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Prueba de Nigromancia #11


Báleyr
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Baléyr observó los relámpagos con la impresión de que algo malo se estaba acercando, los truenos vaticinaban no sólo una tormenta, sino un "algo" que traería consigo. El trabajo del Arcano era guiar hasta allí a su aprendiz, pero la prueba por la que pasaría estaba ideada, única y exclusivamente, por la mismísima Muerte. Por lo tanto, al anciano le quedaba confiar en ella y esperar a que saliese con vida. Después de todo, esa era la meta final.

 

El camino era el mismo que para anteriores aprendices: Lago, laberinto y pirámide. Nada había cambiado desde que hubo aceptado hacerse cargo de impartir sus conocimientos, y el pacto con la Parca, realizado muchos años atrás, seguía siendo él mismo. Baléyr disponía el mapa y, la muerte, los obstáculos. Allí, donde las esperanzas se reducían a la nada, sólo existía una pequeña luz que le podría jugar a favor o en contra. Todo dependía de las decisiones que tomase Helike.

 

El lago, cuya superficie estaba llena de no-muertos, la atraería segundo a segundo, al más remoto pasaje del que no podría jamás escapar. A menos, claro, que de entre todos esos semi cadáveres, lograse escoger sólo a uno para que la guiase a través de la neblina para llegar hasta la otra orilla. Para esto, era obvio que la Rambaldi debía subirse a la barca en el muelle e iniciar su travesía. Pero la Muerte había dispuesto una trampa en todo este plan, así que tenía que elegir muy bien para poder navegar sin complicaciones.

 

El viejo Arcano acarició su anillo y acomodó su sombrero, ese que usaba sólo en ocasiones especiales, más que nada para observar las pruebas de sus alumnos. Sacó la vara de cristal y golpeó el suelo con ella. El suelo del laberinto empezó a llenarse de runas que brillaban cada vez que una gota de agua caía sobre ellas. Curiosa forma de preparar esa parte del reto, las nubes dejaron de amenazar para pasar a la acción.

 

― Lluvia... ―murmuró Baléyr, y sonrió.

 

Con la ayuda de las runas, Helike tendría que encontrar a vagabundo dentro del laberinto. Este vagabundo sería parte de su ya practicada, devolución a la vida. Mas había un problema, el vagabundo no querría volver a ella. No tenía ganas, ni sentía la necesidad, de volver a una vida a la que él mismo renunció. Y he allí la complicación, algo que, Baléyr esperaba, Helike notara; pues un alma hecha alma por decisión propia, dificulta cualquier intento por resucitar. Además, habría alguien más para trabarle el paso y el trabajo.

 

El Arcano esperaría allí, al pie de la pirámide.

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Aún recordaba las últimas palabras dichas por el viejo Arcano, antes de abandonar su casa. Confianza. Sí, tenía fe en que podría conseguir el anillo de la habilidad. Aunque fuese una bruja que usara los poderes oscuros en mi propio beneficio, no lo haría en este caso. Respetaba en demasía a la Muerte y sabía que ésta, llegado el momento, cobraría su pago. Así que, mejor no tentar demasiado a la suerte. Aún era "joven" en términos vampíricos y había visto de todo, pero sabía que lo conocido no tenía porqué serme de ayuda para éste tipo de pruebas.

 

Bufé cansada. El mal tiempo no es que me gustase demasiado a la hora de hacer toda la travesía que requería de mis propias habilidades. Saqué un encendedor de plata y puse un cigarrillo en mis labios. El humo no tardó en salir. Era lo único brillante que había en esa parecía oscura noche. Negué con la cabeza, mientras tiraba un poco de ceniza al suelo. Aparté varios mechones mojados que, ya empezaban a estarlo, a causa de la llovizna producida por los rayos y truenos.... Parecía más que era época de Halloween que, fechas post-navideñas.

 

Miré mis ropajes; camiseta, cazadora impermeable, tejanos y botas de piel de dragón. En el bolsillo interior de la chaqueta, llevaba la varita y el morral de cuero. Aunque, extrañamente, sabía que, no podría usar casi ningún tipo de magia. Todo habilidad. Bufé de nuevo. La llovizna parecía caer con más fuerza y fumé un par de caladas más, antes de tener que cruzar el maldito lago. Maldita gracia me hacía. Apagué la colilla con mi pie derecho y avancé un poco. A pesar del mal tiempo, en las frías aguas había una densa neblina, ¿cómo cruzarlo?

 

- ¡Aaaggg! - di un pisotón en el suelo y el barro pareció salpicar por todas partes - maldita sea... maldita sea... -renegué intentando no lanzar palabras más solnantes. Sabía que podía cabrear a la Muerte por faltarle al respeto en su territorio. Me acerqué a la orilla. Había una pequeña barca pero, lo más curioso era que, en el fondo, había cadáveres, ¡muertos! Tomé con mis manos la pequeña barquita y me di cuenta que esas cosas se marchaban. ¿Desaparecían al llegar un vivo? Sorprendente.

 

- ¡Eh! ¡Que yo no estoy viva! -grité y el eco pareció reverberar en medio de la neblina. Los no- muertos parecieron detenerse y me miraron un poco, alucinados. Estallaron en carcajadas- ¡no hace gracia! Soy una vampira con poderes... ¿Qué hay de malo en ello? Sólo necesito a uno de vosotros para que me guie a través del lago. Puedo prometeros algo... No sé lo qué -dije, en cierto tono dudoso. Puede que ese fuese un gran error por mi parte. Mostrar indecisión y hasta puede que, esos cadáveres se aprovecharan de ello.

