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Encantamientos


Apolo Granger
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Las palabras de su profesor retumban en su mente "Nada sencillo" ¿Entonces qué hacía? Tomó el dinero de la toalla de Apolo y caminó lento hacia el mercado mientras pensaba en lo que haría; sabía que estaba el recetario que les habían facilitado pero en la cocina ella no era la privilegiada, por algo su hermana era la que casi siempre cocinaba... o los elfos.

 

Era temprano y la gente comenzaba ya a amontonarse en los puestos, Gabrielle odiaba las multitudes a lo que prefería investigar en los puestos menos abultados y sí, buscando sin siquiera saber qué. Tal vez la inspiración llegaría al ver los ingredientes.

 

Se iría a lo sencillo. Fiama estaba en el puesto de verduras a lo que la francesa le secundó, tomó una lechuga, dos limones, pepino y pidió zanahorias, observó unos limones en lo que el vendedor le envolvía las cosas y se animó a tomarles, dio el dinero al vendedor y sonrió en señal de despido. Sus pasos se dirigieron ahora al puesto de las carnes y le indicó al vendedor uno de los pescados que tenía de frente junto con una bolsa de sal y especias, pagó y caminó a prisa hasta su lugar de trabajo.

 

Sólo quedaba el ponerse a cocinar. El escenario ahora había cambiado, las carpas que el Granger había creado no solo ayudaban a cubrirse del sol si no de cierta forma ayudaban con el calor del lugar; dejó las cosas sobre la mesa y se quedó quieta por un rato, no no vería el libro, estaba decidida a experimentar.

 

Tomó los limones, les puso sobre su tabla de picar y les partió a la mitad con el cuchillo sabía los principios de marinar una carne pero nunca los había puesto en práctica. Sacó el pescado y dejó el filete blanco en uno de los platos menta que había hecho, exprimió dos limones sobre él y al verle remojado le dejó de lado. Ahora su atención estaba en la lechuga; la partió con el cuchillo y le dejó en el bowl grande de cristal y comenzó a hacer lo mismo con los demás vegetales.

 

<< Lo que nunca...>> Ni en sus años de casada la Black había hecho comidas ¿Quién la tenía en la cocina pudiendo los elfos encargarse? y Ahí estaba ella haciendo comidas.

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— ¿Pero qué está pasando aquí? — preguntó Apolo viendo a Gabrielle, soltando sobre la arena las manzanas que llevaba sujetas con ambos brazos.
Media hora antes…
Apolo espero de forma impaciente, sin mucho más que hacer que mirar las olas del mar y sentir el sol golpeándolo en la espalda. No había planeado tan bien su clase para prever que tendría tanto tiempo libre en sus manos, y tampoco es que quisiera ir a espiar que hacían sus alumnos en el mercado sin nada de dinero. Ni siquiera podía distraerse viendo a la gente, ya que nadie se había acercado a la playa en varias horas.
Se puso de pie luego de un rato, cansado de tener que seguir esperando, y se fue con rumbo fijo a la arboleda que había cerca de los riscos. Tal vez no tuviese dinero, pero había algo de comida gratis si se tomaba el esfuerzo de ir por ellas. Los arboles junto a la playa se veían algo viejos y desgastados, pero tenían una gran cantidad de manzanas de varios colores esperando por que las recogieran. O más bien, que las atrajera a sus brazos con algo de magia.
El problema es que para cuando volvió a los puestos de trabajo, alguien ya había regresado de sus compras. Apolo soltó las manzanas por sorpresa al ver a Gabrielle concentrada cocinando como un nomag cualquiera, aunque se notaba que estaba teniendo algunas dificultades de principiante. Su grito logro que se detuviera, y se detuvo infraganti a medio cortar un vegetal.
— Gabrielle, se supone que debías cocinar con magia. De otra forma es trampa — le aclaro acercándose a ella, examinando su puesto de trabajo. — Esto no es Estudios Muggles.
Por dentro le daban unas inmensas ganas de reírse, pero trato con todas sus fuerzas de mantener un temple más serio. Después de todo él era el profesor. Además, no le hubiese gustado mucho reírse de uno de sus alumnos, pero no era la primera vez que veía a un compañero de su bando interesado por las cosas nomag. Hasta donde sabia –y era muy poco- Gabrielle tenía que venir de una familia sangre limpia, así que tampoco era bueno que ahondara más en su entusiasmo.
— Es una pena que tengas que perder el trabajo que has venido haciendo, así que ya que no hay nadie dejémoslo pasar. Puedes compensar el trabajo cocinando un poco extra; si puedes hacer un postre con estas manzanas — Apolo agito su varita y las manzanas se apilaron correctamente sobre su mesa — puedes acabar lo que ya empezaste. Hay recetas en el ultimo capitulo, pero no más cocina hasta que lleguen los demás: hay una forma mas sencilla de hacerlo.
Apolo se volteó en dirección contraria para ver si sus otros alumnos aparecían. Si estaba en lo correcto, la que venía a la lejanía debía de ser Fiamma, pero Joaquín todavía no se veía por ninguna parte.

