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Libro de la Fortaleza


Keaton Ravenclaw
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Aparte del sonido inquietante del viento y de la blancura de los alrededores que contrastaba con los puntos en negro en los sitios donde de vez en cuando se revelaba alguna pendiente o inicio de precipicio, la visibilidad era muy pobre; se puso a andar alrededor del grupo pero asegurándose de siempre quedar al lado de Vash, con el que ya se conocía de años y con el que se sentía más cómoda.

Sonrió un poco al recordar el tiempo en el que se habían conocido, uno bastante divertido y movido en el que habían sucedido tantas cosas...

Aprovechando el maldito casco que la estaba molestando bastante, inspiró profundo a causa de las memorias y después le sonrió al chico al que se había acercado como si intentara animarle a que las cosas iban a salir muy bien.

-Qué te parece? -le dijo al chico para luego con una mano señalar los alrededores- nieve y frío por todos lados

La capa de viaje que siempre tenía consigo, ondeó con fuerza y rapidez ante una de las ráfagas de aquella montaña para luego, componer una sonrisa malévola

-Y si hacemos una avalancha que se los trague a todos? -movió las cejas un par de veces- y fingimos que se perdieron o algo así y como quiera pasamos por el sello de aprobación del Ministerio

Se imaginaba que a Vash no le iba a gustar mucho la idea, independientemente de como reaccionase pero al menos ella si se rió suavemente

-Era broma, era broma... lo prometo

Le guiñó el ojo sin dejar de sonreírle

-Prometo intentar portarme bien en esta clase, tanto como me lo permita la providencia- cerró sus ojos a modo de agrado por el chico al que acompañaba en su andar par luego, darle un pequeño golpecito con el codo- mejor respóndele al profesor, creo que no ha dormido anoche y desde hace rato esta de muy mal humor- volvió a reír quedito, colocando la punta de sus dedos en la zona del casco donde estarían los labios

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Después de unos instantes poco a poco fueron llegando los compañeros que, junto a mi, tomarían el curso del libro, la primera en llegar de una forma pocoo ortodoxa fue Hayame, me saludo y me abrazo cuando se acerco a mi.

 

Sonreí ampliamente cuando la vi de frente, y no dije nada mas ya que en ese momento llegaban los otros tres compañeros no conocía a ninguno, pero al parecer ellos si se conocian, gire nuevamente la cabeza al escuchar al ave acercarse, el profesor nos unió con magia y tras sentir el aire desaparecidos del lugar.

 

Al tocar el piso, en lugar de tierra fue humedad la que sintieron mis pies, el profesor nos dijo que usaramos un casco burbuja y que nos cuibrieramos del frío, agite a Zharr y apareció el Casco Burbuja en mi rostro. No me cambie de ropas, ya que mi sangre lycan me cubría de esos fríos.

 

Quería también que le explicaremos que era lo que nos llamaba más la atención de los objetos o hechizos que venían con el libro. La primera en hablar fue Hayame, seguido de otro compañero que al parecer fue poco cortes.

 

Apenas iba a decir palabra cuando la vampira me hizo reír con sus comentarios no había duda que el encuentro con ella era muy bueno, pero debía de concentrarme si quería acreditar esto.

 

--Personalmente el unico hechizo que me llama la atención es el Salvaguarda Mágica, creo que es el único que merece la pena, y podría ayudarte mucho en situaciones adversas.

 

Tras decir esto me quede observando a los demás y espere que los demás dijeran sus puntos de vista.

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Maida resopló cuando se vio convertida por enésima vez en el mueble de Aaron. Encima con Elliot la diferencia no era menos, en la posición que estaban, los Yaxleys la convertían en un puente sostenido por dos torres. Tenía que acostumbrarse sin que se le notara la rabieta en el rostro o ambos magos usarían eso para molestarla.

 

 

- Yo tampoc...

 

Iba a continuar pero pronto Keaton tomó la palabra y explicó con sus acciones que iríamos a otro lugar. El Bambi no perdió su actitud de primo mayor y se aseguró de tener cerca al resto de la familia mientras eran envueltos por el lazo de seda del ave. Francamente, la cercanía con los otros tres extraños hicieron que un ligero temblor la recorriera entera. Con sus primos no había tanto problema, ya había derribado esa barrera, aún así el resto de personas la obligaron a retener la respiración hasta que sintió el suelo bajo sus pies descalzos.

 

Y luego le quemaron.

 

Fue una de las que se ganó el llamado de atención de Keaton, puesto que su primer hechizo fue ponerse botas para nieve. El segundo ya fue pensar en un casco-bruja, golpeó la nieve con las botas mientras el cuerpo se le cubría bajo la túnica con algunas capas de neopreno y lycra para mantener el calor a la vez que la movilidad del cuerpo.

 

Cuando hacía todo eso escuchaba las respuestas de sus compañeros y francamente, tuvo que juntar todo su sentido de la diplomacia para no confrontar a Hayame con respecto a sus respuestas. A lo mejor era porque la Yaxley era repitente, a lo mejor porque la magia debía se respetada, a lo mejor era simplemente cuestión de piel. Decidió respirar lentamente y hablar de otro hechizo. Uno que se asemejaba mucho a su personalidad y lo que le sería más útil a ella en una situación de batalla.

 

 

- La Salvaguarda Mágica es importante, pero creo que me sentiré más cómoda usando el Amuleto de Curación -comentó- Hasta el momento solo he tenido necesidad de protegerme en clases de duelo cómo estás, y con ese historial creo que mi posición es más defensiva, por lo que usar Curación me sería importante.

 

 

Se río en cuanto notó el tenor de su propia respuesta.

 

- Si sigo así, terminaré trabajando en San Mungo -susurró a sus primos-

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La vampiro observó a su querido amigo y pretendiendo ocultar sus acciones por debajo de la capa, cerró los ojos que se deformaban gracias a el casco que portaba de forma que le dejaba ver gusto y alegría y entonces movió sus manos de forma que alzaba ambos pulgares en dirección de Vash, apoyándole en su forma de hablar y la manera en la que se expresaba

Verdaderamente, se sentía cómoda con una persona como él cerca y agradecía a su Señor y a los dioses que le hubieran dado la oportunidad de pasar esas clases con alguien como él cerca

"Eso sonó muy bien"

Le susurró a su amigo y le guiñó el ojo, riendo para sí misma al darse cuenta de que a muchos en verdad les gustaban todos esos hechizos de esquivar o de ocultar... o de curar...

Para una persona como la vampiro no tenían demasiada utilidad, no en realidad cuando hacía años que no se veía inmiscuída en líos independientemente de las cosas que estuviese llevando a cabo últimamente a solas... pero después de haber visto los libros de su hermana Sagitas, que le había permitido un vistazo (o bueno, quizás no permitido pero hey! que husmear no le hacía daño a nadie) se había enamorado de los libros siguientes y se moría por ir a comprarlos...

