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Libro del Equilibrio~


Athena Rouvas
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―Una aventura, como en los viejos tiempos. Últimamente nos hemos puesto más monótonos, creo. ―Ella dirigía, era más que nada su culpa. Las cosas fueron tomando ese ritmo, y solo se dejó llevar, por eso ahora estaba proponiendo una especie de volver a las raíces, pese a que el nombre de su alumno ya le era conocido de una clase anterior y de seguro recordaba gran parte de los hechizos y formas del Libro del Equilibrio. ―No estoy pidiendo permiso, ni sugiriendo aunque así suene; es lo que quiero hacer.

 

―Si decimos que no, terminarás empujando las cosas hacia allá. Solo no olvides, enseñas en nuestro nombre.

 

―Lo sé... ―Su voz era de paciencia. No era la primera vez que se lo recordaban, aunque de seguro no era tampoco a la única.
No contaba con demasiado tiempo para planear qué hacer, tampoco era que esos planes fueran demasiado tabla a seguir. Sus estudiantes siempre encontraban la manera de dar giros algo inesperados e interesantes, así que quedaba solo la misión de encontrar un buen sitio. Amplio, con retos, donde ni muggles ni otros magos fueran a meter las narices en medio. Tarea para los siguientes días.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Al final citó a Keaton en la misma Universidad, en uno de los salones del segundo piso. Aunque le advirtió que, en la carta, que no olvidara ir con ropa cómoda ni llevar consigo todos los amuletos, anillos y cosas que el Libro pudiese contener. Cada quien decidía cómo transportar las cosas para no andar con ellas en el cuello y en la mano sin terminar pareciendo una especie de árbol navideño fuera de época. En su caso, las llevaba ocultas y colgadas en una cadenita alrededor del cuello.
Esperó sentada sobre la mesa que hubiese correspondido al docente. El lugar era silencioso y algo carente de luz, pero se lograban distinguir las cosas del salón. Movió sus piernas siguiendo un ritmo propio ya que no tocaba el suelo.
Hasta que vio a su alumno llegar al lugar.
―Hey, bienvenido ―Hizo una venia con la mano diestra. ―Me preguntaba por qué no te había presentado nuevamente a rendir la clase hasta que vi tu nombre en la "lista" que envía dirección. Un gusto volver a verte. ―Bajó de la mesa para salir a su encuentro. ―No nos explayemos en protocolos, ya sabes quien soy y viceversa, y espero que recuerdes un poco lo que vimos el año pasado. Mejor saca tu varita, la vas a necesitar al sitio que vamos.
Ella también sacó la suya. Niké estaba en su mano derecha, la izquierda la metió en el bolsillo de su capa para extraer un trozo de diario del profeta. Un traslador para moverse de la Universidad.

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Aquel mes estaría de nueva cuenta muy movido para el ojiverde, tendría que dictar la clase que le correspondía como cada mes con sus nuevos pupilos y además, poder él mismo adquirir los conocimientos necesarios para poder pasar en tiempo y, ahora si, su vínculo con el Libro del Equilibrio. Deseaba, ahora si, ponerse a trabajar arduamente para conseguir la certificación y juntar para el Libro del Druida, que era el que más ansiaba. Por lo que, cuando recibió la notificación por parte de Athena para presentarse al curso, notó aquella vena que le salía de vez en cuando, en aquellas veces cuando la determinación le nacía y le dedicaba de nuevo todo su empeño a lograr esa meta.

 

—Bueno, es que ya pobre de la Rouvás ha de estar harta de verme tantas veces en su clase —DIjo mientras terminaba de leer la nota donde le indicaba que llevase ropa cómoda y que no era necesario llevar todos los artículos que los Libros tanto del Equilibrio, como de los dos anteriores, le conferían, sin embargo si el ojiverde algo había aprendido era que siempre se podían llegar a suscitar algun evento inesperado y era mejor prevenir que lamentar.

 

Se colocó unos blue jeans, una camiseta negra sin mangas ajustada, que dejaba ver su cuerpo tonificado y sus brazos bien definidos. En la muñeca del brazo derecho llevaba una pequeña cadena de plata donde se encontraban absolutamente todos los anillos y amuletos de esos tres libros. Sus pies iban calzados por unas zapatillas deportivas y en su cabeza una gorra con visera atrás para ocultar su falta de peinado. Se miró en el espejo. No era mucho de usar gorras, pero aquella negra a juego con su camiseta sin mangas, le quedaba muy bien, Dió un último vistazo a su habitación en el Castillo Black Lestrange y desapareció con su varita mágica de cerezo en pos del Ateneo de Poderes y Magias Guerreras.

