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Agencia de Servicios Profesionales (MM B: 111545)


Juliens
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~Rio de Janeiro, año 2014.

 

Quemar pergaminos no es una labor que sea de su agrado. Pero tiene que hacerlo, tiene que deshacerse de muchos de sus secretos y de su pareja. La herida de su pérdida aún está abierta, ha pasado pocos días. Tiene que dejar todo en orden para poder viajar, para poder luchar la batalla que Erick nunca pudo luchar. Se lo debe, él le enseñó a vivir, le enseñó a amar y a sufrir.

 

Lanza una carta al fuego sin abrirla. Se arrepiente en cuanto el papel toca el fuego. Lleva el brazo a los ojos por instinto para protegerse de la luz cegadora que sale de la chimenea. Como puede invoca con la varita un chorro de agua que hace que los leños se apaguen. Por su puesto la pequeña habitación se llena de humo y un poco de ceniza. La carta causante del incidente está quemada, y en su lugar -flotando en el aire- una pequeña moneda con un escudo de armas que es incapaz de reconocer. Un escudo de armas que jamás mencionó en el futuro pues está prohibido hacerlo.

 

Se acerca con cautela y toma la moneda con la mano derecha. En cuanto lo hace siente que le escuecen los dedos, aún tiene la cicatriz con forma de varita en el pulgar. Aún así no suelta la pieza de oro. Ni siquiera lo hace cuando la casa comienza a temblar. Por un momento considera entre sus opciones huir. Pero no lo hace ya que en poco unos segundos el temblor de los cimientos se detiene. La chimenea se hunde y en su lugar surge una pequeña ánfora de cristal sobre un pedestal de plata. Sobre el pedestal un libro de apariencia muy antigua. En las primeras hojas, unas veinte, se explica a groso modo la historia y el funcionamiento del Simposio de Ladrones.

 

 

Simposio de Ladrones.

 

La liga de Ladrones (cuyo nombre cambia en 1949) es fundada en el año de 1326 en Roma. Se crea como una organización carente de ideología política. Su principal objetivo es acumular conocimientos, saberes y riquezas de todo tipo. Para unirse al simposio se necesita la invitación de siete miembros; los miembros también pueden renunciar a su condición a favor de alguien más, en ese caso no hace falta la invitación pues se considera que se trata de un intercambio justo.

 

En la actualidad la sede principal del Simposio funciona en New York, en un edificio mágico lo suficientemente grande para albergar a los 2000 ladrones en caso de que alguna emergencia haga necesario un simposio mundial. La biblioteca de la organización está en España y la única forma de ingresar a ella es tener la moneda del simposio. De igual forma cuentan con una arca comunitaria en dónde todos los ladrones depositan un porcentaje del dinero que generan usando el nombre del simposio.

 

Al rededor del mundo existen varias sedes de la organización, ocultas en tapaderas de los más variopintos negocios o instituciones. La sede de Londres, en la actualidad, está a cargo de unos pocos magos, estos utilizan como tapadera un Agencia de Servicios Profesionales en dónde ponen a disposición de los clientes habilidades, conocimientos y criaturas mágicas a cambio de saberes y riquezas.

 

Todos los miembros del simposio tienen acceso a una lista de clientes selectos que a su vez únicamente contratan el servicio de ladrones para que se realicen sus tareas más importantes y delicadas.

 

 

 

Callejón Diagón, actualidad.

 

—¿Algo más que añadir?

 

Los cinco ladrones se encuentran en la sala privada de reuniones. La sala está encantada, por su puesto, por lo que están todos seguros de que nadie podrá escucharlos de ninguna forma. Si alguien no autorizado cruza la puerta (que en principio ni siquiera deberían poder verla) es transportado a un lugar totalmente aleatorio alejado de la civilización.