Pero como siempre... trámites!! no le querían dejar comprar los que quería hasta tener el certificado de el morado, así que...

Se paró nuevamente al lado de su amigo

-Qué crees que nos hagan hacer aquí arriba? -le susurró cuando acabó de hablar y otra persona de aquel grupito tomaba la palabra

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La primera en responderme fue Hayame, y desde ya, era por mucho la alumna menos favorita de todos los que había tenido el mortífago hasta el momento. Su respuesta era bana, arrogante y sumamente aberrante, la Magia JAMÁS debía de subestimarse. Además, el hecho de que dijera que aquello sólo era una clase... Keaton se enervó, aquello no era "sólo una clase" aquello era un curso de vinculación, una prueba. Suspiró para tranquilizarse, no podía usar las maldiciones imperdonables en sus estudiantes, aunque no cabía duda de que le encantaría.

 

—Señorita Snape, si cree que ésto es "sólo una clase" y que las enseñanzas de este libro "no es como que sirvan mejor que los viejos métodos", la invito amablemente a que se retire de mi clase. La Magia enseñada por estos Libros, desde los básicos hasta los avanzados, jamás deben de ser subestimados. Si sólo está de paso, y si sólo va a hacer como que aprende, no está lista para NINGUNO de los Libros de Hechizos. Piénselo. Y si únicamente viene a ironizar, le sugiero que cierre la boca —Le reprendió el ojiverde y posó su mirada en la respuesta que ahora le daba Eliot.

 

El Yaxley le indicaba que el hechizo que más le llamaba la atención era el Salvaguarda Mágica debido a su poder de manipular la materia y poder así evitar ataques. Hizo referencia a la falta de ataques que se presentaban en Ottery y en la comunidad mágica en general, y sonrió con complicidad. Él también tenía ganas de que los fenixianos volvieran a las andadas, francamente el Animago comenzaba a pensar que se habían extinguido o algo por el estilo. Se encogió de hombros sin que nadie lo notara.

 

—Es curioso, señor Yaxley, la mayoría son intrigados por el amuleto de Curación y por el hechizo del mismo nombre, pero me agrada ver que se interesa por el Salvaguarda, espero ver un excelente uso del mismo al final del curso durante la Prueba —Coincidió y siguió escichando a sus alumnos. El siguiente fue Djvash.

 

El chico, al igual que Eliot, se interesaba por el Salvaguarda, sin embargo, el error que estaban cometiendo, era subestimar el otro hechizo y los objetos. Keaton negó con la cabeza , y entendió, pero eso era lo que debía de cambiar, precisamente ese tipo de pensamientos eran los que hacían que los chicos llegaran con conocimientos débiles a los siguientes Libros. Si no entendían que la magia de aquellos Libros era magia avanzada desde el inicio, se verían con problemas más adelante.

 

—Señor Asturias, igual que a su compañera, y a usted tal vez con un poco más de amabilidad —Miró a Hayame con un poco de indiferencia —No debe de subestimar el otro hechizo y los objetos que este Libro contiene —Antes de todo, debía aclarar ciertos puntos —Muy bien, chicos, va para todos. Están empezando a estudiar los secretos de los Libros de Hechizos, y deben de tener en cuenta que aunque los hechizos o los objetos se vean sencillos o reemplazables por otros de uso común, se equivocan. La efectividad de su uso es más potente, por ejemplo, el Anillo de Escucha, es capaz de eliminar los efectos de hechizos de defensa como por ejemplo el muffliato, así que no subestimen NUNCA lo que los Libros tienen para ofrecerles aún y cuando no se especialicen en batallas —Puntualizó.

 

El turno de Maida había llegado, y el ojiverde escuchó con alegría a la primera que se interesaba por Curación y el Amuleto del mismo nombre. Si, en una batalla, usar Curación le daría una ventaja, ya lo verían más adelante. Y si, el hechizo y el amuleto bien podrían ser utilizados en San Mungo o bien a los que trabajaban en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágica sanando a los animales mágicos en las Reserva.

 

—Bien, Maida, al menos tú no subestimas los demás poderes del Libro, me da gusto que, al ser recursante y verte de nuevo por acá, tengas una visión más amplia que la vez anterior —Sonrió indulgente a ala chica.

 

Hayame le estaba sacando de quicio, por muy bajo que hablara, se hallaban en el Everest, todo sonido ahí era audible para todos. En fin, lo pasó por alto. Tal vez ella lo viera como simple trámite, pero eso la haría fracasar más adelante si no lo cambiaba. Con ella iba a ser más estricto que con el resto, pues demostró no ser apta al principio y debía de cubrir con todos los requerimientos. En fin, debía continuar, y parecía que su quinto estudiante se había quedado atrás, por lo que él ya no iba a tener oportunidad de responder los cuestionamientos, y pasaría directo a la primer tarea.

 

—Muy bien, vamos a comenzar aprendiendo el uso correcto de los dos primero Anillos, es decir, del Anillo de Escucha y del Anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos —Dijo el vampiro mientras se colocaba en su anular derecho el anillo de bronce y en anular izquierdo en anillo plateado —El Anillo de Escucha nos va a ayudar a escuchar conversaciones o sonidos a una distancia lejana y que no estén debidamente protegidos. Como les dije hace rato, en el caso de hechizos débiles, como por ejemplo el muffliato, el Anillo rompe el sortilegio y les permitirá escuchar lo que desean, sin embargo, si alguien ha activado el Anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos, entonces, esa conversación no podrá ser escuchada. Para activarlo, solo deben de tocarlo y pensar en lo que desean escuchar —Dijo el Ravenclaw tocando el anillo de plata.

 

El mortífago entonces, ya con el Anillo activado, detectó lo que buscaba en aquel monte: heridos. Básicamente por ello los había llevado ahí, quería que usaran sus objetos para poder encontrar, en un primer momento, personas heridas o atrapadas en avalanchas y salvarles. Él detestaba a los muggles, pero para efectos prácticos, salvarlos, de momento, era la mejor opción, porque un mago no quedaría atrapado ahí, al menos que fuera tan tonto como lo había sido Neville Longbottom en sus años de escuela.

 

—En el caso del Anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos, funciona de la misma manera, nada ni nadie podrá escuchar sonidos o conversaciones cuando esté activado este objeto, lo que hace es crear una barrera que no permite que los sonidos salgan en un radio de 50 metros cuadrados. Evita que las ondas sonoras se expandan, y es precisamente lo que los voy a hacer probar en este momento —Dijo el Base y agitó su varita mágica de cerezo.

 

Abarai, su Ave del Trueno (que había viajado, desde luego, con ellos), lanzó cinco rayos, una a cada uno de los estudiantes de Keaton, y los separó en puntos sumamente lejanos entre ellos. Ninguno podía ver a sus compañeros ni al profesor, pero éste último podría comunicarse con ellos, ya que el trueno había hecho que en sus Cascos-Burbuja, se instalara una especia de comunicador, pero tan solo era la magia del Ave del Trueno.

