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Prueba de Animagia #15


Suluk Akku
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- Siempre será igual que la primera vez - La arcana había realizado bastantes pruebas durante su vida pero siempre le parecían igual de complicadas en especial por los retos que tenía que dejar en el camino para sus alumnos. Sabía que por ellos podrían morir o fracasar en su intento por llegar a la Gran Pirámide y realizar la prueba de la Animagia - Es hora de dar inicio a una nueva prueba - Las pruebas para Bel habían sido establecidas unos minutos antes por Suluk.

 

El primer obstáculo consistía en el cambio del clima. El frío que había sentido en la casa de Suluk no sería nada en comparación con el que tendría que soportar en medio de esa parte del camino a la pirámide. La temperatura bajaría tanto que las flores y el piso se comenzarían a congelar - Espero que logre sobrevivir. La fuerza de voluntad será esencial - Una caminata de 30 minutos en esa temperatura no la soportarían los débiles, solo los mejores podrían superarla.

 

El segundo reto que tendría que soportar era un poco más personal. En el camino se encontraría con muchas estatuas pero solo una de ellas le permitiría continuar caminando. Tendría que encontrar la correcta pero solo tendría 15 minutos para ello o una serie de flechas con fuego le comenzarían a caer de todos los lados - La velocidad y concentración serán muy importantes en esta etapa del camino - Suluk estaba poniendo a prueba muchas de las características necesarias para ser un buen animago.

 

- Finalmente tendrá que demostrar que es capaz de tomar decisiones bajo presión - Una esfinge le bloquearía el paso y no le permitiría continuar hasta no contestar correctamente un acertijo. No obstante, solo tendría un intento para contestar o la muerte segura sería su destino. En caso de continuar le permitiría acceder al cuarto obstáculo: El laberinto para alcanzar la Pirámide.

 

- Bienvenida a la Gran Pirámide - Fueron las palabras de Suluk al observar a Bel atravesando la puerta de la Pirámde - Te pregunto nuevamente si en verdad desear realizar la prueba de la Animagia, pero antes de darme una respuesta debes asegurar que has leído los siguientes documentos:: El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades - La anciana tenía en sus manos los documentos así que las estiró para permitir que la mujer pudiera leerlos.

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  • 3 semanas más tarde...

Llegar a la gran pirámide no iba ser sencillo, pero la serena caminata que había hecho junto a Suluk Akku había conseguido que mi espíritu se apaciguara, dejando atrás todo atisbo de duda. De modo que estaba segura, que independiente a lo que sea que me esperaba en mi camino hasta la pirámide, tenía conmigo toda la fuerza, todos los motivos y todas las lecciones para cumplir el reto de la mejor forma posible.

 

- Yo me siento lista maestra. No la defraudaré.

 

Todos aquellos documentos que me tendió revelaban algo muy importante: El hecho de que aquellas habilidades eran un tipo de magia especial que merecía un profundo respeto y confidencialidad hacia quienes durante tanto tiempo habían sido una mezcla de protectores y perpetuos transmisores de ese conocimiento que ahora, si superaba la prueba, compartiría también.

 

- He leído los documentos y acepto todo lo que implican.

 

No tenía más guía que la de mis propias instintos así que una vez me adentré en el camino supe que tarde o temprano, lo primero que debía mostrar era mi capacidad para convertirme con plena consciencia de mis actos. El terreno que tenía frente a mí me recordó vagamente aquel día junto a Garry en que le había confesado de mi decisión de ser animaga, y cuanto esa decisión tenía que ver con él. Así que cerré los ojos , evocando las sensaciones de ese día y también aquel espacio apacible compartido junto a la caberú en África, imaginando en mi mente cada parte de ella: las patas y cuerpo estilizado, el pelaje rojizo a excepción del pecho, la cola y parte del hocico puntiagudo.

 

Y volví a oírla, con la misma claridad de aquel día en la meseta del Sanetti, su aullido visceral, como un llamado urgente, de vida o muerte, cada vez más vívido como la propia imagen de la caberú intercalándose por momentos con mi propia imagen, hasta que finalmente mi imagen humana se deshacía para dar paso únicamente al animal.

