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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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http://www.harrylatino.org/topic/111250-las-herederas-de-violetta-beauvais-fabricacion-y-venta-de-varitas-mm/

Nombre del Negocio: Las Herederas de Violetta Beauvais. Fabricación y venta de varitas.
Nombre de las propietarias: Mery Gaunt Karkarov, Sagitas E. Potter Blue, Beltis y Anne Gaunt.

Rubro al que se dedicará: Venta de varitas.

Descripción:

"Las Herederas de Violetta Beauvois, fabricación y venta de varitas" está situado en el Callejón Diagon, en una de las partes más antiguas de éste. El edificio en el que está ubicado el local cuenta con dos plantas (la baja y una superior), un pequeño escaparate en la fachada delantera y una salida trasera que da a un oscuro callejón poco frecuentado. Además, tiene un sótano que no figura en ningún plano del edificio, y que tampoco conocen todas las propietarias.

La edificación a primera vista es estrecha, como si estuviera estirada hacia arriba. La fachada es de ladrillo oscuro, con dos amplias ventanas que pertenecen al piso superior y un estrecho escaparate que se ubica junto a la puerta de la planta baja, que da acceso a la tienda. Para llegar hasta la puerta, que es de madera y tiene un llamador antiguo metálico, hay que subir un par de escalones. Sobre la puerta hay un discreto rótulo con el nombre del local.

Lo primero que se ve al acceder al interior es el mostrador, colocado frente a la entrada ante varios estantes en los que se apilan ordenadamente un montón de cajas pequeñas y alargadas que contienen las varitas que se ofertan al público. Ante el mostrador hay una alfombra circular que cubre parcialmente las baldosas antiguas que confeccionan una especie de mosaico regular en el suelo. El mostrador es de madera, con varios cajones en la parte interior donde las propietarias guardan todo tipo de objetos. En el resto de la estancia hay otra serie de vitrinas y estanterías en las que se exponen un sinfín de artículos mágicos, como fundas o adornos para las empuñaduras de las varitas, bastones y otros apliques para acoplarlos a éstas así como otros objetos, desde plumas con diversas propiedades mágicas hasta algún que otro ingrediente para pociones o experimentos mágicos.

Tras el mostrador hay una cortina que tapa la puerta que lleva al almacén, de acceso privado. Éste es un completo desastre: está lleno de estanterías con cajas y papeles apilados que llegan prácticamente al techo, no hay demasiada iluminación y, además, suele oler a humedad. Sin embargo, es la zona donde está la mayor parte de los artículos de la tienda, sobre todo aquellos que se quieren vender con discreción. También hay un sinfín de varitas metidas en cajas no aptas para la venta, ya sea porque salieron defectuosas o simplemente porque sus núcleos provocan extraños efectos mezclados con la madera de la que están hechas. En un lado del almacén hay unas escaleras que conducen a la planta superior. Además, al fondo hay una puerta que da a un estrecho pasillo que conduce a la parte posterior del edificio, haciendo así de salida de emergencia.

La planta superior está mejor iluminada, en buena parte gracias a una de las dos ventanas que dan al exterior, que ocupa buena parte de una de las paredes. Además, está mejor ventilada también. Es una amplia sala que alberga una mesa de despacho en un extremo, con un sillón de respaldo alto en un lado de ésta y un par de sillas de madera al otro lado. Siempre hay varias carpetas desperdigadas por encima de la superficie. En el centro de la sala hay una mesa rectangular de madera con labrados elegantes en las patas y en el tablero, que estaba cubierto por un cristal. Estaba destrozada cuando las cuatro mujeres habían adquirido el local, pero la habían restaurado parcialmente para que pudiera servirles después. Había varias sillas alrededor, todas a juego con la mesa. Hacía de sala de reuniones eventualmente, aunque por lo general está siempre cubierta de trastos. Al otro lado de la estancia hay una puerta metálica que da a un cuartillo al que pertenece la otra amplia ventana que da al exterior y en el que, además, apenas caben dos personas a causa de la cantidad de objetos que alberga en su interior. Hay una mesa de madera gruesa que tiene varias muescas en su superficie así como un par de estanterías colgando de las paredes con frascos y cajas que guardan en su interior las más diversas sustancias que se emplean en la elaboración de varitas, así como herramientas para tratar la madera. Además, hay un taburete alto metálico que parece peligrosamente frágil a la vista.

