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Maestría con Escobas


Ellie Moody
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Si bien en la Universidad Mágica hay una gran extensión de terrenos, decidió que el lugar indicado para aquel curso sería el campo de quidditch de Hogwarts. Sin embargo, a pesar de su convicción, sólo logró reservarlo gracias a Athena, quién le indicó que podría usarlo toda la mañana de aquel sábado. Por eso, Ellie se aseguró de levantarse muy temprano para estar, como máximo, a las siete de mañana en su viejo colegio. A pesar de que durmió lo necesario, cuando llega al campo, hay ojeras bajo su rostro y bosteza un poco. Es por el aire matutino, frío a pesar del sol claro; sin embargo, sabe que ese efecto se le pasará pronto, con lo vigorizante del vuelo en escoba.

 

Muchas personas se sienten más cómodas volando en pantalones, pero ella no tiene problemas en volar en túnica ―de hecho, así se siente más libre y más fresca―, de modo que viste con una gris, de tela ligera, con mangas hasta los codos y de falda larga hasta las rodillas; como de costumbre, complementa el conjunto con botas de charol negras. Para evitar accidentes frente a los estudiantes, se ató el cabello en un moño a la nuca. Aunque en la materia hay aspectos teóricos importante, no lleva ningún libro, porque ¿quién se inscribe en una clase del manejo de la escoba, para leer? Lo necesario, lo recuerda y lo explicará a medida que se desarrolle la clase: los encantamientos que hacen funcionar una escoba, su mantenimiento, quizás alguna mención sobre los diferentes modelos de escobas, las técnicas de los diferentes estilos de vuelo...

 

Una vez en el campo, saca la varita mágica del bolsillo de su túnica para usarla rápidamente, algo que no cree que suceda más por varias horas. Levanta las escobas que el colegio de magia le prestó en una hilera, no sólo para la apreciación, sino porque no está segura de que todos los inscritos tengan una escoba propia. En la colección están las dos escobas más recientes de cada serie: las Barredoras 7 y 11, las Nimbus 2000 y 2001, la Cometa 260 y la 290... y dos Saetas de Fuego idénticas, pues supone que el colegio de magia no podía costear la Saeta de Fuego Suprema, lanzada al mercado hace apenas cuatro años.

 

Mientras aguarda por los inscritos al curso, cuyos nombres leyó en la lechuza que le enviaron los directores de la universidad y no reconoció, Ellie aprovecha de terminar de desayunar con un poco de jugo de manzana.

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- Gran idea, Weasley. - se quejó consigo mismo ante el infierno que le representó levantarse de la cama aquel sábado por la mañana. El sol apenas se asomaba por encima del horizonte, por lo que la mayoría del cielo aún se teñía de un gris azulado. En mañanas como aquellas, donde cumplir con sus obligaciones estaba lejos de ser un proceso completamente volitivo, hacer el esfuerzo final parecía aún más difícil que varias de las hazañas que había conquistado a lo largo de su ya no tan corta vida. Rechistó bufando audiblemente, ignoró el impulso que lo obligaba a dormir cinco minutos más, y salió de la cama.

 

Decidió que una ducha corta no le vendría mal para ponerse alerta, y así fue como efectivamente, quince minutos después, ya se encontraba listo para partir. La noche anterior había pasado un buen rato meditando qué elementos llevar al campo de Quidditch de Hogwarts, donde tomaría lugar su clase de Maestría en Escobas. No había recibido ninguna instrucción por lechuza ni al momento de la instrucción, por lo que no estaba seguro de en qué parte del espectro de lo teórico-práctico caería la clase. No conocía al docente a cargo, y tampoco quería molestar. Eventualmente resolvió vestir una túnica azul marino larga por debajo de un atuendo ligeramente deportivo, con un anotador y una lapicera muggle en uno de los bolsillos. No llevaría su escoba... contaba con que la docente tuviese la decencia de proveerle al menos eso.

 

Quince minutos antes de la hora en que había sido citado, desapareció del recibidor de la Mansión Weasley y se apareció en Hogwarts. Había obtenido el permiso especial para hacerlo bajo las circunstancias de la clase, y no le tomó más que diez minutos caminar desde el Gran Salón hasta el campo de Quidditch. Era un largo trecho, pero estaba ansioso y su andar era más rápido que el que normalmente llevaba. Aún así, disfrutó de ver el paisaje que por siete bonitos años había sido su hogar... el frío le calaba un poco en los huesos, pero estaba seguro de que el sol ya veraniego pronto cumpliría con su insoslayable efecto termogénico.

