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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Mel tenía el cuerpo dolorido.

 

Primero sintió la incomodidad de un viento ligero que parecía enfriarle las extremidades; eso fue el preludio del despertar, la incomodidad de la luz matutina, el dolor en los ojos y finalmente, el notar que aferraba algo duro, con una extraña protuberancia.

 

Abrió los ojos desconcertada y notó que tenía aferrado el micrófono. Se había quedado dormida encima del escenario hecha un ovillo luego de una larga y ruda sesión de karaoke. A su lado, no muy lejos, se encontraba un atractivo muchacho a quien reconoció como uno de los miembros de la banda que había tocado el día anterior. Estaba cómodamente instalado en un sillón de agua que quién supiera en qué momento habían llevado al escenario. Tenía recuerdos vagos de haber visto a alguien reír a carcajadas mientras hacía que diese volteretas por el aire para luego lanzarlo hacia los árboles pero cómo había ido a parar encima del entarimado era para ella un completo misterio. Todo lo que hizo fue incorporarse, atraer una manta con un encantamiento convocador y acomodarse al lado del muchacho lo mejor que pudo, lo que no fue sencillo ya que parecía bastante cómodo allí a pesar de haberse dormido sentado y con el torso desnudo. Al final, tuvo que arreglárselas con un sencillo encantamiento de extensión indetectable. El calor que ambos compartieron hizo que sus ojos se sintieran otra vez pesados y ambos quedaron profundamente dormidos, de espaldas el uno con el otro. Su varita quedó de nuevo tirada encima del entarimado pero estaba tan cansada que no le importó: Meows, emitió un sonido similar a un estornudo pero por lo demás, nadie notó ni tocó su varita para nada.

 

Del otro lado del jardín posterior, se desarrollaba una escena totalmente diferente: Richard Moody, completamente desnudo, empezaba a reaccionar. Estaba cubierto por una manta, sintiendo que alrededor el suelo era ligeramente húmedo. Su cabello estaba revuelto y solo uno de sus pies asomaba a la vista del resto, fuera de la manta. Al igual que Mel se acomodara poco después, estaba durmiendo cómodamente de espaldas a alguien: ni más ni menos que Matt Ironwood, que había quedado tendido allí también junto a la piscina y ya no llevaba la parte superior de su traje de fútbol americano.

 

Su posición sin embargo, representaba para él un misterio muy distinto: él había consumido una de las pastillas conscientemente, colocándola bajo su lengua y dejando que se deshiciera hasta percibir sus efectos mediatos luego de ver cómo todos caían en la broma -esperando divertirse con el resto del grupo- pero, al igual que los demás, lo que vino después era ya mucho más incierto. Sabía que en algún momento de la noche su magia se había salido de control y esperaba que no muchos recordaran el episodio del sillón volando por los aires sin que él hiciera uso de varita alguna pero, por otra parte, la situación de la falta de ropa escapaba por completo a su memoria. Si al menos hubiese habido una rubia o una prima bonita en medio habría estado más justificable el asunto pero no era ese el caso. La buena noticia era que no le dolía la cadera ni nada parecido así que si algo había sucedido no había sido él quien...

 

Decidió entonces que lo mejor sería salir del paso cuanto antes. Acababa de tomar esa decisión cuando abrió los ojos y se incorporó pero falló en sus cálculos debido a los efectos residuales de la droga que, por supuesto, no podía haberse desvanecido por completo de la noche a la mañana, especialmente de los que habían bebido el ponche en semejante dosis: lo que siguió a continuación fue que Richard presenció cómo un elfo susurraba palabras en dirección a una Evans ya despierta, Nicole, quien sin duda oyó el ruido, porque se giró lentamente a mirarlo.

 

Richard se quedó de piedra. La manta a sus pies, él tal y como Dios lo había traído al mundo, con el cuerpo todavía inerte de Ironwood al lado haciendo que fuera más que evidente que habían dormido allí juntos. Era, cuanto menos, comprometedor y, en el peor de los casos, digno de una risotada pero no podía, no podía reírse en una situación como esa, especialmente teniendo en cuenta que hasta entonces había mantenido una fachada intachable con los Evans...