 

- ¿Qué nos ofreces por la ayuda? -Otra vez la duda. Pero retomé las palabras del viejo arcano en mi memoria " Recuerde: Sólo puede confiar en usted y en su juicio." Tenía toda la razón. No debía confiar en ellos y en la Parca, menos aún. Era traicionera, eso me había dicho. Sí, debía de ser sensata, pensar con calma las cosas bufé y respondí:

 

- puedo ofreceros algo vivo...

 

- ya, vivo...

 

- sí, un alma nuevecita, llena de vida -les dije con una sonrisa. Entre ellos parecieron que, intentaban sopesar mis palabras. Seguro que nadie les había ofrecido algo parecido a eso. Sí, una vida, pero debía tener cuidado.

 

- ¿Un bebé? -ellos sonrieron a través del agua. Me escandalicé. ¡No podía permitirlo! Debía tener los pies "de plomo" y pensar con sensatez. Podía engañar a la Muerte. ¿Acaso, no lo había hecho uno de los famosos magos con una capa de invisibilidad, toda su vida? Si él podía hacerlo, yo también.

 

- Con una condición -vale, quizá no era lo mejor, que yo pusiese términos pero, tendría que hacerlo - tendrá que ser a mi modo. La aceptaréis y me ayudaréis a cruzar. Por supuesto, no me olvidaré del trato. Pero un bebé, es demasiado, os ofrezco algo vivo y eso es lo que obtendréis a cambio.

 

- venga, monta en la barca - dijo uno de ellos. No confiaban en absoluto, para nada. Pero era cierto que el lago, llamaba poderosamente la atención, así que, intentando tranquilizar mis nervios y sacudiendo mi cazadora para relajarme, me senté en el medio del bote, para proceder a cruzar las aguas oscuras y, parecían que fangosas- agárrate -dijeron y estallaron de nuevo en risas. Así lo hice. Lo último que querría era caerme a ese frío líquido y quedarme con ellos para siempre. No, la verdad es que no me haría gracia.

 

Sentí cómo de nuevo el peso parecía ser más liviano uno de ellos la transportaba, el líquido cristalino chocaba con la proa del pequeño barquito y poco a poco, parecía que me iba llevando hasta la otra orilla. A pesar de la densa neblina, pude distinguir, a lo lejos, la ya tan conocida y reconocible pared de setos que era el maldito laberinto. Los odiaba y era la tercera vez que hacía algo parecido. Lo que me pareció una eternidad, un golpe seco me indicó que, había llegado.

 

- ¡Recuerda lo que nos has prometido! - me gritaron.

 

- Ya, hijos ya... algo vivo, sí. No se me olvida -salí del bote con cuidado y pisé la hierba húmeda del lugar. Suspiré. Debía de mantener el temple. Una parte estaba hecha y faltaba la segunda. Lo que no sabía era lo que, me depararía el lugar. No debía tener miedo, sabía que, mis familiares así me lo dirían. Pero, ¿Quién no temía a la Muerte? Sólo los insensatos sin juicio lo hacían.

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― Demasiado rápido, quizás. ―resonó una voz a través de la neblina.

 

El coro de risas, cual hienas hambrientas, se hizo escuchar después de que la Muerte hablase. En el momento en el que Helike había puesto un pie fuera de la barca, estaba medio sumergida en el lago. Se había confiado demasiado en quien la guiaba y no había sido la mejor elección.

 

Por supuesto, la orilla y la hierba húmeda, había sido todo un espejismo creado por la Parca.

 

― Creo que ahora tendrás que vivir con todos nosotros. ―el efecto que causaba escucharla, era como aquel chirrido de las uñas en el vidrio o el metal con metal. Ese que hacía que rechinaras los dientes desesperadamente.

 

El arcano de Nigromancia respiró hondo. Se tuvo que debatir durante un instante si debía acudir o no en ayuda de su aprendiz; pero, si lo hacía, ¿qué efecto o lección tendría sobre ella? No era una opción, entonces, intervenir en ese momento y menos cuando apenas era el inicio de la particular aventura. No, Helike tendría que arreglárselas sola.

 

Después todo, si caía durante la prueba, lo único que él podía hacer, era devolverla a la vida, mas no aprobarle la habilidad.

 

<< Piensa, muchacha, piensa. >> fueron las únicas palabras que elaboró en sus pensamientos para su alumna.

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*¡Lo siento! ¡Falta de ideas!*

 

On:

 

Recibí con claridad las palabras del arcano. No entendía nada hasta que, después sentí lo que parecía agua. ¡Estaba dentro del lago! Pero intenté mantener la calma en vez de bracear desesperada.

 

¿Qué? Pensé que todo era una maldita broma. Pensaba realmente que había llegado a la otra orilla. ¡Lo que daría por un maldito cigarro para tranquilizar mis nervios! Pensé para mí, desesperada. Sentí humedad por todo mi cuerpo, abri los ojos, ¡estaba debajo del agua! ¿Qué había pasado? Intenté nadar, pero parecía que las ropas eran más pesadas de lo habitual. ¿O serían los no-muertos, que me llevaban hasta su lugar profundo, por irme de lista?

 

Sentí sus risas en mi cabeza. Abrí los ojos, y gracias a mis habilidades vampíricas naturales podía ver mejor, de lo que haría un humano bajo esas condiciones. No sabía lo que había pasado. Pero tenía claro que, las promesas había que cumplirlas y la Muerte quería algo más de mí. No pude evitarlo casi estallo a carcajadas, si no fuese que, mis pulmones congelados, se encharcarían con toda el agua del lago. Los no-muertos me miraron estupefactos. Obviamente, no se esperaban esa reacción por mi parte. Sonreí, burlonamente, y recordando algo...