En el almacén también hay un acceso secreto al sótano, lugar que las propietarias encontraron accidentalmente y decidieron usar para su propio beneficio, ocultándole así la existencia a una de sus socias. Se accede tras pisar lo que parece una piedra del suelo pero que, en realidad, acciona un mecanismo oculto que hace desaparecer mágicamente varias baldosas y muestra unas escaleras que conducen hacia una planta subterránea. El sótano es una estancia oscura y lúgubre que las dos Malfoy y la Gaunt utilizan para hacer negocios turbios que no quieren que salgan a la luz. Como mobiliario, hay poco más que una mesa con algunas sillas alrededor. También hay otras escaleras que dan, de forma secreta, acceso al pasillo que conduce a la salida trasera del edificio.





Me sentí muy feliz cuando Anne me mencionó que iba a montar un negocio de varitas con otra compañera Warlock y su hija (la de Anne, nunca supe si Beltis tenía hijas, ¡qué mala compañera guarla que soy!) Por supuesto, les estuve dando la lata en tantas ocasiones y en situaciones tan diversas, las acosé en tantas partes (sí, también en el lavabo; nada higuiénico pero creo que fue decisivo para que me dijeran el "sí, quiero") que al final conseguí que accedieran a meterme con ellas en el negocio.

¡Amaba las varitas! Ese olor a madera, el quemador que grababa las formas precisas, el moldeador de los pomos... ¡Ay...! Lo que había amado aquel taller en Girona, España, con el olor a barniz del acabado de su varita hecha a mano. Sí, en aquel momento, cuando aún era una cría y se compraba su primera varita, había deseado algún día tener un taller como aquel y elaborar varitas.

¡Y ahora mi sueño se había cumplido gracias a mis amigas Guarlos! ¡Creo que le di como mil besos a Anne y uno a Beltis de alegría cuando accedieron! ( A Beltis sólo uno porque tras el sonoro "muack" me miró como si quisiera que me tragara el infierno pero a mí me dio igual porque estaba muy contenta)

Eso sí, me dijeron que no fuera al lugar hasta que me avisaran. Querían darme una sorpresa. Cuando me enteré que los trámites se habían acabado (benditos elfos, me entero de todo por su red de chismorreos) me fui directa al callejón Diagon en busca de mi nuevo negocio. Lo encontré y me quedé mirando aquel edificio tan antiguo y tan... estilizado. Sobre la puerta, un discreto rótulo con el nombre.

Me puse a saltar y gritar de alegría.

-- ¡Le han puesto mi nombre! Violeta, le han puesto violeta, como mi pelo. ¡Les caigo bien a mis compañeras!

¿Qué más se podía pedir? Editado por Sagitas E. Potter Blue

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off: ¡me encanta el negocio!... otra cosa, cuando abro el editor, éste se alarga, ¿es de mi conexión o por otra causa o.ô?

 

On:

 

La daga de doble hoja había sido guardada con mucho cuidado dentro de su funda, esparciendo un par de gotitas de sangre que tenía en la punta. Un aviso y una bolsa de galones había sido más que suficiente. Conocía lo suficiente ese mundillo para saber cómo tratar a ese tipo de gente. Pasé desapercibida por otros callejones mientras guardaba el arma, dentro del morral junto a los demás cachivaches. Enseguida llegué al Knocturn. Hice varias encargas más y me despedí sin miramientos. Me conocían y al mismo tiempo, intentaban evitarme. No podían salir mejor las cosas y sonreía para mis adentros... Mis botas de piel de dragón iban pisando el suelo empedrado, hasta que llegué a la zona más iluminada. El callejón Diagón.

