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Un pizzico di Milano (MM B: 111024)


djvash Asturias
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Rhiannon no puede evitar preguntarse qué hace Eileen, invitándola a "pasar el rato" —por las barbas de Merlín, hace años que nadie habla así—. Se lo pregunta mientras caminan por el Callejón Diagón, aunque sólo se hace la tonta. En el fondo, lo sabe. Siente lástima por la joven maledictus y siente culpa por no haber sido capaz de ayudarla, todavía. Odia la condescencia. No puede evitar pensar en su padre, siempre orgulloso de su linaje a pesar de la ruina que es ahora la familia Kincade. Inconscientemente, levanta la barbilla y evita cruzar la mirada con algún desconocido, como si ellos no lo merecieran.

 

Ellie apenas es consciente del conflicto mental de Rhiannon. Ella se asegura de que nadie las esté siguiendo; con las desapariciones que se han reportado últimamente, hay que tener cuidado. Le habría gustado invitar a Rhiannon a su casa, pero siente que a la muchachita, aparentemente acostumbrada a una vida de lujos y elegancia, no vería con buenos ojos su hogar. ¿Es vergüenza lo que siente? Quizás sí, un poco. Además, su círculo cercano no conoce a Rhiannon y prefiere que así se mantenga, para evitar las preguntas. Ella es bastante cerrada con respecto a su condición, a lo que Ellie intenta hacer por ella y se esfuerza en respetar los deseos de la joven.

 

No es una coincidencia que se dirija a ese negocio. Sabe que su dueño es parte de la Orden del Fénix, por no mencionar que además cuenta con la protección de la organización clandestina. Básicamente, ahí están a salvo. Además, escuchó algo acerca de una celebración de reapertura y le parece que eso le sentaría bien a la decepcionada Rhiannon.

 

Ellie advierte que no hay muchas personas. Reconoce a Nicole Evans, otra de las integrantes de la Orden del Fénix, sentada en una mesa con un elfo doméstico pero no quiere interrumpir, así que decide esperar a que más reciban.

 

—¿Se supone que esta es... la velada que me habías comentado? —pregunta Rhiannon, levantando una ceja y esforzándose por mantener un tono cortés, aunque en el fondo está horrorizada y fastidiada. Eso le pasa por confiar en el concepto de diversión de una treintañera solterona.

 

—Paciencia, paciencia...

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando leí la misiva por tercera vez, repetí el mismo gesto que había hecho las dos anteriores, girarla por si había algo más en aquel pedazo de papel que no veía. Era algo tan simple que no entendí bien qué significaba y si no fuera que era porque me lo había pasado un miembro de la Orden, hubiera pensado que era un panfleto de esos publicitarios con el que atraer a clientes. Pero era alguien del bando quien me la había dado con un sencillo mensaje, "ven" y el nombre de aquel local.

 

Aún titubeé un poco antes de tomar el camino del callejón en busca de aquel lugar. Se trataba de un restaurante italiano y nunca había comido en él. Sin embargo, la fachada era atractiva y, lo poco que se veía desde la calle, se veía bien cuidado al detalle. Di un vistazo rápido a la misiva y la metí en el bolsillo antes de entrar. La melodía que me recibió era claramente del país latino, aunque suave, invitadora... Pasé poco a poco, buscando a mis compañeros. No había muchos, reconocí al menos a dos y les sonreí mientras me acercaba. En una de las mesas alguien había dejado un papel de una Reinauguración y entendí todo al ver el nombre del dueño, mi primo DJvash.

 

Sonreí, sí, tal vez fuera interesante relajarme un poco y quedarme a la fiesta. Además, sentía hambre y siempre me habían dicho que la comida italiana era de alta calidad. Así, me acerqué a la barra y le pregunté a quien estaba detrás de ella:

 

-- ¿Qué me aconsejas para beber? Que no tenga mucho alcohol, que no quiero llegar piripi a casa esta noche...

 

Sonreí de nuevo. Aquel lugar prometía, a ver si llegaba más gente.

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Minutos antes en House of Books

 

Había escuchado que la reunión sería en una pizzería, pero no estaba segura si de verdad era una reunión de la Orden o simplemente había sido su imaginación, ¿Por qué juntarse en aquel lugar? Tommy había estado espiando las pizzerías que le parecían que eran las indicadas, pero por lo que le había dicho su elfo, la mayor parte de miembros habían sido vistos en una reinauguración. Debía ser allí, pero una horas después le había llegado una nota escrita en el panfleto de publicidad de "Un Pizzido di Milano": "Ven". Muy escueto, muy sugestivo a la vez, pero desconfiaba.

 

Se puso un conjunto ligero, pantalones de lino negro, una blusa blanca con unos bordados rojo y negro en las costuras de las mangas, pequeños detalles, unas sandalias de tacón y en el bolsillo oculto de su pantalón llevaba su varita y un par de objetos mágicos más. Bajaba las escaleras del local, aún dudaba, por eso en cuanto llegó abajo preguntó a sus elfos.

 

--Tommy, ¿Seba no ha regresado? --el elfo negó con la cabeza y ella volvió a dudar, lanzó un suspiro de preocupación y luego entregó el panfleto al elfo --dile a Seba que lo espero aquí, dicen que las pizzas son buenas y hace rato no podemos salir a disfrutar juntos --el elfo asintió.

