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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Matt Ironwood.

 

 

Pronto la pequeña reunión con los fantasmas paso a ser una especie de evento familiar, con la aparición repentina de varios Evans McGonagall que Matt desconocía por completo. Se limitó a asentir con la cabeza a manera de una escueta presentación con el arribo de cada nuevo integrante. Guardó silenció mientras la conversación y las conjeturas por parte de los Evans se multiplicaban.

 

Al parecer los fantasmas habían llegado por una invitación que había expirado hacia dieciocho años, invitados por un tal “Encantador Belucci” al que todos en aquella familia parecían desconocer, pero al pasar el tiempo las fantasmas comenzaron a soltar la lengua y dar mas pistas sobre el misterioso hombre y la opción que plantearon fue a recabar información.

 

El Ironwood que había estado al margen y sintiéndose un poco fuera de lugar tomó la palabra.

 

-¿Y a que esperamos? – comenzó diciendo el mago mientras se encaminaba hacia el castillo – Vamos por esos libros de los que habló Helen – comenzó a subir los escalones de mármol blanco veteados con negros cuando se dio cuenta de un pequeño detalle y se giró para observar al resto - ¿Alguien sabe donde queda la biblioteca? – se obligó a sonreír.

 

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Aún no recibía respuesta alguna a la pregunta sobre el relicario que pendía de su diestra por lo que con la siniestra limpio las lágrimas de sus mejillas al sentir la presencia de más personas acercarse.

 

Siendo una de estas su hermano, a quién tenía muchísimo tiempo de no ver.

 

- Gracias - susurró al verlo sentarse en la escaleras apenas vestido, sosteniendo una copa de vino como todo Evans que se respetara (?) - Comentario rápido - susurró hacia el mago - ¿Necesitas ropa? tengo algunas camisas de tu ex-cuñado que ya no me sirven - completó restándole importancia al asunto. Esperaba que él no se lo tomará a mal pero casi estaba segura que la sonrisita de Fuscia no se debía al viaje astral que parecían tener sus demás compañeros fantasmas.

 

- ¿El abuelo? - la incredulidad no la dejaba aquel día - ¿Aún vive?

 

La verdad es que entre más cosas familiares salían más cuenta se daba de lo mal informada que se mantenía en cuanto a su propia sangre. No obstante, las palabras de Helen la trajeron de vuelta a la realidad, haciendo a un lado sus cavilaciones.

 

- Pero si son libros prohibidos lo mas seguro es que la tía Bel, madre o el propio abuelo hayan puesto alguna clase de hechizo para que no se pudieran leer o tocar fácilmente - dedujo, aunque con recelo - Aunque es algo innecesario pero a veces la lógica de nuestra familia tiende a ser un tanto retorcida - completó volviendo a ponerse la alhaja sobre el cuello.

 

Y ahí fue donde las palabras de su prima tuvieron sentido ya que los fantasmas parecían seguir con su fiesta pues la mayoría ya departía en la alberca, otros peleaban por el canasto de fresas podridas y al parecer Jonathan aún no se rendía en dejar a Mel.

 

La pelinegra sentía sobre sí la mirada de Scav, sin embargo, trató de dejar atrás esa faceta abrumada, volviendo a tomar una copa con lo que parecía vino, terminando el contenido de golpe.

 

- No lo creo, prima - expuso - Por más malvado que fuese alguien y sobre todo tomando en cuenta que dejó una maldición tras de sí, algo que hable acerca de él debe haber, algo que ayude a sus descendientes a librarse de la maldición. Si todo fue destruido entonces quien nos condenó no fue el propio Mavado, sino su sucesor.

 

Sabía que exponer aquello de esa manera tan brusca podría causar enemistad con algún miembro de su familia, no obstante, ahora más que nunca quería saber qué había pasado con ese tal Bellucci y por qué no, con su propia madre.

 

El lejano quejido de Mel llamó su atención, así que volviéndose a la bruja le extendió uno de los 2 bollitos que había tomado para llevarlos a Max, porque sabía que si el chico tenía hambre solo bastaría con que le dijera a Pallas y ella lo solucionaría.

 

- Toma - musitó cómplice extendiendo el panecillo mientras la Moody se entretenía con algunas fresas. - Es buena la idea de ir a la biblioteca y a la torre, pero creo que deberíamos tener algún plan a seguir - reconvino, esperando que alguien tuviera una buena idea.