 

Excepto que, estaba drogado al tope, por lo que soltó la carcajada de ley, con el cuerpo agitándose en inevitables sacudidas que bien podían mandar su imagen para siempre al drenaje, con un brazo sujetando su estómago de las inevitables sacudidas ¿Eso le importaba en ese momento? No, tan solo pensaba en que era una suerte que la pésima dieta de Mel y Eileen no le hubiese arruinado el cuerpo porque jamás habría imaginado que terminaría exhibiéndolo ante una desconcertada Evans recién despertada.

 

Con total desparpajo, levantó entonces la manta del suelo destapando a Ironwood en el proceso y se la colocó alrededor del cuerpo para que nadie más se ganara con el espectáculo de forma gratuita (habían quienes pagaban para acceder a "tales privilegios" de su parte no solo en dinero si no con favores o incluso secretos) y compuso su sonrisa más encantadora, antes de hablar con voz clara:

 

—Eh, buen día, Evans ¿puedo enviar por desayuno o prefieren consumir los residuos de la fiesta?

 

Mas no esperó una respuesta si no que dio un par de palmadas y movió un poco las manos en movimientos rítmicos. Enseguida, la mesa larga que había sido volcada en una esquina se incorporó y llegó volando para luego ser cubierta por un mantel de hilo blanco y una cubierta de plástico. Luego, llegó Freya como salida de ninguna parte; la elfina que había pertenecido a su hermana tomó las órdenes rápidas de Richard y desapareció para preparar lo que se le había ordenado. Richard, que traía el cuerpo envuelto por la manta como si acabase de salir de una ducha con una toalla especialmente larga, empezó a buscar en torno por su ropa.

 

Era inútil ocultar su magia, pues sospechaba que al menos Nicole sí que debía recordarla, así que cuanto más hiciera ante sus ojos y no en los de los demás Evans, mejor. El resto todavía no daba señales de reaccionar y, de hecho, él mismo se sintió cansado y algo mareado luego de semejante espectáculo: no era recomendable para él usar tanta magia de una vez y menos cuando ya había usado tanto el día anterior. Su errática capacidad de arruinar la magia podía meterse en medio en tales situaciones, haciendo que se hiciera daño a nivel físico y mágico cada vez que hacía muestras tan descaradas de magia sin catalizadores mágicos como varitas o bastones, aunque igual si intentaba por ese medio las varitas terminaban por quebrarse de manera inevitable y bastante violenta.

 

Suspiró ¿de qué le servía todo eso si igual era incapaz de realizar un sencillo encantamiento convocador para traer su ropa? Suprimió una sonrisa y siguió mirando alrededor intentando no pensar en que no quería que lo sucedido llegara a oídos de sus amantes en los círculos cerrados de los adinerados de Ottery.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Escuche mi nombre y empecé a desperezarme, aún tenía los ojos cerrados y una punzón agudo en la sien derecha me daba el buenos días. Bostecé y me rendí al sueño nuevamente, perfecto y cómodo. Entonces nuevamente la voz familiar me llamaba, intenté ignorarla, sin embargo la insistencia me sacó de mis casillas y tuve que impulsarme a sentarme de golpe lista para gritarle a quien fuese, que me dejara en paz. Abrí los ojos y separe los labios, cuando tomé consciencia de donde me encontraba.

 

—¿qué pasó? —me tomé la cabeza con una mano, mi cabello se sentía ligeramente húmedo, mis manos tenían un extraño color gris artificial manchándome la piel, y mi ropa había desaparecido, pero aún estaba vestida con un camisón negro «¿por qué no tengo mi ropa?» la pregunta me aterró cuando divisé a lo lejos a otros magos en iguales condiciones. Miré a Nicole con terror por lo que podría decirme. Encontré mi varita al tanteo sobre una cómoda de roble, de hermoso tallado, expuesta al horror de la fiesta. Con la varita mágica, me calcé un vestido blanco que llegaba a las rodillas, y sujeté mi cabello plateado en una alta coleta.

 

—¿cómo dejaste que pasara esto Nicole? —le reclamé, pero más que un reclamo, era una pataleta por el poco registro que tenia de la noche anterior, y peor aún, por haberme visto descontrolada o enloquecida. Sabía que tenía un lado oscuro con tendencias homicidas… vamos, todos tenemos cosas que ocultar, pero también reconocía que a veces me pasaba de intensa o…— Pudimos quemar la casa… ¿esto es normal? Porque no recuerdo que las fiestas terminaran así.

