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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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-Cursare ese conocimiento en un futuro no muy lejano -Dijo con una sonrisa extendiéndose por todo su rosto. El brillo de los ojos del joven se vio incrementado al oír las palabras de la tutora - ¿Compraras mi primera varita? Gracias. Mi hermana Frankie me presta alguna de las que ella tiene consigo, lleva una colección en su mochila -Relato mientras abría la puerta del negocio para que ingresara primero ella y luego él. El olor a esencias de todo tipo de materiales, le llenaron los pulmones como una bienvenida. Cerro momentáneamente los ojos percibiendo pequeños latidos del corazón por todo el lugar. No era seguro. Podía percibirlo en las vibraciones del aire. Sus manos comenzaron a temblar hasta que las cerro en un puño enterrándolas en los bolsillos del pantalón.

 

Pronto el miedo se vio impulsado a segundo plano, cuando los ojos del muchacho se posaron en las vitrinas exhibidoras de varitas. Los colores y tamaños variaban de acuerdo a cada formato de madera. Thomas estaba sin poder creerlo. Le gustaban todas, sonrió a la tutora, mientras le señalaba unas cuentas varitas, que parecían ser de una madera color negro. Aunque poco sabia de los componentes que se unían para formar algo tan importante como una varita mágica. Se acerco a la de color negro, esperando captar alguna información adicional.

 

-¿De que es tu varita? ¿Debo responder algún cuestionario para encontrar la mía? -Preguntó con timidez por el grado de ignorancia que estaba manejando. Quería alguna ayuda para saber por donde empezar.

 

 

 

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Editado por Thomas Clairmont

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Juntos caminamos los pasos que nos separaban de la entrada, y callada escuché sus palabras mientras cruzaba la puerta que había abierto para mi. Murmurando un pequeño gracias, vi como su semblante cambiaba al entrar, también lo percibí, presencia de sangre fresca y caliente, habían más personas en la tienda. Contuve el hecho de apretar su hombro al darme cuenta como alejaba esa preocupación y la alegría volvía a aparecer en su rostro.

 

- Si te apresuras a inscribirte a penas te avisen que culminaste las clases, quizás podamos cursar juntos encantamientos - comenté, parándome a su lado, ambos viendo la vitrina donde algunas cuantas varitas es mostraban. Recordé cuando compré la mía, ninguna me gustaba hasta que la vi, blanca como el marfil y de un tamaño perfecto para mi mano pequeña. Sonreí ante el recuerdo y giré la mirada a Thomas.

 

- Y respondiéndote, sí compraré tu primera varita. Ya es hora de que vayas usando eso que estas aprendiendo - "y te lo debo, por todos los años de ausencia" pensé, mientras sacaba mi varita de mi bolsillo para mostrársela - ​Mi varita es de madera de álamo, es blanca y de grano fino, dicen que verdadero dueño de una varita de álamo es a menudo un duelista consagrado, puesto que la varita de álamo funciona particularmente bien con la magia marcial, sin embargo, me va pésimo en eso. Aunque sospecho que en un futuro seré buena en combate - se la tendí para que la observara más de cerca - Su núcleo, por otro lado, es de escama de basilisco, es uno de los núcleos más raros. El basilisco suele matar a todo aquel que se le acerca siempre y cuando hagan contacto visual, por lo mismo pocas varitas tienen este núcleo - Retiré mi varita de sus manos y volví a guardarla.

 

Tomé su brazo y me dispuse a caminar hasta la repisa donde tendían - ​Vamos a ver que necesitas para tu primera varita, cuando yo fui a comprar la mía, bueno, cuando fui a escogerla porque me la regalaron, ninguna me gustó y al ver esta quise probarla. Según tengo entendido la varita escoge al mago, así que vamos a ver que nos dicen - una bruja se encontraba aun costado y por lo visto ninguna de las dueñas del local estaba a la vista.