 

Al arribar, no pudo agradecer de manera adecuada el hecho de que hubiese calor en gran parte de la Universidad, pues aquellos días estaba sufrido bastante con los climas fríos, y no sabía el porque, ya que normalmente prefería los climas fríos. En fin, se encogió de hombros y se enfiló por los pasillos hasta toparse con las escaleras, que lo llevaron hasta el segundo piso donde lo espera Athena. Al entrar a la habitación, tuvo que acostumbrarse a la penumbra, ya que estaba muchísimo más oscuro que afuera en donde irradiaba luz el sol. Se talló los ojos y ubicó a escasos metros a su mentora para aquel curso.

 

—Buenas, Athena —Dijo ya sin miramientos, y la profesora lo hizo igual pues se apresuró a dar la bienvenida y decir que se saltarían protocolos, agradeció aquello, ya que no tendrían que perder demasiado tiempo y podrían ponerse de inmediato en marcha —Me agrada, ¿entonces como procederemos para este curso? —Preguntó justo cuna la chica sacaba su varita mágica y un pedazo el El Profeta.

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―Bueno, pensé en una pequeña "excursión". ―En realidad no sabía con palabra exacta definir el salir a otro territorio. ―No es muy lejos de aquí, probablemente reconocerás el lugar apenas lleguemos si es que has estado alguna vez en el sino te servirá para conocerlo. El traslador debería llevarnos en unos minutos.

 

Y así fue. Extendió el trozo de papel para que Keaton también pudiese sujetarlo y así no perderse en el camino. Giraron velozmente en una especie de vórtice de colores hasta que al final cayeron en un lugar húmedo pero algo más claro que el salón de clases que dejaban atrás, solo un poco. No habían demasiados ruidos salvo por los propios de la naturaleza y el ambiente estaba cargado a olor a tierra húmeda mezclada con la fragancia propia de los árboles, arbustos y flora propia de lugar. Era un bosque, pero uno poco recorrido pues no se divisaba ninguna especie de sendero. Las copas de los arboles eran tan frondosas y estaban a tanta altura que era el motivo por el cual la luz solar entraba poco pese a ser pleno día.

 

Una primera mirada en 360° indicó que no había presencia animal, y muchos menos humana cerca, pero eso no quería decir que debían bajar la guardia. El bosque prohibido era siempre de cuidado; de seguro sus habitantes no tardarían en percatarse de la presencia de los dos desconocidos.

 

―¿Lo reconoces? No se si alguna vez llegaste a estos sectores, pero no hay tanta diferencia con la parte que corresponde más a los bordes. ―Habló mientras esperaba que Ravenclaw se incorporara del todo y fuera consciente de donde estaban. Era un lugar recurrente para cosas de la Universidad, y en otros tiempos de la Academia. ―Vamos a comenzar por algo recordatorio antes de lanzarnos a la aventura. Prefiero tardarme unos minutos en esto a que después el apuro nos haga caer con lo que podamos encontrar.

 

Mantuvo la varita sujeta en su mano diestra mientras tomaba aire para proseguir con lo que estaba hablando.

 

―Equilibrio, cada libro tiene su propio tema que simboliza o engloba su contenido o lo que se espera el mago consiga al vincularse con el. En este caso no hablamos de una especie de equilibrio o paz interior, más bien de ese punto entre la mente y el corazón. Hay muchas maneras de expresar el equilibrio, incluso la naturaleza lo tiene con los elementos. ―Hizo un par de pequeños movimientos tal cual si sus manos simbolizaran una balanza tratando de nivelarse. ―Tenemos 4 hechizos que nos aporta este libro. ―Fue elevando un dedo por cada hechizo que nombraba. ―Flechas de fuego, semillas de hielo, arena del hechicero y cinaede. Cada uno tiene su daño y su manera de ser curado que debes recordar a la perfección. ―Más porque estuvo sometido a sus propios efectos la vez anterior. ―No olvides sus usos, podrían serte útil en la travesía. ¿Alguna duda hasta el momento?

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  • 2 semanas más tarde...

En cuanto Athena dijo "excursión" a Keaton le saltó su vena aventurera, y debía aceptar que en las ocasiones anteriores en las que se había presentado el curso para vincularse con el Libro del Equilibrio, había sido muy cabeza dura con la Rouvás, y ahora lo entendía, porque ser también profesor del Libro de la Fortaleza le había hecho ver esa parte, aunque claro, el ojiverde jamás sería con sus alumnos la mitad de bondadoso que era Athena. Así pues, cuando la chica le dijo a Keaton que tal vez conociera el lugar al que irían, éste se emocionó más y le dio más curiosidad.