 

Fue entonces que por primera vez sentí a mi cuerpo ligero, como si hubiera perdido su solidez y ahora se agitara libremente hasta alcanzar la figura deseada, la que mi mente mostraba. Cuando, al cabo de un minuto volví a abrir los ojos, la visión del territorio delante de mí había mudado por completo. Las flores yacían bajo una capa fina de hielo, que indicaba una baja considerable en la temperatura, así que comencé a avanzar con cautela, tratando de encontrar mi propio ritmo y a su vez darle chance a mi cuerpo a que se adecuara a ese drástico cambio de temperatura.

 

Era una fortuna que el caberú fuera oriundo de las montañas de Etiopía, y que ahora avanzara a cuatro patas bajo esa figura tan acostumbrada a vivir por encima de los 3000 m.s.n.m. La parte mala (nunca podías estar exenta de una) era que debía avanzar con cautela para no romper el hielo y exponerse a algo peor. Así que el camino que idealmente no debía demorar más de media hora me terminó tomando casi el doble de tiempo ¿lo tendría en cuenta Suluk en su observación? no tenía forma de saberlo, pero esperaba fuera comprensiva. Porque además ¿que era más importante? ¿cumplir aquel plazo aproximado o hacer la tarea de la mejor forma posible así tomara más tiempo?

 

Mi estancia junto a esa compañera caberú me había enseñado que la paciencia era uno de los elementos más preciados a cultivar para comprender en toda su dimensión el significado de la animagia. Así que superado el problema del clima tenía ahora ante mí un reto que pondría a prueba esa paciencia, mas también mi propia intuición.

 

Flanqueada por estatuas, avancé de la primera a la última, comprobando que no tenía otra opción más que escoger alguna que posiblemente fungía de puerta hacia la siguiente etapa de la prueba. En el exterior era imposible encontrar algo que las distinguiera: todas mostraban al mismo tipo en la misma postura de combate, el carcaj lleno de flechas y él sujetando en uno de sus brazos el arco. Tenía que apuntar entonces a otras diferencias ¿pero cuáles podían ser?

 

Sabía que no contaba con mucho tiempo así que comencé un nuevo recorrido, esta vez deteniéndome para observar los gestos en cada uno ¡y oh sorpresa! habían dos, únicamente dos que mostraban ligeras diferencias, y es que mientras uno estaba con el ceño fruncido, el otro mostraba en un su lugar una sonrisa bonachona ¿Pero sería el de rostro fiero o el de amable sonrisa el que verdaderamente daba el pase? Una vez más cerré los ojos para concentrarme, intentando pensar que lecciones anteriores podían ayudarme.

 

La sonrisa fácil conduce al sendero fácil. Una vida verdadera siempre encarna peligro y una persona buena siempre tendrá con ella su conciencia, esa que advierte de que todos los comportamientos inadecuados solo pueden traer destrucción en lugar de crecimiento. Recordar aquella reflexión la noche en el bosque frondoso del Edén Salvaje, me hizo pensar en que incluso ahora para los caberús, sobrevivir era una cuestión de todos los días, tan mermados como están, con menos ejemplares en el mundo que todo el resto de cánidos existentes. Todo el tiempo con la preocupación de obtener comida y agua suficiente o de que los humanos terminan por desaparecerlos.

 

No dudé más entonces y entonces avancé hasta la "estatua gruñona" más segura que nunca de que era el camino adecuado. Y cuando comprobé que lo era comencé a agitar la cola alegre y despreocupada, hasta que una flecha de fuego pasó rozándome una de las patas. Cruzando la estatua como pude, apenas de reojo noté como las otras estatuas se alistaban también a disparar, así que con un enorme salto, esquivé un par más de flechas que venían hacia mí, hasta que finalmente salí de allí.

 

Tenía una pata lastimada, con el pelaje chamuscado, pero debía continuar, pues nada era algo grave que me impidiera seguir.

 

Solo que la herida me ponía en una condición de desventaja que era necesario remediar cuanto antes. Pensaba que superado el par de obstáculos tendría ya delante a Suluk, pero entonces una enorme esfinge apareció, como la fiel protectora de la pirámide, dejando en claro que no podría entrar mientras no resolviera el acertijo que tenía para mí. No tenía opciones, así que acepté su pedido recostándome en las patas traseras, mientras ella pronunciaba con voz cantarina.

 

 

Soy el lazo más unido y el eslabón más potente,
mi lenguaje es el afecto y hago más noble a la gente.
¿Quién soy?