 

Matt me vino a la cabeza. Seguí sonriendo dichosa por acordarme de él en esos momentos, bueno, no tan exactamente, pero sí la maravillosa conexión que teníamos y que nos permitía tener enlaces y charlas sin hablar. Negué con la cabeza y dejé de bracear, dejé los brazos, en suspenso.

 

- ésto es porque no creemos que cumplirás tu promesa al salir de aquí. De darnos algo vivo -aclararon con una gran carcajada... -ahora tocaba el turno de ser al menos, humilde y no mostrar chulería ante ellos. Al menos, de momento- así que usted, será eso vivo que nosotros necesitamos.

 

"señores, lamento mucho el profundo error que he cometido". Sabía que el mensaje llegaría a sus cabezas. Me miraron sin entender lo que quería decir yo. Quería suspirar pero sabía que no podía abrir la boca. Parecía que iba bajando lentamente, no tan rápido cómo a ellos les gustaría. Esbocé nuevamente una sonrisa macabra y les envié otro mensaje: "sí, verán. Yo soy vampira, no tengo alma, con lo cuál no puedo morir. No al menos, cómo os gustaría a vosotros". Parecían realmente enfadados.

 

"Así que, el vivir con todos vosotros va a ser que no" negué nuevamente con la cabeza, enviándoles el mensaje, vía telemática. Uno de ellos se me acercó y parecía que estaba ¿contento? Estaba completamente desfigurado por el agua, así que, no podía decir realmente, que tuviese ese gesto en su cara. Parecía realmente orgulloso... Con su voz particular, me dijo:

 

- La verdad es que, debimos realmente saber que era vampira -dijo, asintiendo con la cabeza - no nos dimos cuenta de su condición. Nos disculpará por ello. Yo mismo la llevaré hasta la barca y la guiaré hasta la orilla -sus ropajes parecían antigüos. Cómo del siglo XVI. ¿Sería alguien que había caído en la trampa de la Muerte, por intentar querer arrebatarle sus secretos? - soy un muerto muy antiguo, pero no se preocupe. Eso no es importante ahora...

 

Me empujó levemente hasta la superficie. El no- muerto se siguió burlando de los otros, por no darse cuenta a tiempo. Negaba con la cabeza, divertido. Cómo pude, me subí a la barca y suspiré, aspirando la humedad de la neblina que había en el ambiente. El muerto del siglo XVI arrastró el pequeño bote con fuertes y delicadas manos.... Llegamos hasta la orilla y le dije:

 

- Le agradezco la ayuda, por supuesto le recompensaré...

 

- Estoy seguro de ello... estoy seguro de ello, o volverá de nuevo al lago, recuérdalo...

 

Y ahora, esperaba que realmente la Muerte, aceptara el hecho de que llegara hasta el otro lado.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Tuvo la imperiosa necesidad de acudir en su ayuda, pero una vez más, ¿qué pasaba si la sacaba de esa situación complicada y ella no aprendía a valerse por sí misma? Aveces creía que que, conforme avanzaban sus alumnos, adoptaba cierto espíritu protector con ellos. Se rió de sí mismo al pensar que, quizás, debía ser por la edad.

 

Baléyr estaba al tanto de la charla que la señorita Rambaldi mantenía con los no-muertos, no era la primera vez que uno de sus alumnos acudía a la parte social de los espíritus, claro que no. La anterior hizo algo parecido, y la que estuvo antes que ella. Pero les funcionaba, a su manera.

 

― Podemos llevarnos algo más que un alma. Tenemos siglos, de estar aquí. Planearlo ha sido todo nuestro pasatiempo.

 

Uno de ellos terminó la amenaza para Helike, con ese matiz tenebroso, pero para infantes, que sabía tener de vez en cuando. El anciano hasta se preguntó si la Parca se estaba tomando todo esto en serio. Quizás intentaba quitarle un poco la severidad en su tono, como para que ella se confiase.

 

Así pues, el Arcano cruzó las manos hacia adelante, y siguió a la espera. A su aprendiz todavía le quedaba el paso por el laberinto.

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off: sé que está prohibido pero es para aclarar, no sabía que había posteado ya, mil perdones Arcano. Mea culpa.

 

On:

 

Bajé de la barca, completamente empapada. A pesar de que algunas prendas tenían el hechizo impermeabilizador. Saqué la pitillera de plata y extraje un cigarrillo. Necesitaba calmarme. La ventaja era que, siendo bruja podía impermeabilizar todas las cosas, sin que llegaran a humedecerse. Saqué además una cerilla y la encendí con una piedra cercana, llevándola de nuevo al pitillo. Le di unas primeras caladas y me senté en el suelo. Me sentía agotada, antes de haber empezado a andar dentro del maldito laberinto...

 

- Otra vez -protesté por lo bajo. Sí, veía los altos setos que estaban delante de mí y algunas aperturas. Bufé. Ciertamente el Arcano sabía lo que hacía, el llegar hasta a él hacía que a cada momento lo odiase. Bueno, a él no claro, a las pruebas. Pero sabía que era necesario. Ser nigromante no era fácil. El tener un poder para acceder al mundo de los muertos, no era moco de pavo. Era peligroso y debía de tenre respeto y lo tenía. Vaya que si lo tenía.

