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Prueba de Nigromancia #13


Báleyr
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Baléyr los esperaba al pie de la pirámide. Se había puesto la única túnica decente que tenía, pues una prueba no era poca cosa, y portaba su Vara de Cristal lista para ser utilizada, una vez más. El camino que habían recorrido sus alumnos hasta ese momento, no había sido nada fácil. El hecho de haberlos enviado a un plano astral en busca de una copia de su arma, tampoco había ayudado mucho. Pero esperaba, al menos, que les haya servido de lección con la habilidad.

 

Ambos aprendices tendrían que cruzar el lago que bordeaba la isla en donde se encontraba la pirámide, ayudados de las barcas que los esperaban en las orillas. Una para cada uno pues, si bien habían hecho la clase juntos, la prueba de habilidad era bastante más personal que cualquier clase compartida. Por esa razón, tendrían que enfrentarse a la misma por separado. Sin varitas, sin amuletos, sin anillos de otra índole, más que el anillo que los esperaba en el interior de la barca. Un anillo que los mantendría unidos a la habilidad y, además, serviría como un medio de comunicación entre ellos y el viejo Baléyr.

 

El lago estaba atestado de semi cadáveres que se levantarían apenas sintieran el movimiento en el agua, cuando ellos empezaran a cruzar. Más no podrían avanzar a menos que lograsen convencer a uno o dos de aquellos no-muertos, para que los ayudasen. Los cuerpos, por supuesto, se las apañarían para intentar, por todos los medios, hacerlos quedar en el fondo del lago, junto con ellos.

 

Ya en la orilla, se toparían con la entrada de un laberinto cuyos obstáculos deberían sortear, con prudencia y con astucia. Para adentrarse a él, tendrían que pagar una cuota de sangre, pues el laberinto utilizaría sus conexiones sanguíneas, además, para que se perdieran dentro y no saliesen nunca. De ellos dependía salir ilesos de allí y llegar con el Arcano. Mas en su paso por aquellos caminos tan enredados, tendrían que enfrentarse al peor de sus temores. Sumado a eso, encontrarían un cadáver en el centro del laberinto, al que tendrían que analizar y encontrar la causa de muerte. Sólo de ese modo podrían llegar a Baléyr.

 

El anciano los observaba, con gesto impasible, sentado sobre unas escalinatas.

 

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Todo ya estaba listo para la gran prueba. De un mometno a otro ya había salido del plano astral, a donde el Nigromante lo había enviado, y ahora se encontraba de pie frente a un hermoso lago - o eso parecía al menos - donde habían dos barcas. ¿Cómo iban a trasladarse? ¿Tendrían que remar? Seguramente algo estaba tramando el Nigromante.

 

Emmet se acercó a la orilla y notó que dentro de cada una de las barcas estaban los anillos. Ese objeto era lo que le iba a permitir vincularse con la habilidad que tanto había estado esperando tener y controlar. El vampiro se subió en la que estaba a su izquierda y, habiéndose acomodado, se colocó el objeto en su dedo anular.

 

Un frío corrió por su columna. Podía sentir como si una gota de sudor gigante empapaba toda su espalda, de arriba hacia abajo, terminando con un escalofríos. Comenzaba a sentir voces como si una multitud lo rodeara y le estuviera gritando en la cara, todos al mismo tiempo. Momentos después pudo darse cuenta de que el lago estaba repleto de cadáveres; el asco del vampiro se mualtiplicó por mil.

 

¿Esas voces provenían de aquellos no muertos? Quizás era la respuesta más justa que podría haber encontrado.

 

Intentó buscar su varita pero no la encontró. Tampoco pudo materializarla como siempre hacía cuando se presentaba una situiación de peligro. Ahora resultaba que el viejo Báleyr los había despojado de todo y cada uno de sus objetos, amuletos y anillos. ¿Cómo se defendería de éstos?

