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• Mansión de la Familia Macnair • (MM B: 86385)


Pik Macnair
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La mansión estaba envuelta en silencio. Jank la siguió sin protestar, como bien ella hubiese hecho a al inversa, para detenerse en el rellano de la escalera. Las tablas se quejaban bajo sus pisadas más el suelo no era antiguo, no, Pik y Sybilla habían alzado aquella estructura no hacía cientos de años. Todo parecía una película de horror y ellos los típicos personajes que morían de último. Macnair enarcó una ceja, movió un pie y comenzó a descender, el viento golpeaba las ventanas con violencia, fuera parecía que se avecinaba una tormenta ¿dónde quedaba el clima primaveral? la bruja contenía la respiración y exhalaba cuando la planta del pie tocaba la fría madera, se arrebujaba dentro de su suéter y miraba hacia todos lados sin buscar nada en específico.

 

Jill apareció, un tanto nerviosa, era la elfina de su tía por lo que llamó la atención de la pelirroja. La doméstica se excusó diciendo que el altercado en los jardines aun la tenía histérica y que solo deseaba poder traer de regreso a Rohana bajo el techo que todos compartían ya que Castalia hubo ordenado ponerla a resguardo. Arya jamás había cruzado tantas palabras con la criatura más algo en la expresión de ésta denotó miedo al responder, como si los ojos de su interlocutora le causaran pavor.

 

—¿Serás tan amable de preparar una tetera grande de café? somos muchos hoy.

 

La elfina asintió y chasqueando los dedos desapareció rumbo a la cocina. Murmuraba por lo bajo cosas con demasiado sentido, a pesar de las desgracias ocurridas, hacía años que aquella mansión no estaba tan poblada o concurrida. Besó la mejilla de su, ahora, futuro esposo para intentar suavizar la preocupación que ella mismo hubo sembrado en su semblante pensando que no podría haber llegado en peor momento. Al dormir, antes de la visión, uno de sus más perturbadores sueños fue el recordar cuando Crood atacó a Jank en los pasillos de San Mundo ¿cómo reaccionaría ahora sabiendo que su "princesa del averno" acababa de prometerse a un mortal? pero no, Dayne significaba para ella mucho más que eso.

 

Jill regresó. La tetera resultó ser la más grande que encontró y sobre una pequeña mesa de lectura depositó unas diez tazas de porcelana pintadas a mano por algún Macnair con talento.

 

—Llévale un poco de chocolate caliente a mi sobrina y dile que pronto la veré— Suplicó permitiéndole marchas.

 

Cuando Aidan estuviera de regreso, corroborando que no había más peligros alrededor de la mansión permitiría que Rohana se les uniera. Mientras tanto entregó una taza al mago que la acompañaba y le pidió que le esperase en el salón, agregó antes de hacerse con dos tazas más, rellenarlas, y desaparecer una vez más por las escaleras y pasillos hasta dar con el cuarto en donde habían acostado a Black. El hombre parecía descansar aun, dudaba que sus heridas o debilidad se tratasen únicamente del ataque al cónclave, sospechaba respecto a alguna conexión con la parte humana de Juliette, la que con cada segundo se esfumaba cual agua en el desierto.

 

Pensó entrando a hurtadillas para dejar la taza de café caliente en caso de que Aaron despertase, alguien se había deshecho de su camisa, efectivamente dormía y estaba herido. La demonio contempló su torso, el trazo de alguna especie de tatuaje que le ocupaba gran parte del pecho, posiblemente la espalda, y que comenzaba por su mano, la maldita mano que alguna vez le enseñó. Parecía latir, tener vida propia, sentirse amenazada por la presencia de su raza. Entonces lamentó haber abandonado la investigación que comenzó junto a Juv meses atrás puesto que ahora por fin lo sabía.

 

—Es un... guardián— Se le secó la garganta, si Aaron descubría que pronto su vida estaría enlazada hasta el fin de los tiempos con personajes de baja estirpe como demonios y monstruos mágicos, posiblemente ardería de furia.

 

Cerró la puerta calentando sus manos con la infusión de Castalia, ésta tenía un poco de coñac, solía preparar sus bebidas así para no estar siempre suministrándole pociones herbo revitalizantes e intoxicar su cuerpo. Aun saboreaba el descubrimiento cuando alguien gritó, era un hombre, lo alarmante del tono hizo que sus músculos se tensaran, la taza cayó al suelo y se volvió añicos, el café salpicó sus piernas desnudas. Arya corrió, corrió dando tumbos y golpeando sus hombros contra los pasillos hasta cruzar la puerta de la habitación, casi atravesarla.

 

No tenía idea quién era aquel sujeto pero Cissy le necesitaba. Lo empujó, así eran los Macnair, le soltó un "quítate" porque, de toda su familia, así era ella. Acababa de perder una hermana, no perdería a su tía. El cuerpo de Castalia mostraba señales de quiebre, estaba colapsando.

 

—Debe volver al Norte ¿Por qué demonios la dejaron volver aquí?— estaba preocupada —Necesitamos a Rohana, busca a Aidan, que la traiga. Necesito canalizar un poco de su energía

 

Explicó ignorando si el vampiro le reprochaba algo o le ponía malas caras. La mujer estaba primero en sus prioridades.

 

susurró, no comprendía, le había visto aparecer en los jardines, no había sido extremo el esfuerzo que ocupó, no debería de estar tan cansada, agotada. Algo andaba mal

 

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  • 2 semanas más tarde...

Había algo clavado en mi pecho que dolía y podía sentir el frío metal allí, sin embargo no había nada. El dolor era tan insoportable que grité y convulsioné. Una parte de mi, algún pequeño resquicio de mi persona, sabía que aquello no era real en absoluto, que probablemente estaba alucinando o teniendo una pesadilla... pero se sentía tan real.

 

<<Tienes que resistir>>

 

Conocía aquella voz melodiosa, tranquila, que transmitía paz y serenidad. La había oído a través de mis sueños miles de veces, había cruzado un enorme lago guiada por esa voz y había penetrado en una pirámide llena de memorias desconocidas, sólo sostenida por aquel tono melodioso.

 

Sajag se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos. El calor me golpeó entonces, inundándome y el frío que antes había sentido penetrarme fue desvaneciéndose mientras sus ojos penetraban en los míos.

 

<<Debes resistir>> fue casi una orden o una súplica, no lo sabía.

 

Entonces, besó mi frente y desperté.

