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Libro del Equilibrio~


Athena Rouvas
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―Le está costando un poco...

 

Miró una vez más el nombre de su alumno en el pergamino en su mano; en dónde dirección le anunciaba una nueva clase que dar. No estaba segura del por qué fallaba siendo que había mostrado bastantes aptitudes para dominar y lograr la magia uzza de aquel libro en buen nivel. Tal vez era que solo no era el momento de conseguirlo, pero en esta oportunidad si lo sería. Además, había que valorar de sobre manera su deseo de no rendirse pese a las negativas que había recibido tanto en prueba como en clase. También su disposición a volver a presentarse, aunque entendería si esta vez no estaba con su mejor humor al volver a verla.

 

Envió una misiva con los recordatorios pertinentes de presentarse en la Universidad a una hora indicada y en el mismo salón de la vez anterior para iniciar una travesía similar pero en un ambiente diferente. Por supuesto añadió las notas de llevar ropa cómoda, y los artilugios que el Libro traía, además de los de los Libros anteriores, solo por protocolo.

 

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ *

 

Esta vez el salón estaba más iluminado, la llegada de la primavera a Inglaterra era imposible de obviar, pero no por eso menos bullicioso pese a que las aulas continúas mantenían clases con alumnos más pequeños y expresivos.

 

Recorrió el lugar hasta llegar al estrado que correspondía al profesor, concretamente a la mesa y tomó asiento sobre ella. Como aún quedaba tiempo antes de que Keaton apareciera, si es que la ansiedad no lo superaba, tomó uno de los libros que había en uno de los extremos y le dio un par de ojeadas; era de criaturas mágicas en vías de extinción o ya dadas por desaparecidas. En eso se entretuvo hasta que sintió la puerta chirriar para dar paso a Ravenclaw.

 

―Hey! Hola nuevamente, esta será vencida ¿no? ―Saludó con más familiaridad de la acostumbrada para tratar de hacerle más llevadero el tema. Aparte que nada sacaban con estarse presentando cada vez. ―Adelante, aunque no nos quedamos demasiado, saldremos de paseo, a menos que quieras quedarte aquí encerrado y que te mate de aburrimiento con una charla.

 

Al menos para ella eso era tedioso. Las posibilidades de practicar afuera eran mucho mejores, eficaces y a la vez permitían asemejar mejor el tema de que en la vida real aquellos hechizos eran interesantes y necesarios de saber manejar con pulcritud. Ahora si él prefería eso lo entendería, esta vez le iba a dar algo más de autonomía para decidir ya que la parte teórica debe estar bastante recordada, es solo la práctica la que no lograron culminar la última vez.

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Keaton bufó molesto cuando recibió la misiva de Athena de que ya podía presentarse a la clase del Libro del Equilibrio de nueva cuenta, pero la molestia no era por misiva, ni mucho menos con la profesora, sino que era con él mismo por no poder pasar desde hacía ya varios meses la vinculación con el Libro del Equilibrio. Le recordó a su clase de Magia Avanzada en la extinta Academia de Magia y Hechicería, en donde tardó ocho cursos para poderla pasar. Era un desastre, y es que no era por tonto, sino por inconstante. Una pésima característica de él que espera poder erradicar. Suspiró.

 

―Por respeto a Athena, esta vez debo de pasar, ha de pensar que solo estoy jugando con su tiempo ―Dijo al espejo que tenía enfrente y donde veía su vestimenta (blue jeans, camiseta ajustada negra y sin mangas y unas zapatillas deportivas), y tras aceptar que se veía bien, desapareció de la Mansión Black Lestrange rumbo al Ateneo de Poderes.

 

La primavera ya había llegado, y el ojiverde lo detestaba, básicamente porque hacía más calor y la gente solía estar un poco más alegre de lo normal y aquello los hacía más insoportables. Por esta razón en cuanto hubo llegado, trató de irse lo más rápido posible al salón de clases para no toparse a nadie por el camino y tener que hacer plática. Sobre todo por la plática que había tenido también con los Uzza días atrás... trató de eliminar esa conversación de su mente. Así pues, llegó al salón donde lo recibió la Rouvás con una sonrisa.

 

―Ay, Athena, no sé cómo es que sigues soportándome, ya ni sé en qué intento vamos. Si, yo también espero que esta sea la vencida ―Dijo con una cara compungida. De verdad estaba avergonzado. En eso, la chica le dejó decidir si tomaban la clase ahí en el aula o salían de campo. El vampiro lo pensó ―Si me llevas a un lugar donde no haya tanto calor y donde haya pocas personas, vamos a donde quieras, pero si el lugar que tenías pensado es con calor y con mucha gente, entonces prefiero quedarme aquí ―Le dijo el vampiro y esperó su respuesta.

