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Historia de la Magia


Anne Gaunt M.
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Aquel día había amanecido lluvioso. Allá por donde fuera, veía magos pasando por su lado a toda velocidad para evitar mojarse más de la cuenta, así como otros se protegían mágicamente de terminar hechos una sopa. En su caso, que adoraba los días como aquellos, caminaba tranquilamente con su capa de viaje mágicamente alterada para ser impermeable, nada más. A pesar de ello, llevaba las manos mojadas y la cara ligeramente también a causa de las gotas que conseguían alcanzar su piel a pesar de llevar la capucha echada sobre el pelo.

 

Cualquiera que la observara de lejos no vería más que una sombra de estatura más bien baja cruzando los terrenos del Ateneo en dirección al ala donde se impartían los conocimientos disfrutando del camino como si de un paseo se tratase. Había mandado el aviso a sus dos alumnos mediante lechuza un par de horas antes, y aún quedaba una más antes de la hora de inicio, así que no tenía prisa alguna.

 

En cuanto llegó al edificio, se despojó de la capucha de la capa y sacudió la cabeza. Llevaba el pelo de color azul intenso y corto a excepción del flequillo, así que prácticamente no se removió con aquel movimiento. Luego retomó el camino con paso un poco más ligero, haciendo que las botas de suela de goma rechinaran en la piedra del pasillo en algunos momentos y, cuando alcanzó una puerta de madera oscura al final de un pasillo de la segunda planta, la empujó suavemente para acceder al interior.

 

Se trataba de un aula de clase bastante amplia, aunque lo que menos tenía eran mesas y sillas. Había algunas en la parte frontal de la sala, donde también había una pizarra y un escritorio con una silla de respaldo alto, el que supuestamente pertenecía a ella como docente. Toda la pared frente a la puerta tenía amplios ventanales con cortinas de color claro recogidas a ambos lados, lo que daba mucha luminosidad a la clase. Y, dispersos por el resto de la sala, había cuadros en las paredes y tallas de madera y maquetas en vitrinas de lugares y acontecimientos históricos mágicos: antiguo Egipto, quema de brujas, guerra de los gigantes, fundación de Hogwarts y la regularización de la cría de dragones en 1709, entre otros.

 

Todo estaba preparado desde el día anterior, así que simplemente se dirigió hacia su escritorio y se quitó la capa, la cual colgó en un perchero que había tras la pizarra. También se descolgó el pequeño bolsito que llevaba colgado a un lado bajo la capa y lo posó en la mesa para buscar algo en el interior. Extrajo algunos papeles y los depositó junto al bolso. Y luego se sentó en el borde de la mesa, con la mirada perdida tras el paisaje que observaba a través del ventanal más próximo, mientras esperaba a sus alumnos.

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En los pasillos de la Universidad, Ellie puede escuchar el eco de la lluvia. También advierte que hace un poco más de frío de lo que debería; por fortuna, está perfectamente acostumbrada al clima de Gran Bretaña. Todavía con el gusto amargo del café de aquella mañana en la boca, camina lentamente hacia el salón de Historia de la Magia. Con el susurro del clima y la luz pálida de la mañana, es muy difícil no dejarse adormecer... más difícil todavía, si eres una Inefable a la que le encantan los experimentos, pero redacta las hipótesis que se forman en su cabeza a último momento, sólo cuando su jefe las exige.

 

Aún así, es cierto que aquel curso no la emociona tanto como lo haría uno de Encantamientos o Estudio de Maldiciones, ¡incluso uno de Magia Antigua! Pero trata de atribuir aquello a que recuerda las clases de Historia de la Magia de Hogwarts, como eternos monólogos del profesor Bins, cuya voz fantasmagórica llegaba a sonar como una canción de cuna en el aula; trata de dejar de lado sus prejuicios y su desinterés, pues ¿no debería un Inefable conocer muy bien la historia que hay tras todo lo que estudian? ¿No debería conocer la historia del Ministerio? No le interesan lo Ministros de Magia ni el origen del Wizengamot, claro, sino cosas más interesantes (para ella, por supuesto). Hace un tiempo, leyó en la biblioteca del Departamento que el Ministerio de Magia se construyó alrededor del Velo de la Muerte...

