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Prueba de Animagia #16


Suluk Akku
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Le costó encontrar el lugar más seguro por el que atravesar aquella maraña de árboles que parecían invitar hacia el peligro, había encontrado una cadena de pequeñas cuevas que, aparentemente, atravesaban aquel lugar sin problemas. Y qué más quería ella, pues en sus patas llevaba todavía a la diminuta bestia, a quien culpaba de estar estancada en el camino. Sin embargo, la Triviani sabía que, si no llegaba a salvo a donde debería llegar con el bebé murciélago, sus esfuerzos para estar donde estaba, habrían sido en vano.

 

Al terminar de cruzar las cuevas, se encontró con el nudo de caminos que conformaban un laberinto. Al cabo de un par de minutos, sus pies descalzos tocaron el suelo seco y frío. Sí, lo más lógico hubiera sido que pasara volando por arriba, pero se le ocurrió que, quizás, no sería lo más sensato considerando que estaba en una prueba, ¿cierto? Además, suponía que tenía que experimentar la justa victoria por elegir el sendero adecuado o el fracaso, de ocurrir lo contrario. Todo esto lo reflexionó en una fracción de segundo, de modo que sólo chistó ligeramente a la cría que llevaba acurrucado en brazos, más para calmarla que para callarla de forma prepotente.

 

Así pues, miró a ambos lados del camino. Uno le indicaba un sendero carente de luz y que parecía perderse a pocos metros en la oscuridad, el otro no era tan alentador tampoco, pero al menos se veía un poco más de camino. Decidió ir por aquel, lo otro que le quedaba era atravesar muros, pero esperaba no llegar a esa instancia. No sabía qué tan bien se tomaría la Arcana el que intentase hacer algo de trampa en su recorrido hasta la pirámide; además de que, de necesitar recurrir a sus artimañas, no saborearía el final del recorrido tan bien como lo haría con una ejecución limpia. Por lo que se limitó a seguir caminando, a paso un poco más ligero, con la cría en brazos, e intentando decidir la mejor opción por donde seguir cada que se le presentaba una bifurcación poco agradable.

 

Afortunadamente, o porque estaba recibiendo ayuda del más allá, salió del laberinto para encontrarse, justamente, con la madre del pequeño murciélago que tenía acurrucado. Éste, por supuesto, enloqueció aún más al sentir el olor de su madre. Y si no fuese porque Candela lo levantó en brazos para que lo viese, probablemente hubiese sido víctima segura de los ataques de la madre. Temía que, aún cuando se lo estaba devolviendo, la atacaran, así que se apresuró a adelantarse unos cuantos pasos para acercarse a la hembra y sostenerle la mirada. Ya, como si eso fuese suficiente. En sus ojos se reflejaba la humildad, en los de la bestia el desafío. Y aunque a la gitana le habría encantado responder a ese reto, prefirió mantenerse semi sumisa. Entendía a la perfección el sentimiento que llevaba a una madre a mostrar las garras y los colmillos, así que no se atrevía a menospreciar la valentía de aquella bestia.

 

La Triviani posó a la cría, con suavidad, en el suelo. Y esperó un par de minutos, que se le hicieron eternos, a que mamá murciélago terminara de entrar en confianza con su cría. Una vez logrado eso, se alejó, no con tanta rapidez como le hubiese gustado, claro.

 

— Creo que llegué entera, Arcana. —se anunció una vez que hubo llegado hasta ella. Y como no tenía la certeza de lo que acababa de decir, se tocó la cara, brazos y piernas, para estar segura.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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- Eso lo puedo ver - Suluk no había entendido el comentario de la alumna pero preferiría no comentarlo. Tampoco tenía muchas ganas de seguir en ese lugar así que se limitó a continuar con sus actividades como arcana y garantizar que la prueba pudiera comenzar. Su Vara de Cristal se encontraba lista en su mano para realizar lo necesario y activar la puerta del portal.

 

- Debes saber que el anillo que traes contigo te permite comunicarte conmigo y será así siempre - Hizo una leve pausa - Claro, solo si logras superar la prueba del portal y salir con vida - Tenía que esforzarse mucho si deseaba tener el privilegio de tener un canal de comunicación directo con la arcana - Te recuerdo que puedes abandonar la prueba en cualquier momento y para ello solo tendrás que tocar el anillo - Era un artefacto bastante especial y no podría perderlo.

 

- Y tiene una función más pero la descubrirás al finalizar la prueba - No quería darle a conocer muchos detalles de lo que pasaría. Además ya quería que ingresara al portal para poder ir a su vivienda y descansar - Debo asegurar una vez más que deseas realizar la prueba, ¿es así? - Tenía que preguntar demasiadas veces lo mismo pero esas eran las reglas y ella como una de las arcanas más viejas tenía que respetarlas.

 

- Si es así, solo debes ingresar al portal - Hizo un leve movimiento con su Vara de Cristal permitiendo que el espíritu guardado en la misma activara la puerta y abriera el camino a una nueva etapa de aprendizaje y la forma de demostrar que podría ser considerada una animaga.

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- Si, estoy listo.

 

Y con esa oración, reafirmó sus motivos. Fue así, cuando un brillo azulado lo iluminó. Era el espíritu del Gran Lobo se materializó con parsimonia de la vara de cristal de Suluk. Como toda primera vez, Orión quedó completamente estupefacto. Pendiente ante lo que sucederían. Tuvo que entrecerrar los ojos e interponer su mano del destello que desprendía el nuevo portal frente suyo. Parpadeó lentamente, acostumbrándose a la nueva fuente de luz. Por alguna razón, su respiración estaba más pausada. Dio un paso al frente y extendió el brazo, sintiendo cómo las energías pasaban entre sus dedos.

