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Heredad Ollivander (MM: B 110990)


Hessenordwood Crouch
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Sus ojos quedaron fijos en los de él, y con lentitud, examinando la extraña postura de su cuerpo ligeramente encorvado por el peso de Hannity, a quien sostenía entre sus brazos. En un espacio más recóndito de su pensamiento, podía recordar los gestos en ese maltratado rostro repleto de cicatrices, pero aun así, no era capaz de recordar el cúmulo de sensaciones que una mirada como esa solía traerle en el pasado.


― Es bueno verte, verlos a ambos.


Él había pronunciado su nombre con incredulidad, como si fuese alguna clase de espejismo inverosímil, pero luego, simplemente ella no había encontrado forma de responder en el mismo tono, porque al tenerlo al frente, la mayor urgencia que se había despertado era la de ayudarlo en su tarea de poner a Hann a buen recaudo. Y es que cuidar de ella era a esas alturas como un mandato acordado hace tanto tiempo que había terminado por convertirse en una cuestión instintiva.


― Llevémosla a su habitación.


Los acompañó en aquel corto trayecto por el corredor, con la mente puesta en la calurosas tardes de verano, en que los tres deambulaban por los terrenos, cada uno concentrado en una actividad diferente, que les despejara las mentes y los cuerpos. Las palabras por ahora no parecían tan necesarias, y disfrutaba del silencio instalado, hasta que llegados a la habitación, la dinámica cambió porque el cuarto, aunque intacto y como lo recordaba, también acusaba el abandono de los otros lados que había alcanzado a contemplar.


Un primer impulso de recriminar a Garry del asunto, fue reprimido por la enérgica actividad de cambiar las sábanas de la cama, sacudir el polvo del mobiliario indispensable y ventear el aire viciado y mohoso abriendo un poco las ventanas, hasta que todo estuvo listo y solo entonces, dejó que él colocara con delicadeza a Hann sobre la cama, para cubrirla con el mullido edredón a cuadros verdes y rojos que había escogido de la cómoda.


Su rostro apacible, la respiración acompasada... si que has mejorado con las pociones de sueño ¿eh?― le comentó con la simpleza con que podía conversarse del clima― pero creo que no es de la poción de lo que quisieras hablar en estos momentos ¿no?


Una sola preguntaba estaba flotando en el aire, y podía sentirla en la piel, recorriéndole por entero como una corriente eléctrica, de la misma manera en que percibía la extraña humedad de esa casa que no parecía que hubiese encontrado sosiego con solo Garry como inquilino. Y que ahora con gruñidos, se inquietaba también ante su presencia y la de Hannity.


Relacionarse con Garry Ollivander siempre había sido complicado, y ahora mientras permanecían sentados al borde la cama, enredada en una marea de ideas confusas, no sabía bien como empezar a contar que hacía allí. Fue entonces que un vientecillo frío discurrió desde la ventana, y pareció susurrarle palabras al oído, que la empujaron de inmediato a tomar la mano de él, tal como recordaba haberlo hecho incontables veces, y la estrujó con fuerza, disfrutando del calor que emanaba por contraste a su piel fría.


Era el más simple de los saludos, pero también, el más cercano que compartía con él.


― No tenía claro que hacía aquí, hasta que te he tocado―a veces las palabras le salían diferente a como las pensaba, y esta era una de esas veces, pues aquella curiosa sensación casi que se había convertido en alguna clase de sentencia.


Se arriesgó a mirarlo de nuevo entonces, sonriente, en un intento por darle comodidad a una situación a todas luces incómoda, que se reflejaba en un temblor nervioso en sus dedos y en esa capacidad olfativa, recientemente adquirida, que le permitía sentir el olor del cuerpo de Garry, sudado por el esfuerzo de conducir a Hann, o quizá tan nervioso como el de ella misma.


― ¿Es muy tarde para volver y decirte que me quedaré para siempre?


Oh, y el para siempre era un tiempo casi infinito, pero era la peligrosa palabra que más podía reflejar que no había ápice de mentira en lo que acababa de decirle.


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―Es bueno verlos…-, es lo primero que le ha escuchado decir después de mucho tiempo.

 

"¿A quiene?"

 

Ver a Bel nuevamente en la casona de la heredad le provoca algo más que una sorpresa, lo ha dejado casi catatónico, con las fuerzas apenas suficientes para sostener a Hannity entre sus brazos. Cree que ha dejado de respirar por demasiado tiempo, que no puede ni parpadear porque al siguiente segundo es posible que ella desaparezca e incluso sabe que la casa a su alrededor ha dejado, finalmente, de moverse tanto. La voz de ella lo hace sentirse de pronto como si estuviera cayendo y nada puede detenerlo.

