tanto en presentarme.

 

-¿Hola? ¿Hay alguien?- pregunté en voz alta, adentrándome en lo que se veía como un clásico salón de clases, pero con pocos objetos para romper. La única respuesta que obtuve fue el eco de mi propia voz, y ahí supe que en efecto no había nadie allí. Nadie ni nada.

 

-¡Lumos!- de la punta de mi varita emergió una bola de luz blanca, que me permitió ver a mi alrededor en el salón. No entendía por qué estaba todo tan oscuro hasta que vi que no había ventanas. Sin embargo, una hoja de papel llamó mi atención. Era la única en toda la estancia, y parecía colocada estratégicamente allí. Iba a tomarla con las manos desnudas cuando una voz en la parte trasera de mi cabeza me recordó que eso podía no ser una buena idea. Así que me limité a observarla. Parecía en blanco; ¿y si no era nada?

 

-Piensa como un experto, Zoeh.- me dije a mi misma, y apunté mi varita al papel.-Aparecium.- dije firmemente, y para mi sorpresa, un mensaje escrito con pulcra caligrafía apareció delante de mis ojos. Al leerlo, aún asombrada, descubrí que era una pista, que me indicaba qué hacer a continuación. Percibí un destello con el rabillo del ojo, y fue suficiente para hacerme voltear a ver. Una puerta llamaba poderosamente la atención. Guardé el papel en mi bolsillo y me acerqué a la nueva entrada. Bloqueada.

 

-¡Alohomora!- exclamé y la puerta pareció ceder. Un tramo de escaleras que parecían subir me detuvieron. No sabía qué había más allá, ¿y si era peligroso? Por un momento tuve el impulso de darme media vuelta y volver a mi casa, pero no podía hacerlo. Ya estaba ahí, y tomar esa clase era lo que más quería. Así que me adentré.

 

Una nueva sala, muy parecida a la primera, pero con algunas diferencias me recibió. No parecía peligrosa, así que simplemente comencé a atravesarla hacia la puerta del otro extremo. Sin embargo, cuando iba llegando a la misma, una pared de fuego apareció frente a mí. Suspiré, un poco exhausta, otro poco nerviosa. Me alejé lo suficiente como para no quemarme, le apunté con la varita y lancé un Aqua Eructo. Un chorro de agua salió de mi varita, la cual tuve que sostener con ambas manos para que no temblara tanto, y lo apunté a las llamas, extinguiéndolas de a poco.

 

Me quedé ahí un momento, dubitativa. Tragué saliva y crucé la puerta que tenía en frente. Para mi sorpresa, tres personas se encontraban allí dentro. Me acerqué hacia ellos, mucho más animada que al principio, y los saludé uno por uno.

 

-Buenas noches, caballeros. Mi nombre es Mía Zoeh y vengo buscando mi clase de Encantamientos...¿Dónde estamos?- pregunté, comenzando a observar a mi alrededor. Bolas de cristal, tazas de té y café y otros elementos que se me hacían extraños abarrotaban los estantes de la habitación. Aquello parecía todo excepto un lugar donde se iban a enseñar hechizos. ¿Estaría en el lugar correcto?

Editado por Mia Zoeh

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-Queda cada vez menos tiempo para regresar al futuro definitivamente- pensó en voz alta Gryffindor mientras paseaba, de un lado para el otro, en su habitación ubicada en el piso superior de la mansión de sus padres. Cierto pesar ya empezaba a embriagar su garganta al reflexionar sobre cuáles podían ser los cambios que su estadía en el pasado ya habría ocasionado en el incierto espacio temporal del cual provenía; pero, pese a que esto pudiera ser para bien o para mal, su principal objetivo en descubrir quién había sido el traidor y principal actor en la muerte de Elvis y Annick, a manos de La Marca Tenebrosa, aún no estaba completado. De pronto, justo cuando sus nalgas se posaron a los pies de la cama, un rayo se hizo presente frente a su nariz; iluminando de lleno la estancia y encandilando en parte la visión que sus esmeraldas le proporcionaban a diario. -¿Una nota?- se preguntó curioso mientras cogía el pequeño pergamino entre sus manos; cerciorándose de que el origen de aquel misterio se remontaba a la Universidad.


