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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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¿Qué decir a las palabras de Ethan? Al tacto de su abrazo podía sentir el temblor que lo invadía, y sus palabras no ayudaron a mejorar la sensación. Era verdad que lo que había comenzado al anochecer como una aventura algo extraña, había terminado por convertirse en un callejón sin salida.

 

- Si esto es todo lo que va quedarnos, hay que aprovecharlo- le susurré al oído mientras deslizaba con delicadeza, como si temiera romperlo, mi mano entre sus cabellos- si te destruyen significa que él habrá ganado ¿lo entiendes? Y así no funciona...al menos...la naturaleza humana.

 

Sosteniéndole por los hombros, me separé apenas lo justo para poder verlo directamente a los ojos, que parecían cristalizados intentando contener las lágrimas. Era una verdadera prueba para mí misma mantenerme ecuánime al verle tan afectado, teniendo en cuenta que la arrogancia y el autocontrol siempre lo habían distinguido.

 

No pude evitar recordar lo que aquella canción decía...

 

If love is the law
Then this is a crime*
Porque así de contradictorio podía ser ese sentimiento que nos conectaba con otros. Denso, pesado, capaz de romperte el corazón y también componértelo. Había amado tanto (a amigos, amantes, familiares y mi bando) que me resultaba una ***ida broma del destino que ahora el sentimiento no alcanzara para reparar la pérdida de las dos personas que tenía delante de mí, y que tan importantes eran en mi mundo.
- Los simples humanos no vivimos una eternidad, y es por eso que podemos plantarle cara a lo que se pinta como designado desde lo alto. No has perdido esta noche mi querido. Porque aun si mis memorias fueran arrancadas, de la misma forma que con Kutsy - observé a mi ahijada y tomando su mano la acerqué a nosotros- encontraremos la forma de burlar el destino. ¿Si ustedes lo hicieron por qué no podría conseguirlo yo?
Sonreí, dirigiendo una mirada a uno y otro y luego dándoles la espalda, volví a echar una última mirada hacia los portaretratos. Y solo entonces, cerré los ojos, lista para que Stolas cobrara su parte del trato.
Pero entonces, en lugar del maloliente olor a azufre, un aroma a pasto recién cortado y tierra húmeda inundó toda la estancia, transportándome enseguida el sentimiento de calma que cultivar el huerto del patio posterior del Castillo me daba. Y la voz que susurró a mis oídos, imponiéndose a la risa de Stolas, fue una inesperada.
Una que, hace años, en circunstancias de angustia similar, había acudido a mí, y que pertenecía a un guardián solitario y eterno.
Abriendo los ojos, inquieta vi en todas direcciones, sin saber si acaso el demonio se contentaba con atormentarme un poco más. La marca en mi pecho comenzó a arder tanto que creí que abriría un hoyo en mi pecho. Mis ojos se detuvieron en Kutsy unos instantes, pues en el gesto de su rostro creí encontrar un rastro de entendimiento de lo que yo misma intuía.
Afuera, el sonido de la lluvia que había empezado a caer se desvaneció de repente, lo mismo que el dolor de la marca de la maldición. Y el suave susurro se convirtió en un vozarrón que resonó en toda la estancia.
"No hay maldición sobre esta tierra,
que no contemple una redención para los justos
y yo Agul Stroud, he seguido a esta mujer a los confines del mundo,
para concederle la opción de elegir"
Inquieta y con las piernas temblando retrocedí hasta la cama y me senté en el borde anonadada ¿a qué clase de elección se refería?
* If love is a law (Noel Gallagher ♥)

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  • 2 meses más tarde...

Todo resultaba sumamente abrumados que en realidad las nauseas hacían su aparición, situación que me descolocaba por completo, ya que Bel necesitaba de mi entereza, al igual que Ethan. Sin embargo mi autocontrol comenzaba a fallar terriblemente que en realidad deseaba salir de ahí y jamás regresar. Trate de controlar los temblores que se hacían presentes sobre mi cuerpo, no me gustaba pensar lo que aquello significaba, no deseaba pensar en absolutamente nada, después de todo esa mujer era una parte fundamental en mi vida diaria. No tenía idea de cómo afrontaría la vida en Ottery tras su partida.

