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Prueba de Legilimancia #8


Rosália Pereira
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A Rosália no le gustaba mucho recibir a sus alumnos en las pruebas de habilidad. De por sí, el hecho de mismísima prueba le daba un poco de cosa. Ella, al final de todo, era celosa de su propia vida. Llegaba un punto en el que ya no quería seguir compartiendo los mismos espacios. Se cansaba de la propia enseñanza. Pero, esta vez estaba ansiosa por una cosa, específicamente, y era escuchar por última vez a Pik y a Sagitas.

 

Costumbre es que, en el camino a la pirámide, se encuentren tres pruebas. En este caso, solamente existía una que englobaba las tres instancias. Y es que, al acercarse a las orillas del lago, tanto Sagitas, como Pik, se encontrarían con Rosália.

 

- ¡Qué gusto verlos! Esto es para ustedes.

 

Como una broma con referencia a las estatuas, tenía en sus manos una cutre representación de ellos mismos. Una mini Sagitas y un mini Pik. Cuando estaba a punto de entregarles el objeto a sus respectivos dueños, se sobresaltó de su error y cruzó los brazos. Cada uno tendría el del otro. Y es que resulta que Rosália, en todas las intervenciones con ellos dos, fue recolectando fragmentos de sus mentes.

 

- Si quieren llegar a la pirámide, tendrían que trabajar juntos. Para accionar la barca, tendrían que entregar una pieza de ropa. Para abrir las puertas del laberinto, otra pieza. Y, para salir del mismo, bueno, igual. Pero, ¿qué piezas si los muñecos estaban desnudos? Pues, ahí entraba la habilidad. Las llaves contienen fragmentos de sus mentes. Los dos tendrían que aplicar Legilimancia en los muñecos para poder urgar una de estas fracciones de mente y materializar la prenda, que estará ligada a lo que encontraron. Las memorias valdrían para una ocasión, claro.

 

Puso el puño izquierdo en la cintura y el derecho lo movió como reto.

 

- ¡No quiero pensaderos en esta prueba!

 

Suspiró y soltó una pequeña risa.

 

- Es una prueba complicada. Los muñecos tienen una conciencia simplificada, no se preocupen. Ahora, ¿cómo van a entender? ¡Se tienen al lado! ¡Pregúntense cosas! ¡Hablen!

 

Arrugó la nariz. Se había acordado de algo.

 

- No me interesa si usan esas cosas que tienen los Uzzas. O sus varitas. Después de todo, para llegar, quiero ver las tres prendas, de cada uno, sacrificadas. Los muñecos ya tienen abierta la mente, así que no hace falta ningún anillo.

 

Lo explicó todo como si fuera un lenguaje común entre los tres. Estaba lidiando con magos un poco más avanzados, de los cuales esta prueba no era la primera. Finalmente tardó un momento para generar un listón desde su anillo, el que sostuvo en la boca para luego atarse el cabello rojizo en una coleta.

 

- Por último, me gustaría saber sus teorías sobre la existencia de las estatuas en el invernadero. Sólo porque soy curiosa. Si tienen dudas, los estaré escuchando. Los espero en la pirámide. ¡Éxitos!

 

Y desapareció.

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Pik apareció tras tres días cerca donde lo había indicado Rosália. Desde cualquier lugar alrededor del lago se podía ver la pirámide alzarse en la mitad de una isla, aunque a tanta distancia no se veía tan imponente como en realidad era. Se preguntó que clase de prueba les impondría la arcana, por como era podía deducir que no seria muy común ni con con mucha lógica. Alzó los hombros y soltó un suspiro, estaba decidido a hacer cualquier tontería por obtener la habilidad.

Rosália se encontraba cerca de la orilla y se acercó a ella, tras unos segundos la figura de Sagitas también se dejó ver. Saludó a ambas con un ademán de mano y no tuvo tiempo de hacer mucho, en sus manos ahora se encontraba la figura de una Sagitas en miniatura. Desnuda. Pik alzó una ceja y miró primero a la Potter Blue, luego a la arcana.

— Es decir, ¿que la ropa aparecerá en el muñeco tras hacer eso que dice? —dijo tras pensar un poco, pero una duda rondaba por su mente— ¿O que tenemos que desnudarnos en la barca y terminar igual que el muñeco?

Agradeció tener varias capas de ropa, aunque no le daba pena la desnudez seria un poco incomodo estar así frente a Sagitas. Ambos escucharon las ultimas palabras de Rosália y Pik simplemente asintió, pero tras su gesto tenía muchas preguntas y parecía que su compañera de igual manera. Caminó hasta la pequeña barca a orillas del lago y se sentó, mirando el muñeco de Sagitas mientras estaba se sentaba frente a él.