 

—Dale, Athena, al infinito, sin quieres —Dijo el Animago justo en el momento en el cual la profesora le pasaba un pedazo de papel que servía de traslador. De inmediato, sintió aquella sensación, como si lo jalaran por el ombligo, y se hundieron en un mar de colores, y tras unos segundos, tocaron tierra y el aroma a tierra mojada impregnó las nasales del vampiro —Jamás me acostumbraré a esto, sin duda prefiero la desaparición de los fénix y de las Aves del Trueno —Espetó en lo que se acostumbraba al lugar.

 

Cuando la Rouvás le dijo que si reconocía el lugar, Keaton se dio como un un porrazo con muchísimos recuerdos ¡Claro que sabía en dónde estaba! El Bosque Prohibido, Hogwarts... Sintió una oleada de nostalgia, combinada con tristeza, allí había paseado incontables veces con su abuela Rowena... En fin, debía apartar esos recuerdos de momentos, ya vería si al terminar el curso, regresaba solo para caminar y toparse con los cambios de aquel sitio. La rubia entonces empezó a decirle a Keaton que harían un recordatorio, y éste lo siponía. Escuchó atento las palabras de la chica.

 

Explicó la parte de que cada Libro de Hechizos contenía su propio significado, el por qué cada uno llevaba ese nombre, y en caso del de el Equilibrio, al Ravenclaw siempre se se imaginaba la balanza del signo zodiacal Libra. La balanza, la equidad entre cada una de las partes, la fuerza, la debilidad, el miedo y el valor, el frío y el calor. Athena dijo entonces la parte del equilibrio entre mente y corazón, algo esencial para ese libro. Explicó y recordó los cuatro hechizos que se ganaban con la vinculación, y se emocionó.

 

—No, Athena, hasta aquí todo claro. Podemos seguir —Dijo el ojiverde y esperó la siguiente indicación en aquel Bosque tan conocido. Además, estaba ya a la espera de que las criaturas que allí habitaban pronto hiciera acto de presencia.

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Mantuvo la varita afuera por precaución.

 

Sin duda era una ventaja que él ya conociera de antemano el uso de los hechizos y la manera en las cuales defenderse, ahora solo quedaría comprobar que tan diestro era ocupándolas en los momentos precisos. Si bien son conocimientos algo más complejos y de una cuota de misterio que aporta el pueblo Uzza, su principal empleo es que sean útiles para la vida de un mago o bruja, sino para qué. Y no, no se trata solo de un duelo, sino que para la vida común también, después de todo sus vidas giran en torno a la magia y desde las más antiguas generaciones la han utilizado hasta por cosas pequeñas, aunque algunos a veces intenten vivir la vida "a lo muggle".

 

Ravenclaw parece seguro de si mismo y eso le parece loable, mas cuando se trata del libro del Equilibrio en donde debe buscar dentro de si mismo.

 

―O sea que si te lanzo un Cinaede y te da, recuerdas que debes hacer ¿no? ―Lo dijo a modo de broma, aunque recordaba claramente el envenamiento que sufrió en la clase pasada. Esperaba que dos veces no le afectara el truco. ―Bueno, entonces comencemos con esto. Como sugerencia, no te escudes solo en los hechizos, los amuletos y todas las cosas que trae el libro son únicas y útiles y deberías ir probándolas para que sepas de que van, así después no sufres un accidente por error. ―Que era algo medio común pese a que nadie después acudía a San Mungo para tratarse.

 

>>Vamos a tomar un "camino" ―Hizo el signo de las comillas con los dedos porque no había ningún sendero en el lugar. ―Intentaremos llegar a la caverna de la luz, probablemente escuchaste hablar de ella. En el interior tenemos algo que te será útil de reserva, pero lo verás si es logramos llegar. Irás adelante mientras yo cuido la espalda, así que más vale que no nos separemos, recuerda que este lugar está plagado de cosas...―Por no decir algunas bestias.

 

En lo personal, mientras no terminara en el nido de las acromántulas le daba igual tener que caminar por el bosque, pero como tampoco tenían demasiado tiempo más valía darse prisa.

 

―¡Adelante! ¡Vamos por ese tesoro!

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Athena hizo una broma, o al menos así lo entendió el RAvenclaw, haciendo referencia a que si ella le lanzaba un Cinaede él sabría qué hacer. Keaton rió, pues recordó cómo había sido la anterior clase con la Rouvás, donde, por desgracia, había probado los efectos de ese hechizos. El vampiro entonces asintió a modo de respuesta, pues estaba más que seguro de saber qué contrahechizo emplear si llegaba a ser presa del Cinaede de nueva cuenta.

