Entrenamiento

[Leah Snegovik]

La bruma que cubría la Fortaleza Oscura no se comparaba con la niebla común de Londres, era espesa y pesada, una mezcla de las grandes concentraciones de magia negra y la presencia de los Dementores, de modo que no se apreciaba bien la luz del sol. Ni siquiera a primera hora, daba la impresión de que era entrada la tarde y que habría una fuerte lluvia en las horas siguientes. Y por la agitación del mar, era probable que así fuera. El viento movía los escasos árboles circundantes con violencia y también la túnica de combate de la única persona de pie en la plaza central, una mujer con expresión serena mientras observaba sin motivo aparente las nubes que se arremolinaban por encima de la montaña.

La katana que solía portar en la espalda estaba apoyada en la pared más cercana, dentro de una vaina negra como el color de la tela que cubría su cuerpo. Usualmente vestía tonos más claros para una batalla, tonos que desafiaban a la Orden del Fénix y sus ideales. Sin embargo, en la Fortaleza prefería algo más neutral, desde el punto de vista Mortífago, puesto que estaban en época de entrenamientos. Así que cuando escuchó pasos acercándose, provenientes del pasillo que estaba frente a ella, no le sorprendió ver a Arya en el mismo color. Sonrió de lado, con una mezcla perfecta pero inusual de gracia y orgullo que le salía demasiado bien, justo antes de bajar la cabeza en una pequeña reverencia.

Eso sí era respeto real, no era discutible, a excepción de su expresión al incorporarse. Relajó los hombros, puesto que había estado muy quieta durante los largos minutos que llevaba ahí, de pie, esperando a Macnair y sacó de su manga derecha la larga varita de almendro, que vibró con menos intensidad de lo que solía hacerlo cuando debía enfrentarse a un enemigo. Pero lo hizo, lo que delataba las ganas que tenía de un buen duelo.

-¿El rango te ha hecho perder el sentido de la puntualidad?

Si habían pasado dos minutos demás, era demasiado. Pero ella era radical, siemprw lo era.

-Bien, obviando esto, creo que podemos empezar -tronó el cuello antes de tomar una posición de combate típica en ella-. ¿Lista?

Su cabello no se movió un centímetro del moño alto que tenía cuando se movió, haciendo una floritura elegante pero poderosa.

-Celerus Káidan -exclamó con seguridad, logrando que su varita vibrara al tiempo en que una luz verde brilló en sus ojos ya esmeralda.

El cuento de terror se contó en ese momento, logrando espantar a Arya al punto de hacerle creer que no podía adelantarse a sus ataques, a ninguno de ellos. Por lo tanto, no podría evitar lo que pasaría a continuación.

Necrohands

Justo a cada lado de Macnair, un par de manos aparecieron y empezaron a golpearla de un lado al otro, para evitar que pudiera apuntar y por supuesto, huir. La distancia entre ambas era suficiente como para que los rayos tomaran su tiempo en llegar, pero invocaciones como aquella eran casi imposibles de evitar. Ivashkov no bajó la guardia, se mantuvo atenta a ella y a su alrededor, donde no había nada que fuese un impedimento. Al menos de momento. Eso estaba por verse.

[Arya Macnair]

—Detritus

 

¿Así iban a comenzar? Siempre.

 

No había acabado de poner un pie en el escenario, sudorosa por correr, habiendo llegado tarde, que Leah ya le estaba atacando. Por un instante se sintió cegada, luego de ello su piel se erizó y su espalda se contorsionó, conocía el encantamiento y por ende estaba segura de que no podría librarse de buenas a primera. Así que no tuvo más opción, sacando a relucir su varita con rapidez y astucia enarboló un garabato para conjurar aquella capa gaseosa que protegía a todo Mortífago elegante que era capaz de manipularla. Ésta era de un tono azul oscuro, casi como el cielo cuando estaba cayendo la noche, fría y profunda, logrando así que las nocivas manos fantasmales cesaran la violenta golpiza.

 

—No dormí bien anoche, lo siento. Aries y yo estuvimos... ocupados.

 

Su sonrisa socarrona iluminó su rostro notando el cambio de semblante en su oponente, resultaba aquella una mentira bastante improvisada solo para molestarla un poco, lo cierto era que no se decidía a última hora si asistir o no. Ambas habían acordado entrenar, pero tras el último incidente Arya temía represalias o peor aun, temía no contener la nueva magia y acabar por herir a la mujer —cosa poco probable, pero todo podía ser— más allí estaba, unos pocos minutos tarde, pero estaba. Así que fastidiar a Ivashkov con una posible imagen mental de ella y su hijo ¿Hijastro? manteniendo relaciones carnales, resultaba bastante prometedor.

