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Giro del Destino


Anthony R. Dracony M.
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Cubrió su boca, la mañana esta muy fría y el sendero de tierra tiene un descenso que debe tomar con calma pues está muy inclinado, con cierta dificultad debido a la maleza que crece a voluntad propia en aquel sitio natural es abundante.

 

El peliverde va buscando la forma de encaminarse a un claro de aquel sitio donde solo algunos lejanos ruidos de trinos son los que dan señales de vida rupestre.

 

Mira con atención, ya que puede haber animales entre el pastizal. No es un lugar que conozca bien, de hecho es como estar explorando pero desconoce a quien pueda encontrar.

 

Piensa en que debió traer algo de agua, más al rato puede ser atacado por la sed, sus ojos no han visualizado nada fuera de lo normal al llegar al claro amplio y libre de obstáculos molestos pero un calor en su dedo anular, le indica que hay alguien cerca, era su Anillo Detector de Enemigos el que se activo....¿Aquí?

 

Saco su varita mágica que sujeto con firmeza y apunto hacia un pedruzco frente de donde vio moverse un matorral

 

--Expulso!!-- El rayo salió de su varita y lanzo con gran fuerza aquel pedruzco hacia donde al parecer está aquel enemigo que desconoce por el momento.

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Cortó la ramita que había estado observando desde hacía un rato y la guardó en su bolso. Era perfecta para lo que quería, necesitaba las fibras interiores de aquella madera para un nuevo experimento. Aunque en el fondo no estaba convencida de que fuera a funcionar, pero no perdía nada intentándolo. Se incorporó justo cuando escuchó que alguien caminaba a poca distancia de donde estaba y luego volvió a encogerse, con gesto cauto.

 

Había pensado que aquel lugar sería poco frecuentado, pero ahora veía que posiblemente no había sido la única en tener aquel pensamiento. Así que tendría que tener cuidado. No estaba haciendo nada malo, pero quizás el desconocido era un enemigo. O en realidad simplemente no quería ver a nadie. Se arropó mejor con su capa de viaje, la que le cubría la sencilla túnica negra que vestía, y comenzó a caminar para alejarse del lugar. Sus pies descalzos rozaban la tierra casi con cuidado, siempre procurando no dañar ninguna planta.

 

Quizás estaba tan absorta en cuidar el lugar que no se percató de que su camino la había llevado al contrario de lo que quería, acercándola al extraño. Cuando notó su presencia más cercana, rápidamente utilizó la metamorfomagia para cambiar por completo su apariencia. En lugar de la Anne normal, ahora había un anciano de piel amarillenta y rostro arrugado prácticamente calvo, aunque conservaba la túnica y la capa negra. Tenía las manos callosas pero firmes, la espalda ligeramente encorvada y los ojos pequeños, de color negro intenso. Nada que ver con la real apariencia de Anne, que adoraba aquel tipo de disfraz.

 

El extraño la atacó y ella, con un movimiento rápido, se zafó de aquel ataque con maestría.

 

Detritusexclamó con la varita firmemente asida. Un gas azulado envolvió su cuerpo e hizo que la piedra no la alcanzara. Aquella protección duraría algo más de tiempo y le aseguraba librarse de los golpes físicos. Salió de detrás de un matorral y se plantó ante el extraño de pelo verde, a unos ocho metros de distancia—. ¿Qué te crees que haces, jovencito? —su voz rasposa y grave contrastaba mucho con la voz fina y suave que tenía ella en realidad. Incluso conociendo aquel cambio se sorprendió a sí misma, aunque aquello no se le notó—. ¿Sabes a quién acabas de atacar? Haré que te arrepientas.

 

«Arena de hechicero», pensó entonces, con maldad. Aquel efecto aprendido de los guerreros uzzas provenía de los huesos cristalizados de un mago quemado por fuego mágico y le impediría ver durante un rato, haciendo que no pudiera apuntar. Aquel niño aprendería a no meterse con sus mayores. Aquel pensamiento le arrancó una sonrisa torcida que dejó a la vista una dentadura descuidada e incompleta, propia de alguien tan anciano como aparentaba ser. Nada que ver con su auténtica apariencia, claro estaba, pero eso Antoni no podía saberlo, ni ella quería demostrarlo.