 

Aquello nunca había sido mi fuerte. Lo era menos ahora en que en mi estado animal mi racionalidad si bien en equilibrio, no predominaba en mi cuerpo. Necesitaba una vez más ser humana ¿pero por cuánto tiempo podría soportar ese clima gélido vuelta a mi estado original? Contra lo que había podido pensar, Suluk me mostraba con esa última prueba que necesitaba hacer ver el pleno control que ya tenía sobre mi transformación. Así que en un proceso de concentración inverso al anterior, mentalizada cada vez más en mi parte humana, pronto comencé a agrandarme como si se tratara de un crecimiento acelerado.

 

Efectivamente el frío era atroz, y la herida provocada por aquella flecha se sentía con más fuerza, pero obligándome a dejar atrás esos dolores comencé a pensar una y otra vez en la frase. Todo en ello remitía a algo bueno, a algo que de cierta forma hacía de ti mejor persona. Tenía entonces que ser algo positivo, e íntimamente ligado a los sentimientos, puesto que su lenguaje era el afecto.

 

Una sola respuesta acudió a mi mente, pero no estaba convencida de que fuera la respuesta. Era el sentimiento que había estado más presente en mi vida, desde mi llegada a Ottery años atrás hasta el mismo presente, siempre ligado a un puñado de personas, no siempre las mismas. El sentimiento que incluso me tenía en ese mismo instante exponiendo mi integridad en nombre de la promesa de estar más cerca de quien me había demostrado el más profundo de los afectos sacrificando su propia vida por mí. Porque si el amor era el héroe en la vida...

 

- Mi respuesta es la amistad- pronuncié en voz alta mirando directamente a la esfinge- La heroína de la vida de cada ser en este mundo, la que nos salva de la soledad.

 

La esfinge asintió con la cabeza haciéndose a un lado. Me encontraba por fin a las puertas del último obstáculo, el laberinto. Pero necesitaba detenerme y descansar, de otro modo no me alcanzarían las fuerzas para todo lo que todavía la prueba me deparaba. Las manos comenzaban a entumecerse, así que llevándomelas hacia la cara soplé sobre ellas un vaho que las calentó apenas segundos.

 

- Suluk ¿eres capaz de oírme?- murmuré a la nada, recostada contra la entrada del laberinto, débil e intentando recuperar el ritmo pausado de mi respiración- me estoy esforzando, por favor, solo un poco más de tiempo.

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- Creo que ha sido demasiado para ella - La arcana se había comenzado a arrepentir del frio que había invocado para el camino de la mujer. No quería dejarla muy débil así que hizo que el espíritu del Gran Lobo aumentar levemente la temperatura. Lo suficiente como para permitirle recobrar un poco de fuerzas a la aprendiz pero no tanto como para que fuera capaz de notarlo ella misma. No quería hacerle ver que la estaba ayudando un poco.

 

- Claro que te escucho, pero tu no a mí. Excepto si así lo deseo - La arcana no deseaba tener un intercambio con ella en ese momento. La bruja debía concentrarse si la muerte quería evitar y lograr llegar hasta la Gran Pirámide para curar sus heridas. La paciencia era una gran virtud y algo que los animagos debían aprender pero también la capacidad de reaccionar ante el peligro y de dominar sus instintos animales.

 

- No entiendo cómo es que le ha golpeado esa flecha - Se cuestionaba Suluk. La anciana pensaba que su trabajo estaba hecho hasta ese momento pero si había logrado enseñarle todo también debía haber aprendido sobre el peligro y cómo manejarlo en su forma animal - Hay algo que no estoy viendo o que está guardando para la prueba. Espero que sea lo último - La arcana nunca dudaba de sus decisiones y sabía que Bel estaba preparada aunque no estuviera demostrando sus habilidades en ese momento.

 

- Espero que no tarde mucho - La anciana no era demasiado paciente así que si se aburría de esperarla decidiría irse para su casa a tomar alguna bebida caliente. Tenía todo listo para dar inicio a la prueba pero no una aprendiz para ingresar al portal así que tendría que seguir esperando en su misma ubicación y posición.

