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☦ Catemaco's Magic☦ (MM B: 111338)


Valeskya Granger
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Algo que la ojivioleta no terminaba de comprender, era la necesidad que tenía su hermano de hurgar en el pasado. A pesar de que él le explicaba los motivos, simplemente era algo a lo que no le encontraba sentido; a esas alturas de su vida, en lo que a ella se refería, ya no le interesaba saber nada de sus padres; los quería mucho, sí, pero no sentía esa necesidad de estar con ellos, de hablarles, de contarles sobre su vida. Quizás por el hecho de que nunca habían sido tan cercanos, influía sobre su manera de pensar.


Lo que a la Granger sacaba de sus casillas, era el hecho de insistir en las ideas más locas que llegaban a su mente. Una sesión con espíritus, definitivamente era algo posible, pero no lo haría; seguía pensando en que era una pérdida de tiempo, sin contar que hacer eso seguramente influiría más en la necedad de Joaquín en querer saber más y más. Lo veía como algo evidente, pero prefirió mantenerse en silencio, mientras escuchaba la respuesta a la pregunta que había formulado.


Se mantenía cruzada de brazos, escuchando pacientemente su historia, no para llevarle la contraria, sino solo para satisfacer su curiosidad. Estaba llegando a la conclusión de que quizás estaban destinados para ser opuestos totalmente, en su forma de ser y de pensar; reconocía que muchas veces le llevaba la contraria solo para molestar, pero también era cierto que en conversaciones serias, tampoco solían ponerse de acuerdo. Ambos tenían una visión muy diferente de sus padres y de las cosas, seguía costándole creer que él hubiera sido abandonado; más bien pensaba que era cosa de una mala fortuna.


Tal y como lo había sospechado, quería saber detalles sobre ella y su vida, lo cual hizo que se mantuviera callada durante un buen rato. Meditaba la situación, sabía que lo que fuera que le dijera, no sería suficiente en comparación al sufrimiento del que él había sido objeto… o al menos así como él lo describía, a la joven no le parecía tan atormentador. Es cierto que la curiosidad siempre permanece ahí, pero también había tenido la oportunidad de conocer cosas acerca de los vampiros, muchas de las cuales ella desconocía.


- Fuiste prisionero en una jaula de oro… - Dijo secamente. - ¿Disfrutas tanto tu vida inmortal que ni siquiera alguna vez te planteaste la posibilidad de morir? – Podía escucharse un poco cruel el tono en el que lo decía, pero la intención era otra; ella en más de una ocasión se había planteado la posibilidad de querer morir y no por instinto suicida, sino porque simplemente ya estaba viviendo en una época que comenzaba a resultarle totalmente ajena, de no ser porque ahora encontraba muchas razones por la cual mantenerse bien.


- Mi sufrimiento – Exclamó en tono sarcástico. - Siempre estuve acostumbrada a estar sola y tomar mis propias decisiones. Enamorarse no es la mejor opción siendo tan joven. – Recitaba las palabras casi de forma automática. - Mi ideal era pertenecer a la Orden del Fénix, igual que nuestros padres, sin embargo, en mi camino me enamoré de una persona y tuvimos una hija… aunque eso ya lo sabes perfectamente, ya que siempre te encargas de echarme en cara lo mala madre que soy ¿cierto?-


No pudo evitar soltar el tono de rencor en su voz, pues el ojiazul solía decirle las cosas con ganas de molestarla y lo lograba al inicio, no por el hecho de que la fastidiara, sino más bien porque solía meterse con cosas que resultaban delicadas, aunque con el paso del tiempo había aprendido a ignorar ese tipo de comentarios hirientes hasta casi reírse de ellos. Caminó hacia la mesa y se volvió a sentar mientras lo miraba fijamente a los ojos.


- Lo malo de enamorarse es que nunca ves la clase de persona que es y cuando lo descubres, muchas veces es demasiado tarde. Resultó ser un espía dentro de un grupo peligroso y fue perseguido… lógicamente, él, mi hija y yo tuvimos que huir por esa razón… aunque la causa la descubrí muchos años después, cuando ya era demasiado tarde y de sus propias palabras ¡ja! – Sonrió amargamente.