No estaba segura de que pensar con respecto a la razón por la que ella remirará de esa forma, sin embargo algo sorpréndete ocurrió… Me quedé casi sin aliento al percibir en su mirada un punto de entendimiento que me fue dado en el instante que una voz sumamente familiar se hacía presente. El guardián de los Stroud había hecho acto de aparición y no era de esperarse, después de todo aquel ente mantenía un fuerte sentimiento por la frágil humana.
Me quedé junto a Ethan al ver como Bel retrocedía y se veía sumamente confundida –creo que alguien ha decidido dar algo a cambio –le dije a mi esposo mientras tomaba su mano y veíamos materializarse a aquel errante caballero.
Su mirada antes impasible al contemplar el rostro de la mujer que amaba, porque si Agul la amaba con cada parte de él, su gesto se convirtió en un eco de dolor cuando con suma delicadeza y profunda ternura posaba amabas manos sobe su pálida piel, para enmarcar su rostro y darle un calido beso, lleno de amor y gratitud. Yo parpadeé al contemplar la escena, jamás había visto de aquel modo al primer guardián de una larga familia de leones, sabía que ese beso escondía algo más, después de todo Agul intentaría protegerla a toda costa.
–El habla con ella en una dimensión de Stolas.
Editado por Kutsy Stroud Lenteric

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  • 1 mes más tarde...

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, la brisa sacudía las copas de los árboles, el ligero murmullo de las criaturas del bosque llegaba hasta los terrenos del inmenso castillo de paredes blancas. En los jardines internos de aquella impactante estructura se encontraba parada una bruja de cabello cobrizo, su túnica ondulaba ligeramente a sus espaldas, las sombras y los últimos rayos de luz se proyectaban en su niveo rostro, ocultando parte de sus facciones.

 

¿Cuánto tiempo habia pasado desde la última vez que había estado en el castillo? ¿Cuántas cosas habrían cambiado desde su partida? ¿Cómo reaccionaría su madre al verla? ¿Cómo seria capaz de dar la cara sabiendo que partió sin dar una explicación?

 

Todas esas dudas inundaban los pensamientos de la joven, la mantenían plantada en aquel lugar sin poder moverse, tal vez habia sido un error haber regresado, tal vez estaba mejor permaneciendo en el Crowley, el aislamiento y la ausencia de gente en aquel castillo le brindaba espacio y cierta confianza, seria mejor que se fuera, ya habría otro momento para visitar el castillo.

 

Como presintiendo sus intenciones de huida, Van apareció a su lado, levanto la cabeza para mirar a su ama -Señorita, si sigue más tiempo aquí caerá la noche y podrá pescar algún resfriado- sujeto la mano de la chica para incitarla a que avanzara.

 

La Crowley levanto una vez más la mirada hacia el castillo, soltó un suspiro entre dientes, reprimiéndose internamente por ser tan cobarde y dejar que todas sus dudas se apoderen de ella, no podía seguir rehuyendo de la familia que tanto apoyo y cariño le brindaron, su familia, no podía ser tan egoísta y mal agradecida.

 

Por fin pudo separar los pies del lugar donde se encontraba atascada, tomada aun de la mano del elfo, camino hasta las puertas principales. Una vez en el umbral, llamo a la puerta solo para informar que alguien ingresaba al castillo, esperaba que alguien estuviera cerca para escucharla. No espero a que atendieran, ella misma empujo la puerta para ingresar al lugar, Van siguió sus pasos.

 

Ahora ambos estaban dentro del lugar y una nueva ola de dudas se apodero de la chica dejándola plantada en el centro del recibidor, habia mucho silencio, algo totalmente impropio de la Familia Evans, la chica observo por todos lados, no veía a nadie cerca, se pregunto si seria buena idea ir hasta su habitación y ver si se encontraba a alguien por el camino pero seguía algo entumida por su regreso. Esperaría unos minutos para ver si alguien aparecía por el lugar, con suerte la primera en atender seria Bel.

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  • 3 meses más tarde...

El aroma es mucho más delicioso en las zonas próximas.