Y todo eso solo por volver a observar su pequeña figura del otro lado del pasillo, ¿Qué sería capaz de causarle si ella también decía quedarse?

 

La apariencia de ella no es nada distinto a lo que hubiera visto antes en Bel, es más, su fachada le deja la impresión de que en realidad el tiempo no ha pasado entre ellos, le hace pensar que tan solo ha sido un largo fin de semana donde ha pasado las horas seguramente intoxicado en su habitación mientras que ella ha regresado finalmente de uno de esos campamentos a la intemperie que se esforzaba por sacar adelante cuando entonces aun dirigía el departamento de deportes mágicos. Las fachas de los diseños de Yanna en ella le hacen sentirse seguro de eso.

 

Entonces las cosas pueden continuar, ¿no es asi? Si, debería. Él no tendría por qué preocuparse tanto de que ella esté en casa nuevamente, ella lo acompañaría hasta la habitación de Hannity, lo acompañaría mientras contemplan juntos a la muchacha dormir y luego, cuando se sienta él más tranquilo, ella se ira.

 

Nada tendría que complicarse.

 

Por otro lado, tras sentir como es que su cuerpo reacciona involuntariamente con la sola idea de su nombre, se da cuenta de que la presencia de Evans ahí y ahora no puede ser nada bueno.

 

―Ella ha aparecido finalmente-, la voz de Charlotte es como un eco que viene desde la primera planta, Bel no parece escucharlo, pero él no se preocupa por que ella se dé cuenta o no. Las alucinaciones nunca conviven con él al mismo tiempo, así habría pasado con Grell una vez que Charlotte apareció. ―Vaya, no es así como recuerdo que me la describiste.

 

“Ella no es así”-, responde sin decirlo y no puede más que devorar con la pálida mirada como Bel se acerca sin mayor preocupación que llevar a la inconsciente Hannity a su habitación.

 

― ¿Acaso ibas a llevarla a su habitación? No, pero creo que no dejarías que ella vea ese lugar, ¿Qué pensaría de ti si lo viera? ¿Si supiera las muchas cosas que has hecho ahí-,

 

“Lo he hecho por ella… por ella y todos los demás. Ella estaría complacida de ver lo que he conseguido”-,

 

― ¿Sí? ¿Lo has hecho por mí también, Ga-rry?-, la mujer se burla. ― ¿Por qué no le muestras ahora entonces?

La casa ruge una vez más y frente a ellos las elegantes escaleras aparecen luego de doblar la esquina del corredor. Él no contradice y silencioso, aunque evidentemente aun sorprendido, deja que Bel marque el paso hasta llegar a la vieja habitación de Hannity.

 

“Ella aún no está lista para verlo”-,

 

 

 

En los pisos de arriba puede escuchar los pasos de Charlotte alejándose. ¿A caso Bel puede oírla también?

 

Estar en la misma habitación con Bel y Hannity es de pronto nada satisfactorio, lo sofoca la visión de Evans reparando la colcha en la cama de Hann y la misma Jane dormida entre sus brazos, compartiendole inconcientemente de su calor y solo por eso sabe que Hannity si está ahí, pero Bel…

 

Ver dormir a Hann es algo agradable de percibir, como algo que raras veces lo es, a pesar del mucho tiempo que ha pasado en San Mungo los últimos meses cuidando y velando enfermos en las salas de recuperación, de rostros tan apacibles como los de ella durante las noches tranquilas, con todas esas respiraciones acompasadas acompañadas de vez en tanto de algún gemido o ronquido suave que solo le provocan el sucio deseo terminar con sus vidas solo por ver con sus propios ojos el instante en el que todo es diferente, el segundo en el que encuentra una nueva esperanza tras el último aliento de vida, el último eslabón en el ciclo de la vida.

 

La fría piel de las manos de Bel tocándolo duele. Duele tanto como si quemara. Es tan real que apenas puede evitar no alejarse de ella con su toque, aquel que ha acompañado con esas palabras, oh sus bellas palabras casi prometiéndole que esta vez no se ira de su lado, endulzadas con aquel familiar romanticismo que solo podría reconocer viniendo de ella.

 

Es en ese momento en el que sabe que ella no está ahí verdaderamente. Esta más seguro de eso luego de repasar en su mente escucharla decir quedarse ahí para siempre. Sin duda alguna, se imagina entonces que, si dentro de él queda algún vestigio del joven Garry Ollivander, esta vez ha decidido tomar la forma de su infinita salvadora.

 

Qué necedad.