- En la huida, él y yo nos separamos, me llevé a mi hija y por temor a que le hicieran algo, confié en dejarla a merced de los muggles. – Lo que decía, solo era producto de las conclusiones que había tejido después de reunir las diferentes versiones de la historia. - A mi me atraparon y un día desperté en casa, sin recuerdo de lo ocurrido anteriormente… prácticamente es como si hubiera nacido, sin ninguna clase de imagen de mi pasado. –


- Llámalo sufrimiento o lo que sea, al final he entendido que mi hija y yo hemos estado mejor viviendo por separado. También comprendí que al contrario de ti, no me interesa tener que revivir mi pasado. Tomé como una señal el hecho de perder mis recuerdos antes de la conversión y ahí lo dejé. – Dijo a manera de conclusión. - Y afortunadamente, desde que empecé a ver las cosas de esa forma, he aprendido a ser mucho más feliz.- Al final recordó lo que se había guardado desde que el Granger había comenzado a hablar:


- Con respecto a la sesión de espíritus... no cuentes conmigo.- Finalizó.

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¿Morir? ¿Yo? ¡Ja! Joaquín Granger nunca se planteó volver a rozar las frías garras de la muerte otra vez, ahora el que tenía unas frías garras y traía muerte al mundo era yo. La diferencia entre su conversión y la mía era que la joven de cabello negro azabache y ojos violetas, no recordaba su transformación y yo sí. La fiebre, la desesperación, el cuerpo sudoroso, tener la sensación tan horrible de que se escapaba un trozo de vida a cada respiración y que cuando piensas que es el último sigues en esa agonía un segundo más, y otro, y otro, y otro. Casi podía pensar que le temía a la muerte.

 

 

Valeskya no había dicho nada acerca de querer morir, y en su tono no lo transmitió, sin embargo había cosas que yo sabía... A cambio de una inmortalidad, muchos de los nuestros acaban siendo rodeados por una angustia y una melancolía tan grande que al final deciden acabar con su vida. Lo cierto era que nuestra historia estaba lleno de vampiros que vivieron tantos años como pudieron, y al final ellos mismos acabaron con su vida. Muchos no lo hicieron por esa maldición de melancolía, sino porque se enamoraron de tercos mortales, porque no pudieron adaptarse a los nuevos tiempos, o no supieron resolver los escabrosos asuntos del pasado.

 

 

Lo que yo respetaba de la muerte, era que sabía dejar un vacío en el mundo físico y una desolación en nuestros corazones que no se suplantaban fácilmente y algunas veces nunca se terminaban de curar. Era mi caso. Un motivo por el cual muchos vampiros despreciaban a los humanos era porque no querían encariñarse y verlos partir, pero tampoco querían someterlos a nuestras maldiciones, como la ya mencionada melancolía, o privarlos del sol que tanto disfrutan, a tener que cargar con un alma negra por causar muerte y dolor. Era bien sabido que muchos odiaban a sus creadores.

-No, hermanita, nunca se me pasó por la cabeza quitarme la vida, ya estuve cerca de la muerte una vez y lo recuerdo demasiado bien como para repetirlo...

 

 

Escuché con paciencia su relato aunque me lo censuraba, no daba nombres ni detalles sobre su extraño y conflictivo, pero también cobarde amor. Su frialdad no dejaba que llegaran a mi mente la magnitud con la que sufrió Luna todo aquello, sin dudas, me habría partido el alma escucharlo de ella. Al final parecía que los hermanitos Granger no sabían de quien enamorarse, y aunque ella lo había dicho como si tuviera opción de enamorarse o no, no podía recriminarle nada, yo mismo había pasado por un amor de lo más tormentoso. La diferencia es que yo sabía la verdad y aun así apostaba a eso.

 

 

Mis ojos se tornaron naranja por la furia que me invadía al pensar en las peripecias que una persona poco sincera había hecho pasar a mi hermana, y ahora ya no separa a Luna y a Valeskya, hablaba de Ella, la que estaba frente a mí contando la historia, con voz de rencor cuando me remarcó que la llamaba mala madre, y su conocida indiferencia en el resto del relato. No negaba que sentí un atisbo de culpa al pensar la cena familiar en la que la llamé de esa manera, pero ella también se había metido con mi rol de padre y no me disculparía con ella.

 

 

No podía justificar las acciones de mi hermana, yo no me imaginaba una realidad en la que me viera separado de mis hijos aunque fuera por su protección; por otro lado, nunca me vi involucrado en una situación como la suya. Agradecía estar al margen de los ideales humanos que reinaban en aquella pequeña sociedad; no me tomó mucho tiempo entender que la paz que allí reinaba en el día a día era por meros acuerdos y valores morales de la familia, porque cada uno era consciente de que podía estar conviviendo con su peor enemigo.

