Jump to content

Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Taga, la elfina de la familia Vladimir, me dio el encargo que le había dicho Harpo que le había dicho la tía Sagitas. Me enfadó un poco, ni siquiera se había tomado la molestia de escribirme un pergamino con el logotipo de la tienda para decirme oficialmente que habían arreglado mi varita y que podía pasarme a por ella. Supongo que eso es producto de ser de la familia y de vivir en la misma mansión pero me hubiera gustado algo más oficial.

 

A pesar de ello, me vestí elegante para recuperar mi varita después de tanto tiempo. La necesitaba, sobre todo ahora que había entrado de nuevo en el bando de la Orden del Fénix. Me sentía como desnuda sin ella. ¡¡La necesitaba!!

 

Llegué hasta la puerta. Me sorprendió ver una sombra merodeando por allá y me sentí muy insegura sin la varita. Después, me pareció reconocer a Zoella, la antigua compañera del libro de la Sangre, así que me relajé. La iba a saludar pero la duda de si era ella o no me hizo bajar la mano. Entré.

 

Allá estaba la tía Sagitas, asomando la nariz y la punta de su varita por la tela de la puerta de atrás. Me acerqué al mostrador para estar segura que era ella pero su melena violeta era inconfundible, así que me atreví a llamarla por su nombre.

 

- ¡Tía Sagitas! ¿Qué haces así? ¿Estás persiguiendo a alguien? Pareces nerviosa. Vengo a por mi varita. Creo que le dijiste a Harpo que estaba arreglada. Podrías habérmelo dicho esta mañana durante el desayuno y hubiéramos venido juntas. ¿No crees?

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 2 semanas más tarde...

Lijó con mucho cuidado un lateral de la varita que estaba terminando de hacer. Luego, con suavidad, tomó un pincel y le dio a la misma zona para que no se notara el lugar que acababa de corregir. Luego le sopló y la giró entre los dedos, con mimo. Sí, definitivamente estaba acabada. La introdujo con cuidado en una caja de cartón que tenía una especie de cojín mullido recubierto con terciopelo claro y luego la tapó y la dejó en una estantería. Quedaba probarla, pero no era momento de detenerse ahora a ello.

 

Mery llevaba bastante tiempo sin aparecer por el local. Beltis sí lo había hecho recientemente, pero ahora no estaba. Pero sí estaba Sagitas, y es lo que ella necesitaba. Aún tenían una charla pendiente, y no pensaba dejarla para más tarde. Era su oportunidad.

 

¡¡SAGITASSSSS!!

 

Gritó con todas sus fuerzas, hasta el punto que sintió que varios tarros vibraban junto a ella. Esperaba que fuera suficiente para que su amiga le hiciera caso. Salió del taller y se paró en la sala que habían dejado en la planta superior para el uso de las cuatro socias. Se sentó en una de las sillas y se balanceó sobre las patas traseras con cuidado.

 

¡Secajo!

 

El elfo apareció con un "plop" a su lado, sumiso y silencioso. Ella le miró de reojo.

 

Tengo sed. Quiero algo fresquito, por favor. Sin gas. Afrutado.

 

— ¿Un zumo? ¿Cítrico?

 

— No, cítrico no.

 

— ¿Frutas del bosque? ¿Arándano, frambuesa y...?

 

— Venga, vale.

 

El elfo desapareció asintiendo con la cabeza y regresó en menos de diez segundos con una bandeja, una botella de cristal y un vaso del mismo material. Le sirvió un poco en el vaso y luego dio un paso atrás esperando nuevas órdenes. Tras dar un par de sorbos al vaso, Anne sonrió.

 

Gracias, Secajo, siempre tan eficiente. Puedes irte, ya te llamo si necesito algo más.

 

El elfo sonrió, satisfecho, y tras realizar una enorme y pronunciada reverencia desapareció. Anne miró hacia las escaleras. ¿Tendría que bajar a buscarla? Su escasa paciencia estaba en niveles muy bajos aquellos días. Le habían fallado los proveedores de mercancías de contrabando y eso había hecho que perdiera dinero y clientes. No estaba dispuesta a permitir ninguna de las dos cosas.