@ @ @@Gabrielle Delacour @Joaquín Granger

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Mi ejecución había sido reconocida y en cierta medida me sentí alabado. Sonreí como un niño pequeño al que felicitan por sus buenas calificaciones y asentí. Tomé el libro que el profesor dejó sobre mi orgullosa creación y la hojee. Era un recetario. Miré con indignación la espalda del Granger mientras se alejaba a comprobar el trabajo de mis compañeras; no podía ser que quisiera que cocináramos de verdad. Aunque la verdad, las cosas que pidió carecerían de sentido de no ser así.

 

Y por supuesto que así era, además con pretensiones de que no fuera sencillo. No podía dejar de quitarle la vista con el ceño fruncido, esperando que aquello fuera una broma para que alumnos y profesor entráramos en confianza. Volví a mirar el libro con un poco más de detenimiento, todas las recetas eran comida de humanos, algo que no consumía, y las que si podía consumir requerían sangre fresca. No parecía probable que aprobaran que raptara a alguno de los vendedores y los sangrara allí; usando el sentido común, eso solo lograría causar problemas a la Universidad, al Ministerio y mi expulsión inminente. Tendría que buscar otra cosa.

 

Era tiempo de partir, caminé apesadumbrado a buscar el paquete de dinero, y de camino al mercado tomé una hoja de palmera y con mis conocimientos en transformaciones la convertí en un sombrero de panamá. Aquello era una mera ilusión, no me protegía del sol abrazador que Apolo no había tenido en cuenta, pero no lo podía culpar. Los vampiros ya no éramos extraños ni sombras en el mundo mágico de los humanos, pero estábamos obligados a velar por nosotros mismos en asuntos como la luz solar, al parecer no podíamos pretender que todos estuviéramos a oscuras. Para casos como ese era que tenía pociones que me ayudaran con los efectos negativos.

 

El trayecto no era muy largo, pero era molesto tener que hacerlo a una velocidad humana para no llamar la atención. Ya estaba irritado, no encontraba ninguna receta que me llamara la atención, y las que parecían más interesantes me parecían dificilísimas. Había cosas más interesantes para hacer con encantamientos que cocinar, por ejemplo, jugar a darle a la manzana en la cabeza del profesor con los elementos punzantes que habíamos creado para cocinar.

 

El mercado era colorido, a aquella hora, su hora pico, estaba animado, en demasía, y los mercaderes pregonaban sus mercancías con todo su ímpetu lo que hacía reventar mis oídos. Sería breve. Abrí el libro en una página al azar y puse mi dedo sobre una receta, sin mirar. Ya lo tenía. En un puesto de un naranja vivo, una ancianita vendía verduras que parecían cultivadas con amor, eran grandes y brillantes, dignas de foto. Tomé unas berenjenas, unos tomates grandes como cuatro calabacines, un par de cebollas, un par de pimiento rojo y la misma cantidad de su variante en verde; unos limones y una lechuga mantecosa como indicaba un cartel. Pagué aunque me vi tentado a hipnotizarla para que me regalara la comida, para quedarme con el dinero de la Universidad.

No tardé mucho más en aquel calvario, en una tienda de abarrotes atendida por un antipático hombre robusto con un frondoso bigote, compré una botella de aceite de oliva y salí de allí.

 

Regresando a la playa donde vendría la peor parte divisé un pequeño local pintado de azul cerúleo, en cuyo cartel había un tiburón y nombraba al establecimiento "Pescadería y marisquería "El Tiburón" Me resultó est****amente simpático así que compré salmón y camarones. No me había sobrado tanto dinero como esperaba, pero peor era nada, además todo era ganancia porque aquello tampoco era mío. Aunque bien que si me hubiera podido ahorrar aquel dinero podría compensar el costo de la matrícula, aunque fuera en parte. No era miserable, me gustaba aprovechar las oportunidades.