 

Sus pensamientos se despejan cuando, sin saber muy bien por qué, permanece unos momentos observando una silueta más alta que ella, ubicada junto al salón que, está segura, es el que busca. Es familiar, lo cual es bastante peculiar, pues conoce a pocas personas en Inglaterra. Por supuesto, sigue caminando, sintiendo los ligeros saltos del bolso de cuero que usa cruzado. Como de costumbre, Ellie viste con una sencilla túnica, aunque en esta ocasión es de color verde oliva, de manchas anchas y cuello en uve; llega hasta sus pantorillas, un poco antes del comienzo de sus botas marrones.

 

Al acercarse lo suficiente, lo reconoce. Es una sensación agradable, tener personas a las cuales saludar.

 

Hiya —saluda, incapaz de evadir su jerga escocesa, agitando ligeramente una mano. No está muy segura, pero quizás le comentó a Hobbamock, en la clase de Runas Antiguas, que quería tomar aquel curso. Leyó en un libro de magia druida que con ciertos conocimientos, podía abrir portales al pasado (lo cual haría obsoleta su investigación de los giratiempos, aunque prefiere no pensar en ello)—. ¿También te anotaste a Historia?

 

Ellie vuelve a mirar alrededor, pero el instructor no parece haber llegado; sin embargo, es razonable puesto que falta aproximadamente un cuarto de hora para el comienzo de la clase. Sin embargo, se atreve a tomar el pomo de la puerta y girarlo: está abierta.

 

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Editado por Eileen Moody

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Se pone de pie. Antes está sentado en el suelo, recostado en el tronco de un árbol torcido, a la espera de una hora más adecuada para acudir a la clase. Espera que la clase de Historia de la Magia resulte más sencilla y que pueda dedicarse únicamente a memorizar la historia de la magia británica. A él le gusta aprender de historia, conoce a la perfección todo lo sucedido en Estados Unidos desde mucho antes que los conquistadores ingleses llegaran. La incursión mágica fue mucho más pacífica, según sabe, que la incursión nomaj.

 

Se mantiene de pie en la entrada, aún sabiendo que la profesora se encuentra dentro, sin mucho ánimo de ingresar. Le gusta la historia, si. Quiere aprender de lo sucedido en tierra británica, quiere comprender como es que la situación en el Ministerio inglés llegó al punto en que las personas se matan a diario en las residencias del pueblo ¿Cómo permitieron las autoridades que las cosas llegaran a un punto sin retorno? ¿Cuál es la guerra que se encuentra batallando? ¿A quienes beneficia en realidad? Necesita comprender el pasado para saber como afrontar el futuro que le espera. Eso no quita que, incluso siendo que le gusta la historia, la clase va a ser bastante aburrida.

 

Se voltea cuando escucha una voz familiar y agradable.

 

—¡Ellie! No esperaba encontrarte aquí. Aunque me agrada, así la clase será menos aburrida.

 

No se atreve a saludar de otra forma. Aunque la conoce, no tiene la suficiente confianza para abrazarla o darle un beso en la mejilla o la mano. En cuanto Ellie mueve el pomo de la puerta verificando que esta está abierta. Al percatarse de eso la empuja, no Ellie sino a la puerta, y esta se abre sin hacer apenas ruido.

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Sonríe, sin pensárselo mucho. ¿A qué persona normal no le agrada escuchar algo bueno sobre sí misma? En la situación de Ellie, estando en un entorno nuevo y teniendo una vida nueva, el sentimiento es todavía más reconfortante... sin embargo, no se trata del sentimiento de inclusión o acoplamiento, sino de familiaridad.

