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Encantamientos


Apolo Granger
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Apolo amaba la playa. Le encantaba descansar en la arena, sentir el sol en la cara, o atravesar olas cuando nadaba. Por eso no fue sorpresivo para nadie que decidiera realizar su clase del día a orillas del mar. Su clase de Encantamientos, la primera que impartía de hecho, lo había tenido desde temprano trabajando en lo que diría, y lo que les haría realizar para demostrar su dominio en el tema. Y es que mucha gente subestimaba el poder de los encantamientos cuando tenía un arsenal de hechizos que se podían utilizar. Pero no él, y esperaba que no sus alumnos.
— ¡Holaaaa! — gritó alegremente haciendo eco entre los riscos de la playa.
El sol empezaba a salir por las montañas que tenía detrás, y los rayos del sol iluminaban el mar azul y la arena blanca en la que se encontraba descalzo. Llevaba una polera blanca con un dibujo de un sol, unos lentes de sol negros sobre su cabello azul, y en su muñeca izquierda llevaba el reloj que usaba casi siempre. Su bañador era del mismo azul que su pelo, y amarrado en su pierna llevaba el porta-varita con su varita a la mano en cualquier momento. Algo alejada sobre una toalla de tortugas, descansaba su mochila negra. Era todo lo que necesitaba, y ya podría crear con magia lo que fueran a utilizar, aunque tendría que ponerse creativo para ayudarlos tanto como ellos para completar su clase.
Se encontraba en la Costa este, lo suficiente cerca para que sus alumnos pudieran aparecerse sin problema, y con suficientes indicaciones en el aviso que les había hecho llegar gracias a la Universidad. El más importante y el más obvio era traer su varita mágica, pero había dado detalles explícitos de usar ropa veraniega junto a sus instrucciones. Había sido un abuso exigirles esa parte, pero si alguno usara su ropa normal intentaría usar métodos normales para hacer las cosas. Al menos así lo había justificado, y esperaba que le hicieran caso.
Cerca de la playa donde se encontraba, había un pequeño pueblito que tenía abierto su mercado con todo tipo de cosas para vender. Algo alejado en la otra dirección solo había riscos y uno que otro árbol frutal, y frente a ellos en el mar se extendía un arrecife bastante colorido bajo el agua. Su plan era bastante divertido, pero le dio algo de miedo pensar que alguno de sus estudiantes no supiera nadar. ¿Alguno se lo habría mencionado en alguna ocasión?
Y es que a sus tres estudiantes los conocía. O casi. Fiamma era su recién descubierta pariente lejana que había regresado a la Familia Granger después de años de viajes. Joaquín vivía con él, eso era cierto, pero jamás es que se hubieran topado. Y Gabrielle había sido profesora suya en la Fortaleza Oscura. Apolo, al principio animado por reconocerlos, se dio cuenta que jamás había cruzado más de dos palabras con alguno de los tres, y que el supiera ellos tampoco se conocían entre sí. Tal ve debió pensar en eso antes de mandarlos a vestirse como para un balneario. Akward.
— ¡Bienvenidos a su clase de Encantamientos! — comentó el joven de pelo azul alegremente, una vez que fue hora de comenzar. — Me llamo Apolo, pero eso ustedes ya lo saben. ¿Creen que puedan presentarse para los demás?
Los había reunido de forma circular en medio de la playa. Y no lo dijo como una solicitud; lo había pedido como una sugerencia.

@ @@Gabrielle Delacour @Joaquín Granger
Editado por Apolo Granger

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La inquietud del ojimiel seguía impulsando al muchacho que no paraba de darse sus vueltas a la Universidad Mágica. El director Niko le había recalcado que solo podía participar de oyente en aquellas clases de las que él ya estuviese aprobado y como lo que más fascina al peliverde son las clases mágicas, ahí se encontraba otra vez revisando la pizarra de avisos.

 

Ve que hay varias clases que puede tomar, los profesores son conocidos para él y viendo la lista de alumnos que hay designados se queda pensando a cual acudir.

 

Entonces sus ojos miel vuelven a leer aquellas listas y la emoción se apodera de él al ver el nombre del profesor a cargo de la clase de Encantamientos...nada menos que su "hermano" Apolo Granger.

 

Coloca la mano sobre aquel pergamino, no conoce a ninguno de aquellos estudiantes, pero es la oportunidad de oro para compartir con el peliazul un tanto más de su tiempo.