 

Es el día de la apertura oficial de la tapadera de la primer sede del simposio en territorio de la reina en muchos años. Según los libros de historia antes de la primera guerra mágica había una sede enorme del simposio, un lugar al que acudían magos poderosos e influyente para solicitar favores y encargar trabajos muchas veces ilegales. Sin embargo con al subida al poder de Tom Riddle todos los ladrones decidieron abandonar el país por seguridad.

 

Por eso, al menos para Hobb, aquel es un día importante. Conoce el simposio, y es parte del mismo, gracias a la moneda que le dejó Erick en herencia. Es algo especial, lo único que le queda de él aparte de las cosas materiales.

 

 

 

*****

 

Registro: http://www.harrylatino.org/topic/111499-agencia-de-servicios-profesionales-mm/

Editado por Hobbamock Graves

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Massachusetts, Estados Unidos — Años atrás


Las yemas de sus dedos golpeaban la mesa con un ritmo monótono. La paciencia hace algunos años se le había acabado y le era difícil mantenerse tranquilo mientras esperaba la decisión de aquellos hombres. Los había conocido al llegar a Estados Unidos, su principal motivo de aquel viaje era precisamente encontrarse con su contacto que le presentaría la sede del Simposio de ladrones en dicho país; era una lástima que no existiera una en Inglaterra y haberse ahorrado el viaje aunque no hubiese sido fácil contactar una reunión con sus verdaderos servicios y no una simple tapadera. Sabía eso dada la dificultad que tuvo para contactar a la sede americana.

Quién hubiera pensado que terminaría así. Al principio sólo deseaba obtener información a cambio de información, aún conservaba una extensa cantidad de contactos, rutas de comercio y secretos del Concilio de Mercaderes con los cuales podía servir de divisa. Así podría evitar aprender nigromancia y seguir viviendo fiel a sus ideales. Sin embargo, ahí estaba ahora... esperando en una casa segura mientras los ladrones decidían si aceptarlo o no en la organización.

La puerta se abrió. Una moneda dorada llamó su atención, la cual giraba directo hacia su mano. Los siete hombres que salieron de la sala mostraron expresiones diversas, algunos sonreían mientras otros no reflejaban emoción alguna.Cuando su dedo tocó la moneda sintió una sensación extraña que no supo describir.

¿Eso significa que ya soy uno de ustedes? — el que se encontraba en el centro de los hombres, que claramente había tomado el rol de líder asintió.— Entonces hay muchas cosas que quiero saber... El conocimiento y la información es poder, ¿no?.

Una sonrisa afloró en su rostro. Estos ladrones no sabían a qué loco de la información habían reclutado a sus filas.

Agencia de Servicios Profesionales — Actualidad


Goderic nunca había sospechado que volvería tan pronto a Londres. Había vuelto dado que el Simposio de Ladrones crearían una sucursal en Inglaterra y ya que él tenía un estrecho lazo con la comunidad, había sido uno de los encargados para este hecho. No hace mucho que conoció a sus compañeros de trabajo aunque no dudaba que se adaptarán fácilmente los unos a los otros.

Creo que no falta nada más. Solo la llegada de nuestro primer cliente, muero de ganas de saber con qué nos pagará nuestros servicios.

Giró la moneda entre sus dedos, jugueteando hasta que la reunión se diera por finalizada y al fin pudiesen abrir al público. ¿Cuál sería la primer misión o servicio? ¿Ver el futuro de alguien? ¿Descubrir una infidelidad? ¿Capturar a un ladrón?... ¿o su primer servicio sería robar algún artilugio? La moneda dejó de moverse cuando se realizó la última pregunta.

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  • 2 semanas más tarde...

Encuentra agradable la voz del hombre que ha estado hablando, sin embargo, no lo escucha con mucha atención. Sus ojos están fijos principalmente en el plano del negocio y el detalle con el que están escritos los pasadizos, las puertas invisibles y los encantamientos de seguridad. Le gusta el secretismo y el detalle con el que la tapadera del Simposio de ladrones fue creada y la seriedad con la que la gente alrededor de ella trata al tema.