 

—Lo mismo digo —repone, olvidando por un momento que está sosteniendo el pomo de la puerta para ingresar al salón de clases—. Aunque, aquí, los profesores parecen ser un tanto extravagantes...

 

No se percata de que Hobbamock empuja la puerta. Ellie, por un momento, tiene la sensación de que va a caer al interior del salón, pero logra recuperar el equilibrio manteniendo la naturalidad (bueno, así se lo imagina en su cabeza). est****amente, se da cuenta de que no tocaron antes de pasar; espera que el profesor de aquel curso no sea uno de esos típicos ancianos amantes de los "buenos modales" y la "cortesía", nada más cliché de los ingleses.

 

Aparentemente, en la Universidad los salones de clases también son bastante extravagantes. A grandes zancadas, Ellie se adentra en él. Se trata de una estancia amplia, llena con la pálida luz del sol de las últimas horas de una mañana lluviosa. Sin embargo, a lo que en verdad presta atención es a todo lo que hay en el lugar: los cuadros, las maquetas, incluso algunas pequeñas estaturas de madera o piedra. Si bien de momento no estudia cada pieza a profundidad, puede adivinar que se tratan de recreaciones y representaciones de importantes situaciones de la Historia Mágica Universal. «Debe ser una buena señal —se atreve a pensar, aunque más bien se trata de un deseo que espera que se cumpla—. No será una clase aburrida».

 

Sólo al final, se da cuenta de que no están solos. Sentada en un el borde el gran escritorio de madera oscura, está una mujer. Por aquella confianza, supone que se trata de la instructora.

 

—Buenos días —dice, en voz no muy alta. Sintiéndose un poco incómoda ante ojos desconocidos, decide tomar asiento lo más pronto posible, en uno de los pocos que están al frente del salón, cerca al escritorio de la profesora.

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Alcanzó a ver, por el rabillo del ojo, que la puerta se abría lentamente mientras llegaba hasta su fino oído una simple palabra. «"... extravagantes"». Estuvo a punto de sonreír mientras imaginaba a quién podían referirse. Tampoco es que le importase demasiado. Por la puerta ahora abierta apareció una mujer con una túnica verde oliva que entró mirando la pequeña exposición que había esparcida en la clase sobre historia sin percatarse de su presencia. Ni un saludo... bueno, tampoco tenían la culpa de la disposición del aula, y no todo el mundo entraba mirando directamente al fondo. Por eso simplemente le sonrió cuando la saludó y tomó asiento.

 

Buenos días —le respondió del mismo modo, mirando a su espalda la puerta abierta—. ¿Viene el otro alumno contigo o puedo cerrar?

 

Mientras lo decía, había abandonado su asiento sobre el filo de la mesa y caminaba para colocarse al nivel de las mesas donde había tomado asiento la mujer. No estaba acostumbrada a dar las clases separándose de sus alumnos. Bueno, realmente ya no estaba acostumbrada a dar clases porque había pasado más de un año en el despacho de la dirección del centro. El trabajo allí era muy distinto, y en el fondo le gustaba más estar al pie del cañón.

 

Eres Eileen Moody, ¿cierto? Es fácil memorizar los nombres cuando sois solo dos inscritos —le dijo—. Bueno, ¿puedo tutearte o prefieres que te trate como señorita Moody? Yo soy Anne Gaunt, y puedes tutearme sin problema alguno. Ahora bien... —añadió a modo de presentación, dejando la pregunta en el aire mientras regresaba a su escritorio para tomar el bolso y rebuscar algo en el interior. Durante unos momentos comenzó a estresarse al no encontrarlos hasta que sus ojos grises se posaron sobre unos papeles que había sobre el escritorio. Claro, los había sacado antes—. Por Merlín, cualquier día pierdo la cabeza y no me entero —protestó, tomándolos todos y regresando junto a Eileen—. Como ya sabes, porque te has inscrito voluntariamente, esta clase tratará sobre la Historia de la Magia. Pero no tengo intención de que nos sentemos aquí a leer textos antiguos que nos volverán locos a todos. No, a mí me gustan las clases prácticas. Así que comenzaremos con que me expliques qué te ha motivado a cursar este conocimiento, si es simple interés por la historia o si tienes alguna finalidad aparte. O si lo necesitas para el trabajo. Y también si existe algún momento histórico que te interese especialmente porque, si está a mi alcance... podremos centrarnos en él. Si no, haremos una especie de tour por la historia.