 

Puedes quedarte también el tiempo que quieras-, masculla sin ganas, sabiendo que en realidad ella no tiene la opción de solo irse y pensando en que pronto se puede acostumbrar a ella también, como lo ha hecho con todos los demás. ―Te prometo que así será Bel Evans, solo debes esperar un poco más… -, sin darse cuenta ha acortado la distancia que los separa y suavemente descansa su cabeza sobre la de ella.

 

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Siguiendo el hilo de su mirada, ella comprendió que aquella interacción no había salido como esperaba y notarlo le atenazó la garganta, mucho más que las nuevas palabras que se quedan atravesadas e incapaces de salir. Se fuerza a pensar entonces, en qué es lo que ha pasado en ese breve intercambio, para que la piel de Garry se crispe, y con más resignación que fervor, acepte que ella se quede en casa.


Un tropel de recuerdos la envuelven, de conversaciones tranquilas uno frente al otro, de miradas cómplices, y otras cargadas de culpas y vergüenzas, pero que nada tienen que ver con la persona que tiene ahora delante de sí. No es solo que su apariencia esté ligeramente más descuidada que antes (en el fondo, eso nunca le ha importado ni a él ni a ella), sino que en su interior, le aterra confirmar que él haya cambiado al punto en que no puede comprenderlo.


¿Y ella? ¿Será que algo ha cambiado en ella de forma tal que él tampoco puede entenderla?


Aturdida, cuando el contacto se hace más cercano, y siente el peso de la cabeza de él y el olor de su cuerpo, mezclado con notas de barro, valeriana y café, relaja los músculos para ceder a esa familiaridad. Todavía está en busca entre la mucha información de la que dispone, de algo que le ayude a dar una respuesta a la altura de las circunstancias, y una explicación que solucione el entrampamiento en que se encuentran, pero tal vez no sea del todo malo, solo seguirle la corriente hasta que voluntariamente le revele la intencionalidad tras sus acciones.


― Vas a tener que guiarme, porque la heredad está más fabulosa y desordenada que nunca― le confiesa, mientras alza la cabeza y rodea con sus brazos el tronco del hombre― al igual que tú― su voz apenas ha sido un susurro no más alto que las manijas acompasadas del reloj de pared.


Sabe que es tonto exigirse a volver al ritmo que había llevado antes, pero mientras contempla la habitación, e imagina allá afuera las tierras salvajes de confusos límites, y los numerosos compromisos que implican el quedarse al lado de Garry para siempre, cae en cuenta del porqué la primera impresión de verlo no había sido significativa como en sus luminosos recuerdos.


Hacía falta un sonido, el más simple y más poderoso, que la había acompañado desde el primer segundo de vida, y cuya ausencia podía ser la razón por la cual había despertado sintiéndose tan solitaria. Cierra los ojos, trémula ante la comprobación de que, efectivamente, no hay rastro del corazón que había palpitado, asustado unas veces o acelerado en otras por causas de sus desaforados sentimientos.


Se aparta entonces, de forma brusca, y llena de desconcierto, comienza a dar vueltas por la habitación, observándose de pies a cabeza una, dos, tres veces, hasta que la inspección exhaustiva de sí termina por hacerla descubrir, que no solo no tiene latidos, sino que en un bolsillo elegantemente oculto tras un pliegue del vestido, tiene una varita...


Meses atrás, en la primera planta de esa misma casa, había conjurado un patronus, y con ese último hechizo la magia había escapado de ella, o mejor dicho, había dejado que la abandonase a cambio de "algo más importante" que aunque se esforzaba, no podía recordar. Convertida en una squibb, no tenía por tanto sentido alguno que portase una varita, pero tentada por la nostalgia de esa magia perdida, no tardó en sostenerla entre sus manos.


Mientras acomodaba la cama para Hann, sus ojos habían reparado en un reguero de cachivaches, amontonados en una esquina de la habitación, de los cuales emanaban una energía potente y peligrosa a partes iguales. No le había importado demasiado el asunto en ese momento, pero entre el comportamiento de Garry y el tener una varita...



¿Que pasa si intenta algo ahora?



Verdimillius― suelta de repente, apuntando hacia el cúmulo de desordenados artículos, los cuales no tardan en verse envueltos en un humo negruzco, revelando su naturaleza maldita.


En los tiempos en Baker Street, se había topado incontables veces con frascos que podían contener tranquilamente el pie o los órganos de algún infeliz muerto a las afueras de Londres, rescatado para que sus miembros sirviesen al conocimiento mágico. En cierta medida, es capaz de trazar una conexión entre esos objetos y los que descansan en esa habitación, pero eso no impide que sus sospechas sobre la cordura de Garry crezcan.