 

Había escuchado las amenazas. Enarqué una ceja. Negué con la cabeza. Terminé por apagar el cigarro con un pisotón, aplastándolo con mi botas. Suspiré y decidí avanzar, era hora. Para más 'inri' empezó a llover. Primer había sido una llovizna tenue para empezar a caer torrencialmente. Aparté las gotas de mi cara y cómo no quería demorarlo mucho más caminé hacia la primera entrada. Me fijé en que había algo en una roca. Me sorprendí y miré su inscripción. Una runa.

 

- ¿Qué? ¡Oh, vamos! -reclamé al cielo, alzando la vista, y viendo cómo no estaba la luna. Toda la oscuridad que había sabía que era por efecto de la magia del lugar. ¿Sería para desesperarme? Parecía que así era. Dificultarme aún más la llegada hasta el Arcano. Caminé poco a poco mientras seguía maldiciendo por lo bajo. Bueno, tendría que esperarlo porque conseguir el enlace al anillo no sería tan sencillo. Sabía que su magia me otorgaría un buen don, pero tendría que tener los "pies en la tierra"... No se puede jugar con los muertos, sin tener consecuencias.

 

Seguía desplazándome con suavidad, mientras mis pies, sin apenas hacer ruido iban pisando la hierva ya mojada. De cuando en cuando veía alguna runa grabada en las rocas. Farfullé molesta. Recordaba cómo mi madre, de alguna manera, intentaba que yo aprendiera de ese arte y generalmente, estaba en las musarañas. Siempre se molestaba conmigo por eso diciéndome "te será útil en el futuro". Pero casi siempre, lo dejaba de lado... Me gustaba otro tipo de magia, diferente, quizá algo oscura, pero no por menos interesante. Hasta ahora...

 

Por el reflejo de la lluvia, a lo lejos pude divisar una figura. ¿Qué era eso? Parecía que las gotas perfilaban algo en la oscuridad. Tal vez, fuese mi imaginación y la Parca estuviese tentándome a no continuar; a avisarme del peligro cómo diciéndome, "muerte al otro lado de la esquina". Me quedé parada. No sabía si continuar o dejarme estar. Pero su rostro me era demasiado familiar. A través de la lluvia, no pude evitar que saliesen algunas lágrimas rebeldes.

 

No, no era tiempo de las emociones... En cierta forma, me recordó a un poeta español. Algo que no tuve suerte de conocer... Quizá fuese simplemente el hecho de que, la magia del lugar estaba jugando con mi mente. Las pequeñas gotitas se iban "transformando" por decirlo de alguna forma en un recuerdo ya, muy lejano. Me desplacé un poco más a la izquierda, y parecía que la figura me rehuía. No entendía nada de lo que pasaba. Corrí un poco y esa forma extraña pareció escapar. Me apoyé en un seto. Apartando de nuevo el agua de mi cara.

 

Tenía el pelo completamente empapado, nuevamente, las runas aparecieron delante de mí. Sentí, cómo en mi corazón rogaba por la ayuda de alguien que me echara la mano para descifrarlas. Definitivamente, si tuviese poder necesario me anotaría en el conomiento de las viejas Runas. En esos momentos, pensativa miré hacia el lado derecho. En ese enmarañado lugar de setos de gran altura, divisé la figura de una mujer, ésta me sonrió y notaba cómo las piernas se me hacían mantequilla.

 

- hija -me dijo con su voz dulce y risueña. Tal y cómo la recordaba. Aunque de cierta manera, un poco desdibujada en mi cerebro, a pesar de los siglos pasados. Ella esbozó una sonrisa. Su pelo rojizo parecía también húmedo pero no lo estaba. Me acerqué a ella para abrazarla, pero sólo era humo, o aire, o tal vez nada o el reflejo de mi propio corazón helado, necesitando de una ayuda y la Parca en cierta manera, me ayudaba, pero sabía que no debía confiarme. Debía salir de ese maldito laberinto- he venido en tu ayuda, descuida...Creo que las Runas se te resisten, ¿no?

 

Dijo con voz risuña y yo asentí con la cabeza, con ojos emocionados al verla de nuevo, aunque no pudiese abrazarla.

 

- Bueno, bueno, sigamos... Espero que ésta vez prestes más atención a las clases que cuando te las daba en vida -asentí enérgicamente con la cabeza. Tanto, que me tuve que frotar el cuello a causa de la intensidad. Me señaló una runa, no entendía qué significaba. Eran dos palos verticales con una en forma vertical, uniéndolas. Parecía que presagiaba el peligro. Mi madre me leía la cara en cierta medida y lanzó una sonrisilla.

 

- cómo bien has podido sentir, sí, significa peligro. Pérdidas materiales o espirituales, se llama Hagalaz. Significa que, a pesar de que las cosas se puedan poner difíciles para ti, puedes conseguir lo que te propongas. Venga, vamos... -me indicó con la mano. Las mías me temblaban y no era por el frío, era por la emoción y el cosquilleo que sentía en la boca de mi estómago al ver de nuevo, ese tono característico rojo, que también poseía mi abuela aunque ahora, encanecido por el paso del tiempo...

 

Notaba el corazón alegre por la ayuda recibida. No creía que la Muerte me ayudase en ese aspecto, ella más bien era la que me ponía las trabas para seguir mi camino en ese maldito corredor lleno de hiedras. Otra y ésta vez la voz queda de mi antepasado se escuchó y me sonrió de nuevo.