 

—Escuchen todos, van a emplear sus Anillos de Escucha para localizar heridos o atrapados en la nieve o en las cavernas de la montaña, su deber será localizarlos y ayudarlos en lo que puedan. NINGUNO se adelante y trate de emplear los hechizos o el resto de los objetos, solo empleen lo que saben y ocupen los dos primeros Anillos. Podrán y deberán emplear en Anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos para mermar sonidos a su alrededor, recuerden que en las montañas nevadas suele haber avalanchas, por favor, evítenlas. Cuando terminen con ésto, avísenme con el comunicador y Abarai los traerá de vuelta conmigo. Comiencen —Indicó el Black Lestrange,

 

Aquella sería la primera de cuatro tareas que los chicos deberían de pasar antes de llegar a la Prueba. En el caso de Hayame, se le aparecería además un Yeti enviado por Keaton cuando encontrara a su herido. Quería ver cómo se las apañaba con eso.

Editado por Keaton Ravenclaw

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Aaron Augustine Black R. Yaxley

 

Había escuchado el nombre del profesor tras un bostezo indiscreto pareciéndome haberlo escuchado antes, sin embargo no recordaba. Asentí ante los comentarios de los Yaxley- el sueño iba y venía- Maida apenas alcanzaba a soltar palabra cuando un lazo nos unió y tras sentir la mano de Eliot en mi hombro desaparecimos efecto del ave del trueno que poseía Keaton. No tuve tiempo de criticar la sorpresa en la desaparición cuando el frío heló mi cuerpo, mi rostro, el vaho expresaba una corta y acelerada respiración ¡Despertaba de golpe!...

 

La fría ventisca endurecía aún más las facciones, humedeciendo el aire escondido entre mi nariz y el cuello de la gruesa túnica que había optado esa mañana. Sin pensarlo dos veces-sin escuchar y solo con verlo- activé un "casco burbuja" con mi varita para luego, y tras un toque de mi arma mágica en los zapatos, impermeabilizarlas de la congelada brisa que de seguro nos mataría en unos minutos si no tuviésemos magia. Tras dos segundos decidí convertir el calzado en un par de botas para el terreno.

 

-Que... frío- susurré tras mis primos sin respuesta. Soltaba un escalofrío tras temperarme poco a poco.

 

Con las manos cruzadas y escondidas bajo las mangas me faltaba ser calvo para parecer monje muggle. Iba último en la fila cuando comenzamos a descender un poco y fue allí dónde quedé un tanto colgado de lo que hablaba el profesor más abajo; El glorioso paisaje se tornaba majestuoso con aquella panorámica, allí sobre las nubes, en el punto más alto del mundo, en la cima de la gloria; paseando la característica mirada gris de mi persona divisé dos puntos rojos y uno amarillo que lo bordeaba a paso ligero...

 

>>Muggles, pensé. Y tal vez podrían ser alpinistas que armaban alguna especie de base para descansar un rato.

 

Abrigado y con el casco protegiendo la presión del aire en mis pulmones me encontraba observando el imperativo manto blanco con el viento flameando la pesada túnica en una sola dirección. ¿Qué secretos escondería tal paraje?, ¿qué poderes o magia primigenia?, me preguntaba irresponsable ante la clase que tenía detrás. Me volteé rápidamente e intenté hilar con los demás.

 

Keaton daba una charla acerca de las habilidades y artefactos que nos aguardaba el libro de la fortaleza y parecía que nos había preguntado cuál encontrábamos más útil de todos ellos- de seguro no podría responder ya que no había estado atento, lo cual sería una falta de respeto. Sin embargo hubiera optado por el detector de enemigos, el cual y sin despreciar a los demás casi en una respuesta original, me podría ser útil ante la desconfianza que tenía con el mundo. Prácticamente sabría a quién matar al ser advertido del peligro inminente en aquél lugar u otro.

 

-¡Siento la demora!- exclamé unos metros alejado. Las palabras, literalmente, se las llevaba el viento. Al parecer no se escuchaba, pues Revenclaw seguía dictando la clase sin más. Me acerqué nuevamente tras los Yaxley.

 

Levantaba la mano para una pequeña duda cuando otro rayo del ave nos separó inadvertidos; escuchaba al profesor en mi cabeza. Tras sus indicaciones supuse que los puntos rojo y amarillo que había visto podrían ser heridos, por tanto intenté verificar si estaba en la misma localización comprobando que estaba en lo cierto pues no habíamos bajado mucho de la cumbre. Mermé el sonido molesto de la ventisca luego de frotar levemente el anillo contra oídos indiscretos e hice lo mismo con el anillo de escucha sin obtener resultado pues y quizás, la distancia era el doble de la necesaria, por lo tanto tendría que caminar un poco y descender una peligrosa colina que advertía nieve frágil para el campamento que había divisado; avalancha.

 

Off: Siento la demora Keaton.

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Escuché hablar al profesor. Al parecer llevábamos la misma ideología sobre la Magia. Asentí al escuchar el comentario sobre sus expectativas para el final de la prueba, estaba dispuesto a demostrar que podía dominar cada objeto y hechizo contenido en el libro. Solo restaba ir conociéndolos uno a uno. Me giré para mirar a mi primo Aaron, al parecer había quedado algo rezagado, maldije por lo bajo por no haberlo notado. Estaría más atento desde aquel momento en adelante.

 

Un pequeño cambio en el curso de la clase no se hizo esperar. Ahora el protagonismo lo tenían aquellos anillos en los cuales no había reparado lo suficiente, al parecer eran más útiles de lo que parecían a primera vista. Me crucé de brazos y, mientras escuchaba la explicación, empecé a suponer que Keaton había escuchado cada susurro de sus alumnos en la clase. Aquellos pequeños comentarios en voz baja entre nosotros y los de aquella hechicera, que parecía poco predispuesta a caerle en gracia al profesor, hacia su amigo. Negué con la cabeza, al fin y al cabo no había dicho nada impertinente desde que había llegado. Aun así tendría más cuidado.

 

Una vez más el ave se acercó a nosotros, tenía ya mis anillos colocados - uno en cada mano - y era hora de enfrentarme a una pequeña prueba. Cerré los ojos al ver el destello que nos transportó a distintos lugares en la montaña. Un segundo después estaba solo.

 

Mi primer impulso fue buscar al resto de mi familia. Use el anillo de escucha, tocándolo y pensando en encontrar las voces de mis primos. Nada. Entonces comencé a prestarle atención a los consejos del Ravenclaw. "Heridos... muggles" Una mueca de asco se formó en mi rostro, tieso por el frío. Era parte de la prueba, debía acceder a eso por mucho que me disgustara.

 

Una vez más me concentré al tocar el anillo de escucha, esta vez pensaba en encontrar voces humanas en las cercanías. Pronto detecté unos quejidos y un intento vano por usar un radio - un aparato muggle que intentaba imitar nuestros encantamientos comunicadores - para pedir auxilio.