 

- Bien, tendré que gritar - tomé mi varita y la llevé hasta mi garganta - Sonorus , ¡BUENAS! - mi voz salió amplificada como un megáfono, y esperaba que alguien escuchara y viniera a nuestra ayuda.

 

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Esperé pacientemente a que alguien saliera de la parte de atrás. Mientras tanto saqué una pitillera de plata y saqué un cigarro, lo encendí con la varita, con la esperanza de que, al oler el humo del tabaco saliera alguien... Seguro que me iban a reñir o algo pero en esos momentos no me importaba nada. Le di una calada suave y el humo se esparció por el techo creando una pequeña nube. Alguien más entró adentro del local y por poco casi me da un susto al ver como una mujer, había hecho un encantamiento sonorus...

 

- ¡Quieres callarte! - le bufé, mirándola a los ojos, estando un poco apartada de la pareja que acababa de entrar (Zoella) - un poco más y me dejas sorda - le protesté...

 

- Es más deberías tener un poco más de delicadeza, ésto no es una plaza de pueblo para que vayas gritando por ahí - dije, achinando los ojos y negando con la cabeza...

 

- Si queréis comprar tendréis que esperar un poco, vengo a hacer un pedido y, espero que las dueñas no tarden mucho en salir... desde luego, hacer esperar a los clientes de ésta manera - negué con la cabeza, mientras le daba otra calada al cigarrillo.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Marrakech, la ciudad donde Mery había estado viviendo a sus anchas durante un periodo de tiempo que ni ella recordaba. Había recorrido aquel sitio imperial como si fuera su hogar natal, y es que no necesitó más de un par de semanas para adaptarse al idioma, costumbres e incluso parte de sus creencias. Podría poner la mano en el fuego a que, si ella fuera una persona responsable, habría llevado a su hijo con ella y lo hubiera criado con aquellas maravillosas vistas, pero ese no era el caso.

 

Caminaba cabizbaja, quizás hasta un poco triste, había vuelto a Londres, a su vida de siempre, caminar bajo una presión y tensión inigualable, pero bastaba la sensación de poder volver a ser ella misma durante un tiempo como para que una sonrisa torcida apareciera en su pálida cara. Las calles del Callejón Diagón jamás cambiarían.

 

Y allí se encontraba, al pie de las pocas escaleras que daban al local que desde su apertura, había pisado dos veces contadas. Suspiró, subió un escalón y frenó. ¿La odiarían por no haber ido nunca? Subió otro y se encogió de hombros, tampoco es que la pelirrosa le importara demasiado aquello, nunca le había importado y ahora incluso menos.

 

- ¡¡Hola!! -dijo una vez empujó la puerta y entró unos pocos metros al interior. Mantuvo constantemente los ojos cerrados, si venía el guantazo, que al menos no supiera al principio de quien venía.

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Puso los ojos en blanco sin poderlo evitar.

 

¡Sagitas! La parte por la que sujetamos la varita se llama mango. ¡MAN-GO! No pomo. Eso es una de las agarraderas de esas de las puertas, mujer. Qué cosas tienes.

 

Se llevó una mano a la cara para acentuar su fingido enfado pero, en realidad, lo que hizo fue ocultarle a su amiga la sonrisa que no podía contener ante aquella ocurrencia. ¡Sagitas y sus ideas! Aunque con la cuestión de Jeremy sí que se tensó de verdad mientras Anne recuperaba la seriedad y la miraba fijamente. Le encantaba ponerla contra las cuerdas.

 

Tú puedes tener lo que quieras, pero me dijeron que ibas a la gala con Jeremy. Y por ahí sí que no puedo pasar. Así que ten muy presente que si me entero de que intentas algo con mi prometido... le pegaré fuego a tu mansión.

 

Había bajado la voz para intentar que Beltis no se enterase, aunque no tenía muy claro si lo habría conseguido. En cualquier caso, se giró ahora hacia ella y sus explicaciones malhumoradas.

