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Prueba de Animagia #16


Suluk Akku
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A diferencia de lo que había dicho en clase, la Arcana no los esperaba en el río, junto a los botes dispuestos para llegar a la isla y así, llegar a la pirámide. En su lugar, había una criatura dentro de cada bote. De haberse tratado de humanos, habrían sido niños, pero eran crías de los animales que ellos mismos representaban. Estaban dormidos, sumergidos en un plácido sueño que sería interumpido cuando cada uno de ellos subiera al bote y esa sería su primera misión. Cualquier ruido, de la índole que fuera, despertaría a las salvajes bestias del lago que los separaba de la isla y eso significaría su muerte o la de la cría, que sería aún peor.

 

Y aquello debería no ser un problema para magos y brujas como ellos, a menos que hubiera un cartel escrito a mano con una linda caligrafía, acompañado de una cesta levitando, que dijera que por favor dejaran todas sus pertenencias en ella. ¿Cierto?

 

Enfrentarse al lago con crías de su raza, chillando a viva voz, no sería tarea fácil. Deberían hallar la forma de cruzar el lago sin alertar a las bestias y a la vez, calmar a sus crías. De no hacerlo, era imposible que llegaran a la isla juntos o por separado. Ese sería el primer inconveniente de toda la contienda que tendrían que atravesar para llegar a Suluk, quien los estaba observando en silencio y sin intenciones de participar, ya fuera para ayudarlos o para salvarlos de una muerte segura, desde la pirámide. El segundo no era ni menos ni más que el anterior, se podría decir que estaba al mismo nivel.

 

Sus caminos se separarían otra vez entonces, porque descubrirían que para atravesar la isla, llena de peligros inimaginables, debían tomar su forma animal y cargar con sus crías a través de los altos árboles, nido de los predadores, o los arbustos llenos de sorpresas. En el caso de Candela, a través de las cuevas que sólo un animal tan pequeño como ella podría alcanzar. No tenían un tiempo específico para hacerlo, eso era algo que solo sus habilidades precarias como sus animales podía controlar, pero tendrían que hacerlo en su menor tiempo posible, porque el llanto de las crías se debía a nada menos que hambre.

 

¿Lograrían alimentarlas para hacer su camino más sencillo?

 

Finalmente, llegarían al laberinto y la dificultad del laberinto, por más laberinto que fuera, estaba en que este estaba dividido en tres para sus tres pupilos. De equivocarse de camino, saldrían en el lugar equivocado y lo sabrían porque en cada salida, la madre de la criatura los esperaba. De equivocarse, tendrían que lidiar con una madre enfadada de una especie distintas y las madres, fuera cual fuere el caso, eran todas iguales en cualquier especie: salvajes, cuando se trataba de sus hijos. Y en ellos recaía que la madre no los atacase cuando llegaran a ella.

 

Suluk los esperaba en la sala de los portales y los observaría con atención, antes de permitirles entrar a la última de las pruebas. Para mantener comunicación, aunque fuese unilateral, les había dejado un regalo que encontrarían al cargar a la cría en el bote, cuando se subieran. Un anillo. No era el anillo de habilidad pero los ayudaría a canalizar su energía para que, cuando lo necesitaran, se les hiciera más fácil el proceso de alcanzar su forma animal.

 

@ @@Candela Triviani @Orión Yaxley

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Había dormido regular aquella noche. Lo había achacado a la idea de tener que presentarse ante la prueba de habilidad en el Portal de las Siete Puertas, pero no estaba segura si era por eso. No era la primera vez que se enfrentaba a éste, aunque lo había hecho para otras habilidades. Animagia era distinta a lo que había aprendido hasta el momento, y posiblemente su inquietud se debía a eso, a no estar segura de cómo sería la prueba. Ahora que conocía su forma animal y que había probado lo que era transformarse en algo distinto, se sentía mucho más convencida de que todo iría bien. Pero siempre quedaba algo de duda. Intentó utilizar sus habilidades mentales para poder retirarla y que su espíritu no se viese perturbado aquel día, necesitaría de toda su concentración para hacer frente a la prueba.

 

Se vistió de forma sobria, con una túnica sencilla y su capa negra de viaje. Llevaba siempre los amuletos y anillos de los poderes uzzas puestos, pero no tomó nada más, ni siquiera su bolso. Solo la varita. Un águila no necesitaba mucho más, ¿no?

 

Aquella idea la divirtió y mejoró un poco su humor. Desapareció del castillo Gaunt y reapareció cerca del Lago en el que siempre se reunían con los arcanos. Sin embargo, Suluk no estaba. En su lugar, había tres botes en los que se movía algo. Al acercarse comprobó que se trataban de crías de animales, y comprendió que eran de los animales que ella y sus compañeros adoptaban. Orión y Candela no parecían haber llegado aún.

 

Iba a subir al bote cuando vio algo más. Un cartel junto a un cesto que levitaba para dejar sus pertenencias. «Lo imaginaba», pensó. Obedientemente, lo depositó todo en su interior, incluidas la varita y la capa. No las iba a necesitar, del mismo modo que no la había necesitado durante la clase. Su poder era todo lo que debía llevar, y éste estaba en su interior, tal y como le había explicado Suluk. Era cuestión de concentración y control. Ahora sí, se acercó al bote que contenía a la pequeña cría de águila, un animal bastante feo con el cuerpecito de color oscuro y desplumado, con ojos saltones y pico pequeño y blando, aunque de un llamativo color anaranjado. Además, había un anillo que tomó y examinó, eso era cosa de la arcana. Se lo puso, sabiendo que serviría de ayuda en algún momento.

 

En cuanto subió al bote, éste comenzó a moverse lentamente y empezó a avanzar. Pero el polluelo también se removió... y empezó a chillar. Anne abrió los ojos como platos y alzó las manos para intentar calmarlo, algo le decía que aquello no sería buena idea.

 

Cállate, shhh, calla —le susurró mientras el agua se removía peligrosamente. Había algo en el lago, algo que les iba a estorbar en la travesía como aquel animalito no cerrara el pico, literalmente hablando. Intentó utilizar el amuleto de amistad de amistad con las bestias, pero éste no funcionó. Debía echar mano de sus habilidades, si no no tendría sentido lo que estaba haciendo. «De acuerdo, allá vamos», pensó. Aunque verse cayendo por un acantilado fue un aliciente de lo más efectivo para provocar su transformación, pensar en una bestia marina que los devorara si no hacía algo para que la cría se callase no se quedaba muy atrás. Y sin varita.

