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• Mansión de la Familia Macnair • (MM B: 86385)


Pik Macnair
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Historia de la Familia

La familia Macnair tiene la procedencia en las verdes colinas de Irlanda, donde con los años de ser una familia de granjeros pasaron a ganar poder político y tener sus propias mansiones. La familia se dividió en dos ramas, una que continuó viviendo en Irlanda y otra, de los más jóvenes que viajaron a Inglaterra a establecer nuevas raíces y agrandar el imperio Macnair.

Logró convertirse en una de las familias más prominentes de Europa, pero entonces llegó la primera guerra. Y ellos eligieron el lado Oscuro, donde naturalmente pertenecían; sin embargo perdió, y eso le costó mucho a la familia. Pero no tanto como le costó la segunda guerra, donde perdieron a su último descendiente... o eso pensaban.

La familia Macnair estaba íntimamente relacionada con otras familias Oscuras y la sangre seguía latente en sus descendientes, sólo hacía falta que alguien fuera nombrado como descendiente para revivir la antigua gloria.

Desconocido para todos, el Sagrado Libro de los Macnair que contiene la historia de los antepasados de esta familia, y las memorias más importantes de cada uno, había quedado abandonado en una vieja tienda de libros del Callejón Diagon. Donde dos jóvenes brujas vagaban los ojos, inmediatamente captando el viejo libro y al tocarlo éste brilló, y se abrió frente a ellas volcando los conocimientos que atesoraba, a sus jóvenes mentes.

En este acto, ambas jóvenes habían sido reconocidas por sus antecesores Macnair como las nuevas poseedoras del deber de dar a esta familia el esplendor que tenía antes de que la guerra arrancase su fama y fortuna de las manos de sus descendientes.

Ahora con el Sagrado Libro de los Macnair a buen recaudo, la Mansión Macnair volvía a estar habitada.

 







 

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Cissy Macnair Ficha/Bóveda

 

Latil Triviani Tonks Ficha/Bóveda

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Cissy Macnair Ficha/Bóveda
Pik Macnair Ficha/Bóveda
Arya Macnair Ficha/Bóveda

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Dark Princess Ficha/Bóveda - Sombra G. Black Ficha/Bóveda
pareja

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Artemis Macnair Malfoy Ficha/Bóveda
Latil Triviani Tonks Ficha/Bóveda
Cissy Macnair Ficha/Bóveda

*Castalia Macnair Gaunt


Hijos de Dark Princess Y Sombra G. Black
L. Gael Malfoy Macnair Ficha/Bóveda

Pik Macnair Ficha/Bóveda

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Hijos de Cissy

Idylla Macnair T. Ficha/Bóveda

Sean di Spinneto IV Ficha/Bóveda

Eterno Black Ficha || Bóveda

*Kore Ragnarok Macnair


Hijos de Pik

Arya T. Macnair Ficha/Bóveda

Juliette Macnair Ficha/Bóveda

Mery Gaunt Karkarov Ficha || Bóveda

*Massimo Macnair Triviani

 

Juv Macnair Hasani Ficha || Bóveda 

*Kyle Mason Macnair Taylor

 

Hijos de Castalia

*Quillan Atkins

*Elysia Stark

*Taren Stark

*Rohana Farren Vallparadise


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Hijos de Idylla Macnair T.
Joa Macnair Crowley Ficha/Bóveda

 

Hijos de Arya

*Ámbar Delacour

*Eilon Rice

*Henry e Issac 

 

Hijos de Juliette

*Kalevi Black

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Amigos de la Familia

Kamra Ficha/Bóveda

Albus Seeverus Potter Peverell Ficha || Bóveda

Souichirou Mima Ficha || Bóveda

*Sebástian Stark

 

 


Leyenda: Usuarios en color verde son familiares sanguíneos.

Usuarios en color cián son personajes complementarios, primordiales para la historia familia.

 

 

complementos de la ficha de familia:

Servicios Ministeriales

-Conexión a la Red Flú:

 

 

  • Conexión a Mansión Malfoy
  • Conexión a Universidad
  • Conexión a negocio Pandora's Box Night Club
  • Conexión a negocio La Rosa Negra
  • Conexión a oficina del Concilio de Mercaderes

-Traslador irrompible:
Club Vacacional de la Familia Macnair

-Barrera anti-aparición:

  • Los miembros de la familia podrán aparecerse en el hall de la mansión, a excepción de los patriarcas que pueden aparecerse en cualquier parte de los terrenos y la mansión. Cualquier persona ajena a la familia deberá aparecerse fuera de los límites de la mansión (contando el Portón de entrada como el límite de la parte frontal de los terrenos).

-Bóveda en Gringotts
-La Mansión está libre de Plagas. Certificado por Marge Shunpike.
-La Mansión ha recibido al Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes el día 19/7/10 y acordado enviar informes en caso de ataque.

Mascotas

Objetos
Por ahora la familia no posee ningún objeto.


