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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Terminó de guardar el último frasco en una estantería que parecía a punto de caerse. Probablemente el único motivo por el que se mantenía en pie era porque Beltis la había hechizado cuando habían empezado a colocar botes en él, en fila y con etiquetas donde ponía qué contenía cada uno. En concreto, el que acababa de colocar Anne tenía restos de una sangre oscura y más viscosa de lo habitual en cuyo frasco no escribió ningún nombre. No lo necesitaba pues, si todo iba bien, aquel frasco solo pasaría allí un par de días hasta que llegara el transportista para sacarlo del país. Había algunos negocios complicado pero de lo más beneficiosos para su bolsillo...

 

Imaginó la cara de Beltis cuando le contara un poco de aquel trabajito. Seguro que se molestaba por no haberla hecho partícipe pero... ¿qué culpa tenía ella de llevar tanto tiempo sin verla? Así se lo diría, a pesar del respeto que le tenía. O quizás inventara alguna excusa.

 

Salió de aquel almacén secreto con cuidado para no encontrarse a nadie. Una de sus socias no sabía nada de aquel rincón. Sagitas era... muy distinta a su hija y a Beltis. Y a ella misma, claro. De hecho tenían una charla pendiente desde hacía meses.

 

Bueno, realmente tenemos dos. Porque lo del año pasado no me lo voy a callar ni un minuto más.

 

Soltó aquellas palabras sin pensar, mientras camuflaba la entrada del almacén privado. Se calló y escuchó; sí, le pareció escuchar la voz de la Potter Blue.

 

¡¡Sagitas!! ¡Necesito hablar contigo! ¡Te espero arriba! —vociferó sin ningún tipo de contemplación ni educación. Quizás estuviera atendiendo a algún cliente... bueno, que volviera más tarde. Tenían asuntos que atender.

 

Cuando llegó arriba, tomó un pedazo de pergamino y escribió una breve nota.

 

 

 

"Te espero en la tienda "Las herederas de Violetta Beauvais". Tenemos un asunto urgente que tratar, Jeremy. Te agradecería que no me hicieras esperar.

 

Tuya,

A.G."

 

Había pensado no firmarla, o incluso mostrarse más a la defensiva. Pero, por otra parte, podía tratarse de un malentendido y no quería enemistarse con su novio por una bobada. Pero de ser cierto... La simple idea le causó un escalofrío, no podía ni imaginarlo. ¿Qué podían tener en común su Jeremy con su Sagitas? Frunció el ceño: aquello había que arreglarlo cuanto antes, o al final correría la sangre.

 

 

 

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Estaba deprimida, ¿para qué negarlo? No atravesaba buenos momentos y me apetecía invertir mi mente en temas profanos que impidieran a mis pensamientos moverse libremente. Así, lo mejor era mantenerme ocupada para no pensar. Aún así, no podía evitar recordar que, hacía poco, le había dicho a Heliké que volviera unos días más tarde y que podríamos atenderla, porque en aquel momento el negocio estaba semi-cerrado por las vacaciones. Le prometí a Heliké que le haría un enorme descuento por la espera (aunque esperaba que Anne no se enterara o me iba a dar pál pelo).

 

Ahora, a punto para atender más gente, había sucedido algo que me había minado tanto por dentro que busqué la tranquilidad de la experimentación y fabricación de varitas en la soledad del Atelier de la tienda de varitas. Porque estaba sola, o eso creía, aunque sentía ciertos ruiditos perturbadores que sabía provenían de las maderas viejas de la antigua edificación en la que habíamos abierto la tienda, o tuberías afectadas por el frío exterior.

 

Por ello, cuando sentí el grito de Anne. La madera de sándalo en la que estaba trabajando se resbaló de mi mano y el punzón con el que grababa una serie de muescas me atravesó el dedo gordo de la mano derecha.

 

-- ¡Demonios desdentados! -- gemí - ¿Cómo se enteró de las Rebajas?