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―Tranquilo, las cosas suceden a su debido tiempo. Además tu ya dominas bastante bien todo, pero al ir escalando en niveles de los Libros va aumentando la dificultad; ten eso presente para el futuro. ―Porque a partir de ahí, las clases las dirigían directamente los Uzzas, y ellos eran poco considerados, o mejor dicho no tan suaves con sus practicas. Lo vería de primera mano en su momento. ―No me gustan los lugares con demasiada gente cuando se trata de practicar magia, mucho menos los sitios donde abundan muggles, aunque consideraré lo de un lugar poco caluroso.

 

Su mente divagó entre diversos lugares que conocía, todos ellos escenarios diferentes de clases. Siempre tenía algún lugar de emergencia pensado en caso de eventualidades, ahora comprobaba que no era tan mala idea adelantarse, en ese sentido.

 

Al final se decantó por uno que solo visitó una vez pero fue suficiente para conocer sus cualidades, y notar que allí se podría llevar a cabo una buena aventura de aprendizaje, mejor si a Keaton solo le faltaba más la parte practica que la teórica. Le indicó que se prepara en los siguientes minutos, la mejor forma de desplazarse hasta allá era con un traslador pero estos no eran instantáneos sino que debían esperar cierta hora de partida y en ese caso se llevaría a cabo exactamente ocho minutos más tarde.

 

―Aquí vamos. ―Mencionó cuando llegó la hora y al sujetar un borrador de pizarra bastante usado sintió el clásico tirón en el estómago, símbolo de que estaban siendo trasladados a otro lugar. ―Creo que nunca me acostumbraré a esto. ―No era una sensación agradable.

 

Cayó en el piso y se apresuró a ponerse de pie y a sacudirse la ropa.

 

―Bienvenido a Dartmoor, no se si lo conozcas.

 

En realidad no sabía si era un lugar de demasiado renombre, pero si era interesante. Cabe mencionar que llegó a esa ubicación tras la lectura de un libro detectivesco muggle y nada de lo leído iba a acoplarse a la realidad de los magos presentes. Al ser catalogado como Parque Nacional había poca presencia humana, salvo por uno que otro turista que en realidad buscaban las partes que narraba la novela, no tendrían que preocuparse por ellos.

 

―¿No has olvidado los amuletos, cierto? Aquí podrían servirnos incluso los de libros anteriores, debo reconocer que no estoy del todo enterada de las criaturas mágicas que han hecho de este lugar su hogar, o sea, se de unas seis al menos, pero las demás serán un elemento sorpresa.

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Parecía que Athena no estaba molesta por la total falta de responsabilidad del Ravenclaw en las clases anteriores para tratar de vincularse con el libro, al contrario, parecía entender que tal vez no era el momento, y al ser él mismo también profesor de Libro de Hechizos, la comprendió. En muchas ocasiones por muy bueno que resultase ser el alumno, el Libro simplemente decidía que aquel chico o chica no estaba listo y lo mandaba a tomar los conocimientos necesarios de vuelta, por lo que bueno, el mortífago al menos esta vez estaba más que seguro de que lograría la vinculación. Sonrió entonces a manera de alivio.

 

―Si, créeme que a partir de ahora le pondrá más gamas y empeño, no quiero que al llegar con Badru me agarre todo ésto tan de sorpresa ―Respondió también ante el consejo de la Rouvás.

 

EL ojiverde entonces observó como la chica hacía un traslador con un borrador, si por él fuera, usaría otro medio de transporte, pero la verdad, debía admitir que ese tipo de magia servía bastante bien cuando no se tenía demasiado tiempo. Rogaba porque pronto llegara al libro de los Druidas y pudiera ocupar aquello que muchos que poseían sus conocimientos hacía al trasladarse por medio de portales. Suspiró, si toda salía bien, para el siguiente mes lo lograría. Así pues, el borrador soltó su típico destello azulado avisando de la partida, por lo que sencillamente colocó un dedo sobre el objeto y desaparecieron.

 

―Dartmoor, claro, lo conozco, sus planicies son muy amplias, lo que no me gusta es que casi no hay mucho de donde agarrar para la práctica, pero para ello... ―El vampiro sacó un pequeño frasco de cristal de entre sus ropas y vació un poco de las Semillas de Hielo en la planicie. Al ser una extensión tan plana de tierra, la Semillas de Hielo se esparcieron por una extensión aún más amplia de lo normal y el clima pronto se modificó haciéndolo un poco más fresco ―Te dije que odio los lugares cálidos, perdona ―Se excusó el chico.

