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Runas y Encantamientos


Orión Yaxley
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Turín no era de las típicas ciudades italianas que uno tiene en mente. Es organizada, con edificios blancos y tejados terracota, con una sola diagonal en el centro de la ciudad y varios palacios en cada sector. Es relativamente pequeña, fácil de recorrer a pie y con varias vistas bellas. Desde que fue pensada para la realeza italiana, ya se puede entender la diferencia con el resto. Bolonia, Venecia o Milán fueron encaradas desde una burguesía, ergo, la propia atmósfera era diferente.

 

Así Orión estaba sentado al borde del Po en el lado del viejo barrio Vanchiglia, con los pies colgando y los brazos a su espalda sosteniendo su peso. Se sentía una humedad tremenda aunque no parecía llover en ningún momento. Se vía en el río más largo de Italia, que estaba bajo. O en la gente, que intentaba evitar el sol de la tarde que casi que rajaba la tierra. Y así, se hacían agua los helados.

 

¿Por qué Orión estaba ahí en ese momento? Pues, se decía que Turín era parte del triángulo de magia negra, junto con Londres y San Francisco; aunque al mismo tiempo lo era del de magia blanca, junto con Praga y Lyon. Los magos italianos evitaban la ciudad. Se decía que todos los grandes pensadores que vivieron en algún momento en la ciudad, perdieron la cabeza, como Nieztche. O llegaban a profecías siniestras, como Nostradamus.

 

- ¡Llegaste! Bueno, no es que es difícil perderse en la ciudad.

 

Giró su cabeza, estaba Apolo ahí, con quien compartiría la clase.

 

- Es raro que no haya llovido ya, ¿tienes idea de qué puede haber causado esto? Usaría las runas, pero ya lo intenté y me salen todas en blanco.

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Apolo no tenía muy claro que hacía viajando tanto últimamente. Sus vacaciones express no habían sido tan buenas como él esperaba, pero con la visita a su familia en Nueva York al menos los había dejado tranquilos y contentos. Aunque esperaba que eso significara volver a Inglaterra enseguida, primero tendría que hacer una escala en Italia para impartir una clase de conocimientos. El por qué viajaba en avión como los nomag y no usando magia, era algo aún más curioso, pero Apolo no confiaba en los trasladores internacionales desde la experiencia que su hermana había tenido hace unos años. Además, lo divertido del viaje incluía viajar, ¿no?.

 

Orión, su mentor dentro de la Marca Tenebrosa y compañero profesor en esa clase había elegido el lugar para la clase. Bien sabía Apolo que él no solía elegir sitios por casualidad, y aunque Runas Antiguas tenia ciertos requerimientos específicos, poco importaba donde se hiciera un encantamiento mientras se hiciera bien. Era algo que le gustaba de la clase que impartía, tenía un carácter tan universal y común que estaba seguro su alumna aprobaría sin problema. Le había enviado a Anne las indicaciones de donde se encontrarían ella, Orión, su alumno, y él mismo; y aunque Apolo agradecía por lo bajo la ayuda de Orión, no dejaba de preguntarse por su alumna.

 

Sabía que era un alto rango dentro de los mortifagos, pero no le sonaba de mucho. Lo poco y nada de información que logró recabar involucraba su paso por Hogwarts y la Universidad como directora, y el hecho de que fuera de la familia Gaunt. Si hubiese estado en Inglaterra hubiese sabido investigar mejor para preparase, pero con las prisas fue todo lo que lograron comunicarle que le podría servir. Bien que solo servía para ponerlo nervioso, sería la primera clase que enseñaría con una exigencia aún más alta de la que solía hacer. Ojala fuera de cosa de aprobarla solo con que se presentara, pero una corazonada le decía que eso sería un error que le costaría muy caro luego cuando lo revisaran.

 

Su llegada fue de lo más esperable, con un montón de horas de sueño acumuladas y con el cuerpo acalambrado. Dejó su maleta a buen recaudo y una vez que se escabulló a un lugar seguro desapareció para reaparecer a varios kilómetros del aeropuerto de Roma, en la ciudad de Turín. Su aparición llamo la atención de Orión, quien ya se encontraba en el lugar acordado en el que esperarían a sus dos estudiantes. Estaba muy cansado para pensar en el clima, así que se encogió los hombros y esperó a ver si alguno de los alumnos llegaba.