Y es que no cree que sea solo un engaño o una ilusión la percepción creciente de que él haya podido sucumbir al infierno y la locura de esa casa, en el largo tiempo de su ausencia.



― ¿Qué hacen esos objetos en la habitación de Hannity? ¿Cómo has podido ser tan descuidado?



¿Y cómo, en nombre de todos los dioses, podrá resolver todo eso?


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-...no te preocupes todavía...


Esas eran las palabras que había dicho su padrino en tono despreocupado, pero, que la habían hecho sentir tensa, era extraño lo que pasaba, de eso no había ninguna duda, aunque por lo regular todo lo que pasaba en la heredad era similar...


Su aspecto pálido y tembloroso no había cambiado desde la llegada a la casona, algo que era extraño, ya que sentía mucho frío, aunque aún preocupada por el comportamiento de la casa (lo cual le había traído viejos y malos recuerdos), se dejó guiar por su padrino de regreso a la cocina, esperaba que el café que le estaba preparado Garry sirviera para aquello que fuera que tuviese terminara de una vez.


Rió divertida en cuanto él canturreo diciendo que aquél café (preparado por él) le gustaría, lo cual le animó para, momentáneamente, desviar sus pensamientos, de los alrededores de la heredad a aquél momento.


-¡Es genial estar de vuelta en el hogar!- responde ante el comentario que él hace respecto a su regreso -Era indispensable pasar estás fechas aquí


El café llegó y la rubia rodeo la caliente taza con sus heladas manos para calentarlas, sin éxito alguno, un poco, mientras sonreía al recordar el alboroto que ella había causado el año pasado, al llevar un pino navideño a casa.


El aroma a café inundó sus pulmones, aunque, algo de aquel delicioso aroma parecía confundirse con un toque de lavanda, lo cual no le preocupó del todo, y trás la insistencia de Garry a que probará el café, le dió un gran sorbo, el cual lleno su garganta de un suave calor y no supo más.


¿Cuánto tiempo había pasado? O, en realidad ¿Qué era lo que había pasado?


Acaso lo que había pasado en la heredad ¿era un sueño? Las horas habían pasado tan rápido, ¿o retrocedido? No, no era posible, el giratiempo estaba muy bien escondido, pero, ¿Qué sucedió? No podía estar en aquél lugar, no de nuevo, un lugar, su hogar, sin puerta para ayudar a que su madre saliera y después el ataque...


Su semblante era calmado, pero, dentro de su mente sus recuerdos la alteraban.


-Ma-má- las palabras que salían de su boca emitiendo un susurro inaudible, pero que al inconscientemente escuchar las voces conocidas le brindan tranquilidad.


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Editado por Hannity Jane

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El mago miro a la señorita Tauro la cual parecía intranquila ya que estaba de un lado a otro intentando obtener mayor información y saludando con la mano a la compañera de la peli azul saco ahora sí libro de historias y se dispuso a leer:

 

--En la mitología nórdica, los jotun eran una raza de gigantes con fuerza sobrehumana, descritos como la oposición a los dioses, a pesar de que frecuentemente se mezclaban o incluso se casaban con ellos, Æsir y Vanir, ambos. Su fortaleza es conocida como Utgard y está situada en el Jötunheim, uno de los nueve mundos en la cosmología nórdica, separado de Midgard, el mundo de los hombres, por altas montañas y densos bosques. Cuando viven en otro mundo que no sea el suyo, parecen preferir cuevas y lugares oscuros--

 

Entonces el mago miro la montaña dónde había Sido la avalancha... Ahora todo encajaba... Pero que querian? Porque ahora?... Era necesario que que se hicieran notar de esa manera? Había cosas que estaban siendo totalmente claras, cosa de volteando la mirada el mago sencillamente miro de reojo a la sobreviviente de esa avalancha la cual terminaba de ser atendida por sus elfos médicos...

 

--Creo que tenemos en nuestras manos otra aventura señorita Tauro... Usted decide cuál es el siguiente paso, espero que su amiga también nos pueda acompañar y sobre todo necesitaremos la guía de la sobreviviente, se que puede ser duro... Pero la necesitamos--

 

Decía el mago mientras otro elfo traía varias tazas de chocolate proveniente del negocio de Cye, su socia...

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Lumus!

 

-Shhh Pancracio ya estas anciano para estas andanzas- le digo a mi mini mascota mientras le insto hacia mi bolsillo delantero de mi capa larga de color verde oscuro con unos cuantos retazos costurados adrede para darle un toque propio, con tres estrellas de brillantes que sujetan la parte delantera.

