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Artes Oscuras ~


Mentita
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Candela se sentó en la orilla del lago que rodeaba la pequeña isla de los Arcanos. Hacía mucho tiempo que quería pasear por allí, pero sentía que sin un pretexto no podía ser posible. Quizás se tratase de su conciencia turbia que le hacía idear planes para sabotear aquel lugar, quizás sólo se tratara de esa reticencia que mostraba al trato con los ancianos que se dedicaban a la enseñanza de las distintas habilidades de la Universidad. Por una u otra razón, había encontrado en su propia cátedra la excusa perfecta para recorrer, al fin, la isla.

 

Pero su objetivo estaba fijado, principalmente, en el templo subterráneo que guardaba tan celosamente el Guardián del Lago. Si bien, era famoso por su "magia ancestral", ese tipo de magia también contenía algo de "magia oscura". Dos pájaros de un tiro, le parecía un trato más que justo. Además, la cantidad de alumnos que le había tocado en aquella ocasión podría ser de especial ayuda. Excepto si alguno quedaba atrapado allí dentro, bueno, ahí no podría hacer nada.

 

Así pues, envió cinco diferentes lechuzas para cada uno. Todas portaban un sobre con una explicación detallada sobre el lugar en el que se encontraba esperando, tenían que presentarse a la hora del crepúsculo y activar la runa de sangre que se encontraba dentro de la carta. Se había vuelto una aficionada de esa clase de runas, estaba segura de que, quien le hubiera enseñado sobre ellas, no estaría muy contento con el uso que les estaba dando. Mas contaba con que no se enterase, al menos no pronto.

 

— Ah, creí que las lechuzas se habían perdido en el camino. —murmuró al ver aparecer algunos rostros, quizás un par más conocidos que otros. Se puso en pie de un salto y se estiró perezosamente, como si acaba de despertar de una siesta.— Creo que en la nota no les dije quién era, siempre olvido mi nombre. Soy Candela Triviani, y conmigo tendrán, por hoy, la triste aventura en el conocimiento de las Artes Oscuras.

 

Se sacudió la arenilla que se le había pegado al maltrecho vestido y se giró para contemplar un momento la enorme estatua, con frondosos árboles a sus pies. Se miró los propios y sintió envidia, en los suyos sólo habían algunas hojas que se le habían pegado tras mojarse en el agua y estaban manchados, sucios.

 

— Para empezar, me gustaría saber qué tanta experiencia creen que tienen con esta materia. Y se vale la sinceridad, nadie los va a juzgar aquí... —se dio vuelta y entornó los ojos grises para dedicarles una significativa mirada.— O bueno, aquí no. Cuando se vayan, la historia será otra.

 

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Guardé las últimas cosas en el morral, todavía con esa incómoda sensación en el pecho que se parecía demasiado a la culpa. Apenas hacia unas horas, una lechuza parda había ingresado por esa misma ventana que veía ahora, para dejar un sobre con un sello de la Universidad.


Supe entonces que era el mensaje que llevaba un par de semanas esperando.


Ahora, frente al sobre sin abrir que había dejado sobre la mesita de noche, volvía la misma pregunta que cada día, desde mi última vez en las instalaciones de la universidad, repicaba en mi mente ¿has hecho lo correcto?


Solté un suspiro cansado y sostuve el sobre unos momentos entre mis dedos, antes de por fin romperlo y ver su contenido. Con cuidado, desdoblé la carta y comencé a leer su contenido, que básicamente eran detalles pormenorizados del lugar donde la docente nos esperaría para iniciar la clase y tragué en seco al leer "sangre" entre las indicaciones. Vaya, entonces sí, nada más empezar aquello prometía ser radicalmente diferente a lo que hubiese hecho hasta entonces. Como traspasar el límite de mis propias creencias.


Ajusté los cordones de las botas de piel de dragón, que iban por encima del jean desteñido y solté el botón del cuello de la blusa de algodón, que empezaba a fastidiarme. Mientras viajaba en la alfombra voladora, arrullada por aquel viento de final de la tarde, una vez más repasé los hechos que me habían llevado a tomar la decisión de inscribirme al curso de Artes Oscuras, en un vano intento por solidificar mi titubeante postura ante el asunto.