 

El rostro preocupado de Arya se encontraba tan cerca del mío que su cabello había inundado parte de la almohada y ahora parecía que yo poseía mechones rojos diseminados de forma aleatoria, como un gato de dos colores. Sus ojos verdes destellaban vidriosos, preocupados, mientras me miraba con severidad, apretando tanto los labios que estaban casi blancos. Quise sonreír pero me dolían los labios, como si hubieran estado crispados en algún gesto poco natural.

 

Junto a la puerta, una Rohana de ocho años me miraba con el ceño fruncido, tomada de la mano de Aidan, quien al parecer había acudido allí corriendo, podía deducir por el aspecto despeinado que tenía: realmente había corrido. ¿Tan mal me veía? Giré la cabeza para contemplar a Rhysand, quien estaba sentado del lado derecho de mi cama y parecía que las lágrimas sanguinolentas de vampiro le iban a asomar. Jamás había visto aquella expresión preocupada, casi conmocionado.

 

-¿Por qué car.ajo están todos en mi habitación?- intenté -y fracasé- en poner énfasis en la palabrota, ya que mi voz apenas fue un susurro ininteligible.

 

-¿Estás de broma, cierto? Te vi revolverte en las sábanas como un pez fuera del agua y comenzar a gritar como si te estuvieran quemando viva desde el interior. Apenas ha acudido la pelirroja corriendo de lo alto que gritaste. Estoy seguro que despertaste a todo el maldito vecindario- se quejó, poniéndose de pie furioso mientras Aidan lo observaba con seriedad.

 

Me aclaré la garganta antes de hablar.

 

-Tuve una visión- mi mirada recayó en Arya-. Sé cómo podemos salvar a Juliette.. Si es que Juliette aún sigue ahí, ¿sabes?- le dije.

 

-Si incluye que te hagan tanto daño que grites como lo hiciste hace un momento, paso de la idea- musitó Aidan, negando con la cabeza-. Arya, por favor. Explica qué fue lo que vimos en los terrenos, ya que estamos aquí todos reunidos como una feliz familia.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

El desierto, vasto desierto. Caminaba a duras penas entre flojos remolinos de arena, arrastrando los pies hasta llegar a la cima de una gran duna con una extraordinaria vista al único oasis que se apreciaba a lo lejos; había caminado por días. Mi piel era morena, las prendas andrajosas, deshilachadas mas bien, pero holgadas. Vestía de un color blanco aunque más bien parecía un ocre por el polvillo de la arena, la misma que tibia abrigaba mis pies descalzos en aquella noche.

 

Ya en lo alto, me volteo a ver un extenso campo muerto, arena y nada más que arena, cuando de pronto se oyen unos alaridos por el poniente. Una nube de polvo comienza a levantarse y a acercarse producto de un grupo de soldados que me buscaban. Iban montados en camellos, blandiendo sus khopesh con una mano mientras que con la otra se ataban a las riendas del animal. Me siento perseguido, sin saber a donde huir, me siento cansado y sinceramente con ganas de abrazar a la muerte... de pronto el dorso de mi mano arde y como por arte de magia me esfumo del lugar para reaparecer a orillas del lago que enverdece el oasis que había visto hace unos segundos atrás...caigo, caigo de rodillas, moribundo, con la mejilla sobre un charco...

 

Al abrir los ojos me veo semi desnudo en una habitación, el cuerpo duele y la fatiga amenaza mi cordura, ¿qué había sido ese sueño?. Tendido de espalda levanto las manos a la altura de mis ojos para apreciarlas- parecen pesar unos cuantos kilos- una de ellas está vendada mientras que la otra se ve limpia. Algunos rasmillones secos se ven a simple vista por mi tronco, otros tan solo se sienten por un leve cosquilleo. La gris mirada, predecesora de una familia de alcurnia, se pasea para observar a mi alrededor... un velador, sobre el una taza de café humeante, lo sé por el aroma particular de la semilla. Mi varita reposa junto a unos paños húmedos pues seguramente me había atacado alguna especie de fiebre. Intento sentarme, apoyarme en el respaldo de la cama pero me siento molido. Sin embargo, al cabo de otro intento logro sentarme a orillas del colchón. Al menos llevo puesto un pantalón corto de algodón. ¡Espera!...¿quién me habría cambiado todo? ... alcanzo mi varita y un dolor de cabeza me toma desprevenido al intentar ponerme de pie. Tomo aire y camino hacia la puerta, se oyen voces, no sé si son lejanas...me siento deshidratado, ansío un vaso de agua.

 

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  • 3 semanas más tarde...

La aparición de Aidan fue tan repentina que no le dio tiempo a pensar lo que debía hacer. Traía consigo a Rohanna, la niña aun era pequeña aunque no lo suficiente para darse por aludida ante un ataque. Macnair extendió una mano hacia ella y acudió de inmediato, sin mediar palabras, casi parecía que sabía de memoria el protocolo o el por qué su tía la llamaría con tanta urgencia. Arya acarició su semblante preocupado, apretó la mano que le condujo hasta la cama donde Croft yacía aun inconsciente y comenzó a pronunciar palabras en algún idioma muerto al que la mayoría se había acostumbrado ya.

 

Las luces en la habitación titilaron. Rohanna Macnair transmitía su energía, usando como canal a la pelirroja, para que Castalia pudiera recomponerse. Aquel ritual improvisado, una simple imposición de manos con catalizador semi humano, era como tratar de pegar un jarrón con cinta adhesiva; su tía bien podría permanecer estable algunas horas, quizás días o hasta un mes, pero todo era temporal, el envase estaba sucumbiendo ante el poder de huésped y propietario.

 

—Está despertando— acotó un segundo después permitiendo que la niña corriese a los brazos del vampiro. No sin antes sonreírle y decirle dulcemente que había hecho un excelente trabajo.

 

Por suerte la Lycan pareció, una vez más, responder bien a las energías de su sobrina y despertó, tan brusca como siempre. La sonrisa de Macnair se ensanchó, aquello era una buena señal, aunque nuevamente sintió ganas de regañarla y echarla al Norte de una patada. Con cada oportunidad en que le desobedecía y acudía a su encuentro o el de cualquier familiar que le significase viajar, desaparecer o proyectarse astralmente, su estado caía en picada y ponía las cosas más y más difíciles. Más al parecer, y ambas lo sabían, había otro problema del que preocuparse.

 

—Lo sé, se que podemos... pero no puedo garantizar que aun esté ahí dentro, todo salió mal, absolutamente todo.

 

Había una parte de la historia que únicamente Aaron les podría proveer y él aun se encontraba dormido, o eso creía todos. La matriarca se aclaró la garganta y se puso en pie para no darle la espalda a nadie, ni siquiera al hombre que por poco estampa contra la pared al entrar momentos atrás.