 

Finalmente llegó al contorno del estadio de Quidditch y se adivinó dentro de él por una de las entradas. Cerca del medio del campo se encontraba su docente, a quien se le acercó decididamente. No parecía ser alguien de muchas palabras, y a simple vista sólo veía las ojeras en un rostro no demasiado sugestivo. Afortunadamente sus expectativas se habían cumplido y una hilera de escobas estaban enfiladas en el suelo. Arqueó las cejas sorprendido al ver dos modelos de Saetas de Fuego en un extremo. A pesar de no ser la versión más nueva, aún constituían una excelente escoba sin mucho que envidiar a su modelo más reciente. Esperó unos segundos a que ella dijese algo, pero ante el silencio decidió que era mejor improvisar una simple introducción.

 

- Buenos días. Emm... soy Nathan Weasley, seré su alumno hoy. - no estaba seguro de si alguien más se le sumaría pronto, sólo esperaba volar mucho aquel día.

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No advierte la presencia del mago, sino hasta que éste alza la voz. Ellie se apresura a aplastar el cartón ya vacío de su jugo para guardarlo en su bolso, resolviendo desecharlo en un lugar adecuado al final de la clase.

 

―Oh... buenos días ―saluda Ellie, luego de dejar su bolso en el suelo. Al levantar la mirada, confirma que no conoce al mago. Es varios años más joven que ella, aunque un poco más alto que ella y más fornido. A diferencia de ella, su contextura se la debe, aparentemente, al músculo en lugar de al tejido adiposo, como es el caso de ella―. Yo soy Eileen Moody, pero con Ellie es suficiente ―saluda con su usual tono escocés y una sonrisa amable, aunque lo cierto es que se siente un poco cohibida. Aquella es la primera vez que será una absoluta desconocida para sus estudiantes y, además, ni siquiera es esa su clase de cabecera―. Soy una instructora suplente ―añade en un tono de disculpa―. Fue algo de último momento y por eso no pude dar muchas indicaciones... ¡pero lo importante es llegar! Aunque todavía falta una persona.

 

De todas formas, hace un gesto con las manos a las escobas suspendidas junto a ella.

 

―Puedes elegir una ―musita―. Recuerda que la velocidad no siempre es lo más importante. Por ejemplo, la Barredora 11 tiene un excelente encantamiento antivibración y la Cometa 290 tiene una aceleración decente en relación a su costo. Tener una Nimbus 2001, por ejemplo, no te hará el mejor volador de escoba si no tienes talento. Aunque yo opto por la Saeta de Fuego ―reconoce, pues obviamente de las que están en la hilera, es la más popular a pesar de los años que han pasado desde su lanzamiento: es una escoba que se ha ganado su lugar con mucha razón―, lo cierto es que no es por la velocidad, sino por el equilibrio que facilita la realización de diferentes maniobras. Por eso también es muy popular en el Quidditch, junto a su resistencia a los maleficios ―añade, aunque lo cierto es que ella no es una jugadora buena del deporte mágico, lo cual no significa sin embargo que no sea una voladora de escoba buena.

 

»Lo único que te pediré, es que me expliques por qué escogiste la que escogiste, a qué característica le sacarás provecho. Y creo que podemos comenzar invocando la escoba y flotar con ella ―si bien Ellie sabe que es una enseñanza básica en Hogwarts, le gustaría saber si el mago tiene alguna dificultad, para trabajar en ello lo antes posible.

 

Al terminar de hablar, vuelve el rostro por encima del hombro de Nathan, preguntándose si la otra persona inscrita asistirá a la clase o deberá continuar sin ella. De todas formas, todavía es bastante temprano.