 

Si algo le afecta a mi amiga es que ofrezca descuentos en los productos. Me encogí un poco sobre mí misma, bufé, me dije que me iba a mantener firme y que no iba a dar mi brazo a torcer; después bajé las orejas e intenté salir de la situación de la mejor manera posible. Me quité el mandíl de cuero que dejé de cualquier manera sobre el punzón y la varita semi acabada, y caminé hacia la parte alta en la que me citaba. Toqué con suavidad y entré sin esperar su autorización. Al fin y al cabo, el local era tan mío como suyo, ¿no?

 

-- Ay, Anne, si sigues gritando así te dolerán las amigdalas. ¿Pasó algo...? Esto... ¿Algún problema con un proveedor de cera abrillantadora?

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Hacía tiempo que no me pasaba por ese negocio y además de necesitar unos guantes nuevos para duelos, quería revisar la varita... Ya tenía varios años de uso pero tampoco estaba mal una revisión y hacer una compra pendiente, que tenía en ese negocio (?). Llevaba una de las varitas en una mano mientras la otra, la llevaba en el monedero de piel de moke que tenía guardado en el bolsillo, con galeones y demás cachivaches.

 

No sabía qué hora era en cuánto llegué al callejón Diagón. Miré a ambos lados y subí por la calle adoquinada. Todavía estaba enlutada, con mi traje pantalón chaqueta, camiseta y botas de piel de dragón. Revisé con la mirada, antes de volver a mirar al frente. Aunque esperaba encontrarme a mi suegra Sagitas, no tenía ni idea de, si realmente estaría en la tienda, ella o alguna de las dueñas.

 

En cuánto llegué al local entré en el interior adentrándome al lugar cómo si fuese una vieja biblioteca. Sentía los aromas de Sagitas y de Anne. El aroma era persistente con lo cuál, estaban dentro del local aunque, previsiblemente en otra estancia. El sol aún iluminaba dentro del sitio en dónde me encontraba y aún sin clientes... o eso me parecía...

 

- ¿Hola? ¿Hay alguien? -pregunté en voz alta. ¿Me escucharían si estaban atentas?

 

Y mientras esperaba saqué un cigarrillo inocuo. Lo encendí con la varita y mientras esperaba revisaba con mi mirada el interior del local...

 

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El vampiro estaba descansando en su habitación. Muchos preguntaran ¿Alguna vez trabaja ese hombre? Pero si, lo hacía en algunas ocasiones y no, no estaba detrás de la fortuna Gaunt, aunque no lo pareciera Malditos chismosos estaba muy enamorado de su futura esposa. Tanto que estaba por presentarla oficialmente a su familia. “¿Qué? Pero si ella los conocía antes que él mismo los conociera.

 

Acallando esas voces malas que solo buscaban meter puya. El vampiro intentó perderse en el sueño atp que estaba formulando su cerebro. Pero no lo consiguió. Una explosión en las afueras del castillo le hizo temer por su seguridad. Las paredes temblaron y la cama dio una sacudida, lo bastante fuerte, para tirarlo al suelo.

 

-¡Maldición! –Gritó mientras se ponía de pie con todo el mal humor posible. Se puso un pantalón deportivo negro y la camiseta bordo del West Ham. Para luego salir caminando a ver que era todo el barullo que hacía retumbar el Castillo Triviani.

 

¿Sería que su madre había por fin matado a la Delacour, novia de su hija Zoella? Nada podría poner más feliz a Jeremy. Pero no. El estallido venía desde afuera. Pensando que Matthew estaba haciendo estallar Chuck una vez más, como era su afición, se dirigió hasta allí. Se encontró parado en el medio del jardín con un gran agujero frente a él. ¿Qué pasó ahí? Miró instintivamente al cielo a ver si había caído un meteorito, mientras su mano buscaba la varita dentro del pantalón. No, no esa varita, la de verdad que estaba en el bolsillo y era de madera. D: xD

 

Era muy típico de la suerte Askar que eso ocurriera. Sin embargo el cielo estaba despejado sin rastro de nada raro. Un ruido lo hice darse vuelta al instante gritando: -¡Pretificus Totalus! – El rayo celeste salió de su varita e impacto en el pecho de Rambaldo. Su tonto elfo doméstico. Quien se cayó al suelo, quedando duro, muerto de miedo.