—Supongo que… debemos empezar a conocernos para que de esta manera funcione la barca, ¿no? —dijo para si mismo, cruzando la mirada con la Potter Blue— ¿Qué me puedes decir de ti, Sagitas? Yo te puedo decir que me gusta mucho la pizza y el ron de fuego. Que estoy casado y tengo un hijo llamado Massimo, un niño muy mono pero bastante travieso —soltó una risita para si mismo, recordando todos los días que compartía con el pequeño Macnair—. También te puedo decir que soy una persona muy orgullosa y egoísta, aunque por mi familia y mis amigos muy cercanos soy capaz de todo… también que mi prima es Cissy, me parece que la conoces según lo que ella me ha contado.

Bajó la vista y miró el muñeco de Sagitas, esperando que cuando la bruja empezara a hablara pudiera empezar a sentir algo o que la conciencia de la mini Sagitas pudiera conectarse con la suya.

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Editado por Pik Macnair

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A pesar de la experiencia que tenía en las pruebas de habilidades, ésta, por primera vez, me pilló desprevenida. Había pasado por obstácul0s insalvables que había superado con más o menos peligros. Sin embargo, hoy, el principal obstácul0 parecía ser yo misma. La sorpresa fue grande y tampoco tuve mucho tiempo de expresársela a la Arcana. Nos había recibido en el borde del lago, a los dos que teníamos que llegar a la pirámide central de la isla. Para mí, era normal coincidir en el camino con otros pupilos o, incluso, participar de las mismas rutas. Pero nunca había compartido la prueba con nadie.

 

Me pareció una burla del destino (¡los Dioses me libren de pensar mal de la Arcana!) que pretendiera que me desnudara delante de un desconocido.

 

-- Tal vez entre ustedes los híbridos eso no tenga importancia -- murmuré, pensando en que no me daba la gana de mostrar partes pudendas o no tan pudendas al Sr. Macnair.

 

Antes de darnos tal noticia, nos había dado unas figuritas que representaban al otro. En realidad, el de Pik supe que era él por la esencia misma de la figura, más que por las facciones en sí. La mía, que tenía mi compañero en su mano, tampoco se parecía mucho a mí, aunque se notaba que era mi representación.

 

-- Debería trabajar un poco más las manualidades, Arcana. La mía parece ser más gorda de lo que estoy.

 

Pero ella ya había desaparecido tras dejarles unas instrucciones bien raras. Me crucé de brazos y contemplé el agua y la barca. Después miré a Pik, él parecía más decidido a participar en la prueba. Aunque sólo fuera por él, debía seguir adelante, no le podía hacer fracasar sólo porque yo no quisiera quitarme las... lo que sea.

 

-- No lo entendí. ¿Ha dicho que nos "robó" trozos de nuestra memoria y que las ha guardado aquí dentro...? -- moví la estatuilla del miniPik en mi mano. -- ¿Y tenemos que conseguir leer los pensamientos del otro? Huy, chico, espero que no me encuentre escenas porno porque soy muy monjita para situaciones íntimas. Y ni pienses que me voy a desnudar delante tuyo, por mi primo que seas de Cissy.

 

Volví a dar golpes con el pie, en el suelo de tierra, meditando. Después, suspiré profundamente y me senté en la barca, enfrente de él.

 

-- Si vamos a compartir experiencias, pongámonos cómodos. Creo que cuando dice que se cobrará una prenda quiere decir que el muñeco se cubrirá con una prenda nuestra y, ya que la materia ni se crea ni se destruye, se transforma..., pues quiere decir que dejaremos de tenerla encima.

 

Hice un mohín de enfado y resoplé.

 

-- No me gusta hablar de mí misma. -- Repliqué, tozuda. Después, mi voz se suavizó un poco. -- ¿Cuántos años tiene Massimo? Yo tengo un crío de 5 años, Ithilion, pelo rojizo como el fuego y sonrisa contagiosa.

 

Por mi mente pasó la forma en que fue concebida, siendo su padre un fantasma y apreté un poco los labios, para que Pik no se diera cuenta que era un pensamiento indecoroso pero, sobre todo, indebido. Me apresuré a seguir hablando para pasar ese incómodo momento.

 

-- Mi familia es muy importante para mí y nadie puede hacerles daño. Soy una payasa, divertida, ocurrente y actúo algo fuera de las normas sociales, con mucha libertad. Me lo puedo permitir, el actuar de forma irreverente y personal. Pero si alguien se mete con algún miembro directo de la familia, ten por seguro que lo pagará, antes o después, de una manera u otra.

 

Ya lo había hecho, había matado una vez a un maldito hombre que violó a una de mis hijas. Lo descuarticé y Tau, una gran amiga, me ayudó a esconder el cadáver. Volví a asustarme. ¿Cómo es que estaba pensando tan libremente de esas cosas en una prueba de Legilimancia? Estaba preocupada, ¿qué narices había escondido de mis recuerdos en aquella estatuilla que tenía Pik en su mano?