 

—Vitae.

 

De todo lo que podría haber utilizado apuntó a unas bancas, aquel no era un sitio donde los Mortífagos se sentaran a contemplar el horizonte, pero sí resultaba ser un escenario de entrenamiento por lo que, seguramente, allí descansarían tras una batalla pausada. Así que pasó de largo la fuente y los demás objetos inanimados para canalizar su energía y magia en ¡Una banca de concreto!. Rápidamente ésta comenzó a mutar. Sus bases se separaron para formar cuatro patas torpes pero largas, un torso pesado al que le salieron dientes filosos y ojos peligrosos, era lo único que bastaba, con lo que podía infringir daño absoluto ¿Para qué un rabo que menear?

 

—Firulais, di hola.

 

La bestia permaneció a unos cuatro metros separada de Arya, con la vista fija en Leah, sin demasiadas órdenes que acatar aun puesto que, y gracias al Kaida, lo único que podría hacer sería defender a la pelirroja o atacar en un tiempo remotamente futuro.

[Leah Snegovik]

Tenía intenciones de permitirle conservar el Detritus, para no ser una mala persona -al menos con ella- y que podía ser un poco menos drástica con ella ahora que en el pasado. Pero la mención de su hijo, Aries, fue el detonante. Ella era una mujer celosa, con todo, sus cosas y sus familiares eran suyos, por lo que no tuvo opción. O tal vez sí tenía, pero quería hacerle creer que se merecía lo siguiente.

-Necromantia Lingua -siseó, previo al Vitae que salía de los labios de Arya.

Negó la acción, no el Vitae, sino el Detritus. Como si no hubiese pasado jamás, eliminó la defensa de Macnair para que las manos siguieran golpeando su cuerpo delgado. Luego llevó los ojos al Vitae. ¿Sin ataques? Bien, el primer error. El Kaidan le hacía creer que no podía adelantarse a sus acciones pero no le impedía atacar. Se notaba cierta decadencia en los aprendizajes de Arya, lo que le haría actuar como una tutora, más adelante.

Confundus.

La acción iba dirigida al próximo hechizo de Arya, que no saldría porque tendría la mente en otro lado. Tal vez en una playa o en una montaña helada de Siberia, era cosa de ella.

-Fuego Maldito -exclamó moviendo la varita en una floritura elegante pero agresiva.

Dos Hipogrifos salieron de su varita, alzando el vuelo hasta alcanzar una altura llamativa y caer en picada hacia la cabeza de Macnair. Aún si el Vitae detenía uno, el otro igual la impactaría, puesto que habían caído en direcciones distintas. Sin embargo, con el rango que roleaban las heridas no serían del todo graves.

-Vamos Macnair, ¿me lo vas a poner tan fácil?

[Arya Macnair]

Silvó.

 

Aquello fue todo lo que logró hacer pero no acababa de considerarse una orden concreta. Su mente divagó haciendo un repaso por todo lo que le hubo sucedido en aquellos pocos meses desaparecida; el vitae por suerte no necesitaba demasiadas instrucciones pues de buenas a primeras había sido creado para defender a la pelirroja. Pronto la bestia de concreto con dientes y garras se antepuso entre Macnair y el hipogrifo en llamas para sucumbir ante un estruendo que provocó una lluvia de rocas del tamaño de una nuez.

 

Arya se cubrió el rostro aunque un segundo hipogrifo la hirió de gravedad y tuvo que ahogar un quejido, aún un tanto ida, pero consciente de lo mal parada que estaba. Hubiera maldecido a los cuatro vientos, incapaz de permitirse perder de tal manera, humillada y sin demasiadas opciones pero esa era una reacción que su antigüo ocuparía y no ella.

 

-Celerus, fuego maldito

 

Pronunció el hechizo con altivez sintiendo como todo su cuerpo vibraba por la capacidad energética que el equipable le otorgaba y pestañeó para apreciar sus creaciones mortales. Dos elegantes lobos, más grandes que cualquier lobo normal de bosque, con el pelaje en llamas, corrieron dejando una estela rojiza en el aire. El primero de ellos dio de lleno contra las manos fantasmales mientras Arya se agachaba un poco evitando salir perjudicada y el segundo lobo corría en dirección a las piernas de Leah para provocar estragos.