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Habían sido pocos minutos, pero los suficientes para recuperar mi estado anímico y mis fuerzas. De los documentos leídos sabía que toda aquella isla por entero estaba ocupada por ese laberinto, excepto su centro donde precisamente, como un tesoro oculto, se encontraba la pirámide y el salón circular donde tendría lugar mi prueba definitiva.

 

Los árboles y vegetación copiosa apenas dejaban distinguir el espacio. Cerrando los ojos, comencé a respirar cada vez más acompasadamente para repetir el proceso de momentos atrás y volver a mi estado animal. Esta vez, probando aquella frase de "la práctica hace al maestro" la transformación ocurrió mucho más rápido, y casi tan natural como respirar.

 

Los oídos del caberú altamente desarrollados, del mismo modo que su olfato pronto me dieron una pista ineludible para guiarme por aquel lugar...el leve olor de Suluk, imposible de detectar como humana, en mi condición actual resultaba un rastro bastante seguro para seguir, así que husmeando en la tierra comencé a avanzar, a la sombra de aquellos árboles de copiosas ramas que se extendían como redes invisibles a lo largo del cielo. Tras muho caminar, por fin noté como el paisaje cambiaba, dejando atrás toda aquella plantación salvaje.

 

En su lugar, tenía delante de mí enormes setos que fácilmente podían ser veinte centímetros más altos de mi tamaño como humana. En medio de ellos un camino se dibujaba, sinuoso. La herida en la pata, quizá por causa de la adrenalina que traía en esos momentos apenas y dolía.

 

El laberinto era tan silencioso que lejos de calmarme me turbó. Por cada paso que daba era como si pudiera percibir una magia apabullante, que intimidaba y decía tácitamente "no estás preparada". Pero no era de esa manera como yo me sentía, de hecho, había dado tanto de mí hasta ese momento que de ninguna manera pensaba ceder sin conseguir mi objetivo.

 

Cuando deshaciendo mis pasos por haber llegado a un callejón sin salida, volví a la vía principal, observé por primera vez una presencia ajena. Se trataba ni más ni menos que de mi prima Pandora. Ella había muerto hace mucho tiempo, así que estaba segura que aquello tenía que ser alguna clase de trampa, pero era inevitable no sentir como el corazón se aceleraba en cuanto ella comenzaba a hablar.

 

"Siempre amaste tu condición de humana Bel, ese era tu bien más preciado y tu orgullo. ¿Recuerdas nuestras peleas? ¿Recuerdas tus reclamos respecto a que como vampira menospreciaba vidas como la tuya? Debes saber que seguir adelante con la animagia cambiará para siempre tu vida ¿estás dispuesta realmente a dejar atrás esos principios por el capricho de transformarte en un animal unas horas?"

 

Negué con la cabeza y luego sonreí comprendiendo porqué era la figura de Pandora la que decía todo eso. Ella estaba describiendo a la persona que había sido en el pasado, la que quizá demasiado amargamente había creado una barrera de desconfianza con todos aquellos que en su naturaleza misma no eran humanos o si lo eran usaban mecanismos que "desafiaban" su humanidad por un poco de poder.

 

Pero hace mucho que esa persona no existía y los principales culpables eran las personas que había conocido en el departamento de criaturas, y las vivencias conocidas allí. Cillian, Kutsy y Garry, cada uno a su manera, me habían dado no solo valiosos recuerdos de grandes aventuras compartidas, sino el tesoro de comprender que la diversidad podía manifestarse de muchas maneras y que siempre que obrara con amor, lejos de ser una traba o algo que mereciera censura, debía alabarse.

 

"No es el poder que adquieres, sino para qué lo adquieres". Era una premisa simple, pero sumamente poderosa para graficar lo que ahora significaba para mí convertirme en animaga y que poco tenía que ver con ansias de poder desmedido, sino más bien como un acto de amor y lealtad para alguien que me había demostrado lo mismo.

 

Y como si la figura fuera capaz de leer mis pensamientos, pronto se disolvió como niebla, dejando notar tras ella la magnífica pirámide: mi parada final.

 

Trotando, corté rápidamente la distancia que me separaba de la entrada a la pirámide, y una vez allí recuperé mi forma humana para ingresar al salón circular, donde de pie se encontraba Suluk Akku, esperándome con una serenidad pasmosa.