 

La mujer entonces comenzó diciendo que esperaba que no le hubieran olvidado los objetos incluso de los Libros anteriores, a lo que el mortífago sonrió, pues siempre los llevaba consigo. Lo preocupante era cuando contara con los de los demás Libros, entre más pasaban, más objetos se acumulaban, y si Keaton no quería parecer árbol de Navidad, debía de buscar la forma de llevarlos todos, tal vez disminuyendo su tamaño y llevarlos todos en un solo colguije, ya lo vería más adelante, pues su profesora hacía referencia a las criaturas.

 

―Pues seguimos en Inglaterra, el clima no cambia tanto a Londres, por lo que deberían de ser las mismas criaturas, aunque siendote sincero, aquí no tienen dónde dormir. ¿Qué te parece si haces un poco de ambiente? ¿Te parecen unas salamandras? ―Opinó el Ravenclaw. Ahora, la cosa sería invocarlas, tenía que crear algo de fuego, se le ocurría usar las Flechas de Fuego, pero no se le hacían tan apropiadas, a menos, no de momento ―¡Incendio! ―Dijo apuntando a una zona de pastizales secos, los cuales, inmediatamente comenzaron a arder.

 

A los pocos minutos, algunas salamandras comenzaron a salir de entre las llamas, y Keaton las admiró extasiado, pues pese a que el hielo se encontraba cerca por las Semillas de Hielo, ahora, esa zona se llenaba de calor para dar vida a esas criaturas. El Animago entonces se preguntó qué rumbo era el que la Rouvás deseaba para la clase, él estaba haciendo lo que le venía en gana, y sabía que ya solo le faltaba emplear los hechizos y los objetos de manera correcta, pero necesitaba una pauta por de la profesora.

 

―Bien Athena, ¿qué sigue? ¿sencillamente me dejarás experimentar con los hechizos y los objetos? ¿o tienes alguna otra idea en mente? Por mi encantado de que me dejes demostrarlo, pero, no sería poco ortodoxo, ¿no crees? ―Le comentó. Él sería feliz si lo dejaban experimentar y Athena solo lo observaba para ver si fallaba o no, pero ¿qué clase de clase sería aquella?

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―Te diría que fuésemos por un tesoro más allá del páramo, pero eso ya no sería sorpresa. ―Aunque por el momento estaba más preocupada de que el humo llamara la atención de los vecinos, aunque claro los más cercanos vivían a varios kilometros del lugar. Sin embargo con las tecnologías muggles era más sencillo para ellos averiguar donde había un problema y solucionarlo. ―Solo te diré que no vamos a quedarnos aquí, afuera prefiero estar en movimiento. Vamos...

 

Le animó a seguir el viaje, aunque antes se aseguró de aplacar las escasas llamas que continuaban haciendo salir salamandras desde los lugares más inesperados. Quien sabe cuantas de ellas habían por allí.

 

―Suelo leer algunos libros muggles, de misterio o cosas inexplicables, entre ellos me encontré con una que se sitúa en esta zona. Lo describen como un animal enorme, fiero y venido desde el mismísimo infierno, pero según la descripción no correspondería más que a una criatura mágica que hizo de este sitio su refugio y que seguramente dejó generaciones habitando Dartmoor, o mejor dicho el pantano que queda cerca y que es donde la historia dice que los hombres desaparecen.

 

Toda esa introducción le parecía necesaria pues podía estar casi segura que no tenían el mismo gusto literario; es más podría apostarse una buena suma de galeones.

 

Dartmoor era principalmente granito, y sitio de interés arqueológico no podían causar grandes destrozos para no poner en peligro el secreto de la magia. Por otro lado, hasta llegar a la zona del pantano tendrían que sufrir con el calor pues no podían lanzar semillas todo el recorrido; acabarían con todas ellas y estas no se obtenían inmediatamente posterior a su uso.

 

Iba alerta por si aparecían algo más que el denominado "sabueso".

 

―No recuerdo exactamente qué no logré explicarte la vez anterior, creo que los hechizos en su totalidad ¿cierto? Bueno, las semillas ya las dominas. Veo también que estas un poco complicado con la cantidad de cosas, yo también lo sufrí en un inicio. Hay una solución bastante sencilla y es hacerse con un monedero piel de moke, si no siempre puedes ir colgando las cosas en una especie de collar. ―Estaban aún a unos cien metro de la zona pantanosa cuando escucharon una especie de aullido. ―¿Qué crees que sea? Solo descarto un dragón porque ya hubiese quemado y se habría echo sentir... ¡Cuidado! ¡Flechas de fuego!