 

Ajusté la capa que tenía con un broche y grabado en él, el escudo de la familia Rambaldi. Elegancia ante todo. Llevaba un traje pantalón chaqueta con una fina blusa de seda. Algo de lo que, Sagitas siempre me criticaría, por supuesto. Ella no sabe, que la imagen lo es todo. ¿Apariencias? Seguramente. Pero era lo importante. Acomodé el pelo en una cola de caballo alta mientras revisaba el interior del monedero. Aún tenía galeones así que, no tenía necesidad de pasar por el banco. Las últimas compras, la verdad es que casi me habían dejado tiesa... Aún en esas seguía pensando cuando cierto aroma a madera llegó a mis fosas nasales. Levanté la vista...

 

Vi algo grabado en la madera y me sorprendió. "¿Otra dichosa tienda de varitas?" Ya conocía la popular y más querida, la de Ollivander's famosa en toda Inglaterra y fuera de sus fronteras, conjuntamente con Gregorovitch pero pocas tenían la calidad suficiente de llamarse, varitas con poder. Pocos tenían el arte de hacerlas cómo el viejo que me había vendido a mí la mía. Sí, había hecho un viaje largo en su momento, para adquirirla. Mejor dicho, habían sido dos... Y no precisamente por el viejo canoso sino por uno de sus ancestros. Y todavía seguía funcionando. Así que, estaba más que satisfecha, aunque al ver el nombrecito...

 

- ¿Quién diablos le ha puesto ese nombre tan ridículo? -susurré al aire y decidí entrar. No me di cuenta de que ya había alguien dentro, abrí la puerta con brusquedad, esperando sorprenderla. Saqué mi varita de álamo de dentro del bolsillo e hice explotar una bombilla del techo...

 

- Ni por asomo pondrían violeta a un local... - seguro que chillaba del susto y otro por verme. Sonreí burlonamente. Desde nuestro último encuentro, habían pasado varios días - qué, ¿mucho ajetreo, verdad? Cuando vi tu nombre, no me lo creí... En los registros del Ministerio, claro está - asentí con la cabeza...

 

- No entiendo el interés - giré mi cabeza dando a entender a qué me refería - de éste arte. Si tú de eso, tienes poco o nada. Dudo hasta que sepas distinguir un Da Vinci de un Picasso...

 

Saqué un cigarrillo de dentro de la cajetilla y lo encendí con la varita. El humo empezó a subir lentamente hasta hacer una pequeña campana...

 

- Cómo veo que aún habéis empezado con ésto, venía a comprar. Por supuesto si tiene la calidad suficiente de la esperada y claro, tengo buenos galeones para pagar -di una calada más tirando algo de ceniza al suelo. Conociendo a la pelivioleta seguro que me gritaba por dejarlo todo sucio - no protestes por la ceniza, con la de humedad que huele aquí dentro, le hace falta un buen repasito - le contesté antes de que dijera nada...

 

No me sorprendería nada que me echara de allá a patadas

 

off: jajajajaj ahí vamos provocando jaajjajajaja

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*solucionado, Heliké*

 

 

Aún palmeaba feliz cuando sentí un comentario despectivo a mis espaldas. No me hizo falta girarme para saber quién era la autora de dicha frase así que, cuando lo hice, mis ojos se habían achicado y ya estaba preparada para contestarle de forma sarcástica.

 

-- ¡Huy, ridícul0 dice...! Pues anda que la que habló... Con esa apariencia de chica guay con blusita de seda y corazón corcomido...

 

No quise decir mucho más puesto que, aunque había llegado a conocer que mi sobrina abrigaba lazos con el bando oscuro, no quería que mis compañeras Guarlo supieran que tenía familiares en ese lado. No. Mis amigas, las que habían confiado en mí para unirme a ellas y abrir aquel negocio, no podían saber que Heliké era mortífaga. Por eso, bajé la voz.

