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Prueba del libro de las auras


Runihura
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En el momento en que ambas cruzaron el haz de la noche la joven aprendiz se pudo dar cuenta de lo que estaba a punto de enfrentarse.

 

Habían llegado a las arenas de un coliseo, enorme, iluminado completamente por un cielo lleno de fuego, nubes negras que brillaban de una extraña forma y soltando relámpagos de ve en cuando; el olor a azufre era inconfundible y todo el lugar estaba en ruinas aunque no había algún objeto como tal en todo el campo de batalla. Era momento de comenzar con la verdadera prueba.

 

Tres guerreros Uzza se acercaron hasta la bruja, ellos serían los miembros de su equipo mientras que yo, por otro lado, caminaba hasta el otro extremo de aquel lugar para encontrarme con Badru, que ya conocía, Gahíji y Asenath, los dos próximos guías que se encontraría más adelante en su crecimiento, sería una excelente forma de ir midiendo sus fuerzas para futuros entrenamientos.

 

Era momento de comenzar.

 

- Floreus. - El primer conjuro que lancé en contra de Anne era un simple efecto que pondría en dificultades a la joven mientras no tuviera en claro lo que tenía que hacer.

 

Justo en esos momentos comenzó a aparecer una neblina gris en el campo de batalla dándole un aspecto lúgubre a todo el lugar (aún más de lo que ya parecía), envolviendo a todos los presentes en el sitio aunque, bueno, más adelante solo afectaría al grupo de la aprendiz debido a que estaba invocando el aura de la confusión para que utilicen un sonorus en sus movimientos.

 

- Limitate.

 

En lo que terminaba de activarse el conjuro, lancé otro efecto en contra de mi aprendiz para que su varita funcionara únicamente con efectos durante una cantidad de tiempo razonable, el tiempo necesario para que mis compañeros guerreros y yo le dificultáramos su avance dentro de aquella prueba final.





Off:

@

 

  • El aprendiz del libro de las auras manejará simultáneamente 3 personajes secundarios como guerreros Uzza más su propio personaje.
  • Se enfrentarán contra un equipo de Uzza que manejarán hechizos de la Orden del Fénix únicamente, por su parte el equipo del aprendiz utilizará hechizos de la Marca Tenebrosa correspondientes a su actual rango.
  • Nos guiaremos por las reglas básicas de duelo y de asaltos a excepción de poder comenzar el duelo atacando.
  • Los hechizos permitidos serán de neutrales y de bando más los correspondientes al Libro de las Auras. No se permiten los poderes de otros libros.
  • Pasados tres días de la apertura de la prueba sin respuesta del aprendiz, se considerará abandono y suspenderá la clase.
  • Pasadas 24 Hrs sin respuesta al duelo, los ataques del enemigo se considerarán impactados.
  • Pasadas 48 Hrs sin respuesta al duelo, se considerará abandono y el alumno suspenderá la clase.
  • Dudas en el tópico correspondiente.
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Tardó un momento en comprender adónde habían ido a parar. Claro, que Runihura lo tenía todo calculado... pero ella la había seguido sin saber su destino, y ahora entendía de golpe que acababa de meterse en la prueba final de su aprendizaje. Así, sin más. Tuvo que tomarse un momento para analizar la situación: estaba en un coliseo antiguo, viendo cómo se maestra se alejaba para el lado contrario. Porque no tenía compañeros de clase, y eso significaba que se enfrentaría a ella. Tragó saliva con cierta ansiedad.

 

Quizás lo que más le impresionaba, porque no podía decir que tuviera miedo exactamente, era el cielo llameante con las oscuras nubes a su alrededor. Era un escenario de lo más lúgubre, una visión casi infernal. Ella no era muy amante del fuego, le gustaba el clima frío y el agua, todo lo que no pudiera dañar en esencia a la naturaleza. Y el olor azufre y los relámpagos entre las nubes eran lo más contrario que podía imaginar. A pesar de ello, no se dejó amedrentar. Iba a presentarse a la prueba con la cabeza bien alta, intentando por todos los medios ser una rival medianamente digna para Runihura.

 

Y de repente, aquel pensamiento se truncó también.

