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Ottery Fitness (MM B: 111388)


Valeskya Granger
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Era una situación extraña la que estaba llevando a cabo en ese momento en Ottery Fitness: por un lado, Zahil se encontraba sola en la recepción, esperando chicos que al parecer no llegarían; y por otro lado, estaban los hermanos Granger sufriendo en la cocina, con las galletas y una poción de la cual se dudaba que fuera a salir bien. Al cabo de un rato apareció Kraven, el elfo personal de Joaquín, con una serie de cosas. La ojivioleta suspiró con cierta desconfianza, mientras ocupaba el mismo papel que el ojiazul estaba desempeñando: mientras él preparaba la poción, ella se comportaba como una espectadora más.

 

Sabía de antemano que las pociones eran mejores cuando solo había un involucrado que las preparara, así que por seguridad, evitó hacer comentarios que pusieran en duda las habilidades de su hermano y que al final éste desistiera de continuar. Se limitó a no respirar mientras un humo blanco de olor extraño emanaba de aquel caldero, mientras intentaba comparar por milésima vez, las diferencias entre los libros que había llevado su hermano para conocimiento.

 

- ¿Sabes? Es la parte desagradable de aprender pociones… que aunque los ingredientes clave son los mismos, cada autor le da su propio toque, sus propias anotaciones y al final van deformando poco a poco la receta original, hasta que sin darse cuenta terminan perjudicando el efecto. – Habló en voz alta, aunque no estaba segura que el joven de cabello negro le hubiera prestado atención.

 

- Pienso que esa poción es bastante aceptable aunque… a decir verdad, el color se ve diferente a cualquiera de los libros.- Exclamó la joven al tiempo que entrecerraba los ojos. - Pero supongo que será efecto del color que plasmaron en las páginas y en la realidad se verá así…- Dijo sin mucha convicción al tiempo que cuidadosamente se acercaba al caldero.

 

- Propongo que la probemos ambos… - Dijo al tiempo que se acercaba al horno para sacar las galletas. La bruja aspiró el delicioso aroma dulce, mientras tomaba un par de galletas con unos guantes de cocina para evitar quemarse (?). - Hmm… supongo que solo es echar un poco a cada una ¿no es así? –

 

Solo fue una pequeña porción para cada galleta, el recubrimiento dorado destelló un par de veces mientras que era rápidamente absorbido hasta que la superficie crujiente quedara intacta. La Granger acercó su rostro para intentar captar algún olor desagradable como el que había salido del humo blanco durante su preparación, pero no había quedado rastro de éste. Con suma desconfianza, se atrevió a darle un mordisco tan pequeño, que por un instante creyó que no había agarrado nada.

 

- VAAALEEEE… - Dijo la joven mientras ponía los ojos en blanco y ya con descaro le dio otra mordida hasta acabarse por completo la galleta. Masticó rápidamente hasta que no hubiera rastros en su boca. - Bueno, ya está… ¿cómo cuánto tiempo crees que tarde en tener efecto esto? – Preguntó insegura mientras buscaba con su mirada a la elfina, quien parecía haber desaparecido de la escena.

 

Habían transcurrido unos cuantos minutos, hasta que sintió que sus párpados parecían estar más pesados de lo normal. Era una sensación extraña, la misma que seguramente algún humano sentía cuando se iba a dormir… pero ella no dormía. Sacudió suavemente la cabeza, sin hacer comentario alguno; esperó a que Joaquín hiciera lo suyo con la galleta para ver si a él también le sucedía lo mismo.

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- Pero, no creas, estoy metido en un monton de "negocios" algunos de los cuales rozan, peligrosamente, la ilegalidad.

 

- ¿Y lo sabe el Ministerio?

 

- El Ministerio sabe lo que tiene que saber, pero no lo sabe todo.

 

Se tomo un largo rato mientras reflexionaba sobre lo que acababa de oir. ¿De verdad Manuel era tan poderoso? ¿De verdad tenia tanto influjo que el propio Ministerio ignoraba todo de el? ¿Es posible que pudiese manipular lo que le rodeaba para que todos fuesen peones de un gran juego? ¿Y yo, tambien era un peon?