 

En ese momento, la profesora le sugirió al ojiverde que durante esa clase no se quedara sólo con los hechizos, sino que también empleara los objetos, amuletos y demás cosas que traía el Libro, y entonces, el vampiro lo recordó, no se trataba sólo de la utilización de hechizos, que si bien eran super necesarios para la vinculación, también era cierto que los objetos eran para ser más sencilla la vida de los magos en su día a día. Él volvió a sonreír y asintió a modo de respuesta, y se topó entonces, con que tendrían que hacer un pequeño viaje hacia una caverna de la luz, donde encontrarían un tesoro. El Animago se puso a pensar qué sería aquello justo cuando empezaban a caminar, pero de repente...

 

―Ustedes no son bienvenidos aquí, es territorio de los Centauros y de todas las criaturas que vivimos aquí, ¡lárguense! ―Dijo con imponencia un centauro, y que además, iba acompañado de una docena más de aquellas criaturas y, con el desagrado del vampiro, de algunas acromántulas.

 

―Venimos en son de paz, solo venimos a estudiar un poco ―Masculló el Ravenclaw tratando de ser amable, pero entonces, las acromántulas se impacientaron y se fueron al ataque de Athena y de él. Sacó entonces de dentro de sus vaqueros, un frasquito de cristal que contenía las Semillas de Hielo, vertió esta arenilla plateada en el suelo, y de inmediato se creó una plataforma de hielo. Las acromántulas, resbalaron, pues sus patas no estaban hechas para caminar en hielo, y cayeron de bruces.

 

Los centauros, entonces, debieron suponer que Keaton estaba atacando, y lanzaron sus flechas, pero él rápidamente alzó su varita y pensó <<¡Flechas de Fuego!>> y de su varita mágica de cerezo, salieron disparados filamentos de fuego que chocaron contra éstas y cayeron al suelo. El ojiverde sabía que los Centauros eran más inteligentes que eso, por lo que se acomodó el cabello que se le había desacomodado por las florituras de la varita, y volvió a hablar.

 

―Por favor, les pido que nos dejen continuar con nuestro camino, no los he lastimado, sólo defendido de sus ataques, no nos obliguen a pelear, necesito aprender los secretos de este Libro para poderlo dominar, y Athena solo quiere enseñarmelo de la mejor manera, déjennos continuar, no causaremos estragos y nos iremos tan pronto acabemos ―Argumentó.

 

―De acuerdo, continúen, pero no les prometemos que las demás criaturas no traten de impedirles el paso ―DIjo otro de los centauros tras algunos minutos de cavilación.

 

EL ojiverde sonrió ―Athena, espero haberlo hecho mejor que clases pasadas, ¿hacia dónde seguimos? ―Dijo en pos de su mentora, y esperó su respuesta.

Editado por Keaton Ravenclaw

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Esperó a que los centauros tomaran su rumbo, que increíblemente así fue, antes de hablar nuevamente.

 

―¿No crees que eso fue demasiado fácil y rápido? Por lo general no actúan con esa ligereza al ver humanos por los que consideran sus territorios. ―No tenía esos recuerdos ni conceptos de ellos.

 

El corazón apena le regresaba a la normalidad, así como la respiración. Sino dijo nada mientras las criaturas se reunían a su alrededor fue por la fobia de ver las arañas que siempre la hacían perder el habla, así como alcanzar una taquicardia terrible, aparte de paralizarse casi por completo. Su reacción era bastante exagerada, lo tenía claro, pero el miedo que le nacía le hacía actuar de esa manera. Lo bueno es que ya era asunto del pasado, esperaba.

 

Intentó no infundir inseguridad con la pregunta anterior, pero era también una realidad y por tanto debían considerarla para el futuro, porque el bosque prohibido está plagado de cosas oscuras, tenebrosas y que no dudan en defender sus asuntos o en conseguir comida, que escasea en ocasiones. Cuando escogió el lugar sabía que sería un poco así y que obligaría a Keaton a usar bien algunos de los items o hechizos del Libro, pero otros tampoco le eran demasiados familiares a ella misma y por tanto tendrían que ingeniarselas entre ambos para salir airosos y lograr llegar a la cueva.

 

Antes de iniciar la clase, varios días previos, la supo vacía y con ella apta. Una vez dentro sería totalmente segura.

 

―Hacia adelante ―Señaló con el dedo hacia el frente, con la falta de camino se entendía que se dirigían hacia el este. ―Encontraremos un par de vertientes, debemos pasar de donde están tres bastante juntas y tomar rumbo hacia el sur hasta encontrarnos con un enorme abeto que tiene tallado una especie de "L". Buen uso de las semillas y del hechizo, por cierto, en la medida justa como para no causar daño. Prueba que recuerdas la clase anterior y dominas esa parte.

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