Elfos

 

Elfos Familiares
Tipsy - Dipsy - Mint - Arien - Owen - Kirash

Elfos Personales
Jill y Swey (Elfos de Cissy) - Xeros (Elfo de Latil) - Artemis (Elfo de Ariadna) - Lorien (Elfo de Sombra) - Leroy (Elfo de Dark Princess) - Aphrodite (Elfina de Pik) - Leahne (Elfina de Luke) - Fussy (Elfo de Artemis) - Eirwyn (Elfina de Veerie) - Chomsky y Piccolo (Elfos de Deiwan) - Yö (Elfo de Joa Jordison) - Tholav (elfo de Arya

 

Editado por Arya Macnair

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—Hay cosas que escapan de ti. Aunque seas Pik Macnair

 

La pelirroja secó sus lágrimas, adoptó un semblante sombrío y trató de comportarse como la mujer que era entonces. Tiempo atrás y enterrada quedaba la muchacha débil aunque todo lo que le contó la sobrepasaba en absoluto, ya no quería sentir pena por las personas, rabia o demostrar flaqueza. Si titubeaba y se permitía sufrir con el alma partida en dos que fuese solo por Aries o por su hija. Sentándose mejor, cruzó las piernas a la altura de las rodillas, acomodó los pliegues de su bata de dormir y extendió una mano hacia el frente sosteniendo el vaso de grueso cristal para que el hombre sirviese otra medida de whisky.

 

—No sé nada acerca del paradero de Juliette, he perdido su rastro cerca de Rusia o por ahí. Pero se que regresará cuando esté lista, su partida no tuvo nada que ver con lo demás.

 

Regresando la bebida a sus labios, ésta vez se permitió saborear. La primera acción fue casi como quemar su garganta para que las palabras duras emergieran, ahora tocaba relajar sus cuerdas vocales para el relato que seguiría a continuación; el lema de la familia por algún motivo siempre hacía retumbar la voz de su tía en las paredes del cráneo "Ningún miembro de ésta familia hiere a otro" y se lo repetía a diario, pero al menos en su absurda defensa, ella en aquel entonces no se consideraba una Macnair pura sangre.

 

—Castalia llegó a nosotros hace casi tres años, Pik. Jamás conviviste con Cissy en todo ese tiempo, Sybbila dejó de existir— Dejó el vaso a un costado de su pie izquierdo y volvió a fijar la vista en los acuosos ojos del patriarca —Hace dos años yo no estaba aquí ni era quien soy ahora ¿Lo recuerdas?— agregó haciendo alusión a La Orden del Fénix y su mandato en dichas filas.

 

>>Hace dos años unos Mortífagos entraron a mi oficina y se robaron algo que me pertenecía, pero no contento con ello, unas semanas después se llevaron a Ámbar. Tardé en localizarlos pero estaban recluidos en una cabaña, en el medio de la nada, a orillas de una playa. Creo que fue Italia no lo sé, el caso es que yo conocía a esas personas.

 

Pik, yo conocía a la mujer que se llevó a mi hija y también a quien trató de quitársela después. Hubo una pelea, todo se vuelve confuso cuando intento recordarlo pero se que Leah tuvo que ver y también Sybbila. En esa pelea una parte de mi logró neutralizar a tu compañera —se detuvo, sonrió de la sonrojada, contando toda una proeza— y también consiguió herir a Cissy con veneno y sangre de demonio... mi sangre.

 

Aun tenía la cicatriz en la muñeca del corte que hubo realizado para ensuciar la hoja plata de la daga con que apuñaló a la Macnair, hacía tres años, en el abdomen. —Ese día Sybbila dejó de existir porque la maté, Pik. Yo maté a Cissy y permití que esa cosa que ahora se pasea por ahí usando su cuerpo como un envase tomase su lugar y no hay día o noche en que consiga perdonármelo.

 

Se mordió el labio, recurrió al alcohol y ahogó cualquier quiebre que podría haber tenido frente a su padre mientras el semblante de éste se volvía más y más confuso, como si estuviese viendo una película de terror o un asesinato en primera fila. Temía que de un momento a otro el hombre saltase de su asiento y la tomase por el cuello más le daba un voto de confianza al de duda que en ese momento seguramente él estaría depositando sobre su historia.

 

—Y la única forma de ayudarla era recurrir a alguien como Reshi. Lúthien ya no existe, así que ocupé su lugar, soy un monstruo como el que habita dentro de ti, con la cualidad de conservar mi cuerpo.

 

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  • 1 mes más tarde...
Sus pasos seguros la guiaban a través de los terrenos Macnair, donde el rumor de amenas conversaciones lejanas la tenían sin cuidado, así como todo lo demás. Tenía los ojos fijos en un documento oficial, un pergamino extendido entre sus elegantes manos donde la tinta brillaba tanto que era imposible ver algo más que el logo del Ministerio de Magia. Ella sin embargo veía perfectamente, la tinta en realidad era mate y el contenido insignificante dentro de sus prioridades pero, tal vez el mundo mágico pensara lo contrario.