¿Cómo combates aquello que no conoces, y no solo eso, sino que tienes temor de conocer? La pregunta, en boca de uno de los más despreciables sujetos que, lamentablemente, no podía sacarme de encima, había llegado en medio de un interrogatorio, con los dos solos en una habitación donde apenas había luz, por pedido expreso de él de que así fuera si quería que hablase. Los de San Mungo, encargados de su custodia, me habían sugerido que no intentara darle la contra así que había hecho eso.


Él no había tenido mayor problema en contar lo que sabía, lo que me servía. El problema de hecho había llegado porque había hablado demás. Estaba loco, pero como un demonio, nunca había encontrado tan interesante a un maldito desquiciado. Y en el transcurso del interrogatorio había terminado hablando más de la cuenta, empezando a contar cosas que no había compartido con nadie, ante el sugerente silencio de él que finalmente había sido roto por esa pregunta, y luego, su curiosa sugerencia.


No conseguirá sacarse la cuestión de encima hasta que no la verifique por sus propios medios ¿sabe? Porque es usted esa clase de persona que confía, que puede aceptar ver el mundo a través de los ojos de los otros hasta que eso choca con su propio juicio- un inusual brillo había aparecido en sus ojos apagados- ¡lo divertido que tiene que ser ver a alguien intentando cambiarlo!


El interrogatorio había terminado allí, no por él que reía de forma despreocupada y pedía un café "para acompañar la charla" sino por mí, y la corazonada de que El Mentalista, tal cual su apodo lo advertía, estaba jugando con mi mente, ese único rescoldo que siempre me había esforzado por proteger.


Las últimas luces del día teñían el cielo de colores cuando descendí con la alfombra a tierra firme. Tras una corta caminata estaba en el punto en que debía. "Sangre entonces" murmuré sacando la fina navaja con que solía cortar hierbas del invernadero, y la deslicé por la yema de mi dedo índice izquierdo, de modo que enseguida las gotas se escurrieron activando la runa.


Frente a mí tenía una enorme estatua y una mujer de excéntrica apariencia que lo observaba y que no tardó en volverse para saludar. Tan ensimismada había estado que solo cuando saludó en plural es que noté que no estaba sola. De sus palabras, inferí que no estaba particularmente interesada en saber quienes éramos (aunque ella si que había mencionado su nombre), de modo que apenas me limité a responder a la pregunta que hacía.


¿Experiencia? No sé si combatirlas cuente como una. Me he visto envuelta en situaciones que implicaron su uso— carraspeé con algo de duda pero finalmente decidí seguir hablando— y me he visto perjudicada por ellas, por lo que pensé, que quizá era el momento de aprender de ellas, al menos de forma que dejen de lastimar...


"Me" pensé con algo de aprehensión, aunque convenientemente aquella última sílaba se quedara allí, sin ser dicha.

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Apolo releyó la carta una vez más, para asegurarse que iba a la parte del lago. Llevaba en la Universidad todo el día, pero recién se encaminaba a la que sería su clase de Artes Oscuras. Se sentía ansioso, pero de cierta forma preocupado. Dudaba que Candela pudiera ayudarlo si el de forma autónoma no había logrado crear una sombra siquiera. Era como si la magia negra, por muy estoica que fuera su ejecución, escapaba de sus habilidades.


Quizá no era tanto por el conocimiento, ¿y más por la personalidad que tenía cada persona? Ya se había enfrentado antes a situaciones donde la magia oscura podría haber sido una solución efectiva, y aun así había tenido que usar las otras (y pocas) habilidades que tenía en su arsenal. Esta oportunidad era por mucho similar a otros donde le gustaría ser como la Triviani, o quizá como alguno de sus compañeros de bando, ¿porque a él le costaba más que a los demás?


— Aquí vamos — suspiró llegando a la orilla externa del lago, para luego desaparecer y rematerializarse en la isla.


Ese día llevaba el pelo azul cortó, como siempre, pero se había puesto ropa muggle deportiva. Aunque el poleron con cierre que llevaba era negro (como si el color de alguna forma pudiera ayudarlo en su intento) no era el mas adecuado para una clase de Conocimientos de ese estilo, al menos no frente a Candela. Aunque ella nunca iba vestida para la ocasión, para ningun evento o situación en realidad. Capaz le daba igual... y ademas quería estar cómodo por si tenia que esforzarse demasiado.