 

No te miro de ninguna forma —protestó— yo también he intentado buscar otros proveedores. Pero en casi todos los casos el remedio era peor que la enfermedad. E imagino que todas estamos de acuerdo en que no estamos para pérdidas de dinero, ¿no? Yo no sé vosotras, pero tengo una vida acomodada que mantener.

 

No era del todo cierto, porque realmente tenía dinero para vivir con comodidad pero, de entre las presentes, ella salía perdiendo. Así que buscar su propio beneficio era lo más rentable para el caso. Asintió ante la información del baobab, que ella conocía, pero quizás Sagitas no teniendo en cuenta que hablaba de que con eso alimentaba a unos ositos. No pudo evitar poner los ojos en blanco de nuevo.

 

Ah, no hablábamos de nada serio. Sagitas tenía que explicarme un par de cositas que no me habían quedado muy claras. Unos rumores que me llegaron y dejaron preocupada, no te preocupes —intentó que sonara desenfadado pero, en realidad, lo que no quería era que Beltis sospechara las mismas cosas que ella ya casi sabía con seguridad de su amiga. No quería buscarle un problema.

 

De repente, un grito interrumpió la extraña quietud que se había instalado entre las tres brujas. La Gaunt parpadeó, sorprendida.

 

Se nos acumula el trabajo. Voy a bajar a atender a la de los gritos, me ha parecido reconocer la voz. Y... y... Sagitas, ¿esa no es la voz de tu nuera? —preguntó tras haberse levantado y abrir la puerta que daba a las escaleras que conducían hasta la parte baja del local. Y escuchó una tercera voz que la dejó petrificada. Se giró hacia Sagitas y Beltis, con gesto inexpresivo—. Creo que la irresponsable de mi hija ha vuelto.

 

No les dijo más, sino que bajó las escaleras y cruzó el almacén para salir a la parte pública del local. Tal y como había pensado, la de los gritos era Zoella y, con ella, estaba uno de los hijos que compartía con Jeremy. Aquella clase de séptimo curso de Hogwarts la había dejado bastante tocada, tras conocer dos nuevos retoños de su prometido con su hermana. El simple recuerdo le erizó el vello de la nuca. Luego vio a Heliké y, por detrás, había un pelo rosado muy familiar para ella. Dirigió una sencilla sonrisa a los presentes y agarró a Mery del brazo, tirando de ella hacia el interior.

 

Tú y yo ya hablaremos, pedazo de irresponsable. Tu hijo Eddie creo que ya ni se acuerda de quién es su madre.

 

Las palabras fueron casi gruñidos, roncos y agresivos. Estuvo a punto de estamparla contra una estantería pero, en su lugar, simplemente la soltó.

 

Tenemos clientes, algunos sí que intentamos trabajar y vivir una vida decente. ¿Qué demonios llevas puesto? —añadió, examinando sus ropas. Eran... extrañas. Extranjeras. Le recordaba a las túnicas que vestía su amigo Amadou—. Bueno, ahora mismo me da igual. Arriba están Beltis y Sagitas, aunque quizás bajen porque se escuchaba a los clientes. En fin, suerte con ellas.

Salió de nuevo y se dirigió hacia Zoella, pero mirando a Heliké.

 

Enseguida baja tu suegra. Digo, Sagitas. ¡Tenemos clientes! —lo último fue un grito para llamar a las de arriba. Luego miró a su cuñada—. ¿En qué puedo ayudaros, Zoella? Hola Thomas —saludó a la mujer y al chico, que era su sobrino. Y su hijastro, tecnicamente. La idea le causó vértigo y sintió que le temblaban las manos. O se esforzaba por controlarse, o los cristales de la tienda comenzarían a estallar en cualquier momento.

 

 

 

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- pero, pero... - miré un poco enfadada con todo lo que había pasado. Al final una de las últimas clientas era hija de la dueña... De lo único que me había enterado pero, tal arrastre que se llevó a la muchacha o eso pareció...