 

Retira su mano y después deja aquel lugar y casi corre para abandonar las instalaciones de la Universidad, va tan ansioso que pareciera que va en busca de un tesoro oculto en esa playa que estaba mencionada como punto de encuentro para participar en la clase.

 

Su impulso le hizo no tomarse tiempo para preparar aquel arribo a la playa, así que vestía igual que acostumbra siempre, pantalón de vestir negro, botas negras de piel de dragón, camisa de manga larga verde esmeralda y capa negra que se sujeta de lado dejando su hombro derecho descubierto, en su antebrazo lleva su varita, único equipaje que lleva.

 

Tiempo le lleva abrirse paso, el pueblito es bastante pintoresco y ve que hay muchos puestos que llenan de color la calle donde varias personas transitan, se fija bien para ver si hay una plaza y le parece recordar que el profesor menciono de verse en la playa...así que pregunta a uno de los mercaderes para que le de indicaciones de como llegar a la playa.

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La primera en llegar o eso parecía; playa su terror pero era su clase, tenía que asistir. Le había dejado un tanto en duda el hecho de ropa cómoda ¿Cómo usaría ropa cómoda en la playa? En definitiva sus vestidos no eran del todo vienvenidos a lo que otó por un vestido de manta blanca hasta los tobillos y unas sandalias nude, sencilla y cómoda como lo sugería la nota.

 

Caminó por la playa un rato buscando al profesor, iba a ser evidente el encontrarse con él al no ver ni una sola alma a esas horas. Y ahí estaba.

 

Sonrió al verle y siguió caminando hasta llegar. No tenía mucho sentido el apresurar sus pasos más detestando tanta arena en sus pies y se cruzó de brazos tratando de recordar ¿Se había puesto bloqueador?

 

A pesar de que la Black odiaba la playa, el sol y el ensuciarse estaba contenta de estar ahí; el agua y ella no eran para nada amigos, traumas de la infancia y de vez en cuando su mirada recaía en el oleaje del mar. Sabía que quien daría la clase había sido su alumno antes de verle entrar a la Marca y confiaba en él, al menos sabía que no la dejaría morir en aquel lugar.

 

El círculo estaba a medio hacer y tomó la ventaja, el Granger había sido el primero en presentarse y ahora sería ella.

 

– Mi nombre es Gabrielle... Black.- ¿De nuevo cambiando el apellido? ¿Qué mas decía... Cómo presentarse?.– Soy reportera de El Profeta y vengo interesada en aprender.

 

Dijo encogiéndose de hombros un tanto apenada, odiaba presentarse ¿Qué podía decir? ¿Matriarca Black? Eso a quién le importaba, así como su rango, lo que hacía, estaba en la clase y era lo que importaba.

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Era una madrugada muy oscura, faltaban un par de horas para el alba y Fiamma ya se estaba preparando para ir a su clase de Encantamientos. Los días pasaban rápido y parecía que siempre había algo nuevo. Cuando regresó a Ottery, la pelinegra no se esperaba que tendría que volver a la escuela, pero al paso de los días se había convencido de que era una muy buena oportunidad para seguir creciendo.

 

-Mmm, ¿ropa veraniega?- la asaltó la duda, Londres no se caracterizaba por su cálido clima, pero supuso que el Granger lo tenía todo calculado. No es que le conociera mucho, justo ella acababa de integrarse a la familia, resultando así que son parientes. Revolvió las pocas pertenencias que tenía y se encontró un bikini color rojo que le serviría si lo emparejaba con un short blanco. Se colocó unas zapatillas especiales para el agua, recogió su cabello en una coleta y tomó su varita para bajar a desayunar algo y después trasladarse al punto de encuentro.

 

El traslador la dejó en un pueblo que aún no despertaba, pero los diversos puestos anunciaban que no tardaría en despertar y abrir el mercado lleno de cosas interesantes para locales y turistas. Quizá podría pasarse si no se hacía muy tarde, al fin de cuentas los rayos de sol apenas amenazaban con salir. Apresuró su paso y llegó hasta el inicio de la playa donde ya se vislumbraban a lo lejos algunas siluetas. Desconocía quien más estaría en la clase, pero no importaba, después de 5 años de ausencia era como si en realidad no conociera a nadie o casi nadie.

