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Pociones


Ellie Moody
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En los pasillos del palecete, Ellie puede escuchar el eco de la lluvia. La Universidad está sumida en un leve frío, que le recuerda más al verdadero clima de Gran Bretaña que al que debería tener aquel pedacito de Egipto; no obstante, así se siente más cómoda. No hay nada como en el rostro los tibios vapores que emanan de un caldero, en un día frío y nublado. Con calma, segura de que está a tiempo, camina desde su despacho hasta el salón de clases designado como el de Pociones. El sonido que hacen sus botas negras de charol contra el suelo de piedra resuena por los pasillos tranquilos y poco concurridos. «Vaya... por fin. Mi primer día».


De un bolsillo de su túnica azul marino, de manga tres cuartos y larga hasta las pantorillas, extrae la llave de cobre que abre el salón de clases.


Una luz pálida, que parece deslavar los colores, llena la amplia estancia. A pesar del espacio que hay, tan sólo hay un par de mesas para los estudiantes, además de su escritorio de profesora. La pared perpendicular a la puerta, está ocupada por un grandísimo pizarrón de tiza, mientras que en la paralela a la entrada hay amplios ventanales de cristal con una vista al estanque, siendo las únicas fuentes de luz natural. En todo el salón hay libreros, estantes con ingredientes, instrumentos e incluso algunas pociones. Sobre cada mesa estudiantil hay un caldero pequeño sobre una hornilla; sin embargo, éstos no llaman mucho la atención, debido al enorme caldero que está al frente de los asientos, tan grande como para que una persona pueda entrar en él. Ellie deja su mochila de cuero sobre su escritorio y se sienta en el borde de la mesa. Aquella es su primera experiencia como educadora y le pone un poco nerviosa no saber comunicarse con los que acudan a la clase; aún así, se siente segura de sus conocimientos, lo cual espera que le ayude.


Luego de un rato de espera, en el que ha estado revisando sus apuntes sobre los temas a tratar, la puerta del aula de clases se abre y Ellie, antes de alzar la mirada, supone que se tratan de los estudiantes anotados a aquel curso, cuyo listado no se ha atrevido a revisar.


—Buenos días —musita, deslizándose suavemente del escritorio para ponerse de pie.





Editado por Eileen Moody

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El ateneo es un lugar tranquilo, para su sorpresa. Los pasillos están poblados apenas por un par de personas que van de una sala a otra sin hacer mucho ruido o enfrascados en sus lecturas. Scavenger agradece el silencio, no se siente con muchas ganas de socializar.

 

Han pasado varios meses desde la última vez que ha puesto un pie en este lugar, y puede que esté dejando que la nostalgia guíe sus emociones, pero no puede evitar sentir el cálido confort de la familiaridad mientras camina hacia su clase. No sabe aún quién va a ser su maestro o maestra esta vez, la invitación sólo ha mencionado la fecha, el lugar y la hora.

 

Cuando llega al salón indicado se detiene un momento, ningún ruido sale del aula, lo cuál es esperado teniendo en cuenta el silencio que cae sobre todo el ateneo. Se da a sí misma un par de segundos antes de cruzar la puerta, un último intento para ambientarse. No es hasta que está ahí, a punto de avanzar, que siente una pizca de emoción en su estómago. Nunca ha dejado el ateneo sin haber aprendido algo nuevo, y aunque no sea una persona particularmente entusiasta, muy pocas cosas la llenan tanto como el puro conocimiento académico.

 

Al final, abre ligeramente la puerta, intentando no hacer mucho ruido. El aula frente a ella, aunque amplia, está ocupada en su mayoría por estantes llenos de cosas que ella supone serán los ingredientes de las pociones. Un gran ventanal muestra el estanque contiguo al salón, el panorama gris y lluvioso le hace recordar a casa.

 

A parte de ella, sólo hay otra persona más adentro, y esa es probablemente la mejor sorpresa de todas.