 

Comenzaba a notar quela barca se movía e iba adentrándose de a poco en las turbias aguas del lago. Las voces eran cada vez más fuertes y se hacía imposible entender lo que reclamaban. El vampiro intentó contener la respiración por un momento y se concentró. Debía poder escuchar lo que querían y encontrar el poder del anillo que - quizás - podría permitirle convenserlos de que lo ayudaran a pasar al otro lado. Podía sentir las manos putrefactas intentando hundir la barcaza buscando la recompensa que esta guardaba: el cuerpo del vampiro para hundirlo en aquellas turbias aguas.

 

Todo paró. De un momento a otro los cadáveres dejaron de trepar a la barca. ¿Lo había logrado? ¿Había podido controlarlos con el anillo o lograr una conexión? Eso parecía, al menos ya no intentaban hundirlo.

 

- Necesito su ayuda para llegar al otro lado, por favor.

 

Dijo como si aquellos no muertos lograran escucharlo.

 

La barca lentamente comenzó a moverse y el vampiro podía ver la orilla de la isla a la que tenía que llegar. Además, comenzaba a notarse la punta de lo que parecía ser una pirámide. ¿Estaría allá el Nigromante?

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Las instrucciones para dar con Baleyr eran claras, debía estar completamente limpio, sin varita, sin anillos y sin ningún artículo mágico que le pudiera ayudar en la prueba, y era de esa forma como se había presentado en el lugar donde se llevaría a cabo la prueba de la vinculación de su quinta habilidad. El Ángel Caído llevaba unos pantalones de franela negra y un cinturón de piel sintética teñido de rojo, cubriendo su dorso una camisa en color blanco que lo hacía verse como un ser tranquilo.

Iba caminando hacia la embarcación que debía tomar cuando vio a lo lejos al Gaunt tomando la delantera. Al llegar a la orilla vio un pequeño bote algo débil y bastante viejo que sería sumergido si este salía de aquel rio de almas para navegar en otro tipo de aguas. Estaba seguro que el Arcano no tenía planes de llevarlos a navegar otras aguas más turbulentas, fue así como se decidió subir a la embarcación y esta mágicamente se empezó a mover justo después de colocarse el anillo de nigromancia.

El viaje que en un principio tenía toda la pinta de ser algo tranquilo, paso a ser bastante movido. Tanto que tuvo que guardar el equilibrio para no hacerse en el río de almas. Varias de estas, trataban de voltear la embarcación.

Alto. —dijo. Las almas pararon el movimiento por unos segundos.

Aries miraba a cada una de las animas que se encontraban vagando por aquel río. Gruño. Estaba un tanto molesto por que aquella primera prueba era un poco complicada, no se imaginaba que aquella era la prueba más sencilla y que a continuación lo estaría pasando peor o mejor, todo dependía de cómo el Ivashkov sorteaba sus retos para la vinculación con el anillo.

Las almas seguían inmóviles, esperaban alguna instrucción por parte del mago. Así que, después de varios minutos el peliazul volvió a dirigirse a las almas que se comenzaba a inquietar.

Amigas, necesito de su ayuda. Debo cruzar el río para seguir con mi camino. —pidió.

Más de dos animas empezaron a mover la barca hasta llevarla al otro lado del río. Aries al bajarse volvió a hablar con las animas que se encontraban esperando alguna otra instrucción.

Es momento que siga mi camino, gracias por su ayuda.

Y así el joven Ivashkov siguió su avance por aquel lugar, llegó a lo que era el comienzo de un gran laberinto. A los Arcanos les encantaba ese tipo de retos, donde debían sortear diferentes cosas para llegar a estar frente a las 7 puertas de las habilidades. Con esta era la quinta vez que se hallaría frente aquellas puertas y aun así el nervio lo estaba consumiendo. Al notar que un gran muro no lo dejaba seguir su camino miro por todo el lugar. No había nada que le indicara que debía hacer, por lo que maldijo.

No nos podías poner esto un poco más complicado, verdad Baleyr. —gritó. No esperaba una respuesta por parte del Arcano, ni algo parecido, sólo estaba un poco molesto por no saber cómo seguir.