 

-- Perdón, no era una amenaza. Creo que... me dejé llevar.... Bueno... ¿Se supone que tengo que leer un pensamiento tuyo escondido en esta figurita? -- le sonreí, aunque no estaba con ánimos para hacerlo.

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Era una verdadera sorpresa para él poder compartir pensamientos con Sagitas y más aún que estos fueran bastante similares, ambos tenían un pensamiento bastante extremista respecto a lo que eran sus familiares. La entendía y estaba seguro que pocos lo harían de la misma forma que él. Nunca pensó que podría a llegar a compartir un solo pensamiento con Sagitas, pero cuando uno llegaba a conocer a las personas todo era posible y lleno de sorpresas.

—Massimo acaba de cumplir 3 años, se parece bastante a su madre Alyssa respecto al carácter, pero fisicamente es muy parecido a mi —empezó a explicar, cruzando la mirada con la Potter Blue—. Al igual que tu, para mi la familia es muy importante, quizás no tanto como yo mismo porque bueno, según Leah tengo un problema grave de egocentrismo y me cuido a mi más que a la mayoría de las personas, pero eso cambió un poco desde hace unos años...

El Macnair hizo silencio tras el gesto de Sagitas, la cual bajó la mirada como si la hubieran llamado por debajo de la barca. Miraba fijamente al mini Pik que sostenía entre sus dedos, inmersa ahora en los pensamientos del peluche, sintiendo lo que el mortífago alguna vez sintió.


La sensación de peligro lo invadió con violencia, como un virus deslizándose por debajo de sus uñas sin intención de detenerse. Se encontraba junto con Alyssa en un lugar lejano, protegiendo a su mayor tesoro de alguien que compartía su misma sangre y había prometido arrancar su alma. Se sentía decepcionado, traicionado y herido, sin poder creer que alguien a quien le tuviera tanto aprecio ahora podía ser el causante de tanto sufrimiento.

Sintió como la admiración y el respeto que había llegado a sentir se deshacía como una ola rompiendo contra una roca, rápido y violento, sin dejar ningún resto. Lo había perdido todo hacia él y solo nació un nuevo sentimiento, una furia y un instinto de protección que nunca había sentido hacia nadie. El Macnair era capaz de matar sin ninguna dificultad, pero nunca había sentido una sensación tan grande de eliminar a alguien para la protección de alguien que no fuera él mismo.


Sagitas despegó el contacto y alzó la mirada, cruzándola con la del Ángel Caído.

—¿Estás bien, señorita Potter Blue? —antes de poder responder sintió como la barca era empujada con fuerza, alejándose de la orilla y deslizándose dentro de lago. En la mano de Sagitas el mini Pik ahora tenía pantalones—. ¡Vaya! Por lo visto ha servido, pero me da curiosidad que has podido sentir o ver, espero que no sea nada turbio porque vamos… que he pasado por cosas que espero que no sepas.

Empezaba a entender como era el funcionamiento de la clase, por lo que bajó la vista y miró a la mini Sagitas nuevamente.

—¿Qué has sentido? ¿Algo muy persona o no? Me da curiosidad ahora, ver que puedo conocer con la mini Sagitas. Ya hemos hecho esto con una estatua, no creo que con un muñeco sea diferente.

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¿Por qué me había ruborizado? Pik había confesado muy pocas cosas y, sin embargo, había sentido que había "visto" algo más de lo debido. No quería ir de inocente ahora; sabía que la Legilimancia era una Habilidad en cierta manera chismosa pero no me sentía cómoda al compartir aquella barca con él, habiendo visto lo que él seguro que no quería confesar a a nadie. Supongo que no es agradable que alguien conozca esa sensación de inseguridad que arriesga de romperte por dentro, que provoca una reacción inusitada y arranca lo más feo de ti mismo para evitarlo. Le entendía, ¿por qué? Tal vez porque yo había pasado por una experiencia similar.

 

En cierta manera, sentí la conexión con Pik y noté que había perdido algo en aquel intercambio mudo. Me tembló un poco la barbilla antes de contestarle.

 

-- No, yo... -- ¿Qué podía negar si en mi mano estaba su burda estatuilla con unos pantalones puestos? Me negué a mirar hacia sus piernas, para comprobar mi teoría de que la ropa puesta desaparecería para ocupar su mismo puesto en la figurilla. -- No era turbio... No al menos más que algún suceso de mi pasado. -- No quería confesarle lo que su estatua me había ofrecido para no ofenderle.

 

Le sonreí, con miedo de fijarme en la mini-Sagitas que él aún tenía en su mano. ¿Qué podría haber guardado como recuerdo en ella aquella Arcana? Aquello era jugar sucio. No podía permitir que Pik descubriera ciertas cosas de mí. No podía permitirme que nadie descubriera ciertos secretos que nunca podrían salir a la luz. Le sonreí y cometí el error de mirarle a los ojos. Estaba conectando con la escultura.