 

- ¡A quién se le ocurre hacer una su hogar en medio de la nada!- grito tiritando, y al unísono me agacho a sujetar un poco de nieve que se encuentra de forma misteriosa en el húmedo bosque donde está alojada la morada de los Ollivander, susurro unas palabras y lo lanzo a la construcción, las bolas de nieve se van multiplicando mientras son lanzadas para llamar la atención de sus habitantes.

 

Me abrazo a mí misma intentando sofocar un poco el frío, mis cabellos rosados están empapados por el viaje, mi capa me cubre parte de la cabeza y casi todo el cuerpo, traigo puesto una pantalona ancha con la bota ajustada, de tejido grueso que combate el clima y una camisa blanca manga larga cubierta por una chaqueta tejida negra, mis botas de caño corta de igual color. Junto a ello llevo un bolso verde con hilos de oro de tamaño mediano.

Camino de un lado a otro observando el show.

 

- Sonorus - digo mientras coloco mi varita en posición a mi laringe

 

- Coff, Coff, Hola, si… probando, probando – de pronto la voz comienza a escucharse de forma estrepitosa por todo el lugar, los pocos animalillos que están a vista se petrifican observándome mientras yo estoy con una sonrisa de oreja a oreja

 

- ¡Bel!, ¡Sal de una vez por todas! - digo aumentando y colocando mi voz en un todo más chillón de forma intencional.

 

- ¡Tengo hambre, frío y sueño!, ¡quiero mi cama! – digo mientras con la otra mano revuelvo en mi bolso y saco de él una botella de vino rosa de peculiar aspecto.

 

– Traje incluso un presente-

 

Levanto entonces la botella hacia arriba de mi cabeza agitándola por si alguien en ese fúnebre lugar anda observando qué es el ruido de afuera.

Editado por Mary Adler Westrong
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La débil voz de Hann desde la cama la hizo volver hasta ella, y tocar su frente. No ardía, así que debía ser solo un mal sueño lo que intranqulizaba los sueños de ella. A menos que...

 

Garry aun no había respondido a su pregunta, y si lo hizo, Bel no fue capaz de oírlo, porque una potente voz retumbó en la habitación. Una voz que tras una prueba de sonido de lo más peculiar, empezó a llamarla a gritos con una serie de peticiones, con el desparpajo propio de alguien que...

 

La veía como su igual.

Ni la matriarca valiente, ni la auror destacada, o tan siquiera la fenixiana consumida por su ideal.

Sino la compañera de la Academia de Magia y Hechicería, con quien compartiera más de una parranda.

 

- Regreso, esta conversación no ha terminado- apartó la varita que había estado sosteniendo en dirección a Garry y soltó un suspiro cansada por la suma de cosas que no dejaban de acontecer.

 

¿Debía dejarlos a solas? ¿Podía tener esa confianza cuando solo minutos atrás había descubierto la naturaleza de ciertos objetos en la habitación? Afuera, los gritos solo crecían en intensidad (¡había traído un presente!) lo que la obligaba a tomar una decisión de una buena vez. Deseaba permanecer junto a su hija, pero también sabía que Garry posiblemente no iba mover un dedo para salir a recibir a la imprevista visitante, así que solo ella podía hacerlo.

 

Con una última mirada a Hannity, acomodó el edredón que la arropaba, y dio unas últimas palabras a Garry.

 

- Cuando Hann despierte, avísale que estoy aquí. No importa lo que esté haciendo en ese momento, lo primero que necesito es hablar con ella.

 

Y con pasos apurados, salió de la habitación.

 

El recorrido hacia la entrada del enorme caserón fue sorprendentemente rápido. Nuevamente, lejos de complicarle la vida, la casa se ponía a su servicio, acortando pasadizos de forma que no tardase en llegar. Cuando alcanzó el recibidor, respiró hondo, se revisó el modesto traje que llevaba, y tiró del picaporte abriendo las puertas de par en par. Del otro lado, con las ropas pegadas al cuerpo y el cabello goteando desde las puntas, la extravagante mujer que la había llamado se dejó ver.

 

Mary Adler Westrong ni más ni menos. La cuatrilliza loca.

 

- Tú aquí ¿pero cómo?...

 

Era inútil hacer siquiera preguntas porque ella ya estaba transpasando la puerta, bamboleando entusiasmada la botella de vino entre sus manos. Así que emitiendo un suspiro cansado, cerró la puerta tras su paso, pues el frío afuera era cada vez más inclemente, y volvió a verla, todavía con sorpresa.

 

Los años parecía que no habían pasado por ella.

 

- No has envejecido nada ¿es cosa de veelas todo eso?