Editado por Eileen Moody

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- Mucho gusto. - musitó el Weasley tras la introducción de la profesora. No extendió su mano en el típico de saludo de cortesía como normalmente haría, sino que se limitó a devolver la sonrisa de la mujer. Los profesores de la Universidad Mágica distaban de alinearse a la norma, y múltiples encuentros con ellos le habían bastado para resolver que las formalidades típicas cambiaban a la hora de lidiar con ellos. Por supuesto, los docentes de conocimientos eran unos mininos en comparación a los Arcanos de Habilidades y los Guerreros de los Libros de Hechizos, pero más valía prevenir que lamentar. - No es problema alguno. - agregó en respuesta a su sarta de palabras a modo de disculpa.

 

Comenzó a pasar al ras de la hilera de escobas que yacían tendidas sobre el suelo. Parecía ser que el estar cercanas las unas a las otras fortalecía su poder mágico, dado que varias de ellas se mecían de un lado para otro o incluso se alzaban un par de centímetros por encima del suelo sin que nadie actuase sobre ellas. Nathan permaneció dubitativo unos segundos, dudando cuál de las escobas elegir. No consideró prudente aventurarse con un modelo que nunca antes había probado, por lo cual descartó ambas Barredoras y Cometas, limitando su elección a los modelos Nimbus y las Saetas de Fuego. Eventualmente, Nathan sacó su varita y con un simple ademán el modelo elegido se elevó en el aire, separándose del resto y posándose unos cuantos metros a la izquierda.

 

Asegurándose de que su tono de voz era lo suficientemente fuerte como para que la profesora lo escuchase, caminó hasta la escoba y se paró a su lado.

 

- Nunca he sido un jugador de Quidditch muy prolífico, ¿sabe usted? - confesó el Weasley, y extendió su mano derecha por encima del largo mango de la escoba - Sin embargo, desde muy pequeño mi familia me instruyó en el arte de volar. Verá, yo nunca conocí a mi padre, y si bien ya hacen varios años desde que mi madre falleció - hizo una pausa por unos segundos, siendo que eso no era del todo cierto, pero a fines prácticos no era muy distante de la realidad y tampoco venía al caso - tengo el vívido recuerdo de pasarme gran parte de mis veranos durante mi adolescencia volando en escoba, campo a través de un descampado anexo a la finca de los Weasley en Irlanda del Norte.

 

Probablemente Ellie se estaba preguntando qué demonios tenía eso que ver con la consigna que ella le había dado, o con la clase en sí, a tal propósito. Sólo necesitaba un poco de paciencia; las razones de la elección del Weasley subyacían en un plano más personal que pragmático, y sin embargo eran tan definitorias como la estabilidad para un guardián o la velocidad de aceleración para un buscador.

 

- A lo que me refiero es que, en mi opinión, hay más en las escobas y el volar que el Quidditch. Lo que principalmente busco en una escoba es la estabilidad, no sólo en el andar rápido pero sobretodo cuando uno desea llevar una marcha más tranquila. No sé si le habrá pasado a usted, pero mi problema con las Saetas de Fuego es que parecen ansiosas por acelerar y no tienen tolerancia para ritmos más tranquilos. Esta escoba - dijo, señalando con su cabeza la que yacía a sus pies - Me entiende perfectamente. Respeta mis ritmos, tiene una velocidad y aceleración más que decente, una vibración cómoda, una dirección de lujo y una tracción al maniobrar que hace la experiencia de volar un placer.

 

Esos eran sus motivos.

 

- ¡Arriba! - soltó decidido, y la Nimbus 2001 salió disparada del suelo hacia su mano derecha. El Weasley la captó justo a tiempo, más por reflejo que por la presión que esta hizo sobre su palma. Dedicó una última mirada a la profesora, acompañada de una pícara sonrisa, y se montó encima de ella, elevándose un par de metros sobre el suelo. - ¿No dijo que vendría alguien más?

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La carta había llegado, estaba aceptada para cursar el conocimiento de Maestría en Escobas, ¿le preocupaba? Claro que sí, porque únicamente tenía las nociones básicas de vuelo y odiaba el tener que depender de un instrumento adicional a ella misma para poder trasladarse de un sitio a otro, pero había tomado la decisión de una vez por todas afrontar esa debilidad que tenía. Por lo que soltando un suspiro y miró su reflejó en el espejo, tenía que cambiarse… una túnica, no era precisamente lo más apropiado para andar por los aires.

 

Recurriendo a la ropa tradicional del día a día, utilizo unos jeans de color negro, una sencilla blusa blanca y una capa de viaje cubrió por completo su cuerpo, porque sí bien, no era tan temprano, el simple hecho de abandonar su casona antes de las 9 am, significaba un cambio de clima representativo al que estaba acostumbrada.

