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Libro del Equilibrio~


Athena Rouvas
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—¿Algo que comentar?

 

—No mucho, iba bastante bien pero tuve un traspié, a cualquiera le puede suceder. —Rouvás encogió los hombros. —Llegar a esta instancia a veces puede ser un poco duro, pero no valdría la pena si no lo fuese.

 

El Uzza cerró los ojos y solo asintió. Parecía satisfecho, algo un poco raro de ver en ellos. Las conversaciones con los guerreros suele arisca y puntual en el tema, pero esta vez tiene la sensación de que él está atento de un modo diferente, quizás sea solo su imaginación que le juega una mano diferente.

 

—Dejaré que continúe donde nos quedamos ¿qué sentido tiene repetir una y otra vez lo que ya se sabe? Sería solo un círculo vicioso sin sentido.

 

—Aunque no lo creas Rouvás, esas cosas sirven pero también las experiencias dinámicas, esas que son difícil de quitar de la memoria. Un lugar memorable puede hacer maravillas con ustedes, con nosotros, así que solo asegúrate de que sea digno.

 

—Ajam... —Porque ella ya sabe que esa última frase tiene otro trasfondo.

 

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 

—Donde nos quedamos.

 

Pero se iban a mover un poco de lugar. No será demasiado lejos... bueno, la verdad será más de un par de kilometros, pero el paisaje no variará tan excesivamente y habrá posibilidad de aprendizaje con algo más que aire puro. Así que envío a Adrian Wild, su único alumno nuevamente, un pergamino con el lugar, fecha y hora estipulada para que se encontraran y concluir con lo que ya se había iniciado.

 

No fue concisa en poner coordenadas, ella misma no se estaría quieta en un sitio, pero si descriptiva sobre el lugar para que no fuera a perderse. Peak District National Park, es un tal cual su nombre lo indica un parque. Un lugar tranquilo donde varios ecosistemas comparten sin problemas, y también personas que transitan por las partes autorizadas; muggles principalmente.

 

Hay reportes de algunas bestias que pertenecen a su mundo allí aunque no demasiados. Pese a eso no le sorprendería encontrarse con un nido de algo o un billiwig revoloteando por el lugar.

 

Finalmente llega el día acordado y Rouvás ya está en espera de que Adrian se presente en el lugar. No debería tardar en llegar...

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Terreno desconocido. Vaya. Jamás había estado en aquel parque natural, y al parecer era enorme. Miré el papelito que tenía arrugado en mi mano derecha. Las coordenadas no eran muy precisas, pero desde luego Athena estaba por allí. Por suerte, y a pesar del cielo despejado y el sol veraniego, una rica brisa fresca recorría todo el espacio. Aquello nos permitiría un márgen de acción mayor, o por lo menos, sin agobios.

 

Me había aparecido directamente en una cordillera desde donde se veía casi todo el parque. Era una zona algo escarpada, pero tenía varios kilómetros de llanura. Al fin aquel tiempo me permitía llevar unos jeans cortos, por encima de las rodillas y una camiseta negra de manga corta. En uno de los bolsillos llevaba el monedero de piel de Moke con casi todos los amuletos y anillos, exceptuando aquellos que llevaba colgados al cuello o encaramados en mis dedos. Me até el pelo en un pequeño moño y emprendí el descenso hacia una especie de laguna que no sabía si pertenecía al propio parque o se trataba de algún extra incluído para la clase, puesto que Athena se encontraba en sus alrededores. No tardé en llegar a su lado.

 

- ¿Desde donde lo dejamos? --dije sacando decididamente a Dror de mi bolsillo--. Creo que ninguno queremos alargar esto mucho más.

 

Había sonado algo seco, pero para nada era mi intención resultar desagradable. Simplemente quería continuar con lo ya empezado y no detenerme en preámbulos. Quizá aquella actitud tampoco era la correcta. Debía recordar conectar con ese punto equilibrado de mi interior. Un ruidito procedente del lago me hizo voltearme. Una nube de lo que parecían insectos se acercaba rauda a nuestro encuentro.

 

- ¿Doxys?