 

Terminó el discurso que solía soltar al inicio de cada clase suavizando la sonrisa que había mantenido hasta entonces, no estaba acostumbrada a sonreír durante tanto tiempo a gente que no conocía. En cuanto pasaran aquellos instantes de formalidad podrían comenzar con la auténtica clase. A veces detestaba todo aquello pero claro, tampoco era cuestión de empezar directamente con la acción sin contar con la opinión de los alumnos.

Editado por Anne Gaunt

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Hobb tarda un poco más en ingresar al salón, por algún motivo se pierde en sus pensamientos en el momento exacto en que Elli está a punto de caer. Son las palabras de la profesora, que llegan hasta el otro lado de la puerta, lo que lo hacen volver a la realidad. Se sorprende un poco, porque espera escuchar una voz lenta y aburrida, una voz típica de un profesor que ha enseñado toda su vida y lo sigue haciendo porque es lo único que sabe hacer. Pero no, escucha una voz bastante joven y enérgica, y de cierta forma le gusta lo que dice. Escucha todo, pero para no interrumpir espera que deje de hablar para él ingresar.

 

Así lo hace, ingresa al salón esperando no causar molestia.

 

—Estem buenos días, disculpen la interrupción —dice sin dejar de caminar, se sienta cerca de Ellie —. He escuchado la presentación desde fuera, no entré antes para no interrumpir.

 

Se acomoda en el asiento y coloca sobre la mesa la pluma y algunos pergaminos que espera no tener que utilizar. Pero por si acaso, allí están, limpios y amarillentos.

 

—Sería interesante aprender sobre la historia posterior a la muerte de Riddle ¿Cómo es que la sociedad mágica británica llegó al estado de decadencia en que se encuentra actualmente?

 

Su pregunta es bastante seria. No le gusta fiarse de rumores, y son rumores lo único que ha escuchado tanto en Estados Unidos como en Brasil. La gente aventura que la única forma en que los mortífagos pudieron sobrevivir es con un alto funcionario infiltrado. Él lo cree así, no encuentra otra explicación. Pero ¿Cuál es la historia oficial o la historia real?

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La respuesta de la profesora la deja ligeramente extrañada. Si bien se había adelantado al mago tras ver lo extravagante de aquel salón de clases, estaba segura de que Hobbamock estaba justo detrás de ella.

 

—Sí, ahí viene —vuelve el rostro para observar la puerta. Tras la delgada abertura, lo distingue, inmóvil. Por un lado, se pregunta qué le puede estar pasando para estar así... y, por el otro, se pregunta si no le estaba tomando el cabello. «Sólo para verme la cara, alguien me diría que no soy aburrida», piensa, sacudiendo la cabeza. Sin embargo, aquella nube de dudas desaparece cuando se da cuenta de que el mago no se ha retirado de la puerta, ni siquiera cuando la profesora se acerca al lugar donde Ellie está sentada y comienza a hablar.

 

»Eileen está bien —logra decir, sintiéndose más cómoda con aquella posibilidad, antes de que la profesora Gaunt (es decir, Anne) vuelva a dirigirse a su escritorio. Lo cierto es que tanto paseo la está mareando, pero no dice nada en voz alta.