 

Mel no es una invitada no deseada. En su mano, sostiene un sobre blanco como la nieve, que contiene un pergamino en el que con letra fina y pulcra señala que ha sido invitada a una velada para la celebración de la noche de Walpurgis. Luego de discutir con Richard, llegaron al acuerdo de llegar allí por separado, después de que éste sufriera una asombrosa rabieta a causa de descubrir que Mel, siempre de acuerdo con sus planes, tenía ya algo planificado para ese día, cuando él había esperado ir de viaje al exterior.

 

Al final, era gracioso ver cómo había terminado accediendo a un plan local solo para no ser dejado fuera de los planes de los Moody. Era nuevo para ella, descubrir que esa era una de sus pocas debilidades: no gustarle ser dejado de lado en lo acordado por su círculo "cercano".

 

Ella tiene un traje poco usual, un chiste privado, si se quiere. Debido a que la misiva también asegura que se tratará de una fiesta de disfraces, lleva una cola de lobo, esponjosa y recién hecha con la magia de su prima, además de un sombrero con orejas a juego. En la boca, un hechizo de modificación ha hecho que sus caninos sean más notorios y en conjunto, es una mezcla visual de humano y lobo. Lleva unos shorts de jean, como si no sintiese el frío, un polo blanco y un hechizo térmico. Corre hacia su objetivo, hasta ver una larga mesa, dispuesta y bien servida, repleta de manjares para la noche, una cascada de chocolate en un armatoste redondo y otra de ponche.

 

En el cielo, Richard Moody lleva un sombrero rasgado y vuelto a coser de forma tosca en el morral que cuelga del manubrio izquierdo. Sus pantalones de cuero llevan una cadena de plata al cinto, unida a un reloj de bolsillo. Sus botas son del mismo material y hacen juego en color negro. Lleva una blusa blanca de mangas ribeteadas, victorianas. El abrigo de terciopelo rojo se agita al viento; lleva las googles caladas en los ojos y ha estado volando un buen rato. Sobrevuela el jardín de los Evans McGonagall, antes de aterrizar, dejando una huella de tierra removida en el pasto, al bajar. Se ve deslumbrante y el maquillaje que rodea sus ojos lo hace ver pálido, ojeroso, de forma atractiva, resaltando su mirada clara. Es el sombrerero loco, su propia versión, así que se cala el sombrero y tira el morral para hacerlo notorio.

 

Se pregunta si debería visitar el cuadro de su hermana, hasta que recuerda que ya no existe.

 

Entonces toma una piernita de pollo y se vuelve hacia Melrose. Siente ganas de tirársela, para ver si atraparía la presa con los dientes pero en lugar de ello se acerca y la saluda, gastándole una mala broma. Le da una mordida a su aperitivo y echa una ojeada a la mesa sin demasiado interés. Varios metros más allá, en un espacio no tan lejano en el jardín trasero (en el que se encuentran) está un mantel cómeme, tendido sobre el suelo para el que ande con ganas de hacer picnic. Le parece raro no ver a nadie pero los ingleses no son las personas más imaginativas del mundo, así que prefiere no darle demasiada importancia. De seguro, ya pronto los Evans aparecerán. O los elfos de los Evans, quien sea que vaya a darles la bienvenida primero.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric @@Nicole Evans Crowley @ @@Syrius McGonagall @ @ @@Helen Evans @@Lillian Potter Evans @@Jank Dayne @@Boss Elessar

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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A Ellie le sorprendió descubrir una invitación de parte de la familia Evans McGonagall, dirigida a ella. Aunque conoce a algunos de ellos, no recuerda haber visitado el hogar familiar alguna vez. Su primera reacción fue la de redactar una carta agradeciendo la cortesía, pero rechazando la invitación con la excusa ―inventada― de otro compromiso. Sin embargo, Melrose la convenció de que sería una buena actividad familiar y una forma de socializar con otras personas. Quizás en otra ocasión no lo habría logrado, pero últimamente se sentía muy emocional por sentir que había recuperado a los suyos.

