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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Una bruja se quejó en cuanto dejé de amplificar mi voz. Giré a verla y sólo objeté con ignorarla. Mi humor estaba en un buen momento, producto de pasar tiempo junto a Thomas luego de un larguísimo tiempo sin saber de él. Su mano, por otra parte, se encontraba obre la mía en su hombro. dicho tacto llenó mi cuerpo de un sentimiento jamás sentido, mi rostro por otra parte cambió a uno un tanto más alegre, producto de la cercanía con dicho mago.

 

De las escaleras una figura femenina bajó, Anne Gaunt, una hacedora de varitas conocida dentro de la comunidad Londinense. La bruja tomó a Mery, quien fue mi primera profesora en Hogwarts y la llevó a los almacenes, prosiguió a llamar a sus socias dentro del negocio y finalmente se acercó a vernos. Nos dio un saludo y por su parte, Thomas le comentó de su deseo de una varita única.

 

La palabra "Tutora" retumbó en mis oídos, y con una inexplicable mirada observé a Anne, queriendo decirle que no dijera nada sobre mi maternidad y la paternidad de Jeremy ante Thomas - Thomas no ha tenido oportunidad de comprar una varita, y me decidí a regalársela yo, regalo de su tutora - solté, haciendo cierto énfasis en la ultima palabra - Y que mejor que las Herederas de Violetta Beauvais para su primera buena varita - solté, intentado dar un pequeño alago a la líder mortifaga y que mi cabeza no explotara por su pesada mirada.

 

En mi cabeza, le estaba rezando a todo lo rezable de este mundo para que la Gaunt no pronunciara palabra alguna del porque me decía tutora y no mamá, o que mencionara a Jeremy en alguna parte de su hablar. Si mi cuerpo pudiera producir alguna gota de sudor, tengo por seguro que estaría totalmente empapada de los nervios.

 

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  • 3 semanas más tarde...

Se enderezo un poco, estar flexionado por tanto tiempo le producía un poco de malestar, estirarse era lo mejor para relajar sus músculos, se ha tomado buena parte de su tiempo está mañana...en su propósito personal, se estaba topando con ciertas in-regularidades...nada grave, en un principio pensó en enviar una misiva a Anne Gaunt o a la amable Zoella...o quizás a Tauro....pero luego desecho esa idea al recordar a Sagitas y cierta conversación que sostuvo con ella meses atrás:

 

--"No te atribuyas acciones que no te competen...entiendo que lo hagas de buena fé pero hay personal para cada trabajo, mejor solo deja que cada quien haga lo que corresponda, eh?"..--Si, tenía razón, el peliverde se lo repitió a si mismo hasta convencerse a si mismo, que no le correspondía arreglar lo que hallo al investigar los locales del bando...alguien lo notaría tarde o temprano, igual que lo noto él....y es que a veces el peliverde le entra esa manía de arreglar errores, pero pensando lo mejor, en lugar de ver "errores ajenos" se concentraría en los propios...

 

Bebió de aquel vaso...agua fresca para su garganta seca, todavía se reclino en el respaldo unos cuantos minutos...no había que cumplir con un horario por suerte...era libre. Un vistazo a su reloj de plata en su muñeca...temprano, aún es muy temprano y toda una lista de locales que visitar...tacho con un lápiz carmín los que ya no existían y se concentro en el siguiente en la lista: "Las Herederas de Violetta Beauvais" después se fijo en la dirección y el giro...perfecto! un buen local debía ser...

 

No tenía mucha prisa por llegar, quizás debido a que se salto el desayuno y luego el almuerzo...¿dejaría de acudir por ir a algún restaurant?.....era muy tentador, pero ya veía la fachada del local a unos seis metros de su posición, se detuvo para decidir lo que haría...podría darse la vuelta y regresar más al rato...

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  • 1 mes más tarde...

Mi sonrisa se amplió al ver que @ se sorprendía de verme allá y mi rostro se iluminó con júbilo al escuchar su pregunta sobre si era dueña del local.