 

>>Se que tú no podrías saberlo pero Cissy de seguro te brindará los recuerdos —sorbió por la nariz, tanto Rohanna como Aidan desconocían la historia completa de Arya— hace varios años atrás, yo me encontraba en una situación parecida a la de Jullie. Dentro mío dormitaba la esencia de un poderoso demonio, un súcubo despiadado que resultó ser mi madre. Lúthien.

 

Ella solo deseaba apoderarse por completo de mi cuerpo porque únicamente así podría hacerse con la magia de una bruja y sus dones, como la animagia o la videncia. Un demonio tan poderoso solo puede aspirar a una cosa, el trono del averno. Allí no existe aquel a quien llaman Lucifer, es simplemente un consejo regido por los siete... quienes acaban de ver en los jardines

 

Y sí, se que vieron seis. Ellos son, Artemius, Teidol, Crood, Alesteir, Aleera y Kloud... La séptima soy yo

 

Jugaba tanto con sus dedos que sentía pronto se los arrancaría.

 

>>Allen desterró a Lúthien tiempo atrás, para descubrir que originalmente pertenezco al cónclave de los siete demonios del averno. Que no soy un humano ordinario y que tengo un propósito. Lo mismo sucede con Juliette, solo que su madre no habita dentro de ella sino su propia reencarnación —fijó la vista en Castalia— es como si Rohanna habitase en tu interior, tía, y reclamase su cuerpo, solo que no es suyo, es de ambas pues al ser dobles de un igual a ninguna le pertenece como tal. La dualidad podría matar a Juliette, ella es humana, pura, Hathor... ella es una Diosa, con todo el peso que ésto representa para un mortal.

 

La única forma de traerla de regreso es despertando la consciencia de Juliette, si es que verdaderamente sigue allí y la oscuridad de Hathor no la consumió por completo, y debo ser la responsable.

 

No sabía exactamente cuál hubo sido la visión de Castalia por lo que guardó silencio por fin, luego de la breve historia, aguardando pacientemente a que ésta les contase ahora lo que había visto. Más sabía que sin Artemius a la cabeza el cónclave quedaría a la deriva y vendrían a por ella, pues por línea sucesora, era su obligación tras firmar el pacto.

 

—Aidan ¿Cómo sigue Aaron?— Susurró sin interrumpir a la castaña, algo le aquejaba el pecho desde que se despertó y era la incertidumbre sobre su salud, aunque permanecería en la postura de odiarlo.

 

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Castalia Macnair

 

Fruncí los labios.

 

Rohanna me miraba con aquella dureza que sólo una niña que había visto mucho podía tener. Aidan le apretaba la mano con cariño, como si se tratase de su propia hija. Por poco me hizo recordar a Edward, su hijo, que con aquella misma edad había tenido que aprender cómo comportarse, cómo ser un Lord; la dura vida de la nobleza. Rohanna nunca iba a vivir eso pero sí otras cosas y todas ellas pasaban por mi mente mientras el vampiro le decía a Arya que explicara lo que había pasado en los terrenos.

 

A medida que Arya hablaba y contaba lo de Lúthien, las imágenes iban apareciendo en mi mente como si de una película se tratase. En ese entonces, yo me encontraba recluída en un Hospital Psiquiátrico de fanáticos muggles que querían conocer los secretos de la magia y secuestraban magos y brujas para hacerles experimentos. Sybilla, por su parte, había estado llorando la pérdida de su hijo, su marido y su prima y así había conocido a Arya, en quien se vio reflejada de alguna forma, sin saber por aquel entonces que eran familia. ¡Cuánto desprecio se habían tenido! Resultaba tragicómico pensar en que una había acabado con la otra.

 

-Entonces, eres un demonio del Cónclave, una de las más poderosas podríamos decir- dijo Aidan antes de que yo pudiera gesticular palabra.

 

Me incorporé en las almohadas para poder mirar mejor a mi alrededor y Rohanna vino corriendo a acurrucarse a mi lado. Había crecido muchísimo desde la última vez que la había visto y su cabello estaba más largo. Toqué las sedosas raíces con una mano mientras con la otra tomaba su pequeña mano.

 

-Qué tiene que ver Bietka en todo esto pregunta Sybilla. Ella me ha dicho que cuando vio a Juliette por primera vez reconoció a una bruja con la que tuvo una "riña" hace cientos de años atrás- mi mirada fue hacia Arya, que se revolvía las manos-. Dijiste que Juliette tiene un alter ego o algo así, Hathor, ¿eso significa que Juliette y Hathor son la misma persona? ¿Entendí bien?

 

Me abstraje un momento, escuchando los susurros de Sybilla.

 

-Sybilla dice que el primer paso para recuperar a Juliette es salvarme a mí, aunque todavía no sabemos cómo- hice una pausa y suspiré-. En mi visión, no sé cómo explicarlo. Eran imágenes rotas, inacabadas. Destellos de cosas. Un árbol en llamas, un cuervo, sangre, un niño muerto en un páramo nevado- mis manos se crisparon como un reflejo y tomé con más fuerza de la necesaria la mano de Rohanna, que me apretó en respuesta-. Lo siento- le dije y la solté-. Y luego alguien me clavaba una daga y sentía frío y... escuché...- mis ojos se posaron en los de Arya, los verdes Macnair-... Escuché la voz del Arcano de Videncia- tragué saliva con dificultad.

 

-Aish, yo no tengo idea de qué demonios están hablando- Rhysand levantó las manos al aire y comenzó a caminar hacia la puerta-. Iré a tomar algo a la cocina. Son una panda de raros- se quejó, saliendo. Aidan ni siquiera lo detuvo.

 

Se hizo un silencio un momento. Luego Aidan miró a Arya ante la pregunta de ella.

 

-Se está despertando- comentó el vampiro en respuesta, girando levemente la cabeza para oír cosas que nosotros no podíamos-. ¿Es de confiar? No pondré a nadie dentro de esta mansión en peligros innecesarios, Arya- agregó, recrudeciendo el tono.

 

A veces me preguntaba por qué se llevaban así, como perro y gato, como si fueran dos hermanos que se detestaban. Sí, había momentos en los que se cubrían el uno al otro, pero luego estaba ese tono mordaz, despectivo, comandante. Era insoportablemente tentador golpearlos a los dos.