 

El mago se acercó con fastidio. Solo le interesaba saber qué cosa había provocado un boquete tan grande en el jardín, pero ahí estaba mirando al maldito elfo desvanecido y con un pergamino en su manita. Se lo quitó y casi lo rompe en mil pedazos, hasta que vio que llevaba un sello muy conocido. Temiendo el contenido del mensaje lo abrió sin demora. Sus ojos se detuvieron unos segundo de más en dos palabras. No, no eran en “Tuya A.G.” sino en “Asuntos urgentes” Acaso podía ser que…

 

Negó con la cabeza. No. No podía ser padre otra vez. Siempre eran cuidadosos. Bueno, no siempre tenía que reconocer, pero es que no era la noticia indicada y tampoco el momento. ¿Un Askar Gaunt? ¿Triviani Gaunt? ¿Equis? ¿Tendría el pelo rosa como Mery? Desapareció de los jardines del castillo en lo que uno tarda en pestañear. Así como estaba. Descalzo y en ropa deportiva, desaliñado y con miles de dudas rondando por su mente.

 

Al ingresar al negocio de varitas, noto que no había nadie detrás del mostrador. Si hasta parecía estar cerrado aún. Alguien había olvidado la puerta abierta. Descarto el olvido cuando se dio cuenta que seguro estaba así para que pudiera pasar sin problemas. Ahora lo que debía preocuparle es que Anne no estaba a la vista.

 

-¿Hola? ¿¡Alguien en... casa!? -Gritó muy alto para ser oído hasta en los negocios vecinos - ¡Anne cariño! ¡Ya llegue!

 

Tardo solo un segundo en darse cuenta que no estaba tan solo como creía al principio. Helike estaba allí, su ex compañera de accidentes. El humo de su cigarrillo hacia espirales en el aire y contaminaba el oxigeno. ¿Seria peligroso para el bebé? Se acerco a la vampira.

 

-Hola, Helike. ¿Como estas? -Le preguntó antes de ir al grano - ¿Podrías apagar el cigarrillo? Es que el humo le hará mal a Anne, y ella esta...- No, no podía decirlo a todos antes de confirmar sus sospechas - Con nauseas.

 

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Editado por Jeremy Askar Triviani

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Una voz me sobresaltó y justo cuando le daba una calada. Eso hizo que tosiese y tras boquear un poco más, bufé.

 

- ¡Hay que avisar antes de entrar! -protesté...

 

- ¡Jeremy! -sonreí con alegría al verlo - estaba tan distraída que ni cuenta me di de que habías llegado... -aunque sí bien absorta debía estar, porque había "escuchado un cariño".

 

- Me alegra verte... ¿ésto? - le dije al mago poniendo en vertical el cigarro - no te preocupes que no es de los normales. Es totalmente inocuo sino, no tendría sentido que yo lo fumara - y puse una mano en la tripa y alcé las cejas, suponiendo que comprendiera ese gesto.

 

Sonreí burlonamente...

 

- Ya, náuseas, últimamente las brujas en el pueblo estamos así, ¿no? -negué con la cabeza y casi casi, estaba segura de que mi antiguo compañero, se le escapa lo de "embarazo" - no sabía que salías con Anne... Yo he venido aquí porque mi suegra también lo regenta... Podría ir a Ollivanders pero estaba cerrado -elevé mis hombros y tras darle una última calada, lo hice desaparecer con la varita... Sólo quedaba el aroma, uno a afrutado.

 

- ¿Cómo te va, después de lo de Accidentes? Ya sabes que si necesitas cualquier cosa, yo, como jefa, no dudes en contactar conmigo -le dije, guiñándole un ojo- y llevo esperando un buen rato aquí. Sé que mi suegra está por su aroma. Es decir, ya sabes que los aromas de cada uno son cómo la huella dactilar -lo miré a los ojos, sonriéndole - por eso supe que tú eras uno de los nuestros... y, ¿no será peligroso para ti? Lo digo, porque sé que una de las dueñas es licántropa... si algún día se transforma, avísame - elevé mis ojos - más que nada para evitar males mayores en el otro lado...