 

 

 

@

AYlDcNN.gif


oizsVNM.jpg

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

-Pasen y vean el gran Thomas saca un conejo de la galeraaaa -Decial el pelinegro, sacando del sombrero de copa alta un conejo blanco de peluche. No tenía dinero para mantener uno de verdad, ni en estaba preparado para sufrir cuando no pudiera controlar su sed de sangre y lo comiera por accidente. Las personas seguían a su ritmo sin prestarle un mínimo de atención, pronto Thomas se aburrió de estar ahí parado haciendo el tonto. Empezo con delicadeza a guardar todos los materiales de magia muggle, en su morral de hilo, que luego cruzó por su pecho.

Mientras caminaba los olores peculiares del callejón invadían sus sentidos. Cerro los ojos para disfrutar de eso mientras no dejaba de caminar. Las vibraciones que emitían los transeúntes, lo mantenían resguardado para no chocarlos. Creía que al ser vampiro joven los timbronazos que sentía por el cuerpo eran parte del radar que tenían los murciélagos. La comparación era bastante acertada, aunque no se sentía cómodo pensando eso. Le hacía recordar a Frankie y una punzada en su estómago le trajo tristeza.

Metió la mano en el bolsillo del pantalón negro con tirantes y encontró dos notas. Una era de su gemela recordándole el pactó que tenían y el otro era de su tutora invitándolo de paseo. Al pie del escrito, estaba una dirección que el joven no tardó en descubrir quedaba no tan lejos de donde estaba parado. No apuro el paso, pero si continúo el camino con los ojos abiertos. Reconoció a la tutora apenas enfoco los ojos azules en ella. Aún seguía pensando que era una guerrera protagonista en todos los libros que leía de historias medievales.

-hola ¿Porque no tienes pelo? -Se atrevió a preguntar parado delante del local de varitas.



@

Editado por Thomas Clairmont

Thomas.png


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

No me gusta que me riñan, suelo fruncir el ceño, enalzar la ceja y soltar un improperio a quien se atreve. Sin embargo, en este caso, Xell tenía razón, aunque no tanta.

 

-- Sobris, no pensé que te afectara tanto que se lo dijera al elfo. Fue cuando me acordé, no durante el desayuno. Si sé que eres tan tiquismiquis con el tema, te mando una lechuza con membrete oficial y la factura de paso, para que no creas que era un regalo.

 

Vale, fuera de lugar, pero vamos, que ella no tenía que enfadarse porque se lo decía en persona o se lo mandaba decir a Harpo, que el elfo era de la familia y nos quería a las dos por un igual (mentira, más a mí).

 

-- Naaah, es broma. El arreglo de la varita es mi regalo por tu cumpleaños que además te engalanaré con un pomo labrado. Mira, en esa estantería hay un montón. Elige el que más te guste y te lo adhiero.

 

Hem... Espera... Yo no entiendo mucho (nada) de varitas, la experta era Anne. ¡Y hablando de la reina de Mesopotamia! ¿O era de Roma? Bueno, que era ella la que gritaba por mi nombre.

 

-- Me llama mi socia. Si tomas la decisión, deja el pomo encima de esta estantería y yo te la llevo a casa toda pegadita. O te esperas por aquí pero vamos, que sé que nuestras charlas son larguísimas y con mucho té con pastas, así que no te quiero hacer esperar.

 

Le sonreí, que ella hiciera lo que quisiera. Subí aquellas escaleras que no utilizaba casi nunca y sentí el "plof" que caracterizaba la aparición de un elfo. Sonreí. ¡Té con pastas, seguro! Me relamí y entré en la habitación, viéndola allá, con cara de impaciencia.

 

-- ¡Hola, Anne! ¿Qué tal tu día? Yo acabo de vender un pomo de varita. -- Mentira, lo iba a regalar pero eso no tenía porqué saberlo, todavía. -- Para que veas que no sabré nada de manufacterear las varitas pero de ventas... mucho.

 

¡Pero si lo había regalado a un miembro de la familia! Cómo me gusta echarme flores...