 

-- Pues claro, cuñadita. Soy la dueña. -- Se me "olvidó" mencionar que éramos cuatro dueñas y que ellas sabían diez veces más que yo sobre el tema de creación de varitas. Aguanté su abrazo porque hacía mucho tiempo que no la veía y era muy agradable recordar que hay gente querida que te abraza cada vez que te ve de nuevo, me hacía sentir bien aquel abrazo. -- No exageres, mujer. Claro que se me nota el paso del tiempo. Me ha crecido un poco el pelo, ahora me llega a media espalda.

 

Me puse a reír, alegre de verla. Estaba segura que el tiempo se reflejaba en algo más que en la largura del pelo pero tampoco iba a darle pistas sobre las grietas del embarazo patentes en mi cintura o en cierto grosor que intentaba reprimir con horas de prácticas en el Circo.

 

-- La familia está bien. Ya sabes, sobrevivimos en una época difícil, la guerra y todo eso... Pero no quiero volverme melancólica...

 

Pero lo hacía, siempre que la veía me acordaba de los seres queridos perdidos que nos unían en el corazón y que nos hacía querernos más cada vez que nos encontrábamos. Thiago... Reiven...

 

-- Pues no hay muchas novedades...

 

¿No? Mejor no, ¿para qué contar las cosas buenas y malas que habían sucedido en el tiempo que hacía que no nos veíamos?

 

-- Todo sigue igual, más o menos. Debes pasarte por la mansión y podemos charlar cómodamente con las galletas de canela de Harpo. Cada día las hace más buenas. Y verás a tu sobrino, ya está muy crecidito. Y tengo una nieta nueva, la hija de Matt. Y supongo que recuerdas a la hija de Sean y Perenela que, por cierto, se casan... En fin... Casi no tengo novedades que contarte pero siempre se agradece tu visita, lo sabes, ¿verdad?

 

Entonces sentí voces que hablaban desde el otro lado del mostrador y me sorprendió ver a Anne. ¿Cuándo había entrado? ¿O es que yo estaba tan despistada que la había saludado y olvidado? Tomé del codo a mi cuñada y la alejé un poco de ella y de sus clientes.

 

-- No molestemos. -- En realidad, era porque no quería (aún) decirle que compartíamos negocio, para seguir haciéndome la importante ante ella. -- ¿Sabes? Aquí vendemos varitas pero recuerdo que tú tenías una tienda similar. -- Bajé la voz para que no me oyera Anne, por si pensaba que hacía tratos con la competencia. -- ¿Aún sigue abierta?

 

Me agaché un poquito hacia ella para hablar más bajo cuando algo me hizo cerrar los ojos para intentar agarrar qué era aquella sensación que acababa de cruzar mi mente. No pude hacerlo porque fue muy fugaz, muy rápido, una línea de pensamiento muy delgada sobre algo o alguien... Miré por encima del hombro de Ariane hacia el exterior. Por el cristal apenas veía mucho con los objetos expuestos así que no pude detectar nada o a nadie... Pero... ¿Por qué ahora me daba por pensar en @@Anthony Ryvak Dracony como si estuviera cerca? A veces, esas conexiones mágicas de pensar en alguien a la vez que el otro parecía que unían... Naaaa, no era posible, Antoni no estaba cerca. Seguro que había sido algo muy casual.

 

-- Bueno, ¿has venido por casualidad a la tienda, tal vez a comprar? -- dije, para romper mi extraña sensación que me había recorrido la espalda.

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  • 2 semanas más tarde...

 

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La bruja de cabellos rojizos caminaba por primera vez entre los transeúntes del afamado Callejón Diagón, ella admiraba como niña las tiendas que no escondían los artilugios mágicos para promocionar sus mercancías, "Ésto si que es el mundo mágico" pensó con una media sonrisa.

 

Unos chiquillos salieron corriendo de una tienda persiguiendo un rana de chocolate que había escapado de su envoltorio, quedándose tan solo con la foto del famoso mago en ella. Miro hacia el otro lado y una escoba solitaria barria la entrada de otra tienda, así a la vista de todos.