 

—¿Ellie? —pregunta. Sabe que la mujer es extremadamente inteligente, así que tiene sentido que esté compartiendo sus conocimientos con otras personas. Scavenger sonríe y saca de su bolsillo la invitación a la clase, como si eso fuera a explicar su presencia en el lugar.

 

—Esto no dice quién es el profesor. Pero me da mucho gusto que seas tú. —Mira alrededor del lugar una vez más. Hay un par de mesas preparadas para la clase, así que supone que vendrá más gente. —¿Nos faltan personas?

 

 

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—¿Ellie?

 

Antes de alzar la vista, sabe de quién se trata, pues reconoce su voz. Scavenger, la auror. Si bien no son muy íntimas, han compartido un par de aventuras y se siente cómoda con ella. Le alegra compartir aquella experiencia con alguien familiar. Luego de revisar rápidamente el pergamino que la joven le extiende, se lo devuelve para que lo guarde. A su vez, Ellie revisa el listado de alumnos que en realidad es bastante breve: Scavenger Wheaterwax y Ernest Wilfred. No reconoce el otro nombre, mas no le da mucha importancia al asunto.

 

—Gracias —le responde con la mirada baja, aunque sonriendo. No es muy buena lidiando con las palabras buenas, irónicamente—. Bueno, según la lechuza que recibí, hay otro inscrito —no sabe si es lo correcto leer el otro nombre sin que el mago esté presente, por respeto a su privacidad o algo por el estilo, así que no le da más datos del otro inscrito—. Todavía tiene chance de llegar —quizás ¿media hora más, sería algo razonable? ¿Tres cuartos de hora, teniendo el cuenta el clima? Por eso, Ellie se asegura de dejar la puerta entreabierta, para que el otro alumno sepa que puede entrar cuando llegue a las instalaciones de la Universidad.

 

»Toma asiento donde quieras —le indica a Scavenger, señalando las mesas dispuestas para los alumnos.

 

Mientras la joven bruja se acomoda, Ellie camina hacia una de las estanterías y toma tres ejemplares del mismo libro de Libatius Borage, Elaboración de Pociones Avanzadas. Coloca uno en la mesa que la muchacha ha elegido, otro en la que está junto a ella, donde se sentaría Ernest Wilfed si llegaba a la clase, y el otro lo abre ella.

 

—No creo que sea necesario aprender todas las recetas, para ser bueno en la materia —le dice Ellie a Scavenger, tras sentarse nuevamente en el borde de su escritorio, con los talones de sus botas raspando suavemente la madera de la mesa—. No, lo importante es la técnica. Elegir el caldero más adecuado para la ocasión, los mejores ingredientes, prestarle mucha atención a tu poción. Y, aunque suene cursi... ponerle cariño, ¿sabes? Es como cuando tu mamá te hace tu plato favorito: es mucho más sabroso porque lo hizo con amor —añade tras una leve risa—. Yo creo que es así con todo. La magia, en general... y, lo que nos trae aquí, las pociones.

 

»Por cierto, ¿has pensado qué pociones te gustaría hacer? —claro, Ellie había pensado en un par, pero prefiere que trabajen en algo que le sea interesante a Scavenger.

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Sonríe levemente al escuchar el comentario de Ellie. Su propia madre ha estado un poco ausente en estas últimas semanas, y la mención a ella no hace más recordarle a Scavenger cuánto la extraña.

 

—No sé si debamos de hacer todas las pociones con amor, pero entiendo tu punto. Hay que tener la intención clara con cada cosa que hacemos.

 

Elige el asiento más cercano al ventanal que hay. De algún modo, estar cerca de la lluvia y la naturaleza la tranquiliza. Cuando Ellie deposita un libro pesado en el escritorio, ella lo toma entre sus manos y empieza a ojear el índice. La lista es abrumadora, y Scavenger se pierde un poco en todas las posibilidades que tiene en frente.

 

No lo dice en voz alta, por supuesto. Se dedica a sonreír y a seguir mirando el libro con atención, buscando una poción que pueda serle útil en su vida diaria. Recuerda entonces un caso que tuvo hace no mucho en el cuartel, de un hombre con un parche en la pierna que había empezado a comportarse de modo extraño. En ese entonces, tuvieron la suerte de contar con el personal de San Mungo, pero ella sabe que no va a ser así siempre.