Enrrolló el papiro apenas llegar a la puerta de mansión y dio un par de golpecitos en la superficie de madera que comprendía la puerta. Pasaron, a lo sumo, dos segundos antes de que un elfo doméstico abriera la puerta y fijara sus feos y grandes ojos en ella. La mujer no reparó él, ni en la reverencia que vino después, lo apartó con un gesto y se adentró al interior con aire de suficiencia. Su uniforme de Warlock resaltaba en el interior más que bajo la luz del sol, quizá porque los detalles estaban hechos para resaltar dentro del ministerio que en otro sitio.

Suspiró después de un rato de silencio, no tendría más remedio que comunicarse con el elfo. De reojo, miró al sirviente, aún encorvado en una reverencia, y una mueca de disgusto se dibujó en sus facciones bonitas. Detestaba a aquellas criaturas, tal vez demasiado, razón por la que ella y sus primos habían optado por tener Squibs en su lugar; inservibles en igual medida, pero al menos no tan desagradables.

-Busco a Arya, ¿dónde puedo encontrarla?

El elfo balbuceó un par de sugerencias y la rubia asintió, sin darle tiempo a más explicaciones. No obstante, se detuvo al pie de las escaleras y solicitó una última cosa, antes de aparecer arriba.

-Tráeme un Whisky de Fuego en cuanto la encuentre. Tal vez dos -subió sin decir nada más y la mueca de su rostro desapareció al tiempo en que un estruendo, proveniente de la partida del elfo, retumbó en la sala-. Espléndido.

No tardó demasiado en ubicar a su compañera de bando. Arya estaba, efectivamente, en su habitación, como había sugerido la criatura en el vestíbulo. No sé molestó en tocar o en esperar a que saliera, se adentró a la recámara sin avisar y solo cuando la puerta se cerró tras de sí con fuerza, se limitó a tocar dos veces con el pomo del pergamino. Para ese entonces, Arya ya se había percatado de su presencia y una sonrisa cruzaba el rostro de la Ivashkov. El elfo, obediente, dejó dos vasos de licor en una mesa cercana y desapareció antes de que ella dijese algo.

-Estaba en una reunión importante -comentó en voz baja, se acercó al primer vaso y dio un trago largo-. Agradezco tu inoportuna lechuza, he de admitir que estaba bastante aburrida.

Soltó el moño que sostenía su cabello y lo dejó caer sobre su espalda, lo que se asemejó a una cascada de oro líquido por encima de su túnica.

-¿Qué pasa ahora?

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Estaba nerviosa ¿Pero cuándo no lo estaba?

 

Tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados con fuerza sobre su pecho arrugando la parte superior de su camisón de noche, aun no se vestía y ya casi sería hora de almorzar, gustos que uno se podía dar cuando los hijos no se encontraban revoloteando por allí cual aves de rapiña hambrientos o aburridos o solo con ánimos de irritar. Ámbar se había ido de paseo con Sebástian, porque el tiempo que no pasaba con Leah lo pasaba con su padrino siempre en resguardo de su propia seguridad y la habitación se sentía tan fría y vacía sin sus gritos y preguntas, la pequeña estaba transitando una etapa de completa curiosidad y en un mundo tan amplio como el suyo, tan lleno de magia por doquier, no había descanso para los interrogantes.

 

Se decidió a cerrar las ventanas cuando Ivashkova atravesaba la puerta principal sin que ella tuviese conocimiento de tal acción y permitió que el sol irradiara un poco de calor en sus estilizadas y blancas piernas desnudas, por suerte y el camisón le llegaba debajo de los muslos pero compensaba la imprudencia de la vestimenta con una bata de seda similar a la de Pik, de un verde botella que le llegaba a las rodillas. Para cuando se giró la puerta se abría sin previo aviso cortando en seco el paso que pretendía dar en dicha dirección, haciendo que la planta de su pie derecho resonara contra el suelo de madera pulido, entonces ya eran dos en ese cuarto.

 

A diferencia de la rubia, Macnair no era muy amiga del estilo, la moda y lo que corría por las vitrinas esa Primavera, nunca había ido en la misma dirección que el cardumen. A simple vista parecía un sitio poco frecuentado, nadie podría pasar demasiado tiempo allí pero así era como Arya intentaba no apegarse a nada, las paredes no tenían cuadros salvo uno que descansaba sobre una chimenea sobresaliendo unos centímetros de la pared al final de la habitación en donde las brazas de un fuego extinguido hacía horas aun crepitaban; Aziid sonreía en una fotografía sosteniendo a Ámbar todo lo alto que sus brazos le permitían, aquel era el único recuerdo feliz de los tres, el único.

 

—Algo me dijo que necesitabas escapar de allí— Bromeó.

 

Tholav había aparecido con la cabeza gacha irrumpiendo lo que estaba por decir, apresurado para dejar dos vasos de ambarino contenido sobre una cómoda con seis cajones a la izquierda de la puerta por donde la Ángel Caído se había colado y volviendo a desaparecer. Aquel accionar era poco usual en su compañero de vida por lo que enarcando una ceja y adoptando una mueca molesta en sus pálidos labios fulminó a la fémina ¿Qué le había hecho que no supiera? posiblemente fuese material para otra ocasión así que volvió a centrarse observado como ésta se servía un vaso y proseguía unos pasos más hacia el interior.