 

Avancé con rapidez hacia el sitio. No me preocupaba caer, tenía puesto el amuleto volador del libro del aprendiz. Luego de avanzar unos metros, me topé con una pareja muggle. La mujer estaba herida, pronta a perder el conocimiento, refugiada de la ventisca por una pequeña hendidura en la roca helada de la montaña, su compañero era quien intentaba usar aquel aparato. Sobre ellos, una gran pendiente cubierta de nieve parecía perderse camino a la cima.

 

Mantuve la distancia. Intentaría ayudarlos sin que me detectaran, tampoco podía violar el estatuto si no quería problemas con el ministerio -Tenía planes mucho mas importantes que llevar a cabo primero -. Era momento de emplear el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. Noté que la mujer yacía inconciente y me acerqué.

 

- Imperius! - exclamé a viva voz probando el poder del anillo. Nada ni nadie me escuchó. La maldición imperdonable afectó al hombre, a quien obligué a dejar el radio para intentar hacer una precaria fogata con algunas ramas semi-congeladas. No serviría, pero no necesitaba que sirviera, aun bajo el efecto de la maldición lo obligué a cerrar sus ojos mientras forzaba las ramas unas contra otras.

 

- Incendio - dije intentando controlar la llama que salía de mi varita. La madera se prendió de una vez. Aun fuera de la vista del hombre.

 

Miraba con nerviosismo la pendiente cubierta de nieve. Al parecer, mis hechizos no provocarían un desprendimiento. Esperaba que el Muggle no fuera lo suficientemente tonto como para gritar.

 

- Ennervate - Grité una vez más. Para devolverle la conciencia a la mujer y luego curar sus heridas pensando en un episkey. Sabía que no podía usar la curación del libro. Keaton nos lo había prohibido de momento. Me mantuve lejos,para que la mujer no me viera al despertar y liberé al muchacho de la maldición.

 

No estaba seguro si los había ayudado lo suficiente. Aun así, estaba listo para aparecer como si fuera otro escalador, si llegaba a ser necesario. Solo quería sacarme a esos Muggles de encima. Mis pensamientos viraron a Maida y Aaron. Esperaba que ninguno estuviera en problemas.

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Con sinceridad, no estaba muy segura de que aquella prueba fuera realmente lo que se decía, por lo que mientras escuchaba las palabras del docente en turno tan solo había ladeado la cabeza y compuesto una mueca de cansancio y algo de incomodidad hasta que el rayo de aquel pájaro les dió de lleno.

Solo fué un momento de destello... y se vió en una de las caras laterales del monte Everest, demasiado lejos de su querido amigo Vash como para siquiera haberle deseado buena suerte en su propia labor y escuchando las últimas indicaciones de quien se suponía que les estaba enseñando, pero aún así... la vampiro estaba resistiendo grandemente para no reírse a carcajadas con las maneras en que el profesor se dirigía a ella y por el trato que le estaba dando

No sabía si sentir lástima o conmiseración por el hecho de que los presentes la menospreciasen... o mas bien la "subestimasen" tan solo por sus formas de ser; aunque por fuera sonreía, internamente la sonrisa era todavía más amplia y el fuego bullía en su interior.

Por todos los hados... en verdad que si supieran si quiera la mitad de quien era esa mujer...

Obviamente no había ese problema con Vash, dejando de lado la amistad que tenían durante años, la conocía lo suficiente como para saber de primera mano que no era muy sabio el estar buscandole irritar; cosa que no habían conseguido por el momento, aparte del hecho de que tendría bastante que contar a la familia en cuanto terminase con aquellos trámites.

"Me pregunto si se enojarán mucho si envío las grabaciones del profesor y su rudeza para con sus estudiantes, a sus superiores"

Cerró los ojos con gracia. Probablemente no fuese a suceder nada pero de todas maneras, aquello no dejaría de ser divertido. Inspiró profundo y recordó que, a pesar de las razas, algunos eran sencillamente muy jóvenes como para entender las actitudes o el punto de vista de los mayores.

Sin embargo no haría algo como tomárselo de forma personal.

-Solo son jóvenes- se dijo a sí misma y volvió a lanzar un suspiro para luego, volver sus ojos un par de medias lunas- no lo mates, no lo mates... tú lo sabes, solo es un niño...

Sacó la varita y se retiró el casco burbuja al completo sin estallarlo y con cuidado, hasta finalmente darle un nuevo toque con la varita de forma que aquello se congeló y pudo encogerlo hasta guardárselo en uno de los bolsillos de la capa.

-Y para escuchar tantas sandeces, con los recuerdos me basta y sobra- resopló frotándose levemente el brazo izquierdo para después ponerse a andar al tiempo que sacaba aquellos benditos anillos de la caja donde tenía metidos y se hacía rápidamente una trenza por un lado del cabello de forma que al final colgaban ambos anillos de esta.

Se suponía que el usuario solo debía de "portarlos" según el propio libro, no es así? Y el cabello era parte de su cuerpo, por lo que debía de contar.

No iba a ser difícil encontrar a un muggle aún con la ventisca, con el frío y los peligros de la montaña pero de todas maneras se tomó el tiempo para observar un poco del lugar; había momentos en los cuáles el viento dejaba de soplar y la calma era absoluta por lo que el blanco era eterno y las nubes grises sobre su cabeza lo cubrían todo. Tenía que admitirlo, en ocasiones le recordaba a su propia casa aunque a diferencia del Castillo Vladimir en Rumania, ahí estaba cubierto todo de hielo y nieve mientras que en su antiguo hogar, todo era verdor y humedad.

Aunque bueno, en invierno era diferente...

Una nueva brisa poderosa alzó parte de la nieve que se había asentado en el suelo donde sus pies se hundían y movió una mano para cerrarse un poco la parte superior de la capa que comenzó a agitarse con fuerza, haciendo un sonido de chasqueo con el golpeteo ante el aire que les golpeaba.

Otro motivo por el cuál no era fan de las montañas.

Llevaba media hora andando pero de vez en cuando trepaba alguna roca sobresaliente y observar los alrededores.

Al final, había terminado aplicando un hechizo calorifico alrededor de sus piernas, no por que lo necesitase para vivir sino porque percibía los cristales de hielo formándose en la carne y le causaban bastante comezón; reía imaginando que para alguien como Vash solo sería necesario transformar la parte inferior de sus piernas y tendría todo el calor que necesitase. A veces, en verdad era una suerte lo de ser hombre lobo en climas como aquel, se imaginaba.

Y entonces, recordó a su hermana Sagitas.

Si ella y Amya estuvieran ahí aún y con lo más peligroso de una misión se estarían arrojando bolas de nieve a la cabeza.

"No tenemos remedio"

Se rió.