No fue difícil dar con las personas allí reunidas, incluyendo a la que sería su profesora. Conocer a sus alumnos de otras ocasiones siempre le había parecido ventajoso cuando el daba clases, pero ahora que los papeles estaban invertidos solo quedaba esperar por lo mejor. Apolo sabia por la lechuza que allí deberían reunirse, pero el peso de la runa que llevaba en la mochila se hizo presente cuando recordó que debía activarla. Lo cual no tenía idea como hacer.


— Buenas tardes— soltó con un alivio al encontrarla, y ver que se encontraba justo a tiempo.


— Nula experiencia — comentó muy de pasada, aunque tuvo que esperar a que los demás respondieran. — Me llamo Apolo y… — rebusco en su mochila negra mientras hablaba. — Traje la runa que nos enviaste Candela, ¿cómo la activamos?


Deliberadamente desvió la conversación cuando vio que todos contestaron, esperando que pudiera pasar desapercibida su respuesta. Candela sabia (o quizá intuía) su nula capacidad para realizar magia oscura, sin importar cuantos libros leyera. No iba a mencionárselo a los demás presentes, además le sonaba un poco trucado inventarse una razón para querer aprender una rama de la magia como esa. Solo esperaba que ponerse en manos de la Triviani tuviera más resultado que su nula capacidad autodidacta.


— ¿Tenemos que hacerlo justo cuando el sol se oculte? — soltó examinando a la distancia el atardecer próximo a desaparecer.

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― ¿Qué hay? - con una larga sonrisa se cuela entre los alumnos ya presentes a la orilla del lago y silenciosamente ocupa un lugar junto a la sanadora. ― ¿Tienes una idea de qué hacer con esto? - murmuró a Evans mostrándole, como a escondidas desde el morral de viaje, la runa de sangre que venía junto a la carta. ―La verdad es que me dio un hambre terrible antes de venir acá, que no me dio tiempo de investigar ni para que era-, suelta aquello despreocupado, curioseando el objeto y olisqueándolo un tanto, su habilidoso Grell no le ayudaría para nada esta vez a acreditar un curso en la universidad. ―Me he aproximado tan aprisa que ni la aparición me resultó bien-, con un gesto de disgusto miró a sus pies.

 

De sus escuálidos hombros colgaba aquel morral de viaje que Bel había encantado para él, y de donde podía cargar lo que creyera necesario para las clases en la universidad, lo había usado durante uno de los cursos de herbología y gracias a ello no podía sacarse de encima a las curiosas mandrágoras adolescentes que buscaban solo molestarlo. La cazadora que lleva puesta es quizá menos ostentosa que las demás en su armario, pero que aun así no lo deja pasar desapercibido, en cuanto a sus pantalones, bueno, no importaban ya, empapados hasta las rodillas tras la aparición fallida del muchacho, aun escurrían gotas cristalinas de los dobleces por encima de sus tobillos y que llegaban hasta los tenis también estropeados. Justo detrás de Ollivander apenas se puede ver el rastro líquido de sus pisadas.

 

Entretenido en activar su runa (viendo después como Bel lo había conseguido) no ha notado muy bien lo demasiado imponente que es aquella estatua frente a ellos. “Pff”, pero que pésimo comienzo, “haciendo la tarea en último momento” y como si no fuera poco copiándola, que mal que no se había enterado antes de que Evans también tomaba el curso de artes oscuras, de haberlo hecho, estaba seguro de que se ahorraría algunos problemas.

 

Su atención se desvía entonces cuando la clase comienza, con ya los presentes, un grupo algo más grande de lo que ha experimentado antes, quien se presenta como Candela Triviani, sugiere comenzar por saber sobre experiencias. Cree que debe ser cuidadoso con lo que responde, a pesar de lo que ella ha dicho, su paranoia no lo deja más que pensar lo opuesto. Quién sabe, igual es que él no tiene tampoco mucho que ocultar. Detiene sus pensamientos que no dejan de girar sobre aquello, y escucha la respuesta de Evans y de aquel otro muchacho, Apolo, quien lo hizo recordar que tampoco ha terminado de activar su runa.