 

 

@@Arya Macnair @

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  • 2 meses más tarde...
Al entrar en la habitación lo primero que le invadió fue el nauseabundo olor a tabaco y no a nervios, lágrimas y sudor. Rápidamente divisó al Stark, que se encontraba a una calada de cigarro de volverse una chimenea. Pasó a su lado, estaba irreconocible, pálido, con los ojos vidriosos y las manos temblorosas; él no lo vio venir y tampoco Arya lo disfrutó demasiado, la bofetada hizo volar el cigarro medio metro más allá, cayendo junto a la bota de Aidan, quien lo apagó de un pisotón.


Quiso reír, pero Macnair lo amenazó con la mirada.


—¡Atrévete y correrás con la misma suerte!


Desvió sus orbes esmeraldas antes de que el vampiro pudiese reclamar. Nadie comprendería lo duro que se trataban desde hacía meses.


—¿Y tú en qué demonios estabas pensando? Mira éste cuarto, Sebástian, apesta a humo. Lárgate


Lo empujó.


Con unos cuantos encantamientos logró disipar el repugnante aroma y centrarse en lo verdaderamente importante, la mujer que jadeaba en la habitación contigua. Guardó la varita, que por defecto llevaba empuñada desde su arribo, y desapareció tras la puerta dejando al Norteño en silencio sobando su mejilla inflamada.


Castalia, a diferencia de su hermano, se veía calmada, serena, casi parecía un ángel de cabellos oscuros enfundada en un camisón blanco de raso. Allí sentada en el hueco de la ventana, bañada por los rayos del astro sol. La mujer le sonrió, ella le devolvió la sonrisa, sorprendida, y la regañó con dulzura para que se recostara.


— ¿Cada cuánto son? — Quiso saber.


Había tomado asiento a su lado en la cama y abierto un modesto maletín encantado. Las contracciones habían adquirido fuerza y constancia desde la última vez que Sebástian le envió una lechuza a El Profeta, donde aun trabajaba en calidad de reportera mientras aguardaba una respuesta acerca de su solicitud especial.


—Bien, te haré un nuevo chequeo, vamos a combinar objetos muggles con magia, si Elyssa aun está abrazando a Taren… deberemos ser cautelosos o…


Guardó silencio de repente, Castalia era sabia y un poco fría, pero se trataba de sus bebés no nacidos o por nacer de sus entrañas ¿Qué madre puede decirle a la otra que uno de sus hijos podía matar al otro en el proceso y correr igualmente riesgo de morir? La incomodidad se le subió a las mejillas.


Extendió una mano, tanteó la cama, buscaba sus artefactos médicos intentando obviar de manera exagerada lo que acababa de soltar ante la parturienta, se sentía avergonzada. Del maletín extrajo un largo palo metálico que serviría para sostener el seguro que seguido le colocaría en el brazo con un cóctel de pociones caseras para que no perdiera fuerzas y recuperase rápido la sangre derramada durante el proceso quirúrgico. Lo siguiente que sacó fue un aparato portátil, como una laptop muggle, que en lugar de ratón tenía una especie de cámara para ecograma.


Tomó un poco de gel frío y lo esparció uniforme sobre el vientre hinchado de Croft con la cámara encantada previamente por Arya.


—Muy bien bebés, vamos a saludar a su mami ¿vale?


La pelirroja sostuvo una gélida sonrisa mientras lo que se transmitía en el ecógrafo portátil, se proyectaba entre Castalia y ella. La escena resultaba verdaderamente alarmante, por alguna razón que la ciencia no lograba explicar, Elyssa se había gestado abrazando a su hermano, rodeando su delicado cuello y a su vez con dos vueltas de cordón de Taren en su garganta. Ambos eran sanos y fuertes, a pesar de la peculiar condición; se habían alimentado sin complicaciones, eran grandes y hermosos, más llegada la etapa final de gestación se estaban cortando el flujo de oxígeno mutuamente.


Por lógica médica y posicionamiento, Taren debía ser el primero en conocer el mundo, pero si no se tenía cuidado al jalar, el cordón mataría a su hermana.


De pronto la puerta se abrió, la proyección se interrumpió abruptamente, y Sebástian ingresó sin pedir permiso. La medimago se puso en pie de un salto y comenzó a guardar el equipo dentro del maletín, salvo el suero mágico. El hombre se acercó a su esposa y la tomó de la mano en un vago intento por reconfortarle.


—Todo estará bien— Musitó y miró a su hermana —¿Qué tan grave es?


Inquirió con semblante preocupado, aunque la mujer notó claramente sus ansias de un nuevo cigarro; a pesar de haber ventilado toda la mansión con ayuda de Rohana, él apestaba. Castalia arrugó la nariz y ahogó las náuseas, pero Arya sintió deseos de darle una patada a su hermano. Pero, en cambio, le pidió salir del cuarto.


Cissy se le unía con cara de pocos amigos por su relación con la familia, pero la vocación era más fuerte que ella. Juliette, el Norte, la batalla, todo había quedado atrás. Y, a regañadientes, las matriarcas intentaban fraternizar. Ambas sabían, de igual manera, que Sybilla jamás perdonaría a Arya por haber quebrantado su cuerpo, utilizado a la niña para desarraigar su alma del cuerpo de Croft, y por último, cosa que nadie sabía salvo ella que los descubrió, haberse metido con Aidan.


—Tía— La saludó con respeto cuando sus miradas se cruzaron, y salió del cuarto con Sebástian. Solo entonces fue capaz de responder.


—Muy grave, si no los sacamos de inmediato, podríamos perderlos a los tres.. — Hizo una pausa.


Podía ver com el duro exorcista se desmoronaba frente a sus ojos. Rápido lo tomó por los hombros, ahora comprendía su desespero, en aquella mirada suplicante se recordó a si misma la tarde en que Aziid murió.


—Pero te prometo que los salvaré y Castalia estará bien, está vez no dejaré que suceda.


Stark la miró asintiendo.


Acababa de asumir una riesgosa responsabilidad, él a veces la miraba con un dejo de acusación, a pesar de haberla perdonado.


—Estaré abajo— Y sin decir más, se marchó.


Al voltear notó que alguien más le estaba observando. Ese característico calor en la zona baja de la cabeza. Escudriñó el pasillo silencioso y lo vio, dispuesto a darle lo que necesitaba entonces, un abrazo. Años tenían conociéndose, odiándose; fortalezas, debilidades, carencias, mañas. Pero de un momento a otro todo quedó atrás, ya no eran niños. Macnair acortó la distancia dispuesta a permitir el contacto físico pero a medio camino Cissy asomó a la puerta.


—Arya, los niños no están recibiendo suficiente oxígeno.