 

Dejó que aquellos nefastos pensamientos se alejaran de ella y se concentró para dejar que la magia fluyera por su cuerpo como si fuese parte del torrente sanguíneo. Y aquella vez le costó mucho menos pasar de un estado a otro, ayudada por el anillo que Suluk había colocado en el bote. Su piel se vio cubierta de plumas mientras su tamaño y físico cambiaban hasta que adoptó la forma de un águila marina de steller perfecta. Abrió las alas y dio un saltito que hizo que el bote se tambaleara, aunque sirvió para que el polluelo se callara casi al instante, mirándola ahora con los ojos muy abiertos. Y el pico igual de abierto. «Vaya, también tiene hambre», comprendió enseguida. Ahora le costaba muy poco comprender las necesidades de las aves, ella sentía el impulso de lo que debía y no debía hacer a cada momento. Incluso sabía cómo conseguir comida para el polluelo, que seguía mirándola con atención y entrega.

 

Con un fuerte aleteo que removió el agua a su alrededor e hizo que el bote se sacudiera nuevamente, despegó el vuelo y se alzó majestuosamente sobre el lago mientras echaba un vistazo a sus aguas. Ahora su vista era mucho más aguda, por lo que distinguía formas de gran tamaño por debajo, a cierta profundidad, mientras que otras más menudas nadaban por aquí y por allá. Ésas eran las que le interesaban a ella. Se lanzó en picado a por un pez y lo capturó a la primera, remontando el vuelo y dirigiéndose al bote en el que la pequeña águila desplumada había comenzado a chillar de nuevo. Habían cubierto ya buena parte del trayecto por el lago, pero aún debía mantenerla tranquila para evitar problemas. Agarró un pedazo de pez, el cual había partido con su poderoso pico y ayudándose con una de sus garras, y lo soltó junto a la cría, que lo devoró con avidez. Y así, la mantuvo en silencio hasta que alcanzaron la otra orilla.

 

El bote se detuvo con suavidad y Anne recuperó su forma humana para descender. Al hacerlo, la cría de águila se removió y chilló. La Gaunt miró hacia el interior de la frondosidad natural que la separaba de la Pirámide que era su objetivo y luego de nuevo al polluelo. ¿Tenía que dejarlo allí solo o... debía llevarlo con ella? «Ay no, tendré que cargar con él hasta que llegue», comprendió. No le agradaba del todo, porque limitaría sus movimientos. Tras unos instantes en los que se paró a pensar en la cuestión, volvió a transformarse en águila y tomó con cuidado a la cría con una de sus garras. No pesaba apenas, así que la carga no sería tan costosa como se había imaginado. Impulsándose solo con la pata libre, alzó el vuelo y se dirigió hacia las ramas más altas de los árboles que cubrían el terreno que ahora debía atravesar. Había algunos claros entre los que podía pasar volando sin tener que plegar mucho las alas pero, en otros puntos, debía detenerse y saltar, equilibrándose con sus fuertes extremidades emplumadas. Los instintos de Anne habían cambiado por completo; o mejor dicho, se habían entremezclado para no perder su razón humana ni dejar de lado el instinto del animal que era ahora. Sus pensamientos se hilaban de forma similar, aunque se daba cuenta de que percibía todo de una forma muy distinta, e incluso se le ocurrían ideas que un humano no tendría.

 

Alzó la vista y vio que podía sobrevolar aquellos árboles, le sería más cómodo. Y así lo hizo, metiéndose entre las últimas ramas y saliendo a cielo abierto por encima de las frondosas copas. El aire fluía de forma muy distinta allí facilitándole el planear para avanzar mejor. No estaba muy lejos de su objetivo, que era el laberinto que había antes de la pirámide. Sin embargo, el polluelo se empezó a mover en su garra y frenó el vuelo un poco para ver qué le ocurría. Al hacerlo, algo lanzó un potente chillido a su espalda y recibió un fuerte impacto en el cuerpo que la hizo girar en el aire. Apretó un poco mejor la cría para evitar que se le cayera y enseguida consiguió equilibrarse de nuevo, aunque ahora su vuelo era más cauto y no recto, sino que variaba la trayectoria para evitar otro impacto como el anterior. Y además, aprovechó el momento para observar a su atacante. Era un carroñero, ¿por qué un ave carroñera la atacaba de aquella forma? «Por la cría, quizás. O a lo mejor es simplemente parte de la prueba antes de la prueba... vaya situación», pensó. Pero tenía claro que no iba a dejarse intimidar. Ella era un águila más grande y fuerte, protegería a la criatura que llevaba asida en la garra hasta el final.

 

La sombra del ave enemiga ocultándole el sol matutino durante un instante le sirvió para anticipar el ataque, virando en el aire unos centímetros y haciendo que su atacante cayera en picado hacia abajo, aunque rectificó casi al instante para no engancharse en los árboles. Pero ella aprovechó para descargar su garra libre contra el animal, golpeándolo con fuerza en una de las alas. Además, lanzó un poderoso chasquido con el pico que alcanzó carne, aunque no supo determinar de dónde. Un fuerte chillido salió del pico de aquel animal que había osado atacarla y enseguida alteró su vuelo para intentar huir de ella. Y Anne le dejó ir.

 

Aquella especie de bosque se acabó pronto, dándole acceso así al laberinto. Descendió el vuelo y aterrizó con sumo cuidado en uno de los árboles que limitaban con aquel lugar. Y esperó un poco, suponía que debía cruzarlo... como humana. No tendría sentido hacerlo como águila, ya que podría sobrevolarlo. ¿O no? Probaría en cuanto repusiera algo de fuerzas.

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Se sentía insegura. Sabía que la prueba que enfrentaría no sería, ni de lejos, parecida a la que había pasado por Nigromancia, por lo cual se sentía ligeramente nerviosa. Se había frotado las manos muchas veces, mientras se iba acercando al bote que estaba dispuesto con su nombre. Dudó un momento en subir y, cuando lo hizo, arrugó la frente al encontrarse con una pequeña ratita con alas.

 

Candela se sentía levemente estafada, pues estaba segura de haber escuchado a la Arcana que sería ella quién la esperaría allí. En su lugar sólo encontró el elemento que se encargaría de llevarla al otro lado del río y una cría de murciélago. Además, claro, una cesta con un cartel que estuvo muy tentada a ignorar. Pero tenía la impresión de que, de hacerlo, no llegaría muy lejos en su travesía. Así que obedeció, cosa muy rara en ella, y dejó todo cuanto poseía: Su varita. Ni siquiera se había molestado en llevar el resto de anillos y amuletos, y tampoco estaba dispuesta a dejar su maltratado vestido para ir desnuda a donde tenía que ir.