 

- Se lo que estas pensando, no, nunca fuiste un peon.

 

- ¿Lo sabes por legeremancia?

 

- No, por tu cara de perplejidad.

Editado por justo

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Regresaba a casa mas forzada que por gusto. Los últimos acontecimientos la habían dejado agotada mentalmente. Solo deseaba alejarse de todos y esconderse muy lejos. Pero ya lo había hecho una vez y le prometió a su familia que no lo volvería a hacer. Por lo que se obligó a regresar aunque no se sintiera con ánimos.

 

La primera parada sería en Ottery Fitness, era un lugar grande y se requerían muchas manos para mantener el lugar a flote. Además, la falta de entusiasmo la hacía no querer invertir tiempo en vestirse, así que iba por la vida en ropa deportiva. Su outfit era perfecto para el gimnasio.

 

-¿Pero qué es esto?- preguntó en el aire extrañada. Un gran letrero estaba justo en la entrada.

 

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Mas no terminaba de leerlo todo cuando una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Claro, esto tenía que ser obra de Zahil.
Entró a la recepción y su prima se encontraba bostezando cual hipopótamo a punto de dormir. Decidió saludarla cómo s elo merecía, a gritops.
-¿QUÉ HACES ZAHIIIIL?
Editado por Fiamma Phoenix

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Me eche a reir a carcajadas, algunos de los usuarios del local nos miraban extrañados. No era para menos, en estos sitios se va a estar relajado y a hablar en tono reposado no de forma tan estentorea.

 

- Perdona, pero es que has puesto una cara...

 

- Pues tienes razon, he puesto cara de perplejidad porque me has dejado estupefacto, es como si me leyeras el pensamiento.

 

- Lo siento, pero es cierto, tu nunca fuiste un peon. Hay otros que si lo fueron, como Voldemort.

 

- ¿Voldemort? pero...

 

- ¿Te extraña? Voldemort creia tener la sarten por el mango pero, en realidad, yo tenia el mango.

 

- Es que me resulta increible que no se diera cuenta.

 

- Creo que lo sospechaba, por eso me pidio entrar en nuestro grupo y, cuando yo se lo denegue, intento matarme.

 

- ¿Cuando....?

 

- Cuando nos vimos en la Mansion Malfoy. Me lanzo la maldicion letal. Ya sabes como la contuve.

 

- Me lo tienes que contar.

 

- Encantado.

Editado por justo

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Contando con el visto bueno de otra inexperta en pociones, me di por satisfecho, ya había colaborado en el local tanto como me lo habían requerido, dando lo mejor de mí, pero lo más importante era que mi hermana no podía llamarme zángano, inútil ni nada por el estilo. Teníamos el resultado en el caldero aún un tanto caliente, al que no dejaba de mirar con cierta desconfianza, a pesar de que Valeskya quería por todos los medios justificar aquello, cosa que aunque le agradecía, pues era como una especie de tregua, no me inspiraba confianza y la ignoré. Ni loco probaba aquello yo sólo.

 

-Si... -respondí dubitativo- mejor que falte y no que sobre.

 

Las galletas olían estupendamente, y cuando se salpicaron con aquella mezcla que era mi obra, por lo pronto no cambió su olor, tampoco se deshicieron por la humedad, tan solo la cubierta tenía unos pequeños destellos cómo si se le hubiera echado purpurina. Desde mi punto de vista, aquello sumaba a la presentación y haría que los clientes se sintieran tentados a tomar una. Nadie se resistía a las cosas brillantes y gratis (?) Acerqué la galleta a mis ojos y la di vuelta, queriendo forzar el hecho de que aquella galleta no estaba tan perfecta como parecía serlo.

 

-Bien, aquí vamos... -musité, tras un suspiro.