Fue hasta que por accidente mientras apoyaba su mano en una roca filosa que sufrió un corte un poco superficial pero lo suficientemente profundo para que el gran muro empezará a abrirse. Dando paso al gran laberinto que debía sortear para poder empezar la verdadera prueba de vinculación. Mantuvo el mismo paso siempre, un paso lento y tranquilo, como alguien que no estaba ansioso a poder lograr la habilidad de hablar con los muertos. Todo lo contrario. Daba un aspecto de alguien que disfrutaba aquel recorrido por el laberinto.

Al menos así era hasta que la primera ánima de un antepasado se puso frente él. El alma de un completo desconocido, ya que para la mala suerte del mismo mortifago, no tenía idea de quienes eran su pasado, él era feliz de saber quiénes conformaban su presente y de esa forma quienes iban a seguir con él a su futuro.

El alma del antepasado tenía características de un Black Lestrange, el gesto de fuchi que tenían todos los miembros de la Black Lestrange era inconfundible, Aries sonrió y pasó de largo. Ni siquiera lo saludo. Como si aquello no le importará, en lo más mínimo. Fue entonces que lo escuchó.

Ey Jovencito, tus padres no te enseñaron a saludar a los más viejos —dijo el ánima de lo que bien sería el abuelo de la entonces Matriarca de aquella familia. Aries se detuvo y se le quedó mirando por varios minutos. Estaba irritado. Así que respondió de la única forma que sabía.

Creí que iba a seguir haciendo como que no me miraba. —respondió Aries.

Chamaco insolente…—dijo el antepasado y le soltó un bastonazo en la cabeza. —no me hables así que no somos iguales. —Aries gruño ante el golpe, pero no agrego nada más.

El antepasado comenzó a caminar, siguiendo el camino que marcaba el laberinto, sin esperar a que el más joven de los Black Lestrange lo siguiera. Aun así, Aries le siguió de manera silenciosa durante varios minutos. Hasta que el Black Lestrange le habló.

Aries, cualquiera en su situación ya hubiese hecho preguntas sobre su pasado. ¿Es que no deseas saber nada de tu pasado?
Editado por Aries.

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- Aquí estaré bien, mis queridos - dijo el vampiro en agradecimiento a aquellos no muertos que lo habían ayudado a llegar a la orilla. La barcaza hizo toque con la fina arena que formaba la pequeña playa la cual bordeaba una estructura gigante de roca.

 

Paredes enormes se alzaban frente al vampiro y, por las cuales, vio desaparecer a su compañero apenas tocó la roca. ¿Así de fácil era entrar? No creía eso, seguramente algún que otro sacrificio iba a tener que hacer como pasó en el plano astral. Emmet se sacudió un poco y se ajustó el anillo en su dedo anular disponiéndose para seguir la travesía. Con paso firme y decidido fue hasta - lo que parecía - una de las entradas a aquella estructura. Miró detenidamente cada uno de los bloques que la formaban. Algunos repetían sus patrones pero otro, que se ubicaba a la altura del pecho de Emmet, tenía una pequeña muesca como si algo hubiera que colocar allí dentro.

 

Siguió mirando un poco más para saber si esa marca se repetía pero no tuvo suerte. ¿Que podría ser? No tenía ni varita, ni amuletos ni otros objetos de valor, como para dejar allí dentro. Hubo otra cosa que le llamó la atención - y que estaban sobre aquella marquita - y su sentido del olfato no le volvía a fallar. Sobre la roca habían pequeñas marcas de sangre, ya seca, pero sangre al fin que podía aún oler. ¡Eso! se festejó así mismo al descubrir que lo que debía hacer era dejar una cuota de sangre para ingresar a aquél laberinto.

 

Buscó algo a su alrededor como para podrucirse un corte pero era difícil. Optó por un método más eficaz, se llevó su muñeca a la boca y se produjo un corte con sus afilados colmillos, esperó que la sangre comenzara a brotar como para formar una gota gorda y dejó que posara sobre aquella marca. Apenas su sangre hizo contacto, el gran bloque que tenía enfrente y que parecía la entrada del lugar, se abrió de par en par mostrándole el punto de partida y el interior de aquél laberinto.