 

Fiamma ya estaba allí, Gabrielle también, yo fui el primero en partir y el ultimo en volver, pero me había entretenido en la pescadería, y también había tardado en decidir la receta aunque no había sabido cuanto tiempo. De igual manera, todo estaba bien; supuse que había sido Apolo quien había improvisado una especie de gazebo con una ola convertida en hielo que cubría las estancias de trabajo. Dejé las cosas sobre el mármol y sonreí agradecido al Granger.

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Sin contar las nuevas gafas de Fiamma, y el sombrero de Joaquín, todos habían vuelto igual a como se habían ido, aunque irremediablemente más cargados de ingredientes. Nadie dijo nada acerca de la ola de hielo que antes no estaba, y Apolo se sintió algo decepcionado, pero al ver las caras de alivio que mostraron al estar bajo sombra y fuera del calor del sol deberían bastarle. Dejo que se acomodaran y dejaran sus compras en las mesas antes de volver a dirigirse a todos.


— Espero que todos disfrutaran la tarde y descansaran un poco. Tratar con nomags puede ser algo complejo para algunos, pero espero que lo consideraran una experiencia distinta. Ya que tienen los ingredientes, es hora de la última parte de la clase, y creo que la mas provechosa para los magos: La de darle autonomía a los objetos para que se muevan por si solos. ¡Locomotor!


Apolo agito su varita y le dio a uno de los cuchillos de Gabrielle, que se elevó en el aire y se acercó bailando a una de las manzanas. En el aire, el cuchillo comenzó a pelarla rápidamente a vista y paciencia de todos. Lo único malo de la escena es que los cortes eran profundos e irregulares, y mucho de la manzana se estaba saliendo junto a la piel.


— Para un mago realizar una acción con magia no solo es eficiente, si no que permite usar nuestros poderes para nuestro propio beneficio. Darles autonomía no solo nos libera de realizar ciertas tareas, sino que además podemos realizar varias al mismo tiempo.


El cuchillo termino su tarea y se acomodó nuevamente sobre la mesa, junto a la manzana que había pelado.


— Sin embargo, como cualquier tipo de magia tiene sus limitantes. Darle autonomía a un objeto lo hará realizar una tarea, pero la realizara de la misma forma a como lo hiciéramos nosotros mismos. Yo no soy muy bueno pelando manzanas, pero créanme, si lo hubiese hecho alguien mas profesional en la cocina hubiese quedado impecable.


Sostuvo la manzana en alto, que incluso lograba verse algo cuadrada ya.


— Por otra parte, si yo siguiera usando el hechizo para pelarlas de la misma forma acumularía experiencia a si lo hiciera normalmente, así que tarde o temprano terminaría pelando la manzana de forma bastante mejor a como lo hago actualmente. Espero que estén siguiéndome en la explicación…


A Apolo le preocupaba que no se lograra entender, pero esperaba que fueran al menos siguiendo la idea general del hechizo.



— Si les sirve otro ejemplo, imaginen que encantara unas agujas de tejer. Al principio quizá no salga nada muy decente, pero mientras más usara el hechizo más fácil sería empezar a crear ropa tejida, como un suéter y un sombrero. Son todos los beneficios de realizar una acción y ganar la experiencia de hacerlo, y sin realizarla de forma física, así que no hay cansancio real.


Apolo tomo tres manzanas más y las mantuvo flotando en el aire usando un encantamiento levitatorio. Esperaba que asimilaran su explicación y la pusieran en práctica al instante.


— Ya conocen el hechizo, y les daré tres más. Escuchen atentamente: ¡Glacius! ¡Boilirum! ¡Emberum!


Cada vez que pronunció un hechizo le dio a una de las manzanas. La primera se congelo como si de un trozo de hielo se tratara, igual que la ola de agua en su momento. La segunda vibro intensamente y luego estallo en mil pedazos, y la tercera soltó chispas de fuego y se calcino un poco, comenzando a votar humo.