 

—Ésta— dice después de un par de segundos, apuntando con el dedo hacia una receta en particular. —Antídoto para venenos. Me sería de mucha utilidad saber hacerla. Nunca sabes cuándo vas a necesitarla, menos con el trabajo que tengo.

 

No quiere sonar muy imperativa, pues a fin de cuentas, la decisión final recae en Ellie. —Pero si tienes otra opción en mente yo no tengo problemas— agrega con prisa. —Como has dicho antes, una vez que tenga los conocimientos base, lo demás se irá dando sólo.

 

El asiento a lado de ella sigue vacío, y Scavenger espera que si alguien va a venir a llenarlo, se apresure. No sólo no quiere retrasar la clase, pero al otro lado del ventanal parece que la lluvia no hace más que caer con más y más fuerza.

 

Mientras tanto, ella permanece sentada, esperando por la respuesta de Ellie.

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Por un momento, Ellie observa a Scavenger con sorpresa; sin embargo, al recordar que la bruja es una auror, su petición le parece más que razonable. Los empleados del Departamento de Seguridad Mágica suelen participar en misiones peligrosas y tener encuentros con personajes extraños y con no muy buenas intenciones, de modo que seguramente deban estar en un eterno de alerta, sin confiar más que en sus propios colegas. Si bien ella no se considera muy desconfiada, mucho menos paranoica (a pesar de la mala fama de los Moody en ello), termina comprendiendo a la joven y le muestra su aprobación asintiendo con la cabeza. En esas clases, como ella lo ve, es importante obtener conocimientos que de verdad vayan a usarse en la vida cotidiana.

 

—Tú mandas —se encoge de hombros Ellie, abriendo el libro y buscando el capítulo dedicado a la elaboración de antídotos para venenos, aunque lo cierto es que no está buscando una receta en concreto—. Además, es mejor hacer algo a lo que de verdad le vayas a dar uso. Estos ingredientes son de tan buena calidad, que odiaría desperdiciarlos.

 

Luego de releer algunas líneas, Ellie se aclara la garganta y recita:

 

—"Para la elaboración de cualquier antídoto de venenos, hay que tener presente la Tercera Ley de Golpalott, que dice: el antídoto para un veneno mezclado será igual a la suma de los antídotos de cada uno de los componentes separados" —al terminar de leer, Ellie frunce los labios por un momento, hilando internamente sus palabras antes de hablar—. Es decir, un antídoto para un veneno mezclado, que es un veneno creado por varios venenos a su vez, puede ser creado buscando los antídotos de cada uno de esos venenos individuales... En cambio, el alquimista debe encontrar ese ingrediente que, al añadirse a la mezcla de antídotos, los transforma en un todo que contrarrestrará todo el veneno mezclado.

 

»En pocas palabras, un verdadero antítodo para un veneno mezclado es la suma de sus partes. Se refiere al concepto de la sinergia.

 

Aquella es una típica lección de Pociones Avanzadas. Es muy importante saber hacer un antídoto, pero también hay que ser astuto, aunque pueda parecer descarado. Por tal motivo, antes de ponerse a buscar algún veneno al cual hacerle un antídoto, continúa hablando. Espera no estar agobiando a Scavenger, pero aquel es el momento preciso para realizar la acotación que tiene en mente.

 

—Pero, Scav, en un momento de apuros, no siempre hay tiempo de hacer un hermoso y complejo antídoto para un veneno compuesto... Especialmente en tu oficio, que tiene tanta acción. También hay que ser prácticos. ¿Cómo ahorrarías tiempo? ¿Cómo irías a lo seguro?

 

Ya se había metido tan de lleno en el tema, que no había notado que, a esas alturas, el alumno faltante todavía no se unía a la clase.

