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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Apenas noté el desconcierto de mi hija al verme allá, en la tienda, atendiéndola. Supongo que no sabría que era una de las dueñas de la tienda pero, en aquel momento, no era algo en lo que pensar. Sólo tenía ojos para aquella varita y para apaciguar el frío que me había alcanzado el alma cuando recordé la última vez que la había visto:

Acariciaba el pelo negro de mi compañero, le besaba en el torso y le dejaba la marcas de mis labios en el cuello. Era feliz. Ocupábamos la estrecha litera de mi carromato del Circo y, prácticamente, estábamos el uno encima del otro. Le volví a besar y me levanté. El aseo fue rápido y, cuando salí del baño, me recogí el pelo en una cola de caballo. Me maquillé para la sesión que estaría a punto de empezar.

 

-- Tengo que salir. Soy la Maestra de Ceremonias -- susurré, apenada, puesto que tenía que abandonar a mi amante y futuro marido en aquel camastro. -- ¿Me esperarás? Seguiremos donde lo hemos dejado... -- Reseguí una de mis marcas de pintalabios y le volví a besar, esta vez en aquello turgentes labios que me tenían enamorada.

 

Infeliz de mí, iba tan absorta en el recuerdo de sus manos y de su cuerpo junto al mío, sintiendo el calor aún retozando entre los pliegues de mi piel, que entré a la carpa sin darme cuenta del silencio. En el alto de la nave central, un Morsmordre lucía, altivo. En el suelo, algunos de los miembros del Staff habían caído. En la arena, varios miembros enmascarados anunciaban un ataque a mi negocio. Les miré de frente, no por altivez sino porque me habían pillado desprevenida. En mi pelo, donde solía llevar la varita, sólo estaba el sombrerito de lentejuelas. Eran dos y pronto se sumó un tercero, con manchas de pintalabios en el cuello y una sonrisa sardónica. Eran mortífagos. Me habían descubierto y, ahora, iba a pagarlo... Sentí decepción ante la figura masculina que alzaba su varita y lanzaba un hechizo contra mi pecho, más que miedo. Era el fin de una relación que, hasta ese momento, había sido maravillosa.

-- ¡Cruciatus!

 

 

Gemí un poco al recordar todo aquello... Me puse la mano en el pecho y elevé un poco la barbilla. Tragué saliva y jadeé un poco al respirar, antes de fijarme, por fin, en el rostro de mi hija. Era de su padre. Era normal que quisiera conservarla...

 

-- Las varitas se agrietan si llevan mucho tiempo sin usarse. Tienes que lanzar algún hechizo simple con ella o, sencillamente, se pudren por dentro.

 

(Como el alma de quien la usó contra mí, que el Infierno le haya acogido)

 

Intenté que no se reflejara para nada mis pensamientos. Activé de forma inconsciente todos mis escudos y practiqué la Oclumancia para no dejar que nadie accediera a aquellos dolorosos recuerdos. No podía culparla a ella. Era su padre, le quería, sollozó mucho ante su muerte y... ¿Qué pensaría si supiera que yo le había matado y que le había robado la varita, la misma que guardé en una cajita de madera para conservarla como un recuerdo maligno y que, en su momento, le regalé, incapaz de soportar más el lamento de aquella simple madera? Dicen que las varitas no tienen alma. Se confunden. Los humanos con secretos oscuros no tenemos almas. Aquella varita lloraba cada día la muerte de su dueño. Por eso me deshice de ella.

 

-- Sí. Tiene solución sólo que ... -- Me daba miedo cogerla con las manos desnudas, como si fuera capaz de transmitirme aún el dolor que había sentido con ella. -- Espera que voy a por guantes de dragón...

 

Me temblaba la mandíbula mientras me giraba y buscaba en un cajoncito a mis espaldas. Podría haber hecho un Accio pero necesitaba darle la espalda para que no viera que cerraba los ojos y jadeaba, abrumada por los recuerdos.

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-¡Pero si la uso todo el tiempo! - le dije a mi madre tratando de no fijarme en las reacciones que su rostro trataba de ocultar, sabia que todo lo que tuviera que ver con mi padre le creaba una desazón a ella, la hacían muy vulnerable y no sabia si era porque odiaba recordar o porque recordaba el daño que le había hecho, aun así traté de no tomármelo a titulo personal, lo bueno era que tenia solución, lo malo es que al parecer mi madre no quería tomarlo con sus manos, fruncí el ceño y la miré como con parsimonia me daba la espalda, trataba de recomponerse y buscaba un par de guantes.