— No esperaba darle tanta potencia. — Apolo se quitó un trozo de manzana del cabello. — El segundo hechizo, Boilirum, es para hervir cosas, pero no recomiendo usarlo en nada que no sea agua. Ya ven lo que pasa, pensé que la manzana tendría suficiente agua pero ya veo que no. El primero, Glacius, congela con una ráfaga de aire helado, y el último, Emberum, asa cualquier cosa usando calor.


Dejo que examinaran las manzanas y les obligo a repetir los hechizos sin la varita, intentando que los pronunciaran bien a la primera. Los magos adultos solían agarrar el hilo de los hechizos con mucha más facilidad, pero nunca se sabía que podía pasar y era mejor prevenir.


— Recuerden que en vez de improvisar con hechizos que conocemos, siempre es bueno investigar por el más específico para la tarea que quieran realizar. Es demasiado peligroso y arriesgado cocinar con fuego puro, pero no serían los primeros en intentar disparar el hechizo Incendio a una olla de agua helada. Y créanme, no sale bien. Estos hechizos requieren concentración y enfoque: si se mentalizan en sus objetivos los hechizos no escaparan de su control.


Apolo sonrió esperando que hubiese sido más claro. Le echó un vistazo a la hora desde su reloj y se dio cuenta que tenían bastante tiempo, al menos podía dárselos para que se divirtieran practicando los hechizos y el pudiera ver que eran capaces de lograr con magia.


— Tienen hasta la puesta del sol para cocinarme lo que hayan escogido. Y hay una condición que deben seguir, y es que solo pueden manipular sus ingredientes y herramientas usando magia. No necesitan mostrarme platos perfectos, solo hagan lo que puedan y traten de que quede comestible, porque entre todos probaremos lo que hagan los demás.


No le hacía mucha gracia tampoco la idea, pero sintió que si los hacia trabajar tanto en comida era mejor que alguien la probara. Y si algo sabia era que la comida no se desperdiciaba. Solo esperaba no terminar envenenado o algo peor.


@ @ @@Gabrielle Delacour @Joaquín Granger

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La manzanas de la demostración de cómo pelar con magia no había quedado perfecta, por esa misma razón yo las había preferido con cáscara, era un orgullo vergonzoso decir que en tres décadas de vida no había pelado ni una miserable manzana. Desvié la mirada a mi recetario un segundo y suspiré aliviado de que no tuviera que pelar nada en mi receta. Sin embargo no era como para cantar victoria aún, la explicación seguía y yo continué prestando atención. Sinceramente esperaba no tener que pelar nunca en mi vida, y había que tener en cuenta que hablábamos de una eternidad.

 

De los tres hechizos que ejecutó el profesor solo el ultimo parecía útil para mi receta, pero anoté mentalmente el de hacer hervir cosas, quería probar hacer explotar cosas de esa manera, además ¿Si se un humano explotaría o la expresión "me hierve la sangre" dejaría de ser una mera expresión? Sin dudas era algo para comprobar después, todo con fines puramente científicos, claro estaba, en las mazmorras de la mansión donde nada se veía, nada se escuchaba y nada salía de allí. Quizás hasta reconocieran mi contribución a las investigaciones médicas.

 

El tiempo daba y sobraba para lo que tenía pensado hacer: Ratatouille, receta tradicional de donde pasé la mayor parte de mi vida. En cuanto nos dieron los últimos detalles me puse manos a la obra.

 

-Locomotor -dije luego de tener las hortalizas listas, y la exagerada cuchilla se alzó y comenzó a trocear,

 

Y todo fue un desastre en aquella primera tanda: El calabacines, la berenjena y los tomates debían ser cortados de forma fina, de unos 3 milímetros, mientras que lo que ocurría ante mis ojos era que el calabacín había sido cortado en tres y ni siquiera eran cortes limpios, era un asesinato vegetal. Maldije, sonreí amargado, volví a agitar la varita para que la cuchilla abandonara su virtual vida, me apoyé en la mesa con los dos brazos, bajé la cabeza y suspiré. Sabía que algo así iba a pasar. Tomé el recetario y miré fijamente el grosor indicado, la foto más bien, como interiorizándolo.

 

-Locomotor

 

Esta vez había sido un éxito. No era perfecto el grosor, y algunos estaban considerablemente más gruesos, pero se descartarían y el resto servirían, tanto los tomates como la berenjena también estaban por los menos aceptables. Para los pimientos y la cebolla en juliana fui más precavido y vi las instrucciones específicas en el recetario; cuando el instrumento la ejecutó mi orden los cortes estaban casi tal cual en mi mente. Sonreí victorioso.