 

- Tienes suerte, mucha suerte... Ésta, se llama Perth se dice que si te sale ésta en la tirada de runas, bueno, puede surgir un nuevo proyecto, y que un misterio se va a desvelar nuevamente. Vamos por buen camino.

 

Otro eco del pasado pareció interrumpirnos nuestro andar por ese lugar oscuro y sombrío; "¡No, no quiero volver, dejarme en paz!" Me quedé paralizada, sintiendo las pupilas de mi madre en mi mirada. Negó con la cabeza. Con dulzura, me soltó; "sé que serás capaz de convencerlo. Si yo pudiese... Pero no puedo, estoy limitada" se encogió de hombros y seguimos paseando. Ella me miraba de reojo y aunque me daba cierto repelús, estaba contenta de tenerla a mi lado.

 

Parecía que nos adentrábamos más y más en ese lugar oscuro y frío. Bueno, así debían de ser muchas cosas que no tenía interés en averigüar. Ese fantasma o esa cosa, o alma, parecía que nos marchaba. Nuevamente mi mami acudió en mi ayuda.

 

- ¡Te quieres quedar quieto! -protestó en voz alta - no vamos a hacerte daño -vaya con el genio, lo había olvidado. Esa cosa ancestral, se paró y nos miró con el entrecejo fruncido y una ceja alzada. Mirándonos y evaluándonos cómo si de alguna manera, quisiese deducir si podía confiar en nosotras.

 

- No te haremos daño - le dije con una gran sonrisa. El sonido de mi garganta salió un poco ronca pero no por menos, fuerte. No sé qué debió pensar de nosotras. Quizá sí presentía que podía de alguna forma, ayudarlo.

 

- Mira, no quiero ser aguafiestas. Sé que no quieres volver pero -elevé mis hombros. Quería fumar, pero sabía que no era el momento más adecuado para ello - mi madre ha venido para echarme la mano. Pero créeme que, a mí también me gustaría ser humana algún día. No estar parada en el tiempo, sin avanzar congelada... Aunque, mejor así, que ser un horrocrux -dije, bajando un poco el tono, el fantasma vagabundo, pareció tiritar. Seguro que fue mago y conocía esa palabra. Demasiado tenebrosa, demasiado oscura - sí bueno, no es muy agradable ser el alma de un objeto inútil. O sin valor. Aunque hubo magos que... Escondieron sus trozos de alma en objetos poderosos...

 

- Cierto lo que dice mi hija, si yo quisiera volver, haría lo que fuera todo lo posible para ello...

 

- Ya, pero yo no quiero...He sufrido mucho en vida. Si precisamente no sigo adelante, me he convertido en fantasma...

 

- ¿Pero, quién te dice a ti, que la nueva vida será peor que la anterior? Créeme, si nosotras pudiésemos, lo haríamos... Te digo que, ser un trozo de horrocrux, no es muy buena idea...

 

- ¿Y tú que sabes? -la voz de mi padre, Evan Black, sonó de nuevo. ¿Qué estaba pasando? Hacía muchísimo tiempo que no lo veía y ahí estaba... Parecía un cruel presagio, pero, si no lo intentaba.

 

- ¡Padre! -grité yo, alegre. Tenía una mirada rara... Eso me dejó más helada si cabe.

 

- Heli... cariño... -me dijo con voz de ultratumba- no sé porqué te interesa que éste hombre vuelva de nuevo a la vida, si ya renunció a ella...

 

- Padre, no sea así. Madre me dice y conmigo que, ambas nos gustaría tener una vida mortal, poder saborear todo sin falta de...

 

- Ya, ya... creo que no deberías de molestar a los muertos, mujer. Por desgracia tú eres vampiro...

 

- Y por desgracia para mí, no puedo continuar el linaje, lo sé. Pero éste hombre, tiene una nueva oportunidad que, si me deja, podrá ser feliz. Aunque en su vida pasada, no fuera mejor... Bueno, qué demonios, tú no eres nadie para impedir que siga adelante con su vida.

 

- Huy el genio -me dijo Evan. No sé, algo me decía que no era el padre cariñoso que había conocido en vida. ¿Sería que el mundo de los muertos, lo había cambiado? O puede que, ¿Una simple prueba?

 

- Se acabó de tanta charla y tanta tontería. Mira, tengo ahora el poder tanto para volverte horrocrux, cómo que tu alma regrese a un cuerpo mortal. Tú decides -los tres fantasmas se callaron. El tiempo pareció que se paraba. La lluvia que, en principio era torrencial, volvió de nuevo a ser una simple llovizna. Pude divisar que, a través de esos cuerpos transparentes había otra salida... Miré hacia el cielo y vi que la pirámide estaba más cerca que nunca.

 

- eh, vale, vale. Está bien, acepto. Pero te juro que, si no es cómo dices, te buscaré...

 

- Venga, no hace falta que reniegues tanto, yo misma te protegeré. Eso, por descontado.

 

- Vale, acepto. Acepto todo lo que dices, pero no tengo dinero -la risa de mi padre resonó por el lugar.

 

- ¿Con qué lo vas a matener, con tu sueldo de jefa, o con el dinero de los Black?

 

- ¡Cállate! Tú no eres mi padre él jamás actuaría cómo lo estás haciendo tú. Si no quieres que me cabree de verdad será mejor que te largues -le dije, echándole una mirada asesina.

 

- entonces, ¿qué debo hacer? -me preguntó el fantasma del vagabundo. Titbueé un poco y me acordé. Revisé dentro del monedero de piel de moke y encontré una especie de lamparita pequeña. No sabía si la necesitaría algún día pero ahí la tenía guardada.

