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Mourir avec honneur


Jeremy Triviani
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Reglas: Sin libros - Rangos Base.

 

 

 

El mago traspasó a velocidad el marco de piedra rígida semi derruida, de lo que antes había sido una puerta, pero que ahora no era más que un recuerdo de ella. Estaba en un antiguo monasterio católico en medio de la nada, o mejor dicho, sobre un pueblo olvidado en la mente de todo ser humano que habitaba en esa parte de Inglaterra. Su historia era tan sangrienta como la mayoría de las ruinas de los lugares sagrados. Se contaban muchas historias, entre ellas, la más famosa hablaba de los fantasmas que rondaban en las noches, como aquella, llenando el silencio con gritos de almas en pena. Los escasos lugareños que pasaban por allí más por casualidad que otra cosa, decían que eran los espíritus de los monjes que los primeros invasores normandos habían sacrificado para su diversión.

 

Las ruinas seguían en pie a pesar de todo aquello. Eran incontables las veces que habían querido destruirlas los muggles para construir en esa parcela, pero los accidentes sin explicaciones que ocurrían cada vez que lo intentaban, los había acobardado a tal punto, que las ruina seguía allí. Solitaria a la intemperie. Las paredes ya tenían los ladrillos a la vista dejando poco de la descascarada mampostería que alguna vez la hubiera cubierto. El suelo estaba desnivelado con baldosas de mármol partidas de a pedazos que en algunos lugares faltaban, dejando a la vista el pasto crecido que la naturaleza había terminado por reclamar.

 

El amplio lugar no tenía techo por lo que solo la luz de la luna y las estrellas serían lo único que les daría la visión necesaria para el duelo. El Askar estaba tranquilo a ocho metros de la única puerta de ingreso. Llevaba puesto una simple túnica de negra con unos zapatos de cuero negro sin cordones hechos a medida en Italia. Tenía el pelo mojado por la ducha y peinado hacia atrás al estilo informal. Como lo solía ser él siempre. La estupidez de sus impulsos lo había llevado a aceptar ese duelo, aunque debía reconocer que se sentía un poco entusiasmado.

 

Había pasado por todos los estados emocionales en cuanto se enteró que Leah lo ayudaría a practicar duelo. Al principio el miedo de morir “accidentalmente” era tan fuerte que había necesitado alcohol para acallar sus pensamientos. Luego pasó al término medio de considerar hacer una nota pidiendo disculpas por falta de tiempo, pero la cobardía de tal acto y el saber que la mujer con lo importante que era si se tomaría ese tiempo, lo llevo a descartar esa posibilidad al instante. La última instancia que pasó y aun perduraba, era la fe ciega de los conocimientos adquiridos en la tutoría de Juv. Que le habían llevado a pensar que moriría con dignidad a manos de una de las mejores duelistas del bando.

 

El sentido agudo de su odio lo distrajo de sus pensamientos, escuchaba unos sigilosos pasos que se acercaban. El vampiro sonrió antes de estirar su brazo derecho el cual tenía la varita de cedro en la mano, preparado para comenzar.

 

Rictusempra! –Gritó haciendo que de su varita saliera el hechizo que impactaría en el pecho de Ivashkova, provocándole unas risas incontrolables que no le permitirían decir hechizos eficazmente - Buenas noches, es un gusto -Le dijo inclinando apenas la cabeza en señal de respeto. Sí, eso iba antes de empezar el duelo...pero era Jeremy. Las normas las entendía a su modo.

 

 

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La sonrisa de Juv al proponer el duelo seguía causándole gracia, tanto que aún andando hacia el monasterio había soltado una risita en consecuencia. Jeremy tenía un potencial innegable y un futuro prometedor en las filas de la Marca Tenebrosa, pero si estaba listo o no para enfrentarla debía decidirlo él en los minutos siguientes. Juv era una instructora de duelo impecable, había sido parte de la formación de la Ivashkov, así que no dudaba de las habilidades del muchacho. No obstante, era perfectamente conscienfe de que su aprendizaje se mediría apenas entrase por esa puerta.

 

Sin embargo, no esperaba que fuera tan literal.

 

Tan solo había llegado a poner un pie en el interior cuando la voz del joven Askar rompió el silencio, haciendo eco en las paredes del monasterio al tiempo en que un rayo potente salía de la punta de su varita. Ella estaba armada, por supuesto, pero estar desprevenida le costó unos segundos en hacerse con su propia varita y esto, en un duelo, era un problema. El Rictusempra chocó de lleno en su cuerpo y por primera vez en varios años, sintió la horrible sensación de tener un ataque de risa sin sentido alguno, de esos que lograban que doliera la barriga. Llevándose una mano al abdomen para hacer presión, soltó la primera carcajada y si la voz de Jeremy había hecho eco, la suya pareció meterse entre los ladrillos y amplificarse.