 

Lo que vino fue algo poco visto en los últimos tiempos ¿Era un Runespoor? Pero si no eran originarias de allí, a menos que alguien la hubiese introducido lejos de su hábitat natural. Las flechas de fuego hicieron que la criatura retrocediera pero no que se marchara.

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Keaton no pudo evitar poner cierta cara de asco cuando la Rouvás indicó que le gustaban leer algunos libro de literatura muggle. En su opinión nada que tuvieran que ofrecer los muggles era algo digno para ningún mago, pero era evidente que Athena pertenecía a esa parte de la sociedad mágica que les daba igual, un traidora a la sangre. Suspiró, no era el momento, por mucho que le gustara echar bronca allá a donde fuera, en aquel momento ya no era lo ideal, debido a que bueno, como bien se sabía ya era su enésimo intento para pasar ese condenado libro, y que era de los mejores de los cuatro básicos, pero a él le estaban costando. Por eso debía portarse bien.

 

―A decir verdad no es como que ese tipo de literatura me guste, pero bueno, igual si dices que se basa en algo que habita por aquí... Solo espero que lo podamos controlar con los hechizos de este libro y con los de los anteriores. No quiero regresar en partes a mi castillo ―Dijo el Base.

 

El chico se quedó pensando unos momentos. ¿Un pantano? Aquello le recordaba a alguna criatura que se escondía en las aguas y salía a devorar a sus presas, ¿pero cuál era? Aunque había que reconocer que los muggles a veces eran un poco exagerados. Probablemente se tratara de una mantícora, muy fácil de controlar, o incluso una torpe nutria. Fuera lo que fuera, iba a ser el camino que tomase la clase. Suspiró. Detestaba seguir las pistas dejadas por un impuro. El ojiverde caviló entres sus posibilidades, tenía la opción de abandonar y volver a empezar el mes siguiente, pero su bóveda se quedaba un poco vacía.

 

―Qué te parece si en lo que encontramos a este ser o lo que sea, me cuentas un poco más de lo que trata esa novela, digo, si me has traído para seguir las pistas del mismo, debo conocer como voy a morir, ¿no? ―Bromeó el chico.

 

La mujer hizo alusión a sobre si le había explicado a Keaton todo lo del Libro, o más bien, si había existido algo que no le explicara. El pelinegro se quedó pensando. Según él no le habpia explicado mucho sobre la Arena del Hechicero, pero a decir verdad, no era como que quisiera aprenderlo mucho, era el hechizo que menos le llamaba la atención, aunque debía de estar consciente de que debía dominarlo, sobre todo si ahora si quería vincularse con el Libro. Equilibrio, le iba bien el nombre, tal vez no lo estaba logrando porque no tenía él equilibrio en su vida.

 

―Me parece que solo quedó pendiente un poco lo de la Arena de Hechicero. No le encuentro mucho sentido y la verdad me gustaría me explicaras mejor la parte de cómo afecta e igual le encuentro utilidad ―En ese momento, algo o alguien los iba a atacar, porque se escuchó un rugido y después Athena giró su vista y Keaton lo vio de reojo a tiempo de que lanzaba las flechas de fuego ―¡Ya sé que es! Dices que se encuentra en los pantanos, ¿no? Debe ser un Kelpie ―Keaton agitó su varita y supo qué hacer ―¡Semillas de Hielo! ―De su varita salió una ventisca de aire helado que paralizó a la criatura ―¿Te parece si la vamos a examinar? Estoy casi seguro, es un Kelpie ―Dijo y empezó a caminar hacia la criatura, que se había quedado a nada de entrar al pantano.

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―¿Un Kelpie?

 

Bueno, irremediablemente ahora tendrían que acercarse para saber que era lo que Keaton logró congelar con las semillas de hielo porque a la distancia que estaban solo era una especie de figura en medio de la escarcha, aunque cabía destacar que era algo de gran embargadura, tal como mencionaba la historia.

 

―La novela es sencilla. Trata sobre un detective que resuelve complicados casos policíacos a lo largo y ancho de Inglaterra junto a un compañero. En esta historia en particular tienen que lidiar con algo más desconocido, aunque en el libro le dan un final, me atrevería a decir que todo comenzó con una leyenda de la zona. Se supone que el animal que aquí habita es un sabueso enorme, y que hace desaparecer a los hombres que se acercan demasiado al pantano, es por eso que estoy convencida de que se trata de alguna criatura mágica. Y ahora que lo mencionas, el Kelpie parece ajustarse a esa descripción.