 

 

Tampoco veía como no se había esmerado en reconectarse con su hija de la cual no recordaba el nombre, y era tan odiosamente parecida a Valeskya, por la única vez que la vi, que egoístamente agradecía que no viviera en la mansión con el resto de la familia. Sin embargo yo concluía que Valeskya había tejido unas conclusiones que la hacían sentirse cómoda con sus fallos, ya que hasta ella sabía que si se lo cuestionaba mucho, enloquecería. Dijera lo que dijera, ella estaba en un finísimo equilibrio.

 

 

-No coincidimos -dictaminé lo obvio,- ¿No intentaste volver a convivir con tu hija? ¿Hablar con ella? ¿Explicarle lo que pasó? No lo sé, Valeskya, que tú lo consideres como lo mejor, me da a pensar que no has escuchado lo que tu hija tiene para decir al respecto. -Levanté ambas manos, como quitándome peso por mis palabras- Ya que, son cosas tuyas.

Ya que rechazaste la sesión de espiritismo, cosa más que esperada, espero que no rechaces hacer las limpias y los amarres.

 

 

Me puse de pie, pues suponía que no se llevarían a cabo ahí donde me acababan de leer la suerte. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que llegué? el est****o copel me hacía perder la noción del tiempo. No negaba que el hecho de que negara hacer la sesión me irritaba un poco aunque fuera lo más esperado, pero intentar persuadir a la ojivioleta requería una energía que ya no tenía, lo intentaría en la mansión. Aunque ella dijera que yo era terco, ella no se quedaba atrás.

 

 

-¿Vamos o hay algo más que desees saber de mí? Puedes preguntar lo que quieras.

 

 

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La Granger arqueó una ceja como señal de estar de acuerdo con lo que había dicho: era evidente que no coincidían en casi nada. Después de que ambos contaran sus historias, la diferencia era aún más marcada. Por un lado, su hermano parecía disfrutar de la inmortalidad, aunque no pudo concluir si era porque ya había estado cerca de sentir la muerte o simplemente disfrutaba el hecho de sentirse superior a un humano común y corriente. Por un breve instante, creyó que la segunda razón era mucho más poderosa, sin embargo, siempre había mucho más de un motivo que llevaba a un vampiro a permanecer en esa condición.


En el caso de la ojivioleta, sus razones eran mucho más sencillas: si bien ella no lo había elegido, había decidido poner su máximo empeño en que, si bien nunca podría recuperar con exactitud sus recuerdos perdidos en el pasado, al menos trataría de forjarse una vida de acuerdo a lo que ella quisiera. No disfrutaba de su condición, porque solo la idea de que algún día perdería a las personas que quería, era algo que quizás no podría tolerar. Trataba de mantener esa idea apartada de su mente constantemente, ocupándose en varias actividades, para evitar quedarse sola y que su mente divagara en cosas que la lastimaban.


Aunque claro, era algo que ella no reconocería frente a su hermano y no por tratarse de temor, sino porque no la entendería. El ojiazul tenía una percepción diferente de las cosas y justo con su último comentario lo había dejado en claro; ella le dedicó una amarga sonrisa, como si tratara de decirle que era demasiado obvio lo que había ocurrido entre ella y su hija. Por un instante, dudó en que si debería contarle más detalles; aunque recordó que no había hecho mas preguntas incómodas acerca de lo ocurrido con aquella pareja que había tenido.


- Ay Joaquín – La joven suspiró al tiempo que adquiría un tono de infinita paciencia como si tratara de explicarle a un niño. - No son solo MIS decisiones… ¿Cómo te explico?... – Lo meditó un instante, dudando un poco de qué tan confiable sería su hermano. - No fui yo quien dejé a mi hija en esta última ocasión. A veces las explicaciones no son suficientes, ni porque vengan directamente de su autora. – Se señaló al tiempo que se inclinaba de hombros.


- Es como en tu caso, el resentimiento a veces supera las ganas de querer recuperar una vida… y no, no intento decir que es de sabios aceptar las cosas así sin más. – Dijo la pelinegra, pensativa. - Aunque lo cuente de la forma más simple, es claro que intentamos hablar y todo eso… aunque ella decidió irse. Y sí, lo lamenté al principio… pero no puedo estar así por el resto de mis días. En parte también por eso he vuelto, por si ella en algún momento decide regresar a buscarme.-


El tono de su voz sonaba totalmente neutral, elaborado con todo el esfuerzo para que su hermano no comenzara a sacar conclusiones. Había dicho todo lo que tenía que opinar acerca del tema, incluso la sesión de espiritismo rechazada y finalmente agradeciendo internamente que el Granger no insistiera más en ninguno de esos temas. No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero sin duda era más del necesario; aunque ninguno de los dos tuviera alguna clase de problema con perder el tiempo, era indispensable seguir avanzando para que conociera todos los servicios.