 

Al llegar saludó levemente con la cabeza a todos, todos los atuendos eran veraniegos pero en realidad no todos iban de traje de baño, quizá ella no entendió bien. Tomó su lugar en el círculo y antes de que empezaran las presentaciones volteó a ver cómo el sol bañaba con sus rayos las olas. Inspiró el olor a mar y se dejó llevar por la tranquilidad del sonido de las olas golpeando la orilla una y otra vez. Cuando empezaron las presentaciones escuchó con atención y se aclaró la garganta antes de su turno.

 

-Hola, buen día. Soy Fiamma Phoenix y es la primera clase que tomo en la Universidad. Por ahora sólo me dedico a esto.-

 

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Por más que me esmeraba en ocultar lo emocionado que estaba, terminaba aflorando una nerviosa sonrisa que me delataba. La primera clase de la Universidad. Era casi irónico cuando me había llevado tantos años, algo así como seis, terminar mis estudios, por pereza, básicamente, no iba a engañarme a mí mismo, y ahora volvía al sistema educativo. Y como si fuera tradición, aquella clase tampoco se impartiría en el aula. No importaba que clase y en que nivel se estudiara, las aulas siempre estaban de adorno.

 

Ni siquiera importaba que tuviera que ir a la playa a la mañana, algo que no recordaba haber hecho nunca. Siempre habría una primera vez, aunque peligrara morir achicharrado. Siempre me salvaría algún árbolito, una palmera, una sombrilla o algo. Comprobé que no olvidara nada por estar pensando en mi vida e hice una mueca al mirar la ropa tendida en mi cama, esperando a ser elegida. De un lado lo solicitado: ropa veraniega, del otro, todo lo contrario: Un traje que demostraba que ni me había esmerado en buscar algo claro, y que me encantaba llevar la contraria, ya que era de un azul oscuro.

 

Al final decidí que ya era momento de dejar de andar de transgresor y me vestí con mi ropa veraniega a estrenar: Shorts de baño azul marino, con unas flores parecidas a unos hibiscos en color crema, una camisa blanca en tela muy fina que hasta podría decir que se transparentaba, y que tenía unos rombos con la misma tela. Seguro no se usaban desde hacían treinta años, pero bueno. Ya no había tiempo para buscar nada, ni creatividad para transformarlo. Completaban el atuendo unas ojotas azules que casi no usaría.

 

Aparecí en la playa maldiciendo por lo tarde que era, ya que todos se encontraban allí. No me gustaba llegar tarde, no era mi costumbre. Apresuré el paso hacia donde estaban todos y fijé la vista en el profesor, hasta aquel momento no había recordado de donde le sonaba el nombre, pero claro que conocía a Apolo, aunque era raro que me lo cruzara y como meros conocidos aunque estuviéramos unidos por algún lejano vínculo de parentesco, a duras penas lo saludaba. El arrepentimiento me invadió; de haber sabido que iba a calificarme, me hubiera esforzado en llevarme bien con él. También reconocí a la más reciente descubierta Granger. Sin duda sería una clase interesante

 

-Buen día a todos -saludé sonriéndoles, luego de haberme ubicado bajo un árbol rebelde que crecía por allí alejado del resto.- Mi nombre es Joaquín Granger. No hay mucho que decir de mí, es mi primera clase en la Universidad, y tengo un negocio en el Callejón Diagon. -Lo ultimo quizás sobraba, así que finalicé con un despreocupado encogimiento de hombros.

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Las indicaciones fueron correctas y pude ver a varias personas formando un círculo en la playa, al que reconocí sin problemas fue a Apolo, muy alegre y usando gafas de sol...¡vaya! me di cuenta entonces de su tipo de ropa, era veraniega y yo llevo mi ropa usual puesto que no me cambie para ir cómodo ni nada parecido.

 

 

No sabía si Apolo me llamaría la atención, pero igual decidí acercarme, ellos parecían estar en el inicio de la clase y esperaba realmente en que así fuera, había perdido tiempo llegando al pueblecito en lugar de la playa...la emoción me traiciono.

 

 

No me parecía que fuese muy avanzada la reunión, así que me coloque a la vista de Apolo y realice una reverencia para completar mi saludo. Seguramente para todos era inusual pero yo ya tengo experiencia para sumarme a las clases y esbozando una leve sonrisa me dirijo al profesor.

 

 

--Buenas tardes. Disculpe la interrupción, deseo solicitar a usted profesor Granger me permita ser oyente en su clase, me agradan las clases mágicas y pienso que siempre hay cosas que aprender y muchas otras que perfeccionar, ¿puedo contar con su aprobación a mi petición? -- Menciono cortesmente mientras miro su expresión facial.