 

Le surgió una duda, ante ello, y justo cuando se giró a Suluk, sintió un gancho desde el brazo extendido. Así, todo su cuerpo entró en el portal.

 

La prueba daba comienzo.

 

Cerró con fuerza sus ojos mientras sentía la caída libre y los abrió cuando se detuvo en seco. Estaba transpirando frío y, no veía absolutamente nada, sólo su propio cuerpo. Estaba, como en una sala amplia, completamente negra. Sentía una superficie debajo de sus pies y, aunque el aire estaba pesado, podía respirar dentro del todo bien. No sentía ni frío, ni calor.

 

Se giró un par de veces sobre sí mismo. Se llevó la mano al mentón y fijó su vista azul hacia abajo. Estaba pensando. Inició camino hacia alguna dirección al azar.

 

- Entonces –comenzó.

 

Y es que, generalmente, cuando tenía que llegar a una conclusión, se dedicaba a formular un discurso que hilaba sus ideas.

 

- Entiendo que las pruebas de este calibre nos pongan a, valga la redundancia, a prueba. Este tipo de magia sólo puede existir como reacción ante los más profundos miedos de mi ser, con respecto a la habilidad. Miedos, en el sentido de conflictos, desafíos. Qué raro esto.

 

Sintió una punzada de dolor en sus sienes. Estaba autoconsciente de dónde se encontraba y eso le había mermado un poco la resistencia, por alguna razón.

 

- Oh.

 

Se paró en seco cuando vio a un segundo Orión mucho más delante de él. Levantó las cejas, abrió los ojos. Se acercó curioso, decidido. El tipo estaba de espaldas. Apoyó su derecha en uno de los hombros y lo giró, Se vieron cara a cara.

 

- Te estaba esperando –dijo, el Orión de la prueba.

 

- ¿Esperas a alguien que está contigo todo el tiempo?

 

- Vaya tipo, ¿enserio soy así? El de las preguntas soy yo, en esta ocasión.

 

- Supongo, esta es nuestra prueba, pero si eres parte de la misma, entonces no tengo más remedio que… bueno, escucharte –se rascó la nuca, un poco desmotivado por la situación.

 

- Así me gusta. Que me hagas caso. Ahora, ¿por qué estás en este lugar?

 

- Por la prueba.

 

- ¿Prueba de?

 

- De... –se estaba ¿olvidando? – Animagia. Se supone que mi espíritu animal es un oso.

 

- ¿Y dónde está el oso, entonces?

 

- No lo sé, ¿me ves por aquí a menudo?

 

- Teniendo en cuenta que yo, soy tu, pues, sí.

 

Puso los ojos en blanco y suspiro. Se llevó nuevamente la mano al mentón. Estaba pensando. No había muchos elementos. El paradero de un oso y un Orión en espejo. Claro, no era tan difícil. La respuesta estaba literalmente frente suyo.

 

- Claro, si yo soy tu, y a la vez, tengo dentro mío mi transformación animal, entonces, por lógica, tú eres el oso. A la vez, que yo lo soy también.

 

- Perfecto, pero, sigo sin ver ningún oso.

 

- Capaz, si te dejaras de depilar en las zonas privadas, eh, bribón.

 

Ahora era el otro Orión el que ponía los ojos en blanco.

 

- ¿Y ahora qué? ¿Dónde está la salida?

 

- Claramente la prueba no ha terminado.

 

- Claramente eres un idi***.

 

- Y, ¿qué piensas?

 

- Mmmm… en que, la única forma de salir es poder encontrar al oso.

 

- Felicidades, has vuelto al casillero número uno.

 

- Pero, la diferencia es que sé dónde está el oso ahora, y es, en frente mío. Ahora estoy pensando en cómo sacarlo a flote.

 

Recordó el claro de la prueba, donde entendió que cualquier cosa podía ser el disparador de la transformación animal. Sólo tenía que dejar fluir esas limitaciones. Lo primitivo estaba demasiado encerrado por su pensamiento formal, racional, que estaba frente suyo. Eso lo entendía, lo podía ver, lo podía escuchar. Suspiró. Se mordió el labio.

 

- Si cualquier cosa puede disparar la transformación animal, entonces, deberías hacerlo, ya, por tu propia voluntad.

 

- Sí, y la prueba sería demasiado fácil así.

 

- Tienes razón, capaz buscar los instintos más primitivos. A ver, dime, ¿por qué trabajas en el Ministerio?

 

- Porque necesitamos galeones.

 

- Sabes que esa no es la respuesta.

 

El Orión de la prueba entrecerró los ojos y sonrió de lado, sabía hacia dónde estaba yendo la conversación.

 

- Para desestabilizar el Ministerio desde adentro –respondió con recelo.

 

- ¿Y por qué estás en el bando?

 

- Porque es el único lugar donde te aceptaron maldito raro anarquista.

 

- ¿Qué más justificaciones necesitas para entender que sí eres un salvaje?

 

Así, su contraparte respiró profundamente y se envolvió en sí mismo en una luz particular. Aumentó tanto en estatura, como de ancho. Las garras quedaban ya a la altura de los hombros de Orión, mientras que el hocico de su rostro bestial lo miraba desde otra posición. Sus ojos azules se encontraron nuevamente. El animal estaba inmóvil frente suyo. Él dio el primer paso. Lo tenía que aceptar como tal. Se tenía que aceptar como tal. Lo abrazó, extendiendo su cuerpo todo lo que pudo. Sintió su pelaje, sus garras, su respiración. Sé sintió de una forma diferente.

 

Finalmente se sintió animago.

 

El oso se convirtió en energía, que entró nuevamente en el Yaxley. Respiró profundamente y vio un destello sobre él. Un nuevo gancho. ¿Será que la prueba ya había terminado?

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