- Vamos, igual puedo seguir preguntándote en el camino si se me ocurre alguna cosa. – No había terminado de pronunciar la frase, cuando se le ocurrió preguntar algo que quizás traspasaría cualquier límite establecido. Le hizo un ademán a su hermano, para mostrarle la salida. - Hacia abajo, en la sección clasificada es donde llevaremos a cabo la limpia… por lo complicado de tu caso, es necesario hacer una limpia de uso rudo… entiéndase que usaremos una gallina mezclada con hierbas-


- Es por eso que ocupo que te cambies, te pongas alguna prenda blanca… unos pantalones o shorts solamente. Sin camisa o playera, mientras más descubierto estés, mejor… Se trata de que el poder de la gallina entre hasta tu espíritu. – Hablaba seriamente, mientras bajaban las escaleras. - Te veré en unos instantes y ve pensando en la respuesta a esta pregunta. ¿Cómo fue tu relación con mi amiga? – Iría a ponerse algo más adecuado para la ocasión, y con un poco de suerte, sabría más detalles acerca de esa historia.

Editado por Valeskya Granger

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-Lo que necesitamos aquí es un pensadero, de otra forma no nos vamos a entender, nunca -dictaminé, zanjando el asunto- Al menos me consuela saber qué piensas en tu hija y en un posible reencuentro -levanté la mano.- Ni se te ocurra decirme que no me meta en asuntos ajenos y personales, solo estoy dando mi opinión, no hace falta que te pongas a la defensiva.

 

Cuando mencionó lo de la gallina dado mi caso, no pude menos que reír divertido. Si me hubiera dicho que se necesitaba una albina virgen de dieciséis años, vestida con un vestido blanco de seda china, hubiera ido en el momento a buscarla; como si una gallina con hierbas que parecía la mitad del coq au vin me hiciera retractarme, me asustara o algo parecido. Mis muertes habían sido mucho peores y sin motivo más que la impura diversión. Más bien hasta me parecía poca cosa que tuviera que meterse en mí el espíritu de un sucio animal que siempre tenía cara de malhumor, pero no cuestionaría.

 

La sala en la que me dejó la matriarca Granger de cabello negro y ojos violeta, era un espacio vacío de momento, suponía que en cuanto tuviera los insultantemente sencillos ingredientes aquello tomara otro aspecto. Sin embargo lo cierto era que aquello era algo secundario; la pregunta que me había hecho en las escaleras había sido todo lo que no había esperado aquella noche, en parte porque era un tema doloroso para mí, en parte porque consideraba que siendo su mejor amiga, incluso ella tendría detalles que yo quise ignorar por comodidad, por amor, o por masoquismo.

 

Lo cierto era que cada vez que pensaba sobre el asunto podían aparecer nuevas aristas que había olvidado, que no había considerado, o a las que reinterpretaba una y otra vez de forma totalmente diferente. Esa clase de incertidumbre que la bruja lycan de ojos grises y helados y una prolija, sin voluntad, melena platinada, había estado presente en toda nuestra frágil, muy frágil relación. Algunas veces era lo que me hacía pensar que mi sed por descubrir lo que había en mi mente era lo que hizo tolerar lo que toleré. Otras veces me daba cuenta que no había razón lógica, era el más cruel amor.

 

Tenía instrucciones precisas de vestirme con algo blanco, pero para quien me viera en ese momento seguro pensarían que era alguien a quien habían despojado de su alma para un ritual peligroso; era un ente, de ojos muy abiertos mirando un ponto al azar en el piso. Así como toda mi voluntad se había esfumado por voluntad propia cuando salía con ella, en aquel momento también había escapado de mí. Después de tanto tiempo, seguía controlando mi cuerpo de aquella manera terrorífica.

 

Saliendo de mi letargo, ocupé quitarme el saco, la camisa, los zapatos y las medias; miré si mis bóxer eran blancos, pero no, eran negros, y ya que igual tenía que trabajar, no me quité los pantalones, sino que los convertí en un blanco inmaculado. Algo me decía que quedaría cubierto de sucia sangre de pollo, de haber sido con humanos, quizás me hubiera esmerado en volver los pantalones unos shorts, o re colorear mi ropa interior, pero no por ese animal.