 

Me lamenté la falta de cordura y me alcé del suelo atravesando el desastre que había quedado de la fiesta «noche de brujas, wallpurgis… diablos! ¿Qué paso aquí?» me preguntaba mientras observaba algunos muebles rotos y los cuerpos de otros brujos que aún no tomaban consciencia. Caminé a través de uno a quien no reconocía a simple vista, hasta llegar al escenario, donde algunos miembros de la banda estaban embebidos en alcohol y destrozados por el sueño. Sin embargo, entre los mismos, una figura en particular llamó mi atención.

 

—¿Melrose?

 

 

 

@@Nicole Evans Crowley@

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  • 3 semanas más tarde...

Respiré hondo antes de abrir la puerta del castillo, tenía miedo de encontrarme con cosas que me recordaran el pasado nuevamente aunque el simple hecho de volver ya hacía muchas memorias. Sin embargo, eso cambiaría totalmente luego de dar unos pasos hacía adentro.

 

-Wow...que loco- fué mi primera reacción abriendo mis ojos como platos e inmediatamente mi sonrísa se amplió al entender el porqué de aquel desastre.

 

Tomé un bocadillo de la bandeja que aún estaba sobre una mesita a un lado del pasillo. Se podía ver una cantidad impresionante de brujas y magos. Imagine la magnitud de la fiesta y solté una risotada -vaya...sí que había hambre de fiesta por aquí- me hice camino entre los cuerpos inconscientes de los magos, demasiados ronquidos juntos.

 

-¿Fen?- Me acerqué más a la brija que era obvio acabava de despertar -Qué manera de festejar!- reí -Tiempo sin saber de ti, que pasó aquí exactamente?- pregunté mientras abrazaba a mi amiga.

 

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Editado por Ania Evans Weasley

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Elfina P-ko

 

Fin de año, un año lleno de sucesos inesperados, que habían debilitado (aunque no lo desease) su natural buen ánimo. Nadie más que sus amigas elfinas más allegadas sabía lo mucho que extrañaba a su ama, pues sentía una falta grave mostrarse triste cuando ella le había encargado tan gentilmente velar por el cuidado del Castillo y de sus hijos. Pero era difícil, más cuando por las fiestas de fin de año, muchos de los miembros de la familia volvían.

 

Y ella no lo haría.

 

La huella de sus pequeños pies se iba dibujando en la nieve que había cubierto el castillo y sus terrenos, dotándolo de una blancura mayor a la usual. Estaba casi por anochecer, y desde fuera, nada hacía sospechar que en el jardín interior del castillo, una impecable decoración de largas mesas tendidas, y encantamientos protectores ante lluvia o nieve, aguardaba únicamente a los vistosos potajes que cada miembro de la familia traería.

 

El "intercambio gastronómico", como muchas de las ideas en esa familia, en una tarde había pasado de ser un intercambio de conversaciones casual a una planificada y grandilocuente idea celebratoria. De otros elfos del castillo había escuchado que en las mesas iba encontrarse comidas de los cinco continentes, muchas de ellas super raras, u otras elaboradas con elementos imposibles de pensar como comida.

 

Pero ¿qué esperar si todos llevaban, en mayor o medida, un espíritu aventurero desmedido?

 

Ya dentro del castillo, y tras comprobar el fuego de la chimenea, la menuda criatura avanzó por el pasadizo principal y no tardó en llegar al jardín interior. Una suave melodía se dejaba oír desde el viejo gramófono adquirido en una subasta por su ama, y velas verdes y rojos ardían suspendidas en el aire. Mavado, estaba allí también con aspecto ausente, pero incapaz (pese a todos los años transcurridos) de no ponerse nerviosa ante su presencia, prefirió ir en dirección contraria a donde aquel elfo se encontraba, tan preocupada con ese asunto que no se fijó que una persona venía del otro lado.

 

E inevitablemente chocaron.

 

- Oh ¡cuanto lo siento!- exclamó la elfina avergonzada con la situación alzando la cabeza y reconociendo (recién) a la persona que tenía al otro lado.

 

@@Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

 

-¡P-ko! – sonrió Matt al reconocer a la pequeña elfina que acaba de chocar contra su pierna derecha. -¿Cómo estas? ¿Supervisando todo? – el castaño estaba maravillado con la transformación que el jardín interior había sufrido, mesas por doquier y cientos de velas verdes y rojas flotaban iluminando la noche y por si fuera poco alguna especie de encantamiento impedía que la fuerte nevada que se arremolinaba fuera afectara la velada.