Alzó un poco la mirada al acercarse a una cima afilada y sus ojos rojizos se entornaron entre el viento que alzaba y revolvía sus rojos cabellos: cerca de la cima, no demasiado lejos percibía una pequeña linea irregular en la nieve, una fractura.

"Esta cosa está a punto de derrumbarse y provocar un alud" frunció el ceño suavemente para después, comenzar a andar con cuidado vigilando las zonas de nieve para después comenzar a hacerse una segunda trenza con un gesto pensativo hasta que finalizó con aquello y la dejó colgando de lado.

Su expresión volvió a ser neutra, casi aburrida mientras que seguía su viaje por un tiempo hasta que sus ojos se movieron hacia un lado donde desde una grieta en una roca oscura que sobresalía entre el manto blanco, escuchó un quejido; aunque el Anillo de Escucha ayudaba, la verdad era que su oído como ser sobrenatural era todavía más fino y no se fiaba del todo de aquel objeto mágico.

Entornó los ojos, una de las cosas buenas de ser un depredador inmortal era que por ser seres fríos que requerían de los seres vivos, detectaban la térmica de quienes les rodeaban por lo que no le fué difícil observar ese punto caliente en su interior.

Sonrió con fastidio.

-Así que ahí estás- dijo pero entonces, al dar un par de pasos se detuvo con el ceño fruncido al notar una masa de cinco metros que no había percibido antes y que parecía moverse para tratar de colar la punta de las garras en la grieta

El muggle en su interior emitió un chillido y aquella cosa emitió un sonido gutural, empezando a rasguñar la roca para llegar a su interior

-En verdad?

Hayame rodó los ojos.

Esperaba que al menos a los demás se los tragara algún otro animal, sabía que en aquel sitio se violaba el Estatuto del Secreto al menos varias veces al año... pero que un mago se topara así nada más con un Hombre de las Nieves no era casualidad, por lo que si descubría que aquello era una treta a propósito... realmente iría directamente a los líderes de los Poderes a poner una queja bien centrada.

No por nada en el Ministerio se tensaban de verla llegar, si había que quejarse y gritar, sería la primera en hacerlo; movió uno de sus dedos como si quisiera hacer una pequeña rabieta

-Mi Lord... dame paciencia porque si me das más fuerza de la acostumbrada, de esta clase nomás Vash sale vivo... -dijo al aire para después acercarse a aquel bicho haciendo el mejor sonido que podía con sus pisadas y sacando el libro desde las profundidades de su capa- anda... -dijo al tiempo que alzaba ese pesado tomo y lo hacía girar rápido sobre uno de sus dedos en uno de los bordes del lomo- si el maestro y el resto te ven utilidad... creo que yo acabo de encontrar la perfecta antes de que te mande adornar como el único libro en la bóveda trastero

Aquel Yeti volvió a gruñir frustrado y saltó desde la parte superior de la roca agrietada hasta el frente, tratando de abrirla en dos.

Hayame emitió un silbido pequeño, no lo suficientemente alto como para provocar la avalancha (que de todas formas estaban a una distancia decente de la fractura en la nieve) pero si como para que aquella bestia levantase la cabeza, confundida al no saber de dónde provenía aquello.

Definitivamente, los Yetis tenían que ser un troll bastante tonto.

-Oye! Trapero!

En cuanto aquel ser alzó la cabeza, un gran PAF! sonó y el libro con las hojas y tapas abiertas se incrustó en las narices del Yeti.

Ya se imaginaba los reclamos de los encargados de Criaturas Mágicas pero ya se las vería con Matt y Sagitas para justificar el darle un librazo al Yeti... en realidad, sentía más lástima por el Yeti que por el libro que de estar vivo, seguro la vería con lágrimas en los ojos así como el elevador del Departamento, preguntándose que hizo en sus vidas pasadas para ser torturado con semejante dueña.

-Mira! Si era útil a final de cuentas jajajajaja- la mujer no pudo evitar reírse con diversión para luego, dejar salir un "ups!" y comenzar a correr al percibir el rugido de aquella bestia que evidentemente estaba furiosa; aquel enorme ser alzó sus largos y simiescos brazos y se lanzó en un movimiento rápido a por la bruja que ya había echado a correr.

El plan no era complicado y aunque los vampiros eran famosos por su velocidad en cualquier terreno, los Yetis a diferencia de sus primos más cercanos lo eran también por la suya por lo que sabía que lo tenía justo en los talones.

"Bueno... según tu, Anillo Salvaguarda tapas sonidos, no?" pensó "vale, entonces, tapa el ruído para que esa cosa no se derrumbe antes de tiempo... me obligan a darles un uso para no reprobar pero insisto, en que son una lata y terminando esto, se irán derechito a la Trastero junto con el libro" gruñó en molestia conforme iba guiando a aquel animal rumbo a la zona de la nieve agrietada.

Requería del silencio del Salvaguarda como parte de su plan y aprovechaba el de Escucha para tener la cuenta de la distancia entre la bestia y ella misma.

Al menos hasta que dió un gran salto para trepar una de las rocas que sobresalían en la nieve, provocando que el Yeti frenase y se alzase, rugiendo con rabia ante la mujer alzada delante suyo; Hayame era consciente de que ese animal podía saltar a esa altura pero viendo sus ojillos que eran tapados en una buena parte por su pelaje, podía decir que estaba calculando la mejor forma de devorarla.

Un Yeti planeando... que divertido.

-Bueno amigo... me da gusto que a diferencia de las pruebas del resto, esta fuese más divertida... no sobresaliente debo de decir, pero al menos me ha hecho tener un poco de ejercicio

Ladeó la cabeza viendo a la criatura para después, empezar a retirarse los anillos de la trenza con parsimonia.

-Pero sabes? si te enfadas con alguien en la siguiente vida, hazlo con ese muchachito, Keaton- su expresión se volvió repentinamente seria- por eso me desagradaba trabajar con chiquillos y por eso es que Crazy me dejó abrir esas lecciones de pensamiento critico y de porte ante el enemigo -bajó un poco mas los párpados- los niños de hoy en día... creen que lo saben todo y terminan muertos por su vanidad y por subestimar a sus enemigos al no darse cuenta... -alzó una mano y movió brevemente los dedos- de que están danzando como marionetas entre los hilos de sus dedos...

Cerró los ojos

-Lo lamento por tí. Rezaré por tu venganza cercana en el futuro contra quien te ha enviado

Los volvió a abrir con un brillo de furia y muerte en estos al tiempo que aquella bestia rugía de tal manera que un tronido empezó a sonar por encima de ellos; la bruja observó solo un momento a aquel ser que se inclinaba y saltaba para alcanzar a la bruja... y esta, se llevó dos dedos a los labios de forma que un silbido potente se hizo eco en todas partes...