 

Se subió al bote, con la esperanza de que pasara rápido aquel tramo y poder llegar cuanto antes a la pirámide. Pero sospechaba que no le sería nada fácil. De momento, observaba al pequeño bicho peludo con alas, abrir y cerrar el hocico. Lo levantó y se dio de que le cabía en un dedo. No obstante, el mamífero empezó a chillar a viva voz, haciendo que la Triviani se sobresaltase por el repentino llanto. Frunció el entrecejo y contempló al bicho con enojo.

 

Ya, lo normal hubiese sido que aplastase al animalejo y continuase su marcha de forma silenciosa y tranquila; pero algo le decía que no sería así tan fácil. Además, estaba peleando por ser animaga, y no era una buena señal, precisamente, asesinar al animal en el que se iba a convertir. Se sorprendió en ese instante, cuando sintió el mordisco del diminuto murciélago. Un pequeño pinchazo en el dedo en el que lo había alzado. Cruzó al animal a su otra mano y se chupó el dedo mordido, la cría chilló otro poco, poniendo a la bruja de los pelos, y repitió el acto.

 

— Ahhggg... Bicho amorfo y feo, ¡deja de morderme o te tiro al lago, a ver cómo te defiendes! —¿sonaba a amenaza? La cría volvió a morder. Pero la Triviani notaba movimiento en el agua, mientras el bote seguía en marcha, y lo había notado cada que el animal chillaba. Por lo que ese instinto de supervivencia que tenía muy dentro, le aconsejó dejar en paz al pequeño murciélago. Siempre podría curarse de las heridas que le dejaran sus mordiscos, ¿cierto? Al menos, así lo mantendría callado lo que durase el viaje.

 

Candela se puso en cuclillas, en el centro del bote, escondiendo sus pies bajo la tela del vestido. Se ató el cabello como pudo y adoptó una posición de ataque. Aunque era claro que no atacaría a nadie, más bien se estaba preparando para saltar del bote, pues ya estaba llegando a la otra orilla. Pero antes de que pudiera salir de ella, escuchó algo más por lo que paró la oreja. El chillido de un ave. La sombra se proyectaba por sobre su cabeza y se obligó a mirar hacia arriba. Tenía la vana ilusión de que se tratase de Anne, pero no, no era ella. Era un halcón.

 

La bruja saltó a la orilla, cuando el bote estuvo lo suficientemente cerca, e hizo una mueca de dolor cuando la planta de sus pies rasparon la gravilla que rodeaba el lago. Mas no tuvo tiempo de lamentarse, el halcón iba en picada hacia la posición de la gitana, dispuesto a arrebatarle la cría que tenía en la mano. Mientras éste, siendo de poca ayuda, se dedicaba a chillar una y otra vez. Sumado a eso, un gato montés se acercaba apresuradamente para atacar a la Triviani.

 

— mier**... ¡mier**, mier**, mier**! —maldijo las veces que fueron necesarias para concentrar su propio poder. Ese poder que permanecía en ella y que nadie podría arrebatárselo. Esa magia con la que había nacido y que ningún cartel, ni cesto, podría hacer que abandonara.

 

Al cabo de un segundo, era otra vez un murciélago y llevaba una cría pequeña en una de sus patas.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Ya no había tiempo de reponer más fuerzas, por mucho que sintiese las alas cansadas. Aquel pensamiento la animó: no hacía apenas tiempo que había descubierto su forma animal y así, convertida en águila, ya se sentía en completa armonía con su nuevo cuerpo. Se sentía tan cómoda como cuando tenía su forma humana, ya no tenía dudas de lo buena idea que había sido inscribirse para aprender más sobre aquella habilidad.

 

Tras haber meditado un poco al respecto, decidió que el laberinto debía cruzarlo como humana. No tenía sentido que un águila fuera andando por allí (aparte de lo incómodo), ni que fuese volando por los pasillos cuando podía hacerlo por el alto. Posiblemente alguna magia le impediría aquello, así que mejor hacerlo a la manera tradicional. Pero antes se elevó en el aire para observar el laberinto desde arriba y poder hacerse una idea de su extensión. Incluso le pareció saber qué ruta debía continuar, aunque había algo al final que no conseguía ver. Y también se percató de que estaba dividido en tres partes, como si estuviera preparado para los tres aspirantes a animagos que se habían presentado allí aquella mañana. Descendió entonces y usó el anillo que Suluk le había dejado en el bote para canalizar su energía y que la transformación fuese automática: su cuerpo ahora volvía a ser humano. De repente se sentía lenta al moverse a pesar de que siempre había estado orgullosa de su agilidad.

 

Tomo a la cría de águila con cuidado y se adentró en el laberinto desde la parte izquierda de éste, un poco insegura sobre lo que podría encontrarse a continuación. Se sentía dudosa al saberse sin varita pero claro, no estaba del todo desvalida, siempre podía convertirse en ave y volar lejos. Con aquel pensamiento rondándole por la mente y la pequeña águila firmemente agarrada entre sus brazos, fue caminando guiándose por sus instintos y el recuerdo de lo que había visto sin encontrarse ninguna dificultad por el camino. Incluso encontró algunos gusanos en la tierra de y tomó uno con cuidado para dárselo al bebé animal que llevaba en brazos, el cual lo agradeció con un par de chillidos animosos.

 

Y alguien chilló con fuerza más adelante tras los ruidos de la criatura.

 

Anne se quedó clavada en el sitio, con la musculatura tensa y los ojos abiertos de par en par. Si bien había escuchado el sonido desde un poco por delante, también había notado que estaba cerca. No podía descuidarse, el chillido había sido muy poco amistoso. Apretó un poco más a la criatura que llevaba en brazos contra su pecho y siguió avanzando, aunque con mucha más cautela desde aquel punto. Llegó un momento en que el camino se volvió recto y parecía desembocar en una especie de claro bien iluminado. La Gaunt caminó, cauta aún, a pesar de que no sentía ninguna presencia extraña por delante. Pero en cuanto salió a aquella especie de claro, algo se le abalanzó desde el aire y, si no es porque alzó rápidamente un brazo para cubrirse la cara, se la habría arrancado de un zarpazo.

 

Cayó al suelo con una exclamación sobresaltada, notando que le faltaba algo en el brazo que había tenido ocupado hasta entonces. El otro le dolía bastante. Cuando abrió los ojos, se percató de que la cría de águila no estaba. Rápidamente la buscó con la mirada y se quedó estupefacta. ¡Su atacante era la madre de la cría que había llevado hasta allí! ¿Cómo podía indicarle que era amiga, que no tenía intención alguna de hacer daño a la criatura? «Siendo como ella», se respondió a sí misma.