 

Sin embargo, ante la enérgica propuesta del Ironwood no pudo más que sonreír ya que ella tampoco sabía donde quedaba la biblioteca familiar. Pidiendo algo de calma y ayuda a la diosa, dirigió su andar hacía Jank parándose justo a su costado solo que al inicio de los escalones, mientras esperaba que P-ko o alguien diera algún indicio.

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P-ko, Elfina de Bel

 

La ama Lils había levantado el relicario delante de todos, esperando que alguno de los fantasmas respondiese, ante el último retazo de información que habían dado, pero ninguno había sabido responder su duda. Al menos no con palabras, porque como había notado P-ko, poco antes que volviesen a su batalla por las fresas podridas, Jonathan había visto con incomodidad el relicario como si...lo conociese de tiempo atrás.

 

Pero no tiene tiempo a preguntarlo, pues su mente queda en blanco, al contemplar cerca de ella al amo Jank, comiendo uno de los bollos de la bandeja flotante. Sus ojeras pronunciadas y su aire desgarbado están allí, pero es como si con su sola presencia evocara otros tiempos en el castillo, uno en donde este era el blanco, diariamente, de los ataques mortífagos, pero quizá por eso mismo, rezumaba actividad de sus residentes y en donde las esperas entre los viajes de los miembros no se prolongaban por meses o hasta años, como lo hacen hoy en día.

 

— Golpearé a ese matrimonio de elfos inconscientes que tiene por no informarme que se encontraba aquí— no fue difícil alcanzarle un poco del vino que habían estado tomando los otros miembros, para su "garganta seca", ni estrujarle la pierna en un abrazo de la pura emoción, pero sí escucharlo preguntar por su abuelo— el señor Boss Elessar no se encuentra en el Castillo, su última visita fue el año pasado, pero no se quedó mucho tiempo.

 

"Ninguna de sus hijas estaba para recibirle", recordó con pesar, aunque en su cabeza fuera incluso más fuerte que el recuerdo del patriarca del castillo, el rostro normalmente impasible de su elfo, transfigurado por la visión de su amo a quien había abierto las puertas del castillo, para darle la bienvenida. Luego de esa visita, que se había extendido por horas en el estudio/biblioteca, Elessar había partido con rumbo desconocido (al menos para ella) y Mavado se había sumido en un silencio todavía mayor, que P-ko había intentado tímidamente que superase con charlas sobre el clima y mucha comida, pero que finalmente había podido encaminarse de mejor manera en la disposición de qué él fuese quien custodiara y se encargara de la protección y limpieza del estudio/biblioteca.

 

Entonces, si se decidían por ir hasta allí, encontrarían al elfo, y quizá él pudiese darle alguna información extra. De cualquier manera, no era ella quien tenía que tomar esa decisión, así que dejó que los miembros hablasen, uno por uno, y contuvo una risita cuando vio a Melrose, cual perro apaleado, refunfuñar y entristecerse por el eficaz hechizo sobre los bollos (aunque a las finales la ama Lils se había compadecido de ella y cedido la porción para su niño). El recuerdo del aciago incidente de la torre maldito era una sombra sobre varios de los miembros, participantes de aquel suceso, pero todas las intervenciones tenían un punto: Habían sacado de los fantasmas todo lo que se podía, y era momento de encauzar aquel misterio a otro espacio.

 

La torre sigue tan impenetrable como antes, sin pistas claras ¿que conseguiríamos llegando allí? Yo tampoco quisiera que ninguno de ustedes termine herido o con algo peor, no cuando los estoy viendo juntos tras tanto tiempo ― aun cuando se estaba esforzando por no echarse a llorar allí mismo, sus palabras sentidas hacían notar las muchas emociones que la recorrían por dentro― por otro lado en la biblioteca, yo jamás escuché de esos libros que dice la ama Helen, pero el elfo del amo Boss Elessar es quien resguarda ese lugar, y supongo que podría prestarnos ayuda. Yo le he preguntado por Encantandor, y su respuesta fue negativa, pero tal vez si empezamos por averiguar sobre el relicario del ama Lils, encontremos respuestas y algo más sólido sobre lo que seguir.
No sabía cuál sería la decisión de la mayoría, pero ya incapaz de contenerse, se echó a llorar, de la alegría de ver a tantos familiares y amistades que ya eran en sí mismo familia también, y que habían causalidad o no, llegado hasta allí, y atendían al simple pedido de una elfina como ella, insignificante y ya gastado por el paso de los años.