 

- ¿Porqué todos eligen los laberintos? ¿Acaso no hay otra cosa más divertida que esto?

 

Soltó gritando algo ofuscado. Odiaba los laberintos y todo lo que rodeaba a esas construcciones, más que nada porque podían ocultarse las peores cosas allí dentro y, si a eso le sumamos que ninguno de los dos tenía su varita, ser presas fáciles de cualquier cosa o criatura que allí viviera.

 

El lugar estaba oscuro pero no era complicado dilusidar las fromas que se encontraban allí. Pudo distinguir algún que otro arbusto, rocas de diversos tamaños y pequeñas criaturillas que - al sentir los pasos del vampiro - se escondían detrás de la vegetación.

 

Nada fuera de lugar, por ahora.

 

Dobló hacia la izquierda y luego hacia la derecha para volver a repetir la primera una segunda vez.

 

- ¿A donde crees que vas?

 

Emmet se paralizó por completo. Se quedó quieto donde estaba sin mover ni un solo músculo. Aquella voz grave había logrado helarle la espina por completo. No podía lograr identificarla con algunas de las que ya conocía o al menos ponerle un rostro.

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El Mortifago sonrió ante la pregunta del Black Lestrange, pero volvió a caminar sin responder a la pregunta. Durante cinco minutos de trayecto estuvo pensando si era que de verdad no deseaba conocer nada de su pasado o que no estaba muy seguro el por qué aquel No-muerto estaba frente a él mirándole con una cara de pocos amigos. Así que después de tener claro lo que deseaba obtener del viejo Black Lestrange se dirigió a él.

No deseo conocer sobre mi pasado, me interesa conocer otro tipo de cosas. —dijo, mientras miraba a su antepasado con cierto interés.

Aries no quería saber algo que él había vivido, sin embargo, quería conocer sobre el presente de su padre. Pero no realizo una pregunta referente a eso, en su lugar se queso callado durante unos pocos segundos, tratando de formular una pregunta que después de ser respondida el antepasado se regresara or donde había llegado.

¿Ustedes me perdonarían si tuviera una familia con un muggle?

El Black Lestrange le miro durante varios segundos, pero finalmente respondió la pregunta.

La verdad es que no harías algo así, aunque quisieras hacer enojar a tus familias. Pero responderé a tu pregunta con un, nosotros estamos muertos, ¿Crees qué Arya Macnair te perdone si la dejas por una muggle?

Tras aquella respuesta el antepasado desapareció, por lo que el Ivashkov volvió a andar solo. Los pocos metros que recorrió solo le sirvieron para reflexionar sobre su vida. Estaba a unos metros del final del laberinto —en realidad era la mitad del laberinto —cuando tropezó con el cuerpo de una persona que llevaba varios años muerta.

 

El cuerpo era de una mujer de cabellera negra, no muy alta, tenía el aspecto de una niña, pero la vestimenta con la que se encontraba el cuerpo parecía más de una persona adulta. Camino a su alrededor y empezó a examinar con sumo cuidado mientras decidía qué hacer con aquel cuerpo. Quizás ella era la respuesta a todas sus preguntas con respecto a la ausencia de su padre a su vida.

Sus manos se movieron sobre el cuerpo de la mujer mientras pronunciaba unas cuantas palabras en latín, su magia empezó a fluir por su cuerpo y se canalizaron en sus manos, las cuales empezaron hacer que el cuerpo de aquella dama se comenzará a mover. No tardó mucho tiempo en el que la mujer se puso de pie y vio al joven que la había regresado a la vida.

Nadie te dijo que no debes regresar a la vida a personas que no conoces. —preguntó la mujer mientras le dedicaba una sonrisa con superioridad.

Los ojos grises de Aries se volvieron blancos entre más escuchaba hablar a aquella mujer de piel blanca, cabellera oscura, labios rojos y carnosos con unos ojos azules que parecía jactarse del error del Ivashkov. Pero era obvio que Aries no era tonto, así que dejo que se jactará todo lo que quería para después mirarle un poco a los ojos.