 

Pasé los dedos por la grieta y seguí su extensión hacia el mango del dragón que le había adicionado, fruncí el ceño y no pude evitar que una lagrima se me escapara, esa varita tenia mucha historia que no conocía, pero había sido una buena varita, una muy leal, limpié la lagrima con una mano y traté de recomponerme:

 

-¿Seguro que tiene solución? ¿No es mas fácil cambiarla? - sentí las lagrimas correr de nuevo y pase mis manos por la cara tratando de limpiarlas - Tal vez también debería dejar descansar a la varita de mi padre, conseguir una para mi... no debo seguir aferrándome a los muertos ¿verdad?

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Me giré con una rabia que no conseguí disimular. Mis manos vestían unos lindos guantes de dragón cosidos a mano, retocados de forma artesanal para adaptarse a los dedos de quien los usara, con unas lindas florituras grabada en el cuero en la zona del dorso, con unos dibujitos indomables que se movían articulando unas líneas muy estilizadas de lo que tenía que ser un dragón en vuelo.

 

-- ¡Claro que es más fácil tirarla! Aquí encontrarás mil modelos mucho más prácticos que esa inútil varita.

 

Supe al instante que mi reacción le iba a hacer daño pero ya estaba dicho. Así que refrené mi boca y apreté la mandíbula para evitar seguir diciendo barbaridades que mi alma necesitaba pero que herirían aún más a mi hija. No podía permitírmelo. Así que suavicé la respiración hasta que encontré un ritmo más o menos aceptable antes de proseguir. Mi voz sonó mucho más suave.

 

-- No debiste usarla. Las varitas tienen un dueño a quien servir, ellas las eligen y, aunque te sientas ligada emocionalmente a ella, no te pertenece. Le... perteneció a otro y le será fiel para siempre.

 

Estaba de acuerdo, no debía aferrarse más a aquellos artilugios de su padre que le traían unos recuerdos dañinos, que a mí me herían. ¿Pero quién era yo para decirle eso cuando había sido quien la había privado de él, de su presencia, de su cariño, si es que alguna vez lo tuvo por encima de su ego masculino?

 

-- Tiene arreglo sólo que no estoy segura de si merece la pena. Tal vez el destino correcto de la varita sea descansar con él en... -- ¿su tumba? -- En la Ojo Loco. Podemos ponerle un hermoso estuche donde descansar por el resto de sus días. Tú te mereces una varita llena de vida, eres una gran mujer y seguro que encontramos por aquí una varita con luz propia, sin estar siempre subyugada por la magia de tu... padre.

 

Alargué las manos para tocarla y ver más de cerca el alcance de lo dañado pero, apenas a un milímetro de la madera, sentí la vibración odiosa de un vibrante Cruciatus que parecía estar allá para atormentarme. ¡Dioses, qué difícil era hablar con ella de todo esto! Y encima delante de testigos que, seguro, no se habían perdido nada de nuestra conversación.

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La mañana se desliza cálida no por el clima sino por brujas y magos que utilizan su día para expresar sus sentimientos y encargarse de disfrutar su día, un día bastante divertido: Halloween

 

La mayoría a esperado ansioso este día con gran ansia, ¡Tantas cosas por hacer! fiestas, disfrazarse, embromar a los amigos, planear sustos de muerte y la gran celebración de la comunidad mágica.

 

El halcón peregrino lleva varios carteles, todos ellos tiene la encomienda de entregar a los locales que esten cercanos y el ave desea terminar para ir después a cazar el almuerzo.

 

Ve como los niños son los más alegres y se nota el espiritu que ronda por todos lados, no tiene que esforzarse tanto, solo ve la oportunidad de acercarse a la puerta y sin más deja caer aquel cartel y logrado su objetivo, el halcón se aleja para ir al siguiente local mientral ahí queda uno en el suelo de la entrada...

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Off rol- ¡Hola! los galeones serán por medio de post

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¡Gracias a los Dioses que nos trajeron una distracción! Justo cuando me estaba forzando a tocar la varita de Reiven a pesar de llevar los guantes puestos, un ave pasó por delante de nuestro escaparate y dejó caer algo. Sonreí y grité a pleno pulmón:

 

-- ¡¡Yo lo cojo!!

 

Di un salto y me alejé del peligro que suponía tener aquella varita cerca. Salí al exterior y tomé el cartelito. El ave (¿era un halcón? Volaba tan rápido que apenas se veía ya.