La tierra tembló, los cielos parecieron convertirse en nada... la gran Muerte Blanca, esa nube licuada de polvo de nieve, esa mezcla de concreto que la naturaleza usaba con frialdad para dar sepultura a los vivos que osaban hacerla enfurecer... cual una gran ola, se alzó al chocar contra la roca donde se alzaba la pelirroja y hacia donde había quedado suspendido por un segundo en el aire aquel Yeti...

Y parecía que la vampiro era un borron y aquella marea blanca que había saltado por detrás se volvía una con la bestia.

A lo lejos, la humareda y el ronco rugido de la naturaleza hacían eco en las laderas del Everest, provocando corrimientos secundarios al principal y después de unos minutos, lo que duraba un suspiro...

Silencio

El Everest se colocaba nuevamente su mortal mortaja ante el asentamiento de la muerte, como si fuese una forma cruel de mostrar respeto por los fallecidos.

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

CRACK

A una distancia considerable, donde corrían unas cuantas pelotas pequeñas de nieve, rebeldes a detenerse, una pierna sobresalía con pequeños espasmos y la bota negra se pintaba con manchones helados.

-ARGH!!!

Finalmente la parte superior del cuerpo (de la cintura hacia arriba) de la pelirroja sobresalió de un montículo, con un tic en una ceja y una expresión de los mil perros. Su cabello tenía pedazos de nieve en todas partes y se veía despeinada, con los brazos hundidos hasta los codos.

-Y POR ESO ES QUE ODIO LAS J******* MONTAÑAS CON SU NIEVEEEEEEEEEEEEEEE!!!

Fortuna era que ya no hubiera nieve frágil cerca, puesto que con semejante grito seguro le hubiera caído una segunda llovizna helada.

Momentos atrás... cuando la nieve licuada se había lanzado sobre la bestia y la bruja cual tsunami, la última se había aprovechado de sus fuerzas como vampiro, saltando a último segundo lejos del camino de la nieve de forma que esta había llegado por completo al Yeti, arrastrándolo consigo hasta que aquella mezcla helada y su víctima se despeñaron por un profundo precipicio del cuál, solo el último eco de la bestia había resonado por los alrededores, ahogado por el monstruoso poder de la naturaleza.

Sin embargo, mal paso eso de andar usando tacon aun en botas puesto que al caer un poco más allá la nieve se había desestabilizado de forma que había terminado hundida de cabeza, después de abrir mucho los ojos y emitir un chillido.

Como caer en una almohada decía una película muggle.

Hayame sacudió la cabeza varias veces para despejarse y entonces, estiró el cuerpo hasta hacer el peso distribuído adecuado y se arrastró hasta que finalmente llegó a una zona donde un poco más abajo la nieve ya endurecía y se puso poner de pie.

-En verdad... le voy a matar!!

Se quejó ya de pie mientras que se sacudía el cuerpo varias veces con fastidio

-Le envenenaré cuando no se dé cuenta y para cuando sea muy tarde, estará expulsando los órganos por la boca!- rugió para sí misma para después, resoplar con fuerza y empezar a andar de regreso hacia la grieta donde estaba el muggle

Bendito sentido brújula de los seres sobrenaturales

Unos minutos más tarde, se acercaba a un manchón morado en la nieve desde el cuál sobresalía el libro de la Fortaleza y lo levantaba para sacudirlo.

"Eres mala" le pareció que decía el libro entre lágrimas imaginarias "se supone que somos y seremos amigos por la eternidad!"

-Si, si, lo seremos... pero acostumbrate al uso rudo, eres un libro de curación y si quisiera curar a alguien, para eso tengo mis Pociones- frunció el ceño terminando por sacudir la pasta- no pase por esa clase para nada... sé hombrecito! Mira que el Libro de la Sangre es bastante rudo...

"Él es un psicopata"

-Y yo también- le pareció que al libro le brotaban mil rayitas azules de miedo- así que amarrate los calzones (o lo que sea que uses) y a seguir trabajando hasta que se acabe la clase!

"Y me enviarás a la Bóveda Trastero TT_TT"

-Ya, ya... si te portas bien, te pondré en uno de los libreros de la Casa Snape... feliz?- rodó los ojos y le pareció que el libro se sentía más tranquilo- ahora... el muggle...

Se acercó a la grieta y se asomó en la oscuridad de esta hasta que volvió a oír una respiración pesada y bastante floja, junto con el vaho de quien se está congelando y no está muy lejos de morir; se apretó en la grieta para pasar y su visión en sombras le permitió hacer una rápida revisión a aquel ser.

Su temperatura estaba demasiado baja y tenía unos cuantos rasguños que podían ser graves si no se atendían pero fuera de ello... se podía considerar bastante sano.

Los ojos oscuros de aquel humano se alzaron para ver a la esbelta y hermosa mujer y entre temblores, una voz suave y jóven se percibió:

-Eres un ángel, cierto? -Hayame parpadeó un poco, sorprendida por la amabilidad de su tono- voy a morir y has venido a salvar mi alma para partir- el muggle le sonrió con las pocas fuerzas que tenían y la mujer no pudo evitar ruborizarse un poco

-En realidad soy una yuki-onna, cariño- respondió con amabilidad, suavizando la mirada y devolviéndole una sonrisa suave- una mujer de las nieves... soy de Japón pero he venido a unas vacaciones por este país

Comenzó a andar hacia el hombre que la observaba con atención y se sentó sobre sus talones para arrancar unos cuantos pedazos de su capa y se algunos bolsillos, empezó a sacar pequeños frascos de pociones con los que empapó las telas para empezar a limpiar sus heridas que empezaban a calentarse despacio y a cerrar; un quejido profundo se percibió en aquel humano al sentir el escozor de aquellas pócimas para eliminar infecciones pero en ningún momento hizo amago de retirarse ni de que se molestase con la mujer.

Estuvieron por varios minutos en completo silencio hasta que mientras que era vendado con nuevos pedazos de la tela arrancada, el muggle la llamó con cuidado y un tono de voz aún débil por el frío.

-Entonces...- musitó aquel- eres una especie... de criatura?

-Mas bien, un delirio por la congelación- se rió la pelirroja con suavidad esta vez, sacando un nuevo frasquito y revolviendo en este contenido de un par de pócimas más que siempre llevando consigo para después, introducir en el vial un pedazo pequeño de mandrágora y taparlo con un dedo para acto seguido mezclarlo con fuerza- un delirio con bastantes estudios y experiencia, aunque...

Sonrió hacia aquel humano con un brillo rojizo en los ojos

-Aún no es el momento. No todavía... bebe esto- ordenó acercándose más hasta enderezar el cuello del hombre para que se incorporase un poco y sus labios se entreabriesen para empezar a pasar el líquido por su garganta

Por la mueca que hacía era obvio que el sabor le desagradaba pero estaba demasiado débil para resistirse

-Mi propia mezcla de adormidera con concentrado de burundanga y... algo más- la vampiro torció aún más sus gestos conforme el humano parecía perder el brillo de su mirada- hablando de poderosas pociones hipnóticas y Artes Oscuras...