 

-¿Mi relación con tu amiga? -No te miraba cuando retornaste, pero te sentí- La farsa más linda de mi vida -Respondí sin ocultar el dolor.- Lo intenté... lo intenté tres veces, pero el resultado siempre fue el mismo: la ruptura. Y aun así no me convencía, me negaba a creer que fue porque esa relación solo era deseada por mí, que del amor que nos jurábamos era sincero solo el mío, y el de ella eran palabras vacías, cuando mucho un tibio cariño. Ya viste la carta «ojalá te hubiera amado a ti» Y así y todo, volvería a darle tres oportunidades más sin pensarlo. Tú debes saber toda la historia, y hasta una versión que yo no sé...

 

 

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  • 2 semanas más tarde...
Valeskya dejó a su hermano que se dirigiera solo y con sus pensamientos al cuarto en donde se llevaría el ritual. A decir verdad, era la primera vez que llevaría a cabo una limpia de espíritu y de alma; solo lo había visto y lo había leído en libros y revistas, pero esperaba que todo saliera bien, sin embargo el Granger tampoco era alguien que fuera tan sencillo de purificar. La joven aún sentía que había cierta tensión en las palabras, había sido una visita más prolongada de lo habitual, sin contar que muchas otras cosas habían salido a la luz entre su conversación.


En realidad solo había salido unos minutos a la superficie, justamente a la parte de afuera del negocio. Se sorprendió al ver que habían transcurrido varias horas, faltaba poco para que el sol terminara por ocultarse; sonrió al ver que las condiciones climáticas eran favorables, el color blanco atraería la pureza… que quedaría impregnada con sangre de gallina (?). Cuando decidió que había pasado el tiempo suficiente, volvió a entrar al negocio mientras bajaba las escaleras hacia el piso “clasificado”.


Antes de dejar solo a Joaquín, la ojivioleta le había hecho una pregunta y se encontraba ansiosa por escuchar la respuesta. Eran incontables las veces en que su amiga había salido como tema de conversación y la respuesta era la misma: que era el amor de su vida. Le causaba verdadera curiosidad lo que tenía que decir acerca de eso, pues ella no creía haber experimentado algo así y no sabía si se debía a que aún no aparecía la persona indicada o simplemente percibían el amor de diferente manera.


Tal y como lo había esperado, su elfina había dejado una mesa con ruedas justo en la entrada al cuarto, con las cosas necesarias y lo demás ya lo complementaría con magia; tenía que reconocer que esa era la mejor parte de estar de vuelta en el mundo mágico: el poder utilizar la magia sin tener que esconderse. Vestía con el mismo atuendo con el que había leído las cartas, no necesitaba más, entró mientras movía la mesa hacia adentro. Su hermano ya se encontraba listo para iniciar el ritual, no sin antes dar su respuesta sin tener que voltear a verla.


No pudo evitar arquear la ceja con incredulidad ante sus palabras, si en verdad todo se había tratado de una farsa ¿por qué le seguía mostrando tanta devoción? Con su respuesta corroboraba que su hermano veía al amor de forma diferente; la última frase hizo que ella se quedara aún más desconcertada que al inicio. Suspiró y agitó su varita al tiempo que hacía aparecer unas velas que quedaban suspendidas en el aire, para iluminar medianamente la habitación; los inciensos que se encontraban en la mesa se distribuyeron por toda la habitación y se encendieron, para inundar el aire de ese aroma a copal.


- Te equivocas…- Dijo la ojivioleta después de un largo rato. - Yo nunca supe detalles de la relación que ambos tenían… yo solo sé lo que me has contado, añadiendo quizás un par de veces que los vi juntos… si acaso.- Se quedó pensativa, mientras buscaba las palabras adecuadas. - Realmente lo poco que sabía es por lo que llevas diciéndome desde que ella partió.- Y era cierto, tenía tan pocos detalles de ese noviazgo, que seguramente llegaría el fin de los tiempos y jamás se enteraría.


- Lo cierto es, que contrario a lo que piensas… nunca hablamos de ti.- Suspiró al tiempo que lo miraba fijamente, a ver si se dignaba a mirarla. - Era una especie de pacto silencioso entre nosotras. Ella siempre fue reservada y yo evitaba preguntar cosas que pudieran incomodarla o molestarla… así funcionábamos y nos iba bien. – Se inclinó de hombros. - Sin embargo, creo que más que amor, lo tuyo fue capricho porque ella no te correspondió como querías. –


- Y antes de que quieras llevarme la contraria, no hace falta que lo aceptes o que lo niegues. Es asunto tuyo y no me involucro más… Solo creía que para tener tal devoción hacia ella, había sido algo más bonito que una farsa. – Se quedó en silencio unos instantes hasta que finalmente dijo: - ¿Te parece si iniciamos el ritual? ¿O quieres ayudar algo más?-

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  • 2 semanas más tarde...

