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Artes Oscuras y DCAO


Mentita
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Candela se quedó observando, durante un momento que pareció durar una eternidad, la enorme puerta de roble que aparecía frente a ella. El muro liso que suponía un obstáculo en su camino, se había convertido en la única entrada y salida que tendría en aquella Sala de los Menesteres. Apoyó la palma en la madera para abrirla, aunque daba la impresión que quería más bien sostenerla, y empujó.

 

Todo dentro de la sala le recordaba a un set de película mal hecha, sin presupuesto suficiente para llevarse a cabo y alguna copia de cuarta por la que, probablemente, alguien habría reclamado los derechos. Habían estatuas, unas que le recordó a cuando se topó con Badru, en su clase del Libro de los Druidas. Fuentes que parecían ser perfectos pensaderos, pero prendían fuego cada cinco segundos, posicionadas en los rincones de la enorme habitación.

 

La Triviani pudo reconocer muchos objetos de ataque allí. Entre lanzadores de flechas, posibles candidatos para convertir en feroces criaturas, dudosas cabezas colgadas de las paredes y un estante lleno con frascos cuyo contenido era sospechoso. Eso, entre otras cosas. Daba la sensación de que quisiese defenderse de algo, o de alguien. Candela optaba por la segunda opción.

 

La mortífaga contempló su muñeca pálida y desnuda, como si estuviese fijándose en la hora de un reloj que no poseía, y dejó escapar un suspiro. Iba un poco a destiempo, no era que retrasarse hubiese estado entre sus planes, pero estaba consciente de que no era algo en lo que detenerse a pensar. Ya había enviado el mensaje al único alumno que tenía para entonces, y esperaba también la llegada de quien tocaba tener como compañía. No le molestaba, claro, pero tampoco era que estaba saltando en una pata.

 

Subió un poco la falda de su maltrecho vestido, dejando entrever sus descalzos pies y se sentó en el suelo adoptando la posición de loto. Apoyó el codo en la rodilla y la cara en la mano de éste, con la mirada mercurio fija en la puerta. Expectante.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Mientras esperaba a que las escaleras cambiarán de lugar, Alessandra se puso a zapatera el suelo llevando un ritmo irregular y muy descordinado, acaba de terminar de tomar el desayuno con bastante prisa porque llegaba tarde a clases además de tener una compañera a la que no conocía y esperaba que no estuviera obsesionada con la puntualidad.

Hecho a correr por el tercer piso hasta la pared lisa dónde al pararse una puerta de roble muy bonita se materializó con picaporte y todo, la Myrddin soltó un suspiro para girarla y entrar.

-Ehh!...- sus ojos se agrandaron al ver a mujer sentada en el suelo y descansa - lo siento- le dijo ruborizandose al pensar que se había equivocado de aula.

-Eres la profesora de Artes Oscuras no?- no quería meter la pata si el lugar ya estaba ocupado - soy Alessandra pa profesora de Defensa- se ánimo a entrar para tenderle la mano a la mujer.

En ese momento se dio cuenta lo que había al rededor pero se concentró en unos objetos parecidos a un cuerpo, por su gran tamaño, su torzo y brazos salvó que en vez de ambas piernas tenía una sola con una ruedita.

Miró a su compañera y decidió sentarse ella también mientras sacaba un trozo de pergamino, no habia tenido tiempo de comunicarse con su alumna por lo que aprovecharia a avisarle de la clase.

Señorita Anne.


La esperó en la Sala de Menesteres, sólo traiga la varita y ropa cómoda.

Atte:
Alessandra Myrddin
Profesora de DCAO.


- Llevas mucho esperando? - le preguntó para pasar el rato.

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El caldero humeaba alegremente en el centro de la habitación desprendiendo unos vapores azulados de vez en cuando que enrarecían el aire de la habitación a pesar de que Anne había abierto la ventana un rato antes. Había pedido a su padre que mantuviera a Edward alejado de aquel lugar, pues no quería que oliese aquella pócima en cocción al ser tan pequeño. Los demás le importaban poco: ya eran grandecitos.