 

@ (no sabía que habías cambiado de apellido, brrr sino llego a ir a tu ficha, ni cuenta me di de que fuiste Barton xDD ¡sorry!)

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  • 2 semanas más tarde...

- ¡Esa caja no va ahí, inútil! -gruñó la Gaunt a un elfo que dejaba una caja de pociones marroquí en la zona equivocada.

 

Llevaba sin pasar por el local sin exagerar tres meses pero desde que había pensado comenzar a vender una serie de pociones y licores extranjeros había que tenido que ir de nuevo hasta marruecos para ver que frascos podía traer para ver si funcionaban. Así que abriendo la puerta trasera una fila de tres duendes soltaban ya las cajas apiladas para así no volver a recibir más gritos de la pelirrosa, ella tenía manos para colocarlo como quisiera.

 

Colocaba los frascos de las pociones en las estanterías vacías que había allí y que, con anterioridad había hecho limpiar a sus elfos. Los licores extraños los colocaba en la parte de abajo de cada estantería debido a ser el trozo con más espacio en cuanto a altura se trataba.

 

Miró a una pequeña esquina y suspiró mientras se acercaba hasta allí.

 

- ¿Qué te ha pasado, Isabella? -susurró mientras alzaba la cabeza de una inconsciente y amordazada antigua amiga suya. Todo había comenzado cuando Mery caminaba con la cabeza agachada hacia el callejón donde se encontraba la parte de atrás del negocio y alguien sin previo aviso se agarraba a su espalda y le tiraba de los pelos, y aunque solo tuvo que golpear la cabeza de la mujer contra la pared, le sorprendió ver como su amiga la atacaba así.

 

Caminó hasta las escaleras que subían hasta el almacén, en el cual llegó con toda la cautela posible por si se encontraba a su madre, y confirmando que ahí no había nadie, llegó hasta la puerta que daba hasta el mostrador principal. Asomó su cabeza con disimulo y se puso completamente blanca, más de lo que ya era, Heliké y Jeremy se encontraban charlando tranquilamente. Escondió rápidamente la cabeza tras la cortina y corrió hasta el almacén, donde comenzó a pisotear en el suelo como si bailara flamenco hasta que encontró la baldosa que abría el pasadizo, y luego corrió escaleras abajo hasta llegar de nuevo hasta el sótano.

 

- No puede una trabajar tranquila -dijo con falta de aire mientras arrastraba su espalda por la pared hasta quedarse sentada en el suelo y apoyar su cabeza entre las rodillas.

 

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  • 1 mes más tarde...

Estaba completamente desquiciada, incluso más que de costumbre. Veía siguiendo a aquella mujer desde hacía ya media hora, ocultándose entre los pasillos y evitando taconear más de lo necesario. ¿Por qué lo hacía? Ni ella lo sabía. Solo le bastó una simple corazonada para intentar atacarla, pero había sido demasiado est****a como para pensar en que la bruja no era tan inocente como se veía.

 

 

Un chillido salió desde lo más profundo de su ser, tomó un impulso de más o menos cinco metros y saltó sobre la espalda de su víctima. Su instinto no le iba fallar del todo esta vez, conocía a la bruja y podía estar involucrada con la muerte de toda su familia e incluso con la destrucción de su hogar. Esta vez no se iba a salir con la suya, no iba a volver a morir en sus manos.

Aquella mujer, de complexión delgada había resultado más fuerte de o que había podido imaginar. No la había derribado, el peso de su cuerpo había logrado que se tambaleara hacia adelante, pero al mismo tiempo, había tomado el impulso necesario para azotarla contra una pared más cercana.

El mareo le provocaba nauseas, intentó llevarse una de sus manos a la cabeza pero fracasó.


Un líquido caliente se deslizaba desde la parte posterior de su cabeza, acompañado de un dolor punzante que no le permitía siquiera abrir los ojos. Sentía la boca seca, pasó su lengua por sus labios agrietados y soltó un leve quejido. Se sentía atada y tenía las piernas flexionadas en su pecho, con la cabeza agachada y apoyada sobre los huesos de sus rodillas.