 

-- Tú dirás lo que quieras pero no es un nombre ridículo, ¿entendido? -- Tampoco es que supiera quién era Violetta Beauvais. Yo imaginaba que era un idioma extranjero que significaba algo parecido a "la violeta bella", refiriéndose a mí, claro, la única violeta del grupo. Aunque eso de herederas... ¿Es que no sabían que tenía hijos y que heredaban ellos antes que mis socias de negocio? Bueno, no importaba. -- El nombre es muy chulo, tú, que no tienes clase aunque te disfraces con ropajes de seda.

 

Pero si yo no me callaba, mi sobrina se callaba menos, así que ella no desaprovechaba para meterse conmigo, al igual que yo me obligaba a meterme con ella cada vez que pudiera.

 

-- No te pases, Heliké. ¡Claro que sé diferenciar un Da Vincy de un ... esto... Picasso!

 

Bufé y me crucé de brazos, delante de la puerta, sin dejarla moverse por la entrada. Miré la ceniza que caía en el suelo y después, lentamente, alcé la mirada hacia ella.

 

-- ¡Descarada! Fumar en un lugar lleno de madera y barniz. ¡Quieres quemar el negocio antes de que lo abramos! Este lugar tiene demasiada calidad, muchacha. ¡Vete de aquí que no pienso venderte nada!

 

No había visto a mis socias. Esperaba que no me dijeran que necesitábamos el dinero y que la dejara comprar algo o me cruzaría de brazos y... ¡la maldeciría!

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- ¿Acaso, no sabes hacer ni siquiera, un encantamiento antifuegos? Por favor...

 

Me burlé, claro que, no podía evitarlo...

 

- ¿Y porqué narices no vas a venderme nada? Podía ir a Ollivanders, por supuesto pero ahí no hay lo que yo quiero... Quería unos guantes de seda, o al menos, de terciopelo para usarlos en los duelos. No sé cómo puedes despreciar a un cliente por el mero hecho de que sea un familiar tuyo...

 

Seguía insultando pero, con un gesto de "bah" no le di ni la mayor importancia...

 

- ¿ropajes de seda? Fue a hablar la hortera, la que lleva zapatillas de color morado, con una blusa amarilla - bufé y negué con la cabeza- mira, me da igual... Así que, ¿voy a tener que ir a otro sitio? -le pregunté, alzando una ceja. En cuánto terminé de fumar, limpié el suelo con la varita e hice desaparecer la colilla.

 

- ¿Contenta? Al menos, no me acusarás de provocar un incendio dentro de tu querido local...

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Gruñí de forma gutural a mi sobrina, alertándola de que se estaba pasando y que tenía poco aguante. Yo que estaba toda contenta porque inauguraban el negocio (en el que me había colado por persistente) y ella me intentaba arruinar el día. Me entraron ganas de darle un zape, no sé ni cómo me aguanté, algo que no conseguiría mantener mucho si seguía metiéndose conmigo.

 

-- Sé hacer algo más que un hechizo apagafuegos, chiquilla. Procura que no haga ninguno que te cosa esa maldita bocota con la que me menosprecias -- le amenacé de forma muy calmada, algo raro porque no me sentía así para nada. -- Podrías tener algo de respeto.

 

Sí, era fácil decirlo pero yo misma le faltaba al respeto a ella. Supongo que era ya nuestra forma de tratarnos últimamente. Nadie diría que ella y yo éramos familia por la forma en la que nos tratábamos.

 

-- Yo no visto hortera -- dije, mirando momentáneamente mis bambas violeta de cordones amarillos. Pero si eran chulas... -- Visto cómoda. -- Levanté la barbilla en un gesto orgulloso. No sé qué veía mal de mi forma de vestir. La blusa amarilla hacía juego con los cordoncillos. -- No te preocupes que nunca te compraré ropa, para que puedas seguir vistiendo con la que llevas puesta.

 

Sí, muy mal humorada para soltar semejante tontería pero no soportaba que se metieran conmigo. Solía enfadarme mucho y lo demostraba. Miré a los lado y no vi a las otras chicas. ¿Estarían por dentro del negocio? Bueno, en la trastienda, tal vez. La verdad es que no me habían dejado ver mucho del interior porque querían darme una sorpresa, así que no sabía aún la distribución interna del local. Dejé de buscarlas y me pasé por detrás del mostrador. Podía odiar a la muchacha pero unos guantes de duelo son caros y se venden muy bien. No podía dejar pasar la ocasión de hacer mi primer venta.