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Apolo sonrió alegremente y asintió a cada una de las presentaciones, contento de que su clase tuviera tanta audiencia siendo su primera oportunidad. Incluso levanto ambos pulgares ante la aparición de Antoni, el último de sus estudiantes al parecer. El sol se había levantado un poco y la luz de la mañana ya inundaba la playa. Una ligera brisa y el sonido del mar era todo lo que los acompañaba, mientras Apolo se alejó un poco de los cuatro para tener espacio.
— Espero que tengan presente que aprobar esta clase significa demostrar su conocimiento en el tema ante la Universidad, y por consiguiente el Ministerio de Magia. Por lo tanto tengo una regla para ustedes, que significaría reprobar la clase: No pueden llamar a un elfo para que los ayude.
Le sonaba tan extraño prohibir elfos como lo fue para ellos recibir la noticia. Esperaba que no fuera un impedimento para nadie. Tampoco le gustaba prohibir algo, pero si hacían trampa para pasar la clase no podría demostrar que es había enseñando mucho. Se bajó las gafas de sol y se paseó por la arena marcando una línea con el pie antes de continuar.
— Los encantamientos son, por definición, cualquier tipo de magia que le agregue propiedades a un objeto o una criatura. Cuando movemos objetos, o les damos autonomía, usamos magia bastante sencilla que a menudo se domina con bastante facilidad. Si cambiamos los colores de un objeto con magia no estamos modificándolo, estamos cambiando como es percibida la luz sobre él. Entender eso les permite ver las diferencias entre encantar y transformar algo, mucho más difícil y complejo. ¡Chromus!
Apolo hizo levitar una rama que había encontrado en la playa, y luego la modifico para que fuera de un azul brillante, igual que su cabello.
— Sin embargo, hay una rama de los encantamientos mucho más difícil, y que espero que ustedes cuatro como magos adultos puedan dominar: La materialización. Crear algo de la nada es mucho más difícil que simplemente agregarle propiedades. Los primeros ejemplos de materialización que solemos realizar es encender las varitas. Crear luz es mucho más sencillo que por ejemplo, crear agua. ¡Aqua Eructo!
De la punta de su varita salió un cañonazo de agua, con tanta potencia que pudo haber botado a alguien al contacto. La lanzo con fuerza en dirección al mar llevándose contigo la rama que había encantado. Pasaron varios segundos antes de que su disparo cayera al agua.
— Ahora viene la acción. Me gustaría que intentaran realizar algunos encantamientos que suelan usar, al menos para ver el nivel mágico que tienen. Piensen en esto como en un show off, el que quiera comenzar que dé un paso aquí junto a la línea. Y el resto sentémonos en la arena cerca para ver el espectáculo. Lo que quieran mostrar de magia estára bien, pero mientras más conectados estén sus hechizos mejor.
Su último comentario fue algo raro, pero una cosa era lanzar encantamientos al aire y otra crear todo un espectáculo con magia. A la gente le gustaba lucirse, y estaba dispuesto a aplaudir si lo sorprendían un poco.

@ @ @@Gabrielle Delacour @Joaquín Granger

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Las presentaciones terminaron y era el turno del profesor nuevamente, ahora sí entrarían en la parte importante de la clase, al final de cuentas las presentaciones eran mera formalidad. Fue un poco extraño ver a alguien que tomaba la clase solo por gusto, pero había de todo en la vida y a nadie se le podía negar el derecho a aprender, así que no le dio mayor importancia.

 

El sol empezaba a despuntar y su reflejo empezaba a calar en los ojos, pero Fiamma había olvidado ponerse gafas de sol. Justo estaba pensando que quizá podía mandar llamar a su elfo Wormy para que le trajera las suyas, cuando Apolo menciona que no se les puede llamar. Bueno, técnicamente ella no lo llamaría para ayudarle en la clase, sin embargo podría malinterpretarse. “Mejor no le llamo y me aguanto, ¿para qué arriesgarme?”, pensó.

 

La pelinegra prestaba atención detenidamente a todo lo que estaba siendo explicado, en realidad la mayoría de los presentes lucía bastante experimentado, pero muchas veces se tenían los conocimientos prácticos más no la teoría que los sustentan. Era como ponerle nombre a una cara que has conocido toda tu vida y nunca supiste cómo se llamaba. Cuando ella pasó por la Academia (o Hogwarts), se limitaban a enseñarle cómo usar los hechizos y no las diferencias entre ellos.