-Vaya, ya creía que la clase de Adivinación se había postergado por las fiestas del mes de Diciembre- suspiró tras emitir esa frase, la que se acompañó de un ágil levantar que impulsaron sus pies rumbo al armario de donde sacaría todo lo que le fuese necesario con tal de quedarse con la certificación de aquel conocimiento que se complementaba con su mente.


Tras una aparición un poco molesta, debido a los mareos que en ocasiones le producía aquella sensación de succión que lo trasladaba de un sitio a otro; Thomas encaminó su andar hasta el área donde su profesor le había citado. Era la conocida cúpula astronómica del Ateneo, la misma donde se dictaban las cátedras que eran influenciadas por las estrellas y la luna, satélite natural de la Tierra que hoy refulgía con esplendor en el gran manto nocturno. El frío tampoco se quedaba atrás, debido a que el invierno se había apoderado de Londres con el arribo navideño; tanto así que el pelirrojo tuvo que cubrir su cuerpo (ya abrigado con: pantalón de jeans oscuro, sweater crema de cuello subido que su hermana Ley le había tejido, zapatos de cuero café) con una gruesa capa de viaje que Athena le regaló el mes pasado tras un fugaz viaje a residencias griegas. -Buenas noches caballeros y señorita. Soy Thomas... el alumno que viene por Adivinación- saludó el fornido mago a las cuatro personas presentes; dentro de éstas estaba Keaton Ravenclaw, a quien precisamente buscaba.


-Es la Sala Astronómica, señorita Zoeh... Creo haber escuchado bien tu familia ¿O no Mía?... ¡Ah! Antoni, un gusto tenerte por acá... ¿Vienes por Adivinación?... ¿Y usted es?- consultó el paladín fijando su mirada en los grisáceos orbes de un joven que no aparentaba tener más de dieciocho años de edad, y que acompañaba al vampiro junto a las bolas de cristal y los juegos de loza de té que bien conocía desde su pasar con Sajag en Videncia.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Poco a poco los alumnos del Ravenclaw iban llegando a la Sala de Astronomia, el primero en llegar fue Antoni, el cual informaba que iba de oyente, Aries no aceptaba oyentes en sus clases, pero Adivinación no era su clase, si no de su compañero que parecía gustarle dar clases a personas que ya habían tomado su clase. Dejo que tanto Antoni como Keaton se pusieran de acuerdo a como sería su participación del oyente en su clase en lo que el rubio acomodaba sus cosas en el lugar.

No habían pasado más que unos minutos desde que había llegado al aula de clases hasta que llegó su alumna. Mia Zoeh había tardado desde su perspectiva al menos una hora en llegar hasta aquel lugar, entre el uso de Encantamientos y los cambios de escenarios donde la había enviado, pero la realidad es que sólo tenía unos minutos de retraso. Estaba por saludar a su pupila cuando el segundo alumno del vampiro acababa de llegar.

Thomas se dirigió a él, pero el Ángel Caído ignoro su pregunta, para poder darle una instrucción a la persona que debía certificar en encantamientos.

Bienvenida, creí que la primera prueba te iba a tomar más tiempo… —dijo en forma de saludo y continuo con sus instrucciones. —Me gustaría saber qué hechizos has usado para llegar hasta este lugar y ¿Por qué esa elección?

Dejó que la Rambaldi le respondiera sus preguntas, cuando se dio cuenta que el vampiro parecía algo aletargado, así que no le quedaba más remedio que brindarle un poco de ayuda a este en lo que regresaba de donde fuese que tuviera la cabeza.