 

-- So burra, los guantes de seda hacen resbalar la varita en un duelo. Han de ser de antelina. ¿De qué color los quieres? ¿Negros? ¿Verdes? ¿Color kk? -- y sonreí ante mi bromilla. -- Te los puedo vender pero no pienso hacerte ni un sickle de descuento. Mis socias no me dejan.

 

Me crucé de brazos y elevé de nuevo la barbilla. Mentira. Ellas no me habían dicho nada pero yo tenía que seguir siendo grosera con mi sobrina. De alguna manera tenía que meterme con ella.

 

-- Gracias por recoger tu suciedad. Era lo mínimo que podías hacer después de haber ensuciado.

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- Fue a hablar de respeto, la que me ataca sin motivo - le dije yo, respondiendo a su gruñido.

 

Quien nos escuchara debía de pensar que éramos bestias en vez de humanas. Con tanto "relinche" por nuestra parte. Aunque, quién nos conociera sabía que eso era lo más habitual por nuestra parte.

 

Alcé una ceja...

 

- ¿Cómoda? Puedes vestir cómoda sin llamar tanto la atención. Para vender al público, deberías saber que la imagen lo es todo. ¿Acaso, alguien entraría a aquí si viera a una persona como tú así, vestida? Más que nada, porque es un lugar serio, debieras saberlo. ¿No me has regañado una vez, por vestir de cualquier manera, cuando me contrataste en el bufete Vladimir? -le dije yo, protestando.

 

- así que, deja de hacer el tonto, ¿quieres? Vengo como clienta, nada más...

 

- ¿Piensas que los guantes de seda los usaría en duelo? No me trates de ignorante - negué con la cabeza, esbozando una sonrisa siniestra...

 

- La kk lo será tu madre (jajajaja) -rechiné los dientes a causa de la rabia. Ambas estábamos al límite, lo raro es que no me arreara un buen bofetón en su momento. Suspiré - me gustaría que fueran de terciopelo de color plata, con filigranas. ¿Sabes si vuestros artesanos harán ese tipo de prendas? -pregunté con curiosidad- y por el dinero no te preocupes. Tengo el suficiente para pagarte - le dije, al escuchar que no me haría ningún descuento - además, si pretendes que venga más veces, no te pases de lista - le dije, alzando el dedo índice de mi mano izquierda...

 

- Tranquila, si te dedicaras más a limpiar tus otros negocios, no tendrías queja de que yo, tirase ceniza al suelo - solté en tono burlón.

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Había llegado muy temprano, tanto que el sol no había salido aún cuando ella había entrado por la puerta de atrás del negocio. Había dejado en el almacén varias cajas que debía inspeccionar con Beltis cuando ésta tuviese tiempo de pasar, no había prisa. Además, tendrían que hacerlo sin que Sagitas se diese cuenta... Y quizás Mery tampoco, pues solía ser poco discreta. Con ella, era suficiente decir algo del tipo "pero es secreto" para que todo el mundo se enterase. Y con Sagitas ocurría algo parecido, o eso pensaba ella.

 

Así que había dejado las cajas tras una estantería llena de varitas defectuosas y luego había subido a la planta superior, donde tenía el taller de fabricación de varitas. De su bolsa sacó unos frascos que colocó por tamaños en una de las estanterías aunque dejó uno sobre la mesa para examinarlo cuando saliera el sol, cuyos rayos empezaban ya a iluminar el cielo. Se había preparado un té después en la sala grande de la planta superior y se había sentado comodamente en una silla, colocando los pies cruzados sobre la mesa. Le encantaba el nuevo negocio, ahora solo faltaba que funcionara bien y les reportara beneficios a las cuatro. Se rió al recordar la sociedad que habían conformado, vaya cuatro patas para un banco.