 

- Llegar hasta aquí supuso enfrentar retos físicos y mentales en las pruebas- comenté mientras mi respiración comenzaba a normalizarse- no puedo imaginar lo que me espera ahora, peeero- le mostré una enorme sonrisa a la mujer y observé mi pierna que todavía mostraba la fea quemadura- ten claro que estoy más decidida que nunca a rendir la prueba final.

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- Me alegra que tengas tanta determinación. No esperaba menos de ti en esta prueba - La Vara de Cristal de Suluk comenzó a realizar su trabajo para sanar a Bel y garantizar que estuviera como nueva para lo que faltaba. El portal no era mucho más fácil y sabía que necesitaba que la mujer estuviera lo mejor posible para lograr tener éxito en lo que tendría que vivir. En especial comenzó a curarle la pierna debido al impacto que había recibido unos minutos antes.

 

- Lo primero que debes saber es que este anillo siempre lo deberás llevar contigo - Unos minutos antes Suluk se había acercado a la Estrella de Cinco Puntas para tomar uno de los anillos del aspirante - Este te servirá para muchas cosas en la prueba y fuera de la misma, pero por ahora lo más importante es que te permite comunicarte conmigo en cualquier momento - El anillo le daba una conexión con Suluk a todos quienes lo llevaban.

 

- Tiene una segunda función durante la prueba: Si sientes que no puedes continuar solo debes tocarlo y será una señal para indicarme que debes abandonar la prueba y deseas que te saque del portal - Suluk odiaba tener que advertirles sobre las consecuencias de esa decisión pero era su tarea hacerlo - No obstante, recuerda que si te retiras de la prueba antes de finalizarla no podrás volver a presentarla y el portal jamás te dejará volver - Era un precio demasiado alto como para no tomar la decisión con tranquilidad.

 

- Finalmente, al salir del portal el anillo cambiara indicando que dejas de ser una aspirante y pasas a ser una animaga - Era la parte que más le emocionaba a la anciana de su trabajo como arcana - Es momento de dar inicio: Pasado, presente o futuro. No sé qué te espera pero seguramente estarás en peligro - Suluk desearía poder darles más información a sus alumnos sobre lo que tendrían que experimentar pero siempre era diferente.

 

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  • 2 semanas más tarde...
Determinación, esa era precisamente la palabra que necesitaba grabarme a fuego para superar con éxito el último paso que tenía ante mí. La prueba definitiva. Cerré los ojos en el momento que Suluk comenzó a sanarme las heridas que llevaba con apoyo de la vara de Cristal. Estar en óptimas condiciones era casi que el último regalo de ella, o más bien la muestra de que sabía guiarse con justicia.


- Pase lo que pase, he aprendido mucho de usted Suluk, y le estoy muy agradecida- ofrecí hacia la mujer una reverencia al estilo que mis padres muggles japoneses me habían enseñado y que hace mucho no utilizaba, y luego recibí con cuidado el anillo de aspirante que me entregaba y las indicaciones sobre para qué servía.


"Seré escuchada". Saber aquello produjo en mí una sensación de alivio tal que por un momento el miedo se esfumó. De alguna manera, había pensado que estaría completamente sola en aquel lugar, y era cierto en alguna medida, no podría escuchar ni ver a nadie, pero aun con eso, seguía siendo reconfortarte saber que del otro lado de la puerta, al menos alguien podría ver con sus ojos mis esfuerzos.


La segunda función, no obstante, resultaba tan amarga que negué con la cabeza mientras ella terminaba su frase. Era loable que incluso al último instante dieran chance a los alumnos de retroceder si no se consideraban aptos, pero para mí no había marcha atrás posible. Simplemente sabía que no podría volver a ver a Garry a los ojos, que sentiría demasiado el peso de mi fracaso.


Mostrando una última sonrisa a la mujer, crucé la puerta, sin tener idea de que sí lo vería frente a mí sería el pasado, el presente o el futuro...

...


Lo primero que noté al ingresar era que reconocía el lugar donde me encontraba, y las pocas dudas se disiparon cuando quedándome de pie, pequeñas florecillas y enredaderas comenzaron lentamente a envolverme. El bosque vivo, el bosque salvaje, los apelativos que le había escuchado a Garry para referirse a los terrenos circundantes a la edificación de la Heredad Ollivander eran mi mundo ahora. Me mostraban mi presente.