 

―Yo he tenido poca, tal vez, algunos clientes que llegan al local donde trabajo en los callejones del pueblo, en algunos casos la cosa se torna turbia y toca redoblar esfuerzos-, comienza a explicar algo que no involucre temas sobre bandos, después de todo, con el local en Baker, Ollivander tiene para dar y recibir(?). ―Pero no puedes, quizá, enfrentar algo que desconoces casi por completo, podrás defenderte, pero ¿comó le explicas a quienes han confiado en ti, que no puedes cuidar de ellos? -, recuerda ahora el caso de Luxure, en donde lo más que pudo hacer fue ayudarla a fabricar un talismán para detectar si el demonio que la perturbaba estaba cerca de ella, pero él no había sido capaz de ayudarla a combatir realmente la amenaza.

 

Él no está seguro si aquello es una anécdota de experiencia, o más bien un motivo del porqué se encuentra ahí ahora. El sol que tras ellos pareciera a punto de perdérseles de vista lo ha conseguido poner nervioso, la runa aún no está activada.

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El problema de estar con los nervios a tope es que no te deja pensar con claridad. Hasta el momento de dirigirme a Candela había creído que ese espacio de sombras era el espacio real de la isla, pero cuando el muchacho (Apolo) se presenta y menciona que no ha activado su runa, primero porque no tiene idea de como hacerlo y luego (muy especialmente) porque no ha llegado la hora exacta del crepúsculo, es que caigo en cuenta de que he obviado ese dato.

 

La hora correcta.

 

¿Que iba hacer ahora? Tan preocupada de no fallar y desde antes de empezar la clase había cometido mi primer error. Y el verdadero problema con eso era que de lo poco que había experimentado con la magia oscura, pagabas siempre un alto precio por cada descuido. ¿Desde que momento es que yo habría comenzado a pagar sin siquiera ser consciente del asunto?

 

Garry también está allí ¡pero cómo ha sido posible que no lo notara hasta ese instante! El asunto, aunque pareciera imposible, me pone todavía más inestable. No solo se trata de que a juzgar por sus ademanes él parece haberse estado dirigiendo a mí buen rato (y espera incluso una respuesta a algo que ni siquiera le he escuchado) sino que además su apariencia es tan lastimera, con el calzado arruinado y los pantalones mojados, que es imperdonable no haberme fijado antes.

 

Y lo peor de todo. Está allí. ¿Por qué es que él se ha terminado inscribiendo en la única clase que deseaba pasase sin que nadie supiera que la cursaba? Son muchos pensamientos que vuelven a arremolinarse en mi cabeza y refuerzan la culpa que estaba esforzándome por olvidar. Y la envidia, porque ni él ni Apolo parecen estar afectados en lo más mínimo, con un ánimo y disposición a la clase que bien podría ser idéntico a la de cualquier otra.

 

¿Será que ellos no tienen en la mente esas barreras que yo tengo? Garry ha comenzado a dar su respuesta y decido entonces escucharlo como una forma de apaciguar mis revueltas emociones.

 

Su exposición empieza y termina con Baker, y esa constatación inexplicablemente me hace sonreir. ¿Qué más podría orillarlo a él a la exploración de tan peligroso conocimiento si no era su propio obsesivo y adorado trabajo de consultor? Pero incluso tras él también hay una motivación positiva. Proteger.

 

Intuyo que sólo Candela puede saber lo que me espera por ese fallo respecto a la runa. Sea que toque activarla nuevamente o hacer alguna otra cosa más, no tengo más camino que seguir adelante. Por fortuna, al menos el valor no me ha abandonado. Y también aunque pequeño ese aliento que ha surgido de las palabras de Garry, de que aunque vaya sumergirme en la oscuridad más profunda, el esfuerzo valdrá la pena para ayudar después.

 

-- Buena respuesta- le comento bajito.

Editado por Bel Evans McGonagall

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Para su sorpresa habìa recibido la carta que lo aceptaba a " artes oscuras" el joven mago de tan solo 17 años no tenia mucha experiencia y reunir conocimientos siempre era una buena forma de estar prevenido ante cualquier circurstancia.

 

El lago de la universidad.... allì deberìa ir. Con una camiseta negra lisa y unos jeans negros. Sus ropas eràn basicas no le gustaba llamar la atenciòn.