 

A pesar de que Emily era probablemente la que más recientemente se había visto involucrada con la organización y quien quizás se nota menos emocionada por la apertura, sabe de los altos niveles de seguridad que se necesitan. Se había ofrecido a ayudar con algunos encantamientos protectores, sus favoritos.

 

—Con nada interesante al inicio, eso seguro. Quizás amoríos o cosas sin importancia

 

Responde a Goderic, el único con quien se siente familiarizada. A pesar de tener alguien conocido, para Emily aún es extraña su presencia allí y la forma en la que llegó: una carta y un pensamiento explicando de qué trataba la organización, una moneda -que lleva con ella escondida entre sus amuletos- y una amistad demasiado fugaz para su gusto.

 

Antes del acontecimiento que dejó gravemente herido a Pávlov, quien le cedió su lugar en el simposio, no se había planteado volver a Londres, o no tan pronto. Si bien extrañaba las costumbres propias de los ingleses y sentía algo de culpa por dejar la lucha de Londres y sus ideales, su compañía había sido suficiente para mantenerla alejada en Rusia; habían formado una especie de hogar. Ahora debía honrar su memoria

 

Aquella experiencia había influido significativamente en Emily, quien no solo se notaba diferente físicamente, pues sus facciones se notaban más duras e incluso su cabello, ahora castaño, lo llevaba corto. Aún así, se nota inofensiva, lo cual considera es una ventaja con las actividades que debía realizar como ladrona.

 

—Peeero si hablamos de nuestros clientes de verdad, espero un muy buen honorario —dice, dejando a un lado la tasa de té que ha tomado desde el inicio de la reunión.

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  • 2 semanas más tarde...

Aunque Mel la considera, en sus palabras, una "niña genio", Ellie sabe que aquella afirmación está bastante lejos de la realidad. Ella no es una persona sabia, iluminada o bendecida... De ser así, está segura de que el Sombrero Seleccionador la habría colocado en la casa de Rowena Ravenclaw. Por otro lado, sin embargo, terminó en la de Huelga Hufflepuff: la casa del compañerismo, la amistad, el trabajo duro y, por sobre todo, la honestidad. En Hogwarts la competencia entre casas era muy dura y generalmente los Hufflepuff no eran considerados muy especiales; aún así, en algún momento, comprendió que jamás hubiera sido capaz de aprender tanto si no hubiera reconocido que era una persona común y corriente que necesitaba y quería estudiar. Por eso, cuando se siente derrotada, se recuerda a sí misma que no tiene por qué avergonzarse: es una persona común y corriente. Lo que necesita es aprender más.

 

Sin embargo, en ésta ocasión sin precedentes, los libros no son de ayuda. Incluso antes de consultar en los libros que sobrevivieron a la destrucción del castillo en las Southern Uplands, sabe que es muy poco probable que encuentre algo útil; sobre los grimorios, no hay mucha información escrita. Y de ese en especial, que según Richard era uno de los "trastes" de Madeleine, mucho menos. A pesar de que no tiene un motivo en especial para querer descifrar ese libro de magia, el hecho de no lograrlo en sus primeros intentos es suficiente como para obsesionarla. En un punto, Ellie se pregunta si no será una especie de maldición en las letras doradas. Letras doradas que se mueven cuando sus ojos se posan sobre ella y que, está segura, susurran en su cabeza... sólo que, cuando cree que está a punto de entender lo que dicen, la jaqueta es demasiado fuerte y tiene que cerrar los ojos; al volver a abrirlos, no reconoce nada.

 

Ella no llegó a conocer a Madeleine, pero al haber limpiado su desastre y haber heredado, inconscientemente, muchas de sus viejas cosas, en realidad sí que la conoce. Por ejemplo, sabe que ella nunca fue una persona de tomar apuntes ni mucho menos dejarlos para los demás. El por qué de ello, es un misterio para Ellie, quien cree que es muy importante dejar una documentación clara de sus hallazgos.