 

- Tranquilo, no serás un horrocrux. Sólo será un recipiente para guardar tu alma. Ahora, sólo tienes que dejar tu mente en blanco, relajarte y desear entrar en ella. Cuando termine dentro de la pirámide, buscaré un cuerpo para que puedas volver. Eso, te lo aseguro.

 

El hombre transfigurado asintió con la cabeza. Hizo lo que le pedí y tapé la lámpara de bronce. Suspiré, miré a mis padres y asintieron con la cabeza. Mi padre, Evan, se resignó y elevó los hombros, mi madre asintió orgullosa y cuando mi padre desapareció ella me acompañó hasta la salida. Juraría que estaba más lejos de lo que parecía.

 

En cuánto llegué a la altura del arcano, se desapareció.

 

- Señor, tengo aquí el alma del vagabundo. He conseguido que aceptase volver a la vida - dije con voz fuerte - sólo hay que encontrar un cuerpo adaptado a él y luego hacer todo lo necesario para ello. Pero supongo que usted, tendrá otros planes - dejé el objeto, que no horrocrux, en el suelo y crucé los brazos. El tiempo climatológico pareció mejorar y ahora, sólo estaba nuboso. ¿Qué me depararía la pirámide? Estaba completamente desconcertada por eso. Pero lo afrontaría con mucha valentía.

 

- Si me lo pregunta, sí, acepto hacer la prueba de la pirámide, Arcano. Acepto lo que tenga que venir, acepto las pruebas que el Portal me imponga para ser Nigromante -le dije en señal de sumisión y respeto. Él lo sabría, yo era respetuosa con la muerte y esperaba que ésa no fuera a ponerme demasiadas trabas. Con mi padre Evan, había tenido más que suficiente. Cierto dolor punzante en la sien derecha, estaba empezando. Cómo no apurase un poco, tendría dolor de cabeza para todo el día y necesitaba todas las energías. Esperaba que todo fuese bien ahí dentro.

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  • 3 semanas más tarde...

Baléyr había perdido de vista unos momentos a su alumna, se había quedado contemplando las gotas que iban cayendo en forma de lluvia. Pero el Arcano sabía que no era sólo eso, algo más se escondía en ella y quizás tendría que enfrentarlo dentro de la pirámide. Ensanchó los hombros por la soltura con la que Helike pasaba la segunda etapa de su prueba, una muchacha muy perspicaz, pensó.

 

También escuchó la respuesta a una pregunta no formulada y encontró normal el espíritu ansioso de la muchacha. Tantos tropezones no eran buenos para la voluntad, aveces se quiebra. Pero ella tendría que aprender a superarlos si quería alcanzar la vinculación con el anillo.

 

― Entra, pues. Si crees que eres capaz de salir ilesa. ―le dio el anillo de la habilidad. No era el definitivo, por supuesto, era sólo una representación que ayudaría a que la Muerte la tuviese en cuenta como una potencial adversaria.

 

El portal se abrió y el anciano señaló dentro con su diestra.

 

― Recuerda que no puedes usar tu magia cuando estés allí. Y estarás sola, no puedo acompañarte.

 

Quiso decir "no quiero", pero no era lo ideal sonar tan borde. Además, tampoco es que haya estado acompañándola durante todo el trayecto desde que hubo ingresado a su choza. Así que no podría decirse que la dejaba sola en ese momento, si siempre lo había estado.

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El arcano en su momento se debió figurar o anteceder mi respuesta. Todos lo hacían antes de entrar a la prueba y si era lo que me imaginaba, seguro que conocía mis antecedentes en el resto de las pruebas a las que había cursado... Por eso me había adelantado a su pregunta. Vale, no voy a negar que su segundo comentario después de entregarme el "anillo" me había inquietado. Lo miré sin decirle más nada. ¿Qué podría saber él? Que yo supiera los Arcanos no tenían poder dentro del portal, sólo el de visualizar y ayudar, si la cosa se ponía demasiado fea.

 

Asentí con la cabeza ante las palabras del nigromante, mientras colocaba el anillo en el dedo corazón. Vale, que no era el enlazado pero me daba la suficiente seguridad. Sí, ya sabía que no podría usar la magia, así que, tendría que ofrecer todo el arte que poseía en mí misma, sin usar la varita yo en dónde ésta, estaba guardada oportunamente, dentro del morral de cuero; cómo así, todos los cachivaches. La tentación sería grande pero, estaba segura que el Portal, me echaría a primeras de cambio y no quería esperar más tiempo antes de volver al curso.

 

El agua y el viento parecía que se habían calmado un poco. No se veía ningún tipo de astro con lo que deducí que estaba completamente nublado. Pero sí muy oscuro. Cómo si fuese de noche. Quería además, fumar un cigarrillo para templar los nervios pero no quería dar mala imagen así que, esperaría a finalizar y a hacerlo en la Rambaldi, dentro de una bañera llena de espuma y un vasito de cava catalán, que tenía reservada para ocasiones especiales y aquella, seguro que lo sería. Tenía fe en ello.

 

Rogaba además, que mis difuntos padres no se metieran, pero esas cosas nunca se sabían. Suspiré y el baho de la humedad salió por mi boca, hasta deshacerse en el aire. Negué nuevamente y me despedí de Báleyr con un apretón en su brazo y una sonrisa amable. Era mi forma de darle las gracias, a pesar de que, a veces me ponía en ciertos apuros. Seguí subiendo los escalones. El acceso estaba completamente abierto y de su interior emanaba una gran luz, obviamente, esperando a que entrase.