 

-Aparitio -Con calma y destreza, una charola para horno circular, la copia exacta de la que en el recetario, se materializó. Pero un cansancio me invadió. Ya faltaba poco, debía aguantar.

 

Cocinar requería mucha magia, levité la botella de aceite y engrasé la charola, en mi descuido había olvidado el ajo y la sal; y no quería arriesgarme a convertir las verduras. Ya no me sentía en forma para eso. Agité la varita y las verduras se acomodaron en capas con una disciplina militar, la botella de aceite volcó un poco más de su contenido y ya estaba todo listo para empezar a jugar con el fuego. Más me valía no emocionarme. No tenía más ingredientes más que para una ensalada de tomate y lechuga y no volvería al mercado.

 

-Emberum -Procuraba no ponerme muy intenso.

 

Los vegetales soltaron unas chispas rojas y su tamaño se redujo, dejaron de estar firmes y pasaron a estar firmes y soltaban un olor de lo más cautivador. Había terminado y a mis ojos más allá de una verdura chamuscada de más y más gruesa de lo debido, no era que no se pudiera comer. Pero por si acaso no correría riesgos. Ya era mucha actividad de humanos por un día. No contaba con que tuviera más comensales que el profesor, por lo que tuve que hacer un ultimo esfuerzo y crear más platos y cubiertos. Al menos pude con aquello, debía ser porque tenía en lo que basarme justo al frente.

 

Emplaté con otro movimiento de varita, como su fuera una cinta, un conjunto de verduras flotaban de la charola al plato, caía sobre ellos un chorrito de aceite y al lado del ratatouille un montoncito de lechuga recién picada sobre la que reposaba una rodaja de limón. Era más bien decorativo, pero había humanos que mejoraban todo con aquel cítrico. Miré mi creación casi con orgullo paternal y sonreí ampliamente. En aquel momento sí que quería arriesgarme a probarlo.

 

-Terminé -Notifiqué a Apolo.

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Al regresar Fiamma de sus compras, le sorprendió ver algo distinto en el área donde se reunían. Ya con sus lentes oscuros puestos, la luz solar no la cegó y pudo distinguir una gran ola de hielo cubriendo el área sobre las mesas de trabajo. Agradeció en su mente a Apolo e hizo una nota mental de agradecérselo en algún momento de la clase.

 

Descargó sus compras sobre la mesa y acomodó todo para empezar en cuanto le dieran la indicación. El Granger comenzó a explicar los principios básicos para cocinar con magia. Lo que más le sorprendió a Fiamma fue la parte donde la acción se realizará exactamente como ella lo haría sin magia. Es decir, si ya era mala haciendo algo, con magia no lo solucionaría; y de la misma manera, si era buena manualmente en algo, con la magia sería igual. Eso la tranquilizó mucho, pues al haber crecido desconociendo el mundo mágico, la cocina era fácil para ella.

 

--¡Glacius! ¡Boilirum! ¡Emberum!— repitió sin varita para asegurarse de que tenía bien entendidas las pronunciaciones.

 

Se dispuso a empezar. Colocó las patatas aún con cáscara en una olla, la llenó tres cuartos con agua apuntando su varita y susurrando –Aguamenti-. Agregó suficiente sal y después usó uno de los hechizos que acababan de repasar—Boilirum--. El agua empezó a hervir y así la palinegra se puso concentrar en su siguiente paso.

 

--Locomotor—exclamó y uno de los cuchillos empezó a cortar en rebanadas los champiñones que se encontraban uniformemente acomodados en la tabla para picar. No eran cortes perfectos pero si de buen tamaño para lo que tenía pensado hacer con ellos.

 

En otro tazón colocó la crema ácida y el queso crema, sazonó con los condimentos que había traído y nuevamente hizo uso del hechizo Locomotor. Esta vez un batidor de globo integraba los ingredientes que usaría en cuanto las patatas estuvieran listas. Cuando éstas estuvieron listas, susurró –Tergeo—y así el agua desapareció. Hizo levitar una a una de las patatas y repitiendo el hechizo Locomotor, las cortó en rodajas de un centímetro de grosor.