 

Las maderas dejaron de crujir bajo sus pies cuando llegó hasta la alfombra vino tinto que hacia juego con los almohadones y mantas de su cama así como de los sillones que se disponían cerca de la chimenea, dos sofá de un cuerpo enfrentados. Y el resto de lo que iluminase el sol de mañana no llamaría demasiado la atención, montones y montones de libros, tomos que ni siquiera se encontrarían en una biblioteca, escritores Muggles, lo que uno quisiese lo podría encontrar allí mismo a petición de su poseedora.

 

—Es que tengo una pregunta para ti— Comenzó, no sonrió ni se movió de donde estaba, solo la miró —¿Sabes lo que es un Sucubo?

 

La pregunta era absurda puesto que hacía poco menos de un año había sido la propia Leah quien le explicó que Ámbar era algo similar, que seguramente ella lo sería también y que ninguna de las dos evidentemente sabían dominar sus impultos y propia magia personal, completamente diferente a la de un mago o bruja. Pero ésta vez no se trataba de ello y su hija no tenía nada que ver así que una vez recibió de boca ajena ese "sí" anhelado volvió a hablar superponiendo las palabras a cualquier otra cosa que Ivashkova agregase al monosílabo.

 

—¿Entonces... también sabes lo que es un Kitsune y un Jakkaru?

 

Al descruzar las brazos la seda se lamentó, el sonido fue tan delicado que erizó su piel pero no se notó. Inició un paso lento hasta ella, esquivándola el último segundo, casi por ocasionar una colisión consciente y condujo su último centímetro en dirección al vaso que le correspondía, sin nada en el estómago la bebida no le haría bien pero ambas resultaban ser viejas amigas, jamás se herirían demasiado.

 

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Dejó el vaso a medio camino con semejante pregunta insulsa en el aire y entornó los ojos intentando, en vano, que la pregunta se evaporará de su mente. ¿Cómo no iba a saber lo que era un Súcubo? Ella era un súcubo y a Arya, años atrás, le r había explicado que su hija e incluso ella misma, eran otro par. Por lo tanto no respondió, se limitó a terminar su trago y a retirarse a uno de los sillones más cercanos, donde se sentó con elegancia a medida que iba separando los botones de su túnica para respirar un poco mejor.

-Kitsune -repitió, con el tono correcto del japonés, puesto que había estudiado idiomas-. Entiendo que significa zorro y con la pregunta inicial, he de asumir que es la versión japonesa de íncubos y súcubos. ¿Estoy en lo cierto?

Al igual que la pregunta de Arya, aquella igcógnita era insulsa. Era perfectamente consciente de que estaba en lo correcto.

-Quisiera entender por qué me has sacado de una reunión para hacerme una pregunta como esta, me temo que mis momentos de profesora de historia fueron inexistentes. Prefiero materias más prácticas...

Se permitió por primera vez, explorar la habitación con los ojos, dejando que su garganta se reconfortará con el ardor del Whisky de Fuego y su mente con la calma que predominaba en la mansión de su mejor amigo. Pocas veces había estado ahí, incluso en los días donde las fiestas y reuniones iban saltando de familia en familia dentro de las filas mortífagas. Pero era verdad que de todas las familias, la Macnair tenía un punto especial de prestigio que la separaba de los demás, una calma diferencial, con cierto prestigio.

Regresó las pupilas a Arya en cuanto sus ojos inevitablemente dieron con Ámbar, en brazos de su padre. Le gustaba pensar que la niña no tenía padre, le gustaba pensar que no tendría que pasar por todo el dolor por el que la había acompañado, gracias a su inteligencia adulta, hacía unos años atrás. Le gustaba pensar, sin más, que nada se repetiría y por ello, ella habría borrado todo rastro de Aziid. Pero Arya era tonta y no estaba con ánimos de recordárselo otra vez.

-¿Y bien? -enarcó una ceja.

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Sin rodeos.

 

Siguió el andar de Leah sin mover siquiera un músculo y volvió a dejar el vaso sobre el aparador, no bebió, pronto había descubierto que no le apetecía y mucho menos lo haría si inconscientemente era una orden de la rubia. Así que se limitó a oírla responder y pronunciar una lengua ajena a la materna de forma adecuada cosa que le llamó la atención, sabía que Ivashkova hablaba Francés y su propia lengua natal, la que solía intercambiar con Pik ajena completamente a que la hija de éste también la practicaba pero carecía del resto de información aludida a su vida personal.

 

—Algo así— Respondió. Guió sus pasos casi al punto de inicio, en dirección al ventanal, giró sobre la marcha y acabó en el sillón enfrentado a su interlocutora pero ésta vez le daba la espalda.