 

Sólo debido a ello, es que se da cuenta de la pila de papeles que hay sobre el escritorio. Siente una punzada de fastidio, pero se esfuerza en mantener una expresión inexpresiva, aunque interiormente esté gritando «¡Por favor, no otro seminario sobre la Guerra de los Gigantes!». Por fortuna, Anne pronto hace que aquellos pensamientos se despejen, al expresar que no pretende llevar un curso aburrido. Es un verdadero alivio. Ellie atribuye aquello, a la diferencia a que la clase la dicte un fantasma a un ser vivo.

 

Ciertamente, Ellie ha estado pensando en lo que le gustaría ver en aquella clase; sin embargo, no habla, pues Hobbamock anuncia su entrada y procede a sentarse junto a ella. Es él, también, quien responde primero a Anne. Lo cierto es que no se le había ocurrido en aquel tópico; había estado pensando en la historia mágica de los siglos pasados, no en la contemporánea, que parece tener graves secuelas en la sociedad mágica inglesa (según se ha enterado más por su juicio y opiniones de cierto grupo de magos, que de los medios de comunicación). Hobbamock es una de las pocas personas a las que ha escuchado decirlo sin tapujos, hasta los momentos. También es una de las pocas personas a las que ha escuchado hablar de Tom Riddle en voz alta... Ellie sabe muy bien que él es todavía una especie de "tabú" en Gran Bretaña, un mal sueño que muchas personas prefieren no recordar. En su hogar, a pesar de que ella estaba en su primer año cuando ocurrió la Batalla de Hogwarts, muy poco se habló de aquel mago tenebroso y de su larga lista de atrocidades. Y, ahora que está en Inglaterra, ha oído que hasta hace poco más de un año, existía todavía la agrupación mortífaga, así como su contraparte, la Orden del Fénix.

 

Le gustaría oír el punto de vista de una historiadora. Sin embargo, todavía tiene muy en claro en lo que ella desea también profundizar.

 

—Últimamente, me ha interesado la historia del Ministerio de Magia —a pesar de que a un funcionario del Ministerio de Magia no le costaría averiguar que es una Inefable, no suele decirlo abiertamente, por ese sentimiento de guardarlo como algo muy importante sobre sí misma—. Además, en relación a la pregunta de Hobbamock, me pregunto si en verdad el gobierno de Gran Bretaña cambió luego de que fuese liberado de la influencia de Tom Riddle —no es consciente de que, en realidad, su pregunta es algo ingenuo... nada le asegura que verdaderamente sea libre de él.

 

»Hace poco que vivo en Inglaterra, pero he notado que, aquí, pareciera que se viviera bajo la Ley Rappaport... ¿Puede ser esta una secuela de la influencia de Riddle?

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Tal y como había sospechado, no hacía falta cerrar la puerta porque había alguien aguardando tras ella. Bueno, más bien al otro lado, porque la puerta se había quedado abierta. Sin embargo, el hombre no entró hasta que escuchó que ella terminaba de hablar, cosa que le agradeció interiormente, aunque no lo expresó de ninguna forma. Por el contrario, le observó mientras cruzaba la clase y tomaba asiento al lado de Eileen. Además, como había escuchado su presentación no debía repetirla. Y ella ya conocía su nombre por la lista. No le sorprendió que entrara directamente en materia.

 

Uhm... —murmuró al escuchar el momento por el que tenía interés él. Verdaderamente había sido un momento... determinante en Reino Unido, y era la antesala del momento que ahora vivían ellos. Pero jamás habría imaginado que alguien aprovechase una clase de Historia de la Magia para preguntar por ello—. Puedes guardar los pergaminos Hobbamock... ¿puedo llamarte así, o prefieres señor Graves? —le preguntó—. En cualquier caso puedes guardarlos, no los vamos a usar.

 

Aguardó antes de entrar en materia, aún pensando en aquel tema. Mientras lo hacía, se fijó en que la puerta seguía abierta y le bastó un movimiento de varita para que ésta se cerrase suavemente. Luego volvió a centrarse en sus alumnos, puesto que ahora era Eileen quien tomaba la palabra. Parecía interesada por cosas similares a los gustos del chico que estaba sentado junto a ella. Tanto que se tomó unos instantes para responderles.