 

--Acaso no pasan muggles por aquí?--- se pregunto en un susurro, siguió caminando y entonces vio la edificación de ladrillo oscuro, seria aquel el lugar que estaba buscando? Apresuró el paso y subió el par de peldaños que la alejaban de la puerta donde estaba rotulado el nombre de la tienda, agitó el llamador antiguo esperando anunciara la presencia de la posible cliente y entonces entro.

 

Bueno si debia esperar no lo imagino, no en una tienda para el publico, a menos que hubiera que hacer cita, después de todo el asunto que llevaba a la escandinava a aquel lugar era igual de importante.

 

Al entrar lo primero que vieron sus orbes esmeralda fue el mostrador, luego los desplazo por la habitación mientras llegaba a que alguien la atendiera, pudo notar la alfombra y las variadas vitrinas con sus objetos expuestos, eran muchas cosas que ver, mucho para comprar, hay Cye no sabia a quien le había dado luz verde para gastar...

 

--Hola!! Aquí componen varitas?-- lanzo la pregunta mientras sus ojos se fijaban en una rara pluma, no tenia una todavía.

 

@@Sagitas Potter Blue

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Solté una risita divertida a Ariane, quien parecía atenta a algo del mostrador cuando sentí que se abría la puerta y un olor conocido me inundó de recuerdos bonitos. Elevé la mirada en busca de Cye, mi cuñada. Sólo cuando vi a quien entraba noté que el aroma, el aura, la sensación, no era totalmente ella. Quien entraba no era ella. Ni siquiera se le parecía. ¿Cómo podía haberme confundido? Bajé la mirada, algo avergonzada de haber errado en mi apreciación y volví la atención hacia Ariane.

 

La visitante parecía mirar con entusiasmo todo lo que exponíamos a la vista y la contemplé de nuevo. Sí, algo me recordaba a ella y, sin embargo, aquella figura era claramente diferente a mi cuñada. Los cabellos pelirrojos eran lo más notorio de que, por supuesto, no pertenecían a Cye. La curiosidad pudo más que mi prudencia y estoy segura que me pilló contemplándola cuando se giró para preguntar por varitas.

 

-- Un momento, Selene. Voy a atender a... -- Casi digo Cye, aún confundida que en el aura de la muchacha hubiera tanta similitud y, a la vez, tanta diferencia con la compradora.

 

Me acerqué a ella y, a medida que la veía más de cerca, pude comprobar que no era ella. No sé cómo pude equivocarme de esa manera.

 

-- Por supuesto que componemos varitas. Y vendemos. Y embellecemos. Y tenemos todo tipo de complementos para ellas.

 

Puse las dos manos en el mostrador en un intento de parar el gesto intuitivo de darle un abrazo. Aquello no era normal, nada normal. Así que suspiré y afirmé los nudillos en el cristal y le sonreí de la forma más cordial posible.

 

-- Soy Sagitas, una de las dueñas de la Tienda de varitas de Violeta Beauvais. ¿En qué puedo ayudarla?

 

Esperaba que fuera sólo algo de lo que se veía. La experta en hacer y deshacer con los componentes de las varitas era Anne y no quería molestarla, sobre todo porque notaba que cada vez que me veía tenía un grito a punto de estallar en su garganta y yo no estaba segura de qué había hecho para merecer su regañina. Supongo que por eso no entraba en la parte del almacén y el taller, para evitar encontrármela.

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De inmediato noto el cuchicheo entre dos personas, dos damas para ser exactas, allá en la zona del mostrador, ambas desconocidas para la Larsson, entonces la que estaba detrás del mostrador le respondió afirmando que efectivamente componían y embellecian varitas, además de venderlas, claro.