 

- Pues, si no queda más remedio -bufé aún con mal genio pues, tendría que conformarme con Sagitas. Pero seguro que ni era capaz de entender el encargo.

 

- Yo quería hablar con la fabricante - dije con cierto recelo a ser atendida por mi suegra - es un encargo importante para mí, y es capaz de hacerme enviar avestruces en vez de varitas... con tal de fastidiarme, pero vale. Esperaré aquí pacientemente mientras baja.

 

Terminé de fumarme el cigarrillo con una última calada y con un toque de mi varita hice desaparecer la colilla. Lo último que necesitaba era ganarme una buena bronca por una de las dueñas y además que tenía algo de prisa.

 

off. Lo siento, un rol corto, para la próxima haré uno más largo ^-^

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  • 1 mes más tarde...

El callejón había cambiado, aún recordaba que cuando era sólo una niña solía recodar que mi tía me llevaba de la mano hasta Ollivanders y era la única tienda de varitas que existía, o por lo menos en mi memoria, ahora todo era lleno de luces y gente. Eso no era del todo malo, las personas podrían tener la visión de más variedad y poder escoger todo de la manera y el estilo de cada uno.

 

Siempre me había gustado la originalidad y eso era parte de que tuvieras la opción de como elegir y eso era maravilloso.

 

La curiosidad me llevó a ojear la vitrina de una tienda de varitas nueva, era interesante pero no se veía mucho y me anime a entrar a ver, ingrese despacio y observándolo todo con mucha atención. Un olor conocido llegó a mi, una persona muy querida para mi, lo cuql me sorprendió.

 

-Buen dia

 

Salude para ser atendida

 

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Editado por Ariane Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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  • 3 semanas más tarde...

¡Demonios con mis socias! No me querían dejar decir demonios... Pero la información sobre el Babobah era muy curiosa.

 

-- ¡Cinco mil años! ¿Quién quiere vivir tanto tiempo? ¡Demo...! Esto... ¡Vaya!

 

He de ser cuidadosa si quiero que mis socias quieran seguir siéndolos. Sonreí a Beltis con aire de bonachona. Seguro que no sospechaba que su entrada había impedido que tuviera un mal trago con Anne por Jeremy. Él era un buen chico, pero vamos, si no había pasado nada; no entendía cómo podría imaginar que entre él y yo había pasado algo... Nada... Creo....

 

-- Por supuesto que hablábamos de la tienda, Beltis, por supuesto... Hem... Hum... Vaya... ¿Eso son voces...? Sí, seguro, son voces. -- Me puse las manos en la boca para hacer bocina, como los muggles, ¿por qué olvido tan a menuda que con magia es más fácil y no llamo tanto la atención entre los magos? -- ¡¡Ya voy!! ¡Enseguida la atendemos...!

 

Mirada a Anne, toda furibunda hasta me hacía gracia, eso es que estaba enamorada, sólo alguien tan enamorada puede ponerse tan celosa con la amenaza de alguien tan guapa como yo. Pero no tenía nada que hacer con Jeremy, no sé porqué pensaba lo contrario.

 

-- Voy a atenderla... Esto... ¿Atenderlas? Parece que hay varias personas allá fuera. ¡Qué bien, tenemos clientela! Tal vez pueda venderles una varita con pomo de esos de baobah o parecido...

 

¿O era Mango? ¿Por qué le llamaría mango como las frutas? Retrocedí un par de pasos hacia la puerta de salida.

 

-- ¡Te juro que no pienso que no pienso intentar hacer nada con tu prometido! Si quisiera, no lo intentaría; lo haría. -- Esto, tal vez habría sido mejor no decir eso. -- Te puedo jurar que, por muchos rumores que oigas, yo no voy con tu novio. -- ¿Se refería a esos rumores o a otros? A saber... ¡Espera, ya voy yo...! ¡Demonios de Anne!