 

Nuevamente usó el poder del anillo que Suluk le había dejado para que la transformación fuera fácil, aunque cada vez sentía que aquella magia fluía con más comodidad por su cuerpo. Cuando estuvo completamente transformada, lanzó un chillido al aire y abrió ambas alas moviéndose un poco donde estaba. La madre de la cría estaba alerta, con el pico entre abierto y aparentemente dispuesta a saltar sobre ella. Anne, en su forma animal, encogió entonces las suyas (fue un alivio para el ala herida, que le molestaba mucho manteniéndola abierta) y cambió el tono de sus chillidos, intentando excusarse. Al primer momento, el otro animal parecía reacio por comprender pero, al cabo de un rato, pareció conforme y relajó la postura, dedicándose solo a cubrir a la cría para evitar que volviera a desaparecer de su alcance. «Descuida... toda tuya», pensó Anne, e intentó decir aquello con un chillido sin saber si funcionaría. Al parecer, así fue porque la madre águila perdió interés por ella, y la Gaunt pudo continuar.

 

Ahora, la pirámide se alzaba ante ella y Anne recobró su forma humana para entrar en el interior, donde aguardaba Suluk. Se sentía agotada, y el brazo seguía molestándole, así que se concentró en el amuleto de la curación que siempre llevaba con ella y sintió cómo las heridas se sanaban pronto. Luego miró a la arcana.

 

Aquí estoy, maestra Suluk.

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Orión soltó un pequeño quejido desde su garganta. Tenía sus ojos azules entrecerrados. La canastita le estaba golpeando la cara. Se había dado cuenta que más o menos había llegado un poco tarde a la prueba. Sobre todo, cuando era su primera. Con la misma cara de frustración, y la mirada clavada en la barca, metió su mano en el bolsillo y depositó el monedero Mocke dentro del canastito. Allí estaban todas sus pertenencias importantes. Como cierta medida especial, también había metido su varita.

 

Se limpió un poco las manos, como si se estuviera por preparar a algo extremadamente difícil. En realidad, no sabía bien bien qué esperar, después de todo era su primera prueba de habilidad.

 

Hizo fuerza con su pecho para mover la barca y se metió rápidamente, mojándose solo los talones. Ni bien se sentó, se dio cuenta que había algo que le estaba molestando el trasero. Suspiró. Un anillo y al hacerle foco, se dio cuenta que había un bulto marrón que se estaba moviendo. Su corazón se paralizó cuando entendió que se trataba de un cachorro de oso. Sintió Alaska nuevamente en su cuerpo. Un poco de tristeza por el animal sin familia. Definitivamente lo buscaría luego.

 

En se momento, él estaba más asustado que el cachorro, que olfateó un par de veces y al ver que no se encontraba en una situación familiar lanzó un pequeño quejido. Buscaba de alguna manera en la barca y se movía quitándole estabilidad. Orión se aferró a los extremos y vio como sus chances de llegar a la orilla se veían un poco comprometidas. Se cruzaron las miradas una última vez y ahí el animalito rompió llanto. Tragó saliva y parpadeó un par de veces. No sabía qué hacer, pero le estaba haciendo, por un lado, mal por la misma empatía que sentía con el cachorro y por otro, sus oídos, parecía que tenía un hechizo vociferador.

 

- No te preocupes, te preparé una bebida que te calm… -se tocó los bolsillos y puso los ojos en blanco. La cesta.

 

Se movió lentamente hacia donde estaba él. Si se transformaba en oso, todos terminarían en el fondo del lago.

 

Lo tomó del cuerpo y lo agitó suavemente. El animal lanzó un par de tarascones al aire y, como si fuera algo natural, el Yaxley le otorgó el antebrazo para que mordiera. Los llantos cesaron y la barca se movió más lentamente. Suspiró aliviado. No es que supiera que el cachorro tuviera hambre, pero, es que si fuese él quien estaba armando barullo, también buscaría algo con qué llenarse el hocico.

 

Y, así, ni bien llegando a la orilla, el mago sintió la necesidad de estirar los brazos. Mala idea. Al sacarlo, el cachorro lanzó un llanto que casi le rompe los tímpanos. Un fuerte movimiento de agua hizo que la barca se moviera con más velocidad. Orión giró desesperado hacia atrás para ver de qué se trataba. Una serpiente marina estaba cayendo en picado hacia una barca estancada en la orilla. Con un reflejo solo activado por su instinto de supervivencia, tomó al cachorro y saltó del pedazo de madera que usó para cruzar. Rodó por la orilla con el animal entre los brazos. Ni bien vio hacia atrás, ya no quedaba absolutamente nada.

 

- ¿Realmente está sucediendo esto?

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- Sí, realmente está sucediendo. No es algo que estés imaginando, es parte de lo que tienes que pasar para llegar hasta la Pirámide - Anne, Orión y Candela habían logrado superar el primer obstáculo sin mayor problema aunque un poco heridos algunos pero podían seguir y todavía estaban vivos. Los siguientes retos no serían más fáciles así que esperaba que estuvieran bien preparados para afrontarlos y salir exitosos de los mismos.

 

Anne siguió pasando uno a uno los retos con la dificultad que cada uno de ellos implicaba pero todo lo estaba haciendo muy bien y Suluk tenía una sonrisa en su cara al verla - Deseo ver las pruebas de cada uno pronto - Sabía que serían muy buenas e interesantes y que cada uno tendría una historia muy diferente en el proceso. La mujer logró superar todo hasta llegar a la entrada de la Pirámide así que volvería a ver a Suluk.

 

- Bienvenida, has hecho un gran trabajo - Suluk sabía que lo que seguía no era más fácil que lo que acababa de vivir pero no deseaba asustarla o hacerla sentir en peligro - El anillo que llevas no te lo puedes quitar en ningún momento. Es el anillo del aprendiz y te ayudará para muchas cosas en la prueba y en el futuro tendrá una función especial - Era uno de los anillos de la estrella de cinco puntas que previamente la arcana les había hecho llegar.

 

- Una de sus funciones es que te permite comunicarte conmigo durante la prueba y en general de ahora en adelante si es que logras convertirte en animaga - La arcana dejó de hablar un momento mientras pensaba en todos los alumnos que había tenido hasta ese momento - También te servirá para abandonar la prueba si deseas hacerlo. Para ello tendrás que tocarlo y eso me indicará que deseas salir del portal, solo recuerda que una vez lo hagas no podrás ingresar nuevamente.

 

- Y en el futuro indicará que eres animaga y que has completado la prueba de la misma. El anillo cambiará de forma al finalizar la prueba para adaptarse a lo que será de ahora en adelante - Suluk hablaba muy segura dado que sabía que Anne podría completar la prueba de la habilidad sin problema. El espíritu del Gran Lobo de su Vara de Cristal hizo activar el portal para dar inicio a la prueba aunque antes tenía que hacerle una última pregunta a la mujer.