 

--Hola-- contesto y ante la cortesía de haber escuchado el nombre de la mujer que en realidad no le sonaba, ella hizo lo mismo sin dejar de ver la tonalidad violeta del cabello, al parecer ambas se examinaban, su prima Cye le había dicho en la carta que encontraría muchos cambios en este mundo, que aquí la magia no se escondía ni disfrazaba, que todos eran felices siendo quienes eran con sus similitudes y diferencias, con lo que ellos consideraban normalidades o con sus extravagancia, y que era hora de que ella ocupara el lugar que le correspondía y que a su padre se le había negado, gracias a la testarudez de su abuela y del propio Gilderoy Lockhart, ahora empezaba a comprobarlo a tan solo unas pocas horas de haber llegado.

 

--Soy Ela, Ela Karoline-- contesto sin saber si ofrecer su mano delicadamente enguantada o dejarlo solo en palabras, ¿que era lo correcto?

 

--He venido a ver si pueden hacer algo con esto-- dijo sacando de su bolso, una bolsita de terciopelo negra con filigranas plateadas, desató el cordón y extrajo dos trozos de madera, nogal rojo apenas unidos por algo que la bruja descubrió que era pluma de fénix.

 

--No se si fue bien hecha, pero es mía y quisiera recuperarla-- dijo con un mohin de chiquilla, mientras que sus ojos verdes brillaron como si un par de lágrimas fuesen a salir.

 

--Me ha dado problemas, no se si por su doble núcleo, pero la quiero exactamente igual-- estas ultimas palabras las dijo con tal firmeza que parecía que estuviera dando una orden y no encargando un reparación, a veces su temperamento Larsson salía a flote, aunque mayormente era el Lockhart el que figuraba. El caso es que el doble núcleo (pelo de centauro y pluma de fénix) junto con la madera estaban sobre la funda de terciopelo a la vista de la reparadora.

 

--Mi prima me recomendó ir a Ollivander, pero yo he decidido que aquí es mejor, ahora usted me dirá si pueden con el encargo-- obviamente Cye conocía la tienda de Selene y había acudido allí más de una vez, pero desconocía que Sagitas hubiese incursionado con otro negocio.

 

La miro directo a los ojos tamborileando los dedos sobre el mostrador a ambos lados de la funda y sin darse cuenta, mordía su labio inferior en un gesto que revelaba tensión, ansiedad y nerviosismo.

 

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Editado por Cye Lockhart
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Iba totalmente tapada de pies a cabeza. Se había levantado un viento que anunciaba cambios, aunque no supe interpretar si buenos o malos. Ansiaba poder dominar, por fin, la habilidad de la Videncia para poder entender qué era lo que veía. No era algo que pudiera controlar. Venían y se iban, sin más. Ante ello, lo mejor era hablar con la tía Sagitas porque ella estaba segura que me haría ver las variantes de mis sueños, pesadillas, visiones... Fue por ello que la buscaba aquel día y el viento parecía ir en mi contra, empujando mi cuerpo larguirucho, zaradeándolo sin dejarme llegar a destino. En la "Ojo Loco", Harpo me había dicho que la encontraría en la tiendas de varitas, por lo que al fin pude llegar al Callejón Diagon, donde el viento era muy fuerte pero no dominaba tanto como en el pueblo. Caminé con paso decidido. A aquellas horas no había casi nadie en el camino, sólo algún loco que se atrevía a desafiar el tiempo desapacible, como yo.

 

Llegué a tiempo de no congelarme a la puerta de la tienda; mirando por el cristal, vi moverse una mancha pelivioleta por el fondo de la tienda. Sonreí. ¡La había encontrado! Entré en una estampida y saltitos, feliz de ver a mi tía.

 

- ¡Sagis! ¿Crees que podría volver a la Orden...?

 

Dejé que mis pies tocaran el suelo cortando la frase de golpe. Nunca había aprendido a ser discreta. En aquel momento, había gente en la tienda de varitas. Una desconocida hablaba de su varita especial.

 

- ¿Doble núcleo? ¡Nunca había visto una así! Si alguien puede manipular varitas especiales sólo la encontrará en esta tienda. La tía Sagitas tiene a los mejores y experimentados hacedores de varitas. - Dirigí una mirada ansiosa a Sagis pues esperaba que ella me ayudara en aquella decisión que tenía que tomar. Sólo podía confiar en ella y en la tía Cye para hablar del tema pero a esta última no la encontraba.