 

Tras dar una última vuelta a la poción, se guardó la varita en el bolsillo del pantalón y se giró hacia una enorme mesa de madera que tenía tras de sí, llena de frascos de cristal que contenían ingredientes y fluidos extraños, tapados todos con tapones de goma. Tomó un par de ellos y los zarandeó: el de la izquierda, que contenía un líquido verdoso, se movió a la velocidad de la sacudida. El otro, sin embargo, apenas se movió ligeramente hacia un lado y otro ya que era mucho más espeso que el primero. Tenía un color anaranjado, como el color del sol cuando se pone en el horizonte, y era una mezcla entre el líquido verde y un par de gotas de la savia de una planta cuyo nombre desconocía, pero que le había llegado en una cajita directamente desde uno de sus contactos en Asia. Se decía que tenía interesantes propiedades curativas, pero quería experimentar qué más podía hacer si lo mezclaba con otras sustancias con distintos poderes.

 

Un movimiento a su izquierda le hizo dar un respingo. Shanks, su fénix, la observaba ahora desde el alfeizar de la ventana. La Gaunt lo miró durante unos segundos y luego volvió a centrar su atención en los frascos, soltando los que había sujetado hasta entonces para tomar dos distintos. Sin embargo, algo entró volando por la ventana sobresaltando a Shanks y a sí misma y cayó sobre la mesa, frente a su mirada. Se trataba de una nota. Soltó los frascos y se quitó los guantes para tomarlo y abrirlo.

 

Vaya, parece que tengo que irme —murmuró. Era una notificación del Ateneo sobre la clase a la que se había inscrito, Defensa contra las Artes Oscuras. Al parecer, comenzaba en poco rato—. Qué manía tienen de avisar con tan poco tiempo. Aunque siempre ha sido así, no sé de qué me sorprendo —añadió alegremente. Conocía perfectamente el funcionamiento de la institución, pues había sido co-directora hasta hacía pocos meses. Además, ahora volvía como profesora de Historia de la Magia, aunque no tenía alumnos por el momento. Así que había decidido anotarse ella misma como alumna para ampliar sus conocimientos—. Te veo más tarde, Shanks —se despidió, pasando por al lado del fénix y rozando el plumaje de éste.

 

Se echó la capa negra de viaje sobre su ropa, informal y desgastada por el uso, y se colgó la pequeña mochila que siempre llevaba consigo antes de desaparecer de la torre norte del Castillo Gaunt. Su profesora, Alessandra Myrddin, la había citado en la Sala de los Menesteres. Le parecía un lugar extraño para la clase, aunque a la vez era el adecuado, pues siempre se ajustaba a las necesidades de quien la ocupara.

 

Así que se plantó ante la pared tras la que estaba la Sala con la idea de entrar a su clase de DCAO y, cuando apareció la puerta en ella, la atravesó para encontrar con dos mujeres al otro lado. Una era la Myrddin, y otra...

 

¡Hola Candela! —exclamó al verla. Eran compañeras de bando, aunque la Gaunt la conocía desde hacía mucho tiempo. No habían tenido un trato estrecho, ciertamente, pero no por eso sentía menos respeto por ella. Le sonrió y luego miró a Alessandra, suavizando la sonrisa sin perderla—. Hola a ti también, Alessandra. ¿Llego muy tarde? He venido en cuanto he recibido la notificación.

 

Mientras hablaba, se quitó la capa y la introdujo en su pequeña mochila la cual, evidentemente, tenía mucha más capacidad de almacenamiento de la que aparentaba.

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Vuelta al cole. No había tres palabras que describiesen mejor lo que sucedería. Después de años alejado de las aulas, de las tareas, de los aprobados y de todo lo que englobaba ir a clase y estudiar era el momento de volver. Se había apuntado hace unos cuantos días a una clase de conocimientos para estudiar en profundidad las Artes Oscuras y estaba ilusionado, emocionado e impaciente porque diera comienzo. Quería conocer hasta la parte más desconocía de esas artes que no todos los magos y brujas estaban dispuestos a descubrir. Saber sobre la parte más oscura de la magia se había vuelto una obsesión y una necesidad para el joven ahora que sus pasos lo habían llevado por el camino que algunos denominaban como oscuro, esperaba aprender cosas que le resultasen útiles.