 

Tragué saliva.

 

Como un relámpago, la daga bailó en el aire una danza mortífera que se convirtió en letal. Aquel hombre no tuvo tiempo de reacción y apenas pudo clavar sus ojos en aquella mujer de pelo violeta a la que había intentado agredir. En el callejón oscuro, la luna apenas mostró las perlas rojizas de la sangre fugitiva del cuerpo caído. Una farola de luz mortecina iluminaba tenuemente la cara de la mujer que, en un gesto lento, guardaba su varita en el pelo, recogiéndoselo. Ni una lágrima cayó de sus ojos cuando se alejaba de allá, dejando como único testimonio de aquel asesinato a unas ratas que engullían de una bolsa de basura a los pies de un lleno contenedor oxidado. Sólo su mano se movía, restregando unas gotas salpicadas que le habían manchado el vestido.

 

La saliva no pasaba apenas por mi garganta y me entraron ganas de meter la mano en el agua y beber un poco de ella. Lo hubiera hecho si un golpe seco de la barca contra la orilla opuesta no hubiera interrumpido mi gesto. ¿Cuándo se había movido? ¿Es qué había funcionado? Salté sin esperar ayuda y pisé la hierba húmeda. Palidecí. Estaba descalza.

 

-- ¡Perdí mis bambas! -- confesé antes de darme cuenta de lo que eso significaba. MiniSagitas lucía unas minúsculas zapatillas violetas de cordones amarillos. Levanté la vista lentamente hacia Pik e intenté sonreír. -- Espero que no viera nada comprometido o... tendré que matar al testigo.

 

Solté una risotada que sonó más a histérica que a graciosa. ¿Qué más partes de mi misma tendría que sacrificarle para llegar a la Pirámide?

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Tenía curiosidad por saber lo que Sagitas logró captar de su mente. Estaba orgulloso de su vida y tras muchos años había aprendido a aceptarla, incluyendo a los que en algún momento llamó errores o fases negativqs. No existían momentos de caos o alguno que quisiera olvidar, solo eran experiencias que lo hicieron crecer como persona. Sonrió ante la reacción de la Warlock ante lo que vió.

—No te voy a juzgar por lo que pienses de mi pasado o lo que vea que hiciste en el tuyo. Todos cometemos actos sin tener a ciencia cierta las consecuencias que tendrán sobre uno, pero no por esto nos convierten en una mala persona.

Al ver la figura de mini-Sagitas entró en un trance y la voz de la pelivioleta quedó aislado, lejano, como si se hubiera quedado en la orilla del lago. Al despegar la vista alzó la mirada, conectando con la hechicera. Había sentido muchas cosas, bastante frías y sin ninguna pizca de arrepentimiento. Se sentía bastante a gusto con ese sentimiento tan familiar.

—No tienes que matar a nadie, ya los ha hecho —sonrió con picardía, mirando su reacción—. De mi parte no saldrá nada de esta clase, espero aprender Oclumancia para proteger tus recuerdos tanto como espero que hagas con los míos —al salir de la barca sintió la brisa entre sus piernas, llevaba un calzoncillo negro que quedaba un poco oculto por la capa negra que llegaba hasta sus pantorillas—. Sigamos, espero no quedar como un exhibicionista.

Caminaron un par de minutos para ingresar más hacia la isla en busca del laberinto. Solo había puesto los pies una vez ahí para superar la prueba de Animagia, así que tampoco era un experto en el área.

—¿Crees que tengamos que luchar contra algo o simplemente tendremos que seguir haciendo esto? —preguntó, mirando de reojo a la figura de Sagitas en su mano—. No sé si lo que veamos cada vez será más fuerte o personal, pero tendría bastante sentido teniendo en cuenta como piensa Rosália. No haría algo tan fácil…

En ese momento tuvo un poco de miedo. Él era un Mortífero, ex líder del bando y Sagitas era un Warlock, ¿podía ser capaz que la mujer captara alguna identidad de sus compañeros o la de él mismo? Se mordió el labio preocupado, pensando en el peligro que la arcana lo había puesto sin su consentimiento.

—Hay cosas de mi vida que, aunque no me den pena y solo me causan orgullo, creo que no seria conveniente que lo supieras —dijo tras detenerse— por tu propio bien —aclaró, dejando a su interpretación las palabras.

El mini-Pik, como si se tratara de un iman, captó la atención de la Potter Blue y nuevamente ambos iniciaron una conexión.


Un destello verde, tan puro como el bosque, fue el ultimo aliento. Todo era oscuridad, como una noche sin luna ni estrellas. Las sombras danzaban al ritmo de las varitas, defendiendo algo más que una persona. Defendían lo que eran, un pensamiento, una razón. Él, cubierto de huesos, era como si la propia parca se alzara del suelo y guiaba a muchos como él. El celeste y el blanco estaban a su lado, como dos lunas que siempre lo apoyaban. Nunca se había sentido así, como un guía y un ejemplo. No era el mismo que en ese momento, la melancolía y la rabia se lo comían por dentro tras la decisión que había tomado.