 

Dando un medio giro, desapareció envuelta en una voluta de humo negro, la cual se traslado hasta las afueras del bosque prohibido, allí donde terminaba el linde del Colegio. Iniciando su camino hacía el campo de quidditch de Hogwarts, intentó relajarse y disfrutar de todas y cada una de las vistas que ofrecía aquel pequeño paseo. Sin duda, esa clase al menos tenía algo bueno, porque le permitía estar cerca de la naturaleza.

 

—Buenos días. —saludó al notar la presencia de Nathan y una bruja más, la cual supuso que se trataba de la profesora— Mia Black Lestrange, y también seré su alumna. —añadió, esperando no haber llegado tarde.

 

Aunque si lo había hecho, no le importaba mucho realmente, porque aún no habían comenzado con la primer lección, por lo que aprovechó para observar las escobas que se encontraban cercanas, al parecer tendrían que volar antes de lo que tenía pensado.

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Mientras Nathan habla, Ellie cruza los brazos sobre el pecho y lo escucha atentamente. Es un alivio que, en cuanto al Quidditch, tengan una situación similar; lo cierto es que no sabría qué hacer, si un estudiante exige conocimientos más orientados al deporte. Entonces, le parece que sus palabras cambian abruptamente de orientación cuando menciona la ausencia de su padre y la muerte de su madre. No sabe si debería decir que lo siente o algo por el estilo... No obstante, pronto, el monólogo regresa al vuelo. Aunque es un relato con una historia solitaria y quizás un poco triste, lo cierto es que ella misma aprendió a volar en condiciones similares. No en Hogwarts, sino siendo ya una adulta, le agarró el gusto a volar por Edimburgo, alrededor de Arthur's Seat, para despejarse de lo demás en su vida: el estudio, el trabajo, su familia. Los introvertidos necesitan descansar de los demás.

 

Finalmente, Nathan expone por qué opta por la Nimbus 2001, a lo cual asiente.

 

—Supongo que con las Saetas de Fuego, hay que adaptarse a ellas —dice luego de pensarlo de unos momentos. Aunque ella es capaz de volar velozmente cuando quiere y cuando lo necesita, lo cierto es que ha sido capaz de usar su Saeta para viajes tranquilos... luego de práctica, por supuesto. Algo similar como lo que ocurre con su terca y rebelde varita de sicomoro, que le costó tanto domar y todavía se muestra reacia ante ciertos trucos—. El rendimiento de la Nimbus 2001 depende de quien la conduzca —aquello es cierto. Aunque tiene una gran aceleración, que podría competir con la Saeta de Fuego, podría correr igual que una Barrerodora según el uso que se le de—. En los deportes de escobas, le hace una sorprendente competencia a la Saeta, ¿sabes? Uno no lo pensaría, porque no es tan veloz.

 

Cuando Nathan menciona a la otra persona, Ellie asiente como recordándolo de repente. Al volverse, observa a una mujer joven, vestida a la usanza muggle, caminar hacia donde están ellos. Al acercarse lo suficiente, los saluda y se presenta como Mía Black Lestrange.

 

—Buenos días —responde Ellie—. Estamos eligiendo las escobas para comenzar con la práctica... Puedes elegir la que quieras, pero me gustaría saber por qué optas por una o por otra, qué característica te resulta conveniente. Nathan, por ejemplo, eligió la Nimbus 2001 porque no es tan "acelerada" como la Saeta de Fuego. Yo... bueno, estoy acostumbrada a mi Saeta, nos entendemos. Y no voy a negar que no me incomoda la velocidad, aunque lo que más aprecio es la sorprendente estabilidad y la resistencia contra maleficios. Cuando la escojas, puedes comenzar invocándola y flotar un poco, lo básico.

 

»Luego, todos juntos comenzaremos a practicar las diferentes técnicas de vuelo. Creo que podemos comenzar con vueltos altos y bajos, rápidos y pausados, para calentar y ver cómo están en eso.