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Supe al instante que la mujer era cortés pero que no se encontraba del todo en su medio. Parecía husmear la tienda como si desconociera todo en ella. Bueno, quiero decir que todo le parecía nuevo y me pregunté si había algo más en ser nueva en el pueblo. No parecía muy acostumbrada a tratar con gente como yo, con pelo violeta, es decir, extraña. No sé, estaba tan acostumbrada que todos supieran quién era Sagitas, para bien y para mal, que el desconocimientos total que leí en su cara me sorprendió.

 

-- Encantada de conocerla, señorita Ela Karoline -- le contesté al instante, sin saber bien si Karoline era segundo nombre o el apellido. Pero no iba a ser descortés y preguntárselo. Si seguí en el pueblo el tiempo suficiente, acabaría conociéndola. -- Bienvenida a la tienda. Su prima hizo bien en sugerirle nuestros servicios porque somos muy buenos arreglando varitas.

 

Lo había dicho muy rápido. Aquella varita era literalmente dos pedazos sólo unidos por algunos hilillos de una pluma en el mismo corazón de la madera. Me temía que un Reparo iba a ser insuficiente en esta situación. La puerta se abrió de golpe y el viento remoloneó entre las telas de los anaqueles. Había entrado Xell como un torbellino hablando demasiado y, sobre todo, de algo que no era el momento de dialogar.

 

-- Tenemos visita, muchachita. ¿Y tus modales? -- le dije, intentando que refrenara su lengua antes de que siguiera mencionando el bando. Porque estaba muy segura que estaba preguntándome si podría volver al Bando de la Orden del Fénix, algo que habría que discutirlo ante el calor del fuego de la chimenea en la mansión, sin que hubiera extraños presentes. -- Podrías haber cerrado la puerta.

 

Con una varita de las que estaban de exposición, hice un leve movimiento para que la puerta volviera a su sitio y ahuyentara al viento que parecía perseguir todos los cartelitos de los precios, que giraban con su fuerza y que, al cerrarse ésta, cayeron al suelo como si le faltara la magia que les mantenía vivos.

 

-- Mi sobrina Xell tiene razón, somos fabricantes de varitas y podemos arreglar cualquier varita. Pero no quiero impresionarle con nuestras hazañas y prometerle que la arreglaremos. Está bastante destrozada. ¿Qué puede haber pasado para romperla de esta manera? No, no quiero cuestionarla para nada ni hace falta que me conteste. Sólo es pura curiosidad. Yo he hecho mil barbaridades y aún no conseguir romper tanto la mía. Aunque yo tengo dos y claro, eso hace que no destroce tantas.

 

Tenía que llamar a Anne y no estaba segura de cómo me trataría. Últimamente estaba de uñas conmigo.

 

-- Que tenga doble núcleo es excepcional. Seguro que puede hacer magia maravillosa con ella. La mía es capaz de convocar ... -- iba a añadir lo del Doble Patronus pero conseguí acallarlo. No era algo que pudiera decir a la ligera delante de extraños. ¿Por qué me recordaba una y otra vez a Cye? -- ... magia muy desarrollada.

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Sintio que no se había equivocado al elegir aquel sitio, al ver el trato que recibia. La cantidad de cosas que pasaban a su alrededor y todas relacionadas con la magia, era para saltar de alegría o morirse de miedo, aunque para Ela era lo primero.

 

Antes que pueda seguir con la conversación la puerta se abrió de forma intempestiva dándole paso a una bruja de apariencia parecida a la de su prima aunque más joven, quién dejo entrar el aire helado con la misma rapidez con que ella caminaba y hablaba. Aún así, eso no impidió que la chica escuchará las palabras de la rubia y se preguntará a que iba a referirse si la pelivioleta no la hubiera interrumpido. Rio por lo bajo ante la sugerencia de la dependienta y luego cayeron de nuevo en el tema de la varita.