 

Era un anuncio de un concurso de escaparates. No sabía si era bueno o no pero, la verdad, ahora mismo sólo me interesaba tener una excusa para alejarme unos instantes de aquella maldita varita.

 

-- ¡Eh, chicas! Que ha llegado una invitación para un concurso de escaparates, con premio en galeones, imaginaros... ¿Queréis mirarlo, para ver si podemos participar? Parece interesante. Os lo dejo por... encima de esta estantería... para que le echéis un vistazo.

 

Hablaba más que nada para tardar lo más posible ante Perenela pero, claro, no puedo alargarlo eternamente, así que, al fin, llegué delante de ella y le sonreí.

 

-- ¿Por dónde íbamos, querida?

 

Sí, lo sé, un poco cínica a veces sí que lo soy...

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Quería replicar, de verdad quería hacerlo, estar unida a esa varita era casi como estar unida al recuerdo de Reiven y no sabia si estaba totalmente preparada para dejarlo ir, pero al parecer su magia, su varita estaba preparada para no seguirme siendo fiel, llore. Mas que por las duras palabras de mi madre ( que lo fueron, me hirieron pero entendía sus razones) llore porque a pesar de tantos años no quería, no me sentía preparada para soltarle. Trate de imaginar la varita de mi padre en un estuche o una vitrina exhibida en alguna de las repisas de la mansión y se me encogió el corazón porque sabia que no era lo correcto.

 

Estaba a punto de detener a mi madre de tocar la varita cuando salto a buscar la correspondencia que había llegado para el negocio, sentí el alivio de mi madre y trate de no tomármelo a titulo personal pero aun así sentí el orgullo herido, respire profundo y la vi como con un excesivo entusiasmo empezó a hablar del concurso al que le habían invitado a la tienda, me frote las sienes cuando regreso conmigo, la mire a los ojos y extendí una mano hacia la varita y la empuñe con fuerza mientras miraba ferozmente a mi madre, apunte la varita hacia ella y...

 

...Rompì la varita en dos, desencaje el mango quedando con el adorno del dragón en la mano y sentí que se me nublo la vista:

 

-Creo que voy a necesitar una varita nueva.

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  • 4 semanas más tarde...

Intentaba mantenerme fría en aquella situación que se me había ido de las manos, para no recordar todo lo sucedido aquel día con Reiven. Sin embargo, cuando vi que la reacción de Perenela fue llorar, me sentí la peor persona del mundo. No solía ser tan dura; pensaba de mí misma que era una buena ciudadana y que mi trabajo con el pueblo buscaba mejorar su vida en el mismo. Ahora, al ver llorar a Perenela, me cuestioné qué tan buena era y si, en realidad, no era la persona más egoísta del mundo mágico.

 

Tragué saliva, sin saber cómo reaccionar ante el gesto de mi hijo. Mientras yo hablaba con mis socias sobre aquel concurso de escaparates, ella parecía haberse roto por dentro y, cuando me acerqué a ella, empuñó la varita y me amenazó con ella. Me quedé paralizada. Por un momento, pensé que alguien me había lanzado un hechizo que me impedía mover ni un músculo pero no, era el miedo que se había atenazado a mí. No miedo a morir. No miedo al ataque. Miedo por Perenela, a quien parecía haberle afectado lo que le había contado de su padre.

 

Maldito Reiven... Ni muerto podía dejar vivir a sus seres queridos...

 

Permanecí así, manteniendo la mirada con mi hija, esperando su siguiente jugada. Después, ella rompió la varita. Los pedazos de la madera sisearon levemente como si un maldito resquicio de maldad hubiera permanecido vivo en su interior hasta ese momento. Después, cayeron sobre el mostrador. Pere aún así el mango. Odié, como había odiado antes, aquel maldito mango tallado con la forma de un dragón.

 

-- Sí, cielo... Necesitas una nueva varita... ¿Quieres... sentarte mientras buscamos la más adecuada para tu mano? -- le dije, saliendo de detrás del mostrador y acercándome a ella. Necesitaba un abrazo. Y me refiero a mí. A ella también, por supuesto. Ambas necesitábamos recordar que éramos lo único que teníamos enfrente a aquel maldito recuerdo de su padre, mi casi marido.