 

A sabiendas de que la estaba mirando deshizo el nudo de su bata de cama y echó hacia atrás la prenda descubriendo casi por completo sus omóplatos y media longitud de espina dorsal, la gracia de sus camisones recaía en que la mayoría eran abiertos atrás así que la misión al menos de aquel que llevaba puesto había sido completada. Corrió su lacio cabello rojizo hacia delante y le permitió ver aquellas marcas que ya conocía y más; Arya poseía un limpio corte de katana en la nuca y en aquel cuarto solo Leah sabría producto de cuál arma había sido creado además de la fina cicatriz que un Fuego Maldito le dejó en antaño, todo gracias a quien la observaba.

 

—Un Kitsune no necesariamente tiene que ser una mujer, así como un Jakkaru no es un hombre a veces. Un Jakkaru es un demonio con la apariencia de un chacal que puede mutar hasta volverse humano a ojos mundanos, comparten éste mundo con nosotros con y sin control de sus facultades... el último es mi caso y por eso te he llamado.

 

Esperaba que la mujer analizase el mapa en tinta que trazaba su espalda, aquella nívea piel que años atrás hubo servido como lienzo para diagramar unos cuantos garabatos o runas antiguas que mantenían canalizado y adormecido el poder que al mundo había arribado con su nacimiento. Luego de aceptar el trato con el cónclave y pasar a formar parte de un grupo mafioso demoníaco —absurdo— se le fue requerido dominar todo lo alusivo a quien era más no lo había conseguido por cuenta propia, no habiendo reprimido por casi 25 años tamaña cualidad y había acabado por recurrir a una experta o eso creía que Ivashkova era.

 

Volvió a cubrirse el torso y se giró para admirar la expresión del Ángel Caído, trataba de estudiarla y saber en qué estaría pensando pero con ella todo era incierto, allí mismo podría entregarla al Ministerio o peor aun, enviarla al norte, o quizás aquella mañana se hubiese levantado de bien humor y estuviese decidida a colaborar, lo único cierto era que Leah resultaba ser su única salida viable.

 

—He tenido que enviar lejos a Ámbar hasta poder poner todo en regla, un solo momento de sentimientos encontrados y ¡pff!— extendió sus brazos hacia arriba imitando el estallido de una bomba —No tengo control absolutamente de nada y ha incrementado desde que... bueno, tú sabes.

 

Se refería a su ascenso como Nigromante, al aumento de su poder mágico, algo que se mezclaba cual enredadera con sus cualidades demoníacas sin poder definir dónde comenzaba una y dónde acababa la otra, sin balance, sin control.

 

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  • 3 semanas más tarde...
Observó las marcas en la espalda de Arya sin hacer o decir nada, sabiendo perfectamente que la mayor parte de de aquellas cicatrices le pertenecían. Sin embargo, cuando se percató del limpio corte de katana que le había propinado años atrás, se levantó y se permitió tocarlo. Había sido limpio, profundo y mortal. Lo recordaba. Pero lo que le llamó la atención fue el diagrama que detectó con el paso de los segundos, el cual siguió con los dedos mientras lo interpretaba, en silencio. Se apartó cuando Arya hizo ademán de cubrirse y volvió a tomar asiento con una seriedad rotunda.

-Ámbar no será un problema con tus arranques -respondió, negando con la cabeza-, tú eres el mayor peligro para ti misma. Ella sabrá sortearlo, tú no.

Y tenía razón. Había entrenado a la niña con más que simples clases de piano y aunque Arya no estaba consciente, ella sí. La niña era, tal vez, el diamante en bruto de su madre y ésta, ajena a ello, pensaba que aún necesitaba protección.

-Cuando aumenta tu poder se desata el demonio, que paradójico -chasqueó los dedos y de pronto el vaso de Whisky fue reemplazado por el elfo doméstico, en perfecto silencio-. ¿Qué pretendes que haga? ¿Que te ayude a controlarlo? Porque si es eso, me temo que no puedo hacer nada. La fuerza de los demonios está dormida y se manifiesta en pequeñas porciones, que nos hacen mantenernos dentro de lo que la sociedad llamaría "normal". Pero nunca se apaga y nunca se aplaca. Tienes que buscar una vía de escape y no me refiero a practicar Herbología.

Dio un trago al licor, nunca había dejado de parecer seria. La entendía, la entendía demasiado y era imposible que no se le notara cierta empatía.

-Mi salida sabes cuál es. La llevas en la espalda. Encuentra la tuya.

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No iba a preguntar cómo es que estaba tan segura de que una niña de cuatro años fuese capaz de defenderse ante alguna amenaza, había pasado de afrontar aquella loca necesidad de ahorcarla cada vez que la tenía en frente a respetar cada cosa que dijese como si no existiese posibilidad de que fuese inverosímil. Pero aquello le hizo cesar la conversación en lo que un elfo interrumpía el silencio, un vaso se rellenaba y su garganta se secaba. Su largo cabello pelirrojo volvió a caer sobre su espalda cubierta y su pecho se encontró tan protegido como la tumba de algún Dios egipcio bajo una imponente pirámide, tenía la vista fija en su interlocutora, quería comprender el hecho de que su llamado hubiera sido en vano y encontrarle relación a las palabras para con sus cicatrices.

 

—No controlarlo, dominarlo quizás.