 

Desde la tarde comenzó a preparar su disfraz. Buscó una túnica vieja de un tono grisáceo, que arruinó en una sesión de alquimia, y tomó un sombrero de bruja que encontró en el cobertizo. Se despeinó el cabello con un encantamiento de viento salvaje, algo que lamentaría al día siguiente, e hizo que su piel se viera demacrada y con algunas verrugas con un par de sencillos encantamientos de transfiguración. Tras vestirse y ponerse unas botas de tacón bajo, bebió una pócima que le coloreó la piel de un tono un poco verdoso. Así, se montó sobre su escoba mágica, luciendo como una auténtica harpía.

 

Volando a apenas un palmo del suelo, se acerca a su prima, a quien reconoce de lejos por la cola esponjosa que le ayudó a hacer. Ya Richard llegó, esta junto a ella, disfrazado de... bueno, la verdad no está segura de que esté disfrazado, teniendo en cuenta que él suele vestirse de forma bastante estrambólica.

 

Hiya ―saluda a ambos―. Oh... creo que debimos venir más tarde. Parece que todavía no ha comenzado la cosa.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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La brisa del viento fue lo primero que golpeó mi rostro. Un golpe vacío en el estómago, la falta de costumbre. Mis pies cayeron con brusquedad sobre la grava de la calle, y a continuación la postal familiar de un edificio de piedra blanca. La noche de walpurgis era la velada perfecta para una reunión familiar en el castillo —Gracias —canté sin interés al mago, que desapareció después de traerme a las afueras de la mansión Evans McGonagall, y maldije tener que depender de alguien más para trasladarme de un lugar a otro. La capa negra de terciopelo caía sobre mis hombros y, alrededor de mis mejillas, los pares de mechones lacios de negro artificial enmarcaban la pintura de catrina que enmascaraba mi rostro, adornado con flores rojas.

 

—Y de nuevo aquí —me dije, mordiéndome los bordes de los labios. El castillo lucia imponente, más de lo que lo recordaba. Aunque la vida muggle era más tranquila «y poco práctica», el espacio y la soledad habían significado un verdadero relajo emocional, aunque dolorosamente eso incluía a la familia.

 

Muchos pensamientos pasaron por mi mente en un abrir y cerrar de ojos, era la resaca después de la borrachera, era las ganas de ignorar todo con fuerza sin lograrlo, porque en ese cerrar de ojos la susceptibilidad del recuerdo me abofeteó tan fuerte que recién entendí que habían pasado muchos años desde que pisé esa casa, y que quizás, no habían sido tantas las ocasiones en las que conviví con ellos, con mi familia. El remordimiento me impidió que buscara el árbol genealógico, no podía siquiera pensar en su nombre, porque había miedo en mi garganta, decepción.

 

Ya en el interior de la mansión inglesa, avancé por un sendero iluminado que llevaba al jardín, donde una elegante mesa disponía de un absurdo número de manjares e invitaba a la gula espontanea de dulces y salados. Mientras revisaba las servilletas y me concentraba con gran esfuerzo en solo mirar el monograma familiar, inevitablemente por el rabillo del ojo capté el movimiento de un mago saboreando la comida «¿Qué?, sabía que era distraída, pero siempre me superaba a mí misma» sonrojándome un poco, cerré mi visión nuevamente en las servilletas, después de contar a dos personas más alrededor. No, no estaba segura de quienes eran. «Y ellos sabrían quién soy?»

 

 

 

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―¿Si te lanzo esta piernita, tu cola se agitará delantando tu felicidad?

 

Mel entrecierra los ojos mientras la sonrisa de Richard se ensancha. Ellie también ha llegado a la velada y va vestida de acuerdo a lo que él califica como "perfectamente horrendo" por lo que al parecer cuenta con su aprobación. Es entonces cuando Mel nota también la presencia de otra muchacha, alegre de al fin ver a un "Evans" teniendo en cuenta que debido a la escasa asistencia en el jardín pareciera más una fiesta Moody.

 

―Ah... ¡hola!

 

Mel se aproxima sin estar segura de saber qué hacer a continuación pero Richard llega en su ayuda.

 

―Mucho gusto, Fengari Evans, Richard Moody. Estas dos personas son parientes Moody también.