Yo soy Aries Ivashkov, profesor de Encantamientos y conejillo de indias para conocer mi futuro con ayuda de las mancias. —se presentó ante ambos chicos y les dedico una sonrisa. —Imagino que ambos saben hacer uso de las mancias, por lo que me gustaría que tú, —señalo al Tonks que imaginaba tener mayor conocimiento acerca de las artes adivinatorias. —adivinarás mi futuro con cartas del tarot. Usted, —esta vez se dirigió al Gryffindor. —va adivinar el futuro de mi alumna, con la mancia que usted elija.

El metamorfomago, volvió a ocuparse de su alumna y con una sonrisa en el rostro dejo salir de su jaula varios duendecillos azules que empezaron a hacer destrozos por toda la sala, rompiendo varias bolas de cristal, así como varias tazas de porcelana y mientras aquellas criaturas estaban haciendo destrozos por el lugar, el Ivashkov se volvió a dirigir a Mia Zoeh.

A mí me gusta complicarles la vida a mis pupilos, así que debes atrapar a los duendecillos antes de que terminen de destruir la sala de astronomía. Son 20 duendecillos.

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He de haber sorprendido al mago porque no pronuncio palabra...seguramente no había tenido antes alumnos oyentes...si mal no recordaba, solo sabía que él era de los que gustaba tanto de tomar clases y participar en ellas, que se había tomado muchas clases como oyente, incluso dos de conocimientos que no poseía, luego de esa afortunada experiencia, tuvieron más cuidado y solo le permitían retomar clases de conocimientos que anteriormente curso, le servía para recordar y en ocasiones hasta mejorar, pero como siempre, era por el gusto de aprender y no solo conocimientos, sea dicho de paso.

 

 

Con paciencia aguardo la respuesta del profesor Ravenclaw, mientras el otro profesor comenzó su clase con la compañera Mia, por fortuna llego un mago bastante conocido para el ojimiel; Tomas Gryffindor.

 

 

-- Gracias y de igual forma me alegra verte Thomas, si, precisamente es mi intención ampliar los conocimientos que tengo de adivinación, fue uno de los conocimientos que tome en aquel inicio de mi educación mágica de entonces, recién llegado a esta bella nación cosas del pasado.

 

 

El peliverde dejo al pelirrojo que indagara sobre el resto de personas presentes, no era que evitara ser social, solo que le parecía que no debería iniciar a sentirse parte de la clase, sin la aprobación del profesor a cargo del conocimiento de Adivinación, así que le miro...quizás su actitud se debía más a un tipo de estrategia...todo podía pasar.

 

Y eso ocurrió unos minutos después, el otro profesor se presento a ellos, el ojimiel inclino levemente la cabeza respondiendo a su presentación como profesor y le designa una tarea: Adivinar su futuro...lo primero que debe tener a su disposición es la baraja del tarot, no desea perder el tiempo buscando la, así que opta por usar la varita...

 

--Accio baraja del tarot -- un manojo de cartas agrupadas en un mazo usado en abundantes ocasiones, llega a su mano, así que comienza a barajear la y camina buscando un buen sitio para sentarse y luego colocar las cartas sobre la superficie de la mesa...¡tiene tanto tiempo que no ha realizado una lectura! pero mover las cartas con velocidad entre sus manos para preparar dicha lectura, le trae recuerdo de compañeros muy amigables y de un profesor que gustaba de gastarle bromas al leer los cauchos de su taza de té...viejas experiencias, vivencias sorprendentes al estudiar las mancias...algo le falta a él, porque no obtiene excelentes resultados con las artes adivinatorias, pero lo intentará con ahínco.