 

- Esta será la última vez que haga esta pregunta. ¿En verdad deseas realizar la prueba de la Animagia? Si así lo deseas solo tendrás que cruzar el portal - Anne tenía la última decisión y solo ella podía decidir si ingresaba al portal o si prefería volver en otro momento a realizar la prueba.

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Suluk parecía conforme ante el hecho de que hubiera alcanzado la Pirámide. Anne estaba mucho más que eso: estaba muy orgullosa de haber podido superar las dificultades del camino casi sin problemas (prácticamente había olvidado lo del brazo ya que éste había dejado de dolerle gracias a la rápida curación), y ahora se sentía resuelta a realizar la prueba, segura de que podría hacerlo sin mayores complicaciones. Sería difícil, por supuesto, pero ahora sí sentía preparada para lo que viniera a continuación, fuera lo que fuese.

 

Escuchó atentamente a la arcana y miró el anillo que llevaba en uno de los dedos, el que les había dejado en los botes antes de iniciar el camino hacia el Portal. Había pensado que era un medio de ayuda, no el anillo de aprendiz, así que ahora lo valoraba infinitamente más y apretó la mano como si quisiera así protegerlo. Luego miró a Suluk directamente a los ojos mientras ésta seguía dándole indicaciones. Cuando por fin llegó aquella ansiada y, a la vez, temida pregunta, Anne sonrió.

 

Sí, sí quiero realizar la prueba. Sé que puedo hacerlo —le aseguró a la arcana. Sabía que era pretencioso por su parte, pues el Portal jamás ponía las cosas fáciles. Pero ella sabía que podía cumplir con lo que éste tuviera preparado para ella, se sentía en completa sintonía consigo misma en su forma animal. Las veces que se había transformado se sentía libre, completa. Y sabía que eso le resultaría útil una vez traspasara el portal, que ya había activado la arcana. Echó un último vistazo a su anillo de aprendiz y luego lo alzó levemente en dirección a Suluk—. Nos vemos cuando el anillo cambie de forma, maestra Suluk. Me esforzaré al máximo para que así sea.

 

Dicho aquello, le dio la espalda a la anciana y se internó en la magia del Portal que, rápidamente, la aturdió hasta que dejó de ser consciente de lo que había a su alrededor.

 

 

 

 

Hacía un frío de muerte. Fue lo primero que sintió en cuanto abrió los ojos de golpe. No había dormido o, al menos, no se sentía como se siente uno cuando está recién despierto. Era como si hubiera estado sumida en una especie de letargo que había acabado de golpe. Y ahora sentía que se congelaba de frío. No llevaba ropa adecuada para el lugar donde estaba, una especie de monte con árboles de hoja perenne. Aparte de eso, no pudo adivinar dónde se encontraba. Se puso en pie y, al hacerlo, vio que más adelante surgía de suelo una columna de agua caliente a presión y otros vapores que se elevaron en el aire y desaparecieron tan rápido como había aparecido. «Géiseres», pensó. E inconscientemente dio un paso atrás. Debía tener cuidado de dónde pisaba si no quería que una de esas columnas la escaldaran.

 

Miró a su alrededor en busca de una explicación de porqué el Portal la había trasladado a aquel lugar, fuera cual fuese. ¿Qué debía hacer? Como no estaba segura, comenzó a caminar para ver si encontraba algo que pudiera darle una pista. No tardó en toparse con algunos animales del lugar, aunque estos la ignoraron con tanta naturalidad que Anne comprendió que no se sentían incómodos ante la presencia de humanos. ¿A qué se debería? Echó de menos su varita y la magia en general, pero sabía que debía prescindir de ella para superar la prueba.

 

Unas voces la distrajeron y cambió el rumbo de sus pasos, aunque solo había dado un par de ellos en la dirección contraria. Parecían personas, y hablaban en una lengua que entendía con cierta dificultad. Consiguió distinguir palabras en ruso en la conversación. Era una experta de idiomas, pero era muy difícil dominarlos todos, claro estaba. Mientras se acercaba al grupo, comenzó a pensar en las palabras rusas que debía usar para hacerse entender y, además, se sorprendió porque tenía un grupo de árboles a la espalda, el cual no había visto hasta entonces. Cuando ya divisaba al grupo un poco más adelante, se detuvo al percatarse de lo que eran: cazadores, cazadores furtivos. Y lo supo cuando vio que apuntaban con armas a algo entre los árboles por encima de ellos, en las ramas altas. Siguió con la vista para ver qué o quién era el objetivo. Se llevó las manos a la cara y gritó. Pero su grito no se escuchó, fue absorbido por el estallido del arma al disparar sobre el águila. Ésta cayó de la rama donde había estado posada pesadamente, produciendo un sonido sordo en el suelo. Fue casi como si le hubieran disparado a ella misma.

 

Se enfureció como nunca. Sintió que el rostro le ardía, seguramente estaba roja de rabia. Corrió hacia el grupo y se lanzó contra el que había atacado a aquel indefenso animal, que había perecido sin ni siquiera ser consciente del peligro ante el que estaba expuesto.

 

¡Asesino! —bramó, hecha un basilisco. Aquel asalto les pilló por sorpresa y el que había disparado su arma no tuvo tiempo de reaccionar, por lo que cayó ante el empujón de la Gaunt, que le golpeó tan fuerte como pudo en la cara. En cuanto cayeron al suelo, el hombre quiso revolverse para deshacerse de ella, pero Anne no le dejó ni un momento y lo golpeó con los puños varias veces más mientras sentía que le corrían lágrimas por la cara. Luego, tras aquel forcejeo que duró menos de 10 segundos, se puso en pie y se percató de que los compañeros de éste, que eran cuatro, la apuntaban con sus armas mientras uno intentaba agarrarla del pelo. Entonces salió corriendo a toda velocidad, tan rápido como su musculatura licántropa le permitía. Se internó entre los árboles y aprovechó los desniveles del terreno para ocultarse, pero podía oír las voces airadas de los hombres buscándola.

 

Se restregó las lágrimas de las mejillas con furia, ¿quién era capaz de matar a un animal? Y más así, a sangre fría. Se esforzó por contener la respiración, tan agitada que hacía que le doliera el pecho, y luego se asomó para ver dónde estaba aquel grupo y si seguía buscándola. Al hacerlo, vio que estaban cerca de su posición pero no lo suficiente como para encontrarla aún. Se fijó en que solo iban tres, posiblemente porque al que había atacado ella se había quedado atrás con su quinto compañero, posiblemente atendiéndole. Y un detalle de sus tres perseguidores le llamó la atención por encima de lo demás: llevaba un niño sujeto al cinturón de su pantalón, y éste tenían los ojos enrojecidos y se frotaba la nariz, como si llevara un rato llorando.