 

Di un pequeño mordisco y la mastiqué tantas veces que en mi boca no quedó rastro de la suave masa que se deshacía, abrí los ojos sorprendido, asentí satisfecho y terminé aquella obra de la repostería y el arte de las pociones. Se notaba a leguas que aquello no era bajo en calorías, pero nada que un cartelito en la bandeja en que las ofreciéramos no hicieran creer lo contrario a los ilusos clientes. De todas formas con los efectos de la poción vigorizante quemarían las calorías de haberla consumido y nadie sospecharía de la artimaña que los Granger habíamos planeado con brillantez.

 

El problema fue que a los pocos minutos sentía que mi cuerpo se cementaba por dentro, desde los pies, reptando como una serpiente, la pesadumbre empezó a apoderarse de mí. Logrando entender lo que sentían las víctimas de "Medusa" Me comenzó a ganar un insano sueño, por lo que mis párpados empezaron a caer sin control. ¿Qué demonios pasada? Tan cansado que no podía ni siquiera desesperarme, llevé pasmosamente una mano a mi cabeza para frotarme los ojos, pero perdí el equilibrio y caí de espaldas tirando unas cuantas cosas y haciendo sacudir peligrosamente al caldero. Pero ni el estruendo de las cosas al caer al suelo me espabiló.

 

-Valeskya... -clamé sin poder alzar la voz, pero a juzgar por su atontamiento, dudaba que me pudiera ayudar. De repente el suelo era una delicia.

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Me aclare un poco la garganta y me dispuse a narrarle mi aventura con Voldemort, todo eso transcurrio en la Mansion Malfoy.

 

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- ¡Buenas noches, Tom!
- ¡Tu!
- Si, Tom, yo.
- Ya no soy Tom, ahora soy...
- Se quien eres y lo que eres, y tambien sabes quien soy yo asi que, hablemos como viejos amigos.
- Tu y yo nunca hemos sido amigos.
- O enemigos, lo que tu prefieras...
- Sabes bien que es lo que quiero...
- Hay una forma de que lo consigas, renuncia a todo, arrepientete de tus faltas y te admitiremos en el circulo exterior.
- No me conformo con tan poco, yo quiero todo.
- Pero yo no te lo doy y escuchame Tom, nunca seras de los nuestros.
- No importa, sere el dueño del mundo y te obligare a obedecerme...
Una gran carcajada salio de la enigmatica figura.
- ¡Ay, Tom, equivocaste tu profesion, debiste ser bufon! Por mucho que te empeñes no lo conseguiras.
- ¿Y si te mato ahora...?
- Lo dudo, siempre se dice que la maldicion asesina no tiene defensa pero...yo si puedo defenderme ¡intentalo...!
- AVADA KEDAVRA
El rayo verde se lanzo sobre la figura encapuchada pero...con gran asombro del señor oscuro, tropezo en algo invisible y se desvanecio.
Editado por justo

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  • 2 semanas más tarde...

La Granger no alcanzó a ver los efectos que la poción tendría en Joaquín, pues sus párpados fueron ocultando sus ojos hasta quedar todo en las sombras. A lo lejos parecía escuchar que la nombraba, pero quizás todo eso era solo producto de su imaginación; abrió los ojos instantáneamente, como si no hubiera pasado nada, aunque ya no se encontraba en el negocio, sino en una solitaria playa, en algún lugar del mundo.

 

- ¿Joaquín? –

 

Exclamó, mientras miraba a su alrededor, tratando de buscar a su hermano ¿qué era lo que había pasado? ¿dónde se encontraba? Su mente parecía estar jugándole una mala pasada, aunque no parecía percatarse de la situación. Notó que traía un vestido negro, de tirantes y poco apropiado para andar en una playa; estaba descalza y sus pies podían sentir la textura de la suave arena blanca, al tiempo que sus sentidos se inundaban con aquel sonido de las olas estrellándose en la orilla. Vio el agua tan cristalina, que en ese instante quiso entrar a bañarse ahí mismo.

 

Pero había algo en su interior que le decía que debía seguir avanzando, que más adelante encontraría lo que estaba buscando. Podía sentir la brisa marina golpeando su rostro y al ver su piel podía notar que no estaba tan pálida como de costumbre, lo cual se le hizo un poco extraño. Comenzó a caminar, procurando que sus pies tocaran esa mezcla entre la arena y el agua del mar, sintiéndose inusualmente tranquila, como si todo fuera perfecto, salvo quizás el hecho de que estaba completamente sola en aquel maravilloso lugar.