 

- Quien es tu alumno, ¿por cierto? - pregunto luego de un momento, con algo de curiosidad.

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- Mamma tua, perduto in Turin...

 

- Sí, sí, ya lo sé: "Es imposible perderse en esta ciudad". Bueno, pues yo me he perdido, ¿vale?

 

Era la novena persona que me decía lo mismo. Ya había captado el mensaje: era el único ser viviente encima del planeta Tierra que se había perdido en una ciudad como Turín. El anciano de camisa blanca abierta por arriba, apoyado sobre el muro de piedra a la sombra, me indicó por donde llegar al río. ¡Pero si venía de esa misma calle! Ah, claro, que tenía que haber girado a la izquierda. Le di las gracias sin mirarle y encaminé mis pasos a la nueva ruta indicada. Para ser difícil perderse en Turin cada persona a la que había preguntado me había mandado por lugares diferentes.

 

Miré el plano que tenía entre mis manos para comprobar mi posición y la dirección que seguía. Colgada sobre mi hombro derecho caía a mis espaldas una pequeña mochila de cuero marrón donde llevaba varios objetos, entre ellos el monedero de piel de Moke y objetos imprescindibles en un viaje. Menos mal que me había dado por meter una botella grande de agua bien fría. El ambiente estaba húmedo, pero a aquella humedad se le sumaba la potencia de los rayos del sol que impactaban con violencia sobre las empedradas calles y las blancas fachadas. Llegué a la calle indicada y aproveché la sombra de dos casas para quitarme las gafas de sol que se iban resbalando por mi nariz y secarme el sudor con la manga de la camisa azul clara, remangada hasta el codo.

 

- Vale, entonces ahora tengo que girar a la izquierda y... --Me di una palmada en la frente--. ¡No me fastidies que ese camino llevaba al río!

 

Había pasado por delante de aquel desvío como cuatro veces y, efectivamente, allí abajo estaba Orión. Bajé unos escalones hasta llegar al camino que bajaba a la orilla del río con pasos pesados, y me acerqué a los dos hombres que conversaban junto al río. Tenía que tener un aspecto horrible, todo sudado y el pelo revuelto, que enseguida me recogí en una coleta sobre la coronilla. Mi cara tuvo que revelar mi frustración y las vueltas que había dado, pero antes de que ninguno de los dos pudieran articular palabra dije:

 

- Sí, ya lo sé, es imposible que me haya perdido en Turín.

 

Y sin decir nada más, dejé las sandalias de cuero marrón en el suelo, me senté al lado de mi antiguo compañero de departamento y metí los pies en el agua, sintiendo el gran alivio que me proporcionaba la corriente fría.

 

- Adrian Wild, por cierto --dije con los ojos cerrados, apoyado sobre mis brazos y con la cabeza volcada hacia el despejado cielo--. Compañeros de clase, imagino. --Me refería claramente al otro muchacho a quién miré a través de los cristales tintados. Pude apreciar entonces su característico pelo azul oscuro y la sonrisa que mantenía en su rostro ante mi desconcertante aparición--. Vaya... --es lo único que pude murmurar, incapaz de desviar la mirada.

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Se había sorprendido bastante al conocer el destino de su clase de encantamientos. ¿Qué habría en Turín para que Apolo trasladase la clase hacia aquel lugar? No estaba segura, pero tenía ganas de saberlo. El caso era aprender, por supuesto.

 

Su padre la observaba con gesto nervioso mientras terminaba de guardar algunas cosas en su bolso, mágicamente ampliado a pesar de que a simple vista pareciese básicamente un monedero grande, de esos que puedes meter en cualquier bolso convencional. Anne procuraba no mirarle directamente pues, en cuanto lo hacía, el anciano aprovechaba para preguntarle o comentarle algo. Y no es que no quisiera hablar con él, sino que ya no sabía cómo explicarle que no se iba a ninguna parte... no durante mucho tiempo. De repente, sus ojos grises se cruzaron con los castaños del sacerdote.

 

Entonces, dices que...