 

Trabajar con Mery no le pillaba de sorpresa, ya tenían otro negocio a medias que la muchacha pelirrosa tenía abandonado. Pero bueno, no se podía esperar más de alguien como ella (?. También sabía lo que era trabajar con Beltis, al menos parcialmente. Eran primas y, además, ella era su líder en la Marca Tenebrosa. Para más inri, formaban parte del consejo de warlocks. Sí, sabía lo que era trabajar con ella, estaba segura de que harían negocios de lo más interesantes con aquella tienda.

 

Y luego estaba Sagitas, a la que conocía desde que había llegado a Londres muchos años atrás. No personalmente hasta el último año, pero desde que trabajaban en el consejo de warlocks juntas habían estrechado su relación. Más o menos. Anne seguía dándole vueltas al suceso del castillo Gaunt y a lo que la había visto hacer, y tenía pendiente ahorcarla una charla con ella en el almacén, aunque tendría que ser con discreción, cuando nadie las escuchase.

 

Aquellos pensamientos que se iban entrelazando unos con otros amenizando así la espera de la Gaunt se cortaron de golpe cuando escuchó alguien en la planta de abajo. Y la voz era inconfundible. Sagitas había llegado. Sonrió suavemente y descruzó los pies para bajarlos al suelo, aunque no tardó mucho en escuchar nuevamente la puerta. ¿Alguien había entrado con ella? También reconoció la voz, era Heliké, así que esperaría un poco antes de abordar a Sagitas para que terminaran lo que estuviesen haciendo. Volvió al tallercito y colocó el frasco en la estantería, ya lo miraría más tarde. Ahora quería bajar a atender asuntos más importantes.

 

Conforme bajo las escaleras, notó que el tono de voz de ambas mujeres no era especialmente amistoso. «Como el perro y el gato», pensó. Esperó un poco en el almacén tras la cortina que daba a la parte pública del local mientras Sagitas y Heliké intercambiaban algunas palabras más. Vaya par de dos. Finalmente, mientras oía algo sobre que no la dejaban hacer descuentos que estuvo a punto de hacerla reír, salió de detrás de la cortina y se colocó tras la pelimalva.

 

Cuidado con el pomo de ese cajón, Sagitas, muerde si haces descuentos indebidos —le dijo, a modo de broma. Luego miró su vestimenta y sintió que estaba a punto de colapsarle la mente con aquella combinación de colores. Aunque claro, ella tampoco era un modelo a seguir en cuestiones de moda, precisamente. Sobre todo cuando iba como aquel día, con los vaqueros gastados y descoloridos y las camisas anchas para disimular las curvas de su busto. Y el pelo corto con un pequeño flequillo de color prácticamente blanco. Era la viva imagen del desastre. Miró a Heliké y le sonrió—. Buenos días, Heliké. ¿Todo bien?

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Escuché una voz particular, sonreí abiertamente...

 

- ¡Anne, querida! -le dije, manteniendo la sonrisa y con un gesto cariñoso en mis rostro - ahora mucho mejor... -asentí con la cabeza.

 

- Bueno, estaba intentando compraros algo por aquí. Al menos, un par de guantes, uno para duelos y otro para usos diarios. Claro que, para evitar chamuscarme las manos con la magia, ya están los guantes de piel de dragón -reí por lo bajo.

 

- Le preguntaba aquí a mi suegra - sabía que ese apelativo, no le gustaría nada- si vuestros artesanos podían hacer cositas en los guantes, ya sabes, filigranas con hilo de plata. Pago muy bien -le dije, guiñándole un ojo- así que, por el oro no habría problema... Y por el tiempo, tampoco no tengo prisa...