No estaba sola, podía percibir la presencia de otra persona en aquella habitación, no tenía miedo, en absoluto. — ¿Dónde estoy? — Parpadeó un par de veces intentando enfocar la vista en algún lugar.



@@Mery Gaunt Karkarov

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Regrese a la tienda de varitas donde mi madre trabajaba, la ultima vez que había venido había roto mi varita y aunque mi madre intento encontrarme una adecuada para mi ninguna respondía bien a mi magia, tal vez era por el estado anímico que tenia pero decidí darle la oportunidad de que trabajara en una varita para mi, me sentía desnuda sin la varita de mi padre pero tenia que superarlo, tenia que mirar que debía empezar a hacer las cosas por y para mi, así que deje a SJ en casa con los elfos e hice un paseo por Diagon esperando que mi madre ya la tuviera lista porque ni siquiera podía hacer trabajo administrativo, ni que decir de entrar en el ministerio sin mi varita. Llegue al local y toque la puerta, entre y mi cuñada Heliké estaba junto con mas gente en el local:

 

-Buenos dias... ¿Alguno sabe donde esta @?

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Si algo detecto al instante es que algo va mal. Los gritos de Anne diciéndome que subiera a verla me alertaron pero su cara me asustó. Lo que fuera, era grave. Por supuesto, era mi socia y tenía que hacerle caso pero... ¿No era mejor dejar que se le pasara? Así, tras esperar que me contestara y ver que se azoraba y no me decía nada, tomé una gran decisión:

 

huir.

 

Así, señalé con el dedo índice la puerta de salida y solté lo primero que se me pasó por la cabeza:

 

-- Voy a buscar Agua del Carmen. Pareces a punto de tener un soponcio.

 

¿Sabría mi amiga lo que era eso? Yo tampoco. Pero era una frase muy típica entre los muggles de algunas zonas y, por lo que había conseguido averiguar para mis clases de Estudios Muggles, era como una bebida espiritual, es decir, que te elevaba el espíritu, aunque no sabía bien como lo conseguía. No había encontrado ningún ejemplar que poder estudiar. Parece ser que esta expresión es muy antigua y ya no queda agua del Carmen por ningún lugar. Al menos que encontrara a la mujer concreta llamada Carmen a quien pedirle un vaso de agua, me iba a quedar con las ganas de probarla.

 

Bajé las escaleras corriendo y casi choco con alguien pero... miré alrededor y no había nadie. Raro... Serían ilusiones mías porque allá no había nada, excepto el almacén. Si ni siquiera teníamos sótano... (Nótese que Sagitas no tiene ni idea que sus socias mortias tienen un "espacio clandestino" ante sus propias narices y no lo sabe). Seguro que habían sido las prisa por (huir) de alejarme de Anne.

 

Cuando llegué a la zona de ventas, resoplando por la carrerita y la alucinación visual, me encontré con que Perenela preguntaba por mí. ¡Cuánto me alegraba de ver a mi hija! Y no sólo porque tenía la excusa perfecta para estar con ella y no hacerlo con Anne, mientras conservara su cara de malas pulgas de Hipogrifo encima.

 

-- ¡Pere! ¡Qué bien que vengas a verme...!

 

Por cierto, ¿a qué vendría? Y más por cierto... ¿Aquello eran gotitas de sangre? :blink:

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-Hola madre - me espabile saliendo un poco de la inconsciencia que estaba - había jurado que Heliké estaba aquí - le dije pero me di cuenta que era la única que estaba de pie en todo el mostrador y que al parecer estaba sola desde hace tiempo, traté de no darle mucha mente a eso y abracé a mi madre quien si parecía ser real aquí.

 

-Si, vine a buscar mi varita. ¿Recuerdas? prometiste hacer una especialmente para mi ya que las que habían ninguna había reaccionado bien a mi, así que aqui estoy. ¿La has logrado hacer? - cepillé el cabello violeta de mi madre con las manos notando que tenia frizz y pareciera que la hubieran espantado. pasé los dedos debajo de sus ojos borrando un par de manchas que tenia e inspeccioné su rostro y ropas:

 

-pareciera que vinieras de una carrera... ¿te encuentras bien?

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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