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Caminaba de un lado a otro, impaciente de que el joven mago llegara a donde lo había citado. Sentía el cuerpo más frío que de costumbre, y los nervios calaban en mi interior con el pasar de los minutos. ¿Y si no venía¿ ¿Y si se perdió? ¿Y sí no encontraba nunca la dirección? Millones de preguntas comenzaron a hacerse en mi cabeza a la par de que caminaba de un lado a otro, sentía los huesos entumecidos ya, y como siguiera así abriría un hueco en el suelo.

 

Una voz, haciéndome una pregunta me hizo soltar un respingo y girarme al ataque, sin embargo, al voltearme dispuesta a todo me detuve, percatándome de que mi hijo era quien me hablaba. Relajé mi cuerpo, y volví mis ojos a su rostro, encontrando lo tan parecido a mi y también a su padre. Me fijé en sus ojos, esos tan profundos como el mar mismo, esos que me recordaban a dos personas muy importantes, Jeremy y Dennis.

 

Cuanto daría por presentarle a Dennis mis hijos.

 

- Lo perdí mientras practicaba un encantamiento, que como aún no curso ese conocimiento pues mira como quede, calva y sin poder tener cabello hasta nuevo aviso. Pero así me gusta más - solté, sonriendo algo nerviosa.

 

- Me enteré que no posees varita, así que me tomé el atrevimiento de invitarte aquí para comprarte una. Espero no te moleste - dije, señalando a la tienda frente nuestros ojos.

 

@@Thomas Clairmont

jIQcN5u.gif

5QDA0A5.png

YwzoyWt.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- Pasen, pasen, pasen...¡EN ORDEN!

 

El portal abierto en medio de la planta baja del local tenía bordes grises, como hechos en plata bruñida. Era una de las características que indicaban que detrás de esa magia estaba Beltis. La otra, era su voz, que salía del otro lado del portal. Daba órdenes e indicaciones. Que si salieran en orden, que si no hicieran ruido, que si tuvieran cuidado con los polvos explosivos y que si esa madera estaba llena de bichos.

 

- Esto tiene una plaga -dijo con su voz de enfado-, lo quemas ahora mismo, no entra al local.

 

Una fila de enanos salió de la apertura espacial, seguidos por varios trolls de carga que hacían temblar todo a su paso. Atravesaron el más simple de los portales, algo que a la bruja se le daba muy bien hacer, lo bordaba y dibujaba sobre el aire con precisión, haciendo del portal algo casi perfecto. Los enanos, enanas y trolls llevaban en sus brazos y hombros varias cajas y frascos. Paf paf paf sus pasos contra el suelo de madera, paf paf paf sonaban como un ejército subiendo las escaleras, golpeando las paredes con toda la torpeza de su gente bajita y demasiado cargada. El local parecía estar sitiado por ellos, que llevaban de un lugar a otro las mercancías que Beltis había adquirido durante la pasada semana. Ahí nadie le hacía caso con el listado de las compras y mucho menos se preocupaban de los materiales. ¿Actualizar el inventario? Eso era de locos, una tarea extremadamente mundana para el resto de brujas. Anne se pasaba experimentando, Sagitas vendía, Mery era especialista en desaparecer. Y ella se encargaba del problema de buscar todo lo que Anne gastaba en sus creaciones y de pagar a los proveedores con el dinero que no ganaban por los excesivos descuentos de Sagitas.

 

- ¡No! -entró por el portal siguiendo al último de los enanos - Quiero esa madera arriba.

 

Indicó a un enano que iba directo a la tienda. Sacó un pergamino y cuando la última caja estuvo en su lugar, firmó abajo del todo. El enano más viejo la alcanzó y le exigió el documento.

 

- ¿Los galeones?

 

Beltis puso los ojos en blanco y sacó una pequeña bolsa de terciopelo de su túnica.

 

- Como quedamos, con un descuento por el retraso en la entrega.

 

Los enanos al irse a través del portal hicieron el mismo ruido que al llegar, los trolls se llevaron por delante alguna vitrina al salir porque no les apetecía cruzar la apertura espacial. Cuando cerró el portal, subió las esaleras casi de un salto. Sus socias estaban arriba con ojos como platos.

 

- Traje Baobab -se limitó a decir en cuanto se dejó caer sobre un cómodo sofá.