 

El tiempo no transcurría para la ojivioleta, solo caminaba sin rumbo fijo, mirando a su alrededor, esperando a que alguien apareciera. A medida que avanzaba, podía notar que había un faro, y cada vez que se iba aproximando, podía notar que había alguien ahí, solo que estaba de espaldas y no podía distinguir de quién se trataba. Era una mujer, cuyo negro cabello se agitaba con la brisa marina y llevaba un vestido blanco, uno que se le hacía horriblemente conocido. Se detuvo en seco ¿qué hacía allí? En ese momento el cielo se fue oscureciendo hasta que una tormenta comenzó a aparecer, y fue cuando aquella mujer giró hacia donde ella se encontraba…

 

- ¡Despierteee! ¡Por favor! – Unos chillidos que le resultaban conocidos, parecían escucharse a lo lejos y a medida que repetía lo mismo una y otra vez, comenzaban a hacerse más cercanos.

 

- ¿Breena? – Susurró Valeskya, mientras sentía que el peso de su cuerpo comenzaba a aligerarse.

 

Abrió los ojos muy despacio y se dio cuenta de que estaba en el local ¿había sido un sueño? Eso era había resultado demasiado extraño; se quedó en el suelo unos momentos, mientras su mente intentaba adaptarse a lo que había pasado: había probado la galleta y de ahí se había originado todo aquello. Cuando intentó levantarse, sintió un fuerte dolor en la cabeza: al parecer se había golpeado con algo al caer. Miró hacia la dirección en donde estaba su hermano e instintivamente tomó un cuchillo que estaba tirado cerca de donde estaba ella ¿qué rayos le había echado a la poción?

 

Un chillido de la elfina fue que la volvió a la realidad: en realidad se le veía asustada, tras lo cual la Granger quiso decirle que todo estaba bien, pero de su boca no salió ningún sonido. Volvió a concentrarse en el ojiazul y se dio cuenta que era la primera vez que lo veía dormir, y probablemente sería la última. Se le veía tan tranquilo, como si estuviera teniendo un sueño bastante placentero; la ojivioleta se quedó en el suelo sentada, al tiempo que señalaba a su elfina para ver si podía asistir a su hermano.

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- ¿Convencido...?

- Pero ¿como demonios...?
- Es una tecnica muggle. Si, si, no pongas esa cara...Los muggles tambien tienen sus cosas.
- ¿Me la enseñarias? ---dijo con avidez--- te dare lo que pidas...
- ¡Anda ya...! ¿Te crees que soy tonto? Es una tecnica que usamos en el valle, no te la enseñaria por nada.
- ¡Soy Lord Voldemort, nada se me resiste!
- Tambien yo soy Lord, pero mis seguidores me quieren, no me temen.
- Creo que no tenemos mas que hablar. ¿Volvere a verte?
- Me temo que no. La guerra va a separarnos.
- Entonces te vere cuando gane la guerra.
- Si sobrevives...
- ¿Lo dudas...? ¡Nadie puede vencerme!
- Hay alguien que puede ¿recuerdas la profecia?
- No la conozco completa, mis seguidores fallaron.
- Pero yo si la conozco, la segunda parte alude a un mago con un poder que no conoces.
- ¿Que poder...?
- El Amor.

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Cuando abrí los ojos no estaba tumbado en el blanco piso del gimnasio, sino en una cama, una cama suave, una cama cálida, así era, sorprendentemente estaba sintiendo la sensación térmica. me puse de pie y me di cuenta que estaba ataviado con mi pijama de seda esmeralda favorito. Reconocía aquella habitación, aquel desnivel octagonal en el que estaba aquella cama, los muebles de roble tallados, y la chimenea de mármol. Y allí sobre el escritorio, en la pared empapelada, había una pintura y recordé quien, pero no por qué.