 

Como todo Westrong, la belleza se había mantenido incólume, e incluso parecía que había ganado alguna clase de elegancia desconocida. Mientras iban por el pasillo, y Bel le comentaba que no tenían grandes provisiones en la cocina, el notar que algo se deslizaba por bajo de la capa verde de Mary la distrajo de su explicación de que también ella estaba apenas regresando tras una larga ausencia, pero no quiso preguntar (ni enterarse) de qué podía tratarse. No obstante, era verdad que tenía docenas de preguntas, y la pelirrosa parecía tenerlas también.

 

¿Cómo acabaría todo eso?

 

- ¿Un estofado de carne está bien para ti?- preguntó mientras observaba la despensa- puedo cocinarlo en diez minutos en lo que tú terminas de secarte todas las ropas ¡y se complementará excelente con el vino!

 

Apenas entonces cayó en cuenta que no se había cambiado aquel vestidito digno de una cosplayer, y que muy posiblemente este se convertiría en un puñado de chistes para la imaginativa Westrong.

 

@@Mary Adler Westrong

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Mi plan B es simplemente empezar a cantar algún villancico de la manera más desafinada hasta que alguien salga del lugar, pero no es necesario, al fin logro divisar un rostro a la distancia

 

-¡COMIDA Y HABITACIÓN GRATIS! – pienso alegremente mientras me dispongo a ingresar a la gran edificación Ollivander, sabía que Bel no me dejaría morir de frío.

 

Ella dice algo pero mi mente no lograba captar sus palabras sólo me dirigía guiándome por el calor con botella en mano y muchas ideas para el lugar.

 

-… Veelas- al fin escucho una palabra formada, es cierto, las Westrong somos descendientes de magos y Veelas, tenemos algo peculiar en la percepción de los demás hacia nuestro físico. Mientras seguía escuchando la observo de pies a cabeza, e inclinando mi cabeza unos 45 grados con sonrisa en mano no puedo dejar de soltar una reverenda carcajada.

 

-Muero de hambre en serio todo sirve… - sigo riendo – pero es que es imposible ignorar esto – digo mientras con mi mano libre hago una mímica hacia su vestimenta.

 

-Jajaja, pero qué es esta joyita – me acerco, con lágrimas en los ojos tratando de contenerme, y apunto directamente hacia su cuello, este cascabel, -¡lo necesito! Jajaja – vuelvo a reír.

 

- ¿Me tienes que amar lo sabes no? – expreso, abrazándola al fin – Te extrañaba, a todos por aquí – la suelto – aunque todos anden misteriosos, ...¡ahora dame esa comida! -

 

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Estaba segura, si se sumergía lo más profundo en los recuerdos que pululan por su ser, de encontrar que todos los que tienen que ver con Mary Adler Westrong, son extravagantes y divertidos. Un pensamiento que no debe pasa por su cabeza ¿Hubiese podido ella mantenerse así, fresca y diviertida, si como su ex compañera de estudios, hubiera dejado Ottery para viajar, y olvidarse de las guerras, los pleitos, los llantos y las muertes? ¿Si hubiese sido ella la abandonadora y no la abandonada?

 

No tiene forma de saberlo y pronto, los ojos gigantes de Mary observando con burla el cascabel que cuelga de su cuello, la devuelven a su realidad. Y es que es consciente que con todo el ruidito que no dejaba de hacer mientras iban por el pasadizo, hubiese sido un milagro que ella no reparase en él, y en el resto de la indumentaria.

 

- Es un cascabel, uhm, de un disfraz, es una historia complicada explicar por qué lo traigo.

 

No lo había elegido, pero había aparecido con él. Otra rareza más que sumar a su presencia en la residencia. Llegadas a la cocina, pronto se pone a la tarea de preparar algo sencillo y rápido para comer, y en lo que va con suaves movimientos de la varita terminando de picar los ingredientes, para vacearlos posteriormente a la cacerola, siente los brazos de Mary envolviéndola, con fuerza, apachurrándola. El contacto no dura demasiado, pero se siente tan bien que nada le hubiese molestado poder seguir un poco más así. Y es que es una clase de cariño tan inocente que quizá por eso se sienta tan cómodo.

 

- Un cascabel no estaría mal para ubicarte de aquí en adelante ¡así me podría cuidar si decides asaltar la alacena! - riendo observa el reloj pulsera para comprobar el tiempo de cocción que resta- ¿pero cuándo fue la última vez que comiste que traes tanta hambre mujer?