 

Pues no tenía doxycida a mano. ¿Ya había empezado la prueba o era un extra que el propio paisaje nos ofrecía? Por si acaso no dudé. Me había vuelto a repasar el libro por si me quedaba alguna duda, pero cada vez que lo leía parecía estar todo más claro y ese interruptor que debía conectarse en mi interior lo hacía ya casi de forma más involuntaria.

 

- Cinaede --murmuré apuntando a la nube de aquellas traviesas e inquietantes criaturas.

 

La nube de doxys no tardó en verse rodeada por otra nube que jamás antes había invocado, pero pareció tener la potencia suficiente para hacer que aquellos seres cayeran en el agua, retorciéndose. ¿Sería un hechizo muy agresivo para sistemas respiratorios como los de las doxys?

 

- ¿Me he pasado? --le pregunté a Athena aligerando el tono seco de antes y tranquilizando mi urgencia.

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—Me parece que un poquito, no creo que nadie una merezca una muerte tan terrible. Cuando recibas alguna vez un Cinaede lo comprenderás, porque me parece que aún no has tenido la mala suerte que alguien empuñe su varita contra ti usándolo ¿no? —Los doxys son una condenada plaga en muchas casas de magos en Gran Bretaña. Vaya a saber que hacen allí. —¿Crees que ahora puedas salvar a unos pocos? Hay una manera muy sencilla.

 

Desde siempre le ha resultado fundamental que si conocen una forma de atacar conozcan una manera de defender o contrarrestar lo hecho. Muchos hechizos no lo tienen, pero por fortuna este sí y cuanto antes conozca la manera de usarlo mejor. Aún recuerda una clase anterior en que gracias al uso de unos muñecos algunas personas no reaccionaron del todo bien. Varios Doxys no sobrevivirán el veneno avanza demasiado rápido pero quizás para algunos no sea tan tarde.

 

En espera de que Adrian se decida a actuar Rouvás opta por intentar no observar demasiado a los Doxys, no es un expectáculo muy bonito de ver, hace que se le revuelva un poco el estómago.

 

—Recuerdo que mencionaste que te gustaba preparar pociones y que quizás el mes pasado podríamos preparar unas en el final. No se si nos de el tiempo ahora —Volteó un poco para no continuar viendo la escena, pero disimuladamente. — Hay por aquí una flor llamada la amatista, que es excelente para pociones para hacer dormir, o al menos he leído que la utilizan en varias. ¿Te parece si buscamos un poco?

 

Aunque iban a tener que tener cuidado. El lugar en donde están es el menos frecuentado (si es que alguien se atreve a andar por allí) del Parque y eso es porque existen varias leyendas que atribuyen la presencia de algo desconocido merodeando la zona, aunque claro, el Ministerio debe absoluta noción de que se trata de alguna criatura que ha encontrado allí su hogar. Si es que uno y no son unos, porque la verdad no se tomó la molestia de averiguar sobre el tema... Ahora que lo piensa bien, debería haberlo hecho.

 

Solo espera que lo que ande por allí no esté custodiando las plantas.

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Las doxys empezaban a hundirse, pero todavía algunas manoteaban intentando quedarse en la superficie. La escena era devastadora, podía entender el disgusto de Athena, pero, ¿qué quería? Era una nube de "hadas mordedoras" que iban claramente a atacarnos. Además, ¿aquello no había sido cosa suya? Como en aquel espacio habitaran esa clase de seres mágicos, ya podíamos tener cuidado. Es cierto que, por lo que pude comprobar, el efecto inmediato del hechizo no debía ser nada agradable de vivir en carne propia, así que saqué con ayuda de mi varita a algunas doxys y las traje a la orilla para devolverles la respiración con unos cuantos "anapneo". Al recobrar sus capacidades, dos de ellas se aventuraron, enfadadas, a atacarme, pero alcé la varita de forma amenazante y carraspeé.

 

- Largáos --dije con tono severo.