 

El Ironwood tenía muy en claro que todo aquello era obra de los elfos domésticos de la familia que diligentemente trabajaron todo el día para tener aquello listo para la noche – Les quedo espectacular esto – les reconoció

 

– ¿Estas ocupada en algo? Si no es así ¿podrías ayudarme con el cerdo? – en realidad Matt tenía todo bajo control pero era consciente de que la pequeña elfina no se encontraba del todo animada, supuestamente había escuchado por la falta de Bel Evans, una mujer que el mago desconocía pero muy importante para aquella familia. Quizás distrayendo un poco a P-ko la alejaría de aquellos tristes pensamientos.

 

 

El mago se dirigió hacia una zona entre los antiguos árboles que crecían enormes en las laterales del patio, allí se estaba cocinado el plato que presentaría aquella noche - ¿Conoces el cerdo a la Kalua? – le preguntó a la criatura, mientras unos pequeños hilos de humo gris escapaban desde un montículo de tierra removida.

 

-Bueno, es una tradición de mi tierra natal, desde hace siglos el pueblo hawaiiano cocina de esta manera para ocasiones especiales – comenzó a explicarle mientras se acercaba al humeante montículo de tierra varita en mano.

 

-El cerdo lleva horas cocinándose, solo le falta un poco más pero quiero cerciórame de eso – con la varita hizo que la capa de alrededor 20 centímetros de tierra negra levitara por encima de sus cabezas exponiendo una capa de grandes hojas verdes y ya algo mustias de plátano.

 

-¿Podrías mover la capa de hojas como yo hice con la de tierra? Abajo encontraras otra capa pero de hojas de Ti, levántala también – aquellas plantas debieron ser traídas desde Hawaii ya que no crecía en los terrenos McGonagall, quizás sería buen momento para visitar los viveros e importar plantas desde las islas.

 

Mientras las capas de hojas eran movidas el mago le iba explicando a P-ko como se preparaba el cerdo a la Kalua y una vez todas las capas fueron removidas el intenso aroma de cerdo ahumado llenó aquel espacio haciéndole agua a la boca a Matt – Que aroma – exclamó mientras baja la vista al pozo que había cavado aquella tarde y donde reposaba el cerdo sobre una cama de hojas de plátano que a su vez esta se apoyaba sobre basalto también traído de Hawaii. Debajo de todo aquello el fuego crepitaba con fuerza sobre la madera ya prácticamente convertida en brazas.

 

-¿Te gusta el cerdo P-ko? No hay nada mejor cerdo que el cerdo a la Kalua, ya veras – la auguró mientras sonreía – Esta casi listo, solo le falta un poco mas de tiempo – volvieron a colocar la distintas capas de nuevo sobre el rojizo y dorado cerdo y volvieron a la fiesta – ¿Tienes idea que harán los demás para hoy? – le preguntó mientras salían nuevamente a la parte central del jardín y el castaño recordaba que debería cambiarse.

 

 

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P-ko, elfina de Bel

 

Había corrido con suerte esta vez, pues en lugar de un atareado compañero o alguien tan estresado como ella se sentía que estaba, había chocado con el afable Matt Ironwood.

 

Tras negar con la cabeza ante la pregunta del joven, lo acompañó cerca del cerco de eucaliptos. Si cerraba los ojos, su mente evocaba el otro lado del jardín donde la huerta de vegetales de su ama Bel alguna vez había estado (y que desde su partida había sido ganado por la maleza).

 

Era bueno que él le distrajera con sus preguntas.

 

- ¿Cerdo a la Kalua? – repitió mientras en vano se esforzaba por buscar en las incontables recetas de su cabeza una con ese nombre- lamento reconocer que es la primera vez que oigo de un plato llamado así.

 

Y quizá ese era el espíritu de todo aquello. Frente al montículo de tierra donde habían quedado apostados, le era difícil imaginar la clase de comida que podía estar adentro ¿Y como podría saber bien con toda esa tierra encina?

 

Y aún con todo eso, Matt aseguraba que estaría estupenda.

 

Lo vio alzar la tierra y cuando le solicito la ayuda, con un chasqueo de sus dedos movió las hojas de forma que pudiese verse el estado de cocción de la carne de cerdo. Era curioso todo eso, pero olía tan bien, que no podía dejar de pensar en el sabor que tendría.

 

- Creo que iban a traer comida peruana y también mexicana -mencionó como respuesta al joven- ¿Ha probado comida de esos lados usted?