 

— Es una clase de encantamientos, papá. Como máximo, estaré fuera dos o tres días, porque ya que voy a Turín... hay un herbolario que quisiera visitar. Pero nada más que eso, nos veremos antes del... próximo martes, seguro —le respondió rápidamente, desviando la mirada para cerrar su bolsito. Lo tenía todo listo excepto la capa, que estaba sobre la silla de su escritorio. Miró hacia allí y no la vio.

 

La capa está aquí —dijo Shiro, zarandeando la prenda—. Me da rabia que viajes con este trapo gastado, tiene descosido parte del bajo y...

 

Anne le besó en la mejilla y le quitó la capa de entre las manos, la cual se echó rápidamente sobre los hombros.

 

Llego tarde, tengo que irme ya pero no te preocupes porque volveré pronto. Cuida de que el castillo siga aquí a mi regreso.

 

El nipón sonrió ante aquella frase, aunque ella sabía que no las tenía todas consigo. Y lo peor es que debía reconocer que el temor de su padre no estaba infundado: las últimas veces que había viajado al extranjero todo había terminado en una desaparición de varios meses. Y más tarde, la Gaunt regresaba metida en algún problema o negocio turbio. El anciano aún le regañaba después de lo de Egipto, y eso que ya habían pasado más de seis meses desde aquel desdichado suceso.

 

 

Aparecer en Turín no fue del todo agradable. Primero porque sentía unas náuseas crecientes que la hicieron doblarse hacia adelante, temiendo vomitar. Pero controló el malestar, y finalmente solo quedó sintiendo un ligero mareo... y un calor tremendo. Había mucha humedad en el aire, tanta que tardó muy poco en desprenderse de su capa y meterla en el bolsito. En vestido corto vaporoso y sandalias iba mucho mejor. Acortó su pelo aprovechando que nadie la observaba hasta que éste quedó casi a ras del cráneo, de un color gris tan claro que parecía blanco. Y luego caminó hacia donde la había citado Apolo para la clase. Y le encontró pronto junto con Orión y otro muchacho al que escuchó presentarse como Adrian Wild. ¿No era aquel el familia de Sagitas que había visitado la tienda de varitas hacía poco?

 

Para la próxima, ¿por qué no citáis a los alumnos en Mawsynram? —dijo, a modo de saludo, con el ceño fruncido. Aquella humedad la estaba matando—. Hola, por cierto. ¿Llego muy tarde?

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  • 2 semanas más tarde...

- ¡Llegan en e

- ¡Llegan en el momento indicado!

 

Orión flexionó sus brazos para levantar su cuerpo y quedar a la misma altura del resto. Sonrió cómplice ante los comentarios de la humedad. Por lo menos así no tenía que dar muchas introducciones.

 

- Si no me equivoco, Adrian será mi alumno para Runas. Sé que no estamos en una clase de meteorología mágica, pero la clase tiene que ver con la anómala humedad.

 

Les hizo una seña para que lo acompañen a la rampa, aquella que se unía a la Piazza Vittorio Veneto.

 

- Turín es famosa por su lado ocultista. Asumo que el clima encuentra su causa en algo de nuestra expertise. Algo ideal para un estudiante de runas y seguramente encantador para… bueno, encantamientos. No pun intended.

 

Subieron la rampa donde se mantuvieron en la esquina. Orión le indicó a Adrian seguirlo hacia el Monte dei Capuccini. Se trataba de una colina con una capilla que daba hacia la ciudad. La vista es espectacular. La típica de cualquier postal turinesa. Para ello tenían que cruzar el Po, en el puente donde se encontraban para girar a la derecha y subirla.

 

- La gente piensa que las runas son aburridas o demasiado tediosas. Algo de razón tienen, es decir, cada una tiene un significado, un concepto, pero que se complementa cuando se ven en conjunto. Está en la habilidad del lector de runas reconocer el verdadero mensaje que se yace en cada tirada. Existen 25 si contás la runa vacía en el Elther Furthark.

 

No tardó Orión en aprovechar la caminata para darle una introducción a su ex-empleado. Ya, subiendo la colina fue que sacó de uno de sus bolsillos un saco azabache con una tira dorada. Ciertamente el calor y la humedad hacían más difícil la subida. El viejo profesor ya estaba sudando un poco, se podía ver en sus axilas y en la frente, pero no parecía abatido por el esfuerzo físico. Le tomó la mano a su alumno y le dejó el objeto en la palma.