 

Pareció que rechistaban, pero aquel grupito salvado se marchó revoloteando, no sin cierta dificultad tras el baño que se habían pegado y las fuerzas gastadas. Miré a Athena, esperando a que continuara, algo que tardó debido a su reciente shock. Tenía razón, no era muy considerado con según qué tipo de criaturas, pero llevaba muchos años vivo como para haber entendido ya que, en situaciones de riesgo, no podía controlar mis impulsos.

 

¿Amatista? Precisamente mis conocimientos de herbología no eran los mejores, lo poco que sabía era gracias a las pociones. Asentí ante la excitante idea de poder recopilar nuevos ingredientes para elaborar pociones que todavía no había probado y me puse a buscar con ella. A nuestro alrededor, junto a aquella laguna que parecía hasta artificial, había una serie de matorrales y hierbajos que poco podía identificar. Al otro lado, subiendo la cordillera por donde había bajado, había una gran extensión de flores de todos los tipos; predominaban los tonos azulados y amarillos.

 

- ¿Cómo es exactamente la flor? --pregunté buscando entre los matorrales para descartar posibles brotes ocultos.

 

La vegetación se extendía por todo el parque de forma casi uniforme, pero había zonas, como en la que nos encontrábamos, donde era más alta y densa. No sé cuánto llevábamos buscando, no tenía la sensación de lelvar mucho tiempo, pero la excitación de antes había ido disminuyendo progresivamente y me sentía fatigado, cansado y cada vez con más ganas de abandonar la búsqueda y la clase.

 

- Athena, creo que...

 

¿De dónde habían salido todas aquellas piedras? A mi alrededor había varias piedras grises, excelentemente pulidas. Al mirar en la dirección en la que se encontraba la mujer descubrí que ella también estaba circundada por piedras que...

 

- ¡Eh! ¡Esa se ha movido! --alerté a Athena que caminaba de nuevo, señalando a una piedra que tenía justo detrás.

 

Eso no eran piedras. Miré abajo e intenté controlar las ganas de sentarme y llorar. Pero estaba tan cansado... ¡No! Tenía que hacer algo. ¿Cómo habían llegado hasta allí aquellos demonios rusos? Quizá la humedad... O las bajas temperaturas por la noche... Mi mente se nublaba por momentos, así que antes de que cualquier resquicio de luz se apagara, saqué la varita para murmurar varias veces: "Arena del hechicero". Conseguí cegar a todos los seres de mi alrededor y una vez estuvieron sumidos en el desconcierto, tras haber hecho que chocaran unos con otros, hice lo mismo con aquellos que rodeaban a Athena, que estaba próxima a tumbarse en el suelo.

 

- ¡Idos de aquí, malditas piedras con patas! --daba patadas a diestro y siniestro, deshaciéndome de los pogrebins.

 

Algunos los lancé con ayuda de unos "expulso", otros conseguí que salieran por patas tras varios golpetazos. Miré a mi instructora. ¿Si ella sabía que aquellos seres estaban por allí, por qué había dejado que la acorralaran tanto?

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—¿Movido?

 

Alcanzó a mirar un par de segundos hacia el costado que señalaba Adrian solo para ver que efectivamente las rocas se movía. El Peak District National Park es un lugar habitado por muchas criaturas, y en los lugares más recónditos es sencillo encontrar especies poco usuales que pasan a ser parte de mitos muggles y un dolor de cabeza para la comunidad mágica que debe velar porque el secreto siga siendo secreto pese a estas muestras evidentes de seres fantásticos.

 

Cuando se planteó que fueran hasta allá estaba consciente que podría ser peligroso, pero ¿qué mejor que aprender rodeados de un poco de eso? Aunque claro, momentáneamente tendría que sacrificar un poco la pasión de su alumno por la oportunidad de que practicara un par de cosas más que lo dejaran con el conocimiento necesario para enfrentar otro tipo de retos.

 

No había aún rastro de las amatistas; definitivamente, eran muy poco comunes.

 

Rouvás asió su varita con decisión pero no con aire de querer lanzar el primer tiro. No permitiría ser atacada, pero si entendía que debía defenderse con prontitud pues comenzaban a acorralarla. De cualquier manera ¿cómo rayos llegaron allí? Probablemente eran una especie introducida por los traficantes de animales mágicos, si es que podía decirle simples "animales" a los pogrebins.