 

A pesar del tiempo que llevaba él en el castillo, le era difícil aún hablarle de forma horizontal.

 

 

- Aunque en ningún lado se mencionó, es como si todos hubieran hecho el acuerdo entero de presentar lo más exótico ¿Sabe?- con pasos seguros aunque lentos lo condujo de vuelta hacia las mesas- nunca comprendí del todo el sentido de "experimentar" con la comida, cuando esta no solo implica olores y sabores, sino también memorias, pero esta celebración podría hacerme cambiar de opinión.

 

Sus ojos enormes brillaron un instante antes de que les ganara nuevamente la nostalgia. En el fondo, sabía que haría falta muchísima más comida para compensar el vacío de la falta de su ama.

 

- ¿Que recuerdo le trae a usted ese cerdo a la Kalua?

 

 

@@Syrius McGonagall

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La bruja y el pequeño elfo caminaban por los pasillos del enorme castillo, detrás de ellos dos grandes cazuelas levitaban cuidadosamente, el sonido de sus pasos eran amortiguados por las gruesas alfombras del lugar. Ambos personajes iban ataviados con prendas calidaz, pues ni siquiera dentro de aquella estructura uno estaba a salvo del frío invierno que habia llegado a Inglaterra.

 

Con paso tranquilo atravesaron las diferentes estancias del lugar hasta llegar al camino que los llevaría al jardín interno del castillo, en el se llevaría una reunión entre los Evans McGonagall, los habitantes y dueños de aquel emblemático castillo. El motivo de reunión era comida de diferentes partes del mundo, cada miembro debía llevar un platillo, eso era lo que contenían las cazuelas, habían pasado la tarde preparando lo que llevarían a aquella reunión: Ensalada de Manzana y Ponche Mexicanos.

 

La bruja había quedado fascinada con la sencilleza y sabor de ambos cuando había visitado México durante su último viaje a través del globo, por lo que, al enterarse del evento, no dudo en su elección para aquella festividad, solo esperaba que al igual que ella sus familiares disfrutaran del postre y la bebida que les presentaría.

 

Mientras caminaban el último trayecto hacia el jardín, la Crowley no pudo evitar sentir un dejo de esperanza en su interior, tal vez su madre estaría en aquella reunión, haría acto de presencia en el último segundo alegrando a los presentes con su simple presencia, no pudo evitar sentir un vació cuando ingresaron al jardín y vieron únicamente a Matt y P-ko, la elfina de su madre; captando o intuyendo los sentimientos de su ama, Van sujeto su nivea mano brindándole un pequeño apretón, la bruja bajo la mirada a su dirección y sonrió, agradecía que el domestico estuviera con ella.

 

Caminaron hasta donde se encontraban los dos presentes, Van colocó las cazuelas sobre la mesa para después dirigirse a P-ko, quien se habia hecho muy buen amigo de la elfina, entre ellos habían sido un apoyo para el otro.

 

-¡Hola P-ko!- dijo Van, abrazando por el cuello a la elfina, haciendo que sus largas mangas la golpearán al hacerlo.

 

-Hola P-ko, que bueno verte aquí, todo se ve muy bonito- quería hacerla sentir bien, sabía que, al igual que ella, la partida de Bel la había afectado más que al resto de los domésticos. -Matt, un gusto verte de nuevo por aquí, teniendo en cuenta el desenlace de la última reunión en el castillo- aún seguía sin poder recordar todo lo que había sucedido en la fiesta de Halloween que habían llevado a cabo, lo único que no se borraba de su memoria era lo mal que habían despertado todo al día siguiente.

 

-¿Estas preparando tu platillo? ¿Qués es? No sabíamos que había que prepararlo aquí, nosotros ya traemos listo el de nosotros...bueno es como un postre- dijo señalando las cazuelas que estaban sobre la mesa.

 

 

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Estaba discutiendo con uno de los elfos, que evidentemente estaba ocultándome el paradero de la traviesa de Chelsea, cuando una voz familiar me sorprendió, mi memoria tardo unos segundos en rescatarla de mis recuerdos que cuando caí en cuenta de quién era, ya estaba abrazándome— ¡Ania! —la sorpresa fue tal que no podía caber en mí, no pude decir nada después de gritar su nombre, estaba atontada entre reír y reclamarle.