 

Me habéis sorprendido con vuestros respectivos intereses. En tu caso, Hobbamock, porque hablas de una decadencia que desconozco. ¿Afirmas con eso que se estaba mejor cuando Riddle atemorizaba a la población inglesa? —le preguntó, arqueando una ceja mientras le miraba fijamente. Luego suavizó el gesto y se apoyó sobre su escritorio adoptando la misma postura que tenía cuando Eileen había entrado—. Preguntas aparte, esta clase trata sobre Historia de la Magia y, la verdad, el momento sobre el que estás interesado es más un rumor que un hecho. Por otra parte, —miró entonces a Eileen— la historia del Ministerio de Magia es interesante, por supuesto. De éste o del de cualquier país, cabe destacar. Pero me temo que tanteas, al igual que tu compañero, un tema sobre el que poco puedo deciros. Sobre la influencia de Tom Riddle bueno, evidentemente estamos mejor sin él. ¿O no, Hobbamock? —preguntó entonces, mirando al muchacho con gesto divertido haciendo referencia a la pregunta que le había dirigido a él un poco antes—. Bromas aparte no, aquí no existe la ley Rappaport, Eileen, así que esa percepción que tienes de este tiempo que llevas aquí es erróneo. ¿De dónde vienes, por cierto?

 

Hizo otra pausa, esta vez intencional, para ordenar sus ideas tras las preguntas de sus alumnos.

 

Como os decía, mi trabajo se basa en hechos históricos, no en rumores o artículos de revista. Así que no sé si lo que podamos hablar de este tema satisfará vuestro interés, queridos.

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Siente cierto alivio cuando la profesora menciona los pergaminos y lo inútiles que son en esa clase. Le gusta la historia pero no es su mayor deseo el anotar. Quizá en otro momento, en una situación menos complicada. Aunque piensa que es poco probable que la guerra civil termine durante su vida, por lo que muy probablemente morirá sin poder sentir la situación menos complicada que espera.

 

—Hobbamock está bien

 

Frunce la nariz, la misma respuesta evasiva que recibe siempre cuando habla del tema con alguien que no es su compañero. Muchos prefieren negar la decadente situación de Gran Bretaña; no entiende del todo sus motivos, no le gusta pensar mal de nadie aunque si que desconfía de todos a los que no conoce. Antes llegó ya a la conclusión de quien evade el tema es del otro lado o es un representante del gobierno.

 

—Que con Riddle los británicos estuvieran mal no significa que ahora estén mal. La muerte de Riddle debió purgar el Ministerio de Magia, debió encerrar a todo aquel que lo apoyara. Entonces vuelvo a preguntar ¿Porqué este país está en decadencia? ¿Porqué ha llegado al punto de tener tres gobiernos? Si, tres gobiernos: El ministerio de Magia, la Marca Tenebrosa y la Orden del Fénix. Y quizá lo más lamentable es que el gobierno que debería ser el único no mueve un dedo para encerrar a los mortífagos, para hacer que se pudran en Azkaban ¿Ha escuchado usted esos rumores?

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Ellie mueve los labios, pero la voz no sale de su garganta. ¿Había sonado como una broma? Bien, quizá se había valido de una hipérbole para hacer su comentario que en realidad era serio. Mentalmente, anota que, para poder entenderse bien con Anne, deberá decir justo lo que quiere decir.