 

Él no menciona cómo es que conoce el nombre de la muchacha pero Mel no se atreve a preguntarle tampoco. Se limita a saludar con una sonrisa y también a seguir comiendo las fresas con chocolate que han sido cómodamente pinchadas en palitos que contienen de cuatro a cinco fresas por porción.

 

Apenas han terminado de hacerlo cuando un grupo de personas llega por un lado de la construcción, no desde el castilo, que es por donde usualmente ingresa la familia. Llevan equipos de sonido y otros elementos que sin duda provienen de Casamenteras Evans, en Diagon. Un muchacho apuesto se dispone también a instalar un grupo de lámparas iluminadas con luciérnagas encerradas dentro de ellas y un amistoso crup que empieza a echarle miradas desconfiadas a Richard.

 

―Ah... vaya, los Evans sí saben organizar fiestas...

 

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Matt Ironwood.

 

 

La invitación lo tomo por sorpresa. No conocía de nada a la familia Evans McGonagall, solo de nombre y ahora se encontraba subiendo por un empinando camino vestido de jugador de futbol americano hacia la cima del desfiladero rocoso donde se alzaba el imponente castillo familiar.

 

El otoño había caído ya con fuerza en aquel lugar “salvaje” de Inglaterra, el tupido bosque que como guardias seguía todo el trayecto serpenteante del camino de tierra aprisionada lucían colores amarillos, dorados y rojizos. Un frío viento soplaba desde el norte haciendo que las ramas de los árboles entrechocaran entre ellas generando la sensación de cientos de murmullos que hablan un idioma que Matt desconocía.

 

El mago no estaba seguro de si eran locuras propias pero todo aquello, la invitación, el bosque, aquel viento, nada le estaba dando buena espina pero ya no había vuelta atrás, contestó afirmativamente a la misiva y no estaba en sus planes dejar plantada a una familia que lo aguardaba por una mala sensación.

 

El sol ya se había puesto cuando Matt llegó hasta el alto muro que resguardaba el castillo para encontrarse con que las puertas se encontraban abiertas. Ingresó asombrado por el estilo de aquel lugar, construcciones como aquella no existían en América, nada tenía más de 300 años pero dentro de aquel túnel se sentía que había viajado en el tiempo.

 

Del otro lado un amplio jardín interno de dos niveles lo recibió decorado para la ocasión, el castaño no conocía mucho de aquella celebración, “Walpurgis” parecía ser una fiesta tradicional europea similar a Halloween pero hasta allí llegaba su conocimiento, esperaba que aquella velada le esclareciera de qué trataba todo.

 

Mientras subía por unas de las escaleras que conducía al segundo nivel se quitó el casco para descubrir su rostro, era el nuevo en aquel lugar y creía que sería lo correcto presentarse a cara descubierta, además tenía que saber porque había sido invitado por aquella familia de magos.

 

En el patio superior un grupo de magos y brujas se ocupaba de la decoración y colocación de muebles, comida y luces, entorno a una amplia piscina donde algunas hojas flotaban sobre su superficie.

 

Matt se detuvo al final de la escalera tratando de dar con los anfitriones de la fiesta, repasó con la mirada el enorme jardín interno hasta que encontró a un grupo de cuatros personas disfrazadas entorno a la mesa de comidas. No había nadie mas disfrazado en el lugar, así que supuso que se tratarían de ellos.

 

Cruzó el patio hacia las mesas y en cuanto llegó al pequeño grupo se presentó –Buenas Noches, Matt Ironwood, un gusto – se sentía realmente incómodo y fuera de lugar desde que recibió la invitación pero allí junto con los supuestos Evans la sensación se incrementó exponencialmente.

 

-Recibí un invitación por la fiesta – se apresuró a aparecer el papel en su mano como si aquella carta fuera su salvavidas -¿Ustedes son los Evans? – cerca de ellos la música comenzó a sonar.

 

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Más yerta que nunca, parpadee algunas veces para corroborar que no me había muerto en ese momento «como si se pudiera estar más muerta», suspire tratando de relajarme, convenciéndome que socializar no podía ser tan malo, y además estaba en casa… vamos, ¿que podría salir mal? Así que relajándome, cogí uno de los bombones de una bandeja plateada, los hilos de azúcar simulaban las telarañas de una noche espeluznante, y los ojos pintados en el chocolate me debatían si los dulces eran realmente comestibles. Sin pensarlo más, me lo metí a la boca descubriendo el agradable sabor.