—¿Sagitas? —la Potter Blue se había quedado como una estatua mirando a la figura que, ahora con pantalones y una corbata, reflejaba que había captando algo más de él. Algo más personal.

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Sé que encogerse de hombros no es algo que se admita como gesto socialmente aceptable. Me era igual. Me encogí de hombros cuando mi compañero comentó que ya había matado a alguien. Supongo que quise indicar con ello que me era igual lo que supiera de mí, que no me importaba que se supiera que, en algún momento de mi vida, había matado a alguien. No era cierto, me había costado mucho aprender de aquellos hechos de mi pasado y de mis actos de venganza. Ahora era diferente porque había aprendido de mis llamemos errores. Si no los hubiera cometido, hoy no sería una Knight en la Orden del Fénix. Pero no estaba segura de querer que nadie más lo supiera. Entonces... ¿Cuál era la solución? ¿Matarnos cuando acabáramos la prueba? Suspiré y bajé mi altiva barbilla y me miré de nuevo los pies descalzos.

 

-- Yo sé Oclumancia. Ahora mismo estoy levantando un muro entre tú y yo para que no adivines mis más oscuros y -- sonrisa pícara pero triste -- perversos secretos. Sin embargo, la Arcana ha dejado ya tres pensamientos míos dentro de esa figura y eso no puedo controlarlo. Te prometo que lo que yo vea no se lo diré a nadie pero... Lo sabré yo.

 

¿Sonó a amenaza?

 

-- No... No soy mala persona. Ni me arrepiento de mis decisiones. Tal vez, y sólo tal vez, ahora no tomaría las mismas o sería menos drástica. Pero somos nuestras experiencias, ¿no? Vamos, a ver cómo atravesamos esta segunda fase del camino sin que nos desnudemos del todo.

 

Quería zanjar el tema. No me sentía a gusto sabiendo que él sabía pero intuía que él tampoco se sentía bien sabiendo que yo sabía... Era un maldito trabalenguas emocional en el que nos había metido la Arcana. Ella debía de saber que había secretos que no se podían compartir pero parecía que eso a ella no le afectaba. ¡Claro, como era un híbrido...! ¿Qué más le daba que los humanos matáramos por no confesar a nadie nuestras debilidades? No pude evitar mirar las piernas de Pik y me ruboricé.

 

-- ¿Haces gimnasia deportiva? Te mantienes atlético. Yo trabajo mucho en el Circo, dos horas por la mañana antes de ir al Ministerio y dos más a la noche, cuatro si al día siguiente no hay jornada. Hay que mantener a raya a los animales de los rediles y eso sólo se consigue si te huelen a diario. Es una rutina que no puedo abandonar nunca. No tengo tiempo de ir al gimnasio.

 

Aún seguía ruborizada pero me di cuenta que él no podía leer mis pensamientos actuales. Sin embargo, sí podría contactar con la figurilla que me representaba y saber algo de mí. ¿Qué sería lo que la Arcana había allá guardado?

 

Acariciaba el pelo negro de mi compañero, le besaba en el torso y le dejaba la marcas de mis labios en el cuello. Era feliz. Ocupábamos la estrecha litera de mi carromato del Circo y, práctimente, estábamos el uno encima del otro. Le volví a besar y me levanté. El aseo fue rápido y, cuando salí del baño, me recogí el pelo en una cola de caballo. Me maquillé para la sesión que estaría a punto de empezar.

-- Tengo que salir. Soy la Maestra de Ceremonias -- susurré, apenada, puesto que tenía que abandonar a mi amante y futuro marido en aquel camastro. -- ¿Me esperarás? Seguiremos donde lo hemos dejado... -- Reseguí una de mis marcas de pintalabios y le volví a besar, esta vez en aquello turgentes labios que me tenían enamorada.

Infeliz de mí, iba tan absorta en el recuerdo de sus manos y de su cuerpo junto al mío, sintiendo el calor aún retozando entre los pliegues de mi piel, que entré a la carpa sin darme cuenta del silencio. En el alto de la nave central, un Morsmordre lucía, altivo. En el suelo, algunos de los miembros del Staff habían caído. En la arena, varios miembros enmascarados anunciaban un ataque a mi negocio. Les miré de frente, no por altivez sino porque me habían pillado desprevenida. En mi pelo, donde solía llevar la varita, sólo estaba el sombrerito de lentejuelas. Eran tres y pronto se sumó un cuarto, con manchas de pintalabios en el cuello y una sonrisa sardónica. Eran mortífagos. Me habían descubierto y, ahora, iba a pagarlo... Sentí decepción ante la figura masculina que alzaba su varita y lanzaba un hechizo contra mi pecho, más que miedo. Era el fin de una relación que, hasta ese momento, había sido maravillosa.