Tú, querida, te vas a ir en el momento que yo decida, y eso será justo después de escuchar tu respuesta a la siguiente pregunta. —Aries realizó una pausa y comenzó a caminar rumbo a la salida del laberinto. Se detuvo unos pasos antes de salir mientras la mujer lo seguía un tanto curiosa por la manera en que este le hablaba. —¿Cuál es la razón de tu muerte?

La mujer comenzó a reírse, cosa que molesto bastante al peliazul y sin darle una segunda oportunidad, movió con destreza sus manos, lugar en la que tenía su magia para la nigromancia, y así como le había dado la vida se la quitó sin piedad alguna.

Pobre si fuera tan sólo un poco más cooperativa. Seguro la envenenaron. —pensó, mientras comenzó a recorrer el último tramo del laberinto.

Estaba creyendo que las cosas no podían ser más sencillas hasta que vio a la mujer que le dio la vida frente a él sin vida, aquella visión de su madre muerta era la segunda vez que un Arcano la usaba para desestabilizarlo. Su corazón estaba acelerado, quería gritar, maldecir, hacer mucho daño a los que usaban aquello como un medio para detenerlo en sus propósitos, pero ni la imagen de su madre sin vida le había podido hacer que se detuviera, todo lo contrario, siguió su camino.

Después de aquello terminó de cruzar el laberinto para entrar a la pirámide y encontrarse con el Arcano Báleyr frente a las puertas de las habilidades. Al parecer había cumplido con los retos. Se quedó en silencio en espera de que el Nigromante apareciera frente a él y le dijera si podía seguir o no.

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Una voz, que venía de atrás del vampiro, no lo dejaba moverse o al menos él no quería moverse porque no quería provocar alguna reacción violenta en aquella ánima. Por el otro lado, no se había dado cuenta, pero delante de él reposaba el cuerpo sin vida de un joven. Parecía que había perecido allí dentro pero no podía hacer nada porque no conocía que es lo que estaba a su espalda.

 

¿Que debía hacer primero: intentar descubrir que hacía ese cuerpo allí o averiguar a quien tenía detrás?

 

Si algo había aprendido del Nigromante, en una de las primera clases, era a que no debía confiar en nadie - ni siquiera en los espíritus - porque podían no llegar a ser quien nosotros esperábamos; así le pasó con aquella voz que se parecía a la de su abuela pero aprendió a no darle caso e importancia porque no conocía lo que se escondía del otro lado.

 

No tenía varita ni ningún tipo de amuleto que lo pudiera proteger de un posible ataque. Sólo poseía el anillo de la habilidad ¿Cómo usarlo en contra de aquél espectro?

 

- ¿Acaso no oyes muchacho terco?

 

Inquirió el espectro que Emmet, cuidadosamente, comenzaba a ver con el rabillo de sus ojos.

 

Se podía ver perfecto. Era un hombre alto, esbelto y con facciones muy bien formadas. Estaba vestido con la ropa de época antigua estilo americano con un frack negro, moño del mismo color y camisa blanca. Portaba, en su diestra, un arma de fuego que todavía le salía humo de la punta como si recién hubiese sido disparada.

 

Ahora Emmet caía en la cuenta. Enfrente de sus ojos se estaba reproduciendo una escena de un asesinato y el espectro no le hablaba a él si no al muchacho que yacía sin vida en el suelo. Pero, ¿como es posible que esté muerto si acaba de disparar el arma?. Al comprobar que el hombre no lo percibía, o al menos eso creía, Emmet se dispuso a analizar el cuerpo.

 

Lo primero que notó es que estaba boca arriba y con su camisa llena de barro. Segundo, notó algunas manchas de color negro con degrades violáceos en las orillas - muestra clara de envenenamiento - ¿Que sustancia había consumido o le había hecho consumir? El vampiro pensaba en todas las posibilidades.

 

- Te queda poco tiempo para descubrirlo.