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Me quedé escuchando las sugerencias de mi familia, si al final tendríamos que entrar a aquella torre... no los abandonaría; pero no podía evitar estremecerme cuando recordaba aquella expedición con mi madre y mi tia y luego el ver a mi madre perder fuerza día a día. Sacudí ligeramente la cabeza para alejar aquellas imágenes, ya que en ese momento necesitaba estar en el presente.

Sonreí ante la determinación de un mago solamente trancada por su desconocimiento de la bilblioteca ¿Sería pariente mio también?

- Si, son prohibidos - le contesté a Lils - pero no sé que tipo de encantamiento tengan, ¿Mavado sigue por aquí? - pregunté refiriendome al elfo más antigüo que conocía del castillo - Creo, que podríamos averigüar más cosas si investigamos sobre tu relicario - dije dirigiéndome a mi hermana - en la biblioteca o en los cuadros que haya por el castillo; quiero decir, ¿Sería demasiada coincidencia que tengas un relicario que unos fantasmas mencionan relacionado a un mago que tenía tu nariz?

El llanto de P-ko me distrajo ¿Habimos hecho o dicho algo para disgustarla u ofenderla? caminé hacia ella y me agaché hasta quedar a su altura, mientras le ponía una mano en la espalda.

- P-ko, no te angusties, vamos a resolverlo... de alguna forma


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Las palabras de P-ko, siempre útiles, les dieron información importante a considerar para sus siguientes pasos, pero cuando la elfina se puso a llorar, Scavenger tuvo que contener las lágrimas también. No se consideraba a sí misma una persona sentimental, pero entendía el sentimiento de la criatura. Si Helen no se hubiera acercado a consolarla, ella misma estaría de rodillas limpiándole las lágrimas a la pobre elfa.

 

Ella misma estaba conmovida por las personas a su alrededor. Su familia, con la que no había convivido lo suficiente, pero por la cuál iría hasta casi el fin del mundo. Con todos ahí, presentes, no tenía duda alguna de que resolverían el misterio del relicario y los fantasmas sin problema. Siempre y cuando permanecieran juntos. No lo dijo en voz alta, por supuesto, no quería que la tomaran por cursi.

 

Las miradas que un fantasma lanzaba al relicario no escaparon de sus ojos, aunque probablemente sí pasaron sin ser vistas por su prima, que estaba hablando con su hermano acerca de algo que Scavenger no podía oír. Con cuidado, se acercó a ella, aprovechando para estrujar suavemente el hombro de P-ko al pasar.

 

—Lily, — le habló discretamente. —Mira ese fantasma de ahí. Cuando mostraste el relicario hizo una cara muy extraña. Estoy segura de que sabe algo. ¿Por qué no le preguntas?

 

Le hubiera preguntado ella misma, pero ese era un asunto personal de Lily y Scavenger no quería entrometerse. Girándose para regresar por otro vaso de vino, vio a Matt -al menos creía que ese era su nombre- todavía de pie en las escaleras. Se había detenido para escuchar a P-ko, pero sus intenciones de dirigirse a la biblioteca eran obvias.

 

Aunque sus visitas al castillo eran esporádicas por mucho, sabía dónde estaba la biblioteca a la perfección, se aseguraba de pasar por ahí para ver qué rareza había adquirido la colección familiar en su ausencia. Alzando la voz un poco, contestó a su pregunta:

 

—¡Después de los cuadros! Si caminas hacia adelante después de los Evans ahí está la biblioteca. — Quería ir a la biblioteca con él, pero también quería saber cuál era el misterio del relicario de Lily. Dándole un trago más a su vino, añadió, —Creo que es importante ir a hablar con Mavado, pero no antes de saber un poco más del relicario, como dijo Helen.

 

Le lanzó una mirada a Lily, esperaba que no se sintiera presionada a investigar, si es que no quería hacerlo.