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Al mismo tiempo que Eileen habla, Scavenger sigue las letras en la página con la mirada. En muchos sentidos, prefiere el conocimiento teórico sobre el práctico, las palabras las entiende mucho más fácil que las acciones. No es algo de lo que esté orgullosa en particular, pero ha sido así siempre.

 

Repasa el párrafo una última vez. Es un concepto un poco complejo, como Ellie ha dicho, se trata de sinergia. De tomar varios factores, o venenos en este caso, y sacar de ahí el denominador común.

 

La pregunta que Ellie le hace la saca de sus pensamientos. Scavenger parpadea, y duda un par de segundos antes de responder.

 

—Tienes razón, es muy raro que tengamos los tiempos o recursos para hacer alguna poción al momento. Pero creo— agrega al tiempo que se lleva el dedo índice a los labios, pensando —creo que la opción segura es un bezoar. No es cien por ciento efectivo para todo, pero es lo más fácil de obtener.

 

En teoría sabe que no puede estar preparada para todo, y antes de llegar a Londres ese era un hecho que no le causaba muchos problemas. Ahora, sin embargo, sabe de primera mano que la prevención a veces es la única diferencia entre la vida y la muerte. El ser tomada por sorpresa ahora conviene un tipo de peligro al que nunca antes ha estado expuesta, y es algo que aún le cuesta asimilar: lo fácil que era el mundo antes de que llegara a la ciudad, antes de que se conociera las maquinaciones que mueven a una sociedad tan vieja e importante como la de Londres.

 

Scavenger suelta un suspiro, últimamente le pasa más y más seguido, esto de perderse entre sus propios pensamientos. Se esfuerza por mirar a Ellie y sonreír ligeramente. Se pregunta si la Moody entiende por lo que está pasando, ella también es relativamente nueva en la comunidad, y su familia es famosa por su paranoia y preparación. Al final decide no sacar a relucir el tema, no ahora.

 

—También cargaba un frasco de un antídoto que compré en el Mall, pero no he podido reabastecerme. Lo que me falta es el tiempo, a veces.

 

Eso no es una completamente mentira, en las últimas semanas se las ha arreglado para estar ocupada a casi todo momento, el único tiempo libre que le queda se dedica a encerrarse en la biblioteca de los Lockhart, a repasar las notas de su trabajo o investigar sobre algún caso. Ignora el sentimiento de culpa que se empieza a formar en su estómago y hace una nota mental de salir más.

 

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—Exacto —asiente, emocionada y sonriente, apenas Scavenger habla sobre el bezoar, justo lo que quería. Mientras la muchacha termina de hablar, Ellie camina hacia uno de los estantes y busca por unos momentos, hasta dar con una pequeña de madera. Con el índice y el pulgar, toma una pequeña piedra de apariencia grisácea y áspera, y luego de examinarla la coloca frente a Scavenger. Ya que ha terminado de hablar, Ellie prosigue con su aporte—. El bezoar contrarrestra muchísimos venenos. No todos... pero es una gran ayuda, para facilitar la aplicación de la Tercera Ley de Golpalott. Normalmente, empujar un bezoar por la garganta salvaría a alguien de un envenenamiento.

 

»Ya que entiendes eso, creo que podríamos estudiar un caso un tanto más complicado. El de un veneno compuesto que necesita "un poco de ayuda", ¿sí?

 

Ésta vez, Ellie saca del bolsillo de su túnica un par de guantes de piel de dragón y se los coloca, antes de ponerse a buscar en varias estanterías y dar con un cofre de madera. Con un movimiento de los dedos, desbloquea la cerradura encantada y extrae un frasco con un par de raíces secas.

 

—Éstas son raíces de la nerium oleander, mejor conocida como adelfa —le explica a Scavenger—. Se puede hacer un veneno muy potente con éstas, y resulta muy incomodo, si terminas intoxicada con él. Problemas cardíacos y gastrointestinales... y la muerte, incluso. Quizás soy ingenua por no preocuparme porque me envenenen, pero sé que ustedes los aurores deben tener mucho cuidado. Alerta permanente, como decía un Moody. Sé que comprar la poción puede ser más fácil, pero estamos aquí para aprender, ¿no? Además, si haces un caldero grande y guardas la poción en botellas pequeñas, y las guardas a temperatura ambiente en la oscuridad, te durará meses.