 

Mientras Runihura alcanzaba el extremo opuesto desde el que la atacaría, tres figuras se acercaron a ella y la rodearon, reafirmándose así como parte de la prueba. A uno lo conoció enseguida: era Badru, había sido su maestra bastante tiempo atrás ya, el que la había ayudado a vincularse con el libro de los druidas. Y los otros dos... también los conocía, aunque solo de vista y muy poco trato, cuando había sido co-directora de la Universidad Mágica. Eran Gahíji y Asenath, los guerreros Uzzas que impartían las lecciones de los libros de más alto nivel, al menos de los que tenían disponibles allí, en Inglaterra. Solo con verles se sintió intimidada, se decía que los poderes de ambos eran espeluznantes. Aunque sabía que Runihura no se quedaba atrás, ni tampoco Badru a pesar de que era el que impartía uno de los libros más medianitos.

 

Les sostuvo la mirada intentando que no se notara su inquietud, con la mente debidamente protegida con su habilidad oclumántica. Haría todo lo posible, pero estaba perdida contra aquellos cuatro colosos. Pero justo entonces se percató de que ella tampoco estaba sola, sino que había alguien a su alrededor. En cuanto giró la cabeza, comprobó que se trataba de tres personas que ella conocía bien, aunque había algo en sus rasgos y en sus miradas que la hicieron comprender al instante que era cosa de la prueba, porque ellos no deberían estar allí. Aún así, agradeció aquel apoyo, fuera físico o solo producto de su imaginación. Uno de ellos era su padre adoptivo, el bondadoso Shiro, pero con un brillo extraño en sus ojos oscuros que le indicaban que estaba más que dispuesto a ayudar a su hija en aquella prueba. Otra era Sarah, su hija, aquella a la que tanto llamaba la atención la magia oscura. Una copia de ella misma, casi, pero en joven y con el cabello completamente rubio claro y los ojos azules. También parecía dispuesta a dar lo mejor de sí en aquel momento.

 

La tercera figura era Zeta, uno de sus mejores amigos desde hacía años, quien la ayudaba a regentar uno de sus negocios en el Callejón Diagon. No había esperado verle en una situación así, pero conocía la valentía del joven, así que no dudaba de su capacidad para ayudarla. Los tres la flanquearon, formando así entre todos una especie de línea de ataque contra los cuatro guerreros uzzas, entre los que estaba su maestra. La miró directamente a los ojos, sabiendo que la prueba estaba a punto de comenzar. Y, de repente, una paz interior absoluta la invadió, llevándose sus inquietudes de un plumazo.

 

Y escuchó el primer ataque, de Runihura hacia ella a juzgar por su mirada. Un hechizo fenixiano. Y luego... una niebla gris empezó a aparecer en el campo de entrenamiento. Anne comprendió enseguida qué era, pues había leído su definición en el libro de las Auras, y había visto ella misma cómo se invocaban aquellos poderes que precisamente quería adquirir mediante la prueba. No lo dudó, sabía qué significaba el floreus y lo que haría, y aunque podía intentar esquivarlo de alguna forma o, al menos, temporalmente, la niebla seguramente haría ya efecto... No, no podía hacer nada para evitarlo. Abrió la boca dispuesta a intentar atacar a Runihura y, poder evitarlo, de sus labios salió un hechizo que le había impuesto la guerrera mediante el aura que había invocado.

 

Sonorus —pronunció claramente. Y en lugar de un rayo... salieron un montón de flores. La Gaunt entornó los ojos durante un momento y suspiró, no podía evitarlo. El aura de confusión era así de molesta, le había parecido de lo más útil cuando había leído sobre ella en el libro de las Auras, pero ahora que la sufría... comprendía lo molesta que podía ser. Pero ella podía evitar su magia, pues recordaba algo que le había explicado Runihura y que ella misma había leído en el libro: las auras no podían superponerse. Y eso significaba que en su poder estaba sustituir aquella que había conjurado con su maestra por otra que pudiera ser útil para ella. Y decidió sacar partido de aquella opción para intentar hacer algo contra sus contrincantes, tan poderosos y hábiles.

 

Se concentró, pero mucho más de lo que lo había hecho hasta ahora. Una cosa era pasear por un desierto, arreglando problemas ajenos y otra verse en mitad de la prueba, algo determinante para su futuro sobre todo si quería vincularse con el libro de las auras. Se concentró entonces, mucho más de lo que lo había hecho hasta entonces. Recordó lo que había sentido en el desierto, y luego más tarde junto al árbol de fuego. Entonces su maestra le había dicho que podía mejorar en cuanto supiera concentrarse, y es lo que ella iba a hacer. Una enorme luminiscencia verde apareció alrededor del equipo que conformaban los guerreros uzzas y, casi inmediatamente, la neblina grisácea desapareció. El aura de muerte había sido invocada, y limitaría en buena medida la magia de los guerreros, que al parecer usarían magia blanca mientras que ella tenía sus artes mortífagas disponibles. Y además, había hecho desaparecer el aura de confusión.