La noche era luminosa y no tardé en reconocer, tras seguir un sendero y llegar a un arroyo donde los árboles no eran tan altos, que ello se debía a la presencia de una redonda luna llena en el cielo. Era hermosa, pero su visión me paralizó el corazón al instante, porque eso solo podía significar una cosa: que esa noche yo comprobaría por mí misma porqué ese lugar había sido usado durante tanto tiempo merced a su mágico hechizo como una cárcel.


No tenía nada más por hacer allí como humana, así que echándome a correr en poco tiempo, con el procedimiento cada vez más sencillo en mi mente de concentrarme en esos olores e imágenes como caberú, me vi despojada de los ropajes que apenas hace poco tiempo había refaccionado con magia, y en su lugar, libre y en cuatro patas, comencé a trotar a través de los árboles. Me sentía inquieta, más cuando casi del otro lado escuché con claridad el aullido del ser, que en el fondo, estaba buscando.


Era graciosa entonces, la contradicción que se me presentaba. Había creído, ilusamente, que la prueba iría sobre mí siendo quizá perseguida por cazadores, de mí huyendo. Pero jamás había cruzado por mi mente que la realidad sería la de una búsqueda.


Aunque por otro lado ¿no tenía eso todo el sentido del mundo? Sí, pensando como humana era lógico ver a animales como el caberú y como muchos otros, como indefensos, o como maltratados, o como presas. Pero, si pensaba como animal, como mi animal, él ante todo era un sobreviviente, y había visto en esa meseta, la más alta de África, que muchos de su especie habían encontrado tras muchas carnicerías a su especie, su propia forma de negociar con los humanos, rondando sus campos, evitando comer su ganado y ganándose su aprecio comiéndose las ratas topos que podían arruinarles sus provisiones.


Un caberú era un sobreviviente, pero además, alguien que enfrentaba los problemas de la vida. No huía de ellos.

Así que allí estaba, por eso el mundo tras la puerta me mostraba el desafío más grande de mi vida presente, la persona que era en su lado luminoso, el origen y motivo para convertirme en animaga, pero lo era por causa de su lado oscuro,violento y salvaje que salía a flote cada luna llena, y que en un acuerdo sin palabras nos habíamos acostumbrado a ignorar o ver como pesadillas de una sola noche.


Husmeando en el aire, sin dejar de avanzar en medio de la maleza, las raíces gruesas de los árboles que levantaban la tierra, e incluso las espinas, busqué sin descanso el punto de dónde provenía aquel aullido, y a medida que me acercabam éste se hacía más fuerte. Pronto, en la cabeza y a lo largo del lomo un sudor frío hizo presencia, la prueba de que mi cuerpo comenzaba a evidenciar cansancio, aunque mis cinco sentidos estuvieran más alerta que nunca.


Fue entonces que finalmente, tras la visión de un tronco destrozado a dentelladas y marcas de sangre que sin duda eran de él mismo, lo encontré. Encorvado, pero erguido sobre sus dos patas, casi tan igual que un lobo, excepto por el hocico algo menos pronunciado y las pupilas pequeñas que me distinguieron en medio de las sombras, de forma que enseguida se abalanzó sobre mí.


"Los hombros lobo no atacan animales".


Estaba segura que había leído eso en algún lado, pero en esos momentos era irrelevante, porque una frenética carrera empezó. No corría por mi vida, era más correr por causa del miedo: miedo a confrontar ese lado de él, miedo de que en cualquier momento la lucidez mental que tenía hasta ese entonces (y que corroboraba lo fuerte que se hacía a cada minuto el vínculo entre mi cuerpo y mi mente, de tal forma que ya ninguno interviniera con el otro) desapareciera y solo quedara en mí un ser igual de salvaje.


El horrendo alegato de Emerett Picardy acudió también a mi cabeza, ese que se resumía tan bien en el título de su libro: Anarquía lupina: por qué los licántropos no se merecen vivir, donde sin desparpajo hablaban de los hombros lobo como seres sin moral alguna, bestias que únicamente se encontraban en el mundo para cometer crímenes a diestra y siniestra. No quería admitirlo para mí misma, se lo había negado docenas de veces, pero el terror de aquel día en Baker Street cuando ese otro lado de Garry había salido de él, y sin transformarse había podido ser tan desagradable, tan inhumano, todavía me atormentaba.