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Un poco tarde se presentó, sin embargo, no tuvo mayor problema puesto que Eileen se mostró bastante comprensiva y repitió parte de la información que anteriormente había otorgado al Weasley, aprovechando ese momento lo saludó con una media sonrisa en los labios y una cabezada, puesto que realmente tenían poco tiempo de haber concluido la clase de Magia Avanzada para la generación graduada más resiente de Hogwarts. Prestando atención a las palabras de Eileen, negó con lentitud, ¿volar? ¿acaso no era demasiado pronto?

 

— ¿Puedo elegir la escoba que desee? —preguntó por mera formalidad, esto en cuanto recibió la indicación.

 

Mirando atentamente cada una de las escobas, intentó recordar toda la información que sabía de ellas para poder encontrar los pros y los contras. Sin saber, cuando tiempo se demoró exactamente en elegir, se decantó por la Saeta de Fuego, aquella escoba famosa por su velocidad y muchas cualidades que anteriormente había enunciado su instructora. Pero, no era eso lo que le llama la atención, sino eso era únicamente un plus, lo que realmente le gustaba eran dos detalles que la hacían un tanto especial.

 

Tenía que elegir con tranquilidad sus palabras, intentó resumir y explicar de la manera más sencilla posible, para que de ese modo entendieran su punto.

 

—El ébano que contiene la escoba, le otorga mayor precisión y por tanto, al momento de dar dirección a la escoba es mucho muy sencillo realizado, permitiendo una mayor estabilidad —comenzó explicando tomando entre sus manos la escoba—. La segunda cuestión, es el hecho de que contiene algunas piezas forjadas por duendes, por tanto, posee potencia y estabilidad (valga la redundancia) en condiciones de clima adversas o simplemente adversas para el mago que la monte.

 

Dejando la escoba sobre el piso, espero durante unos segundos, antes siquiera de pensar en agregar algo más a sus palabras. Porque básicamente, había dado lo que le habían pedido y nada más, aunque en esos momentos imágenes de ataques a la mansión de su familia protagonizados por personajes montados en escoba, le causaron un poco de repelo, recordándole parte de su aversión por volar y porque no había presentado si quiera su solicitud para su examen de vuelo en escoba.

 

— ¿Volar? No sería mejor, ¿primero analizar la parte teórica y después ponerla en práctica? —soltó sin pensarlo, intentando no sonar entrometida.

 

Sin esperar la respuesta de la instructora, cerró sus ojos durante unos segundos y levantó su mano a la altura de la cintura extendida hacía el frente, pensando en la orden que le daría a la escoba, inhaló profundamente.

 

—Arriba. —simple y clara fue su indicación.

 

La escoba comenzó a moverse lentamente hasta su mano, con movimientos lentos y precisos, la tomó. Sin meditarlo demasiado, se montó en la Saeta de Fuego, logrando que en cuestión de segundos, esta se elevara un par de metros del suelo, alcanzando la altitud que poseía en esos momentos Nathan, el cual hacía algunos minutos estaba volando a una distancia prudente de ellos.

 

Sentía nervios, porque tenía mucho tiempo que no volaba, pero esperaba recordar aquello que en sus tiempos de estudiante había aprendido, porque su familia, nunca uso la escoba como medio de transporte, así que poco o nada aprendió de ellos.

Editado por Mia Black Lestrange
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—Oh, no te preocupes —suelta Ellie, haciendo un gesto despreocupado con la mano, luego de que Mía expresara su preocupación por comenzar con la práctica antes de repasar la teoría. Si bien ella misma es un poco nerd, en aquel escenario le parece que el mejor resultado se logrará de la forma en que lo ha estado meditando, desde que comenzó a planificar la clase: combinando la práctica con la teoría necesaria—. Repasaremos la teoría a medida que practiquemos. Así será más fácil hacer las relaciones... —sin embargo, al observar el nerviosismo de la bruja al montarse sobre la Saeta de Fuego que escogió, añade—: Pero ve a tu ritmo, ¿sí? No hay prisas, tenemos toda la mañana.

 

Ya que Mía y Nathan están flotando varios metros por encima del suelo, Ellie llama a su Saeta de Fuego y en unos momentos está junto a los estudiantes. Aunque el sol brilla con más intensidad, una leve brisa los refresca, mas no sopla con tanta fuerza como para entorpecer las lecciones de vuelo.