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<<Vaya tipo más maleducado>> pensó Thomas en cuanto Ivashkov (como se presentó el muchacho más adelante; cosa que hizo que el pelirrojo fugazmente lo ligara a la familia de Zack) ignoró sus palabras con tal de dirigirse a Mía con un par de preguntas que obviamente iban acorde a su cátedra. -Vaya que has crecido en tu nivel mágico, Ryvak, desde la primera vez que te vi en el Departamento de Misterios siendo un mero empleado más bajo el yugo de Juv. Si quieres ampliar tus conocimientos en Adivinación pues... te insto a que le hagas una visita a Sajag... el Arcano de Videncia que tiene la Universidad. Sé que te iría muy bien explorando esa habilidad, es más... lo presiento, eh- conversó el fenixiano con un dejo de cordialidad inherente en él; justo en el preciso momento en que Aries les habló en medio de todo el silencio que Keaton estaba desbordando desde su arribo a la sala.


-Pensé que usted no tenía un nombre... señorito. Es curioso que un adolescente sea maestro de Encantamientos. Cualquiera diría que apenas está aprendiendo a limpiarse luego de ir al baño... sobretodo siendo un simple "humano" ¿No lo cree profesor Ravenclaw? No creo estar muy errado ¿O no?- platicó Gryffindor con bastante ironía; sentimiento que le iba muy bien cuando alguien no le caía en gracia o le daba mala espina (desconfianza). Cuando el docente anexo les encomendó una tarea para rellenar el vacío temporal que estaba dejando Keaton; el paladín no le miró con muy buena cara, pero sabía que de buenas a primeras debía efectuar todo lo que se le pidiese para cumplir con las expectativas del conocimiento que anhelaba incluir a su repertorio actual de sapiencias mágicas.


Pese a ser un excelente vidente; Thomas no manejaba muy bien la clarividencia con bolas de cristal; es más, trataba de evitar esas lecturas al hacer un mejor uso de una copa redonda transparente del mismo material y llena de agua. Fue por eso que el fornido animago optó por la ovomancia como primera alternativa para indagar en el futuro de Mía, y así conformar una historia coherente con la vida misma de la joven bruja. Con delicadeza, extrajo seis huevos de diricawl desde su bolso con hechizo de expansión indetectable; y posterior a clavar sus esmeraldas en los ojos azul grisáceos de Zoeh (susurrando su nombre tres veces) dejó caer las yemas, una tras otra, en un recipiente metálico que había tomado prestado de la cocina de su hogar, sin el consentimiento de las elfinas domésticas.


-Mía Zoeh, la niña que fue separada de su madre y criada por una familia de muggles. Peculiarmente inmortal desde la infancia, pero ahora luce como una doncella ¿Raro no? Tus ansias de conocimiento te harán crecer en este mundo que te fue arrebatado de pequeña, y serás una hechicera muy poderosa si conservas tu perseverancia. Aquel medallón que tienes para avisar el peligro... no te alejes de él, pues te salvará la vida en una competencia de tiro con arco a la cual asistas en un tiempo más- recitó Gryffindor con una perfecta sincronía, respirando más pausado para recuperar las energías que invirtió en el sutil trance en el cual cayó para hacer uso de sus destrezas.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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-La sala de adivinación...- repetí por lo bajo para mí, prestando particular atención a todo lo que a mi alrededor se abarrotaba en las estanterías. -Un lugar... curioso.- dije, fijando mis ojos azules en los del Gryffindor, quien al segundo siguiente se dirigió hacia el otro muchacho que nos acompañaba. No tuve demasiado tiempo para seguir indagando sobre la peculiar ubicación en la que tendría lugar mi clase ya que quien estaba a cargo de la misma se dirigió a mí.

 

Sentí el calor subirme por el cuello cuando el profesor se notó visiblemente interesado en saber cómo había llegado hasta allí y por qué había elegido esos encantamientos. -Estuve leyendo antes de venir. Desde hace días, en realidad.- dije por lo bajo, aunque con seguridad. -En orden de uso, Aparecium permite revelar textos escritos con tinta invisible. Al ver ese papel, con el tamaño perfecto para ser una nota y sin ninguno similar en toda la sala, tuve la necesidad de probar si realmente podía contener algo de información relevante. - me aclaré la garganta antes de continuar. -Alohomora permite abrir puertas cerradas con magia, y Aqua Eructo lanza un chorro de agua de la punta de la varita, el cual puede ser dirigido por el mago y utilizado para apagar llamas.- finalicé, y no pude evitar sonreír apenas.