El vampiro se detuvo, un incómodo silencio se instauró en el ambiente. Macnair se sonrojó, la mujer entre ellos apretó los dientes. Antes de que corriera sangre, la pelirroja informó que sacaría a los bebés desapareciendo junto a su tía, quedando en el aire ese anhelado abrazo, justo cuando Castalia parecía desvanecerse en la cama.


—¡El oxígeno! — Gritó Sybilla.


Su sobrina corrió a colocarle la mascarilla mientras ella preparaba el instrumental quirúrgico.


—Recibiré a Elyssa, tú encárgate de Taren— Cissy estaba decidida a salvar a los bebés a como de lugar, igual que hizo con Ámbar.


—¡Espera! ¿Qué hay de Castalia?


Había dos pares de manos dispuestas para los gemelos, pero su madre corría riesgo de desangrarse debido a los procedimientos que les tocaba emplear. Castalia era un licántropo, su genética regeneraría el corte de la cesárea por lo que, mediante magia, tocaba detener esa excelente cualidad fisiológica para que los retoños no corriesen mayor peligro del que ya corrían.


La matriarca no respondió, en lugar de eso terminó de alistar el instrumental, la maquinaria, y las incubadoras, colocándose unos guantes de látex, mientras su sobrina se decidía entre el actuar médico y la moral.


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Ya era hora de regresar. O sea...no es que acabara de llegar, pero a conciencia deje la Mansion Macnair de ultimo. Antes habia solucionado la mayoria de mis asuntos...con Sagitas y familia.....con el trabajo....con los negocios.....y ahora que habia cerrado mi cuenta en la hosteria solo quedaba la Mansion Macnair. Llegar no fue problema, aunque aun me preguntaba si tendria mi cuarto aqui y no habia sido eliminado del arbol genealogico. Estar desaparecido varios años y el hecho de ser meramente un hijo adoptivo podria causar dicho desenlace. Y claro estaba el asunto de que se que cissy me vio en el asunto de la declaracion de guerra con Bulgaria.....estaba ahi y apenas la salude....o bueno no tuve tiempo. Pero eso no era escusa para haberme demorado otras tres semanas en aparecer.

 

Asi que solo faltaba probar a entrar por la puerta....si lo lograba al menos era un indicio de que podria regresar a mi cama mullida. Lo que haria a hurtadillas para no molestar a nadie y para evitar la reprimenda que de seguro me aguardaba. Abri la puerta y curce el umbrla de la misma....y no...no paso nada. Respire con alivio y tomando mi maleta comence a subir por las escaleras. Pero ya en el segundo piso percibio un jaleo poco habitual asi que guiado por la curiosidad decidio investigar.

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Dos semanas antes

 

 

Sybilla se paseaba tocando todo lo que tenía a su alcance: la cómoda, la lámpara, los postes de la cama, las cortinas. Se detenía en cada objeto oliéndolo y sintiéndolo con sus manos, mientras era observada por los habitantes de las fotos y retratos que decoraban las paredes. Le había propuesto recuperar su habitación ni bien habíamos vuelto a la mansión, pero ella había declinado la oferta de buena gana, argumentando que quería algo nuevo para su nueva vida. Así que había tomado una de las habitaciones de invitados y abocado a la tarea de decorarla a su gusto, con objetos que había mantenido guardados tras su prematura muerte.

 

Tomó uno de los almohadones mullidos que decoraban el sofá de un cuerpo junto a la ventana y tomó asiento, observándome. Yo me encontraba semi acostada en la cama, con mi abultado vientre oculto bajo un sweater fino de lino.

 

-¿Para qué querías verme?- quiso saber.

 

Sonreí levemente, apenas una mueca en mi rostro. Era raro tenerla allí, en carne y hueso y aún me encontraba pensando en lo mucho que habíamos vivido todos los años que habíamos compartido conciencia y alma. Una podría esperarse que luego de tanto tiempo supiera lo que iba a decir, cómo iba a reaccionar, qué cosas iba a elegir pero no era así, no con ella. Sybilla había demostrado, una vez más, lo insondable de sus muchas facetas. Era, como a ella le gustaba recordar, una nueva mujer a la que estaba viendo, sin importar que sus facciones adoptaran, a veces, los rasgos de su antiguo cuerpo mortal por medio de la metamorfomagia. Me recordé eso cuando le respondí.

 

-Calculo que a estas alturas Arya ya ha manifestado su preocupación por la posición de los gemelos, aunque no ha dictaminado nada en realidad. Tenemos un poco de tiempo para que ambos se acomoden- hice una pausa, pensando en esa remota posiblidad. Sybilla seguía en silencio, mirándome a mí y a mi panza en intervalos de pocos minutos.

 

-Sí. Me ha dicho que ambos se encuentran en una posición complicada y que habrá que tener cuidado durante la intervención- se abrazó un poco al almohadón que tenía entre sus manos y comprendí de inmediato su incomodidad: ella había tenido varios hijos, ninguno sin complicaciones pero aún así los había perdido de una u otra forma-. Pero todo va a salir como está planeado. No tienes que preocuparte por ello.

 

-Nunca has sido buena para mentir, Sybiss- sus ojos volaron hacia los míos con una velocidad inusitada y se encendieron ante la pronunciación del diminutivo que solía utilizar Artemis para dirigirse a ella. Nadie más la había llamado así, nunca. Yo lo sabía-. Los gemelos corren peligro y es mi responsabilidad, como su madre, asegurarme de que ambos nazcan bien. Por eso te necesito-. Hice una pausa pero ella no dijo nada-. Quiero que me jures, que en caso de tener que elegir, los salvarás a ellos-.

 

Sybilla se puso en pie, dejando el almohadón en el sofá.

 

-No puedes pedirme que haga eso. Los tres van a estar bien, no deberías preocuparte. Arya es buena en lo que hace, tiene todo bajo control.

 

-Sí, y tú has recibido bebés en el pasado también y sabes de sobra que las cosas pueden complicarse. Soy un licántropo, la maldición lupina no dejará de regenerar mis tejidos mientras me hacen la cesárea para sacar a Elyssa y Taren, así que le he pedido a Arya que haga uno de sus cócteles especiales para impedir la regeneración inmediata. Pero aún así, ellos van a peligrar; pueden sofocarse, extrangularse... Tienes que prometerme que los vas a salvar- mi tono había ido en aumento mientras hablaba a toda prisa, queriendo que las palabras salieran de una sola vez.

 

Sybilla asintió.

 

-Por supuesto que voy a prometerte salvarlos a los tres...

 

-No, no a los tres. Tienes que prometerme que si estamos en peligro, vas a salvar a mis hijos- la interrumpí, mis ojos vidriosos.

 

Su boca tembló, lo vi.