 

Habiendo dicho eso, el mortífago, se dio cuenta de que el viejo le hablaba a él y que, en realidad, lo estaba apuntando con el arma poniendo presión.

 

- Si no encuentras la causa de muerte en en dos minutos te convertirás en un colador.

 

Si fuese un muggle que amenazara de esa manera al vampiro ya que no tendría vida y sería un simple pedazo de carne tendido en el suelo pero no podía saber que es lo que se escondía detrás de aquél espectro.

 

El vampiro se desesperó pero entró en calma. Comenzó a buscar por todos los bolsillos de la ropa del hombre pero no había encontrado nada sino hasta revisar el de su camisa. Allí había un frasco con resto de un líquido acuoso de colo violáceo. Lo olió.

 

- Envenenamiento por Belladonna.

 

Sentenció el vampiro. Siendo el profesor de Herbología en la Universidad iba a ser muy complicado engañarlo. Ahora que todo conectaba notaba que aquellas manchas de envenenamiento eran típicas de aquél tipo de plantas. Al ingerir los frutos de la bellandonna, en cualquier estado, podía producir un estado de coma profundo o - si era en gran cantidad - la muerte directamente. La diferencia con las demás era que no producía dolor y el efecto era instantáneo.

 

- Ahora no puedes engañarme más, muéstrame la salida si no quieres que te mande al otro lado.

 

Sin ningún tipo de miramiento, el fantasma, bajó el arma y le marcó el camino al vampiro. Llegó al final, salió de allí respirando profundo y se encontró con la pirámide, ingresó y allí estaban Aries y Báleyr.

 

- Mis disculpas la demora pero casi me mata un loco con un arma - soltó una sonrisita.

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Báleyr se mantuvo siempre atento a lo que sucedía con ambos aprendices de Nigromante. Las pruebas que sorteaban, más que nada la manera, era eso lo siempre terminaba captando su atención. También se mantuvo sentado sobre las escalinatas, casi no se había movido en todo el período desde que ambos tomaron la barcaza a orillas del lago hasta que el primero logró llegar a la base de la pirámide donde se encontraba.

 

No hubieron palabras de bienvenida para ninguno de los dos, pues hasta allí solo era la mitad del viaje y ahora vendría la más complicada; pero asintió con la cabeza a modo de darles a entender que era satisfactorio su arribo.

 

El Arcano juntó las palmas de las manos a la altura del abdomen y recitó unas antiguas pero conocidas palabras por él, mismas que debía utilizar cuando algún alumno llegaba hasta esta instancia. Un ligero calor se apoderó de ambas extremidades mientras el vínculo de su propio anillo de Nigromante se hacía efectivo con los dos nuevos entre su palmas. Estiró la mano diestra para que tanto Aries como Emmet sacaran uno y los posicionaran en alguna falange.

 

―Estos anillos les permitirán ingresar en la pirámide para cumplir con su meta final. La historia dentro es incluso desconocida para mí, será propia de cada uno de ustedes, toda decisión que tomen será determinante para sellar o dejar ir la habilidad de la Nigromancia. Sean precavidos y usen todos sus recursos.

 

No podía negar que algo de ansias sentía al ver qué le deparaba a cada uno, ya que lo que ellos viesen o viviesen allí dentro él lo vería también mediante la conexión de los anillos.

 

―Esta es la última prueba así como la última oportunidad de retractarse. ¿Desean continuar? De ser así entren y demuestrense así mismos lo que son capaces. ―Él los esperaría en el mismo sitio.

Editado por Báleyr
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No estaba muy seguro de cuánto tiempo había pasado desde que llego a la pirámide hasta el momento en que Báleyr le entregó su anillo que lo vincularía al mismo arcano, primero y después a la habilidad por la que se encontraba en aquel lugar. Miro a su alrededor antes de ponerse el anillo, era como si no confiara en las personas que estaban a su alrededor, y la verdad era que sólo confiaba en el Gaunt. Por lo que después de varios segundos camino decidido al interior de la puerta de Nigromancia. No había marcha atrás. Tenía una de dos, morir en el intento o hacerse como nigromante, pero tenía todo a su favor así que confiaba en que seguiría siendo de esa manera.