HakOva6.jpg?1


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

De repente, Sagitas entró tan contenta como siempre. Anne, que en ese momento estaba dando un sorbo a su zumo, levantó la mirada para ver cómo entraba sonriente, anunciándole que acababa de vender un pomo.

 

Mango, Sagitas, son mangos. Los pomos son redondos normalmente... como los de las puertas —le dijo, poniendo los ojos en blanco—. ¿A quién se lo has vendido? ¿A algún familiar? Porque... se lo has vendido al precio marcado, ¿cierto? Sin rebajas. No estamos en situación de rebajar nada. Sabes que el país está en guerra, ¿a que sí?

 

Todas aquellas preguntas salieron de su boca como dardos, más que como palabras. Dio un sorbo a su zumo, y luego lo volvió a dejar sobre la mesa.

 

Ven, siéntate conmigo que tenemos que hablar de una cosa. Y deha tu varita aquí, venga —ella también cumplió la petición que acababa de hacerle a la Potter Blue, dejando su propia varita junto al vaso de zumo, en la mesa, frente a ella pero accesible en cualquier momento.

 

¿Recuerdas el día que un dragón salió del subsuelo del castillo Gaunt y casi voló mi hogar? Sí, yo sé que te acuerdas —algo retumbó en la planta de abajo y Anne miró el suelo, extrañada. Pero decidió ignorar aquello y, en su lugar, vovió a mirar a Sagitas—. Quería preguntarte algo. Aquel día, utilizaste unos poderes muy... concretos, que solo utilizan magos pertenecientes a un determinado grupo que... bueno... venga, Sagitas, dejemos de dar vueltas. Sabes perfectamente de qué hablo, ¿a que sí? No me hagas poner ejemplos —terminó gruñendo. Se negaba a hablar en voz alta del tema. De repente, un recuerdo cruzó por su mente—. Ah, oye. Y escuché un rumor... absurdo, seguro, pero... ¿es cierto que ibas a ir a la Gala de San Valentín pasada con mi prometido?

 

Se escuchaba mucho bullicio en la parte de abajo del local. Anne miró hacia la puerta que, justo en ese momento, se abrió de golpe. Se sobresaltó al punto de mover la silla hacia atrás sin querer.

 

Demonios, Beltis, ¿es que han traído el baobab entero? Sonaba como si una manada de erumpents hubieran desfilado por el almacén. Espero que no hayas roto nada —arrugó el ceño. Aunque pronto su gesto cambió—. Faltan ingredientes en el taller. ¿Ha entrado mercancía nueva o tendremos que empezar a pensar en cambiar el rubro del negocio?

 

 

 

@@Beltis @

AYlDcNN.gif


oizsVNM.jpg

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Miré a Anne, desconcertada, porque me corregía sobre los pomos. Me rasqué un poco la sien y le sonreí, aunque confusa.

 

-- ¿Mangos? ¿Y por qué pones mangos en las varitas? Es una fruta delicada y se chafan en la mano si aprietas mucho. ¿Tú crees que tendrán más éxito poner mangos en las varitas que los pomos? Son fáciles de asir y no pringan.

 

Es que, a veces, estos artesanos, en sus ganas de innovar, hacen cosas bien raras. Por muy dueña de la tienda que fuera, ni loca me compraría una con un mango puesto. Si fuera un durazno o una mandarina... No me duraría mucho, me encantan las mandarinas...

 

-- Se... Se... lo vendí a... no me acuerdo. Si me presionan se me van las ideas, amiga. -- ¡Pues claro que recordaba que se lo había regalado vendido a Xell. -- ¿Por quién me tomas? ¿Crees que no sé que estamos en guerra? Todo vale mucho más caro ahora. Y sí, le cobré el cien por cien de lo que ponía en la etiqueta. -- No había etiqueta, no le cobré.

 

Seguí su gesto con la mirada y una leve duda cruzó por mi frente, arrugándola levemente. ¿Tendría que hacerle caso y sentarme a su lado, dejando la varita en la mesa?