 

- Me tomé la libertad de traerte un set de runas. Piénsalo como un regalo de despida del departamento, que nunca te hice uno. Sirven para tres cosas, la primera es fácil, el lenguaje, para nuestro entendimiento cada una representa una letra en el abecedario occidental. La segunda, es la de potenciar hechizos. La tercera, para la lectura del futuro, pero que es un poco diferente a la Adivinación propiamente dicha.

 

Cuando estuvieron por llegar a la cima, Orión pegó un pequeño pique para llegar al muro de ladrillos que servía como baranda de la terraza. Respiró el aire fresco del Piamonte. Giró su muñeca rápidamente para distraer a los turistas que estaban sacando fotos allí, dejándolos solos.

 

- ¿Me puedes decir qué runa te ayudaría para encontrar la fuente de nuestro problema para potenciar un hechizo identificador?

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Una nueva voz me sacó de mi embelesamiento. Miré repentinamente, todavía con cara aturdida, a la nueva figura que se alzaba a mi izquierda. Se trataba de una mujer a la que había conocido hacía no mucho, en la tienda de varitas que regentaba junto a mi hermana Sagitas; era una de las otras Warlock. Vaya, ¿íbamos a compartir clase una Warlock, aquel enigmático chico de pelo azul y yo?

 

Saqué los pies del agua y volví a calzarme, siguiendo los movimientos de Orión, quien me hizo una indicación para que le siguiera. Entonces entendí que el otro chico no era alumno, sino el profesor de Anne para cualquier otra materia. ¿Entonces no íbamos a estar juntos? Seguí a Orión todavía sin entender qué me había ocurrido, con paso confuso pero sin perderle la pista. De vez en cuando ojeaba hacia atrás por si descubría a Anne y el otro muchacho apareciendo al final de la calle. Orión comenzó a hablar. Presté atención... A medias. Mi mente estaba dividida, pero además, cada vez que mencionaba algún término complejo me quedaba pensando en él.

 

Llegamos al final de la colina, justo donde la capilla nos invitaba a compartir con ella las vistas que desde allí se podían apreciar. Retomé la atención cuando Orión tomó mi mano y puso sobre ella una bolsita oscura con una cinta dorada. Dentro, indudablemente, había runas. Me emocionó que aquello fuera un regalo y que se acordase de esa despedida que nunca tuve del departamento. Tanteé con los dedos de la mano las "piedrecitas" que había en su interior y miré la bolsa con curiosidad. Deseaba abrirla, pero no sabía si todavía tenía que esperar. Orión, apoyado sobre el muro de piedra que limitaba el mirador, me hizo una pregunta sobre una situación práctica. Todo mi aletargamiento se fue de inmediato, llevándose consigo los pensamientos en los que había estado sumido durante todo aquel rato y a mi mente vinieron todas aquellas palabras que durante las ascensión Orión había intentado transmitirme.

 

- Espera, espera... --Desde luego que no sabía que runa necesitaba--. ¿Elther Furthark? --Aquel nombre era lo que más vueltas daba por mi cabeza en aquella marabunta de desconcierto. Volví de pleno a la realidad--. Orión, no sé absolutamente nada de runas, ni siquiera las conozco --dije entonces en un tono que revelaba mi recién vuelta al mundo físico.

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Nadie respondió a su comentario, aunque tampoco lo había esperado. De hecho, seguía mirando a su alrededor con el ceño fruncido, como si estuviera a punto de estallar. Orión comenzó a hablar con su alumno, el pariente de Sagitas, y Anne los siguió con la mirada durante un rato hasta que se alejaron. Precisamente ella había estudiado Runas Antiguas el mes anterior, y había descubierto que no le gustaban en lo más mínimo. Y tampoco había entendido demasiado, aunque Gabrielle había desempeñado la clase de la mejor forma. En realidad, incluso la había hecho trabajar con interés... pero la materia no era de las favoritas de la Gaunt.

 

Se rascó la frente mientras esperaba por Apolo. Suponía que debía organizarse antes de empezar la clase. O quizás había perdido algo. Por su parte, decidió caminar un poco por los alrededores sin que el Granger la perdiera de vista para intentar orientarse. En cuanto acabara la clase, iría a buscar hospedaje y luego visitaría varias tiendas para adquirir materiales para sus pociones. Y quizás incluso para la fabricación de varitas, aunque seguro luego pasaría como otras veces... desaparecerían del laboratorio como por arte de magia.