Al otro lado de la puerta se podía apreciar de nueva cuenta el cielo de aquel lugar. Era un cielo rojo carmesí, en el ambiente se podía respirar pesadez y angustia. Las calles de aquel lugar estaban llenas de ríos de sangre, se podía apreciar por el a oxido que se podía presenciar al caminar a un lado de aquellos caudales. Aries miro su anillo de nigromancia, aun no estaba seguro de lo que hacía en aquel lugar, hasta que lo vio a varios metros de donde él estaba. Lucifer le sonreía. El padre de Taurogirl, su madre, se encontraba de pie frente a él como si su sola presencia debiera afectar al Black Lestrange. Pero no, aquel hombre no era nadie cercano al Ángel Caído como para que le moviera algo dentro de él.

—Lucifer. —le saludo el metamorfomago mientras caminaba hasta él.

—Asmod —las palabras del hombre de cabellera negra y mirada seductora fueron cortadas por el mismo mortifago que lo había saludado.

—Aries, así es como me llamo, No quiero que me llames de la manera en la que te ibas a referir a mi.

 

El Ivashkov salió del trance en el que se encontraba. Todo daba pie que aquello era algo que sucedería en el futuro, su habilidad en videncia se había activado al momento en el que entre sus manos llevaba el hueso de su padre. Junto a los demás restos de este que se encontraban enterrados en los terrenos de los Black Lestrange hasta el día de hoy.

La prueba comenzaba en ese momento. Su único propósito era poder tener comunicación con el que él consideraba era su padre, así que el hueso de la costilla era el que podría ayudarle a dar vida a su alma y tener la conversación que llevaba tiempo planeando. Alisto todos los artículos que se necesitaba para invocar al mundo de los vivos a su padre y preguntarle todas las dudas que tenía en ese momento.

Aries era muy cuidadoso cuando de magia negra se trataba, por lo que se encerró en su habitación y comenzó a realizar todo el ritual para invocar el alma de su padre. La energía que necesitaba era demasiada, pero esta fluía de sus manos, tras mencionar algunas palabras en latín y otras en arameo. El alma a la que le pertenecía el hueso que estaba en el suelo apareció frente a él.

El Ivashkov se había quedado serio al ver a la figura que estaba de pie frente a él. Lo conocía de fotos, su mamá le había hablado varias veces de él. De cabellera negra, tez blanca, una mirada sería que parecía juzgar al Ángel Caído. Pero los ojos eran azules, muy parecidos al color de ojos de su madre. Justo delante de él tenía a Lucifer. ¿Qué demonios hacia Lucifer enterrado en los terrenos de la Black Lestrange?

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Todo se reducía a aquella pregunta que tanto había estado esperando.

 

- Sí, Arcano.

 

Dijo sin dudas y con firmeza. Después de casi tres meses estudiando dicha habilidad, Emmet, estaba listo para intentarlo y quedar vinculado con el anillo.

 

Miró el que le acababa de pasar Baléyr. Se lo colocó en el lugar en donde estaba el otro y sintió un pequeño cosquilleo que le recorría todo el cuerpo, de arriba hacia abajo y viceversa.

 

La puerta de la pirámide ya se habia abierto y, la que correspondía a Nigromancia, estaba esperando por el Gaunt. Aries ya la había cruzado despareciendo por completo. ¿Con qué se iba a encontrar allí dentro? ¿Que cosas o quienes estarían del otro lado esperándolo?. Las respuestas a esos cuestionamientos estaban a un solo paso.

 

Se adelantó sobre el rellano sintiendo como todo su cuerpo era absorvido por aquél espacio para, luego de unos segundos, aparacer tirado boca abajo sobre ese fresco césped que lo había amortiguado. Cuando pudo abrir sus ojos y recuperar el equilibrio notó que estaba exactamente en la misma pradera que aquella vez. Aunque ahora podía percibir que no estaba solo; con mucha más seguridad que la primera vez.