 

-¿Me harás elegir a mí? ¿Qué hay de Sebástian?- su voz salió quebrada y el golpe me dio en el pecho, donde presionó las costillas-. ¿Vas a obligarlo a elegir si debe salvar a su esposa, a uno de sus hijos o dejarte morir y salvar a los gemelos? ¿Serías capaz?- arrugó la frente, claramente conmovida.

 

-¡Estabas dispuesta a dejar morir a Arya para salvar a Ámbar! ¿Qué es lo que cambia?- exclamé, exasperándome.

 

-Eso es un golpe bajo incluso para tí, Macnair. Yo no sabía quién era Arya y Allen estaba ahí, no iba a dejarla morir- su dedo apuntó a mi pecho con claro tono de acusación, dolida por mis palabras.

 

Pasó como una tromba por la habitación y se dirigió a la puerta, pero yo fui más rápida. Un movimiento de mi zurda y la varita apareció entre mis dedos. La puerta se cerró con un click y un "muffliato" insonorizó la habitación. La bruja apretó los puños y clavó sus ojos en mi cuando estiré la diestra para tomarla por el brazo y detenerla; sus irises eran esmeraldas y lilas y danzaban como una tormenta a punto de estallar. Tenía los labios apretados en una fina línea.

 

-No sabes lo que estás pidiendo. Tú no sufrirás, ¿pero qué hay de tu familia? ¿Sebástian, los gemelos? Ellos van a estar perdidos sin tí. ¿Arya?- intentaba disuadirme.

 

-Por favor- le rogué-. Júralo. Jura que vas a salvarlos, sin importar el costo- se me nubló la vista por las lágrimas-. ¡JÚRALO!- grité.

 

Sybilla dio un respingo y asintió. Tomé mi varita, aún con mi diestra y su zurda unidas.

 

-¿Juras que salvarás a mis hijos aún si mi vida corre peligro de muerte?

 

Tragó saliva.

 

-Lo juro.

 

Un fino hilo de plata salió de mi varita y envolvió nuestras manos.

 

-¿Juras que cuidarás de ellos si yo muero durante el parto o por complicaciones posteriores?

 

-Lo juro.

 

Otro hilo de plata salió de la varita y se agregó al anterior, formando una cruz.

 

-¿Juras que cuidarás de Sebástian y de mi familia, dándoles todo, como si fuera la tuya?

 

Su mano apretó la mía y negó con la cabeza.

 

-Sybilla, te lo suplico- un mero susurro cortado.

 

-No puedes pedirme... Yo... Él... No le hagas eso...

 

¿Juras que cuidarás de Sebástian y de mi familia, dándoles todo, como si fuera la tuya?!- repetí, haciendo énfasis.

 

-Lo juro- suspiró.

 

El tercer hilo de plata envolvió nuestras manos y luego, juntos los tres, desaparecieron. El juramento inquebrantable estaba hecho. Una deuda de vida o muerte la ataba a mí ahora y sólo se extinguiría si se cumplía lo que se había jurado o si yo moría.

 

La puerta hizo otro click y se entornó. La bruja renacida soltó mi mano y salió de mi habitación, sobando por la nariz, sin mirar atrás. Estaba enojada, lo sabía, porque la había forzado a tomar la decisión por mí sobre mi vida. Hubiera pensado que ella era más fría, que podía desprenderse de esos sentimientos y ver las cosas de manera objetiva pero solía olvidarme de que ella poseía sentimientos más profundos de los que demostraba.

 

Me recosté sobre los almohadones y miré por la ventana, directo al atardecer naranja que se cernía sobre Ottery St. Catchpole. Una de mis manos recorrió la geometría de mi vientre, sintiendo los movimientos de los hermanos Stark.

 

-Van a estar bien- susurré, cerrando los ojos.

 

****

 

Tiempo actual

 

Escuché el sonido de una palmada demasiado fuerte para considerarse un aplauso y suspiré. Arya había llegado y probablemente su primer movimiento había sido un abanico con la mano que había encontrado su tope en la mejilla de mi esposo. Nunca había disfrutado del vicio del tabaco y Sebástian respetaba mi elección pero últimamente estaba tan nervioso que encendía uno detrás de otro, sin importarle hora o momento. Por supuesto, mi habitación estaba encantada para que el humo no llegara pero el zaguán no, por lo que seguramente la humareda se había extendido hasta el corredor, las escaleras y, por ende, el resto de la casa.

 

-No seas tan dura- le dije a mi sobrina apenas ingresó en la habitación.

 

Sus ojos fueron directo de mi hacia la cama en clara réplica de que hubiera abandonado el mullido colchón en pos de mirar por un rato el verde de los pastos recién cortados.

 

-Cinco minutos, quizá tres- me encogí de hombros mientras dejaba que ella tomara control de la situación.

 

Toda una experta con su maletín de doctora, colocándolo a un lado y tomando algunos instrumentos médicos encantados que comenzó a manipular con maestría mientras se dirigía de nuevo hacia mi, un poco más calmada, aunque suponía que era algo más bien fingido. La situación no había cambiado para nada en las últimas semanas y todo indicaba que aquello iba a resultar más difícil de lo esperado. Dejé que me colocara el vial con aquella poción que se suponía debía mantenerme con vida.

 

-No tienes que sentirte mal por decirlo, ¿sabes? - me recliné mientras Arya tomada el gel y lo esparcía por mi vientre, tomando el aparato para proyectar la imagen de mi vientre entre nosotras, como una película muggle-. Ya sabíamos cómo venían. Ya sabes que es tu deber hacer lo que sea para salvarlos...- agregué.

 

La puerta se abrió, la proyección cesó y Sebástian tomó su lugar a mi lado, agarrando mi mano con fuerza y ternura mientras observaba a su hermana de sangre y juramento con el semblante más preocupado que le había visto en mucho tiempo. Sentí remordimiento por mis últimas palabras, por la pesadez del secreto que le había guardado estos últimos días. Porque serían los últimos, sabía, que iba a pasar con él. Era probable que no conociera a mis hijos y lo tenía más que claro y aceptado, pero era duro ver a Sebástian a los ojos y no poder sincerarme con él, despedirme al menos. Sabía que era algo que él no iba a aceptar nunca.

 

Le palmee la mano y la puerta de la habitación se abrió de nuevo, permitiéndole a Sybilla entrar. Sebástian soltó mi mano y, luego de que la bruja intercambiara un escueto saludo con Arya y una mirada de desaprobación hacia mi esposo, la pelirroja y el norteño salieron, dejándonos a la griega y a mi solas.