 

Nunca Mary envió una sola lechuza, una esquela pequeña o un saludo a través de parientes o amigos que permitiesen saber que seguía con vida, y luego, en el ajetreo de los días de guerra de ese entonces, era mejor y más práctico pensar que si no llegaban noticias malas, es que todo estaba bien. Por eso es una sorpresa buena tenerla allí, aun si los tiempos que corren no son los mejores. De todos modos, mientras sirve los dos platos de comida caliente, y se quita el cascabel porque ya está harta que Mary lo toquetee para hacerlo sonar, cree que está demás preguntar, si ella no quiere contarlo primero, que pasó en esos largos años de ausencia.

 

Porque lo que importa es que están allí, juntas, luego de tanto tiempo, compartiendo un alto guiso (?), con la confianza intacta.

 

- Tú también hiciste mucha falta ¿quiénes se hacen los misteriosos pues? Si te refieres a nuestros ex compañeros de academia y de bando- ha sido por fuerza inevitable de la costumbre bajar la voz al decir lo último, aunque no importe mucho en esos tiempos comparado con antaño- directamente muchos se fueron. Es un mal tiempo este de la guerra declarada entre Bulgaria e Inglaterra- casi puede jurar, por el rostro que ha puesto la pelirrosa de que nada sabe de esa guerra, algo típico también tratándose de la despistada mujer que es Westrong, al menos como la recuerda- ¡no me digas que nada sabes de la guerra!

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Él tiene un tiempo ya viéndolos, a todos ellos, entre los terrenos de la heredad, dentro de la casa, en San Mungo, en el despacho del ministro, incluso caminando por las callejuelas comerciales. Algunos tienden a ser más notorios que otros, están quienes solo lo miran a la distancia y esos otros que se acercan más, algunos de ellos también lo pueden tocar. Él los ha estado escuchando desde hace un tiempo, lo que le dicen es irrelevante, o al menos lo que han dicho hasta ahora, ninguno de ellos puede afectarlo. Siempre son los mismos de siempre, aparecen en momentos tan casi exactamente precisos que puede predecir cuándo puede suceder, es por eso que es tan fácil reconocerles. Sin embargo, también están esos otros, los que solo ha visto una sola vez y también los que sabe que están, pero no quienes son.

 

Desde hace cuánto están ahí con él no lo sabe, tiene práctica tanto para no dejarse distraer por ellos como para dejarlos hablar lo suficiente, es que le ha tomado cierto gusto al hacerlo, de escucharlos como si se escuchase a sí mismo. Al menos así no está él solo, aunque ciertamente nunca lo ha estado. Él no tiene un control total de eso que pasa y aun así no se intimida fácil cuando una figura nueva aparece un día de pronto. Se han convertido, a su vez, en algo tan verdadero como la inusual vida cotidiana que el brujo ha llevado entre las sombras del Ottery en medio de una incomprendida guerra. Lo único verdaderamente difícil es que se ha acostumbrado tan demasiado rápido a ellos, que le ha costado cada vez más definir la línea entre lo que es real y lo que no lo es.

 

No obstante, el encuentro entre ellos tres está siendo diferente a cualquier otro antes.

 

Por un lado, Hannity es la misma niña de siempre, no hay en ella ni siquiera un centímetro distinto que él no sea capaz de recordar. Su voz, sus facciones, su dulce sonrisa… tan solo es por el pálido color de su piel lo que la hace parecer irreal entre lo que de por sí ya lo es, al menos para él, como la figura de alguien en un sueño. Su presencia en esa casa gris es un calmante para sí mismo. Y él imagina entonces, de alguna forma retorcida, que la reaparición de ella en la heredad pudiera tratarse solo de la resignación del brujo Ollivander, como la de alguien que ha perdido su batalla y en la agonía de su auto tormento se le permite tener por última vez aquello que pudiera ser capaz de provocarle armonía.

 

Ninguno de los otros es como Hannity sin embargo, y aun si fuera solo un eco de ella en su cabeza, nadie se le podría comparar.

Es solo por eso que él sabe que es verdaderamente Hannity Jane. Él en su auto tormento se lo ha confesado.

Las cosas con Bel Evans por el contrario lo preocupan de trasfondo, aun cuando trata de mantener la razón en su lugar. Él puede sentirla a la altura de su pecho vibrar cuando le habla, su aliento en susurro humedeciendo apenas sus gruesas ropas, el calor de sus cortos brazos a su alrededor, puede saberla físicamente, la mira y siente, pero hay algo que falta, algo que tampoco tienen los demás, algo que la separa de Hannity y él en esa habitación y al mismo tiempo de todos los otros que ha visto antes, de Charlotte, de Grell… del Sr. Ollivander… Era evidente que ella es una de esos otros, aunque con una particularidad que la exentaba de aquel grupo de sombras que lo han estado persiguiendo a todas horas día y noche.