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El peliverde separa un poco más sus piernas, con la varita más firmemente asida a su mano, sabe bien lo importante que es no perder su arma mágica, aunque trae encima y consigo, los objetos que ha conseguido a través de su estudio mágico en la Universidad Mágica.

 

 

Empieza a sentir más seca su garganta y mira atento a donde lanzo su ataque, si fue un animal del habitad, saldrá corriendo o dispuesto a atacarlo o si acaso es un mago o bruja, también se mostrará para responder su iniciativa, pero no puede comportarse gentil, muchas de las veces eso es lo que marca desventaja.

 

 

Ve salir a alguien detrás de un matorral, en buena hora se encuentra frente a un sabio!! porque no hay que menospreciar a la gente mayor, los ancianos son gente que hay que valorar por su experiencia y sabiduría acumulada por las experiencias de vida. Se pasa la lengua por sus labios tratando de hacer soportable la necesidad de agua y en su boca solo siente sequedad.

 

El anciano luce molesto, quien si no, le da por pensar que su afirmación es por lo que su anillo solo se acciono, es alguien de cuidado.

 

--¿Que te crees que haces jovencito? ¿Sabes a quien acabas de atacar? Haré que te arrepientas.-- La última frase le hace sentir el peligro y con la varita al ristre pronuncia su defensa al notar como el polvo se exparcía ante él:

 

 

--Casco-burbuja-- El efecto hace que en su cabeza aparezca una burbuja mágica , el polvo no llega a sus ojos pero se adhiere en el casco por lo que entonces apunta su varita hacia el anciano mientras piensa: ¡Maldición! Esto hará que el siguiente hechizo/invocación del contrincante será mal pronunciado y derivará en una versión ridícula del original, sin efecto real sobre nadie.

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  • 2 semanas más tarde...

No supo exactamente cuál era la intención del joven, pero se dio cuenta de que intentó anticiparse a su ataque no verbal y no le funcionó. La Arena de Hechicero hizo el efecto esperado: cegó a Antoni, a quien había reconocido ahora, y quedaría así durante un ratito impidiéndole lanzar hechizos que requisieran puntería. Un auténtico fastidio, realmente.

 

A partir de ese momento, dudó sobre qué hacer a continuación. No quería hacerle daño... pero a la vez, su vena mortífaga le pedía darle un escarmiento al joven, que sabía que no pertenecía a su bando. ¿Por qué no? ¿Acaso no quería una sociedad donde la magia primara ante todo? ¿Sería él defensor de la convivencia entre magos y muggles? Solo de pensarlo, los deseos de lanzar un hechizo dañino al chico crecían como la espuma.

 

«Necrohands», pensó. Al instante, dos manos fantasmales aparecieron desde el suelo y se elevaron para quedar por delante de Anne, a poco menos de un metro de distancia entre ellas y algo más altas que la Gaunt, incluso en su apariencia de anciano psicópata. Estaban allí para protegerla, si bien se podrían ofuscar también para permitir el paso de hechizos o incluso podrían servir para atacar u obstaculizar a Antoni solo con un pensamiento de la warlock.

 

Además, quería atacarle y ya sabía cómo hacerlo. «Flechas de fuego», pensó. Una andanada de filamentos ardientes salieron de su varita y volaron en dirección a Antoni a toda velocidad. Si le alcanzaban, le producirían heridas en la piel ardientes, es decir, que debería apagar el fuego antes de proceder a la curación. Sin duda, estaba en un grave aprieto y la Gaunt estaba expectante con el próximo movimiento del muchacho.

 

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Habia pensado que su hechizo efecto le libraría, cuando la arena del Hechicero que le arrojo el anciano lo privo de la vista, entonces no podría usar un hechizo que requiriera puntería, hay hechizos que no necesitan ser necesario que se apunte, solo se requiere conocer la ubicación del contrincante, pero más que recuperar la visión, estaba resguardar su vida ahora que estaba a merced del oponente, un gran oponente por cierto.