 

Desde la Universidad Mágica le había llegado un pergamino indiciándole el día y la hora en el que su clase daría comienzo. Llegaba el momento de preparase. Mientras se vestía por su cabeza pasaron los recuerdos de épocas anteriores en las que era un buen estudiante, una persona responsable que anteponía sus deberes a cualquier distracción. Esos días difícilmente se le olvidarían, aunque parte de sus recuerdos habían sido profanados con la destrucción de la Academia donde había aprendido todo lo que sabía. Para la ocasión había optado por una túnica negra, elegante y recién estrenada acompañada por un calzado del mismo color. Un vestuario sencillo y cómodo. Desconocía la duración de la clase y no quería que una ropa incómoda le hiciesen infernales los minutos que pasase en el aula.

 

Llegó al recinto universitario con su mapa del Merodeador en las manos. Para su sorpresa le habían puesto un “obstáculo”. No había sido informado debidamente de la ubicación donde se impartiría la clase, pero sí el lugar donde podría encontrar el pergamino que le diría la posición exacta donde se llevaría a cabo. Sacó su mapa y empezó a buscar el apellido Trivani de su profesora. No seguiría ese juego, su valioso objeto le ayudaría a llegar al lugar correcto sin necesidad de superar ningún obstáculo. Por desgracia los minutos pasaban, la hora en la que daba comienzo estaba a punto de llegar y no encontraba su nombre por ningún lado, era extraño. ¿Acaso se había olvidado de ir? Se rascó la cabeza pensativo. No le quedaba más remedio que dirigirse hasta el emplazamiento donde estaría esa pista.

 

A pesar de haber llegado temprano el tiempo invertido y perdido en mirar el mapa había hecho que muy posiblemente llegase tarde, a no ser que se diera mucha prisa. Y eso hizo, correr como un loco hasta llegar a una pequeña aula casi vacía donde supuestamente encontraría lo que buscaba. En ella había una única mesa, un pequeño cofre y lo que parecía ser un viejo cuchillo. Alzó una ceja sin entender nada. ¿Qué se supone que tenía que hacer? Lentamente se acercó a la mesa e intentó abrir el cofre. Primero lo intento con sus propias manos… nada. Luego probó con el cuchillo puesto que tenía que estar allí para algo... tampoco. Sacó su varita e intentó algunos hechizos como el famoso encantamiento de apertura, pero también fue en vano. Empezaba a ponerse nervioso, agarró el cofre para estamparlo contra la pared y entonces lo vio.

 

Para abrirme tienes que pagar.

 

Repitió en un susurro. Esas letras estaban grabadas en el pequeño objeto. Sorprendió buscó en el bolsillo de su túnica y sacó un galeón. Cuando iba a ponerse a intentar a abrir el objeto con su propio dinero lo entendió. Comprendió rápidamente la relación que tenían el cuchillo y el cofre, pues antaño había escuchado sobre esa clase de pagos en sangre. Sin pensarlo agarró el arma blanca y se hizo un ligero corte en la palma de su mano que le produjo una herida. Colocó su mano sobre el cofre para que las gotas que en esos momentos comenzaban a salir de la herida cayesen sobre el objeto. En el momento que la primera gota tocó la madera del mismo se abrió mostrando un el interior un pergamino con cuatro únicas palabras; Sala de los Menesteres. Por fin había descubierto la ubicación exacta, ahora sólo tenía que llegar hasta allí. De nuevo, corriendo.

 

Mientras corría se preguntaba quién había sido la persona a la que se le había ocurrido esa prueba. ¿Habría sido la profesora por voluntad propia, la Universidad o era algo que sucedía siempre para poder llegar a la clase de Artes Oscuras? Como había una distancia considerable hasta su destino por el camino también llegó a comprender cuál era la razón por la que no había visto a la profesora en el mapa. Según había escuchado o leído en algún lado, su valioso mapa era capaz de ver y reconocer cualquier lugar o persona, pero no cuando se trataba de la Sala de los Menesteres. Era el punto débil que tenía. Después de un par de minutos y de caminar tres veces por delante de una pared de piedra pensando que quería entrar en su clase, una puerta de roble apareció. No tardó en empujarla con su mano derecha, en la izquierda tenía la herida.

 

¡Grrrr!