 

El siguiente hechizo de Runihura la alcanzó, un limitate. Sabía lo que eso significaba, nada de rayos e invocaciones, solo efectos inmediatos... aunque aún tenía la posibilidad de lanzar algo físico antes de perder esa capacidad. Pero no, prefería aprovechar aquel último momento antes de verse afectada por aquella magia del todo para intentar protegerse. «Necrohands», pensó. Dos manos de gran tamaño, un poco más altas que ella y separadas por poco menos de un metro, apareció ante ella procedentes del suelo. Lo bueno de aquella invocación es que podía ofuscarse o volverse sólida a voluntad de su creadora, así podía servir como defensa o como ataque. Sabía que podrían serles útiles en algún momento.

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La solicitud de Runihura me sorprendió un poco, consideraba que aquella guerra siempre estaba demasiado inmersa en sus propios conocimientos y habilidades como para poder planear una situación como en la que ahora nos encontrábamos aunque la entendía a la perfección, los poderes del libro de las auras eran demasiado específicos como para que se tomaran a la ligera y, conociendo al pueblo inglés, necesitaban una motivación más grande para comprenderlos a la perfección.

 

La primera aura había sido convocada afectando el turno de la aprendiz que junto con los primeros dos movimientos de mi compañera guerra, limitaron completamente la respuesta que se daba en aquella ocasión. No me decepcionaba aquella bruja quien hace unos cuantos meses atrás había pasado por mis enseñanzas.

 

Antes de alzar mi varita para ser el siguiente en atacar, noté como un brillo verde comenzaba a cubrirnos, el aura de la muerte estaba en completa función en esos momentos y no podía hacer mucho para librarme de sus efectos, era necesario el brindarle un poco de diversión al enfrentamiento.

 

- ¡Strellatus!

 

Lancé el primer efecto contra uno de sus acompañantes, Shiro, quien quedaría cegado de inmediato por los efectos del conjuro para que no pudiera ver correctamente. Sabía que no era lo único que tenía que hacer para presionar a dicho grupo, por ello proseguí.

 

- ¡Floreus! - En esta ocasión mi efecto causó daños en la varita de Sarah para que su siguiente conjuro fuese afectado de inmediato, de esa forma no podría hacer más que aparecer un ramo de flores... ojalá fueran lirios de fuego, sería una visión simplemente maravillosa para aquel lugar de batalla.

 

Mientras realizaba ambos conjuros comencé a respirar profundamente para que el brillo verde que nos cubría fuese desapareciendo cuando una enorme luz espectral e iridiscente con la forma de un Fénix envuelto en llamas apareció en el cielo iluminando todo el campo de batalla para que ellos fuesen ahora los que se vieran afectados al utilizar sus poderes y no nosotros, quienes nos librábamos del anterior conjuro. El aura de la llama del fénix comenzaba a actuar.

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Shiro Fujimoto

 

No sabía cómo se había visto arrastrado hasta aquella situación pero tenía muy claro que, mientras fuera para beneficio de Anne, estaría dispuesto a afrontar lo que fuera necesario. Al fin y al cabo, es lo que hacían los padres. Además, sentía cierta subida de adrenalina que le recordaba a su juventud. ¡Ah, qué tiempos aquellos en los que era un joven sin preocupaciones! Aunque no había durado mucho así, había encontrado su camino muy pronto... y lo había afrontado desde entonces sin desviarse ni un milímetro. O quizás un poco sí, pero estaba seguro de que no sería un pecado tan grande como para que su Dios se lo tuviera en cuenta.

 

El sacerdote había cambiado su atuendo ligeramente para afrontar aquella prueba, si bien él solo era un apoyo. Nada más llegar al lugar, sentía en sí mismo un poder distinto al habitual, como si los magos guerreros que se encargaban de impartir esas lecciones a las que Anne acudía con tanta emoción hubieran conseguido que albergara en él un poder mucho mayor del que conocía. Además, le habían explicado los hechizos que podría usar y, si bien no estaba de acuerdo con todos ellos debido a sus creencias, entendía que debía usarlos si quería ser útil para su hija.