 

Ya el Ivashkov había ordenado al Gryffindor que aplicara sus conocimientos adivinatorios conmigo, y yo no pude evitar tragar saliva. Nunca nadie había intentado algo así, y no sabía exactamente cómo sentirme. No dudaba de las habilidades del chico, sino más bien no estaba segura de si quería saber con qué podía encontrarse al hacerlo. Aparté todos esos pensamientos de mi mente y me senté frente al joven. Su mirada fija en mí me producía escalofríos, en cierta manera, pero no me moví e intenté no parpadear. Observé, sin embargo, los movimientos de sus manos. Y cuando comenzó a hablar me dediqué a escucharlo con atención.

 

La exactitud de sus palabras me asombraba a cada segundo. No pude reprimir el enarcar una ceja y volver a sentir la sensación de sonrojo cuando concluyó. -Vaya, eres bueno...- exclamé, aún anonadada, observando en detalle lo que había utilizado para la lectura. Eran huevos de diricawl, pero a mí me decían más bien poco. Le sonreí. -De verdad eres bueno.

 

Me incorporé cual alta era y me dirigí nuevamente al profesor Ivashkov, quien no había perdido el tiempo observando. Por el contrario, una jaula con pequeñas criaturas azules se sacudía a su lado. Pasé la vista desde la jaula hasta el profesor, y de vuelta a la jaula. Entrecerré los párpados para ver mejor. ¿Eran lo que yo creía que eran? Antes de que pudiese responderme la pregunta, la puerta de metal se abrió y las criaturas salieron volando por toda la habitación, haciendo un bullicio insoportable, tirando objetos de los estantes y enredándose en mi largo cabello rubio. Contuve la respiración y me ubiqué en el medio de la sala, desde donde podía verlos a todos. Los conté rápidamente y me pareció contarlos a todos, por lo que saqué mi varita del bolsillo y apunté al techo. -¡Immobilus!- de golpe, todas las criaturas se quedaron flotando inmóviles, lo que me permitió meterlas una a una en la jaula nuevamente.

 

No había acabado de cerrar la puerta de metal cuando un sonido como una risilla me hizo voltearme. Detrás de una estantería, por empujar una bola de cristal, se encontraba otra de estas criaturas. El duendecillo número 20 había escapado a mi encantamiento, y ahora amenazaba con destruir todo a su paso. Sabía que aquellas criaturas eran pequeñas pero tenían más fuerza de la que aparentaban a simple vista, y en aquella sala todo era frágil. Di un paso en su dirección, y la bola de cristal cayó del estante, rodando hacia mis pies. El duendecillo salió volando hacia otro objeto más arriba: un juego de tazas de café. -¡No! No, no, no...- grité, mientras pensaba en cómo evitar que la criatura siguiera destruyendo todo.

 

Acercarme no era una opción; empujaría todo de las estanterías si yo me movía. <<Piensa, Mía, piensa.>> me dije a mí misma, repasando en mi cabeza el listado que conocía de hechizos. -Carpe Retractum.- apuntaba a la estantería, y ésta comenzó a moverse hacia mi posición. El duendecillo parecía algo despistado por el movimiento repentino, por lo que aproveché su confusión para acercarme lo suficiente y tomarlo con la mano. -Te tengo, amiguito.- le dije, caminando hacia la jaula y volviéndolo a colocar allí con el resto de sus compañeros. Miré al profesor. -Creo que debería reparar un poco todo esto...- me excusé, y me puse manos a la obra.