 

No decidí postergarlo más. Quería el anillo y esperaba muchas cosas de eso. No era la primera vez que, o el portal o mi cabeza viajaban al pasado. ¿Sería en esa ocasión? Puse el pie en el interior y todo era blanco. Escuché varias voces, varias ráfagas de lo que suponía que eran disparos. Pero todo se volvió en silencio hasta que, poco a poco, empezó a tomar forma varias imágenes en torbellinos en el interior... Crucé los brazos y algo me decía que vería una cosa, que quería olvidar, pero que se había quedado grabada en mi mente, a modo de tortura.

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Fue víctima de una contrariedad. Estaba más que dispuesto y listo a ser un buen espectador en aquella ocasión; casi como cuando ve la escena de una película, al cerrar sus ojos. Se estaba concentrando para visualizar a su alumna siendo puesta a prueba dentro de la pirámide pero algo le cerró aquella ventana por la que pensaba espiarla. Abrió los ojos y acarició su barba.

 

Cosa curiosa, cuando la muerte se pone caprichosa, pensó. No era una señal muy común el que fuese impedido para mantener un ojo sobre sus estudiantes, pero tampoco se puso muy nervioso. Existían otras formas de vigilar a los aprendices y, si él quería, la Parca estaba lejos de impedírselo.

 

Sopesó la idea de hablarle a la señorita Rambaldi a través del pensamiento, pero estaba allí otra vez. Aquel bloqueo, fuere lo que fuere, lo que entorpecía cualquier intento de comunicación. Baléyr se preguntó, entonces, si no sería producto de Helike. Peor incluso, de las visiones que estuviese teniendo en ese momento a causa de la prueba en la pirámide.

 

Tarde reparó en su vara de cristal, quizás si lo hubiese puesto como un nexo entre él y la joven, en ese momento no estaría teniendo problemas para visualizarla. Y aún así, golpeó una vez el suelo con ella. Nada. Otra vez. Nada. Al tercer golpe, porque dicen que a la tercera es la vencida, la pirámide lo rechazó; con tal fuerza que el anciano salió despedido un par de metros lejos de ella.

 

― Caprichosa. ―dijo para sí el Arcano, mientras se incorporaba y sacudía sus ropas.

 

Mas cuando regresó al punto de donde había sido lanzado, no golpeó el suelo con la vara, sino más bien el muro de la pirámide. Fue entonces cuando la vio. Imágenes borrosas sobre un lienzo maltrecho.

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No supe porqué pero me dio la sensación de que estaba siendo observada. No era del estilo que estaba siendo acosada para un posterior ataque. No. Era muy diferente. Sentía cierto cosquilleo en la nuca. Giré mi cabeza a ambos lados y sólo veía cierta blancura que se iba diluyendo poco a poco. Pero esa sensación. Tragué saliva. Suspiré con fuerza y ajusté mi cazadora. Cuando bajé la vista. ¡Habían cambiado completamente!

 

No podía creerlo. Sabía que el portal tenía mucho poder pero, ¿tanto? Aunque sus decisiones tendría para hacerme volver a un pasado que me perseguiría para siempre. Me pareció que algo retumbaba en mi cabeza. Cómo si fuesen golpes. Farfullé varias palabras mal sonantes en bajito por si el otro "Poder" se enfadaba por no ser irrespetuosa. No quería volver a ese momento pero no era yo quién decidía lo que ver, o lo que escoger entre todos los recuerdos vividos.

 

Me toqué el brazo derecho. Ahí tenía una leve cicatriz. Apenas se notaba. Parecía que mi cuerpo inmortal, por decirlo de alguna manera, iba acumulando heridas cicatrizadas y que no terminaban de sanar del todo. Rememoraba de dónde venía. Una bruja en la Segunda Guerra Mundial, me había echo las curaciones pertinentes. Aún podía escuchar su voz en mi cabeza. Maldiciendo por lo bajini por no saber qué más hacer para detener la hemorragia. Le había sonreído y le había explicado. Al tener poderes, comprendería mi situación. Había alucinado bastante.

 

No sabía a lo que venían los disparos anteriores. Pero lo que sí era que mi cuerpo estaba completamente vestido con ropajes de hombre. Con una ridícula pajarita y sombrero corto, estilo inglés. ¡No recordaba haber llevado un bastón! Sólo faltaba el bigote. Pero por suerte no. Además de llevar el pelo cortito (suponiendo que el portal me pusiera una peluca y que así parecía) notaba que, en la punta de mi nariz, colgaban unas gafas plateadas y ridículas... "Lo que me faltaba por ver, encima de obligarme a ver éstas cosas otra vez, la elegancia no se pone de mi parte".

 

Palmeé para encontrar lo que estaba buscando y suspiré. Al menos llevaba mis cosas. Miré por los bolsillos del pantalón y me sorprendió al notar que llevaba un pequeño revólver. No me gustaban ni gustarían esos trastos. Demasiado humo y ruído que me delatarían en una posible huída. Pero al menos estaba cómoda y no sudaba como un gorrino. El chaleco negro, se ajustaba bien a la camisa y por suerte, llevaba un buen cinturón, los zapatos no eran incómodos. De momento era lo positivo que veía, después...