 

—Sí, entiendo que esa ley, en el país donde se implantó, fue abolida hace muchos años... —de alguna forma, en sus años de estudio post-Hogwarts hubo espacio para un curso de Leyes Mágicas, la cual es una de sus materias menos favoritas— Vengo de Edimburgo. La comunidad de magos de allá es bastante pequeña —aunque, quizá, autoexcluída sería una mejor palabra. Si durante tantos años vivieron sin oír nada más que lo estrictamente necesario sobre el Ministerio de Magia, es porque así lo quisieron las familias principales de aquella comunidad—. Así que nos relacionábamos bastante más con muggles, vivíamos entre ellos... pero, ehm, ya sabe, nunca sin romper el Estatuto —se apresura a decir—. Aunque, claro, quizá sea algo normal teniendo ustedes una comunidad mágica tan grande.

 

Desde que está allí, no ha visto una sola de las familias que denomina "compuesta". Ambas comunidades, la mágica y la muggle, parecieran existir en planos completamente paralelos, sin llegar a cruzarse nunca. Prefiere, sin embargo, no decir en voz alta los motivos por los cuáles esto le preocupa, pues está segura de que sería considerada una amenaza contra el Estatuto del Secreto... Lo cierto es que Ellie muchas veces se imagina el avance de la sociedad, si los magos y los no magos trabajaran codo a codo, usando sus talentos y conocimientos. Por otro lado, aunque todavía no se ha logrado descubrir el origen de la magia, quizá mezclando la sangre podrían asegurarse de que ésta nunca se pierda. Volverse locos por mantener la "pureza" de la sangre, hasta el punto de llegar a la endogamia, sólo podría terminar acabando con su especie.

 

Pero, claro, no dice nada..

 

—Lo que sé de la historia del Ministerio de Magia británico, es básicamente que evolucionó desde el Consejo de Magos. Pero estaba pensando en su creación física. He leído, aunque nunca en una fuente oficial, que el Ministerio se construyó en torno a una de las cámaras de estudio del Departamento de Misterios —no está segura de si es lo correcto mencionar el Velo de la Muerte de forma tan despreocupada, pues hasta donde sabe, sólo los Inefables lo han estudiado de cerca. Probablemente, muchas personas ni siquiera sepan de su existencia... lo cual, definitivamente, es lo mejor—. Es decir, que se construyó originalmente con fines de estudio de ese fenómeno, pero no lo sé, creció con el tiempo...

 

Entonces, escucha lo que Hobbamock le dice a Anne.

 

A esas alturas, Ellie ha aprendido lo suficiente de la situación de Inglaterra como para entender superficialmente a lo que se refiere. Bel, la directora del Cuartel de Aurores, le explicó por qué la Orden del Fénix es perseguida por el Ministerio de Magia. Lo que le sorprende escuchar es que el Ministerio haya tenido la oportunidad de encerrar mortífagos y no lo haya hecho (aunque, ahora que lo recuerda, Bel siempre se refiere a sí misma, en público, como miembro de la Orden del Fénix... y no ha sido despedida). Sin embargo, piensa en las cosas escandalosas que ha visto y vivido en el Ministerio, en las cuales no han habido declaraciones de los Ministros, ni siquiera una nota digna en El Profeta. Pero, ciertamente, había atribuido aquello más a la naturaleza que se dice tienen los ingleses, que al "asunto de Riddle".

 

No está segura de qué pensar. Ella, como seguramente muchos magos cercanos a su edad, tiene recuerdos de cómo era Hogwarts bajo la influencia de Tom Riddle y sus mortífagos; y recuerda, por supuesto, la batalla. Entonces no entendía la situación por completo, pero ahora sí. Leyendo los ejemplares de aquella época de El Profeta, viendo las extrañas campañas del Ministerio, es fácil notar que el mago oscuro tenía mucho control en el gobierno e instituciones importantes. Pero, ¿es muy diferente de lo que sucede ahora? Existen mortífagos y existe la Orden del Fénix. Y, por lo que ha escuchado y leído, hace un par de años habían también ataques y persecuciones. Ahora, en cambio, están en una especie de guerra fría.

 

Le frustra no encontrar la forma de hacer algún aporte sobre aquel tema en concreto, por lo que decide aguardar lo que tenga que decir Anne.

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