 

Sentía una presencia muy fuerte. Una femenina, de figura maternal. Otro frío recorría tu espina.

 

Se volvió a incorporar y comenzó a caminar. Reconocía el bosque que tenía delante porque allí fue donde tuvo que buscar la varita de cristal del anciano y donde se encontró con el espirítu de aquél muchacho. Además, no podía olvidar el recuerdo que dejó en el pensadero gigante como precio de haber encontrado la Vara.

 

<< Podría ir a buscar el recuerdo o intentar descifrar todo esto que involucra el anillo >>

 

Pensó recabando las prioridades que tenía en ese momento.

 

Bajó su vista y miró el anillo. La piedra azul - o al menos así lo percibía él - brillaba ante el sol que estaba en el firmamento pero podía notar, que en su interior, algo había. Cerró sus ojos por un momento cuando una brisa se levantó de la nada. Percibió como los altos pastos se mecían mientras él intentaba hacer conexión con su parte más interna.

 

- Emmet .. Emmet

 

No quería abrir los ojos pero aquella presencia femenina que había percibido cuando llegó, ahora parecía haberse hecho presente y le estaba hablando. Nuevamente era la voz de su abuela. Pero, ¿era de confiar? ¿que debía hacer para comprobar si era ella o no?

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¿Quién eres? —preguntó la figura que acababa de traer del mundo de los muertos.

Aries no estaba seguro de responder, es más dudaba de quien era. Si le habían mentido acerca de su padre, lo más seguro es que también le mintieran acerca de lo que él era. Pero era muy pronto para juzgar a la líder mortifaga, por lo que para entenderla un poco mejor el menor de los Black Lestrange miro los ojos de aquel hombre de pie frente a él.

Soy Aries, creo que me equivoque de restos. —Empezó a explicar el por qué estaba ahí de pie frente a él. —Estoy buscando a mi padre, es un Black Lestrange, se llama Maxmus.

Los ojos de Lucifer fueron del enojo a la pena y luego a la confusión, no había dicho ninguna palabra hasta que sus labios se abrieron de nueva cuenta mostrando una sonrisa.

Hola Aries… —hizo una pausa de unos segundos como si esperara que el mismo Aries le dijera algo. —mi nombre es Lucifer, veras, se dé un Maxmus en la familia, pero no está en el mundo de los muertos. ¿Quieres venir tu a comprobar si no te estoy mintiendo?

El metamorfomago al escuchar el nombre del muerto que había regresado a la vida, sólo dijo lo sé, lo otro lo había entendido como una invitación al mundo de los muertos y entonces lo entendía. La prueba no era si podía o no controlar un alma o hablar con ella, ya que con el hechizo que usaban los mortifagos eso es lo que podía hacer alguien con el rango que ostentaba, su prueba era si podía abrir un portal a la tierra de los muertos, fue así que busco entre sus pertenencias su varita.

El fino objeto de madera se presentó sobre su cama, al parecer ahí era donde acostumbraba dejarla cuando no la utilizaba más cuando la tomó firme entre sus dedos pensó <Haz de la noche> al mismo tiempo que se concentraba para abrir un portal. Si lograba abrir aquel nexo al mundo de los muertos todo indicaría que la Nigromancia había sido vinculada satisfactoriamente; cuando esto ocurrió, el primero en cruzar fue Lucifer.

Unos minutos más tarde Aries también cruzó. Podía ver aquello como lo había visto con el arcano y cuando guiado por la curiosidad dio un paso para investigar de un tirón fue arrebatado de su punto de eje. Como si alguien lo hubiese tomado por el brazo y jalado hacia atrás el portal lo devolvió frente a Báleyr. Mirando fijamente a sus ojos aguardo la tan anhelada respuesta que caía en manos del arcano ¿Había logrado despertar aquella habilidad que le ayudaría un poco más de su pasado dentro? Esperaba que si, siempre y cuando supiese hablar con las personas correctas lo lograría.

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