 

Salí de la habitación y emprendí el camino al salón, tenía que estar allí. Una sonrisa embobada se me pintó en la cara, habían pasado tantos años desde que lo había intentando, desde que me di cuenta lo divertido que podía resultar y volvía al lugar donde todo había comenzado. ¿Qué diría cuando le tuviera frente a frente? Había tantas cosas que contar, que explicar y que exigir, y aun sabiendo lo complicado que era, no podía dejar de sonreír mientras bajaba las escaleras. Se empezaban a distinguir una voces que se acercaban.

 

Por el arco que daba al salón principal, cruzaron dos figuras distraídas, conversando animadamente, pero con notas de solemnidad en la voz. él un muchacho joven, apuesto, con cabello intensamente dorado, suelto y largo. Sus rasgos por demás admirados en el pasado, seguían inmutables, barba de tres días, unos penetrantes pero risueños ojos verdes, una nariz recta y unas mandíbulas bien marcadas al igual que el resto de sus rasgos, que le daban presencia, sin quitarle ternura y masculinidad a su rostro. Estaba vestido con playera negra y jeans blanos, descalzo.

 

Ella, con cabello color platinado a la altura de los hombros, del lado derecho, caía sobre su hombro bella como siempre lo fue, de una manera natural, no necesitaba maquillaje para verse bien, porque sus helados ojos grises le daban el toque perfecto, pero que la hacían sonreír y derretían lo que fuera, y no podía estar ataviada con otra cosa que no fuera un vestido negro, largo pero sencillo. Ambos parecían no ser conscientes de que yo estaba allí parados atónito de verlos juntos, atónito de verlos simplemente. Habían abandonado este mundo, al menos de ella tenía cierta seguridad...

 

Se detuvieron frente a la puerta, y él con la cortesía del dueño de aquel lugar, le abrió la puerta. Los labios de uno y otro se movían, pero yo no podía escucharles mas, sentía los sonidos de las fuentes que había en el jardín tras el ventanal que había allí en el descanso. Me acerqué sonriendo radiante, aquello era confuso, pero era tranquilizante, era todo lo que quería, la oportunidad de hablar, de verlos, y no me sentía incómodo por tenerlos en un mismo lugar, era pacífico. Pero ella atravesó la puerta...

 

-¡Espera! -grité tratando de alcanzarla, pero ella solo me sonrió con una dulzura nada propia pero no ajena a mí, y fue engullida por aquella luz.

 

El solo me miró con un gesto compungido justo cuando le miraba suplicándole que la detuviera, antes de que aquel exterior también me tragó, y volví al piso del gimnasio, tragando aire a bocanadas y abriendo los ojos como platos. Pero a mi lado solo estaba una elfina que me miraba un tanto temerosa un tanto preocupada. La ignoré, y levanté los ojos a mi hermana. Quería lanzarle una mirada acusadora por obligarme a hacer la poción a pesar de mi falta de experiencia, pero no pude. Me llevé la mano a mi cabeza, me sentía débil.

 

-¿Qué pasó? -pregunté con voz queda, para luego incorporarme.

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Un pesado silencio recorrio la sala. Voldemort estaba perplejo por lo que acababa de saber.


- Era el termino favorito de Dumbledore ¿te burlas de mi...?


- No. Y te dare un buen consejo. Ya se que no lo seguiras pero te lo dare igualmente. Si quieres vencer en esta lucha...confia en tu varita.


- ¿Estas de broma...?


- Es en serio. Confia en ella. Y ahora he de irme.


- Bien. Espero que pienses en mi propuesta, hare una tregua contigo mientras dure la guerra...


- Muy amable por tu parte. Nos vemos.


Y dando media vuelta el mago abandono el salon. Salio por el pasillo en direccion a la puerta y, antes de salir de ella, reparo en el joven Nott que le acompañaba a la verja del parque.


- Cuidate, Nott, y se prudente.


- Aun no se quien es usted...


El mago se volvio hacia Theo, y con una risita ironica se quito su capucha antes de desaparecer dejando al joven con la boca abierta...


¡Era Manuel!

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