 

Cuando el reloj da las seis, Ellie decide que lo mejor será regresar a casa. No hay clientes, como de costumbre. Si sigue así, va a quebrar... «Pero, ¿cómo Richard espera que consiga un mecenas?». Al salir de la tienda y caminar hacia el Caldero Chorrante, nota un nuevo local instalado a unas cuantas cuadras de Gringotts, y recuerda lo que ha oído: que en el Diagón hay un negocio bastante peculiar, que ofrece habilidades para prácticamente cualquier asunto. Sólo por curiosidad, aunque sin la esperanza de que sean de ayuda, camina hacia el elegante edificio con el libro bajo el brazo, sin pensar en el método de pago que exigirían.

 

—¿Buenas...?

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Unos cuantos papeles se encontraban desordenadamente sobre su escritorio. Sin embargo, dentro de aquel caos el mago encontraba un equilibrio y orden necesario para poder estudiar tantos documentos al mismo tiempo y poder relacionarlos entre sí. Algunos personajes se movían en las fotos mágicas. El hombre que se apreciaba en la fotografía en las manos del mago era el ex ministro de magia Nobby Leach quien había dejado su cargo luego de 4 años en el poder, tras una misteriosa enfermedad de la cual no se conocía muchos detalles.

Existían muchas teorías conspirativas detrás de aquel suceso, principalmente ya que fue el primer ministro hijo de muggles por lo que había surgido una gran oposición por parte de los sangre pura. Muchos atribuían aquella enfermedad a las maquinaciones por parte de aquel grupo opositor. A pesar de las teorías, nunca se había conseguido un testimonio, pista o confesión que sirviera de prueba para comprobar dicha teoría. Si realmente había sido una conspiración, era un secreto muy bien guardado por sus ejecutores.

Dentro de sus deberes del Simposio de ladrones estaba el estar continuamente entrenando. A veces, entre sus mismos miembros, se daban tareas o misiones sencillas e insustanciales solo para demostrar, pulir y mantener sus habilidades para reunir información. Ahora mismo, Goderic se encontraba en una de aquellas misiones de entrenamiento: descubrir la verdad detrás de la abdicación de Leach. Estaba seguro que el Simposio ya sabía la verdad, contenía toda la información verídica y confirmada del hecho. Por lo mismo, debía llegar a la misma conclusión que ellos para demostrar sus habilidades y valía.

Una campanilla sonó anunciando la llegada de un cliente. Suspiró, lamentando el momento de desconcentración y esperó que el resto de sus compañeros atendieran a la chica. En el peor del caso Angh, su elfa doméstica, se dedicaría a dar la bienvenida al local. Fueron esos motivos los cuales le tranquilizaron para volver a inmiscuirse en los documentos que tenía frente a él, quería terminar luego aquello para poder utilizar el pensadero para navegar en los recuerdos del pasado. Sin embargo, y no más de cinco minutos después, nuevamente fue interrumpido aunque esta vez era Kreabby, su otro elfo doméstico, quien ingresaba a su oficina.

Amo, una señorita se encuentra esperando y nadie ha salido a recibirla.— señaló el elfo con la cabeza baja, algo conflictuado por interrumpir a su amo a sabiendas de que se encontraba ocupado.

¿Nadie la ha atendido? — preguntó sintiendo que le dolía la cabeza. Seguramente todos estaban ocupados en sus asuntos y creían que otro podría atender, definitivamente deberían mejorar el sistema y crear turnos o mejorar la comunicación.— Iré en seguida.

Mientras avanzaba a la recepción se enteró que Angh había servido de anfitriona y le había ofrecido, un asiento, té y galletas a la visitante para que pudiera esperar tranquilamente la llegada de algún dueño del negocio. Le agradeció a sus elfos por sus servicios y pensó en que era necesario contratar a una recepcionista, no siempre deberían confiar en sus elfos para aquella labor. Sonrió al ver una cara conocida, era una bruja con quien había compartido experiencias mientras comprendía los secretos de la legeremancia.