 

Ambos eran sinónimos de una rotunda negativa pero todo estaba perdido mucho antes de que Leah llegase a la mansión ¿qué tenía que perder? no existía eje ni centro para aquella mujer que parecía vagar desde hacía dos años en la tierra de los vivos con un único motivo para respirar: su hija. Quería creer que existía la posibilidad, sus ojos desbordaban la confianza ciega que su instinto había desarrollado por la Ángel Caído y que el resto de su cuerpo se negaba a aceptar, ella no podría pasar tal cosa por alto, Ivashkova era demasiado inteligente como para no verlo puesto que aquello iba más allá del desespero, era una petición contundente que quizás no llegase a ver la luz del próximo alba y muriese con la fría oscuridad de la noche.

 

Quisiera contarte una historia, ya que estás aquí. Su voz nuevamente fue un susurro, un fino hilo sonoro que se inmiscuyó en los oídos de la rubia cual ratoncillo buscando hacer mella en su curiosidad, cosa compleja considerando que el drama en que se sumergía la vida de su compañera estaba por completo fuera de su rango de interés más la casa vibró, literalmente, vibró. Los cristales de las ventanas cerradas emitieron un sonido hueco que embotó la cabeza de ambas féminas y de los candelabros que pendían del techo se desprendió una fina capa de polvo —desde que Castalia no estaba los elfos no limpiaban demasiado alto— que provocó estornudos en Siberia, el huargo que salió de la nada misma como si desde un principio hubiese estado en la habitación.

 

La matriarca enarcó una ceja poniéndose de pie tenía memoria de viejos cuentos que su tía le hubo contado en donde una horda de vampiros atacaba la estructura hasta reducirla a cenizas ¿era lo que pasaba entonces? A modo de respuesta el vaso que Leah sostenía se partió en cientos de pedazos y el líquido ambarino empapó su mano dejando que tres o cuatro gotas escurrieran hasta el codo. Para cuando las puertas comenzaron a abrirse de par en par cual mansión embrujada la bruja ya mantenía afianzada su vara de nogal negro en posición defensiva pues así era ella siempre, quien le cubría las espaldas a los demás cuando por obvias razones Ivashkova dominaba la ofensiva en batalla.

 

Arya dio un paso en dirección al umbral del cuarto y todo se oscureció, fue como si por una fracción de segundo le hubiesen arrebatado la vista y su cuerpo se congeló clavado en el lugar cual estaca de campamento. A pleno día las luces de la mansión flaquearon, las velas se apagaron y los bombillos emitieron un destello ahogado hasta apagarse por completo; incluso la chimenea que mantenía cálida la habitación en donde se encontraban pareció víctima de una ráfaga de viento asesina.

 

—No fui yo, lo juro...— Trató de defenderse cuando la rubia le miró ofuscada, ladeando la cabeza para verla por sobre el hombro.

 

Y entonces un aroma familiar la embargó. Como cuando se destapa una olla o se pisa la casa de un familiar a quien tenías años sin ver los recuerdos se mezclaron provocando dolor de cabeza y una extraña sensación que creía enterrada hacía tiempo. El vello de los brazos se le erizó y un nudo se asentó en su garganta casi dejándola sin aire, de repente el pecho le pesaba más que una roca y le ardía como si se tratase de una herida a carne viva sumergida en alcohol pero sus movimientos fueron contradictorios y a pesar de querer esconderse corrió en dirección a la entrada.

 

¿Era Matriarca? Sí, ¿Podría aparecer y desaparecer a gusto? Si, ¿Entonces por qué había corrido? En el momento en que su sentido del olfato reconoció aquel perfume llegó a olvidarse de quién era y de con quién estaba aun y cuando podía oír el eco de unos pasos ajenos a los de ella por detrás. Bajó escalones de dos en dos sin tropezar por primera vez, saltó casi llegando al final y se frenó cuando la punta de su nariz se asomó a los jardines delanteros de la Mansión, allí no había absolutamente nadie. Soltó la varita eufórica y con ambas manos aferradas al marco de la puerta se lanzó al exterior mirando hacia ambos lados, el causante de tanto alboroto debería de estar cerca, no le hubo dado demasiado tiempo como para que huyera si es que realmente había estado ahí.

 

Apresuró un poco el andar hacia el frente, erró sus pasos en dirección a la entrada oculta de las mazmorras y se regresó una vez más a la breve escalinata de piedra por la que hubo salido segundos atrás. Parecía una loca de un sitio a otro buscando algo que no existía o mejor dicho a alguien que ya no existía. En menos de cinco minutos su apariencia se volvió jirones, perdió la entereza, sus ojos estaban fuera de órbita, tenía el cabello despeinado sobre gran parte de su rostro y su piel a plena luz del día se veía mucho más blanca que de costumbre, con la bata de cama arrugada sobre un hombro a medio cubrir y mal cerrada al frente, descalza.

 

—Regresemos, lo que sea que haya sido ya se fue— Inhaló y dejó escapar en un suspiro sus esperanzas infundadas.