 

— ¡ay! —Grité escupiendo el chocolate en la cara del desconocido. — ¡ay cuanto lo siento! perdón Richard —añadí mordiendo la risa en los labios, y cogiendo una servilleta nerviosamente, me aproxime a limpiar al mago lo más posible.

 

— Hola —dije finalmente, cuyo rostro amigable me sorprendía aún más— Si… soy Fengari. ¿Y tú eres? —pregunté casi en susurro, más para mis adentros que para que el interlocutor me oyera. Cuando el mago respondió, me fijé en las dos brujas que también se acercaban a la mesa. Extendí mi mano mecánicamente y con una sonrisita nerviosa me presenté— Feng, mis amigos me llaman Feng. Un placer señoritas Moody.

 

Sonriendo de forma nerviosa por lo ocurrido, reprimiendo la risa por la acción y a la vez avergonzada por todo lo demás, me gire un poco buscando otra cosa en la mesa con la que entretenerme. La banda musical empezaba a posicionarse y esperaba que más invitados se sumaran a la fiesta. De cualquier forma, ya me sentía avergonzada. Sacudí ligeramente mi cabeza y empecé a quitarme una pequeña hada que se escondía entre las flores de mi coronilla, los ganchos con los que se sostenían empezaban a hacerme presión. «Son azules… ¿las hadas son azules?» me pregunté abriendo los ojos lo más posible, y tirando la criatura y la flor lejos del gentío.

 

Me gire rápidamente al escuchar la voz de un nuevo desconocido, esperaba que no me hubiera visto lanzando al duendecillo a la maleza del jardín, pero esperaba más haberlo lanzado más lejos que eso. —¿Qué tal Matt? Mi nombre es Fengari Evans —le tendí la mano, sonriendo como solo lo hacemos después de una travesura inofensiva.

 

@@Syrius McGonagall@@

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Su sonrisa es... deslumbrante... terrorífica pero deslumbrante, capaz de engañar a todo el mundo con una fingida calidez y atractivo, menos a los Moody, que ya están acostumbrados a ver su proceder a diario.

 

―Por supuesto que no ¿cómo podría molestarme?

 

Cuando pasa la mano por encima del traje después de que la muchacha le ha estado incordiando aplastando la servilleta contra su pecho por casi tres minutos sin parar, la mancha ha desaparecido. Mel no se molesta en preguntar porque sabe ya lo que ha pasado: Richard usa magia sin varita. En el pasado, la había utilizado de forma abusiva, hasta que su cuerpo no soportó más; luego, tuvo que regularse, de forma que solo la usa disimuladamente en contadas ocasiones, porque su capacidad de arruinar la magia sigue vigente y podría salirse de control si es que se excede con los conocimientos que tomara de su maestro en Uagadou. De cualquier forma, eso parece aliviarlo, además de la llegada de otro muchacho que distrae la atención del repentino incidente.

 

―Mucho gusto ―Richard no ha necesitado componer el rostro pero su piel adquiere un cariz mucho más honesto cuando Matt se dirige a ellos―, aunque no somos los Evans. También fuimos invitados, somos los Moody. Mi nombre es Richard.

 

Se aparta y se apresura a servir ponche, refresco y algo de la cascada de chocolate también. Nadie le presta atención: Mel está aproximándose, Ellie con Mel, Fengari revisando su cabello y tirando un doxy a un arbusto. Mientras tanto, el echa discretamente las pastillas a las bebidas, solo una por cascada o recipiente con líquidos. Es el precio a pagar, por estropearle el terciopelo francés así fuera solo por unos momentos (no asiático, no, eso jamás). Una pequeña broma gratuita para los Evans. Retorna enseguida con el recién llegado a tiempo para oír a Melrose.

 

―Melrose Moody, un gusto y mi prima, Eileen.

 

En ese preciso momento, sale sonido de los altavoces, una melodía suave, mágica y moderna. No es capaz de recordar el nombre del mago artista pero sí que ha sido muy popular últimamente.

 

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Editado por Melrose Moody

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