 

- Y una cosa, ¿cómo se os ha ocurrido montar una tienda de varitas? -pregunté a las dos brujas, con mucho interés y curiosidad- no es que me queje ni mucho menos, sólo me sorprende, está Ollivanders y también creo que Gregorovitch... Aunque yo prefiero al inglés, es más preciso a la hora de hacer sus creaciones -elevé mis hombros - y bueno, de las dos varitas que tengo, fue vendida por uno de sus ancestros... Así que sí, es curiosa vuestra elección... no sabía que participabas en la sociedad, Anne - mantuve la sonrisa. Se me hacía raro que, una mortífaga como ella, estuviese con alguien como Sagitas. No por quién era sino, a quién pertenecía. Debía avisarlos por si acaso. Aunque, ¿sospechaba Sagitas que esa mujer era de mi bando? Mejor no, era mejor hacer las cosas con discrección. Y mucho tacto...

 

Tampoco pensaba recriminarle nada, sólo se me hacía raro. Aunque seguro que hubiese sonreído al escucharnos discutir en la parte baja...

 

- Además, no quiero que pienses que vengo a destrozaros el local. No es mi intención, que mucha veces discutamos, no quiere decir que tiremos de varita (casi siempre) sólo en ciertas ocasiones -sonrisa ancha. A ver lo que se le ocurriría ahora decir a la pelivioleta.

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¡Aaaagh! Aquella mujer me sacaba de quicio...

 

-- ¡Tú qué entiendes de Marketing, simplona! El llamar la atención a veces hace que la gente se pregunte qué vendes. Por supuesto que la imagen lo es todo pero no una imagen falsa como la tuya, que quieres aparentar lo que no eres ni puedes llegar a ser. Al menos, a mí me vez y esperan a una mujer de amplitud de miras y con comodidad en el trato con la gente y eso se encuentran. Yo doy la imagen de lo que soy, ni más ni menos.

 

Vaya perogrullada que acababa de lanzar si tener muy claro qué había dicho pero yo, cuando me enfado, suelto frase de relleno que quedan muy bien pero que apenas dicen nada pero convencen. o al menos convencerían a cualquiera que no fuera un cabeza cuadrada como ella. Y la trataba como ignorante porque es lo que era, ¡hum! ¡He dicho!

 

-- ¡Serás desvergonzada...! Ni se te ocurra meterte con mi madre Antara... -- ¿Por qué siempre olvidaba a mi madre biológica? En cuanto mencionaban a mi mami yo siempre pensaba en el cariño y amor que me había dado la fundadora de la Familia Potter Black, a quien adoraba y defendía de todo y de todos, a pesar que en su última fase de estadía en el pueblo se hubiera inclinado por compañías tan poco aconsejables como las del grupo en el que estaba mi sobrina. Pero no quería que mis compañeras de negocio lo supieran. ¿Qué llegarían a pensar de mí si supieran que mi madre había liderado por un lado el bando de la Orden del Fénix y, después, se había aliado con los mortífagos? Una Warlock ha de tener unas referencias impolutas (que yo no tenía por mí misma, como para que indagaran en las de mi madre querida)

 

Mi enfado había llegado a unos niveles insospechados de ira de forma que mi mano, sin saber cómo había llegado a ella, sostenía la varita. Mi mirada vidriosa quería hacerle comer las palabras que mi sobrina había lanzado, tildando a mi madre de KK.

 

-- Ni mi madre es una kk ni mis negocios están llenos de porquería. ¿Eso te enseñan en ese lugar mugriento que frecuentas, con los tuyos, los mort... tíf... fa...?

 

Me temblaba tanto la mandíbula que titubeé antes de pronunciar aquella palabra horrible. Los había visto, o al menos a los que podría ser un grupo de ellos, en aquella taberna donde nos habíamos peleado por primera vez en público. Sé que me arriesgué mucho peleándome con ella allá, en un reducto mortífago (presumiblemente, aunque en mi bando sabíamos que era así) pero a veces soy muy impulsiva y no pienso en los riesgos. Alcé un poco la varita, dispuesta a soltar cualquier cosa, de lo enfadada que me sentía.Suerte que sentí un roce en la cortina de atrás y, seguidamente, la voz de Anne. ¡Me había olvidado por completo de mis socias!

 

Palidecí y dejé de apretar la varita; los nudillos se habían vuelto blancos de lo fuerte que la había asido. Intenté respirar fuerte para recobrar la calma, algo que conseguí a duras penas.