Si... Reconocía que mi relación con Silverlyn no era fácil de entender, mucho menos fácil de explicar, pero lo sentí tan especial. Yo no hubiera usado la palabra "capricho" pero... reconocía que Sil había sido de las pocas sino la primera que me había dicho que no, quizás aquello hubiera influido bastante; sin embargo, no dejaba de pensar que no era solo por sus negativas, era su forma de ser, para nada complaciente, era su crueldad divertida, era, sí, su falta de interés, y también su interés absoluto.

 

-No es algo que pueda explicarte con palabras exactas, ya sabes, todo lo que ronda la vida privada de Silverlyn es difícil de explicar, incluso si uno mismo forma parte de eso.

 

Otra vez ese insoportable aroma a copal, la próxima vez que trabajara con una varita de copal, seguramente por asociación y trauma sentiría ese aroma tan penetrante e insidioso, además de no ser porque mi visión estaba súper desarrollada ya la habría perdido al orzar tanto la vista por la escasa luz que daban las velas. Era hasta irónico, cuando yo nací y hasta mucho tiempo después, viví a base de velas para iluminar mis noches, y sin embargo ahora me parecían tan poca cosa... a lo bueno uno se acostumbraba rápido.

 

Sin dudas adaptarme a las nuevas tendencias, no había resultado un mayor problema para mí, así como haber aprendido a convivir aunque de forma escasa con los muggles, y usar sus aparatos tecnológicos que tanto les solucionaba la vida, e increíblemente no había generado la adicción a los teléfonos celulares o los ordenadores que muchos de ellos sí tenían; allí en Ottery seguíamos usando pergaminos, plumas, y nos comunicábamos con lechuzas y elfos como mensajeros. Era extraño como uno podía apegarse tanto a ciertas cosas y desprenderse de tantas otras.

 

Podría haber aprovechado mi oportunidad de preguntar sobre la vida sentimental de mi querida hermanita, pero imaginaba que era un terreno peligroso, aquello por un lado me entretenía bastante, pero la verdad era que si la joven se limitaba a responder con frialdad se perdía la diversión, aunque estaba un poco agotado después de que se pasara escudriñando en mi pasado y mi futuro y sentía que mis respuestas no serían tan filosas cómo la situación ameritaba. No faltaría oportunidad para escudriñar en sus relaciones.

 

-Empecemos, el cacareo de ese sucio animal me está enloqueciendo -dije mirando con un desprecio que el animal no merecía por ser tan poca cosa -dime que debo hacer, Valeskya-. Ahora no estaba escéptico, estaba impaciente.

 

 

@@Valeskya Granger

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La pelirroja camino por las calles del callejón aún pensando en aquella pechuga y la invitación que traía consigo "¿Estas segura que no conoces a esa chica? " Siguio preguntando en sus pensamientos a Kyttara " ya te dije que su nombre no me suena para nada, seguramente es una tía lejana por la parte Granger, recuerda que la Gryffindor tiene lazos con esa familia " Le respondía la vampiro sin tampoco entender lo extraña de esa invitación.


—Bueno supongo que debe ser por el lado familiar — comentó la demonio en voz baja mientras llegaba al lugar que indicaba la nota.


Al mirar el nombre de la tienda le pareció curiosa por decirlo de alguna manera "Catemaco's Magic" — Que nombre más raro y peculiar— comento mientras se acomodaba su capa negra que hacía juego con el vestido color borgoña que llevaba debajo " Trata de ser lo menos llamativa posible, recuerda que hace mucho que no se nada de es familia y quizás sea una trampa " Le comentó Kytta a demonio mientras esta entraba al lugar " No seas paranoica, es tu familia después de todo ¿no? " Dijo esta despreocupada y comenzó a mirar al rededor de la tienda, la cual era muy peculiar.

 

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Aburrida, impaciente, desesperada. Fiamma pasaba de un estado de ánimo a otro y la falta de clientes no ayudaba en nada. Valeskya y Joaquín llevaban horas y horas, ¿o eran días?, hablando y tratando de llevar a acabo por fin un ritual. Las ganas de espiarles surgieron al ver a la elfina de su prima llevarles una gallina. Las posibilidades de lo que iba a pasar era muy interesantes.

 

-Mejor me espero a oir el grito de Joaquín o de la gallina- se dijo a sí misma al pensarlo mejor. -En una de esas se ponen a platicar de nuevo y yo me quedó ahí sin entender nada de lo que hablan.