 

-Reparo.- la bola de cristal que había caído hacía unos minutos volvió a colocarse en su base, y con un nuevo movimiento de varita la devolví a su estante.

Editado por Mia Zoeh

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Solo asentí a las palabras de @@Thomas E. Gryffindor el pelirrojo no le conocía de nada...mira que asegurar que él tenía inclinación y sapiensa a la "habilidad de Adivinación", pero no discutiría eso con el mago, solo era...medianamente aceptable en lo que a él respecta.

 

 

En su mente comienza a visualizar aquellas distribuciones de las cartas, no tiene apuntes como en otras clases que tomo, pero sabe que cuando es necesario, las imágenes y los recuerdos acuden a su mente.

 

Las veintidos cartas se han movido a su antojo y ahora pone el mazo de cartas en ambas manos, primero tiene que hacer suyo el mazo, han recorrido en su existencia, muchas manos de magos, estudiantes y varios profesores, la energía se reconoce en el aula, tiene mejor resultado si cierra los ojos, respira tomando bastante aire para luego dejarlo escapar lentamente, su mente pone en tranquilidad, ahora no importa nada, solo concentrarse, hay quien dice que no puede verse el futuro...pero su maestro no puede haberse equivocado...

 

 

No puedo dudar, así que empiezo a visualizar en mi mente las cartas, mi energía brilla y parece fluir por mi cuerpo, no es que la vea, la siento fluir...pero mi respiración se hizo más lenta, ritmica y entonces me visualizó a mi mismo, sonrío, el mazo era cubierto por un haz de luz, me había vinculado a las cartas... y estas percibían que el ojimiel se encontraba en armonía con su mente y cuerpo y responderían sus preguntas.

 

Abre los ojos y divide el mazo en dos, con soltura extiende a lo largo las dos mitades, ha optado por usar tres cartas, pasa la mano diestra por encima de las cartas, las dos hileras de cartas están boca abajo, mueve los delgados labios pronunciando el nombre del mago: -- Aries Ivashkov...Aries Ivashkov...-- Siente un calor al pasar por la quinta carta de la primera hilera y regresa a ella, la carta del futuro más cercano y la voltea...

 

 

Mira atento la carta: El loco...entonces hay caos en la vida del mago...el loco es inmaduro, hace las cosas sin pensar sin detenerse a reflexionar, pero el mago es joven por lo que no es de extrañar que sea alocado así como despreocupado, continúa pasando la mano por encima de las cartas, las recorre una vez más alerta a cualquier cambio...vuelve a sentir un ligero cambio...lo que no tarda en ocurrir...ahora es la penúltima de las cartas que emiten esa ráfaga de calor, la toma para si con la izquierda y aprovecha para ver de cual se trata...la muerte, seguramente que el joven mago se pondrá euforico, los magos conocen que esta es una buena carta porque no es una muerte física sino metafórica...

--Algo en su vida dentro de este año cambiará para siempre, irreversible, pero que será de gran ayuda para sus intereses.

 

Siente euforia, solo falta sacar una carta más, la del futuro en el horizonte...se pregunta el peliverde cual será y pasa la mano por encima de las cartas sin tocarlas....seguramente que esta es la más anhelada de conocer, va más despacio, se resiste a ser hallada, pero con paciencia continúa y va pronunciando el nombre del mago...le cuesta encontrar la carta que corresponde al futuro del profesor pero...no hay que lo detenga, su perseverancia siempre lo lleva a lograr lo que planea...

 

 

unos minutos más y al fin percibe cual es la indicada, le da vuelta con parsimonia y al tenerla a la vista, se alegra por el joven.

 

--Llegará una época de muchos cambios y sorpresas en tu vida, eres todo un campeón, la carta de la rueda de la fortuna así lo señala, no importa que pases por tormentas las superaras, tienes la fuerza para conseguirlo y verás que valdrá la pena continuar a pesar de todo, un futuro bastante brillante digo yo...seguro que esta satisfecho.

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