 

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something amazing: a boy, falling out of the sky
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  • 2 semanas más tarde...
Aún esperaba parada al lado de Jank a que alguien propusiese una idea pero recordaba haber visto de reojo la incredulidad en el rostro de Fuscia al divisar el relicario, aunque de antemano sabía que nada resolvería si se decidía a interrogarla.


Sin embargo, las palabras de P-ko sobre la torre así como su incipiente predisposición a echarse a llorar por culpa de los recuerdos que ellos habían sacado a la luz hicieron que la pelinegra se compadeciese un poco.


- ¿Le preguntaste a Mavado por Encantador? - repitió - Si lo negó quizás también pesa sobre el algún hechizo desmemorizante fuerte del que ni él este consiente.


Ahora bien, la respuesta de helen y su subsecuente pregunta se quedaron grabadas en su mente comenzando a causarle un pequeño dolor de cabeza.


- Concuerdo con Helen, P-ko - susurró mientras caminaba hacia su hermana, se doblaba y descansaba la cabeza a la altura del hombro de la Evans - Terminando con este embrollo tendrás que lidiar con todos nosotros, así que prepárate - comentó jugetona, guiñandole un ojo.


Con soltura se irguió dirigiendo su atención a Scav quién acababa de dirigirse a ella.


- Porque probablemente finjan demencia - resolvió a contestar observando de reojo a quién se dirigía la chica. - Además todavía pienso que sería mejor que hiciéramos un plan ... así que andando Evans y .... mmm amigos - terminó acercándose una vez más hacía Jank para jalarlo del brazo y hacerlo levantar además de ignorar a los fantasmas y por último, adelantándose al Ironwood en su camino de vuelta al castillo siguiendo las instrucciones de su prima.


Debía admitir que tenía mucha curiosidad por la información detrás de todo es embrollo, pero también sentía desasosiego porque lo que menos deseaba en ese momento era poner en peligro a alguien de su familia, no obstante, sabía que de nada serviría el dejarlos de lado ya que al tener sangre Evans corriendo por sus venas, todos estarían ahí apoyando lo quisiera Lily o no.


La cadencia de su andar la llevó por los diferentes cuartos de la mansión antes de comenzar a subir la escalera principal hacía el lugar que Scav había indicado.


Esperaba que quienes la habían seguido no escucharan el rápido latido de su corazón, y no es que fuera por el ejercicio que estaban haciendo al desplazarse por aquel inmenso lugar, si no por la incertidumbre delante de ellos.








Editado por Lillian Potter Evans

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Matt Ironwood.

 

La emoción de P-ko llegó a conmover al mago que observaba la escena desde las altas escalinatas de la entrada principal del castillo, la elfina era el corazón de aquella familia, su familia adoptiva o como Matt prefería decirle cuando hablaba con amigos en su hogar al otro lado del mundo, "su loca familia británica".

 

P-ko mantenía el enorme castillo de piedra en lo alto de aquel peñasco, acogedor y cálido, era el nexo que mantiene unida a la familia pese a que sus miembros se encuentran a miles de kilómetros de distancia y siempre procurando de que jamas olvidaran este lugar y volvieran una vez se desocuparon sus agendas a casa.

 

Matt no compartía sangre con aquel grupo de magos y brujas, pero el vínculo que logró establecer con cada de unos de ellos era lo suficientemente fuerte para sobrepasar aquel aspecto y hacerlo sentir parte de la familia. Sonrió a la elfina al ver como Helen, Scavenger y Lillians se acercaban hasta ella para consolarla.

 

Después de reconfortar a P-ko los Evans se pusieron en marcha, Lillians y Jank pasaron junto al castaño y abrieron la comitiva rumbo a la legendaria biblioteca de la familia. Matt rápidamente se colocó tras el par de hermanos y los siguió por el laberíntico conjunto de pasillos y pasadizos que comunicaban cada rincón del monumental castillo.

 

Bajaron y subieron varias escaleras, algunas de piedra, otras de maderas, de metales labrados o viejas escaleras de hierro donde la herrumbre contrastaba amarillenta sobre el envejecido color negro. Cruzaron pasillos amplios y estrechos, iluminados por arañas de vidrio y cristal o antorchas en las paredes mucho más sencillas, con pisos alfombrados, empedrados o de lustrosa madera de distintas especies de árboles, armaduras de distintas épocas, materiales y regiones del mundo resguardaban algunos trechos del camino, en otros casos eran pinturas donde sus habitantes se movían y saludaban a la procesión que pasaba junto a ellos y en otros les lanzaban miradas hoscas murmurando a sus espaldas, armas, ventanales, tapices, plantas, estantes con objetos que parecían ser tan antiguos como el propio castillo y de dudosa funcionalidad actual, los diferentes tesoros que los Evans trajeron durantes siglos de sus viajes acompañaban a los magos hasta que finalmente llegaron al extenso pasillo de la biblioteca.