La escultura de Pik parecía hipnotizarme. Me di cuenta que me había concentrado en ella sin pensar y, allá, veía un recuerdo nuevo del hombre. El asombro de lo que veía me hizo ponerme la mano en la boca. Sentía, como si fuera yo misma, aquella sensación de melancolía y rabia ante lo que había decidido hacer. Sentía algo de frustración y, a la vez, la decisión a hacerlo. Y, lo peor, sentí que yo apoyaba esa decisión que él tomaba. Ahora entendía aquello de que podrías perderte en recuerdos ajenos si no ibas con cuidado. La Arcana me estaba haciendo comprender toda aquella teoría latosa en aquella práctica insospechada. Corté la conexión a tiempo para no comprometerme más y, al hacerlo, vi una corbata en la figura.

 

Observé la mía, en la mano de Pik. Lancé una exclamación de enfado.

 

-- Eso es... una broma entre mi marido y yo ya que... Él... Jack está muerto y... ¿Es qué no puedo llevar la ropa que me dé la gana? -- Aceleré el paso, enfadada, al ver un sujetador en la mini-Sagitas que nunca hubiera querido enseñar en público. Menos mal que no me había quitado la camisa bajo la que bailaban, libres, mis dos razones de peso. Avancé sin mirar a mi compañero, pasando sin distracción por la zona arbórea y llena de matorrales que llevaba a la entrada del laberinto.

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Soltó una bocanada de aire cuando despegó la mirada, sintiendo como si acababa de sumergirse en un pozo del que no estaba seguro de como salir. Solo tuvo que bastar mirar la figura de mini Sagitas para entrar en su conciencia y sentir lo que ella había vivido. Era personal, un poco sensual y bastante oscuro, se sintió como un espía al comienzo, pero cada tras cada segundo tuvo mas curiosidad de lo que pasaba hasta que vio a los mortífagos. Nunca uno de ellos iría contra él.

— Ehm, bonito sujetador —fue lo único que llegó a comentar, aun poco fuera de si mismo, con el recuerdo aun fresco en su mente. Podía sentir en el aire la tensión tras la ultima inmersión es las figura, cada vez era mas personal y fuerte—. No hago gimnasia deportiva pero practiqué Quidditch en algún momento, ahora lo único que hago que me mantiene en forma es cuidad a mi hijo y subir las escaleras de la mansión Macnair. He pensado instalar unas escaleras mecánicas como los muggles, es un invento bastante funcional y practico.

Un sonido los distrajo, como si los estuviera llamando. A la distancia pudieron observar como una parte de la vegetación se abría, dejando un claro bastante amplio por el cual podían pasar ambos.

— ¿Son las puertas del laberinto, no? —preguntó mientras se acercaba, sujetando entre sus manos la miniatura de su compañera— no me gustan mucho los laberintos, es más una cuestión de suerte que de conocimiento salir de acá.

Ambos magos ingresaron al laberinto, sin tener ciencia cierta a como llegar a su destino. Pik dejó que Sagitas marcara el camino, por alguna razón sintió que la hechicera era bastante buena en los demás de misterio y como se trataba de una Warlock, quizás tenía un hechizo que pudiera sacarlos de ahí con facilidad.

—¿Los Warlocks tienen algunos hechizos especiales o misteriosos por tener esa posición? —preguntó con curiosidad, nunca había hablado de eso con Leah o Beltis—. Quizás puedas sacarnos de acá rápido, aunque creo que la única pista que recibiremos será cuando ingresos a la mente de los muñecos de nuevo.

>>Sobre lo que decías antes, ¿ya alguien ha intentando entrar en tu conciencia y has aplicado la Oclumancia? Ahora debe ser curioso para ti, saber como bloquear y navegar por la mente de uno. Me parecen ambas unas habilidades interesantes, quizás hay otras más llamativas como Animagia y Nigromancia, pero estas dos que trabajan con la mente son bastante diferente y fuera de lo común. ¿La Oclumancia sirve hasta para uno mismo ocultar sus recuerdos? Porque hay algunos que me gustaría hacerl…


El fuego ardía tanto como su sufrimiento, era un dolor corrosivo que se comía todo su interior. Las lagrimas corrían en su rostro como un signo de despedida, llevándose el ultimo brillo de esperanza y la ultima pizca de infancia. Sentía el cuerpo en sus manos, aun tibio y con los ojos cerrados, sin ningún signo de vida restante. Sentía como todo se le escapaba como un ultimo aliento, como las responsabilidades caían sobre él y la sensación de seguridad desaparecía por completo.