 

Su habitual túnica-sotana había sido sustituida por un pantalón de pinza y una camisa de algodón, ambas de color negro. Quizás el rasgo más notable era el hecho de que hubiese prescindido de su cuello clerical que le distinguía como sacerdote católico, precisamente porque aquello que iba a hacer se alejaba bastante de las costumbres del clero. Tampoco podían culparle de nada, nunca había sido del todo obediente y responsable, siempre había un punto de rebeldía en los actos del anciano. ¿Cómo, si no, se le habría ocurrido adoptar a una pequeña licántropo de un orfanato de muggles? Nadie lo había visto bien en aquel momento, pero no le había importado. Y en aquella ocasión, pensaba exactamente lo mismo.

 

Estaba cerca de su hija, con la varita de madera de cerezo firmemente asida con la mano. No hubo intercambio de palabras en aquel coliseo, sino que todos se colocaron en sus respectivos lados, enfrentados, y se prepararon para la prueba de la Gaunt. En su lado, además de la warlock, estaban su nieta Sarah y un amigo de la causante de aquel revuelo. Al parecer, todos habían caído en aquella locura. No pudo evitar sonreír para sí mientras se subía un poco las gafas de montura redonda, que le escurrían por la fina nariz. A pesar de su espíritu tranquilo y pacífico, no podía evitar sentir ganas de que aquella prueba comenzara. Y como una respuesta a su muda petición, la que parecía estar al cargo de todo atacó a Anne, que hizo lo que pudo para defenderse. También conjuró una de esas auras sobre las que le habían hablado, él tenía posibilidad de hacer lo mismo.

 

Se fijó en que una de las figuras que tenía enfrente (Badru), le observaba, y comprendió entonces que él sería el próximo objetivo. Le vio abrir la boca, lo escuchó pronunciar algo...

 

... y de pronto, dejó de ver a causa de una especie de luz mágica que le provocó ardor en los ojos. Los cerró rápidamente y apartó la cara, pero comprendió entonces que no podría hacer nada que requisiera puntería... al menos por el momento. Pero como sabía que le volvería a atacar a él o a cualquiera de los que había en su lado, decidió anticiparse a ello.

 

¡Silencius! —exclamó. La voz de Badru desapareció, y solo se escuchó un "flo...". Los efectos del strellatus comenzaron a desaparecer, y se dio cuenta de que había invocado un aura distinta para afectarles. Debía remediarlo, pero primero tendría que intentar atacarle para hacer que se centrara en el y dejase a los demás en paz. Como su visión estaba mucho mejor después de aquel instante malo, fijó la vista en su oponente. «Seccionatus», pensó entonces, ahora mirando a Badru fijamente. Una docena de medias lunas salieron de su varita, brillantes y resplandecientes, y volaron a toda velocidad hacia el cuerpo del Guerrero Uzza, que tendría que soportar varias de ellas clavadas en el cuerpo si no contrarrestaba de alguna forma aquel ataque.

 

Además, se concentró para desarticular el aura del equipo contrario. Sabía lo que debía de hacer, a pesar de no haberlo hecho antes. Al fin y al cabo, era un erudito mágico con más años que todos los presentes. Excepto el vejestorio del otro lado, por supuesto, que parecía doblarle en edad. Seguramente sería un rival absolutamente temible. Concentró su poder mágico para que el fénix de luz que había en el cielo tras la invocación de Badru desapareciera lentamente mientras de su varita surgían tres fantasmas, invocados a través del Aura del Escudo Fantasmal. Eran tres magos de género masculino, con capas y capuchas que cubrían sus cuerpos y no dejaban ver sus rostros. Todos pertenecían al pasado del viejo nipón, todos con enlace sanguíneo con él mismo y muy importantes durante sus primeros años de vida. No recordaba haberle hablado de ellos a nadie en Occidente, ni siquiera a su hija Anne. Pero eran los fantasmas de sus tres hermanos mayores, y estaban allí para protegerles de los ataques rivales. «Qué magia más espectacular», pensó entonces el anciano, sintiendo una ligera sensación de cansancio después aquella invocación. No pudo evitar mirar de reojo a su hija, que había invocado una también un poco antes, esperaba que no estuviera demasiado cansada y consiguiera salir con buenos resultados de aquella locura.

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