 

Las palabras de Xell confirmaron que era un negocio reputado y capaz, aunque la pregunta de cómo había llegado a ese estado de destrozo la varita hizo que la pelirroja carraspeara --Amm, cosas que pasan...-- dijo esquivando las miradas, por suerte el doble núcleo y su poderío fijo toda la atención.

 

--Ah si, hace cosas maravillosas en verdad-- expreso con todo orgullo, ese había sido un regalo de su abuela que le habían entregado antes de cambiar de plano, de allí el desastre, aunque había estado practicando mucho, hasta hacerse la bruja que era actualmente, (no una eminencia pues tenia mucho que aprender y se seguía sorprendiendo día con día) pero si decente con cierta habilidad o talento natural para la magia.

 

--¿Cuando estará lista? como comprenderá no puedo andar sin ella, podría recibir un ataque de esos...---- se llevó una mano a la boca, casi hablo de más y menciona los mortifagos sin saber si estaba entre ellos ahora mismo. --Quise decir sufrir un accidente-- volvió a carraspeara y pregunto observando la reacción de ambas mediante cualquier gesto en sus caras --Mi prima dice que la guerra ha recrudecido los ataques a las familias y propiedades y su castillo no ha sido la excepción. No sé cómo lo maneja-- movió la cabeza en gesto negativo y se sonrojo pues sus palabras demostraban lo nueva que era en el pueblo y con todos aquellos asuntos.

 

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Noté enseguida que la desconocida tampoco parecía querer abrirse ante nosotras. Algo muy normal, por cierto, puesto que yo misma no iba a mencionar cosas que a extraños no le interesaba. Sin embargo.... Sin... embargo... Algo me atraía de ella, algo que me recordaba demasiado a la paz, tranquilidad, sosiego... Pero era una desconocida y eso sólo lo inspiraba mi familia, mis hermanas sacerdotisas, y a esta muchacha no la conocía de nada.

 

-- Sí... Son cosas que pasan...

 

Era algo en lo que no iba a indagar (¿seguro, Sagitas? Dicen que la Curiosidad mató al... a la payasa, seguro que acabaría indagando más sobre esa persona y su singular varita) y volví a mirar aquellos desperfectos. Por un momento, pensé en llamar a Anne para preguntarle, como la verdadera experta del negocio pero después recordé su acritud en nuestra última conversación y su malestar así que preferí dejarlo para otro momento mejor. Enarqué una ceja ante su frase a medio acabar. Por un momento, noté que ella misma titubeaba y cambiaba el final para no mencionar algo. Fruncí levemente el ceño y asentí.

 

-- La entiendo... Por desgracia, esos "accidentes" son más comunes de lo que nos parece, más estando en guerra. Pero los rumores dicen que pronto acabará. Ojalá sea así.

 

Pero ella no se refería a eso. Su siguiente frase me dejó entrever que, claramente, se refería a los bandos. Intenté no reflejar la comprensión en mi cara antes de seguir hablando, de forma muy cautelosa.

 

-- La guerra es causa de muchos males. Esperemos por la Luz que los magos pronto vuelvan a sus cabales. -- Le sonreí abiertamente aunque seguro que Xell se daría cuenta que era un gesto ensayado de payasa acostumbrada a tratar con la gente. Aquella referencia de la Luz, si me pedían explicaciones, podría claramente relacionarla con mi Sacerdocio pero, si ella entendía, notaría que estaba hablando con un miembro de la Orden del Fénix. Miré por tercera vez la varita con ojos críticos. -- Supongo que estos destrozos requerirán un tiempo más alto de lo habitual pero es porque garantizamos que el resultado será el deseado y porque todo el proceso es manual, nada de automatismos como se dan en países más... avanzados. Sin embargo, atendiendo a los usuarios y sus necesidades, tenemos varitas de sustitución para que puedan hacer magia ordinaria hasta la devolución de la propia.

 

Mi sonrisa floreció un poco más.

 

-- ¿Y quién es su prima, a propósito...?

 

Ya estaba hecho... Sagitas empezaba a investigar sobre su presa.

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