 

-- ¿Por qué? ¿Le vas a poner un mango? Yo no quiero... -- protesté levemente aunque, igualmente, me senté a mi lado y dejé a Pinnea encima de la mesa, al otro lado del vaso, haciendo dos líneas paralelas. Sonreí. Me gustaba como quedaba. -- Prefiero un pomo.

 

Por mucho que me dijera, no quería mangos. Sí, era una ignorante en varitas y ella una artesana de gran renombre internacional pero ni loca le dejaba ponerme un mango o ninguna otra fruta en ella. Escuché lo que me decía, arrugando poco a poco las cejas. ¡Claro que recordaba aquel momento! Ella estuvo a punto de morirse y me lo pagaba así, poniéndome una fruta que no me gustaba en la varita. ¿Dónde estaban los regalos de broches y perlas y cosas por el estilo?

 

-- Lo recuerdo -- dije, con cautela. Respingué un poco e iba afirmando a medida que ella hablaba. -- Sí... Te... Te entiendo... Y tienes razón. Tengo que confersarte que... Que pertenezco a un grupo de magos... ¡Con gran poder! Sí, lo sé, no quiero que me aplaudan o que me vitoreen pero pertenezco al exclusivo grupo de magos con más poder del pueblo. Es que me gusta estudiar, ¿sabes? Y no sé si es correcto decir eso pero me ha costado mucho conseguir casi toda la sabiduría de los Uzzas y los Arcanos, antes de que se fueran de Londres. Es que me encanta saber de hechizos, ¿sabes? Sí, soy sabía. Pero no me des las gracias por salvarte, mujer, que soy muy humilde...

 

Sonreí. Vaya subterfugio más rancio me había salido. Pero es que sentía ruido abajo y no era momento de hacer confesiones inconfesables, aunque me gustaría mucho poder decirle eso a mi amiga. Su siguiente pregunta me pilló de sorpresa.

 

-- ¿Qué yo... qué...? -- Pensé con fuerza qué podrían haber dicho o hecho en la gala de San Valentín. Arenas, mar, un barco, un hombre apuesto... ¿Era o fue Jeremy...? -- ¡Demonios, no, mujer! ¿Por qué iba a ir yo allá con tu... si mi... si yo tengo...? ¿En serio piensas eso?

 

Esperaba que no, hay ciertas acciones que ni recordaba después de todo lo sucedido allá, mezclado con los licores típicos del desierto.

 

-- Yo no fui, seguro... Palabra de Payasa Pitonisa.

 

Si eso servía... Menos mal que entró Beltis y ahora su mal humor se dirigió hacia la mercancía que traía ella.

 

-- ¡Baobah! Es buena como comida de mis ositos que compré en la gala de San Valentín. -- Mirada a las dos y sonrisa forzada. -- Y también para varitas, claro, que para eso las has comprado...

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- Demonios nada -le espetó a Anne mientras su elfo le llevaba una botella de vino. Miró el refresco de Anne de reojo y luego miró su botella- Me he preocupado de re-abastecer la tienda. Tenemos maderas de muchos tipos y un montón de cosas con las que hacer varitas.

 

Abrió la botella con un simple golpe de la varita, el elfo le tendió una copa.

 

- Varitas y otros experimentos -bebió de su copa-. No me mires así, he tenido que buscar nuevos proveedores porque no tenemos dinero para pagar a los mejores.

 

Cuando decía los mejores se refería a los legales, vendedores con tiendas establecidas en calles concurridas y horarios normales de apertura, con hoja de reclamaciones y cuentas bancarias en Gringotts. Esta vez había tenido que acudir a otro tipo de proveedores, mucho más difíciles de tratar pero que le hacían un buen descuento si no preguntaba por el origen de los productos. Y, lo más importante, tenían acceso a ingredientes peligrosos que ni el más aventurero vendedor del callejón se atrevía a tener en su tienda. Beltis miró a Sagitas sabiendo que lo mejor era que no se enterara de todas las cosas explosivas y malditas que tenían en la bodega. Tragó vino con una ligera sensación de inseguridad.

 

- El baobab es estupendo, pero es una madera desconocida en estas latitudes, ¿sabías que pueden vivir más de cinco mil años?

 

La sonrisa forzada de la Potter Blue y el mal genio de Anne le indicaban que antes de su llegada habían estado tratando algún tema delicado. ¿Qué se traía ese par?