 

Mientras le acerca a Scavenger los ingredientes para elaborar el antídoto para venenos, recuerda al otro inscrito de la clase. ¿Cuánto habrá pasado desde que comenzó la clase, media hora? ¿Una hora entera? Lo cierto es que ha perdido la noción del tiempo. De todas formas, a esas alturas, su primer pensamiento es que Ernest Wilfred no lo logrará... pero, claro, de todas formas deja la puerta entreabierta, sólo por si acaso. Luego de un par de minutos, sobre el escritorio de la estudiante están los ingredientes suficientes para un caldero de talla dos.

 

—Bien... un bezoar, obviamente. Dos bayas de muérdago, un ingrediente común en antídotos y otras pociones. Un cuerno de unicornio, pues tiene propiedades purificadoras, que aprovecharemos para disolver venenos. Y dos medidas de ésta mezcla de hierbas, que tiene muchas aplicaciones mágicas, así que también la verás habitualmente —dice, señalando el pequeño saco de tela donde está ese ingrediente—. Bien, aquí lo importante es el bezoar y el cuerno de unicornio. Si haces la poción con sólo estos ingredientes, tendrás un antídoto común, bastante decente. Sin embargo, en éste caso, lo vamos a reforzar con una medida de mandrágora cocida y un chorrito de agua de azahar, que agregarás al final de la receta que dice el libro, y vas a dejar que la poción se cocine exactamente siete minutos y treinta y tres segundos antes de apagar la llama.

 

»¿Prefieres que me siente, para no molestarte? —se apresura a preguntar, pues de repente, siente que podría estar atosigando a Scavenger— Mejor me siento, y te dejo con lo tuyo... pero si quieres ayuda, me dices.

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Desde su lugar frente al caldero, escucha los pasos de Ellie cuando regresa a su escritorio. Mira fijamente a los ingredientes depositados en su mesa antes de volver su atención al libro que aún tiene entre las manos.

 

El salón está sumergido en un cómodo silencio, interrumpido ocasionalmente por la lluvia chocando contra el ventanal. Scavenger repite las palabras de Ellie, acerca de cómo debe acercarse uno al proceso de hacer pociones, con dedicación, con amor. Las instrucciones en el libro y las que Ellie le ha dado son muy claras, ahora sólo debe asegurarse de no equivocarse con los tiempos.

 

Después de leer las instrucciones una última vez, deposita el libro en la mesa, con cuidado de que quede abierto en la página que necesita para terminar la poción. Enciende el caldero con un movimiento de varita y empieza a poner los ingredientes dentro. Con su navaja multiusos corta el bezoar en partes más pequeñas y manejables, de igual modo, toma el cuerno de unicornio y con el filo de su navaja lo raspa en dirección al caldero.

 

Se asegura de revolver la poción con cuidado cada vez que añade un ingrediente. Las bayas del muérdago son van después, decorando no sólo la superficie del caldero, sino el aire a su alrededor. Esta es siempre su parte favorita, al cocinar. El olor que se desprende del caldero es diferente a cualquier otro que haya olido antes. Toma las hierbas que Ellie ha puesto junto al caldero y abre el saco donde se encuentran, a pesar de acercarlas a su nariz, Scavenger no puede percibir la esencia de una en particular; después de olisquearlas por un par de momentos, las arroja al caldero con delicadeza.

 

Las instrucciones del libro sólo mencionan que después de que los ingredientes estén en el caldero, hay que mover la mezcla hasta que quede de un color claro. Scavenger empieza a revolver los ingredientes en su caldero, ajena a su alrededor. Al igual que la cocina, las pociones pueden ser un arte solitario, para su suerte, ella está acostumbrada a la soledad.