 

En uno de aquellos movimientos pisó una ramita que crujió, y los tres hombres miraron hacia donde estaban. «Demonios», pensó la Gaunt. Ahora no podía quedarse ahí.

 

Corrió nuevamente y las voces de los tres resonaron a su espalda. Pero fue peor cuando un enorme estallido resonó y algo impactó en la corteza de un árbol, a pocos centímetros de su cabeza. Instintivamente se encogió mientras no dejaba de correr. Estaba metida en un buen lío. «Pero puedo volar», se recordó de repente. ¡Claro, eso! Vio una roca a su derecha de gran tamaño que podía servirle para lo que necesitaba y se desvió hacia ella, tirándose al suelo tras ella. Y se concentró como nunca, rozando ligeramente el anillo que le había dado Suluk. Su cuerpo se dejó llevar por la magia que la recorría en su interior y rápidamente comenzó a transformarse adquiriendo el cuerpo de un águila marina de Steller adulta. Batió con fuerza las alas y se elevó mientras las piedras más pequeñas del suelo se removían. Escuchó que los hombres gritaban a su espalda y que el niño gritaba, pero parecía que más de asombro que por rabia o miedo. En cualquier caso, no iba a pararse a comprobarlo.

 

Salió de entre las ramas de los árboles a cielo abierto y no dejó de volar hasta que no sintió que había dejado a aquellos hombres a una distancia prudencial. No quería que la pillaran desprevenida como a aquel pobre animal. Se posó entonces sobre la copa de un árbol que se movió cuando dejó caer su peso en él pero pronto detuvo el movimiento, pues la rama era lo suficientemente gruesa como para aguantarla. Estaba plegando las alas cuando un chillido cercano la sobresaltó. Era una águila de Steller, muy similar a ella misma y, para su sorpresa, había entendido la advertencia que le lanzaba. Que se alejara del lugar, le decía. Pero ella chilló a su vez para indicarle que no lo haría, que debía presentar batalla a aquellos cazadores. No podía permitir que siguieran campando por allí y cargándose a los de su especie. «¿Mi especie?», aquel pensamiento la divirtió. Se sentía en completa sintonía con su forma animal, no le costaba nada sentirse parte de la naturaleza.

 

El águila que la había advertido levantó el vuelo de repente y se alejó, haciendo que Anne mirase en su dirección y luego hacia abajo, sospechando que los cazadores estaban cerca. No iba a darles oportunidad ni de que la observaran allí. Saltó de la rama con agilidad y se lanzó en picado con las alas prácticamente plegadas para ganar velocidad. Uno de los hombres la vio y gritó, haciendo que los otros mirasen en la misma dirección, así como el niño. Pero no tuvieron tiempo de preparar las armas, pues Anne golpeó con fuerza a uno de ellos y lo lanzó contra un árbol, haciendo que se llevara por delante al que había justo a su lado. Ambos se golpearon entre sí y con el tronco del árbol, y quedaron inmóviles en el suelo. El otro, con el niño ahora agarrado del brazo, corría entre los árboles gritando algo que no alcanzó a entender.

 

Por un momento, sintió que debía dejarle ir y buscar qué quería el Portal de ella. Pero, por otra parte, se sentía en deuda con aquel águila caída y, de alguna forma, sabía que su deber era proteger a las águilas como ella. Se posó en el suelo junto a los cuerpos de los dos cazadores caídos y vio que uno llevaba un broche en la chaqueta con una bandera y un escudo. Estaban en Kamchatka, ahora lo sabía. De repente, las palabras en ruso, los géiseres y la fauna del lugar cobró sentido y su pensamiento de acabar con aquellos cazadores se reafirmó. Aquella península era prácticamente el hogar de las águilas de Steller y si había hombres allí cazándolas significaba que no estaban a salvo, a pesar de que la sociedad supuestamente las protegía. No podía permitirles seguir por allí. Así que decidió darles un escarmiento. Solo le quedaban tres... y el niño, aunque no podía entender qué pintaba él en aquella situación.

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Sintió la voz de Suluk atrás suyo. Instintivamente se dio vuelta un poco agitando, otro poco asustado, y en parte, esperanzado. Pero nada. Respiró hondo y trató de buscar un poco de tranquilidad. Volvió en sí y clavó su mirada azul en el cachorro. Entrecerró los ojos, como si estuviera desafiando al animal a que volviera a chillar. Y lo hizo. Un poco más fuerte. Ahora metió la vista en blanco y suspiró. Se puso en cuclillas y levantó a su nuevo amiguito. Puso la mano en la frente para tapar un poco el sol y ubicar la pirámide, con la boca entre abierta. Levantó las cejas ante el éxito.

 

Cuando atravesó los matorrales que daban inicio al bosque, lo sintió. Sus vellos se erizaron ante una brisa aciaga. Luego, un escalofrío que lo hizo hasta moverse. Estaba jugando en desventaja. Aunque él no lo supiera, era el único que tenía que atravesar por tierra. Lo gracioso, era que por cada paso que daba como hombre, más se sentía amedrentado por la situación. Sí, no tenía su varita, pero podía usar cierto tipo de magia, y más aún, tenía su mente táctica de mortífago.

Pero algo no iba bien específicamente.

 

Y es que, podía percibir como ojos se clavaban en su nuca.

 

Fue cuando se paró en seco cuando se dio cuenta de la sensación. Él la conocía bastante bien, pero generalmente estaba del otro lado del partido. Lo estaban cazando. Su respiración se entrecortaba. Su amígdala disparó todas las hormonas del estrés para que saliera huyendo, no para que batallara. Pero, si escapaba, nunca llegaría a la pirámide. El cachorro había logrado dormirse tras ser alimentado con unos frutos de bosque, se presentaba como peso muerto, encima.

 

Su mente hizo un clic, claro, estaba en la prueba de Animagia. Recuperó todas las sensaciones cuando se transformó por primera vez. Sin embargo, no pasaba nada. Porque, bueno, no podía así de simple. Era imposible. En la otra situación era él quien buscaba atacar, buscaba la venganza. En aquel claro, donde estaba rodeado por enemigos, era el intruso, el humano que intentaba destruir el bosque.

 

Suspiró. Intentó calmarse todo lo que pudo. Se visualizó como aquel oso gigante en el que se había convertido. Capaz, en vez de buscar los sentimientos que lo llevaban a eso, el punto era sentirse como aquel oso. Fake it, till’ you make it. Pero, tampoco. Era imposible sentirse a salvo en esa situación, sólo comparable con cincuenta Káidans sobre uno mismo.