 

Mejor tomó unos formularios que tenía pendientes y se dispuso a llenarlos a mano, para así matar un poco mas de tiempo. Cada vez que intentaba terminarlos, algo pasaba que la distraía. Por ese motivo estaba ahí cuidando y atendiendo el lugar ella misma las 24 horas (casi), los elfos que les ayudarían aún no habían sido registrados ante el Ministerio de Magia.

 

Justo estaba a la mitad de un gran bostezo cuando escuchó ruidos en la entrada. Con la ilusión de que fuera un cliente que la sacara de su aletargamiento, caminó apresuradamente hacia donde identificó como el lugar de procedencia del sonido. Llegando ahí, pudo ver con alegría que sus sospechas eran ciertas, había llegado un cliente, bueno, una clienta.

 

Una bruja joven esperaba ser atendida. Vestía una capa negra y por debajo se dejaba ver un vestido en borgoña. Fiamma aún no podía ver su rostro, la joven se encontraba mirando con extrañeza la peculiar tienda.

 

-Ejem, hola. ¿Puedo ayudarte?

 

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Editado por Fiamma Phoenix Diggory

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- ¿Sucio animal? ¡JÁ! - Exclamó Valeskya, indignada ante lo que su hermano había exclamado. - Sabes que la sangre de cualquier ser vivo tiene un significado especial, una razón de ser y en este caso no es la excepción. Y no andes renegando, que al final la gallina será un sacrificio para ver si su sangre podrá expulsar esa energía negativa que emana de tu persona –


Lo señaló, con ambas manos, para que intentara ver que todo él se estaba convirtiendo en un ente negativo. Entre las sombras del cuarto, apareció su elfina, quien traía un enorme y filoso cuchillo en la mano, sin contar que estaba vestida de forma similar a la Granger. Con un movimiento, asintió levemente y sin mirar a Joaquín, pasó a su lado, con el utensilio en alto, y sujetó a la gallina. Valeskya, tratando de hacer el menor contacto con su hermano, lo empujó con suavidad al centro.


- Cierra los ojos, extiende los brazos hacia los lados y quédate en esa posición.- La joven arqueó una ceja antes de que el ojiazul pudiera reprochar. - No desconfíes, maldita sea. –


La bruja dio media vuelta y comenzó a mezclar diferentes clases de hierbas; probablemente su hermano solo podría intentar imaginarse lo que ella estaba haciendo. Los murmullos entre la ojivioleta y su elfina, la gallina haciendo más ruido del normal, probablemente con el presentimiento de que ya sabía lo que le esperaba (?), un tintineo ocasionado por el choque de unos frascos, escuchar algo derramarse, una que otra maldición exclamada por la joven.


- Shu, shu, ya sabes qué hacer Breena. – Dijo en un susurro, al tiempo que extendía los brazos. - Que las energías del universo fluyan en este cuarto, que los elementos nos presten sus poderes para poder alejar todo el mal que habita en ti…. Uuuhhhmm. – Suspiró profundamente, al tiempo que a lo lejos se escuchaba el último cacareo de la pobre gallina. - ¡Esto limpiará tu espíri-TU!. –


Y sin decir más, le azotó las ramas de las diversas hierbas, directo en la espalda; el ritual no era necesario usar la fuerza, pero no había podido evitar la tentación. El aroma a copal comenzaba a disolverse, siendo opacado por el aroma del alcohol y las hierbas. Con más suavidad, comenzó a pasar las hierbas por el cuerpo de su hermano, comenzando de arriba hacia abajo, con movimientos que simulaban estar quitándole algo.


- ¡Que la energía negativa abandone este cuerpo y se consuma en la inmesidad del univerSOOOOOO! – Breena comenzó a aventar el chorro de alcohol por todo el cuerpo del Granger. Ambas sonreían emocionadas, al final de todo, la ojivioleta sabía que su elfina era cómplice y también tenía gustos extraños por la adivinación y todos esos temas, al igual que ella. - ¡Que este cuerpo se purifique y que todos los males desaparezcan! ¡Fuera lo malo, bienvenido lo bueno! – Una leve corriente de aire apareció por el lugar, apagando algunas de las velas que se encontraba flotando.


La elfina se escabulló por unos segundos de la escena, para volver a aparecer con un contenedor pequeño. La joven metió la mano al recipiente y no pudo evitar hacer una mueca de desagrado al ver la sangre gotear de sus dedos. Sin perder más tiempo y para acabar con todo de una vez por todas, comenzó a dibujar unas líneas en la espalda, pecho, brazos y un par de líneas en la cara. ”Que se aguante”, pensaba la joven al hacer los trazos.