 

Fue el único sonido que hizo al entrar en la estancia. Ese gruñido fue su forma de saludar a las tres personas que se encontraban dentro, aunque a la única que dirigió la mirada fue a la que le impartiría la clase y que se encontraba sentada en el suelo. En otro momento hubiera hecho un comentario desafortunado acerca de que estuviese descalza, pero su corazón palpitaba a mil por hora por el esfuerzo al correr todo lo rápido que pudo los últimos minutos, no tenía muchas fuerzas para hablar. Además, varias gotas de sudor le caían por la frente por el mismo motivo y la herida en la palma de su mano izquierda seguía goteando sangre levemente. Se sentó en el suelo porque lo necesitaba para tomar un respiro mientras esperaba que la Trivani tomase la palabra o hiciese algo, él ya había hecho suficiente con llegar.

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Alessandra mientras giraba su varita entré sus blancos dedos miró la sala, era bastante grande para ellas ya que estaban solas aún asi era acogedor, el fuego incluso estando en esas grandes fuentes daban al lugar calor, habían elegido bien el lugar dónde enseñar, aquélla aula les daría todo lo que necesitarán para llevar una buena clase.

 

 

La puerta se abrió sobresaltandola y se giró para ver a Anne quién saludo a su compañera y después se dirigió a ella, Alessandra suspiro, no era que le molestará sino que a la única que conocía si se le podía decir asi era a Anne y tanto el alumno de Candela cómo la misma profesora de Artes Oscuras eran desconocidos para ella.

 

 

- Hola Anne- se levantó de un ágil brinco y caminó hasta la Gaunt - para nada, hace poco llegamos también y estabamos esperandolos- le informó a su alumna en el momento en el que entraba un muchacho cansado y sangrando.

 

 

Alessandra cómo ex sanadora de San Mungo miró con pena al muchacho, estaba acostumbrada a siempre ayudar a los heridos pero estaba ahí para impartir clase además confiaba en que Candela le curaria, después de todo ella era su respondable mientras estuviera cursando.

 

 

- Bien, parece que estamos todos- le dijo a la Triviani.

 

 

- Bien, ven Anne sentemosnos aquí- Alessandra caminó en línea recta frente a Candela pero directo a la otra punta dónde podía hablar con su alumna tranquilamente sin molestarse.

 

 

 

 

Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas- dime, que te ha motivado a tomar está clase?-

 

 

Había tenido un par de alumnos que sólo fueron por ir, otro por querer tener una aventura loca en clases y claro para los que deseaban tener el conocimiento por trabajo. Le gustaba saber eso porque le ayudaba a ella a sabe en que podía ayudar a la Gaunt.

 

 

- Dime sabes que es Defensa? Has usado hechizos de defensa? Cuáles? - antes de seguir debía saber cuento conocimiento tenía sus alumnos ya que varios han ido con conceptos bastantes pobres creyendo que sería algo fácil su clase.

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Vio que Alessandra se fijaba en ella y dio un paso en su dirección, pero se detuvo de nuevo cuando la puerta se volvió a abrir a sus espaldas. Se giró para encontrarse con un muchacho que entraba en clase bastante desmejorado: parecía estar herido, y sudaba como si acabase de correr una maratón. Anne enarcó una ceja cuando las saludó con un gruñido. Como se dirigió directamente hacia Candela, decidió que no tenía nada que ver con ella y volvió a prestar atención a la Myrddin, que sería su profesora aquel día. Le agradaba pensar que aprendería con ella, no había tenido la oportunidad de verla desde hacía mucho.

 

Siguió a la profesora hasta el lugar que le indicó, un poco más apartadas de la Triviani y su extraño alumno. Como Alessandra se sentó en el suelo, cruzándose de pierna, Anne hizo lo mismo. Pero no cruzó las piernas, sino que las juntó y encogió para rodearse las rodillas con los brazos.

 

Bueno, me he anotado a esta clase porque me gusta aprender, básicamente. Sé bastante sobre Artes Oscuras, estudié la materia hace un tiempo, pero creo que no sé defenderme correctamente de ellas. Usarlas sí, contrarrestarlas no. Así que quisiera ponerle remedio a eso —le explicó. Enseguida pensó que aquello podría sonar extraño, así que decidió explicarse un poco más—. Por ejemplo, sin ir más lejos. Hace aproximadamente dos meses estuve en Egipto, cerca del Nilo, buscando unos materiales que necesito para mis varitas. Ya sabes, ahora las fabrico —añadió, imaginando que la chica no conocía su nueva afición—. Así que estuve allí buscando una madera muy especial y me metí... en líos, por así decirlo. ¡No imaginas las artes oscuras que manejan por allí! Y en un par de ocasiones me tocó correr porque no sabía qué hacer.