 

- ¿De qué estaban hablando? ¿Algo sobre la tienda?

HakOva6.jpg?1


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- ¡Señora!

 

Alcé la vista de los papeles mientras veía a Cesarión entrar por la puerta. Parecía alarmado y asustado, era algo impropio de él. Mi segundo me miraba desencajado y debía ser algo grave porque, interrumpir así en un despacho y en el Dragón Verde... Mal asunto. Lo miré detenidamente. Él agitó un pergamino y mientras yo apartaba los papeles que tenía encima de la mesa y lo revisé, noté que se me subían los colores de la cara, pero a causa de la rabia.

 

- ¡Indignante! - grité vociferando, no era para menos - ¿Cómo nos pueden pedir 15000 galeones por éste encargo? ¿Se creen que cago oro o que soy dueña de Gringotts? - protesté y ahora sí me levanté del cómodo sillón.

 

- ¿Sabe de algún lugar en dónde no nos pidan tanto? -preguntó algo temeroso al ver mi reacción- porque si quiere una guardia decente para Tortuga, necesitará a los mejores fabricantes. Imagino que Gregorovitch está más que descartado, no vamos a comprar armas al enemigo, ¿verdad?

 

- Verdad -asentí yo- me parece muy fuerte que éstos tíos pretendan cobrarnos semejante cantidad. Iría a Ollivanders, es lo mejorcito que tenemos por aquí pero... no confío en nadie aunque conozco a alguien que, aunque no nos haga rebajas al menos cobrará al precio de mercado. Espero que, tengan existencias de varitas. Habrá que llamar a la guardia para que las puedan ir a probar uno a uno - bufé cansada- ésto de la guerra está causando estragos, lo úlitmo que necesito es contrabando para rearmar a nuestros hombres...

 

- ¿Quiere que haga algo? -preguntó Cesarión esperando órdenes.

 

- Pues - me quedé un momento pensativa - sigue vigilando al enlace que tenemos para medio Oriente, no me fío de ese tío... Dile a tu hermano que comience con la vigilancia del primer ministro. Puede que tenga los ideales de Grindewald, pero no debemos fiarnos...

 

El lugarteniente vestido completamente de negro y trajeado asintió con la cabeza y se marchó del despacho, recogiendo el pergamino y quemándolo con la punta de la varita. Visiblemente nervioso salió del lugar, como presintiendo que, quizás las cosas no serían tan fáciles como pensaba su jefa.

 

- Ésto es ya demasiado -protesté por lo bajo- no tendré más remedio que ir...

 

Me miré en el espejo que tenía escondido y comprobé que estuviese en orden. El traje; pantalón chaqueta, la camisa de seda, las botas de aguja de piel de dragón estaban impolutos, tomé mis guantes y los puse, tomé la varita y el morral de cuero, que lo guardé en el bolsillo. Me desaparecí del Dragón Verde y fui directa hasta a uno de los locales que llevaba mi suegra junto a otras dos socias. Era la segunda vez que iba y esperaba que, al menos consiguieran tener mi encargo a tiempo.

 

Había conseguido visualizarlo tras la aparición y subí calle arriba. La fachada de ladrillo rojo además de la entrada, estaba como siempre, pero parecía que había gente en el interior... bufé, lo último que me hacía gracia era tener que esperar.

 

- ¡Hola! Cuando podáis... - dije con una sonrisa... Miré pero, parecía que en el mostrador no había nadie aunque se escuchaban voces en la parte de atrás...

 

¿Qué dirían las dueñas si iba a pedir mil quinientas varitas? Seguro que alucinarían.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Unirse a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte más tarde. Si tienes una cuenta, conecta ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a esta discusión...

×   Pegar como texto enriquecido.   Pegar como texto sin formato

  Sólo se permiten 75 emoji.

×   Tu enlace se ha incrustado automáticamente..   Mostrar como un enlace en su lugar

×   Se ha restaurado el contenido anterior.   Limpiar editor

×   No se pueden pegar imágenes directamente. Carga o inserta imágenes desde la URL.

Cargando...
 Compartir

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.