 

 

Ya el hechizo lo tenía con los ojos cerrados, su mente se tranquilizo para concentrarse, requería bastante de utilizar el libro de Defensa por excelencia, así que levanto la varita al frente suyo, tenía el tiempo justo para realizar su movimiento. Actuar rápido decide por usar un hechizo más genérico sin esperar a conocer la naturaleza del hechizo que ocupara su adversario, más aún porque utilizaba hechizos no verbales y al carecer de legilimancia, no podía conocer que usaría en su contra, sus pensamientos se concentran en ese hechizo defensivo:

 

 

--Obsistens- de inmediato se materializa una cerco mágico de materia luminosa verdosa fosforecente, que rodea al ojimiel, pero el obsistens es un buen método de defensa y ha tenido tiempo suficiente para crear su protección. Entonces el anciano actúa cuando el ojimiel se percata que su vista regresa para ver como filamentos de fuego van a su dirección y la protección le protege del hechizo. De haber podido ver hubiese ocupado otra defensa pero no debe perder tiempo en lamentarse, ve una manos fantasmales frente al anciano, mal signo...su tía Sagitas le ha advertido que ese hechizo es manejado por ese grupo conocido como mortífagos...

 

 

Cree que solo hay una salida, así que aunque no lo desea del todo, es un camino que debe tomar de forma fría y al fin pronuncia su ataque sujetando firmemente su arma mágica (aunque no es su forma usual de comportarse, solo lo hace por haber escuchado de lo que se supone es el actuar de un guerrero).

 

 

--Cinaede-- Un gas invisible y venenoso surge alrededor del anciano y penetra en el acto las vías respiratorias del hombre que siente los efectos del asfixia y tendrá que actuar en el acto para evitar su muerte.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Intentó invocar a un señor del Caos, pero algo no funcionó bien así que debió dejarlo estar por el momento. Antoni se libró bien de su ataque, demostrando que tenía más poder del que aparentaba en un principio. Anne se alegró en cierto modo, pues tenía mucho aprecio al muchacho, pero en aquellas circunstancias su mente no trabajaba con normalidad y sólo quería derrotarlo. Fuera al precio que fuese.

 

Parecía que aquel pensamiento se hacía visible en su rostro arrugado de anciano, disfraz que había escogido para evitar ser reconocida y poder así, de paso, usar sus poderes de mortífaga. Examinó cómo Antoni se recomponía y, entonces, la atacaba con uno de los hechizos que más le gustaba a usar a ella. Sin embargo, recibirlo no era tan divertido.

 

Casi inmediatamente, el veneno de los pétalos de pensamiento le impidió respirar con normalidad y se llevó la mano libre al pecho con los ojos abiertos como platos. No podía respirar con normalidad y, seguramente, pronto tampoco podría ni siquiera hablar o moverse. «Anapneo», pensó con la varita agarrada con tal fuerza que parecía a punto de partirla. Ese hechizo normalmente se lanzaba verbal, pero podía ser no verbal en aquellas circunstancias. Al instante, sus vías respiratorias se recompusieron y el veneno desapareció. Al parecer, Antoni no tenía poder aún como para que el hechizo fuese más dañino, para fortuna de Anne.

 

Ésta le fulminó con su mirada de anciano, como si estuviera a punto de saltar para partirle el cuello. Y en realidad, ganas no le faltaban. Sin aflojar el agarre de la varita, alzó la arrugada mano contra Antoni para apuntarle con su arma mágica.

 

Vara de cristalbramó. Al instante, su varita comenzó a mutar. Se volvió un poco más gruesa y mucho más alargada, adquiriendo una longitud de casi 1'8 metros. Era más alta que ella, de hecho, pues se había transformado en una vara de un material muy similar al cristal de color gris oscuro, con una especie de venas que la recorrían en toda su longitud de un color azul tan pálido que parecía blanco. Aquella vara tenía un poder increíble: podía acelerar la velocidad de cualquier hechizo haciendo que fuera un efecto. Y así iba a usarla, por supuesto—... ¡Sectusempra!