 

Pero ¿Por qué razón es que Bel Evans ha tardado tanto en aparecerse? Alguien tan importante ¿no debió ser la primera en estar ahí? En cambio, ha sido la última de ellos.

 

Es mentira si dijera que no le preocupa del todo que Bel Evans apareciera justo ahora, merodeando su casa como si las cosas entre ellos funcionaran sin que el tiempo o las negligencias en su nexo hubieran causado estragos en ninguno de ellos, juntos o separados por igual. Le preocupa por que, después de toda la historia juntos, durante este tiempo que se han mantenido apartados ha sido menos que fácil pasar desapercibido su total ausencia. Lo sabe por qué ha notado como es que en algún lugar de ese torcido palacio mental, él ha encerrado su recuerdo y a todo lo que concierne a ella bajo llave. No importaban las circunstancias nadie fue adecuado para tocar ese pensamiento, nadie podría obligarlo a ceder a ello, no obstante, la sola mención de su nombre era como jugar con un hilo demasiado delgado de enajenación.

 

La presencia de ella en un momento como este tenía que ser entonces solo la voluntad propia del brujo por verla una vez más.

 

Si, eso tenía que ser.

 

Sonrió con el único feo gesto que las cicatrices en su rostro le permiten, correspondiendo sin fuerza el abraso de la mujer, complacido apenas por su logro casi cumplido. Al menos la expresión le dura hasta que la siente moviéndose nuevamente, esta vez apartándose bruscamente de él.

 

 

-- -- Plano interno -- --

 

Ah, ella ya se ha dado cuenta-, se pregunta si Bel puede escuchar la voz férrea de Charlotte o si es que pueden ver su espectro pegado a la espalda de Garry, siempre enjuiciando lo que hace, como una pesada cadena atada a su cuello. Tal vez Bel estaba demasiado emocionada por explorarse que apenas pudiera notarla.

 

Todos en algún momento lo hacen-, ¿lo ha dicho o lo ha pensado? Hay alguna otra cosa mala de verlos y escucharlos a todos ellos aquí, y es que algunas veces él solo puede ver o escuchar lo que ellos quieren, es entonces cuando sabe que esta fuera de su control, que él lucha dentro de sí mismo por recuperar esa poca de cordura que ha dejado perder y que si no tiene el cuidado, podría causar más problemas.

 

¿Qué les pasa si no lo hacen?-,

 

Se van,

 

¿Eso le paso a él? ¿Dónde has dejado a Ga-rry?

 

―…

 

-- -- -- -- --

 

Los murmullos de Hann aun inconsciente lo regresan al cuarto silencioso, la mirada de Bel es sutil, pero suspicaz, ¿acaso ella lo sabe? Es posible, como no lo haría, siendo ella ¿Quién más lo conocía tan bien en esta vida? Sin embargo, él no es el mismo de entonces y seguramente ella tampoco, aunque en esa habitación hoy no lo parecen.

 

Él solo es capaz de seguirla con la mirada, tal vez porque no termina de entender que razones la tienen aquí.

 

Bel está de vuelta frente a él en cuestión de nada, ha sido silencioso, así como lo es Ollivander siempre, para evitar responder su pregunta, por lo que cuando ella vuelve a tener la palabra es solo para advertirle sobre Hannity.

 

Se ha marchado de la habitación tan pronto como es que ha aparecido en la mansión. Ella se asegura de bajar para atender a la inesperada visita que ruidosamente llama desde el exterior, él sospecha que será capaz de hacerlo, pero tampoco se opone.

Se pregunta cómo es que alguien como esa persona de allá afuera pudo encontrar un lugar como este, considerando el daño que las mismas tierras de la heredad habían estado sufriendo durante meses. Cosas de suerte, quizá, pero él no es alguien que crea en la suerte, por lo que tal vez pueda dejar a Hannity descansar y quizá debería bajar él también para recibir cordialmente la visita.

 

¿Dónde está tu madre, Hannity Jane?-, masculla apenas, distraído, no espera que ella responda pues recién la ha visto aun dormida sobre la cama, en cambio él, está más interesado en el contenido de los frascos que tan solo momentos atrás Bel había ordenado. ―Ah, recuerdo este, estaba convencido de que conseguiría ver lo último que este hombre vio antes de que muriese.

 

¿Con solo sus globos oculares? ¿No necesitarías el cerebro también?-, es verdad, Charlotte también aspiraba a la medicina.

 

Ya bueno, entonces la carne no se descomponía, fue mejor guardar todo en frascos pequeños.

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