 

Dirigió la mirada hacia el lugar por el que habían caminado Orión y Adrian, aunque ya no alcanzó a verlos. Y se cruzó de brazos, a esperar.

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El rio era bastante agradable de contemplar, y aunque esperaba que Anne fuera la primera en aparecer quien hizo acto de presencia fue el alumno de Orión. Desvió ligeramente la mirada de la calle cuando paso junto a él mientras se acercaba al agua, y aunque al principio no logro comprender su comentario luego se percató de a lo que se refería. Claro, Apolo no mostraba el temple de profesor que sus compañeros docentes. Orión era un claro ejemplo de alguien con experiencia.


El, en cambio tenía esa forma de verse como estudiante en casi cualquier ocasión, tanto por su edad como por su vestimenta. De cualquier forma hacia demasiado calor y tenía demasiado sueño como para corregirlo, así que le soltó una sonrisa floja y trato de no sentirse incomodo por la mirada fija que le devolvió Adrian, el alumno de Orión. Y en solo unos momentos llego su propia alumna, Anne, quien parecía haberse adaptado bastante bien al nuevo clima.


Apolo la hubiese saludado, pero el saludo de Orión opaco la atención de todos los presentes, incluyéndolo. Saber que hacían ahí era claramente el primer paso si quería realizar una buena clase, así que hizo un amago de sonrisa a Anne y se encamino siguiendo el paso del Yaxley. Era interesante la idea de que alguna confluencia mágica estuviese haciendo efecto dentro de la ciudad, pero de ser así explicaría lo pesado que se sentía el aire. Cualquiera hubiese pensado que era el calor y ya, pero la magia a veces podía ocultarse bastante bien.


Orión y su alumno lograron separarse de Anne y él, o más bien fue Apolo quien se detuvo del otro lado del puente observando el rio pasar bajo ellos. Había algo extraño que le había estado dando vueltas desde que se había acercado, pero solo en el silencio que se había formado es que había logrado escucharlo. Había algo dentro del rio, y aunque no lograba percatarse de que era si deslumbrara destellos salir del agua. Los nomag lo hubiesen asociado al sol, pero había algo extraño en ellos que solo pudo ver gracias a la sombra del puente. Que los brillos continuaban de igual forma.


Iba a mencionarlo en voz alta, hasta que se dio cuenta que Anne lo miraba expectante. Se dio cuenta de que no había tomado ni un poco de tiempo en saludarla, y como Orión se veía en la lejanía suponía que habría que esperarlos. O más bien tenía que empezar a dar la clase como dios manda.


— Lamento mucho estas condiciones de la clase. Vengo volviendo de vacaciones y… —no le sonaba muy correcto seguir excusándose. — Y… bueno, ya podemos comenzar. Me llamo Apolo, y tú eres Anne cierto?


La llamo con la mano para que se acercara dónde estaba él, y pudieran observar juntos bajo el puente.


—No es como normalmente desarrollaría la clase, pero creo que es mejor improvisar y sacar lo mejor de esta situación.


No estaba muy seguro de que a Anne le gustara la idea, mas siendo ella docente. Esperaba que tuviese suficiente indulgencia para permitir la poca preparación que había surgido de la clase.


— Allí abajo hay algo, y es algo mágico creo. ¿Ves como el puente proyecta la sombra, pero la luz se sigue reflejando de igual forma? Algo extraño parece estar retenido, atrapado, o escondiéndose ahí abajo. ¿Por qué no lo sacamos juntos y vemos que es?


Desde la posición en la que estaban era difícil apuntar, asi que Apolo tuvo que subirse a la baranda del puente y equilibrarse con algo. Habia infinitas posibilidades sobre que podía ser, desde un monstruo marino hasta una entidad mágica. No es que ardiera en deseos de descubrirlo, pero si Orión necesitaba ayuda en esto era mejor probar todas las posibilidades. Y si, definitivamente había algo…


El encantamiento que vamos a usar es parecido a un encantamiento convocador, pero existe una variación para cuando no sabemos que estamos pescando.


"Pescando" definitivamente era la palabra idónea para lo que iban a hacer.