 

Por suerte, no era un hechizo que le impidiera ver. El carente techo permitía que la luz nocturna iluminara el interior, por lo que pudo vislumbrar entre risas la distancia que tenía con Jeremy, que era significativa, lo que la rodeaba y detalles varios. Un vistazo le permitió ver que no había objetos que pudieran tornarse en su contra en el duelo, no cerca. La forma en la que el chico la había posicionado había permitido que tuviera el camino libre de obstáculos y que los objetos del interior estuvieran a una distancia casi prudencial de ella. Por ende, no había nada de qué preocuparse. Y lo más importante: Jeremy tenía una túnica.

 

-Morphos.

 

Reír no impedía hablar, así que, como estuviera excesivamente feliz de lanzar el hechizo y esto le provocara una risa incontenible, lanzó el hechizo sin necesidad de apuntar, porque no lo necesitaba. Automáticamente la túnica del Askar transfiguró en una avispa marina, que se adhirió a su pecho desnudo e inyectó en él su veneno. Luego, tras unos instantes sin agua, la pobre murió y cayó al suelo, de nuevo en una túnica. Ahora el joven envenenado debía curarse o moriría, aunque en unos minutos. Pensó, ¿curarse o atacar? Atacar, siempre y cuando pudiera.

 

Zancadilla.

 

Jeremy cayó de bruces al suelo con brusquedad, con un solo pensamiento de Ivashkov. El desnivel del suelo sería un factor importante, ya que la rudeza de la acción tendría que hacerle daño. Tal vez no tanto como para requerir una curación, pero sí una advertencia y, además, el final de su ataque de risa. El Rictusempra dejó de hacer efecto entonces y la expresión de la Warlock, contraída por la risa, fue reemplazada por una seriedad que opacaba incluso su dificultad para respirar. Durante unos instantes el rumor de su risa se mantuvo en el aire, hasta que solo quedó el recuerdo de su risa.

 

Sin estar doblada, era más alta, no tanto como él pero sí para que se viera la elegancia de su postura en cuanto pudo asumir la posición de duelista, plantando con firmeza las botas en los azulejos resquebrajados. La túnica de combate ondeó graciosamente cuando lo hizo, apuntando la varita a su contrincante, más dañado que ella, evidentemente. Esbozó una sonrisa. Era la primera vez en varios meses que se enfrentaba a otra persona que no fuese Arya y para la rubia era toda una novedad.

 

-El gusto es mío, Askar -respondió entonces, con el acento rumano más marcado gracias a una voz rasposa, producto del Rictusempra.

 

Era una noche digna para un duelo entre dos compañeros de bando, un duelo amistoso que impedía que el tatuaje les doliera hasta el hueso en reclamo.

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El vampiro no se esperaba que la Ivashkova se dejara impactar por su hechizo. Se quedó más que sorprendido mientras que la risa de la mujer invadiera cada rincón del silencioso lugar. Era extraño y espeluznante el sonido alegre que parecía fuera de lugar dentro de los melancólicos muros de la abadía. Sin embargo ni ese hecho demoró un segundo de más a la duelista que respondió con la precisión de un reloj.

 

El Askar sintió un dolor agudo en su pecho desnudo cuando la túnica se transformó en una avispa de mar que le inyectó veneno con su roce. El dolor no era nada comparado al saber que la ponzoña del bicho se expandía por sus venas. Tenía tiempo de quitárselo de encima ¿Lo tenía? Solo el dios de los magos lo sabía y velaria por su bienestar.

 

-Morphos -Dijo haciendo que su propia vestimenta se convirtiera en una cobra escupidora de un metro y medio de largo. Tenía colmillos afilados y tenía una orden clara que siguió sin vacilar.

 

La cobra se acercó hasta la bruja pero sin estar a su alcance, simplemente activó su mecanismo de defensa habitual y escupió su veneno hacia los ojos de la rubia cegándola al instante. Su veneno produciría inflamación en la córnea lo que no le permitiría ver de forma adecuada, no más que sombras y mucho dolor, a menos que se curara.

 

La zancadilla en ese instante impacto a Jeremy que cayó desnudo al suelo sin hacerse mucho daño al poner la mano para amortiguar la caída. Un rubor cubrió sus mejillas, no de pudor, sino de enojo. Si, el Askar a pesar de ser ruso estando acostumbrado al frío, su temperamento era muy caliente.

 

Sectusempra! -El rayo colorado salió de su varita para impactar en el pecho de la Ivashkova. Le produciría grandes cortes sangrantes que terminarían por debilitaría hasta no poder seguir dueleando si no se sanaba.

 

Solo debía esperar un poco más y ya podría liberarse de todo correctamente. No podía negar que estaba entretenido con la práctica. Levantó una ceja en señal de desafío. Esperaba no morir esa noche.

 

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