 

—¿Cómodos, eh? —pregunta, con una sonrisa— A comienzos y antes del silo XIX, volar en escoba no era muy lindo... era incómodo en la retaguardia, ¿entienden? Por fortuna, en 1820, Elliot Smethwyk creó el encantamiento de amortiguación, y por eso podemos apoyarnos tranquilamente en el palo de la escoba, y sentirnos como si estuviéramos sobre un blando almohadón. Ehm... okey, admito que no es algo que les ayudará en la técnica de vuelo, pero quizás se habían preguntado cómo algunos magos pueden hacer largos vuelos en escoba sin quejarse.

 

»En realidad, una escoba tiene muchísimos encantamiento equipados. Esta no es una lección de encantamientos pero, para que entiendan mi punto, un encantamiento es un hechizo que añade propiedades a un objeto o a una criatura. En este caso, los encantamientos le añaden a una escoba sus propiedades, alterando lo que éste hace; así, una escoba puede levitar, acelerar, frenar. ¿Entienden? Así, es mucho más fácil volar una, pues no tenemos que estar agitando la varita a cada rato. La cuestión es aprenden a controlarla.

 

»En primer lugar, tenemos que relajarnos y sentirnos seguros. Así como nuestras emociones a veces pueden ocasionar que hagamos magia involuntaria y caótica, también puede afectar nuestro desempeño. Si se sienten nerviosos o temerosos, lo mejor será que descansen primero, o podrían terminar volando sin control por todo el campo... ¡Pero bueno! Al estar calmados, ahora tenemos que concentrarnos en la escoba. No vamos a realizar magia, pero sí debemos pensar en lo que queremos hacer con la escoba, para controlarla. Creo que es más fácil hacerlo que explicar cómo es —añade, con una sonrisa un poco torpe.

 

»Ahora, la postura —para acompañar la explicación, Ellie toma la postura que describe, esperando que ilustre sus palabras—. Las rodillas flexionadas, la espalda recta, ambas manos sujetando firmemente el mango, el cuerpo sólo un poco inclinado hacia adelante, para no volar tan rápido. Mentalmente, concéntrense en mantener el equilibrio, en no irse hacia un lado ni al otro... Y, lo más importante, busquen sentirse cómodos.

 

»Sólo cuando estén listos, aceleren poco a poco y vuelen recto hacia los aros del campo, manteniéndose a esta altura y esforzándose en no tambalearse. Vuelen a la velocidad a la que sientan seguros. Si creen que pueden acelerar, háganlo, sólo debe ir inclinándose cuidadosamente hacia adelante. ¡Pero cuidado con apuntar la escoba al suelo, que estamos volando bajo!

 

»Ah, y si quieren ayuda pueden decirme. Recuerden que no hay prisa, todo a su tiempo.

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Nathan saludó cortés a la recién llegada, con un asentimiento y una sonrisa. Bastó una simple mirada y el escuchar su voz para reconocerla: Mía Black Lestrange, quien había sido su compañera de docencia en Hogwarts hacía tan solo unos días. Mientras tanto, él seguía flotando en su escoba y poco a poco el Weasley fue sintiéndose más a gusto arriba de ella, algo que no hacía desde hace tiempo, Aprovechó la introducción y la etapa inicial de la clase de su compañera para probar alzarse un poco más en los aires, buscando sentir esa vertiginosa sensación de adrenalina correr por sus venas. No buscaba precisamente adelantarse a los planes de la profesora sobre la clase, sino más bien darle a la recién llegada la privacidad necesaria para explicar el por qué de sus elecciones.

 

Finalmente, se encontró con Mía y Ellie a su misma altura, ambas montadas sobre una Saeta de Fuego. Nathan prefería tener más bien una clase práctica que teórica, por lo que agradeció el enfoque la profesora pretendía darle. Escuchó atentamente sus palabras mientras se esforzaba por contener las ansias de salir disparado a volar por el campo, una actividad que durante sus años de estudiante en Hogwarts no había hecho tan frecuentemente como le hubiese gustado. Sus comentarios sobre el encantamiento amortiguador le llamaron la atención; si bien tenía sentido, no era algo en lo que alguna vez se hubiese puesto a pensar. Como la gran mayoría de la especie humana, el Weasley tenía por costumbre (a veces, trataba de hacerlo lo menos posible) de dar las cosas por hecho.