 

--Tommy avisará al amo Seba, Tommy le dará las indicaciones del lugar --Darla sonrió y salió observando a su alrededor, aún no había rastros de su prometido, caminaría despacio hacia el local italiano, quizás él hiciera tiempo de alcanzarla en el camino.

 

@@Seba Granger

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Hice un gesto de acritud con la cara cuando terminé de tragar aquel primer sorbo de mi bebida. ¿Qué habrían entendido en la barra cuando pedí algo con poco alcohol? Abrí la boca y aspiré con fuerza para aclararme aunque eso facilitó que una sensación de frío inundará mi paladar y me subiera por la nariz, provocándome un dolor súbito por dentro del cráneo. Aquello, fuera lo que fuera de nombre impronunciable, llevaba demasiado pippermint.

 

Me pincé la nariz y dejé que mis ojos se pusieran turbios y acuosos. Sólo fue un instante pero agradecí estar a solas en la barra en aquel momento, para que nadie viera lo burra que era pidiendo bebidas que sabía desde un principio que no me iban a sentar bien. Cuando mi visión se hizo clara, noté que enfrente de mí estaba el camarero, con una sonrisa medio pícara mientras me preguntaba si era de mi agrado.

 

-- Por supuesto, gracias... ¿Algo para picar, por favor?

 

Si algo me caracteriza es el no demostrar que algo está malísimo para no molestar a quien tengo enfrente. Así que jugueteé con el vaso mientras me acercaban un cuenco con... ¿qué era eso? ¿Anacardos salados? Sonreí de nuevo y cogí uno. Al menos, no llevaban alcohol y la comida en el estómago me serenaría un poco. Tomé un hielo que flotaba en el vaso lleno y lo chupé. Aunque sabía a menta, el frescor del agua congelada me calmó un poco.

 

¿Dónde estaba la gente? ¿Es que me había confundido de local?

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  • 4 semanas más tarde...
No se en que momentos las cosas se habían complicado en el trabajo así que había tenido que salir mas tarde, pasé por la oficina de Darla pero ya no estaba, suspiré un poco desilusionado esperaba al menos encontrarla en casa, me topé con algunos duendes de las ventanillas los salude con cordialidad y luego me despedí de ellos al igual que de los guardias.
El camino al hogar lo hice a pie como siempre aunque esta vez mas rápido de lo habitual, no alcancé ni a sacarme la chaqueta que Tommy ya me estaba esperando con su mejor sonrisa y un folleto entre sus manos, últimamente se habían dedicado a darnos estas cosas, aunque esta vez me lo había dejado mi novia, eso quería decir que ya no estaba en casa tampoco.
-Gracias Tommy- Leí el panfleto por unos segundos me parecía haber visto este local, mi hermana se manejaba en el negocio de las pizzas así que debía saber quienes eran sus competidores.
Tras cambiar el traje de oficina por una tenida mas casual, jeans, camisa y sweater salí en busca de mi prometida, esperaba no llegar muy tarde no le había preguntado a Tommy hace cuanto se había ido la bruja.
Luego de caminar algunos minutos di con el local, sabía que lo había visto antes aunque nunca había estado en el, observé desde la acera del frente los dos pisos del lugar con los colores de la bandera Italiana.
Crucé tratando de no demorar mas, empuje la puerta de este buscando con la mirada a la dueña de mi vida.

 

@@Darla Potter Black

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La luz era tenue al entrar al lugar, Darla había esperado un rato en la puerta, pero al estar el local al otro lado del Callejón había un buen trecho hacia allí, seguramente Seba había tenido algún inconveniente en el banco. Se lamentó no haber esperado por él, en ello pensaba cuando eligió una mesa cercana a la puerta, para poder observar su llegada. Por eso no prestó demasiada atención a su alrededor, aunque le pareció sentir la presencia de más personas. Si algún duende o empleado se acercaba a ofrecerle algún menú tendría que decirle que volviera luego.

 

Una suave canción italiana llenaba el aire, una voz melodiosa de mujer sonaba con una antigua canción, o al menos una que ella no había escuchado antes. Sus ojos seguían observando la puerta, esperando que ésta se abriera y diera paso a su prometido. No había pasado mucho tiempo cuando se le acercó un elfo a ofrecerle algo, iba a decirle que no, pero cambió de opinión en el último segundo.

 

--Una copa de limoncelo por favor --dijo dudando unos segundos --espero a alguien para cenar --agregó para que el elfo estuviera atento a preparar la mesa para la pareja en cuanto llegara su amor.

 

No tuvo que esperar mucho más, ni a uno ni a otro, el elfo había dejado un posavasos con los colores de la bandera italiana y sobre él un vaso de trago largo conteniendo el amarillo licor que la bruja había solicitado. Aunque Darla se dedicó más a juguetear con su dedo sobre el borde del vaso, esperando que la puerta se abriera, veinticinco giros alrededor del borde del vaso la puerta se abrió por fin y la bruja elevó su mano, haciéndole señas a su prometido para que se acercara.

 

--Amor, aquí --había dicho, esperando que el mago la viera.

 

@@Seba Granger

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