 

Paró de hablar, tampoco quería entrar en detalles. Aún recordaba la acalorada discusión que había mantenido con el viceministro de magia egipcio, que la amenazó con encerrarla y todo. Tampoco había sido para tanto, no tenía la culpa de que las piedras de arenisca de aquel lugar que había visitado fueran tan frágiles...

 

Dejó de pensar en aquello para concentrarse en su clase. Lo hecho, hecho estaba.

 

Defensa... bueno, defensa es usar hechizos para contrarrestar magia que quiera hacernos daño, ¿no? Magia o no, porque podemos defendernos de más cosas —añadió, pensando en las momias de la pirámide que quiso saqu...—. En cualquier caso —cortó el hilo de pensamientos de golpe bloqueando aquellos recuerdos con la oclumancia— he usado escudos protectores mágicos como el protego, he silenciado magos antes de que me atacaran, pero poco más. Quiero saber más sobre magia defensiva. Quiero y necesito hacerlo —terminó diciendo, más para sí misma que como respuesta a la muchacha.

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Candela le dedicó una mirada a Anne cuando la saludaba, habiendo hecho lo propio también con Alessandra. No era muy expresiva en compañía a menos que se tocase un tema que considere interesante y, como ninguna había iniciado alguno, se limitó a seguir allí sentada mientras esperaba a su alumno. Por supuesto, no tuvo que esperar demasiado. David cruzó la puerta, siguiendo a Anne, con aire iracundo.

 

El olor a sangre le hizo un cosquilleo en la nariz y notó la fuente de ésta. Torció un poco la comisura de sus labios, disimulando una sonrisa. Ah, es que uno de los placeres de la Triviani era tratar de torturar, aunque no fuese muy obvio, a los Black Lestrange. Además, le tenía cierta inquina a los familiares más directos de Mía y Ashura. A la única a la que dejaba medianamente de lado, era a Amelie.

 

― Espero que no haya tenido muchos inconvenientes en llegar aquí, señor Black Lestrange. ―le hizo un asentimiento de cabeza a Alessandra, que ya se marchaba con la Gaunt y se volvió hacia el chico.― Tengo por costumbre poner dificultades en el camino. Aunque, en raras ocasiones, sé con certeza lo que enfrentan mis alumnos, me gustaría saber qué encontró usted y cuál cree que sea su fin.

 

Sacudió ambas manos sobre la tela de su vestido, como si les estuviese quitando polvo, y se puso en pie con una ligereza que, incluso, ella misma se desconocía. Se sonrió a sí misma, quizás por la sorpresa, pues llevaba meses sin sentirse tan liviana. Sospechaba que se debía a algún peso quitado últimamente.

 

Por otro lado, ¿qué entiende por Artes Oscuras? Y no quiero una respuesta fácil. Quiero que piense. ―lo miró con fijeza para después añadir:― Imagino que, en algún momento de su vida, ha tenido un encuentro cercano con este tipo de magia. Me gustaría saber de ella. ¿Algo más que un "grrr", quizás?

 

 

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Sentado en el suelo no prestaba demasiada atención a ninguna de las tres personas que se encontraban allí. Dos de ellas se alejaron para hacer su propia clase por su cuenta mientras que el joven se quedó con su profesora. Se miró la herida que se había hecho, no era gran cosa por lo que podía curarse con tremenda facilidad. Antes de hacerlo pasó su dedo índice de la otra mano por alrededor de la herida, manchando el dedo de sangre que inmediatamente se llevó a la boca. El sabor de su propia sangre era extrañamente gratificante. A continuación sacó su varita, la colocó encima de la herida y pensó en un útil Episkey haciendo que su herida dejase de sangrar. Listo, estaba curado. Mientras estaba concentrado en ello escuchó la voz de su profesora.