 

-Cree que no conozco los riesgos- dije, recostándome en los almohadones y quejándome por una nueva contracción.

 

Sybilla no respondió. Movió su varita y las sábanas de la cama cambiaron, asimilándose a las de un hospital. Todo había sido dispuesto para asistirme en la mansión.

 

Cerré los ojos y me quedé sintiendo los latidos acelerados de mi propio corazón. Una punción en la nuca y un dolor profundo, no de una contracción, me invadió.

 

-Sybilla- llamé.

 

No necesité decir más. La bruja abrió la puerta y llamó a Arya, indicándole que era el momento, que los niños necesitarían oxígeno, porque la hora estaba llegando. El dolor se transformó en muda quietud y, entonces, sentí que mi cuerpo comenzaba a perder fuerza. ¿Qué pasaba? Había estado monitoreando los latidos de mi corazón, la presión en mi sangre, el ritmo de los bebés. Algo ocurría.

 

-Ar...Ary...- el aire no llegaba.

 

-¡ARYA!- gritó Sybilla y la escuché distante, como dentro de un túnel largo y frío.

 

***

 

Sybilla

-Recibiré a Elyssa, tú encárgate de Taren-.

 

La bruja alistó los instrumentos, mientras un cubo de agua limpia y jabón yodado volaba hacia ella por arte de magia, invitándola a limpiarse antes de colocarse los guantes de látex. El delantal quirúrgico ya estaba atándose, también con magia, tanto para ella como uno para Arya.

 

-Primero los niños, Arya- la regañó, mientras tomaba posición-. Has la incisión- le ordenó, mientras comprobaba el tanque de oxígeno de Castalia y los signos vitales que se dibujaban en el aire, gracias a unos cuantos hechizos realizados en varios aparatos muggles. Las luces se atenuaron y unas lámparas mágicas se colocaron a la altura y distancia necesaria para iluminar la escena.

 

Del otro lado de la puerta, el vampiro oía todo sin perderse un solo detalle. Apretó los puños, impotente, mientras oía a Sebástian caminar por el hall de un lado a otro como un animal enjaulado. La voz de Rohana flotaba hacia él, sutil, llena de paz y armonía. Era la única criatura que no parecía perder la calma además de Castalia. Incluso los elfos estaban alborotados a pesar de parecer silenciosos, correteando entre las sombras. Él sabía que no podía ayudar, que su autocontrol ante tanta sangre se vería amenazado.

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  • 2 semanas más tarde...

Los gritos de Sybilla le aturdieron. Por unos instantes absolutamente todos los sonidos que le rodeaban parecieron para a segundo plano y solo podía oír su propia respiración y los latidos del corazón bombeando sangre a todo el cuerpo. Cada palpitar le mareaba. Castalia tenía una bomba de tiempo en el vientre y un reloj corriendo en el pecho. "Primero los niños, Arya" bramó su tía y la orden teñida de regaño la despabiló como un poco de agua fría en el rostro por la mañana. Estaba acostumbrada a trabajar bajo presión, bajo muchísima presión pero las personas que tenían entre manos le representaban una responsabilidad más grande de la que nadie fuera o dentro del cuarto imaginaría, así como sucedía en el caso de Cissy, algo que ella ignoraba.

 

—¡Ya!— Replicó.

 

Había alejado el bisturí de la piel pues tenía el pulso alterado. Acto seguido inhaló profundo por la nariz y permitió que el aire escapase acariciando sus labios algo enrojecidos mientras se lanzaba de una sola vez a realizar el corte horizontal que le permitiría extraer a los bebés lentamente pero con prisa. Tenía los brazos esterilizados, los guantes de latex en perfecto estado y el delantal quirúrgico manchado con unas cuantas gotas de sangre, la peor parte estaba por llegar y lo sabía.

 

Las incubadoras estaban previstas. Las luces parecían abrasadoras como rayos de sol, sentía que sudaba y solo habían transcurrido unos pocos minutos. Con fuerza separó el vientre de Croft, que ahora se dividía en dos partes debido al corte. Ahora era el turno de la Matriarca, debería quitar el cordón umbilical del cuello de Elysia y sacarla para que pudiese meter sus propias manos y mover a Taren hacia el exterior, consiguiendo de esa forma que los bracitos de su hermana le soltaran el cuello.

 

La bebé estaba algo morada, se notaba que necesitaba intervención médica de inmediato, mientras que el pequeño Taren solo se veía incómodo por la posición.

 

Una vez que el cordón fue cortado cada par de manos se dirigió hacia las respectivas incubadoras. El varón tenía sus signos vitales en excelente forma, lloraba mientras el oxígeno quemaba sus pulmones al ingresar por boca y nariz. Tenía la piel rosada, los ojos abiertos de par en par, era realmente hermoso aunque aun no tuviese color definido. En cambio, al voltear y ver por sobre su hombro las facciones desencajadas de Cissy le dejaron saber que su hermana no estaba corriendo con la misma suerte, la niña no lloraba y veía que una de sus manitos colgaban.

 

Más su atención fue repentinamente captada, mientras con temblor dejaba reposar a Taren dentro de la incubadora y le colocaba un pañal, por un pitido que nuevamente la dejó sorda. Las alarmas del computador que monitoreaba las pulsaciones de la parturienta se encendieron, Macnair abrió los ojos de par en par. Taren comenzó a llorar, Elysia no respondía. La desesperación se apoderó de ella, solía ser muy profesional pero en ese momento el juicio se le nubló.

 

—¡Cissy, Castalia!— Gritó, sus alaridos se mezclaban con el quejido del varón, la camilla y el suelo estaban teñidos en carmesí, los labios de Croft se ponían morados, sus ojos perdían vitalidad, la alarma estaba por sacarla de quicio. Era demasiado ruido para una persona que disfrutaba del silencio.

 

Sybilla se le interpuso con la niña inconsciente en brazos. Quería que entrara en razón.

 

—¡¡Déjame pasar!! ¡¡Castalia!!

 

Era como ver morir una segunda vez a Emma, al amor de su hermano, a la vida entera de éste. Se lo había prometido, por amor a Merlín, lo estaba traicionando por segunda vez.

 

—Cissy, déjame pasar, por favor, se muere.

 

La puerta se abrió.

 

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Castalia Macnair

 

 

La intravenosa goteaba y con cada onda, un nuevo dolor me aquejaba el cuerpo. La anestesia ni siquiera había hecho efecto cuando Sybilla dio la orden a Arya de hacer la incisión de cesárea para sacar a los gemelos y realmente no me importaba; quería que mis hijos estuvieran fuera, sanos y salvos, sino se sofocarían al ir perdiendo líquido. La griega me miró a los ojos mientras Arya hacía su trabajo, consciente de los riesgos.