 

-Confundus

 

Pensó. Acto seguido en su mente imaginó como su cuerpo sanaba y su piel recuperaba aquella belleza tersa y blanca dejando en el pasado el terror de las quemaduras. El amuleto dé opalo brilló colgado en su delgado y largo cuello activando así aquel encantamiento del más simple de los libros Uzza. curación. De tal manera volvía a estar ilesa, vistiendo sus ropajes de montaña color marrón corteza con acabado en piel de oso y sus botas de montar. Lo único que se hubo quemado de manera irreparable fue su capa y no la echaría de menos, el entrenamiento hacia que su temperatura fuese en aumento.

 

-Quizás debas agradecerme, creo que no sabes a lo que podrías enfrentarte...

[Leah Snegovik]

Ivashkov, de forma descarada, bostezó abiertamente para que Arya la viera tras despejar al menos un poco su mente de la confusión. Aquello era un enfrentamiento y sí, estaba tratando de enseñarle, aunque no sería sino hasta el final, si ella lograba hacerle algo, que hablarían de errores y estrategias. Solo que la rubia no tenía intención de sufrir ningún daño. Así que antes de que hiciera algo al menos, hizo una floritura veloz y elegante que provocó que su varita vibrara ee inmediato.

Confundus.

El pensamiento surgió previo al intento de ataque de Macanir, lo que no solo impidió que saliera ese, sino el siguiente hechizo que habría estado equipado con el Celerus. Sonrió al ver que Arya había creído que todo había salido según lo planeado, curándose las heridas del Fuego Maldito y para hacerla caer en cuenta de que solo había estado confundida, hizo que las Necrohands aún alrededor de ella la saludaran antes de volver a golpearla de un lado a otro. Era una mujer despreciable, sí. Ella lo sabía muy bien. Pero era parte de lo que quería hacer.

-Séneca -sentenció, hechizo que secaría la garganta de la pelirroja a partir de la acción siguiente.

Un único hechizo verbal le quedaría por tres turnos y había gastado la curación del libro de hechizos. Ivashkov era completamente capaz de terminarla en ese momento. Usando los libros hasta su rango, un pensamiento habría bastado para matarla o desarmarla en un pestañeo. Pero no lo hizo, le dio tiempo de defenderse al menos un poco.

-Fuego Negro -exclamó.

Una bola de fuego oscuro apareció sobre su cabeza, a varios metros para evitar que la tocara al empezar a crecer. Cuando alcanzara su nivel tres, la arrojaría. Pero... ¿llegaría al nivel tres?

-Me hago una idea -respondió calmadamente-, razón por la que mi lengua no hace más daño que mi varita.

Eso era discutible. Pero tenía razón, hasta el momento Arya no le había hecho ni cosquillas.

-¿Y bien?

[Arya Macnair]

—Celerus Confundus

 

Ya iba a dejarse de juegos. Ésta vez no le permitiría ganarle tan fácil, de alguna manera tocaba demostrarle que había aprendido después de tanto arduo entrenamiento. No solo por juntarse con ella se había vuelto hostil, ágil y por demás un poco anticipada de movimientos sino que más hábil a la hora de batallar, aquel enfrentamiento había sido un pedido personal puesto que de La Orden del Fénix no había ni rastros, demasiado cobardes como para ver la luz del sol o incluso esconderse de la luz de luna, cosa que oxidaba un poco sus estrategia. La acción volcaría la mente de Leah cual cerveza derramada para que fluyese en un mar burbujeante de recuerdos futuros y pasados, algo simple que nublase sus pensamientos para que su siguiente movimiento fuese anulado.

 

—Episkey. Pensó

 

Con la primer acción había muerto su posibilidad de hablar por tres siguientes turnos así que debería acostumbrarse por unos instantes a oír la irritante voz de Ivashkov en aquel amplio escenario. La pronta curación sirvió para sanar las heridas que el fuego maldito causó en su cuerpo aunque estaba segura de necesitar unas cuantas más debido al alto rango que la rubia poseía por sobre ella, cosa que sospechaba no demoraría demasiado en balancearse, y aunque le costase admitirlo, todo gracias a ella.

 

—Necrohands. Pensó

 

Más le valía a su rival recomponerse o se aburría con tan solo oír sus propios pensamientos. Rápidamente, debido a esa idea, dos manos fantasmales se materializaron a cada lado de donde estaba, pero no lo suficientemente separadas debido a que había una regla sobre ello, eran como gemelas que morirían estando a más de dos metros de distancia. La única orden que éstas tenían era de mantenerse al margen para protegerla, por su cualidad especial de ofuscarse cual ave fénix, serían el arma ideal para acabar con aquella bola de fuego que crecía a un lado de Ivashkov.

 

¿Y bien? Volvió a pensar, ni en su mente se callaba.

 

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