 

-Yo voy primero- dijo la Phoenix ante la petición del Granger. No era por presumir ni nada, al contrario, al ser el primero hay menos probabilidad de equivocarse. La razón de querer pasar primero era que al escucharlo hablar sobre la materialización, una invocación había venido a su mente y no quería que alguien más se la ganara. Se puso al centro del círculo mientras los demás iban tomando asiento sobre la arena.

 

-Avis- dijo suevamente y 12 pájaros pequeños en tonalidades verdes y azules salieron de su varita. En su mente los instruyó para que revolotearan entre los presentes, dándoles un pequeño espectáculo. Era un claro ejemplo de materialización, un hechizo básico que a todos enseñaban en Hogwarts.

 

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Escuchó atenta a sus compañeros, los nombres sería uno de sus retos y sobretodo el entender la clase. Apolo había tomado la palabra y se crizó de brazos tratando de mantener la atención sin que el clima del lugar afectara en ella. Encantamientos sin duda sería un reto para ella.

 

El profesor había marcado la línea y Fiamma fue la primera en saltar. Gabrielle soltó un suspiro agradecida de que ahora la otra chica de la clase fuera quien tomara la ventaja, nervios ¿Qué usaba? ¿Qué demostraba? Pero la Phoenix había demostrado capacidad de pensar más rápido y con un muy buen ejemplo.

 

Algo rápido que le pudiera ayudar ¿Agua? ¿Sacar más agua de la varita? No quería mojar a sus compañeros y no quería llegar de última ¿Fuego? Había mencionado luz pero ¿Quemar en la playa?

 

Los pájaros revoloteaban a su alrededor gracias a Fiamma y ahora era la Black la que se pasaba. Dio un paso junto a la línea y apuntó a la arena, alejando la puntería de sus compañeros.

 

– No creo seguir la línea de mi compañera pero... Serpensortia

 

La serpiente salió despedida alejada de los presentes ¿Cuándo se le había ocurrido aquel... aquello? Sí, serpiente. Puso su mano sobre su rostro un tanto apenada pero estaban en la temática de animales ¿Cierto? Y para ella lo más fácil a demás de los pájaros era... Eso. Después de los pájaros Gabrielle se sentía un tanto apenada

 

Básico, pero era eso o seguir buscando en su mente algo que pudiera funcionar.

 

Se encogió de hombros y mantuvo su mirada en el piso evitando que su creación se fuera contra ellos.

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Por nada del mundo quería ir primero en demostrar mis habilidades. Sin habérmelo propuesto en verdad, comenzaba a considerar aquello como una competencia silenciosa desde que Apolo usó la palabra "espectáculo" podría resultar est****o considerar aquello una competencia, sin embargo, habiéndome acostumbrado a ser el mejor cuando vivía en soledad, todavía no me acostumbrara a que hubiera gente que hiciera lo mismo que yo, o peor, que fuera mejor que yo.

 

Fiamma fue la valiente, también usó el encantamiento más astuto: a todos les encantaban las dulces aves que revolotean por ahí, y en lo personal que los pajaritos trinaran exclusivamente a nosotros fue hasta dulce. Sería difícil de superar aquello y no quería pasar un bochorno, necesitaba tiempo, y como si hubiera escuchado mis plegarias la Black fue la siguiente de aquel improvisado espectáculo, con nada más y nada menos que una serpiente. Me gustaban las serpientes, lástima que aquella huyera de nosotros; quizás mordería a alguien del pueblo cercano. La idea me hizo sonreír con malicia.

 

Teniendo en cuenta que el otro joven era un mero oyente, era mi turno de ser juzgado. Miré hacia ambos lados en busca de una inspiración, y allá a lo lejos distinguí una bella flor color carmesí que crecía en una superficie verde que con todo su atrevimiento mataba la blancura de la arena. Eso era lo que me haría destacar, y para variar, no serían animales lo que materializaría. ¿Quien sabe? en una de esas hasta era considerado un lindo gesto de galantería. Me puse de pie animado y sonriente y avancé a la línea

 

-Orchideus -Exclamé, y en la punta de la varita se materializaron sendas rosas naranja blancas que tras un leve movimiento de muñeca se desprendieron y cayeron a los pies de los espectadores, desprendiendo un aroma muy dulce.

 

Satisfecho y sin ocultar el orgullo que sentía de mi demostración volví a donde estaba y tomé una rosa del suelo con la que juguetee distraídamente.

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