 

Y fue cuando entendió. La Animagia, se tenía que basar en cualquier instinto puro y propio de la persona. Sea miedo, sea coraje, sea seguridad y paz. Los disparadores de la transformación no debían ser más que cuestiones propias. Era una habilidad introspectiva. Una que se miraba así misma. Que se configuraba en su propio nacimiento. Se modificaba ella y ella misma. No tenía que depender de algo externo. Sí, sentimientos podían dispararse de situaciones ajenas al cuerpo propio… pero, eso era irrelevante.

 

Lo único que permanecía igual, era paradójicamente, la transformación.

 

Se dejó caer, literal como metafóricamente hablando y se levantó como el oso que quera. Aquel que quería ser. Protector y cazador. Destructor de lo suyo y ajeno. Era él. Seguía siendo él. Con la gruesa capa de pelo, las garras sus colmillos. Se levantó superando una altura considerable, como si de por sí también haya habido un cambio desde su primera transformación. Porque, aunque suene contradictorio, mientras más humana sentía la necesidad del cambio, más natural era la presencia de oso en su exterior.

 

Y soltó un rugido ensordecedor.

 

Las miradas se despejaron. Se sentía a salvo y el cachorro, que había quedado adormentado en el suelo, reconoció a su nueva guía. Con el hocico lo colocó en su espalda. Volvió a iniciar camino.

 

El laberinto, así llego. Comprendió, que los peligros de la prueba, no eran más que una extensión de su subjetividad. De sus sensaciones. Lo que percibía como difícil y lo expandía como desafíos. Pasarlo, fue solo cuestión de minutos. Dar giros, con cierto ritmo animal, no lo sentía tan mal. Se guiaba por un aroma especial y sus patas se movían por si solas. Cada tanto, se paraba en sus patas traseras y observaba su desarrollo. Estaba cerca. Veía la pirámide a una distancia más alcanzable y había, en él mismo, unas ganas terribles de volver a sentir sus manos humanas, sus dientes, sus ganas de comer otra cosa que no sea pescado o frutos.

 

Cuando atravesó el último arco de ligustro vio que otro oso estaba por atacarlo. No se inmutó, Orión le sacaba tamaño y seguramente, tras una pelea un poco reñida, podía salir victorioso. El cachorro pudo reconocer a la madre y saltó con alegría hacia su familia. Seguía en actitud de ataque. Ya, de por sí, el mago estaba un poco cansado.

 

Soltó, esta vez, un rugido que partió la tierra.

 

Y la madre, calmada, buscó otro refugio con su cachorro.

 

Volvió a su forma humana, aliviado de que la madre no haya rechazado a su cachorro luego de pasar cierto tiempo con él. En realidad, esperaba específicamente eso. Supuso, así, que todo esto era obra de la magia de Suluk, quien la encontraría en la cámara de los portales de la pirámide.

 

Sentía que ya había estado en ese lugar, por más que fuera la primera vez. Percibía que todo lo hacía sentir más pequeño. No era ostentoso, pero lo suficientemente decorado como para dar entender que no se jugaba en ese lugar. Fueron pasos relativamente cortos los que necesitó para llegar a la sala del Uroboro.

 

Estaba un poco pálido y agotado. No manejaba del todo bien las transformaciones y la ropa que llevaba cuando inició la prueba se había perdido lejos. En su reemplazo, era una manta de piel que estaba a los pies de la pirámide la que servía como abrigo. Estaba un poco encorvado, pero, con un semblante seguro.

 

- Suluk.

 

La voz estaba ronca, de las horas que había pasado sin hablar.

 

- He aprendido, que necesito aprender más. Pero, la transformación es sólo el primer paso. Entender que la sabiduría se encuentra en las pequeñas cosas y que todo puede ser un disparador, si se canaliza bien. No sé exactamente qué es lo que sigue. Y es que, ¿acaso lo sabremos todo alguna vez? No. Pero eso no significa que no quiera dar el siguiente paso.

 

Tragó saliva y recuperó la postura.

 

- Estoy listo.

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La figura del águila estaba de pie ante un pequeño grupo de humanos. Al principio habían sido dos, ambos caídos y enredados entre sí tras el golpe seco que se habían llevado desde el aire. Pero ahora, próximos a estos, había otros dos con enormes tajos en la piel mientras que la causante de aquella masacre se quitaba restos de la tela de sus ropas de entre las afiladas y enormes zarpas anaranjadas. Sus enormes ojos observaban el escenario con indiferencia. Aquel bosquecillo había quedado inusualmente silencioso cuando los dos hombres habían perecido bajo sus garras y sus escopetas habían dejado de estallar en el aire.

 

Lentamente, el cuerpo del águila empezó a mutar mágicamente y cobró la forma de una mujer de caderas y pecho ancho, pero cintura estrecha. Su estatura era más bien mediana y su pelo corto y de color azul eléctrico. Estaba completamente desnuda pero no pareció importarle, al menos al principio. Los ojos grises de la mujer se clavaron entonces en los dos hombres que habían caído tan solos unos segundos antes.

 

Habían intentado pillarla desprevenida, pero sus agudos sentidos la habían hecho percatarse de la trampa casi desde el principio. Uno de ellos era el que había huido con el niño, el cual no sabía dónde estaba en aquel instante. El otro era el que se había quedado atrás con el cazador herido, el primero. El que había matado al pigargo al principio de aquella locura.

 

Anne prácticamente había olvidado que estaba en una prueba del Portal, sumida como estaba en la idea de que debía proteger a aquellas criaturas de los cazadores furtivos. Se sentía parte de ellos, entendía tan bien su miedo...

 

Incluso en aquel instante, en su forma humana, oía en el cielo los chillidos de las águilas. Seguramente estaban contándose cómo los humanos habían matado a uno de los suyos y como una de ellas les había hecho frente. Porque así se había sentido, parte de aquel ecosistema que nunca había visto antes. Como si los animales formaran un vínculo mágico e invisible mucho más unido que la humanidad. Aquellos chillidos en el cielo la animaban a seguir adelante, y eso era precisamente lo que iba a hacer.