 

Miré de reojo a Beltis... No le gustaba que dijera Demonios. ¿Ahora qué le contaba a Beltis?

 

-- Pues... Bonito día, ¿no? -- Creo que llovía. Anne gritó algo de que bajara. Salté sobre mis pies con una sonrisita. -- Me llaman, tenemos trabajo.

 

Bajé tan corriendo que por poco resbalo por la escalera pero no, conseguí mantener el equilibrio.

 

-- ¡@! ¡Qué gran día verte por aquí! -- Mentira pero no lo iba a decir en voz alta. -- ¿Vienes de compra o de visita?

 

Otra sonrisa tan falsa como la primera. A ver qué quería la mujer, mientras no quisiera que se lo diera gratis... Anne me mataba. Entonces se abrió la puerta y apareció alguien que hacía mucho tiempo que no veía.

 

-- ¡Demonios, @Ariane Dumbledore! ¡Qué alegría me da verte! -- Y ahora estaba siendo muy sincera.

 

Y debía dejar de decir "Demonios".

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La tienda se veía muy amplia, desde afuera me había dado la impresión que era más chica. Una voz conocida me saludo y voltee de inmediato al reconocer na voz de mi cuñada querida, hacia ya demasiado tiempo que no la veía y era curioso pues era de las personas que más extrañaba de allí.

 

-Sagitas que gusto verte aquí, no tenia idea que era tu local

 

 

Me acerque a ella y le bese la mejilla y le di un fuerte abrazo.

 

- Te ves igual que siempre mujer, no cambias. Que gusto de verte, como están todos en la familia.

 

El cariño que sentía por la familia Ojo Loco iba mucho más allá que simplemente conocidos o amigos, eran personas a las que realmente quería y ahora que estaba en Ottery podía aprovechar para frecuentarlos. A la cabeza se me vino el encuentro con Thiago y recordé que me pidio tranquilizar a su hermana y que debía decirle que el estaba bien, pero no sabía cómo abordar el tema.

 

-¿ Y cuéntame que novedades tienes cuñada?

 

Le sonreí con gran cariño

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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  • 4 semanas más tarde...

-¡Oh! -Exclamo el joven tomando la varita blanca de la tutora para ver los finos detalles que marcaban su extensión - Seguro seras una duelista de temer -Concluyo convencido de que asi seria.

 

La vibraciones de energía estaba volviendo a apagarse con cada segundo que el aura de seguridad se instalaba en el cuerpo de Thomas. La respiración se volvió pareja en sus pulmones manteniendo la calma bajo control. Los ojos azules del joven no se perdían detalle de la bruja. Tal como en los libros de historia que le gustaba leer, la mujer hablaba con soltura llevando la conversación sin esfuerzo. Sabiendo que decir, cuando y como hacerlo. Provocando una sonrisa en el rostro de su compañero.

 

-No tengo muchas ideas de núcleos de varitas, pero me gustaría que sea de un animal raro -Objetó apoyando la mano sobre la de Zoella cuando le toco el brazo para llevarlo mas cerca de las vitrinas. Ese contacto lleno de alegría al pelinegro, que solo mantenía cercanías físicas con su hermana gemela.

 

La bruja se dispuso a usar un hechizo provocando que por la característica del mismo, Thomas tuviera que cerrar los ojos apretando la mandíbula para soportar los embates del aire en movimiento. Lo consiguió a duras penas, esperando que su cambio no se notara frente a los clientes del lugar. Se distrajo al ver que desde el otro lado del mostrador había un rostro conocido.

 

-Profesora, Gaunt. Que sorpresa volver a verla -Dijo empezando a sentir que aumentaban la adrenalina en su cuerpo - Estamos buscando una varita mágica para comprar, sera mi primera varita que solo me haya pertenecido a mi. Quiero que sea especial como mi tutora.

 

 

 

 

 

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Editado por Thomas Clairmont

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