Lamento la espera y bienvenida a nuestro negocio.— dijo luego de saludar a Ellie.—¿A qué debemos tu visita? ¿Charlar de nuestras “aventuras” con la arcana Rosalia? ¿o acaso tienes algún trabajo para nosotros?

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  • 2 semanas más tarde...

La vocecilla de la elfina la había sobresaltado. Estar cerca de esas criaturas, especialmente ser atendidas por ellas, es una de las cosas a las que duda poder acostumbrarse. En su hogar nunca hubieron elfos domésticos y no supo, sino hasta años después, que en Hogwarts los habían. ¿Cómo va a sentirse cómoda siendo atendida por un esclavo, probablemente contra su voluntad? Nunca ha estudiado a las criaturas mágicas así que no sabe cómo piensa un elfo, ni tampoco ha intentado comunicarse con ellos, pero de todas formas así son para ella. Criaturas en sufrimiento.

 

—No te preocupes, estoy bien... —intentó decirle a la elfina, pero de alguna forma Ellie terminó sentada en la sala de espera, con una taza de te rojo y un plato con galletitas en la mesa ratona. No tuvo el coraje para decirle que no le gustaba el té, ni tampoco lo tiene ahora para no tomarlo, pues quizás el desperdicio pueda costarle caro a la criaturita. De modo que le da pequeños sorbos a la taza, intentando suavizar el gesto de desagrado en su rostro. Sobre sus muslos, está el pesado libro cubierto de cuero.

 

Luego de un rato, nuevamente tiene compañía. Se trata de un mago de mediana edad, ya con algunas canas incluso. Cuando Ellie observa su rostro, se da cuenta de que lo reconoce, pero sólo con sus palabras concluye de dónde.

 

—¡Ah! No sabía que trabajabas aquí —repone Ellie, poniéndose de pie—. O que... ¿ustedes trabajan aquí? —dice, al darse cuenta de que Goderic habló de "nosotros"— Ehm... bueno. No puedo leer este libro.

 

Pero decirlo así, no le parece que la haga quedar muy bien. Así que abre el libro para que el mago pueda ver las letras doradas que, por lo menos para ella, se mueven y no la dejan descifrarlas.

 

—No conozco una maldición que haga algo así —explica, pues si lo hiciera, ya hubiera sido capaz de romperla—. En fin... la cuestión es que escuché que aquí hay muchos talentos. A lo mejor alguien tenga unos ojos más especiales, que puedan leer este grimorio y decirme de qué se trata.

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  • 3 semanas más tarde...

Kaori


Años atrás.

 

—Padre.. Quiero quedarme — susurra una pequeña niña de cabello negro, su rostro lucia triste y su voz dejaba notar cierto temor cuando interrumpió al hombre que la tenía tomada de la mano.

—Ya hablamos de esto Kaori — La voz y la firmeza con que el mago dice esas palabras no dan pie a réplica. La pequeña desvió la mirada hacia las enormes aves que aguardaban pacientes por los pocos niños que llevarían sobre sus lomos. Aunque parecía estar absorta observando a tan magnificos animales, su mente estaba en otra parte.

Varios días atrás, el padre de la niña le había informado que su partida a la escuela de magia Mokdkdkd no sería cuando cumpliera once años, como se había tenido planeado desde el día en que nació. ¿El motivo? La repentina y rara enfermedad que aquejaba a su madre.

La familia Matsudaira acostumbraba a viajar mucho, las razones en ese entonces a Kaori le eran desconocidas, después de todo apenas tenía seis años de edad. Sin embargo, luego de regresar de un recóndito lugar en alguna parte de Alemania, era claro que algo no iba bien, su padre Lucía más estresado que de costumbre; a menudo lo espiaba mientras jugaba y las personas con quienes se reunía le ponían los bellos de punta.

Levantó la mirada hacia el mago que hablaba con su progenitor y si, era uno de los señores con el que había visto a su padre. Ahora menos deseaba alejarse de casa, aquel hombre de apariencia tranquila, despertaba en ella el impulso de correr en la dirección contraria.