 

Era por lejos el más largo de todos por los que habian pasado, se extendia su buena decena de metros y en cada una de las paredes laterales cientos de retratos en el inicio y hacia el final fotografías mostraban a los grandes magos y brujas que habían nacido bajo el apellido Evans. Era un verdadero museo visual y auditivo de la historia familiar, el grupo pasó junto a ellos intercambiando saludos cuando alguno de los personajes dentro de los marcos les daban la bienvenida.

 

Matt saluda a su vez mientras trata de observar a cada uno de aquellos magos y brujas que habían dejado una huella en el mundo, cuánta historia, podría quedarse horas intercambiando palabra con aquellos cuadros y fotografías, desconoce a muchos pero otros nombres los conocía de sus clases de Historia de la Magia, tenía que volver aquel pasillo algun dia que estuviera libre.

 

Pero en aquel día tenían una misión y al final del pasillo se encontraba la respuesta, la enorme y gruesa puerta doble de roble resguardaba la imponente colección de información que era la biblioteca del castillo, solo deben entrar.

 

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Mel se sentía un poco culpable. No era solo que había tomado el bollo de manos de Lils sin remordimiento, sintiéndose conmovida en lo más profundo, pero comiéndoselo de todas formas, si no también que las cosas parecían estar tomando un rumbo en el que no podía ayudar o aportar mucho. A cambio, decidió permanecer en silencio, incluso ignorando un poco a Jonathan pues se daba cuenta ahora de que quizá su actitud no había hecho más que incomodar a los presentes. Así que se incorporó de donde se encontraba, se limpió un poco con un hechizo y cuando la sugerencia llegó, asintió e ignorando a Jonathan y Fucsia, se plegó al grupo que se dirigió en masa hacia la biblioteca. Los fantasmas lucieron un poco resentidos con ella pero no los siguieron al interior.

 

No podía dejar de pensar en P-ko, en lo conmovida que había estado, cuan triste y feliz a la vez parecía haberse sentido. Decidió que quizá podría ayudar de otra forma, tal vez traerle algo rico preparado de fuera o comprarle alguna ropa elegante o tal vez simplemente intentar no socializar más con los fantasmas aunque Jonathan le caía bien... no estaba segura de cuál era la mejor opción pero intentaría averiguarlo. Mientras tanto, no dejaba de admirarse del tamaño del castillo y de lo poco que había conocido de él en realidad. Siempre estaba transitando por los mismos siete pasillos de siempre: entrada, recibidor, sala de estar principal, comedor, pasillo para salir hacia el jardín, escaleras y pasillo del segundo piso que contenía las habitaciones. Pasillo hacia el baño... eso era todo. En cambio lo que veía ahora, era completamente nuevo. Amplío y exótico. Mel estaba un poco pasmada.

 

Siguió de largo y se quedó pegada viendo los cuadros, las miradas curiosas o enojadas o incluso algunas dormidas. Los ventanales estaban limpios y desde allí podía verse al exterior. Mel se preguntaba de pronto ¿cuán grande era ese lugar en realidad? Y fue así que no se plegó al grupo cuando éste se quedó junto a las puertas, si no un poco a la zaga.

 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Matt Ironwood.

 

Las altas y elaboradas puertas de madera cedieron hacia el interior en un fluido y silencioso movimiento, no hubo necesidad alguna de que alguien las empujara, siquiera tocarla, ellas mismas se abrieron al grupo que aguardaba fuera como si pudieran leer sus intenciones. El castaño lanzó una fugaz mirada de reojo a sus acompañantes, pero al no ver reflejado rastro de sorpresa en ninguno de los rostros asumió que aquello cabria esperar que sucediese.