 

Usando solo su varita y los hechizos, colocó la charola frente a ella, untó mantequilla en toda la superficie y empezó a colocar capas uniformes de patas, champiñones, crema y queso, en ese orden. Después de tres capas, fue más generosa con el queso y usó el que esperaba fuera el último de los hechizos ya que se estaba cansando.

 

--¡Emberum!— dijo apuntando su varita a los costados de la charola, luego hizo levitar esta para cocinar la tarta desde abajo y finalizó dándole un toque dorado a la última capa de queso.

 

--¡Voilà!—gritó un poco más fuerte de lo que esperaba. Ahora solo quedaba recibir el visto bueno del profesor y de sus compañeros.

 

 

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Apolo espero alejado hasta que el sol se ocultó entre el mar, dejando una estela naranja a su paso que se mantendría unos momentos más. No podía darles más tiempo; considerando que había planeado que la clase durara el día entero atrasarse no solo significaría problemas para él, sino también para la Universidad. Tomó una nota mental mientras se acercaba devuelta a los puestos de trabajo, y al final se decidió por ir primero con Joaquín quien había terminado primero.


La ola de hielo, ya sin ser necesitada se deshizo en un charco de agua que se retrajo devuelta al mar, tal cual la había atraído. Esperaba que sus alumnos, luego de terminada la clase, eliminaran cualquier rastro de magia que quedase en la playa. Él tendría que quedarse a limpiar el resto de los encantamientos, pero al menos podría disfrutar de algo de comer. Algo dudoso observo el puesto de trabajo de Joaquín, llamando con una mano a los demás.


— Se ve bastante bien — comentó al aire esperando a que Joaquín sirviera la comida.


Apolo metió mano en el tenedor y probó un poco. Él no era mucho de verduras pero lo que comió le supo bien… ¡más que bien de hecho! Contento volvió a probarlo, dándose cuenta que las verduras estaban cocidas, y que la mezcla de sabores era bastante agradable. Examino el plato y se veía presentable, y no encontró ningún error que mencionar. Le aliviaba saber que al final de cuentas había logrado manejar cosas con magia, y es que no lo dudaba realmente.


Continúo con Fiamma, que se veía muy satisfecha de lo que había creado. Apolo solo vislumbro la corteza de queso que cubría su platillo, pero luego de que lo dividiera a partes igual y le enterrara el tenedor pudo ver que también había creado algo con verduras. Apolo sintió los distintos sabores y se dio cuenta de que la Granger, a diferencia de sus compañeros, si tenía experiencia en la cocina. Su plato estaba delicioso, y Apolo solo por gusto probó un par de bocados más. Estaba excelente.


Levantando un pulgar finalizo con Gabrielle, que había estado extremadamente callada. Apolo vislumbro su puesto de trabajo, y se dio cuenta que el pescado estaba igual a como lo había dejado, crudo. Quiso intentar probarlo, pero no se atrevió a metérselo a la boca. Miro a los demás y al final dejo el tenedor donde lo encontró. Podía aprobar a Gabrielle por todo su trabajo anterior, pero comer pescado crudo no estaba dentro de sus planes, y estaba claro en ninguno de los demás. Fue una pena que se quedara sin tiempo, pero no todos debían lograr puntaje perfecto para aprobar.


— Con eso finalizamos la clase. Espero que pudieran lograr entender los principios de los encantamientos, y que tuvieran una experiencia nueva en el proceso. Todos pasan claro, su trabajo fue impecable durante el día.


Apolo agito su varita, y un encantamiento mensaje apareció en el aire mostrando las notas que había logrado cada alumno, sumando su trabajo del día. Fiamma había sido la más constante, pero Joaquin la había superado en habilidades mágicas. Gabrielle, a pesar de no haber logrado un plato comestible, había trabajado lo suficiente para aprobarla sin problemas.



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— Muchas felicidades, conocimiento aprobado. — soltó Apolo chasqueando los dedos. — Una vez que limpien la playa, ya pueden retirarse. Yo iré a la Universidad a informar sus resultados.


Un haz de luz paso por los tres estudiantes, lo que significaba que ya eran oficialmente expertos en Encantamientos de cara al Ministerio de Magia. Apolo se dio cuenta que había oscurecido lo suficiente, así que ya era momento de despedirse. Y se preguntó si Joaquin y Fiamma podrían guardar lo que cocinaron para llevárselo a la Mansión Granger.


@ @@Gabrielle Delacour @Joaquín Granger

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