 

Después de un rato me compuse y la jalé del brazo llevándola a un sillón, unos magos estaban descansando ahí, por lo que con un movimiento de mi varita los empujé rápidamente del mueble. Me sentí y obligué a la bruja a imitarme— ¿dónde estabas? ¿Qué has hecho?

 

 

El presente

 

Después de semanas negándome, finalmente había accedido a quedarme en el castillo Evans, a pesar de la ausencia de Bel, que era una pena interminable, le tenía mucho cariño a la mansión, y más por su hermosa arquitectura antigua. No estaba segura de que estaban preparando en el piso principal, si es que me llegó el aviso probablemente lo ignoré perdida en mis problemas. Había sido un año con muchos giros inesperados «demasiados» acordé recordando el drama que tenía con mi otra familiar, y que aún no había compartido con los Evans.

 

Me levanté de la tina envolviéndome con la bata mientras caminaba hacia mi cama, fijando mis ojos con fastidio en lo que descubrí en la cama— ¿Chelsea qué es esto? —Pregunté tomando en manos un suéter que llevaba las siglas de la familia— si esto es una broma tuya estas en serios problemas, o peor aún, si es idea de alguien de la familia llevar estas cosas… no puedo ni siquiera digerirlo. Me dejé caer en la cama sintiéndome nuevamente estresada. Al poco rato, la elfina apareció y con ella una bandeja de un familiar aroma. El aroma me traía nuevamente a la infancia, a mi padre, a mis inicios… —¿por qué has traído eso?

 

—Señorita Fengari, hoy es el compartir gastronómico y debe alistarse lo antes posible, su hermana y sus primos ya están reunidos en el salón principal— dijo la elfina observando el suéter con una risita que olía a broma.

 

Era increíble como mi memoria era excepcional para todos los datos posibles menos para los de asuntos familiares. Me mordí los labios y me paré frente al alto espejo de marco de plata, con una floritura de mis manos atraje un vestido de tela gruesa del ropero, los brocados contrastaban sutilmente sobre la tafeta verde oscuro, que combiné con unas altas botas negras y un corto abrigo negro de piel, satisfecha con la elección me di un último toque de mascara de pestañas y salí de la habitación arrastrando mi desgano «podría decir que me siento enferma… aunque eso ya lo dije en Navidad ¡diablos!» me mordí los labios bajando las escaleras.

 

Chelsea apareció a mi lado levitando una bandeja de Espaguetis a la Monaguesca, la cual lleva como ingredientes variedad de especias, aceitunas, anchoas, tomates y el toque de queso unido todo a una salsa secreta de excelente sabor, y por supuesto una de mis pasteles favoritos, el Fougasse. Me senté a lado de Nicole esforzando una sonrisa, de segura ella sabría antes que todos, mis extremísimas emociones al estar reunida con toda la familia.

 

@@Nicole Evans Crowley@@Ania Evans Weasley

Editado por Fengari Naberrie Black

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Matt Ironwood.

 

 

-No he probado comida peruana pero si mexicana, aunque creo que me he quedado solo en los clásicos comerciales – se encogió de hombros mientras caminaban hacia una de las largas mesas que esperaba a ser rellenada por las variadas delicias que se estaban preparando.

 

-¿Qué memorias me trae el cerdo a la kalua?, muchas y todas buenas – una sonrisa nostálgica asomó de entre los labios del castaño al repetir en su cabeza mas de un buen recuerdo aderezado con el delicioso sabor del cerdo a la kalua – Me recuerda a los luaus, fiestas banquetes típicas que celebran importantes momentos de la vida de una persona o comunidad, cumpleaños, graduaciones, bodas y fiestas tradicionales también, situaciones que uno nunca olvida y que las disfruta – le explicó a P-ko.

 

-Bueno P-ko, creo que debo irme a cambiar…. – la frase de Matt fue interrumpida por la llegada de un pequeño elfo y una bruja, reconoció a esta última al instante, era Nicole la que organizó la loca fiesta de Halloween de Octubre, espera que aquella celebración navideña fuera un poco mas tradicionalista pero aún así le sonrió a la bruja.

 

-¿Cómo has estado Nicole? – saludó a la mujer – Espero que si estas de nuevo en la organización de esta fiesta que sea un poco mas tranquila, creo que no me terminó de recomponer de Halloween – le bromeó mientras echaba una ojeada por encima del hombro de la bruja hacia los dos platos que trajo a la mesa.

 

-Huele delicioso, ¿Qué es? – preguntó curioso.

