Prueba de Nigromancia #13

[Emmet Haughton Gaunt]

Sus ojos se abrieron. Nada había frente a él y, mucho menos, aquella figura femenina que él se imaginaba.

 

Su abuela no había aparecido frente a él pero aún seguía escuchando su incesante llamado. ¿Que tenía que hacer? Luego de unos minutos de pensar era hora de poner en juego el verdadero vínculo que había logrado con el anillo y demostarle al arcano que podía ser capaz de tener contacto con el mundo de los no vivos.

 

Volvió a cerrar sus ojos y anuló todo sonido y distracción que podía venir de a su alrededor. Aún continuaba sintiendo la brisa que había en aquella pradera y que mecía los pastos que rozaban con su pierna. ¿En que debía pensar? ¿Que necesitaba para lograr el cometido? Eran demasiadas preguntas de las que no tenía respuesta pero necesitaba jugarse el aprobado o no con la habilidad. Habiendo llegado a este punto no podía dar marcha atrás. Además, el arcano, lo hubiera sacado desde la primera clase si no lo consideraba apto para el vínculo.

 

-- Haz de noche --

 

Recordó y pensó con todas sus fuerzas. Podía notarse en su cara la mueca que había puesto al pronunciar, internamente, aquél hechizo.

 

De haber sido efectivo, delante de sus ojos, tendría que haberse abierto el portal que le iba a dar paso al mundo de los muertos y que, de ser así, lograría saber quien era la fémina que lo estaba llamando incesantemente; algo dentro de él le decía que se trataba de su abuela.

 

Luego de unos momentos, la brisa se tornó más helada y, la voz, se sentía como si estuviera frente a él porque podía sentir el aliento helado de aquella presencia.

 

Los ojos del vampiro se abrieron. Allí estaba. Desde el umbral, que separaba la hermosa pradera en la que estaba y aquél lugar frío y oscuro, estaba su abuela. La notaba igual que aquella imagen con la que se quedó la última vez pero, con el detalle, de que ya no pertenecía al mundo de los vivos.

 

- Ven, Emmet.

 

La mujer lo llamó y le hizo una seña con la mano para que entrara pero, ¿debía hacerlo?. No podía negar que estaba intrigado por todo aquella que podía llegar a aprender en el mundo de los muertos. Se acercó lentamente y, lo primero que cruzó, fue su diestra por las dudas que algo pasara, pero no. Sólo se sentía más frío del otro lado pero su extremidad estaba completamente sana y en forma. Cuando hubo cruzado todo el cuerpo y, corroborando que el portal siguiera abierto, vio que la mujer lo esperaba al otro lado.

 

- Abuela ...

 

Dijo.

 

- Si, Emmet, soy yo - sentenció la presencia y sacó una pequeña cadena del bolsillo de su vestido - Y antes que preguntes, solo tú sabías que me habías colocado esta cadena de oro que te regalé de pequeño, cuando fallecí.

 

El vampiro se quedó callado. La mujer se le había adelantado a su pregunta y, siendo muy correcto y minucioso el detalle, supo que se trataba de la verdadera y no de algún ánima jugándole una mala pasada.

 

Cuando intentó dar un paso más, sintió un peso sobre su cuello e inmediatamente fue jalado hacia afuera notando como de repente la mujer desaparecía, el portal se cerraba y ahora estaba delante del arcano y de Aries.

 

- ¿Que?

 

Conjeturó todo mareado y sentado en el suelo.

 

- ¿Lo logramos?

Editado 12 de Junio del 2018 por Emmet Haughton Gaunt

[Báleyr]

Ah, Baléyr tenía muchas ganas de ver cómo se las arreglaban sus alumnos en un mundo que estuviese totalmente fuera de su alcance. Donde sus habilidades incluso podrían ser mermadas por el poder de la Muerte, pues la curiosidad natural que los chicos mostraban también la había tenido él en algún momento de su juventud. Más, en ese entonces, contaba con la guía de un maestro. Y fue por esa razón que decidió sacar a ambos, antes de que sus pasos los perdieran.

 

Además, si llegaban más allá de los límites de las habilidades del viejo Arcano, éste no tendría otra opción que dejarlos allí, pues correría el riesgo de atraer 'algo' más en caso de que intentase salvarlos. De modo que se quedó con su decisión primera y los contempló con una expresión enigmática.

 

— Lo han hecho bien. —masculló, aunque sentía cierto alivio— Bastante, diría yo. Mas deben recordar que su prueba no termina aquí, apenas ha iniciado. Y depende ahora de ustedes, y sin mi guía, el llegar hasta el final del camino.

 

Tocó los anillos que les había dado en un principio y selló el poder la habilidad de la Nigromancia en ellos, de modo que fuesen permanentes.

 

— Felicidades, ahora son Nigromantes. —entrecerró los ojos para simular una mueca sonriente y, a continuación, les hizo a ambos un gesto con la mano, como para que retiraran.