 

La brisa le removió el pelo a pesar de la corta longitud de éste y le erizó el vello de la piel. Se abrazó a sí misma y caminó para despojar a uno de los hombres de parte de su ropa, la cual usó para cubrirse parcialmente. Rápidamente la inundó una sensación de calidez muy agradable aunque a la vez extraña, pues el cuerpo de los hombres aún estaba tibio a pesar de que ya no les latía el corazón. Cuando pasó caminando por entre estos, pateó con fuerza una de las escopetas y luego tomó otra que había próxima a su pie derecho. La colocó en horizontal frente a sí y, con un rápido movimiento, alzó la rodilla y la partió por la mitad produciendo un ruido seco que pareció cortar el aire. Luego lanzó ambos pedazos y continuó andando. «Esas armas no volverán a arrebatar una vida», pensó con decisión.

 

Había algo en su interior que la llevaba a moverse como lo hacía. Iba directa, sin dudar de lo que debía hacer a continuación, haciendo suyo un problema que muy probablemente no le habría importado en otro tiempo. Pero la vida era vida, siempre lo había visto así. Y ahora que podía vivir y sentir desde su parte animal, la frase "vive y deja vivir" le parecía más auténtica que nunca.

 

A pesar de su cuerpo humano, sus sentidos seguían siendo muy agudos gracias a la licantropía por lo que captó el olor del cazador restante enseguida. Más bien de su sangre, que se había entremezclado con la de sus compañeros después de los últimos minutos. Y el niño estaba con él, podía sentirlo. Cuando llegó al límite que la protegía de la mirada de estos, siguió caminando como si nada: ahora no iba a esconderse. Salió de entre los árboles caminando lentamente, con las manos colgando a ambos lados de la cadera y la mirada fija en el hombre que comenzó a gritar en cuanto la divisó. La había reconocido, por supuesto. Lo más curioso fue que, de repente, habló inglés en lugar de ruso. El niño estaba escondido tras él, temblando de miedo.

 

¿Qué has hecho con mis compañeros, desgraciada? ¿Dónde están Igor y Grigori? —bramó. Además, hizo ademán de levantarse pero solo se removió con gesto de dolor.

 

— Ahí atrás, muertos.

 

El hombre palideció e intentó ponerse en pie nuevamente, sin éxito.

 

¿Cómo has podido con ellos? ¡Sergei, Dmitri! ¡Está aquí!

 

— No van a venir, están en el mismo sitio.

 

— ¡Te vas a enterar, bruja del mal!

 

Se revolvió en el suelo para tomar su arma y se puso en pie, posiblemente movido por la rabia. Al hacerlo, descuidó al niño y éste aprovechó para correr a esconderse tras un árbol. A su vez, Anne concentró toda su magia en volver a transformarse: no eran sus manos humanas lo que debía usar contra aquel monstruo. Su piel se cubrió de plumas y sus rasgos mutaron rápidamente hasta adoptar la forma de un águila marina de Steller. Y mientras lo hacía, se había lanzado a por el cazador, que ya había preparado su arma para disparar, dejando caer sus improvisadas ropas tras ella.

 

El chillido del águila y el del disparo se entremezclaron por un segundo y luego, todo quedó en silencio. El cuerpo de Anne en forma de águila cayó a poca distancia del cazador, que yacía con la cara cubierta de sangre y el cuerpo en un ángulo extraño. Ella, por su parte, se sentía extraña en aquella postura. Un águila no estaba hecha para acostarse de espaldas y, aún así, no tenía fuerzas para levantarse. Sentía un dolor muy agudo en el ala derecha. Así, su cuerpo volvió a cambiar y volvió a su forma humana, nuevamente desnuda y ahora casi sin poderse mover. Tenía el hombro derecho herido allí donde el disparo la había alcanzado. Pero el dolor pronto quedó relegado a un segundo plano, pues se había enfriado tanto en cuestión de segundos que ya casi no sentía nada. Solo tenía muchas ganas de dormir.

 

Algo mitigó el frío de repente y alcanzó a abrir los ojos un poco para comprobar que el niño acababa de cubrirla con algo cálido, posiblemente un abrigo o manta que había pertenecido a alguno de los cazadores que había matado. Aquel pensamiento la entristeció de repente, pero enseguida desapareció y fue sustituido por una sensación de inmensa paz interior. Volvió a abrir los ojos para comprobar que el niño la observaba atentamente. Se giró en el suelo para poder encararle mejor.

 

¿No me temes?

 

El niño se pensó la respuesta. Tras unos segundos, negó con la cabeza.

 

¿Eres una mujer-águila?

 

Esta vez, la Gaunt esbozó una amplia sonrisa y asintió.

 

Yo soy Ony, y es la primera vez que veo a alguien que puede cambiar de forma. ¿Quién eres tú?

 

Me llamo Anne. ¿Eres ruso, Ony?

 

Sí, soy de aquí, de Kliuchí. Nunca te he visto en mi pueblo, ¿eres de la ciudad?

 

Anne negó con la cabeza. Tenía la boca seca y sentía que se le escapaban las fuerzas por momentos. ¿Por qué seguía sumida en aquella prueba? ¿Acaso había fracasado y el Portal no la devolvería al Ateneo? Se le hacía difícil recordar que aquel niño no era real.

 

Soy irlandesa. ¿Por qué no te has asustado de mí, chico? ¿Por qué me ayudas?

 

Porque eres un águila, como yo. Es lo que significa mi nombre, ¿sabes?

 

Anne volvió la mirada hacia el chico pero casi no alcanzó a verlo una última vez, pues todo a su alrededor se oscureció hasta que no pudo ver nada más.

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- No, efectivamente no lo podemos aprender todo pero has aprendido lo suficiente como para poder ser un animago - Orión había terminado con los retos impuestos por la arcana y tal como lo esperaba había tenido un gran desempeño en los mismos. Era un buen aprendiz y siempre había escuchado sus enseñanzas así que tenía muy claro cuál sería el resultado de la prueba del portal.

 

- El anillo que te he dejado previamente te permitirá comunicarte conmigo de ahora en adelante si sales exitoso del portal - En el mismo también podría comunicarse con Suluk a través de dicho objeto así que tendría que cuidarlo mucho si deseaba seguir en contacto con la anciana - Si deseas abandonar la prueba con solo tocarlo me lo harás sabes - Tenía tantas funciones dicho objeto que a veces sentía que olvidaba darlas a conocer todas.

 

- Finalmente, su función más agradable es que al finalizar la prueba cambiará de forma para indicar que eres un animago - Antes de ingresar al portal tendría que contestar de nuevo la gran pregunta - ¿Estás seguro de querer realizar la prueba de la Animagia? - Era la última vez que Suluk se lo preguntaría. El espíritu del Gran Lobo de su Vara de Cristal estaba listo para activar la magia del portal si la respuesta era afirmativa.

 

 

- Bienvenida Anne. Tu prueba ha finalizado - Sentenció la arcana. No tenía nada más que agregar en ese momento. La hora de tomar un descanso había llegado.

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