La mano del muggle le apretó con suavidad una última vez y la mujer pareció notar un último destello agradecido antes de que perdiese toda voluntad; la pelirroja compuso un gesto neutro de nuevo y bajó un poco los párpados

-Pequeñas y frágiles criaturas, los humanos...

Suspiró

-Anda... levantate- ordenó

Al momento, aquella persona se puso de pie despacio y solo se bamboleó un segundo para después, aguardar. La bruja le colocó la punta de la varita en la frente

-Conoces el camino de regreso- dijo con un tono de voz firme- así que ve. Los medicamento que acabo de darte te mantendrán caliente y en movimiento hasta que llegues al punto del Campamento Base Sur, donde te aprovisionarás y usarás el radio de emergencia para llamar a rescate- continuaba diciendo- duerme y descansa. Estarás bien

Hizo un movimiento con la cabeza y le dió un empujón al muggle que con gesto adormecido recogió las pocas provisiones con las que contaba para empezar a partir

La bruja sabía bien que el camino que le esperaba era duro pero afortunadamente las pociones que le había aplicado y hecho beber harían maravillas por lo que el sujeto podría andar sin agotarse hasta llegar al sitio y además, el camino en su cabeza lo mantendría lejos de los animales de la montaña y de cualquier otro alud.

Sin embargo...

El sujeto solo volteó una vez, como si algo en su interior no quisiera hacerle apartarse de la bruja antes de continuar andando para perderse a la distncia.

Hayame suspiró despacio

-No recordarás nada...- musitó por lo bajo- por eso los muggles le dan tan pésimo uso a las sustancias de la mandrágora. Vaya manera de perder el tiempo- dijo en el mismo tono de voz hasta que finalmente se sacó del bolsillo el casco-burbuja congelado y con un par de golpecitos de la varita, le hizo crecer sin reventarlo- toc toc... he terminado el trabajo... algo más que tenga que ir a hacer para que se sienta satisfecho con su amor propio?... tapar un volcán activo, matar un par de venados a golpes de libro, espiar al hijo de la prima del vecino mientras me apuntan tres sicarios muggles, robarle un donuts a mi hermana Sagitas?

Frunció el ceño para después, sonreír con maldad

-Como sugerencia por su bienestar mental y el del resto del... grupo, creo que una tregua de egos en lo que salgo de su vida no suena a mala idea, no le parece? -rió un par de veces, cerrando los ojos con gusto- ni usted me agrada ni yo le agrado. Podemos detener su pequeño juego aquí... o puedo seguir jugando con todo lo que me envíe pero le aseguro... que no va a ser agradable para usted...

Alzó la mirada para observar las nubes sobre su cabeza

-Créalo... no es el primero ni el último que se comporte de forma descortés conmigo, solo porque les he parecido "demasiado alegre"... pero no acabará bien... así que...

Nuevamente, cambió a su expresión neutral

-Es su decisión. Mientras tanto, esperaré a lo que siga ahora...- cerró sus ojos una vez y caminó hasta una de las rocas negras donde tomó asiento cruzándose de piernas y brazos y esperó a que el ave de trueno la llevase de regreso.

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Aaron se había rezagado un poco, pero todo parecía continuar en orden. La menor de los primos Yaxley escuchaba con atención las indicaciones del profesor, o mejor dicho, las explicaciones acerca de los usos para el Libro de la Fortaleza. Se quedó tan concentrada que ignoró el traslado hacia otro lugar de la montaña hasta que el trueno hizo lo suyo. Se preguntó si en el viaje se incluía un golpe en la cabeza, porque se sentía bastante aturdida. La voz del profesor nuevamente la obligó a guardar silencio y escuchar.

 

Estaba sola y tenía que buscar muggles. Prefería morir en un duelo, no tenía la menor intención de acercarse a ellos nunca. ¿Qué pasaba si eran verdad las leyendas que indicaban su ambición por la magia? ¿Qué iba a sucederle si daba un paso en falso? ¿Realmente la magia era superior o simplemente era diferente? Ella jamás se había sentido superior por ser una bruja, ella no odiaba a los muggles, les temía. Justo por eso, y no por la nieve, sus rodillas comenzaron a temblarle. Tragó saliva, dispuesta a completar la tarea de Keaton, pero con el pánico a flor de piel.

 

Miró a su alrededor, tratando de envalentonarse con tanto blanco, con tanta soledad. Debía pensar en una manera de pasar desapercibida y mantenerse a Salvo. Llevaba los anillos colgados de una ligera cadenita de plata, se colocó en la mano izquierda el Anillo de Salvaguarda contra Oídos Indiscretos, activándolo, y empezó a caminar con lentitud. Había que calmar los nervios primero.

 

Pasó buen rato para que se sintiera cómoda con las ventiscas de la montaña. Le recordaban los inviernos en Sofía y le hacían querer desaparecer en dos segundos, sin explicaciones. Como tantos otros habían desaparecido en ese lugar. Activó el segundo anillo, para detectar sonidos cercanos y casi cae sentada sobre sus cuartos traseros cuando pudo escuchar voces claras, como si estuvieran al lado suyo. ¿Inglés? ¿Francés?

 

Ah no, es que la segunda persona no podía hablar correctamente. Por eso le parecía un idioma raro.

 

- Veamos Maida, intenta ver qué quieren y dónde están -habló para sí misma y se imaginó a sus dos primos riéndose de ella por aún ni comenzar la prueba ¿Estarían muy lejos? ¡Concéntrate, Maida!-Izquierda...

 

Caminó unos pasos, recordando que si bien no podían oírla, sería peligroso que la vieran con el casco-bruja encima. Vio unos montañistas a cierta distancia. Tenían que ser ellos, no veía otra opción, el murmullo extraño continuaba, era de una mujer. Los otros dos, miraban hacia todos lados para luego seguir discutiendo entre ellos si la mejor opción era esperar a la mañana siguiente o bajar de una vez a una zona más segura.

 

- ¿Cómo vas a avanzar con ella así?

 

- Si nos quedamos justo en este punto, mañana tendremos la nieve hasta el cuello.

 

Y así, seguían mientras la de los balbuceos parecía querer intervenir sin éxito alguno. ¿Como ayudarlos? Buscó en sus bolsillos y sacó su frasco de poción herbovitalizante. Eso ayudaría a que la tercera en cuestión, recobrara las fuerzas y no seguir siendo un estorbo en el grupo. Pero, ¿Cómo dárselo?

 

Se acercó más, consciente de estar por ser vista. Sacó la varita y apuntó a los que aún discutían, la persona delirante estaba de espaldas a ella así que no la vería, eran ellos dos los que aún le representaban un problema. Listo, ya podía comenzar.

 

- Desmaius -seseó apuntando a uno, lo que hizo que la otra fuera en su ayuda. No logró nada porque la Yaxley volvió a usar el mismo hechizo contra la montañista y por fin se acercó al trío- Obscuro.