—Esto es de Ileana… ha decidido dárselo a la niña… — dijo entregándole una moneda — eres el mejor y sé que se la entregaras cuando esté lista. — el sujeto la miro y por un momento, tan solo por una fracción de segundo, vio pena en sus ojos.

Aquella, fue la primera vez que Kaori Matsudaira vio aquella peculiar moneda y lastimosamente no sería la última vez que lo hiciera.

Actualidad.

Se sumergió completamente en la piscina, cuando sus pulmones empezaban a dolerle por la falta de aire y su mente ya no podía ignorar más el instinto de sobrevivencia, nado hasta salir a la superficie y salió de la piscina. Había tomado una decisión y solo el futuro dirá si fue la más acertada.

Se había tardado mucho en hacerlo, tanto que la reunión a la que le habían pedido que acudiera se efectuó varios días atrás. > pensó tomando una toalla para empezar a secarse. Al Simposio no le gustaban ese tipo de desplante y menos en los miembros que iban a estar a cargo de una región. > murmuró desapareciendo de donde estaba.

Un par de horas más tarde ya se encontraba en el callejón Diagón rumbo al local que servia de fachada para el Simposio, iba vestida con unos pantalones de mezclilla negros, una blusa de seda en color rojo cuyo escote en “V” era algo pronunciado, unos zapatos de tacón alto en el mismo tono de la blusa, acompañados de una túnica negra. El largo cabello de la bruja iba recogido en una coleta alta. Cuando ingresó a la recepción parte de la conversación entre un mago y una bruja llegó hasta ella.

—¿Estás segura de que quieres abrir ese grimorio? —Preguntó apenas vio el viejo libró que la bruja tenía en las manos —Hola Eilen… Goderic — Los saludó con una sonrisa. —¿De dónde lo sacaste? —Preguntó con curiosidad.

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  • 2 meses más tarde...

Tiene la apariencia de un joven de no más de once años. Mientas camina muchos le preguntan por el animal que piensa llevar a su primer año en Hogwarts. Sin alejarse de su misión, y con una sonrisa en el rostro, contesta que tiene pensando llevarse una lechuza. El personaje que caracteriza es un niño alto para su edad, aunque su rostro deja en claro que ronda la edad del primer año de colegio. Es amante de las aves, y como prueba carga en la mano izquierda un libro sobre todas las especies de aves que se pueden ver en Gran Bretaña. También lleva entre el cabello algunas plumas de los pájaros que "tiene" en el jardín de su casa.

 

Lo que está haciendo es complicado. Cambiar su apariencia física es algo relativamente sencillo, tiene mucha práctica. Lo que de verdad hace que tenga que esforzarse es ocultar el color original de sus ojos. Eso hace que se canse, que deba concentrarse específicamente en mantener ese cambio. También le está costando usar la legeremancia de forma tan sutil que sus víctimas no sientan la intrusión. Por eso, cada media hora aproximadamente, tiene cuidado de que nadie lo vea y se pierde en algún lugar oscuro. Descansa los ojos y vuelve al trabajo.

 

Es la primera vez que patrulla diagón de esa forma. Identifica a una persona de apariencia peligrosa, encuentra una forma de estar lo suficientemente cerca y desata el poder de su mente. No es algo físico, sin embargo le gusta imaginar que de alguna forma un apéndice surge de su cabeza y se entrelaza en la de su víctima. Extrae todo lo que necesita sin dejar pistas de que estuvo en ese lugar. En lo que va del día tiene identificado a tres personas que pretenden vender objetos malditos. Su trabajo termina en ese punto: identificar y reportar. Son otras personas de la orden las que deben dar seguimiento a esos casos.