 

-- Anne, ¿en seriooooo hace eso el pomo? Pues no te preocupes, que no le voy a hacer ni un mísero descuento a mi sobrina. --. Abrí los ojos, enfadada de nuevo ante el descaro de la joven vampira. -- ¡Suegra la leche que te voy a dar! -- sí, algo fuera de lugar delante de la Warlock, no quería que pensara que era una mal hablada.

 

Le gruñí pero no le dije (mucho) por miedo a que Anne descubriera que mi sobrina era una mortífaga pero susurré por lo bajini.

 

-- ¿Tú sola? Ya llamarías a tus compinches para destrozar el negocio. Pero te tengo vigilada, muchacha. -- Carraspeé para disimular la frase malhumorada que le había dirigido a Heliké. -- Claro que tenemos la calidad suficiente para hacer esos guantes que quieres pero tú no tienes clase para llevarlos. -- ¡Calma, Sagitas, que Anne está a tu lado, no vaya a pensar que entras al negocio para sabotearlo! -- ¡Es broma, Anne, es broma...! ¿Puedes atenderla tú, por favor! Me muero de ganas de ver qué hay detrás de la cortina.

 

Di un paso hacia atrás, cediéndole hueco y sonriendo (de forma falsa). Después endurecí de nuevo la mirada hacia mi sobrina.

 

-- Es un decir... No voy a morirme todavía...No te creas que vas a poder convertirte en la matriarca de la Potter Black.Te lo juro... -- volví a gruñir con una voz de fiera.

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- No tendré ni idea de marketing es cierto, pero sí de clase y elegancia. ¿Imagen falsa? No soy ninguna Malfoy, te lo advierto - le dije, elevando una ceja. Odiaba que me comparasen con los miembros de esa familia. Todos en el pueblo sabíamos la repu.tación que tenían y no muy buena, precisamente- soy como soy, ni más, ni menos. Tú das una imagen de cabra loca de circo, de los que tocan el piano, haciendo bailar el animal, encima de un taburete...

 

- ¡Qué dices, mujer! ¿Mortífagos? Peor tú, que te juntas con los pollos y claro, terminas cómo las gallinas, diciendo, clo-clo-clo... ¿para cuando eclosionan tus huevitos? -dije con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque no le quitaba de encima, la varita que, con ella me amenazaba...

 

- No te vayas a lastimar, ¿sabes usar eso? - sí, le temblaba la cara de la rabia eso podía notarlo...

 

- No soy desvergonzada -comenté con toda la calma del mundo - que te diga las cosas a la cara -chasqueé la lengua- no es delito, sólo que tú, lo verás de otra forma... Además, ni idea de quién es Antara...

 

- Es que no lo acepta - le dije a Anne. Seguro que la mujer fliparía y bastante con la bronca que nos teníamos las dos - así me gusta, que bajes esa cosa- es más, no necesito llamar a nadie para ponerte en tu sitio -alcé las dos cejas manteniendo la sonrisa burlona en mi cara... Tampoco le iba a dar el gusto de ver cómo llamaría a los "míos" usando el tatuaje, eso se lo confirmaría y no estaba por esa labor.

 

- Además, ¿sabes? No hay poder, sólo débiles que no tienen idea de usarlo.

 

- Mira si me los quieres vender bien, no hay problema, sino, voy a otro local y santas pascuas. No creo que aquí a tu colega, le haga mucha gracia perder a una posible clienta por vender unos guantes finos y caros -fruncí el ceño y depaso, poniendo un poco el morro de lado.

 

- Mejor que te vayas, no me gustaría que te hicieran daño...

 

- ¡Y dale con la misma historia! -miré a Anne y le dije - está paranoica pensando en que quiero su casa... ¿Para qué quiero una casa si ya tengo un país por gobernar? -saqué la varita con cuidado y lanzando un rayo a la cortina que, se incendió un poco - ten cuidado Sagitas, ten cuidado, no me provoques...

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