Estaba más solo que nunca, sin tener a nadie que lo protegiera a él y su hermano, dos niños que no superaban una década. Tuvo que escapar y no volver atrás, huyendo del pueblo que no los aceptaba y dejando atrás la perdida más grande de su vida.


—Entonces, señorita Potter Blue, ¿cruzamos a la derecha o izquierda? —preguntó el Macnair, dándose la vuelta para observar a Sagitas y entre sus manos al mini Pik, que ahora contaba con unas finas botas negras.

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Avanzaba de prisa buscando la entrada del laberinto, con el enfado consecuencia de lo ridícul0 que sentía ver aquella pseudofigurita con mi MI sujetador privado. Era algo que nadie más que Jack (mi Fantasmita particular) y yo debiéramos conocer. Esperaba que Pik Macnair se mostrara como todo un caballero y no difundiera la ropa íntima de un Warlock por algún círculo privado o que llegara a los oídos de El Profeta. Esperaba por su bien que no lo hiciera porque...

 

Me frené en seco. Disimulé diciendo que sí, que aquella era la entrada al laberinto y que habíamos pasado el segundo obstáculo con las prendas que habíamos perdido. En realidad, me había parado porque sentía una forma de ser agresiva a la que no estaba acostumbrada. No que la desconociera, sabía que había sido así hacía mucho y que el tiempo me había enseñado a esconderlo. ¿Por qué fluía de forma tan cómoda en esta Habilidad? Bufé, algo disgustada.

 

-- Sí, aquí está el Laberinto y no... La suerte no influye, sólo has de ir recto y romper lo que tengas delante y llegas al otro lado -- lo dije con un desenfado que hasta parecía que sí, que era cierto, que se podían hacer las cosas así. -- Bueno, yo una vez lo hice.

 

Ahora estallé en una carcajada que resonó como eco en aquel laberinto. Guardé silencio con respeto. No me gustaría despertar nada que por allá estuviera; ya me había pasado en pruebas de otras habilidades. Contemplé los altos setos y maldije en voz baja. Cerrados. Mira que había pasado mil veces por allá y había seguido una lógica siguiendo las raíces gruesas de las plantas pero hoy era imposible; en cuanto entramos en uno de los corredores, se cerraron. Suspiré.

 

La Arcana había dicho que habláramos entre nosotros. Supongo que la familiaridad nos haría más cómodos el uno con el otro y facilitaría la comunicación y, al final, el usar la Legeremancia con más naturalidad.

 

El vestido de novia era sencillo, diseñado por mi amiga Tamarindo. El ramo me lo había diseñado Nely y los anillos eran simples botones de madera unidos al dedo por un cordón de cuero. Era feliz, me agarraba a mi recién marido y volábamos encima del agua de la Costa Brava, en Girona, en la lejana España que me había visto crecer. El Dragón que nos llevaba era una cría joven, el mismo animal que hoy era la criatura más longeva del Circo. Extendí los brazos y grité, feliz. Aterrizamos en una cala imposible de alcanzar por mar ni por tierra. Allá pasaríamos nuestra noche de boda, fuera de la vista de todos y de todo. Jack y yo, juntos por fin, enamorados y uniéndonos en cuerpo y alma, jurándonos un amor eterno que se convertiría en una realidad cuando él murió y se convirtió en fantasma. Nadie pudo impedir esta vez que estuviéramos juntos y el amanecer nos sorprendió abrazados en la arena de aquella playecita, sin nada más que nos cubriera que las olas de la marea.

 

-- ¿Sabes? Creo que la Arcana juega sucio. No tenía porqué ver tus recuerdos sin tu permiso. O tú los míos -- el no saber qué sabía él era algo que me carcomía un poco. Era mejor cambiar de tema. -- Los Warlocks somos como... un grupo de Sires. ¿Sabes esos civiles muggles que la Reina hace Sires por algún mérito propio? Pues eso, un grupo de ciudadanos reconocidos por algún mérito. Tenemos derechos en el Ministerio pero no sabemos más hechizos especiales que los que ya sabíamos por nuestros propios estudios. No sé cual fue mi mérito especial, tal vez matar de risa al Primer Ministro, como payasa de Circo.

 

Caminé hasta el final del laberinto justo cuando hacía esa confesión. El seto se abrió. Sonreí.

 

-- Es buena idea la de hablar, parece...

 

Esa sensación de comodidad y triunfo me hizo ampliar la sonrisa y olvidarme del disgusto anterior. Fue cuando vi su estatuilla y noté que brillaban sus ojos. Ese contacto me hizo boquear. Por un instante había sentido infelicidad y muchísimas ganas de llorar. Me vi pequeña, vulnerable, con el deber de cuidar de alguien más pequeño que yo. Me vi huir y noté que lloraba. Giré la cabeza forzando la retirada de aquella figurita que, curiosamente, lucía calzada.

 

-- Yo... Lo siento...