- Ahora puedes bajar los brazos, dejar que la sangre se seque, podemos hacer una oración a la madre naturaleza y hemos terminado.- Finalizó.

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  • 2 semanas más tarde...

-Si... un significado especial, sinceramente, con eso podrías generar un temor espiritual en humanos, pero en mí, que lo que más hago es beberla casi sin mirar de dónde proviene... vas a necesitar un poco más de esfuerzo...

 

La arrogancia volvía, ojalá que de forma indefinida, sin embargo no me atreví a sugerir que necesitaría una granja entera, incluidas cinco mil cabeza de ganados, una conejera, y la familia propietaria, siempre y cuando el número de hijos ascendiera a más de diez, pero me contuve. Valeskya parecía en su elemento y todavía inspiraba aunque fuera un poco de respeto, además para reafirmarlo andaba peligrosamente cerca con un cuchillo y una gallina en la mano, y me empujó al centro de la habitación y en instantes me vi invadido por un sentimiento de prudencia que me hizo cerrar la boca, pero no mis ojos, con lo que la miré desconfiado y lo notó.

 

-Lo siento, entiende que si fuera yo el que te acechara con una gallina y un cuchillo afilado también estarías buscando una ventana por la que salir -dije a modo de defensa obedeciendo a mi querida hermanita.

 

Ahí jugando a las estatuas mientras mi hermana quería ser posiblemente alguien de quien el viejo Nícolas Flamel estuviera orgulloso (?) jugaba a la alquimista, aunque solo me permitía mirarla por el rabillo del ojo para que no me regañara, y no era que viera tanto porque me estaba dando la espalda, sin embargo no pude no soltar una risita socarrona cuando sentí que algo caía al suelo y la matriarca Granger de cabello negro y ojos violetas soltaba una serie de improperios que no la hacían ver nada profesional, sino que encajaban con el perfil de una vieja bruja maníaca encerrada en el cuerpo de una doncella joven y rozagante. Sí, solo le faltaba encorvarse.

 

Iba a comentar algo en ese momento cuando me vi interrumpido por la poderosa voz de mi hermana y el último cacareo del ave de corral. Me resultó gracioso como resaltó la última silaba de la palabra espíritu. Tampoco pude comentar ni reír ni nada porque la maldita comenzó a azotarme con unas ramas en las espalda, como religioso facineroso en la época dorada de la religión a los impíos, y yo como buen hereje buscando una salvación a mi vida, tan inmortal como la que los muggles querían salvar, me mantenía callado, pero ni por asomo sentía gratitud por aquello, que además estaba pagando.

 

Tampoco pudo reír con el cántico que terminaba en un "SO" exagerado, porque sentí que empezaban a rociarme con aquella penetrante mezcla de alcohol y hierbas. Como yo lo sentí en aquel momento, habían dos opciones: O expulsaba toda la negatividad de mi cuerpo vomitándola debido al olor, o planeaban encenderme fuego para expiar mis pecados. Sí, de repente me vi envuelto en la historia de la religión, aunque siempre me vi ajeno a ella, porque por obvias razones no había Paraíso para mí, y luego de un tiempo de escuchar sobre el infierno que me esperaba, había dejado de ser divertido. El punto era que conocía un poco por cultura general.

 

-Funciona... -murmuré cuando sentí la corriente de aire disminuir el resplandor de las velas en mis párpados cerrados.

 

Ya no veía aquello tanto como una broma, aunque tampoco podía confiarme que no fuera cosa de Valeskya para darle dramatismo al asunto y tuviera aquello planeado, en definitiva, mi creencia en aquello lo tendría cuando viera algún resultado; sin embargo tenía entendido que si no creía en aquello no surtiría efecto, era una encrucijada. Sentí el contacto de los dedos finos de mi hermanita en mi cuerpo y el olor a sangre me invadió, abriéndome el apetito, y para colmo lo tenía en la cara, muy cerca de la nariz. ¿Qué tan bajo caería como para olvidar mi dieta de "desde humanos hacia arriba" que prohibía la sangre animal?

 

-Mientras se seca la sangre, tienes que serme muy sincera -dije con seriedad- ¿la corriente de aire fue cosa de tu magia arcaica o fue algo para tu show? Por cierto, ¿la ofrenda no funciona mejor si la ingiero? Sólo es una sugerencia, no quiero poner más en duda tus conocimientos y habilidades, Val.

 

 

@@Valeskya Granger

 

 

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