 

Al llegar se dirigiò a la isla donde se podìa apresiar que ya habìa gente, estaba llegando tarde algo raro del Lockhart, entre nervioso y curioso llegò y solo dijò "buenas tardes" en un tono bajo de voz.

 

Traia la runa de sangre consigo pero no sabìa utilizarla y esperar a que los demas lo hicieran prinero parecia la mejor opciòn. Una mirada indiscriminada hacia sus costados observando a sus compañeros de clase... solo 5, el joven mago no sabia que esperar de esa clase y su timidez no ayudaba, considerar que todo podrìa ser peligroso lo mantenia alerta. La confianza ciega se paga caro y lo tenia claro.

 

Sus conocimientos con artes oscuras eran escazos estaba mas acostumbrado a hechizos leves o pociones.

 

Deberìan esperar al atardecer para activar sus runas... eso sonaba a que utilizarian su propia sangre, no le molestaba pero le generaba curiosidad hasta que punto llegaria esa clase....

 

Con su mano derecha agarrò su varita y espero indicaciones en silenciò con una mueca de molestìa, el no saber que hacer lo enfadaba y tanpoco queria parecer debìl en ese momento.

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—La hora del crepúsculo… —canturreó Black al terminar de leer la carta.

 

Las nuevas instalaciones de la Universidad lo habían sorprendido gratamente. Tenía ciertos conocimientos sobre la importancia en la comunidad mágica de los magos egipcios del pasado, lo eruditos que eran. Con tamañas construcciones y diseños, el mago de cabellos negros sólo pudo sentirse más animado que de costumbre.

 

Los zapatos negros se fundían con la arena próxima al lago, por allí caminaba él, de fornida contextura y ataviado con una túnica de color negro con detalles plateados, muy parecidos a la mirada tormentosa de la que era dueño. Avanzando a apenas pocos metros del agua, con un paso ligero de grandes zancadas, Black llegó a su punto de reunión. Identificó ante sí a un par de compañeros cuya actividad era ilegal, por lo que decidió no dar muestras de reconocimiento; sin embargo, no fue capaz de realizar un leve asentimiento frente a quien impartiría Artes Oscuras.

 

El extremo de su vara mágica pasó lentamente por su muñeca izquierda, brazo en el cual tenía el tatuaje de la marca tenebrosa. Un pequeño tajo de dos centímetros se fue creando como por arte de magia, y la presencia de sangre, dado lo propuesto por Candela, activó la runa.

 

El mago de cabellos negros sonrió fugazmente, y la presencia de la estatua lo deleitó. Participar en aquel curso para fortalecer todo lo aprendido en su viaje al norte de Europa sería, sin ningún tipo de dudas, un acierto de su parte.

 

—Siento cierta debilidad por ellas —murmuró entonces Black cuando fue su turno—. Espero ampliar horizontes en esta clase y divertirme… en el trayecto. —Al permitir que los demás hablaran, aguardó en silencio.

 

La estatua comenzaba a brindarle preguntas que se fundieron unas con otras en su mente turbulenta. Black quería sangre.

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#7 Fontaine PP ~ #6 de Rune MM ~ #1 Ragnarsson KK

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Candela observó a cada alumno conforme iba respondiendo. Ninguno creía tener verdaderamente experiencia con ellas, lo cual probablemente fuese cierto. Y es que ellos no la entendían, no entendían a las llamadas "Artes Oscuras" como tal. Lo único que creían saber, es que ese tipo de magia era una amenaza. Con lo cual, seguramente tendrían razón si se consideraban el por qué de esas conclusiones, pero la bruja no estaba allí para dar lecciones de vida, ni para escuchar sus desventuras.

 

― Muy bien, hagamos de cuenta que todos tienen experiencia nula. Podría ser lo más cercano a la verdad, no se sientan mal por ello. ―elevó la comisura de sus labios al distinguir un ligero destello en dos de las runas de sangre. La primera estaba en manos de la primera chica, la segunda en la de Black. Al menos dos que entendían el concepto de "runa de sangre". Se volvió hacia Apolo.― Deberían tenerla activada para cuando el sol se oculte, de hecho. Así...