 

Nathan observó la postura de la profesora, recordando vagamente las mismas indicaciones de parte de Madam Hooch cuando era alumno de Hogwarts. Afortunadamente, su postura era prácticamente de libro, por lo que no tuvo que introducir mayores correcciones y pudo enfocarse en la siguiente tarea: podía sentir el mango de la escoba vibrar en sus manos, el fresco viento soplar contra su rostro y túnica y la adrenalina correr pulsátil en su lecho circulatorio; todo ello simultáneamente y amalgamándose en anticipación por lo que estaba a punto de ocurrir. Verdaderamente no era consciente de lo mucho que extrañaba volar, y se prometió a sí mismo que trataría de hacerlo un hábito más frecuente ahora que el verano había llegado.

 

Se elevó un par de metros más en el aire, colocándose a la mitad de la altura del aro más alto por el cual los cazadores metían la Quaffle durante los partidos de Quidditch. Permaneció quieto unos segundos, manteniendo el equilibrio y enfocándose en su objetivo. Se atrevió, incluso, a cerrar los ojos por unos segundos y tratar de calmar sus ansias con una serie de respiraciones profundas que poco hicieron para ayudarlo. Finalmente, se decantó por abrir los ojos y aventurarse hacia adelante, inclinándose levemente al principio para ganar una aceleración progresiva pero poniéndose casi a 30° respecto de la horizontal en cuestión de momentos.

 

Sintió como su escoba ganaba cada vez más velocidad, y como el viento golpeaba más fuertemente contra su cuerpo, pero era todavía más consciente de una voz en su interior que parecía gritar de la emoción descargando toda la adrenalina que inconscientemente había acumulado desde la última vez que había volado en escoba. A tal velocidad llegó que el ruido del viento se transformó en un chillido conforme el aire se aceleraba, y fue en cuestión de momentos que llegó al extremo del campo y tuvo que virar entre dos postes para poder dar la vuelta y volver a enfocarse en su profesora.

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Desafortunadamente, la instructora dio un enfoque totalmente práctico a la clase, situación que en su interior estaba segura que ocurriría, pero que de manera inconsciente esperaba que no fuese así. Soltando un poco del aire que tenía acumulado en sus pulmones, sintió como la brisa del aire matutino bañaba su rostro, quizás y sólo quizás no sería tan malo.

Tras escuchar los datos curiosos, no pudo evitar sorprenderse un poco. Porque, entendía la importancia de la invención de la escoba, pero seguía sin comprender porque la preferían a algún traslador o incluso, los polvos flu. Negando lentamente, prestó atención a toda la información que se le estaba brindando, procesando y almacenando dentro de su memoria, sólo aquello que le parecía entretenido e interesante.

Sin darse cuenta, comenzó a elevarse unos metros por encina de la Moody, disfrutando durante algunos segundos de la brisa, cerró los ojos y permitió que su mente y cuerpo se relajaran. Adoptando, la posición recomendada y que había aprendido hacía algunos muchos años en Hogwarts, dobló un poco su cuerpo hacía delante, mientras que sus piernas adquirían la inclinación perfecta. De tal manera, que su velocidad comenzó a incrementarse, logrando que su cabello de ondeara detrás de ella, haciendo visible un halo plateado en el aire.

-No es tan malo. -soltó para sí misma, en el momento en que comenzó a disfrutar de la libertad que le otorgaba el vuelo.

Controlando sus emociones, comenzó a sobrevolar los aros del campo. Logrando hacer un par de piruetas, para atravesar todos sin problema alguno. Mirando como su compañero, hacia lo propio no pudo evitar soltar una media sonrisa, era interesante verlo tan relajado cual niño. Aunque, posiblemente se veía de la misma manera, así que evitó hacer cualquier comentario.

 

Disfrutó cuanto pudo, intentando mantenerse completamente serena para así evitar algún movimiento en falso, que le hiciera dar alguna orden loca a su escoba que la tirara. Sin pensar muy bien, dio al menos un par de vueltas por el campo, admirando desde las alturas la belleza de los jardines del Colegio. Sin duda, era uno de los más hermosos y su ubicación en el Reino Unido, había sido todo un acierto, sí... disfrutaba estar allí, ya fuese como alumna o como profesora.

Editado por Mia Black Lestrange
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