 

Con un suave ademán recogió su cabello en un cómodo rodete que descubrió su expresión decepcionada y volvió a cubrir su hombro pensando en que debería vestirse pues la relación que sostenía con Leah aun no era tan "especial" o importante como para pasearse en camisón frente a ella y menos tratando un tema tan delicado como lo era la integridad física de aquellos que le rodeaban pues compartían un bando y a sus propios miembros cuan familia.

 

La calidez de la recepción envolvió su cuerpo frustrado como una manta tras salir de la piscina y cuando estuvo por cerrar la puerta tras de su acompañante lo oyó otra vez, aquí vamos de nuevo Stark, pero estaba de cara al frente y allí no había absolutamente nadie. Abrió muy grande los ojos y trató de guardar aquel tono de voz en sus recuerdos antes de bajar la mirada, ya rendida por completo, y toparse con una pequeña caja de madera. Con sumo cuidado la tomó entre sus manos y cerró la puerta de una vez por todas ¿Qué cosa era esa? la tapa parecía tener una cierta cantidad de garabatos en algún idioma que al principio no reconoció sino hasta que lo vio con presteza y comprobó que estaba leyendo lengua Vikinga.

 

—¿Qué podrá ser?

 

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La vio. Una persona como ella sabía reconocer la desesperación, porque solía causarla una y otra vez en sus enemigos, en los que le temían. Pero la expresión de Arya no se parecía en nada a ese tipo de desesperación. Ella pedía a gritos ayuda, su ayuda. Era curioso pensar cómo se habría reído hacía unos años de aquella expresión, en todos los comentarios punzantes que se le habrían ocurrido en un segundo a raíz de aquellos ojos vidriosos y en cómo, ahora, era incapaz de verla a los ojos sin sentir la necesidad de ayudarla.

Separó los labios para decirle que todo iba a ir bien, cuando de pronto una sacudida volvió a cerrarle la boca. El candelabro, el polvo, la copa quebrándoss en sus dedos y el whisky deslizándose por su brazo fue lo que menos le preocupó de todo. Lo que en realidad la hizo poner atención fue Arya y cómo su cara pasaba de un desconcierto como el suyo, al silencioso conocimiento de quien tiene un secreto. Ladeó la cabeza en cuanto detectó un porcentaje mínimo de interés en hacerla partícipe del asunto y cuando quiso patearla, para que reaccionara, la pelirroja salió disparada escaleras abajo como una Saeta de Fuego en mal estado.

Fastidiada, la siguió y pisó sus talones en todo momento, esperando hasta sentir una verdadera amenaza en la mansión, pero Arya parecía ser la única que sentía algo raro, además de lo evidente. Obvió su cara de loca en todo momento, incluso cuando fingió que no había corrido por media vivienda en camisón y sin calzado, pero otra vez se vio interrumpida por un comentario de Arya cuando iba a hablar. Alzó la mano izquierda y formó una pinza con el dedo pulgar e índice, la cual usó para cerrar los labios de la molesta Macnair. Para ser hija de Pik, era demasiado habladora. Presionó con fuerza para evitar que abriera la boca una vez más.

-Es un huevo de dragón -dijo con el acento más marcado de lo normal, viendo las runas-. Está en islandés. Dice, siendo literales "contiene el fuego de la sangre".

Tan solo decirlo, entendió. Su mirada se ensombreció y sus cejas formaron una línea dorada por encima de unos ojos que refulgían con la intensidad de una maldición asesina. Fuego y sangre. Targaryen. Aziid.

-Dime por favor que esto no tiene que ver, otra vez, con Ámbar. Dirás que no soy nadie para decir qué debes o no debes permitir pero tengo una lista de padres con más vocación -escupió las palabras con un odio que acumulaba hacía años y bufó, soltando a Arya. En sus labios quedó la marca de la improvisada pinza-. Es impresionante que me hagas venir hasta aquí, con una excusa barata, para que luego sea solo por...

Sus palabras quedaron al viento cuando la mansión volvió a sacudirse, esta vez con más violencia que antes. Una ola de calor invadió la estancia y, de inmediato, el cuerpo de Arya y el suyo propio se vieron cubiertos por una capa de sudor que ni el calor más fuerte habría provocado en un día de verano. Una sacudida, otra. Eran pasos. La rubia bajó la mirada, puesto que había estado mirando hacia arriba desde que la mansión había empezado a sacudirse y se encontró con los ojos de la matriarca. Eran pasos. Eran unos pasos gigantes, que lanzaban olas de calor con cada estremecimiento del suelo.

-Arya... -murmuró, sin motivo aparente-... ¿Alguien sería capaz de dejarte aquí un huevo que pertenece a una dragona enfurecida?

El silencio se hizo de pronto y la Ivashkov se atrevió a mirar hacia la izquierda, hacia la puerta. Sí, era un dragón.

-No te muevas -le aconsejó.

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  • 3 semanas más tarde...