La carrera se detuvo de repente, cuando alcanzamos el caserón, que en esos momentos parecía un ruinoso edificio sin vida en él. A su alrededor, en cambio, cada parte parecía rebosar de ella, desde el ulular de las lechuzas, al croar de algunos sapos del lago en la zona este de la heredad, al frenético sonido de los latidos de mi corazón y el jadeo profundo que venía de Garry (o como él se había presentado "Grelliam").


No tenía idea de cuánto más le quedaría a esa noche, pero en ese momento decidí lo que haría yo mientras ella durara, que no era más que acompañarlo. Él, todavía con un gesto de furia volvió a abalanzarse sobre mi diminuto cuerpo (por comparación al suyo), pero con un ágil movimiento lo esquivé para enseguida comenzar a trotar en círculos alrededor suyo, lo que le produjo cierto desconcierto. Era como si, estar tan acostumbrado a que solo huyesen de él le hubiera impedido saber como reaccionar cuando alguien buscaba justo lo contrario.


Aunque hubiese habido un tiempo en que odiara y buscara todos los medios posibles para curarlo, para retornarle ese trozo de humanidad que de tan pequeño había transformado para siempre su vida, estaba empezando a comprender que en realidad allí también estaba él, y que en el fondo, era allí donde más podía ser necesaria ¿y no era eso lo que yo más quería? Ser de ayuda, de la misma forma que él lo había sido conmigo, aun cuando esa ayuda significara empujar a los límites a ambos, a los extremos en donde incluso la vida se ponía en riesgo.


Si como humanos era así nuestro trato ¿cómo podía ser diferente ahora? No era amor, no podía serlo cuando en nombre del vínculo que nos unía más que intensas relaciones y confesiones de afecto, lo que había era una necesidad de permanecer con el otro para que éste fuese freno e impulso a la vez. Y no me importaba en realidad ponerle un rótulo a lo que teníamos, porque lo que importaba era el compromiso que había aceptado: ser su compañera de vida, y lo sería ahora por fin, en todos los aspectos.


Así que la noche siguió, y descubrí con él el fascinante mundo que era esa cárcel verde. Los nidos de pájaros en los árboles, y las serpientes que enroscadas en los troncos de los árboles simulaban ser ramas para atrapar a sus víctimas. Recibí unos cuantos mordiscos, cuando no supe ser más rápida que él, e incontables raspones que quizá cuando volviera a humana se notarían más. Rehuí sumergirme en el lago, más allá de un tímido chapoteo en sus contornos y más que nunca, sin palabras de por medio, como en los largos silencios juntos que lejos de ser incómodos resultaban relajantes, pasé la noche de mayor aprendizaje de mi vida.


Porque la animagia no se estaba resumiendo a adquirir un poder o una habilidad. Iba ser, sentía ya que era desde ese mismo momento una parte ineludiblemente ligada a mí misma, que me permitía mostrar ese lado que de humana no podía, y a ser paradójicamente como animal, mejor persona, menos limitada por las imposiciones en mi cabeza y crianza, y más libre para transitar por esos mundos repletos de vidas diferentes, de especies diferentes, que cada vez me darían nuevas historias para contar.


La animagia no era teoría, era acción, y sobretodo era mi elección. Más allá de la cuna donde hubiese nacido, no estaba ligada a ella porque algún familiar a mi alrededor me "ligara" el poder. No se trataba de algo hereditario, era ante todo, como la mayoría de lo más bello y fuerte de este mundo, como las amistades y los amores, lo que elegía en ese instante para mí misma.


Y como si de un cuento de hadas se tratase, cuando la noche acabó, los primeros rayos del sol alumbraron nuestros cuerpos vueltos a su condición humana del resto de días. Desnudos, febriles, llenos de heridas, moretones y rasguños, pero que por primera vez descansaban uno al lado del otro, tras una noche de luna llena.

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Una vez más Bel le demostraba que había tomado la decisión correcta al ofrecerle realizar la prueba de la habilidad. La mujer se encontraba muy segura de su entrada al portal y eso le daba cierta tranquilidad a Suluk, le gustaba creer que no tendría que sacar a sus estudiantes. Nunca antes lo había hecho y no deseaba que esa fuera la primera ocasión, no deseaba tener un fracaso como arcana y no ser capaz de lograr enseñar lo suficiente a sus alumnos como para aprobar la prueba del portal.