 

Me encontré un pequeño baúl de madera que parecía antiguo pero que estaba bien cuidado. A su lado una pequeña arma blanca, una especie de daga que tuve que utilizar para hacerme la herida —dijo mostrándole la palma de la mano donde se había hecho el corte a pesar de que ya se había curado. —Cuando la primera gota de sangre cayó encima del baúl se abrió. En su interior había un pequeño papel, un pergamino con tres palabras escritas de manera elegante. Las tres palabras me indicaron que tenía que venir aquí. —terminó haciendo una breve pausa. —Supongo que su fin era comprobar si estaba realmente interesado en aprender esta rama de la magia.

 

Tras ello permaneció en silencio, mirándola. Su respiración volvía lentamente a la normalidad. Se pasó la manga de la túnica por la frente para retirarse el sudor de la misma. En otras circunstancias no lo hubiese hecho, solía ser una persona mucho más elegante pero el aspecto de la profesora le animaba a ser más descuidado en esas cosas. A pesar de considerarse una persona presumida, era capaz de encontrar belleza en aquello que era justamente lo opuesto. Esperaba que la Trivani estuviera de acuerdo con sus conclusiones, a fin de cuentas era lo que más lógico le parecía. No todo el mundo sería capaz de cortarse la palma de la mano para poder ir a su clase de conocimientos.

 

Imitó a la profesora poniéndose de pie. Estaba recuperado después de haber corrido tan rápido para no llegar demasiado tarde. Mientras se levantaba de manera lenta porque no tenía ninguna prisa, volvió a fijarse en sus pies descalzos. Ahora estaba mucho más despierto y mucho menos cansado como para que se le ocurriesen cosas graciosas acerca de esa circunstancia. Conocía un hechizo, el crece-uñas, que sabía que servía para hacer crecer las uñas de las manos, pero si apuntaba a sus pies… ¿Le crecerían las uñas de los pies? Sería divertido, sólo la idea de pensarlo había hecho que sonriese. Intentarlo podría ser una falta de respeto hacía la Trivani, pero no lo descartaba del todo.

 

¿Es que acaso mi “Grrr” te ha parecido poca cosa? Si lo llego a saber ni lo hago…

 

Contestó de manera bastante seca para volver a quedarse en silencio, pensando. Su profesora le había hecho varias preguntas que no sólo le hacían pensar, sino también recordar algunos episodios de su vida. No quería una respuesta fácil y esperaba hacer una respuesta elaborada, pero estaba alargando a propósito el tiempo para contestarle más de la cuenta porque así daba la sensación de que estaba pensando mucho en ello. Se rascó la cabeza y posteriormente se acarició la barbilla para que diera la sensación de que se encontraba mucho más concentrado de lo que realmente estaba.

 

Entiendo Artes Oscuras como aquella rama de la magia oscura y desconocida para muchas personas. Desconocida porque no se atreven a explorarla, porque tienen miedo de descubrir lo poderosa que espero que sea. Entiendo Artes Oscuras como aquella rama de la magia que me hará sobrepasar los límites, que me hará hacer cosas con la que otros no pueden soñar y que hará que me conviertan en alguien mucho más poderoso, mucho más peligroso, mucho más temido, mucho más impredecible… —finalizó. Seguidamente comenzó a caminar hacia algo que le llamó la atención desde que llegó.

 

Se dirigió a un estante que había no muy lejos de su posición, un estante lleno de frascos que no tenía muy claro qué contenían, ni qué eran. Por supuesto no se había olvidado de la otra pregunta de la profesora, pero esa la contestó mientras avanzaba hacia su nuevo destino.

 

Pues no lo sé, puede ser que sí, puede ser que no. —no era una respuesta muy concreta, lo sabía. Continuaría hablando después de tragar saliva para explicarse mucho mejor y que su profesora entendiera el motivo por el cuál no estaba del todo seguro. —Estoy aquí precisamente para eso, para conocer, descubrir e identificar las Artes Oscuras. Puede ser que haya tenido contacto con las Artes Oscuras, pero en ese momento no era capaz de identificarlas, de distinguirlas, algo que sí espero poder hacer cuando salga de aquí —terminó diciendo mientras señalaba el estante que tenía justo a su lado. —¿Esas cosas qué? ¿Sabes qué son? ¿Haremos algo con ellas?

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Alessandra asintió a las palabras de Anne, muchos tomaban primero Artes Oscuras y dejaban DCAO para más tarde o hacían lo opuesto pero al final aprendían a defenderse que era lo importante y lo que se quería enseñar.