 

Una cinta cubrió la vista de la herida, quién continuaba balbuceando incoherencias, quizá preguntándose qué le había pasado a sus amigos.

 

- Es solo un desmayo, lo prometo -susurraba aunque no fueran a oírla- estarán bien y llegarán a salvo a la parte baja de la montaña.

 

Decía esto mientras buscaba entre las cosas alguna botella. Luego de mucho pelear con los botoncitos de seguridad de una botella hermética, logró abrirla y echó un poco de su poción en ella, para los muggles debía ser más que suficiente. Se acercó a la mujer vendada y apoyó el termo en sus labios, casi obligándola a beber un poco del contenido. Estaba temblorosa unos segundos y luego, todo en calma. Bebió un segundo sorbo con facilidad. Cogió la mano de Maida y ella ahogó un grito. Se zafó como pudo poniéndose en pie.

 

 

- ¿Quién eres tú?

 

Pero la Yalxey no contestó, se alejó del grupo señalando detrás suyo y pronunciando levemente el hechizo de Obliteración borró sus huellas mientras veía que la montañista intentaba liberarse de su venda. Cuando por fin encontró una roca cercana detrás de la cual podía esconderse, apuntó a los otros dos, lanzándoles el hechizo que los sacaba de la inconsciencia.

 

Estaban los tres confundidos, pero la única que podía dar una versión coherente, hasta hace poco deliraba por fiebre. Maida pensó que no era necesario un hechizo para borrarles la memoria. Antes de perderlos de vista, vió que la mujer compartía con sus amigos la bebida en el termo, más ayuda era imposible.

 

Se alejó de ellos lo más que pudo, durante minutos, hasta que incluso con el Anillo de Escucha activado, fue imposible seguir husmeando su conversación. La Yaxley finalmente pudo sentir su pulso restableciendo un ritmo normal. Aún tenía las rodillas un poco temblorosas.

 

- Listo -susurró.

 

Seguramente los otros dos habían terminado sus tareas dos horas antes. O habían optado por matar a los muggles, no solían tener demasiada paciencia.

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Aaron Augustine Black R. Yaxley

 

El polvillo de nieve se levantó a mi alrededor tras un salto desde medio metro de altura, había quedado enterrado hasta la cadera. Brazos firmes y casi saliendo de una tumba, me levanté con un bufido molesto para apreciar nuevamente el paisaje silencioso producto del anillo con el que había acaecido los sonidos a mi alrededor, y luego de haber avanzado un buen tramo desde donde había comenzado tal actividad pasé la yema del índice sobre el anillo de escucha.

 

- ¿Tienes más café?

- Sí, en el termo de allí...

-¿Estás seguro que podíamos armar el campamento en éste lugar?

-¡Claro! con mi padre veníamos de niño y junto a mi hermana salíamos hasta el risco que está metros más arriba, la vista es hermosa...

 

Y así, me pegué en la conversación banal que mantenían tres muggles, más sanos que el agua cristalina de la montaña, andinistas que compartían experiencias creyendo que por ello estaban en la cima del mundo. "Seres inferiores, soberbios de la ingenuidad que les rodeaba, ¡insignificantes!" era lo que pensaba con una expresión idónea bajo el casco burbuja, es decir, sin emoción alguna.

 

Sentado y con las piernas colgando al vacío me levanté instando a perder un poco el equilibrio por una fuerte ráfaga que azotaba la montaña- cuestión que disminuí con un seco movimiento de varita, creando una especie de campo de fuerza que me protegería de aquellas intermitencias en el viento- y tras reflejar aquél pequeño campamento asumí que no encontraría heridos, como tampoco les salvaría si lo estuviesen pues era un mago tan arraigado a los principios de la magia pura que no compartiría mis poderes para ayudar a una raza inferior.

 

-Aunque...-solté murmurando en voz alta mis pensamientos mientras acariciaba suavemente mi barbilla para luego tomar la varita que había envainado- avis...-susurré con la intención que los doce cuervos invocados cayeran en picada sobre las carpas; quería agitar un poco el avispero antes de divertirme otro rato. La cuestión fue que las bajas temperaturas y las fuertes ráfagas de viento no protegieron a los pájaros como me mantenía yo, por lo tanto no avanzaron ni dos metros cuando se perdieron arremolinados al vacío- ¡demonios!...-exclamé frustrado.

 

Girando lentamente sobre mi propio eje fijé la vista en una roca que casi alcanzaba dos veces mi tamaño, cuestión que hice levitar (mediante Wingardum leviosa) con mi arma mágica hasta situarla sobre la nieve en una pendiente que caía en falda hacia el campamento de los muggles.

 

-¡Engorgio!- exclamé apuntando mi varita hacia la roca casi en un tono intencional; el chillido de un águila junto al extraño parafraseo al exterior hizo que uno de los montañistas se asomara viendo a ésta figura humana vestida de negro en contraste a la blanquecina nieve, sobre el risco del que hablaba; la roca que había movido se hizo aún más grande y sin dejar de apuntarle, sonriendo al tipo bajo mis pies, grité- ¡Confringo! -el estallido removió la débil y gruesa capa blanca para formar el accidente que había premeditado, una avalancha.

 

-¡Mie.rda!...-fue lo único que alcancé a oír ya que en fracción de segundos la montaña había sumido la desesperación de aquél trío de muggles.

 

Silbando con indiferencia, me encaminé sobre la nieve ya sumisa a mi magia, hasta situarme en el punto exacto donde se encontrarían mis víctimas. Me hinqué, e ingenuamente plasmé mi oído en el suelo sin oír respuesta de los tipos, cuestión por la que me tiré de espalda como un felino sereno sobre su presa. Quizás estuve así unos cinco o diez minutos, pues quería corroborar que tanta era la adrenalina o el instinto de supervivencia de un muggle... si es que estaban vivos claro.

 

¿Era un psicópata? quizás solo era un tanto desquiciado. A veces cuestionaba mi frágil temperamento con una doble personalidad. Lo único que había tenido en cuenta, es que nadie estuviese mirando u oyendo lo que ahí pasaba; cosa que había resguardado sin tocar el intercomunicador de Keaton y a su vez, con el anillo contra oídos indiscretos hacía un rato atrás.

 

Allí, tirado en al nieve con un pie sobre el otro y las manos cruzadas bajo mi pecho, froté el anillo de escucha el cual me enseñó una tos y murmullos. Me levanté y tras agitar mi varita para unos cuantos defodios logré dar con una tela roja que rajé con un diffindo.

 

-Ayuda....ayu...-tos, tos y más tos- estamos atrapados, se nos ... acaba... acabará el oxígeno.

 

Dudaba, dudaba de ayudarlos pues no estaba dentro de mis principios ayudar a un muggle. Presioné el intercomunicador.

 

-Kea...Profesor, ¿de verdad tenemos que ayudar a los muggles?...

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