Macnair alzó una ceja ¿Qué se suponía que hacía? No solía tolerar que nadie invadiese su espacio personal y mucho menos ella. Un vago recuerdo surcó su mente y llenó su boca de sabor a alcohol, sus oídos se colmaron de carcajadas y por un segundo sonrió de lado con una malicia que desconocía en ella más las palabras de Ivashkova la arrancaron de sus pensamientos como quien saca de raíz la maleza del jardín. Paseó sus orbes esmeralda de la caja grabada a la expresión de quien la leía, luego de aquello se plantearía estudiar idiomas para no sentirte tan inútil frente a la Ángel Caído porque al fin y al cabo no importaba cuánto mejorase ella siempre sería superior en otro aspecto y demás. Y no solo se trataba de la lengua o de las batallas sino de la capacidad de comprensión, acababa de demostrarlo con un único cambio en su semblante.

 

No estaba loca entonces, había corrido por lo extenso de los terrenos familiares siguiendo la estela de alguien que ya no existía pero que por un efímero momento estuvo allí. El corazón se le volvió de plomo en el pecho y como tenía un año sin hacerlo fue incapaz de contener las lágrimas; sus ojos ardieron y la visión de Leah se distorsionó por lo que tuvo que darle la espalda un momento mordiendo su labio inferior para no emitir sonido alguno aunque la mujer tras ella la conociera perfectamente, mal que le pesada a ambas, empapando de una vez por todas sus mejillas con agua salada. Aziid ¿Sería que algún día el fantasma de aquel hombre la dejaría en paz? ¿Algún día dejaría de doler su ausencia?

 

Quiso preguntárselo como una niña pequeña cuestionando la existencia de algún Dios todopoderoso siendo testigo de las barbaridades que aquejaban al mundo pero calló. Prefirió sorber por la nariz analizando nuevamente lo que su compañera decía porque ciertamente no tenía sentido alguno por mucho que lo colocase en el mismo renglón que su propia hija, Ámbar era una Macnair íntegra, su herencia sería legada por los lazos maternos así como la propia Arya lo hubo sufrido y algún día formaría parte del cónclave para preservar la magia antigua del mundo, pero que ésta no cayese tanto en manos ambiciosas como en manos nobles, ciertos poderes no deberían ser adquiridos por nadie.

 

—Contiene el fuego de la sangre…— Musitó llevando dos dedos a sus labios, éstos estaban tibios.

 

Con el dorso de la bata secó sus lágrimas y fulminó a la rubia con la mirada, estaba más que claro que ella no le había llamado para semejante espectác.ulo, su vida solía estar empapada en drama pero aquella situación no había estado en los planes. Bien sabía que el orác.ulo había hablado de un niño, un varón, por lo que al nacer Ámbar no solamente fue su madre la desconcertada sino el resto de los demonios que se inmiscuían silenciosamente en la vida de la bruja esperando la llegada de un poder descomunal al mundo, aquella pequeña niña que tenía como mentora a una poderosa mujer que sin saberlo la entrenaba para un futuro peligroso. No tenía sentido nada de ello y así lo hizo saber carraspeando y acercándose un poco más a Leah.

 

—Leah yo no…— toda la mansión tembló, de repente se sintió diminuta, una muñeca de porcelana en una de esas pequeñas casas plásticas siendo víctima de las garras de un infante con demasiada imaginación

 

—Yo no te llamé para esto, ni siquiera creí que algo así pasase porque…

 

Un soplido demasiado sonoro le erizó la piel, petrificada miró por el rabillo del ojo haciendo mella a las órdenes de la súcubo, ni un solo músculo de su cuerpo se movió cuando sus pupilas se dilataron ¡Un dragón! Pero no era cualquier dragón, no era una criatura que la pelirroja conociera, no era Balerion. El guardián de la familia Targaryen había desaparecido para siempre como el propio fundador de la misma y por mucho que desease estarlo viendo sus escamas siempre habían sido negras como el alquitrán, aquel dragón al moverse destellaba estelas rojizas y sus ojos eran de un carmesí profundo, daba pasos lentos enterrando sus garras en la tierra destruyendo ventanales con las alas, furioso.

 

Casi de manera imperceptible la vara de nogal negro se deslizó por la seda de su bata de cama y la diestra se aferró al mango con destreza. Una floritura suave y fugaz modificó su vestimenta otorgándole la seriedad que toda Matriarca debería de tener al recibir visitar y tronó su cuello al girarlo con brusquedad para mirar a Leah directamente a los ojos como si algo en su interior hubiese hecho el mismo crack que su contractura cervical y con una media vuelta de tuerca su perspectiva de la situación cambiase. Siempre le pasaban cosas así junto a aquella mujer, el peso que tenía su presencia y sus palabras en ciertas decisiones le confundían, le hacían sospechar acerca de una posible dependencia para con la persona que más había odiado en su vida.

 

—Ese huevo es de Ámbar, sí— musitó, de no ser su interlocutora alguien atenta seguramente no le habría oído —Pero no es lo que crees, no tiene nada que ver con Aziid. Es más bien une herencia que data de mucho antes… ella estaba destinada a nacer contra cualquier negativa, vienen… vienen a llevársela

 

Irónico puesto que la niña no estaba allí.

 

 

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