 

-Bueno es que el cerdo a la kalua lleva su tiempo – se explicó – pero ya estará pronto, con P-ko fuimos a verlo hace nada y ya esta casi listo – contestó las dudas de la bruja – Si me disculpan iré a cambiarme y ya vuelvo – se excusó y abandonó al pequeño grupo.

 

Una vez en su habitación, eligió lo que se iría a poner. Pese al frío, al encontrarse en Inglaterra y que afuera estuviera nevando no pensaba celebrar Mele Kalikimaka y comer cerdo a la kalua vestido de otra forma. Tomó una camiseta hawaiiana de manga corta, una oscura con motivos navideños, unas bermudas de vestir azules y se calzó una zapatillas blancas sin medias.

 

Se sonrió al espejo de cuerpo completo que tenía en la parte interna de la puerta del armario mientras hacia el gesto shaka con su mano izquierda, solo faltaba un pequeño detalle. Estiró su mano hacia el estante superior del armario y sacó un clásico gorro navideño y con cuidado se lo acomodó en la cabeza. Ya listo bajó nuevamente con el resto de la familia.

 

 

Pero al llegar se encontró con que otra persona se había unido al grupo, reconoció a Fengari, otra chica Evans que conoció durante de la fiesta de Halloween. – Fengari – se acercó hasta la bruja – ¿Cómo estas? -

 

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P-ko, elfina de Bel

 

"Situaciones que uno nunca olvida y que las disfruta"

 

Cuando la elfina vuelve a ver aquel montículo de tierra, cree que el interior ha cambiado por completo de significado. No lo dice en voz alta, porque antes de tan siquiera intentarlo, los brazos de Van le han rodeado el cuello en un cálido saludo.

 

- Van, traes un muy bonito atuendo.

 

La amita Nicole está justo al lado de él, con una sonrisa serena, bastante típica de ella. Los saludos van y vienen y ahora ella tiene interés en esas cazuelas que contienen el postre que ambos han preparado. Las reminiscencias a la última celebración familiar en Halloween no se hacen esperar, pues (como muchas otras fiestas celebradas en el castillo) los excesos estuvieron a la orden del día, y nadie sabe todavía a ciencia cierta qué o quién fue el culpable de un episodio de alucinaciones y mentes en blanco colectivo.

 

- Esta vez todo será más tranquilo, solo llenar nuestros estómagos y abrigar con dulzura el corazón.

 

¡Ah! ¡pero que palabras! ¿no se estará volviendo alguna clase de elfina pretenciosa? Mientras con una venia da pase a Matt para que vaya a su habitación a cambiarse, P-ko intenta pensar que es lo que puede haberla vuelto alguien más sabio. O quizá solo sea la vejez de reconocer que sus años de inocente servidumbre han finalizado ya desde hace mucho tiempo, desde aquel tiempo en que no pudo...

 

Seguir ese tren de pensamiento no conduce a nada bueno, ella lo sabe, así que la llegada de Fengari es la mejor forma de apartarse de todo eso.

 

Es impresionante, ahora que ella ha tomado asiento junto a la amita Nicole, lo diferentes que ambas lucen. Fengari, como la primera vez que su estilizada figura apareció a la puerta del castillo, es alta, de delicadas facciones y unos ojos que podían encantar si se los observaba el tiempo suficiente. Nicole, por contraste, luce afable, cálida y quizá con la capacidad única para quebrar esa barrera invisible y gélida que envuelve a su hermana. P-ko sabe a esas alturas que las lógicas opuestas han primado en la familia Evans McGonagall desde los inicios de su estirpe, y en cada generación algunos encarnan esa diferencia con absoluta nitidez.

 

Se pregunta si ellas serán las que representan eso ahora. Pero no tiene forma de saberlo, y probablemente esa celebración es el espacio menos conveniente para averiguarlo.

 

Es más sencillo en cambio, olfatear el ambiente y reconocer el olor de las anchoas en el platillo que Chelsea ha colocado sin problemas sobre la larga mesa. Cuando Matt regresa, en un traje imposible que ese gorro navideño no hace mas que acentuar, ríe de buena gana. Ese muchacho realmente es un soplo de aire fresco en toda época del año.

 

- El platillo que he preparado se está terminando de cocer en la cocina. ¿Deberíamos empezar a comer de una vez o esperamos por los demás?

 

@@Nicole Evans Crowley @ @@Syrius McGonagall @@Ania Evans Weasley

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