 

La Myrddin miró con sorpresa a Anne cuándo le dijo que había estado en Egipto para buscar ingredientes para la creación de varitas. Pestañeo varias veces para recuperarse de su sorpresa y la siguió escuchando.

 

 

- Los Egipcios usaban magia sacerdotal- aquélla magia era muy antigua y distinta a la que se usaba en ese tiempo - bueno no soy sacerdote pero conozco un par de rituales que usan para quitar la Magia Oscura del cuerpo de alguien- si estuviera permitido sin duda hubiera llevado a Cye o Sagitas para hacer varias demostraciones con magia sacerdotal.

 

 

La Myrddin se quedó pensativa, había leído mucho sobre magia sacerdotal y ahora hace poco tiempo había hecho magia en un ritual para ayudar a Mei y ese era un pequeño gran problema, los rituales llevaban tiempo si se quería sacar la magia del objeto o persona.

 

 

Alessandra siguió escuchando a Anne asientiendo con la cabeza a sus respuestas, entendía a que se refería con que necesitaba defenderse o defender a alguien mas, había peligro por todos lados, ataques, gente herida y era una inseguridad que todos vivían.

 

 

- Desgraciadamente no tenemos el tiempo suficiente para enseñar rituales- le explicó con bastante molestia por tener tan poco tiempo.

 

- pero no significa que no te hable de ellos para eso necesito que prestes mucha atención- le pidió.

 

 

- Toda magia oscura puede contrarrestarse sólo que algunas pueden llevar mucho tiempo para que se pueda romper- le habló con cuidado y esperando que la Gaunt lo entendiera -también está el problema que no se puede tocar por que uno puede terminar poseído-

 

 

Le sonrió a la bruja para sacar del bolsillo de su pantalón un trapito blanco cuándo la abrió había unas velas pequeñas con saumerios y algunos cristales; sacó su varita de Vid y con un movimiento lo que estaba en el trapito blanco volvió a su tamaño normal.

 

 

- Esta velas blancas son cosas esenciales en un ritual porque ayudan a purificar a la persona cómo el lugar dónde están- las tomó y se las dio - los incienso sirven para alejar la energía negativa y los cristales atrapan la magia oscura - hizo lo mismo que con las velas darle los objetos.

 

 

No era que lo vayan a usar pero no estaba mal que la Gaunt los tuviera por las dudas.

 

 

- Los cánticos no son difíciles sólo hay que saber controlar la energía que se libera en el momento de realizar lo que deseas- le dijo mientras se ponía de pié.

 

 

- Alguna pregunta?-

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Tras su breve explicación sobre lo que sabía del conocimiento que había acudido a cursar y la respuesta a la pregunta de su profesora, Anne escuchó lo que ella tenía que decirle.

 

Ah, ¿esa gente también sabe deshacer la magia oscura? Chica, pues cualquier lo diría —bufó Anne, haciendo un aspaviento con los brazos—. A mí me demostraron que sabían todo tipo de magias menos esa, la verdad.

 

Como la Myrddin siguió explicándole cosas, ella se limitó a asentir intentando captar toda la información sin perder detalle. Luego observó cómo sacaba un bulto envuelto en un pañuelo blanco. Cuando lo abrió vio su contenido, mágicamente reducido, el cual recobró su tamaño con un movimiento de varita de la mujer. Luego se lo pasó a Anne mientras seguía hablando, quien lo tomó con cuidado. Le echó un ojo y luego miró a Alessandra.

 

Ajam, pero no entendí algo. ¿Esto se utiliza normalmente o seguimos hablando de la magia sacerdotal? Me interesa muchísimo el tema, por cierto, porque mi padre es sacerdote. Bueno, no el tipo de sacerdote del que hablas tú, pero estoy segura de que tienen que tener alguna conexión, por pequeña que sea —comentó, aunque no estaba segura de si sería así. A pesar de la curiosidad, sabía que no venía al caso por lo que cambió de tema—. Y no, no tengo preguntas, hasta aquí lo he entendido todo salvo lo que he preguntado hace un segundo.

 

Dicho esto, imitó el movimiento de Alessandra y se puso en pie a su lado, aún sujetando los objetos que le había pasado. Miró de reojo hacia Candela y el chico extraño, aunque enseguida se volvió hacia la Myrddin esperando alguna indicación.

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