 

Se acercó al Granger, con la daga de plata en una de sus manos, tomó la que tenía libre el peliazul y le realizó un corte en la palma, bastante largo que rayaba en la exageración. No era la primera vez que la Triviani cortaba a Apolo, pero al menos, en esta oportunidad, no lo había hecho con la Daga del sacrificio.

 

― Ahora debes dejar que unas cuantas gotas de tu sangre toquen la runa, así la activarás. ―guardó la daga, frutó sus manos en la tela del vestido para limpiarse las manchas que le habían quedado y se dirigió a todos.― Eso que hice con él, deberían hacer los que no han activado sus runas. Con la sangre de ustedes, obvio, no con la de Apolo. ―hizo un gesto con las manos, para instarlos a apresurarse pues quedaba muy poco tiempo.

 

La gitana fijó la vista en el cielo, donde el sol amenazaba con ocultarse en cualquier momento. Cubrió uno de sus ojos con dos dedos, para poder verlo más directamente, y suspiró al cabo de unos segundos. Entonces sacó la runa que guardaba en su bolsillo, ya estaba activada, claro, sólo restaba utilizarla.

 

― Es hora. ―anunció y aligeró el paso hasta el pie de la estatua.― Bueno, les explicaré antes de que empiecen a mirarme como si estuviese loca y no supiera lo que hago. Las runas son su entrada a este lugar. Me las arreglé para vincular un poco de su magia con la mía y encontrar cierto equilibrio que nos permita ingresar. ―no era del todo cierto, pero tampoco era todo mentira― Es un engaño eso de que los Arcanos dejan que explores en su templo. Piden algo a cambio y, por supuesto, este es el precio. Además... ―se apresuró a agregar― también será nuestra salida. De otro modo, podríamos quedar encerrados allí.

 

Señaló un cuenco sobre una piedra alta, en la entrada del templo, y colocó allí su runa en el momento exacto en el que el cielo se tiñó todo de naranja. El sol ya se había ocultado. La gran puerta de piedra se abrió lentamente para dejar a la vista un angosto y oscuro pasillo. La Triviani enarboló su varita para iluminar su propio camino y esperaba que todos hicieran lo mismo, a más luz, más visión podrían tener.

 

― Estén atentos. Cuando crean que hay una amenaza, en lugar de atacar, preferiría que rodeen la amenaza y lo encaren.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Uno de los que suponía era alumno también, permaneció en silencio, mientras que el otro dio su respuesta, y cuando lo hizo, reconociendo su voz, giré la cabeza en su dirección. Fácilmente habían pasado años desde la última vez que había interactuado con el sujeto que creía retirado de Ottery, pero no había duda, era él y en sus declaraciones mostraba que estaba allí con un fin nada bondadoso.

 

Podías no tener experiencia con las artes oscuras, o haber sido una víctima de sus letales efectos ¿pero sentir debilidad por ellas? ¿divertirse? Era inconcebible. Y no solo eso, era perturbador tener un tipo así cerca. Fue entonces que la mujer de extravagantes ropajes volvió a dirigirse a todos, y lo siguiente que hizo fue explicar aquello que el muchacho peliazul le había preguntado cortándole allí mismo.

 

La acción la había cometido tan rápido y tan tranquilamente, que me tocó unos segundos reaccionar y procesar la explicación que había acompañado a sus actos. Observando mi propia runa ensangrentada, comprendí que en realidad sí que había hecho bien la tarea, solo que los nervios, o la culpa, o los dos combinados estaban jugándome esa mala pasada. Así que exhalé profundo, en lo que ella hacía la observación a los demás de que debían con su sangre activar las runas. Y permanecí con los ojos cerrados unos segundos hasta que comprobé por el tenue sonido de goteo de la sangre, que Garry ya había hecho lo propio.

 

No era como si no lo hubiera visto con heridas antes. Pero eso no quitaba que verlo herirse me afectara.

 

Cuando volví a abrir los ojos, parpadeando un par de veces para acostumbrarme a la poca luz en el lugar, me esforcé por escuchar las indicaciones que se estaban dando, y con algo de temor una vez más contemplé mi runa, que había pasado a convertirse ahora en mi pase de entrada y salida del templo de los arcanos, el lugar que hasta donde entendía, recorreríamos, aunque convenientemente, ella no había mencionado para nada si iríamos en busca de algo específico en su interior.