 

Un chillido inhumano escapó de mis labios al sentir el filo del bisturí y luego las herramientas para abrirme la herida, que poco a poco iba a cicatrizar, aunque fuera lentamente y, si eso ocurría, tendría que volver a abrirme una y otra vez hasta que los gemelos estuvieran fuera. Sentí el par de manos invasivas, aún a través de los guantes de látex y el dolor se hizo más insoportable. ¿Acaso me habían dado suficiente sedante? Porque podía sentir absolutamente todo. Mi pulso se aceleró aún más y la máquina comenzó a emitir un leve pitido, indicándole a los presentes que estaba cerca de entrar en shock. Aún intentando calmarme, el dolor se me hacía insoportable. Arya había tenido que utilizar un bisturí de plata para poder hacer bien la incisión, ya que otro material hubiera corrido riesgo de no ser suficientemente bueno para la proeza.

 

Vi a Sybilla sostener a Elysia y luego oí un llanto, pero no era el de ella. Taren estaba en manos de Arya y ya se quejaba por la repentina llegada al mundo, la lejanía de su gemela y el frío fuera del vientre. Pero Elysia... Estaba azul. Estiré una mano hacia ella y Sybilla me miró, llamando a Arya para que la socorriera. <<Me lo juraste>> pensé, esperando que ella pudiera verlo en mi cara. <<Sálvala, me lo juraste>>. La pérdida de sangre era demasiada y la cesárea ni siquiera parecía tener intención de cerrarse. Mis ojos se nublaron y la máquina comenzó a pitar descontrolada.

 

 

Aidan Howard

 

-¡Atiende a Elysia primero!- el grito de Sybilla llegó a sus oídos cuando la máquina comenzó a pitar y ya sabía lo que tenía que hacer.

 

-SEBÁSTIAN- bramó y el licántropo estuvo en menos de un parpadeo a su lado.

 

Ambos irrumpieron en la habitación. Los colmillos de Aidan asomaron al sentir el olor de la sangre, pero no la derramada por Castalia, sino la de los bebés recién nacidos, tiernos y frescos. Sebástian corrió junto a sus hijos, llevando a Arya por delante y tirando de ella para que asistiera a Elysia, desviando su atención de su moribunda esposa.

 

Aidan, por su parte, se tiró sobre la camilla y le quitó la intravenosa a Castalia que contenía el suero creado por Arya y le colocó un vial de sangre, comenzando con el proceso de RCP. Pero la herida, aún así, no sanaba. El veneno en su sangre era demasiado, que el vial lo desplazara tomaría quizá una hora o más y no tenían ese tiempo. Tomó un poco de su sangre y la esparció por la herida abierta, haciendo que cerrara de inmediato.

 

-Recuérdame golpearte cuando despiertes, maldita presumida- dijo entre dientes, haciendo lo último que tenía pensado: la mordió.

 

Los colmillos del vampiro se clavaron en la carótida de la morena y comenzó a beber sangre -lo que quedaba en su cuerpo al menos- escupiéndola para dejar que la sangre limpia comenzara a inundarla y se recuperara sola, por la maldición lupina. Su mirada iba de la máquina conectada a ella, que aún seguía pitando, a los ojos enrojecidos de Stark, quien suplicaba tanto por la vida de su esposa como por la de su hija neonata.

 

-¡Eso no está funcionando!- gritó Sybilla sobre su hombro.

 

-¡Ya lo sé!- Howard golpeó sus manos sobre la camilla y gruñó.

 

Castalia seguía en paro a pesar de sus esfuerzos.

 

-Vale...- musitó el vampiro.

 

Detuvo la resurrección y se mordió la muñeca, colocándola sobre la boca de la lycan, elevando su cabeza para hacer que la tragara. Tenía que hacerla recuperar fuerzas, tenía que devolverla al plano de los vivos o su mejor amigo la iba a matar. Sebástian no le perdonaría jamás haber tenido la vida de su amada en sus manos y haberla perdido.

 

-Ten- Sybilla se abrió espacio y dejó caer en la boca de Macnair un frasco entero de Poción Reabastecedora de Sangre.

 

Entonces, Elysia lloró. Un grito desgarrador, buscando aire. Y Castalia abrió los ojos.

 

 

Dos semanas antes

 

Sybilla salió de la habitación hecha una furia, mientras murmuraba por lo bajo. Aidan aprovechó la oportunidad para entrar a ver a Castalia, quien se acariciaba la barriga mirando el atardecer que se iba convirtiendo en noche en Ottery. Ella ni siquiera volteó a verlo cuando él cerró la puerta, pasó a su lado y se sentó a los pies de su cama.

 

-¿Vienes a regañarme?- preguntó Castalia.

 

Aidan soltó una risa sin gracia y la miró, alzando ambas cejas.

 

-¿Cuándo me has escuchado?- quiso saber.

 

-Nunca- respondió la bruja.

 

-Exacto- hizo una pausa y luego suspiró largo antes de hablar-. Creo que tu esposo tiene derecho a saber lo que planeas hacer. Tiene derecho a despedirse en caso de que suceda lo peor, ¿no crees?

 

-Puedes creer lo que quieras, Aidan. Que mi esposo tiene derecho, que Arya tiene derecho... Pero no eres padre...- se detuvo al ver la expresión en el rostro del vampiro, que había pasado de una solemnidad sincera a una crudeza que daba miedo-. Yo.. lo siento... de verdad- porque Aidan sí había sido padre, de dos hijos y ambos habían muerto. Edward había encontrado la muerte verdadera luego de que su esposa mortal muriera, incapaz de vivir sin ella. Y Connor había sido asesinado por su padrastro-. Debes creer que soy un monstruo por tomar decisiones a espaldas de él, pero créeme que será más sencillo así para las dos partes. Sebástian podrá seguir sin mí, por los gemelos.

 

Pero él negó.

 

-Si la cosa se pone fea, entraré a ayudar. Creo que lo sabes de sobra. No dejaré que enfrenten esto ustedes tres solas- sonrió, aparentemente la perdonaba por su exabrupto sobre la paternidad.

 

-No podrás controlarte, atacarías a los bebés- ella no iba a poner a sus hijos en peligro.

 

-No te preocupes por eso... Sólo necesito que sepas que voy a estar ahí. No diré nada sobre lo de Sybilla siempre que me dejes ayudarte- eso era una extorsión.

 

Lo pensó un momento. Luego asintió.

 

-De acuerdo.

 

@@Arya Macnair

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