 

Me di cuenta que confesaba haber visto algo suyo que me había emocionado. No era para menos. Su historia la había vivido casi como mía y es que, en algunos fragmentos, había sentido que era yo quien tenía esas responsabilidades y que había perdido la niñez en aquellos momentos. Suspiré, aún emocionada y, acto seguido, enarqué la ceja, alzando la barbilla y sin mirar hacia abajo. En la mini-Sagitas de la mano de Pik había un pantalón pirata que mostraba los tobillos.

 

-- ¿En serio te estoy enseñando las pantorrillas? Esto es más que una broma pesada. ¿Aún he de perder algo más? Porque vamos, para eso me desnudo ahora.

 

El enfado, tal como vino, se fue. Delante de nosotros se abría un arco de salida desde el que se veía la pirámide. Tal vez el ir ligera de ropas habría merecido la pena.

 

-- Ni derecha ni izquierda... Por el centro... Allá arriba nos espera la Arcana. Vamos...

 

Avancé un par de pasos y me di la vuelta de forma abrupta, encarándome con él.

 

-- Cuando salgamos de este laberinto olvidaré por completo lo que he visto de tu mente. Sí, uso a menudo la Oclumancia y es difícil que alguien me saque lo que no quiero, al menos que sea una fresca arcana. Mis recuerdos que son tuyos los defenderé con mi vida, si es necesario, porque no me pertenecen y me han sido dados en unas circunstancias que no son las que debiera. -- Siguiendo un impulso, le di un leve beso en los labios y después me despegué de su lado.-- Esto también lo olvidaré. Gracias por ayudarme a atravesar estos obstácul0s.

 

Corrí hacia las escaleras de la pirámide, en cuyo interior estaría esperando la Arcana.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Lo mas curioso de la habilidad era como los recuerdos, a pesar de transmitir tan diferentes emociones, eran igual de intensos. A diferencia de lo que sintió Sagitas tras el recuerdo del Macnair, Pik se encontraba lleno de felicidad y de una paz que había sentido junto a Alyssa, una calma eterna que esperaba que nunca se terminara. No podía disimular la sonrisa que marcaba su rostro tras vivir esas emociones.

—No lo sientas, el pasado por más duro que sea es lo que nos define y crea lo que somos ahora —dijo tras detenerse, intercambiando miradas—. También he vivido momentos muy bonitos como el tuyo, sé que ha sido por culpa de la arcana que lo viviera… pero me alegro por ti, tener una conexión tan bonita y especial con alguien es lo que hace más llevadera esta vida.

No pudo omitir soltar una carcajada al ver que la mini-Sagitas ahora llevaba pantalón, esperaba que la Warlock no pensara que se estaba riendo de ella, simplemente le causó gracia su comentario y como se estaba tomando las cosas. Frente a ambos se abrió un claro, mostrando a través de el la pirámide que se alzaba tan alta como era.

—No fue necesario ir recto y romper lo que teníamos adelante, pero es prácticamente el principio de lo que dijiste. Quizás en otra prueba tome tu consejo y destruya todo lo que tenga adelante. Y no hay problema con que me muestres las pantorrillas, no es nada que no haya visto con anterioridad… aunque no es común de una Warlock andar semi desnuda en los recintos de la Universidad, que se comentaría en Ottery si se llega saber esto.

Y tras una fina sonrisa se empezaron a adentrar a la pirámide en búsqueda de la arcana. No pudo omitir colocar un gesto de sorpresa tras las ultimas palabras de la Potter Black y el beso que le plantó, pero no se quejó en lo absoluto. Simplemente cruzó su brazo izquierda por encima del hombro de la pelivioleta mientras seguían caminando hasta el centro de la pirámide.

—Gracias por querer mantener mis recuerdos a salvo, yo haré lo mismo con los tuyos cueste lo que me cueste. A pesar de que no fueron otorgados como se debería me alegro de vivirlos, fueron muy especiales y me sorprende que podamos sentir las cosas de manera tan similar a pesar de nunca tratar contigo antes —habla con sinceridad, había tenido un concepto erróneo de la Potter Blue durante varios años—. Nunca pensé que podía tener tantas cosas en común con la hechicera más famosa de Ottery.

Soltó una risita hasta que divisó en el centro de la pirámide a Rosália, esperando a ambos magos.

—Buenas, arcana, ya hemos llegado —era bastante redundante lo que decía, pero no supo que otra decir como saludo—. La hemos pasado bastante bien en la prueba, no fue nada lo que tenía en mente o esperaba, pero fue bastante… entretenida —dijo tras pensar la palabras un par de segundos— entretenida, interesante e intensa, pero nada de lo que me arrepienta.

Alzó el brazo que tenía libre y le mostró el mini-Sagitas a la arcana.

—¿Ha visto que sujetadores tan curiosos? Esto ha sido lo que menos me esperaba de la prueba.

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