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Sentí los churrones del maquillaje mientras lloraba, odiaba llorar, odiaba la debilidad que demostraba pero no podía dejar de llorar, no podía parar el sentimiento de que estaba desprendiéndome de mi padre, de nuevo, de que estaba siendo egoísta, de que estaba siendo tonta... Me sentía despreciable, era despreciable. Mi madre se alejo del mostrador yendo a buscar las varitas, no escuche mucho de lo que dijo, trate de serenarme mientras ella no estaba por lo que busque un pañuelo de dentro de mi obi y trate de limpiarme el maquillaje de la cara para no parecer un panda.

 

Tome respiraciones profundas tratando de recuperar el control. volví a pasar las manos por los churretes que deberían de haber debajo de mis ojos y me quede mirando el mango de la varita, conservaría el mango sobretodo porque seguiría usando la varita como adorno del cabello, espere a que mi madre regresara:

 

-Lo odio, pero duele...

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No pareció gustarle el abrazo aunque supongo que, más bien, era una reacción adversa al hecho de que no le gustaba llorar en público y, en aquel amplio vestíbulo de la tienda, había gente que podía verla, muchas de ellas eran familia y, además, estaban las socias del negocio que iban a lo suyo pero que, si se giraban, podrían ver que no era su mejor momento. Menos mal que parecía que estábamos solas y nadie dijo nada.

 

-- Voy a por varitas...

 

No es que fuera una experta. Pero sí tenía un don para notar la magia remanente en la fabricación de las mismas, intenté encontrar alguna que enlazase con el aura de mi hija. Era difícil, el estado de ánimo de ella no ayudaba a elegir el tipo de varita que le podría ir bien. Terminé eligiendo cuatro cajitas y las puse en los brazos, mientras me decidía por una quinta en la parte más alta. Cuando me giré hacia ella, se me calló el alma al ver aquel maquillaje demacrado que caía a chorretones por sus mejillas. Suspiré, sin saber qué decir, y acabé por decir lo más inapropiado, como siempre.

 

-- Deberías usar maquillaje de calidad para evitar esas manchas en la cara. Algunas no se van, ¿sabes?

 

¡Boba, lerda, soy una mala madre! ¿Por qué no era capaz de decirle que la quería y que no pasaba nada porque lloraba, que era bueno soltar las lágrimas y que se desahogara, que era mejor llorar que dejar que hiciera daño por dentro. Suspiré y me odié. Dejé las cajitas en el mostrador y me tomé mi tiempo en alinear las cajitas sobre él de forma simétrica, para evitar mirarla a la cara y ver el despecho que sentía por una madre con tal mal corazón con ella.

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Hacía tiempo que no pasaba por ahí, en realidad, desde que había abierto. No sabía si ese negocio continuaba con su función o había cerrado, cómo muchos otros al cabo de un tiempo y por falta de clientes. Yo tenía muy claro lo que quería, no eran varitas, precisamente. Recordaba la conversación de mi suegra en la que también tenían complementos para usarlas, y a pesar de que había hecho un encargo, al final, no había tenido noticias de ello... y ahí volvía otra vez. Y a pesar de que, Ollivanders era el mejor fabricante de varitas no dudaba en que esas brujas (en las que se incluía a mi suegra) también cosecharían un buen éxito en la fabricación y en la propia venta de ese tipo de mercancía...

 

Vestida con un traje pantalón chaqueta, camiseta blanca y botas de caña alta y con el pelo recogido con una cola de caballo alta, me aparecí a unos metros calle abajo del local. Guardé la varita tras la aparición y comprobé que tenía el monedero de piel de moke, en dónde, además de mis objetos mágicos, también tenía un monedero de cuero más sencillo, para guardar los galeones que había conseguido sacar ese día (con amenazas sobre todo) del banco Gringotts. Suspiré, y a pesar de que el día era soleado, había sentido un poco de frío...

 

A través del escaparate vi a mi tía y luego a mi cuñada. Enarqué una ceja. ¿Qué demonios hacía Perenela comprándose una varita? Me sorprendió porque tenía conocimiento de que ya poseía una. Negué con la cabeza y sin más preocupación abrí la puerta del establecimiento...

 

- Em, hola, espero no interrumpir -les dije a ambas mujeres, a la hermana de mi marido @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue y también a mi suegra @

 

- Yo venía a hacer un encargo, pero puedo volver más tarde... - miré a Sagitas que tenía varias cajas, aunque Perenela todavía no se había movido del sitio. No sabía si me había escuchado o estaba pendiente de otras cosas- y no quiero molestar tampoco, si estáis hablando de algo más privado -les dije a las dos y esperaba, sencillamente que no me hicieran volar fuera con algún potente hechizo.

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