 

Las pruebas nunca eran las mismas y Suluk no dejaba de sorprenderse con lo que mostraba el portal. La prueba de Bel era diferente a todas las demás y no estaba al borde de la muerte, o al menos no físicamente. No obstante, sabía que no podía confiarse porque el portal se encargaría de ponerla en una situación complicada en cualquier momento y ella tendría que estar bien preparada para lograr superarla y encontrar una forma de salir.

 

- Creo que entender que esto es más que una simple habilidad ha sido suficiente - Suluk podía ver todo y sabía que Bel había logrado su objetivo. Al menos eso era más que suficiente para la arcana pero solo el portal era el que podía permitirle salir. La magia del mismo se encargaría de mostrarle la salida para hacerla una animaga y tener una conexión permanente con el anillo de la anciana como muestra de su nuevo poder.

 

- Es hora de partir - La arcana tenía ganas de descansar y sabía que Bel volvería en cualquier momento, solo si era capaz de encontrar su puerta para regresar a la Gran Pirámide. Así que lo mejor era prepararse para regresar a su vivienda y continuar con sus labores diarias y esperar pacientemente por nuevos alumnos.

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Cuando volví a abrir los ojos, la mañana era luminosa. Las enredaderas habían comenzado su escalada silenciosa en mi cuerpo, pero en cuanto me puse de pie, rompí los lazos de todas ellas. La experiencia había sido intensa, pero ahora tocaba volver y me sentía más ansiosa que nunca por ver el rostro de Suluk, por nuevamente darle las gracias.


Y volver a la verdadera heredad, con el verdadero Garry, triunfante.


Todavía pensaba en las decisiones que había tomado el día anterior. De cómo había rebasado mis propios límites físicos y expuesto mi vida a cambio de la seguridad de que mi animal guiaría mi camino, como al final de cuentas había resultado ser, al punto que incluso en esos momentos, mientras caminaba despreocupada por la cárcel verde ya como humana, podía jurar que la determinación del espíritu del caberú seguía acompañándome.


Y probablemente lo haría para siempre.


La magia con que aquel lugar operaba era curioso. La desesperación solo conseguía aumentar las barreras, volver los terrenos infinitos, e impedir que saliera alguna vez. Por el contrario, la paz mental, la seguridad de llamar a ese lugar hogar conseguían domesticarlo. Esa era la razón por la cual era un bosque vivo a fin de cuentas, y la razón por la cual mientras caminaba por él tenía toda las energías puestas en que supiese que me sentía segura de mi camino, y que él lo protegería.


Fue entonces que entre el seto cortado, las ramas entrelazadas se hicieron a un lado para abrir una salida con las mismas características que el portal que había cruzado por primera vez. Era la salida.


- Fue hermoso estar aquí y aprender tanto.


El portal era luminoso, y por unos instantes, fui incapaz de ver a mi alrededor. Sin embargo, cuando la vista se acostumbró comprobé que no estaba más en la Heredad, sino en la sala circular. Quizá por la magia misma del portal mis ropas habían sido restauradas, no así las varias heridas de mi cuerpo, a las que no obstante apenas prestaba importancia.


Porque lo verdaderamente importante era como el anillo de aspirante se había transformado, y en su lugar un bello aro plateado se divisaba, y en él diminutas líneas que parecían imitar la variación del pelaje de caberú, ya que a la luz algunos adoptaban un brillo perlado y otros uno rojizo. Lo contemplé fascinada unos instantes, con el mismo asombro con que de pequeña comenzaba a iniciarme en el mundo de la magia tras toda una infancia vivida como muggle.


Así que eso significaba tener una forma personalizada.


- Rojo y blanco, fuego y luz. Esto debe ser mi espíritu a final de cuentas ¿verdad?- comenté a Suluk que en esos momentos ya se alistaba para partir- que sepa que me llevo sus aprendizajes como valiosas lecciones de vida. Le deseo lo mejor. No tiene que ser fácil dejar su hogar para enseñar a extranjeros sus conocimientos. Así que esta extranjera hará lo posible por honrarlos cada día.


Y justo antes de salir de allí, cayendo en cuenta que jamás lo había hecho, le dediqué una amplia sonrisa.

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