 

Las imágenes se fueron diluyendo poco a poco. Del blanco pasaron a los grises, marrones, una paleta sin fin de colores hasta que se fue transformando en una calle. Primero la pared, los cubos de la basura, y un olor nauseabundo que llegaban a mis fosas nasales, indicándome que por ahí cerca había una alcantarilla. Me fijé en el cielo y entrecerré los ojos durante un segundo, molesta. Las nubes habían tapado parcialmente el sol pero éste aún tenía fuerza para iluminar lo suficiente. Nuevamente, miré hacia la calle de enfrente y pude comprobar dónde estaba.

 

Había banderas de esvásticas por todos lados. Los traseúntes pasaban con sus compras, otros charlando animadamente en una cervecería cercana. El olor llegaba a mí cómo si estuviese ahí dentro. ¡Estaba en Alemania! Recordaba bien ese momento. Pero si era lo que me temía, no quería llegar hasta el final. Aunque quizás, fuese el destino de la Parca. ¡Qué caprichosa era! Me había tendido la trampa en el lago, pero estaba segura que, tejería con su poder, lo que quisiera que pasara ahí dentro.

 

Fui caminando lentamente a pasos tranquilos. Metí la mano dentro del chaleco y comprobé que llevaba documentación. Lo saqué y lo revisé. Sí, ahí estaba, el pasaporte con el águila alemana, unos cuántos marcos y además del carnet identificativo que me confirmaba que pertenecía a esa asquerosa organización. Pero por suerte, era todo una tapadera. Había conseguido todos esos documentos en su momento y sabía que me serían útiles si me viese en algún aprieto con la policía. Y hablando de ella. Había algunos guardas delante del parlamento alemán, fumándose un cigarrillo. Fijé mi vista en la bandera y ésta estaba a media asta. Eso indicaba que el "Führer" no se encontraba en casa.

 

Tendría que enterarme de qué año estábamos exactamente así que, me dirigí a un quiosco cercano y tomé un periódico. Era el año 1940. Así que, aún no había empezado la guerra contra Rusia y el poderío alemán estaba por toda Europa en aquél entonces. Parecía que las cosas les iba bien a los mal llamados "arios". Pero yo sabía que irían en mal en peor en los años siguientes. Sólo una cosa diferenciaba de lo que tenía encima, el anillo. Esa era la única evidencia posible por el que estaba ahí dentro. Era el Portal quien mandaba. Entonces, ¿los disparos?

 

Era algo que no llegaba a comprender del todo. Quizá fuese de un futuro cercano a esa época. Tendría que hacer todos los pasos para entender las cosas. Rememoraba todo en mi cabeza y sabía lo que tenía que hacer. Tenía la misma sensación que al principio. Que alguien me observaba y me fijé en que un hombre de mediana edad, que no llegaba a los cincuenta, me miraba de refilón. Hizo un gesto con su cabeza, indicándome que la policía estaba cerca y asentí con la cabeza. Le indiqué con mi cabeza la dirección hacia la cervecería y así lo hicimos los dos.

 

Entramos. El lugar era cómo una de las tantas cervecerías alemanas que había por el país. Ya había varios hombres bastante ebrios que entonaban canciones y chocaban sus jarras de cervezas, mientras el camarero no hacía más que servir otras tantas. Llegamos hasta una de las mesas más alejadas de todas ellas, hasta el fondo. El mesero nos vio y se acercó raudo hasta nosotros. Le indicamos lo que queríamos y los dos suspiramos.

 

- Están a salvo, por el momento, pero hay que sacarlos del país... -susurró con voz queda. Me sorprendió que a éstas alturas, entendiera el alemán tan bien. No es que dominase todos los idiomas ese era uno de los pocos junto con el ruso, el que me costaba tener dificultades para enlazar dos palabras seguidas y no parecer "yo tarzán... tú chita"... Bebimos un sorbo de nuestras copas y dejé un par de billetes encima de la mesa y unas monedas cómo propina.

 

- Lo sé, sé que es complicado. La gestapo es muy... -no quería insultarlos y que los demás tuvieran sospechas- si nos cogen, estaremos muertos, lo sabes, ¿no?

 

Asintió con la cabeza.

 

- Lo sé, pero esa pobre gente no tiene ninguna culpa de lo que está pasando. El Führer se cree listo pero llegará el día en que... - se calló, entendí sus palabras. Ambos sabíamos que quedarían muchas cosas por las que pasar. Muchas antes de que acabara esa maldita guerra en la que un país, había llevado al resto al infierno sobre la tierra. Se habían intentado muchas cosas pero, en definitiva, todos habían salido mal parados. Era lo más arriesgado que era al tratarse de un tema cómo el de la resistencia.

 

- Ya, pero no nos queda otro remedio. Me has dicho de un falsificador muy bueno. ¿Por dónde queda su casa? Necesitamos esos documentos y los necesitamos ya...

 

- Lo sé, herr Ilse -maldita la hora en que me había puesto ese nombre. Me había dicho el hombre- pero se está tomando muchas precauciones y es demasiado caro.

 

- Por el dinero no hay problema, lo sabes, ¿no? -asintió con la cabeza, mientras me miraba y bebía de su jarra helada- bien, entonces, te espero -saqué el reloj que llevaba en el bolsillo del chaleco- a eso de las cinco de la tarde en la plaza Adolf Hitler. Espero que no me falles. Sabes que puedo encontrarte sin problema - le indiqué. Sabía que, sus amenazas hacía a mí tenían poca validez.

 

- Y, ¿ese anillo? -preguntó con curiosidad.

 

- Viene de Egipto, lo compré allá - le dije sin darle más explicaciones y él entendió. Nos quedamos en silencio a la espera, de lo que vendría después a esa hora en la que habíamos quedado.

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