—Solo agita la varita como si fuera un lazo y pronuncia “¡Carpe Rectractum!”


Como si una señal se hubiese activado la varita soltó un disparo de luz naranja y una cuerda gomosa salió del extremo, directamente hacia él agua. Sea lo que sea que agarro, no se dejó arrastrar. Apolo miro significativamente a Anne esperando que lo ayudara a jalar fuera lo que fuera que estaba causando eso.

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Apolo reaccionó al fin y se pusieron en camino sumidos en un silencio absoluto, solo roto por los pasos de ambos y los sonidos de ambiente, como voces, vehículos muggles y demás. Siguieron los pasos de Orión y Adrián, pero pronto quedaron a buena distancia de estos y se centraron en sus propios quehaceres. Observó lo que Apolo miraba, bajo el puente. Y luego se percató de que se sentía apurado por el inicio de clase. Le sonrió, tranquilizadora.

 

No te preocupes. Y sí, soy Anne, ya nos hemos visto en otras ocasiones —le recordó. Una tutoría, una misión, pasillos... recordaba varios encuentros, aunque ciertamente ninguno los había hecho trabajar codo con codo—. Yo no veo nada... espera, sí. Veo lo que dices.

 

Y ciertamente lo veía. Miró a su profesor, esperando una explicación más amplia sobre lo que harían. Iban a usar el Carpe Retractum, nunca lo había usado. Frunció el ceño tras la explicación y luego asintió con la cabeza, atenta a los movimientos del Granger para poderlos imitar. En cuanto él pronunció el hechizo con el correspondiente movimiento de varita, un lazo naranja salió de la varita y se introdujo en el agua, agarrando el objeto no identificado que quería hacer emerger.

 

Anne tomó su varita e imitó el movimiento.

 

Carpe Rectractum.

 

Y no ocurrió nada. Apretó los labios haciendo que estos formasen una delgada linea clara y resopló con la nariz. Mal comenzaba. Respiró hondo y volvió a probar, moviendo la varita con algo más de precisión.

 

Carpe Rectractum.

 

Esta vez, aunque tardó una décima de segundo, una especie de tira gomosa de color naranja voló desde su varita en paralelo a la de Apolo y se introdujo en el agua sin prácticamente removerla. Y se agarró a algo.

 

¿Y ahora? —pero su respuesta fue respondida casi de inmediato cuando sintió que algo le tiraba de la varita. Lo que fuera que había en el fondo del agua comenzó a emerger gracias a los dos hechizos.

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- ¿Enserio?

 

Capaz el culpable de todo era Orión. Es decir, siempre pensaba de antemano que todos tenían un pequeño libro de traducción de runas en sus casas. Claramente no era el caso, ni siquiera que Adrian era como un caso particular. Se dio vuelta, ya que seguía mirando el panorama, para apoyarse en el muro de ladrillo. Supuso ahí que tendría que hacer un repaso más exhaustivo de la introducción de runas.

 

Sacó su varita de uno de los bolsillos y recitó un par de encantamientos protectores. Si iban a realizar magia prefería hacerlo a escondidas de los muggles. Se había acostumbrado a evitar problemas en cuestiones legales más que nada para no tener que lidiar con el departamento de accidentes mágicos. Estaban locos. Todo el sistema legal británico lo sabía.

 

Abrió la bolsita que le entregó anteriormente y extendió todas las runas frente de los dos. Seleccionó aquella que Adrian tenía que buscar. Seleccionó a Ansuz, Kenaz y Dagaz.

 

- Estas tres tienen un punto en común que es el conocer. Tienen diferentes puntos que las hace especiales y únicas. Por ejemplo, Ansuz se concentra más en la comunicación, algo le trasmite a otra cosa. Kenaz es sobre la inspiración y la revelación, es un poco más retrospectiva; las cosas están, pero es tú accionar el que las revela. Por último, Dagaz, que es la conciencia de saber. Si utilizas una de estas junto con el encantamiento Revelio podrás ver el origen del problema.

 

Sacó su monedero Mocke y buscó entre sus cosas para sacar un pequeño libro de runas.

 

- Ten, te puede ayudar. La idea es que encuentres el origen del problema y con una tirada crees una teoría de cómo solucionarla.

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