 

El rayo verde no llegó a verse, pues éste se convirtió en un efecto que desgarraría la piel del pecho del Tonks y haría que su sangre manara de forma descontrolada. Algo bastante cruel, por supuesto, pero no podía esperarse menos de una mortífaga enfadada. Los ojos oscuros de su apariencia de anciano brillaron con maldad por un momento, y luego esbozó una sonrisa torcida.

 

 

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En la clase había experimentado en carne propia aquel hechizo, no es que pensará que iba a poder con aquel anciano, pero si estaba seguro que lo distraería por unos segundos (de lo contrario, sería que no se recuperará pero ya toparse con el anciano había sido su primer tiro de mala suerte...)

 

Recupero la vista pero sabía que eso no era para celebrar, más bien, era como si el destino se anticipará para regodearse de su final, movió su varita con la rapidez que le inspiraba el pensamiento y de ese modo pensó en su siguiente acción.

 

-- ¡Salvaguarda Mágica! -- Se volvió intangible, aunque más veloz, aquel hechizo que causa heridas sangrantes no era un efecto y su defensa si, así que por un "pelito" aquel rápido rayo le atravezó sin hacerle daño...estaba seguro que la suerte no le iba a durar tanto, pero más que lamentarlo, sentía que esos minutos en verdad se sentía vivo...tal vez por eso les llamaba tanto la atención el enfrentarse a duelos.

 

Tardaría un poco en volverse tangible así que ahora se movió un poco para que su cuerpo no apareciera en el mismo sitio y mientras debía pensar que otra cosa hacer...un hechizo no verbal y además que no usará la varita...su mente trabaja a mil por hora...no habia mucho de donde escoger, hablo con esperanza:

 

-- Espejo de niebla!!Vara de cristal...--De un momento a otro su varita cambiaria, la realidad fue modificada, posibilitando que pueda realizar el hechizo de mayor poder y que el anciano había ejecutado en mi presencia.

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Anne, en su versión de anciano malvado, vio cómo Antoni se anteponía a su ataque por un instante. El sectusempra no le alcanzó al volver su cuerpo intangible, haciéndole lanzar un grito desgarrador al cielo a causa del enfado. Luego entornó los ojos, que tenía enrojecidos por la furia, y le enseñó los dientes en una mueca furiosa que indicaba que, en su cabeza, se estaba desarrollando la peor de las estrategias posibles.

 

El Tonks se dispuso a atacar, y el anciano se preparó para poder interceptar el ataque. Pero invocó algo... y no sucedió. Él estalló en carcajadas con su voz grave y rasposa, burlándose del muchacho por su falta de previsión respecto a su estrategia. Alzó un dedo en su dirección, provocador.

 

¡est****o crío! ¡Vas a pagar bien caro ese error!

 

Se preparó entonces, dispuesto a convocar las fuerzas del caos. Entornó los ojos un poco más, aunque sin perder de vista a Antoni: ahora quería un señor de la guerra.

 

Pero el caos es caótico, valga la redundancia, y en lugar de favorecer a su invocador con un señor de la guerra poderoso y útil... hizo que Peeves apareciera en el duelo. La cara del anciano varió lentamente hasta que expresaba una mezcla de horror y resignación. Y el poltergeist no estaba dispuesto a dejar pasar semejante oportunidad.

 

¡¡Ahhhh, viejo!! ¡Tienes la cara como un bichejo! —le gritó, riendo con fuerza mientras levitaba sobre él. El anciano rechinó los dientes con fuerza, con mucho enfado, sin perder de vista su objetivo: el Tonks. El poltergeist le importaba un rábano.

 

Alzó la vara de cristal en dirección a Antoni.

 

¡Cinaede! —exclamó. El efecto fue inmediato. El gas procedente de los pétalos de pensamiento se introdujo en el sistema respiratorio del Tonks, que enseguida notaría cómo empezaba a colapsar si no le ponía remedio. Aquel hechizo era letal en alguien con su poder.

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