 

—El último toque— susurra un tiempo después, recorriendo las instrucciones en el libro con el índice, cerciorándose de que ha cumplido todos los pasos que el libro estipula. Los dos últimos ingredientes yacen en la esquina de la mesa. Con cuidado, abre el frasco que contiene la mandrágora.

 

Es una suerte que la mandrágora ya esté preparada, porque ella no tiene muy buenas experiencias con la planta. De nuevo, usando su navaja, vierte una medida no muy grande en el caldero. La reacción en la poción es casi inmediata, y antes de que otra cosa pueda pasar, toma el frasco con agua de azahar y vierte un chorrito encima de los demás ingredientes.

 

No trae un reloj con ella, pero no es necesario cuando detrás de Ellie, grande y simple se encuentra un reloj. Scavenger hace una nota mental para recordar la hora y se dedica a esperar.

 

Sin nada más que hacer, esos siete minutos se le figuran eternos, pero intenta lo más que puede no distraerse del reloj, lo cual es difícil, con su tendencia a fantasear y a distraerse con su entorno. Cuando el reloj marca los siete minutos, empuña su varita suavemente, y una vez que el segundero ha recorrido un poco más de la mitad del camino, mueve ligeramente la muñeca, apagando el fuego que arde bajo su caldero.

 

—Siete minutos y treinta y tres segundos— dice. Y por primera vez desde que empezó con la poción, posa la mirada en Eileen. Con la mano derecha, hace un gesto encubriendo su caldero—Listo. Creo. Pensé que iba a ser un poco más clara. ¿Qué opinas?

 

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Cuando Scavenger dice la palabra mágica, cierra su ejemplar de La búsqueda de la quintaesencia, lo deja sobre su escritorio y se levanta de la silla. Ya que la alumna no había pedido ayuda, Ellie se permitió ensimismarse en su lectura, prefiriendo eso a interrumpir a la bruja o incluso a ayudarla sin que ésta lo pidiera. Como ella lo recuerda, en las asignaturas de Hogwarts donde más aprendió, fue en aquellas donde los profesores le daban espacio para experimentar, ya terminara siendo una equivocación o un buen descubrimiento. Al levantarse, siente las nalgas entumecidas por la silla de madera y los pies un poco dormidos dentro de sus botas de charol, mas intenta actuar con normalidad y estirarse rápidamente en los pocos pasos que da hacia el escritorio de la joven.

 

—Uhm, huele bien —le dice, al olfatear con más atención el olor instalado en el salón de clases. El aroma predominante es el de la mezcla deshidratada de hierbas, aunque está segura de oler también el azahar y sentir en la garganta el gusto de la mandrágora cocina. La frescura de la poción le hace sonreír, pues, para ella, es mucho mejor que la que venden en grandes cantidades y quién sabe qué conservantes o "ingredientes extras" tendrán—. ¡Hasta es apetecible! —sonríe Ellie— Ya sabes, para tratarse de un antídoto...

 

Sólo por formalidad, Ellie se coloca los anteojos alfa que saca del bolsillo de su túnica y observa el líquido verdoso que ya ha dejado de burbujear, y simplemente exhala un humo claro en el caldero. Con las gafas mágicas, puede distinguir todos los ingredientes: el bezoar picado, el cuerno de unicornio en virutas, las hierbas, las bayas, la mandrágora cocida y el agua de azahar.

 

—Sí... creo que pudo haber quedado más clara y ligera, si triturabas el bezoar en lugar de picarlo —comenta, tras quitarse los anteojos alfa—. Eso no reduce su eficacia, así que no te preocupes. Sólo lo hace más agradable de beber, pero en este tipo de poción, éso no es muy importante, porque un antídoto se bebe por necesidad. Por el contrario, en el caso de la amortentia, lo quee quieres que la poción sea apetecible.

 

»Bueno —musita, tras observar que todavía les queda tiempo—, ¿algo más que quieras intentar hacer? Si quieres puedes ir buscando los ingredientes, déjame guardar este antídoto en un pote para que te lo lleves, que yo no le voy a dar uso —dice, con una risa un tanto nerviosa.

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