 

 

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«Sólo es cuestión de tiempo», se dice nuevamente, cuando deja atrás el Caldero Chorreante para adentrarse en el Callejón Diagón. Últimamente, esa es la frase que define su estado. Sólo es cuestión de tiempo, hasta que pueda escapar de San Mungo y recuperar su puesto en el Departamento de Misterios; sólo es cuestión de tiempo, hasta que el asunto de Selena Haydn sea olvidado... Sólo es cuestión de tiempo, hasta que los Aurores escuchen acerca del asunto del tráfico de objetos malditos y entonces Dennis pierda su confianza en ella.

 

Todo comenzó con esa maldita cámara, semanas atrás. Afortunadamente, los incidentes en torno a las fotografías fueron solucionados e incluso Ellie logró romper la maldición en Dennis. Se suponía que el asunto había terminado felizmente para todos y ya no tendría más preocupaciones; sin embargo, cómo no, no pudo salirse con la suya. Lo cierto es que el tema no la afectaría, de no ser porque le pidió a Dennis que no reportara el incidente a los Aurores. ¡Y con una vil mentira! «Sé que Richard es una galleta difícil de roer, pero es un querido familiar mío y de Mel y, en muchos asuntos, estamos juntos. Confío en que no comentarás el asunto-que-tu-sabes».

 

Ellie es consciente de que es muy posible que, si los Aurores se hubieran encargado del asunto, habrían descubierto que la cámara no era sino sólo una pequeña parte de un problema creciente en el Diagón... Quizás todavía puedan hacer algo, pero, a esas alturas, le avergüenza reconocer su error. Las preguntas no tardarían en llegar y, aunque no tiene un gran secreto que proteger, no quiere tener que responder que calló para ser ella quien estudiara la cámara maldita, sólo por gusto.

 

Por supuesto, las mentiras siempre van una tras otra. Se supone que está en horas de trabajo y, aunque sabe que es ridículo, intenta convencerse de que así es. «Así como Dennis, podrían haber más personas afectadas, que necesitan ayuda». Pero no es que ella sea una sanadora muy apasionada con su labor.

 

A esas horas, el Diagón está muy concurrido, lo que hace fácil —espera, por lo menos— pasar inadvertida. Ellie busca en los rostros que aparecen frente a ella, pero sabe que es en vano. Encontrar a Hobb por su cuenta, siempre es difícil; cuando aparece, es sólo porque desea hacerlo. Ni siquiera la legeremancia le podría ayudar. Lo único que puede hacer, de momento, es caminar y esperar a que la casualidad —«sólo es cuestión de tiempo»— los reúna. Él es mejor reuniendo información y no suele tener problemas para usar sus habilidades de esa forma, así que probablemente ha de haber avanzado bastante; espera que sea así, pues ella no es tan flexible.

 

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Pero pese a que mucha de la información que recolecta va a parar a manos de la Orden del Fénix, hay asuntos que prefiere tratarlos él directamente. Lleva muchos días investigando, en paralelo, todo el asunto referente a las perturbaciones mágicas que tiene marcadas en su mapa. Desde el día en que marcó la última ha obtenido unas pocas pistas, no las suficientes como para atar todos los cabos pero si lo necesario para comenzar a comprender, para eliminar posibles culpables de todo lo que está sucediendo.

 

Sabe a ciencia cierta que no se trata de ningún tipo de magia humana o semihumana. Tampoco está siendo causada por bestias carentes de raciocinio. Los lugares en dónde se producen esas irregularidades mágicas son bóvedas abandonadas, lugares en dónde pocos muggles transitan. O son calles oscuras que no tiene salida y en dónde las luces dejaron de funcionar hace mucho tiempo. Espera obtener algo en diagón, meterse en alguna mente sospechosa y encontrar lo que está buscando con desesperación. Ya no es simple curiosidad, cree que algo malo está sucediendo, que gente está siendo herida.

 

—Señorita ¿me regala un dulce?

 

No tarda mucho tiempo en encontrar a Ellie, no es que la haya estado precisamente buscando. Simplemente, entre el gentío, avanza a verla. Por ello es que, aún con apariencia de niño se le acerca y le pide un dulce.

 

 

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