 

No había demasiada información sobre ellos desde el Ministerio pero si numeroso relatos de encuentros de magos o brujas con los Kelpie, unas criaturas de cuidado.

 

Herido por las flechas de fuego y luego congelado lo más natural era pensar que estaba en desventaja y se quedaría a merced de ellos pero no fue así. La bestia de seguro llevaba años, décadas en el lugar y estaba habituada a luchar contra aquellos que venían en conocimiento a intentar dominarle, o daban por casualidad con su paradero y solo buscaban una aventura que relatar a otros. Lo cierto era que el Kelpie había sobrevivido hasta ahora a todos esos indeseables visitantes. El hielo se trizó sonoramente primero, eso hizo que Rouvás se detuviese y también frenó la marcha de Keaton, para luego dar paso a los quiebres que terminaron por romper todo lo conseguido. No era que las semillas fueran débiles pero tal vez la criatura se había hecho demasiado fuerte con los años.

 

Emitió un sonido algo agudo (Athena supuso que de dolor) y luego huyó directo hacia el pantano que en su interior, entre los árboles y lianas que conformaban la parte de arriba le quitaban bastante visibilidad. Pasó obviando a los presentes.

 

―Creo que tenías razón, es un Kelpie. Tendremos que notificarlo al Departamento de Criaturas Mágicas, no sé si esté entre los que ellos conocen. ―¿Qué era mejor? Solo dejarlo, seguirlo y averiguar algo más, reducirlo y llevarlo a la reserva Newt Scamander, habían muchas opciones y todas parecían poco seguras o viables. ―Pero antes de cualquier cosa te debo una explicación ¿no? Arena del Hechizero, es tan sencilla como lanzarla a los ojos y cegar al oponente el período de tiempo en que tarde en sacarse la arena de los ojos naturalmente o con ayuda de la magia, te da el beneficio de que no podrá usar hechizos que requieran de buena puntería. ―Habló sin apresurarse, aunque en la última frase hizo ademán de que debían ponerse en marcha.

 

Una forma sencilla de dominarlo sería utilizar el siempre útil anillo de amistad con las bestias, pero si se había opuesto a las semillas de hielo fácil podía oponer algo de resistencia y desistirse un tanto del control.

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Keaton prestó atención a las palabras de Athena referente a la información que proporcionaba aquel libro muggle y no pudo evitar reírse. Los muggles, sin duda alguna, era muy divertidos. El hecho de quedarse con leyendas provocadas por algún mago o bruja famosa, o en este caso, una criatura famosa, los excitaba demasiado y los hacía crearse historias maravillosas en sus cabezas. Eran patéticos, esa ausencia de magia en sus vidas les atrofiaba el cerebro. En fin, que se le hacía ilógico lo de un sabueso, pero tal vez el Kelpie se había convertido en aquello alguna vez y lo habían asociado así en el libro de aquel detective.

 

―Bueno, tampoco es como que los muggles sean muy listos, ¿no? ―No pudo evitar el comentario.

 

Con lo que el ojiverde no contaba era con que la bestia aquella se liberara del hechizo que él le había lanzado, confiaba en que los poderes del mismo fuera suficientes, pero parecía que la criatura se había hecho resistente, sobre todo si era un Kelpie. Se zafó rápidamente del hielo que lo congelaba y a como pudo se metió al pantano. Era típico de una criatura así. Sonrió de nuevo. Al menos la clase se estaba tornando divertida. Se acercó al pantano y pensó si tal vez podría emplear de nuevo las Semillas de Hielo, pero tras la explicación de la Arena del Hechicero... tal vez funcionarían mejor.

 

―¿Qué te parece su lo hacemos salir? ―Keaton introdujo la punta de la varita en el agua pantanosa y dijo con suavidad ―Cinaede ―De su arma salió un gas invisible que en seguida envenenó el estanque. Entendía que era gaseoso, y el pantano le ayudaría, porque de él también emanaban gases, que al combinarse con el gas extraído de los Pétalos de Pensamiento, lograría su objetivo afectando a la criatura ―Cuando salga, y para no matarle, usamos la Arena del Hechicero, lo cegamos, lo atamos y lo liberamos del veneno para que muera y así lo podemos llevar, de mínimo, a la Reserva Mágica, ¿qué te parece? ―Dijo a la Rouvás.

 

El mortífago estaba satisfecho, creía estar usando bien los hechizos, y esperaba que ahora si, la profesora, lo creyese apto para La Prueba y poderse vincular con el Libro del Equilibrio al fin. Se colocó entonces en Anillo Antiveneno para evitar que al comenzar a emanar el gas del pantano, lo inhalase y se envenenara también.

Editado por Keaton Ravenclaw

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