Las puertas se abrieron de par en par regalandole al Ironwood su primer contacto con aquella legendaria habitación. La primera impresión del ojiazul fue que estaba viendo la biblioteca de Ilvermorny, hileras e hileras de enormes y altos estantes llenos de libros, pergaminos, escritos, diarios, memorias, mapas, novelas y cuentos se extendían ordenadamente por toda la habitación, creando una series de pasillos laberínticos que se entrelazan, convergen y divergen en varios puntos.


El pequeño grupo ingresó en la inmensa habitación precedido por el resonar de sus pasos por el eco, pero por el resto el silencio en aquella enorme habitación era total.


-¿Dónde están esos libros Helen? - Matt preguntó en voz baja, el hecho de estar en una biblioteca y rodeados por aquel imponente silencio hacía que se sintiera incómodo si levantaba un poco más el tono de la voz.


El mago observó una par largas escaleras gemelas en esquinas opuestas de la habitación que se curvaban mientras ascendían a una especie de entrepiso de madera y proveniente de allí sintió el sonido, eran una especie de suaves pasos que resonaban por encima de sus cabezas.


-Hay alguien allí arriba - señaló lo evidente Matt sin apartar los ojos de los tablones de madera del entrepiso allí por donde sentía que alguien se movía. ¿Quién sería? El mago pensaba que toda la familia que en este día se encontraba en el castillo estaba reunida en aquel pequeño grupo que observaba hacia arriba extrañado el origen de aquel sonido, pero al parecer no era así.

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P-ko

 

Si se echó andar, fue por la pura voluntad del puñado de palabras cálidas y gestos amables que recibió de todos, ante su tonta reacción. Siempre lo había creído, fuertemente influenciada por las palabras de su ama Bel: Que el verdadero poder de la familia se constituía en los lazos que vinculaban a sus miembros, más allá de la sangre, por sentimientos mutuos de aprecio y lealtad.

 

Echando una última mirada a los fantasmas, que ya acabadas las manzanas podridas, habían vuelto a lo suyo, siguió a la comitiva que se dirigía a la biblioteca, uno de los recintos más especiales en el Castillo, desde su ubicación hasta todo lo que se guardaba en él. En el trayecto, su mirada vagamente se distraía en los distintos objetos que colgaban en las paredes, enviados por los propios miembros de la familia y que daban cuenta del espíritu aventurero de esta, y se detuvo solo un poco más de la cuenta en un cuadro de dos por dos, con un diubjo algo tosco de una mujer de manto de estrellas flotante en el cielo, y una pareja en una recámara. La rara pintura la había enviado Bel, y por las letras escritas en la parte de abajo, su procedencia era mexicana.

 

Rory le había dicho que aquel objeto era un ex voto, pero a pesar de la explicación del predicador, P-ko no terminaba de entender que había encontrado su ama de bonito o atrayente en eso.

 

Ya en la biblioteca, el joven Matt se apresuró a preguntar por donde se encontraban los libros. Había preguntado a la ama Helen por ellos, pero la elfina creía que fácilmente Mavado podría darles también la respuesta ¿mas donde es que se había metido él? Cree que el sonido que acaban de oír debe tratarse de él, y sigue con la vista el punto que Matt ha señalado, pero en lugar de la figura levemente más alta que ella, a quien ve emerger, visiblemente nerviosa, como si hubiese sido pescada en medio de una travesura, es a Bel.

 

Su ama, Bel.

 

Y P-ko quiere decirle muchas cosas: Que su piel está ligeramente más tostada que la última vez, que ha bajado de peso (aunque no lo suficiente como para que sus mejillas no se vean anchas), que el color de su cabello está mas castaño que de costumbre, y que esa remera naranja, combinado con la falda de lino blanco hasta los tobillos, debe ser la peor elección de vestuario que le ha tocado ver en años. Pero ningún sonido sale de su boca, y un vahído se apodera de ella a tal punto que sus piernas flaquean.

 

Se imagina ya tirada en el suelo, hasta que tras un sonoro crack, siente que unos brazos pequeños pero fuertes la sostienen, y no necesita verlo, para saber que ha sido Mavado quien ha alcanzado a sostenerla evitando su caída. Él, por su parte, con el traje impoluto y una sonrisa, anuncia con su voz grave, tan extraña para los elfos, lo que ya es evidente para todos en la biblioteca.

 

— La señora Bel ha retornado al castillo.

 

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