 

La seguí entonces, repitiendo lo que había hecho e intentando en vano ver más allá del pasillo a oscuras que parecía interminable. Alzando mi propia varita y tras un conjuro rápido, de la punta de esta surgió una luz que permitió vagamente distinguir la figura de Candela más adelante.

 

¿Rodear?- aquello me sonaba como cercar y dudaba que una sola persona pudiera "cercar" a algo o a alguien- ¿se refiere a qué lo que sea que tenemos adelante, no podremos derrotarlo solos?
Solo el sonido de nuestras pisadas se agolpaba en los oídos. Dando media vuelta, distinguí de repente a Garry y entonces, le tomé con la mano que todavía traía vendada producto del corte.
― ¿Qué fue lo que me dijiste al llegar?- murmuré sin dejar de caminar por el pasillo en dónde hasta el momento nada se había presentado todavía- Perdona que no te prestara atención. Era como si mi mente estuviera atrapada y pues, no podía oírte.
La realidad es que todavía no puedo decir que estoy estable o normal, y sospecho que no voy a estarlo sino hasta que termine la clase. Pero como en otras ocasiones, inexplicablemente las cosas resultan un poco más sencillas, si lo tengo cerca.

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Se entretuvo entonces en su siguiente actividad, la runa de sangre, motivado con las instrucciones de la mujer que explicaba, Ollivander no tardó en hacer lo necesario para conseguirlo, no parecía un problema realmente, no como llegó a pensar a temer que podría ser. Para su suerte, apenas termina de activar la runa cuando hay suficiente luz aun en el cielo, y al conseguirlo puede sentir el ladrido de la criatura en su cabeza, como repeliendo todo a su alrededor, “Buen chico”, Garry murmura, burlándose un poco de él.

 

Cuando termina con aquello y la runa ya está activada se dedica a sanar su herida, que no es ni para nada igual de profunda que la del muchacho de cabello azul que han usado de ejemplo, es más él abrió nuevamente una vieja cicatriz que surca las palmas de su mano izquierda, que deforma y atraviesa las líneas marcadas en sus manos.

 

Más explicaciones acompañan las palabras de la Triviani, aunque él cree que en verdad no ha explicado algo. “Cosas a medias” puede pensar, mientras se encamina justo detrás de Evans preguntándose más sobre la runa de sangre que han activado, y por qué es que Bel parecía tan afectada al respecto. Quizá estaba él conjeturando mal, y en realidad a ella lo que más perjudicaba era el hecho de estar en esta clase. Lo han hablado en otras ocasiones, en Baker algunas veces más, sobre las artes oscuras, pero el tema nunca es malo ni bueno entre ellos, por lo que no evita desconcertarse, aunque sea un poco por la actitud de Bel, algo que no reconoce como común, pero que ya ha visto antes.

 

Adentrado en aquel oscuro camino, rebusca su varita entre sus ropas, a pesar de lo bueno que pudiera ser el Ollivander para ver en la oscuridad y de que aclimatarse no debiera resultar ser un problema, aquella oscuridad es tan profunda que incluso cuando de su varita una tenue luz color plata ilumina su camino, le cuesta distinguir un comienzo y un final. Cuando Bel le toma de la mano, a pesar de que aún le resulta incómodo el contacto sobre su herida, esta vez prefiere asegurarse de que aquel agarre sea firme, solo para asegurarse de que ella siga ahí.

 

― ¿Qué he almorzado antes de venir aquí? -, pregunta su respuesta, porque ahora se da cuenta de que ni si quiera él mismo estaba más interesado en ese momento en otra cosa que no fuera activar la runa de sangre. ―Quien sabe, digo muchas cosas…-, termina por mascullar incorporándose, pues se ha inclinado hacia adelante para poder escuchar lo que ella tuvo que decirle. ― ¿Has oído antes de este lugar? ¿Qué cosas pudiera haber? -, murmura en lugar de hablarlo, distraído en su alrededor, no se siente intimidado, pero no deja de estar alerta. ―Tú sabes defensa ¿no? -, pregunta del modo más casual a Bel. ―Quizá algo va de eso, de que hay que encarar en lugar de atacar-, por un momento desvía la luz y la mirada al suelo, tratando de ver sobre qué es lo que están pisando.

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