 

—¡Por todos los Dioses! ¡Son más molestos de lo que mencionan los libros! —No recordaba haber visto uno en vivo y en directo antes. Antes de que pudiese lanzar algún hechizo Adrian estaba sacándola del aprieto. —¿No crees que sería mejor si los congelaras o algo así? Sé que les gusta la humedad, pero puede resultar efectivo... Creo que no tienen muy buenas migas.—Era una forma sencilla y suave de mencionarlo.

 

Se fijó en los que estaban más cerca del inicio de los matorrales, al salir despedidos quedaron al descubierto una peculiar flor de 6 precisos pétalos, un inconfundible centro blanco y el color más exótico del lugar; la amatista. No eran demasiadas, apenas serían unas 4 o 5 allí. Una oportunidad única de obtener un preciado ingrediente para pociones que además podrían conservar para futuros experimentos o fabricación de pociones. Pero todavía tenían que deshacerse de varios pogrebins.

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La mirada de Athena me reveló la localización de la flor que buscábamos. Justo escondidas entre los matorrales por donde algunos pogrebins regresaban hacia nosotros y por donde otros salían disparados, había algunos ejemplares; escasos, en verdad.

 

- ¡Depulso! --cada vez lo pronunciaba con mayor energía, intentando derribar al mayor número de aquellos seres grisáceos y oscuros.

 

Ambos luchábamos por impedir que cualquiera de aquellos demonios nos tocara. Eran más de los que jamás habría imaginado, pero poco a poco el número fue reduciéndose. Esperaba que aquel lugar tuviera las protecciones antimuggles pertinentes y que el Ministerio estuviera informado de la infestación de aquellos seres. Quizá se tratara precisamente de una especie de "reserva natural" del mismo para mantenerlos allí a raya. Si así fuera, estaba seguro de que Athena lo sabía y contaba con ello. ¿Por qué dejarse atacar así, entonces? Eso era vocación. Nos movíamos con agilidad y nuestras hábiles varitas lanzaban cada vez más lejos a aquellos...

 

- Semillas de Hielo --murmuré apuntando al pogrebin que estaba a punto de alcanzarme con sus ganchudos dedos.

 

¿Era el último? Le di una fuerte patada enviándolo al fondo de la laguna y miré a Athena. Ella también estaba librándose de los últimos, así que decidí acercarme veloz a los matorrales para hacerme con la amatista antes de que nos lleváramos cualquier otra sorpresa.

 

- Objetivo logrado --dije en cuanto mis dedos rozaron los pétalos de aquella flor.

 

Con un conjuro seccionador logré hacerme con tres de aquellas flores sin dañar lo más mínimo su próximo brote. No tenía muchos conocimientos de herbología, pero sí había tenido que recoger ingredientes de muy diferentes tipos para las pociones y conocía técnicas sueltas que me habían enseñado por aquí y allá. Acerqué una de esas flores a mi nariz, intentando relacionar aquel olor con algo conocido. Palpé la textura de los pétalos con mis dedos, la suavidad del tallo... No había visto nunca nada igual.

 

- ¿Sólo se encuentra aquí esta flor? ¿Por eso el riesgo y la cantidad de seres salvajes?

 

Quizá había encontrado el sentido de que Athena me hubiera citado allí para la clase.

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—Hay otros lugares, pero créeme que este es el más accesible. —Acotó mientras se sacudía un poco las ropas luego de haber quitado los progrebins que la estaban molestando, y de comprobar que Adrian habían congelado con exactitud los últimos que fueron a por él. —En los demás es aconsejable ir en grupos grandes para poder sortear todos los baches que la naturaleza impone. En fin, has conseguido un buen manojo de amatista. Las pociones que la llevan por lo general requieren que se ocupe muy poca medida de la flor así que te alcanzará para bastante con la que tomaste. Tarea para la casa averiguar todas las pociones en que puedes usarlas ya que son variadas, hay tanto antídotos como venenos; una real variedad de gama.

 

Además que por el tiempo empleado no alcanzarían a ver la mayoría de ellos más que de nombre. Si era un fanático del tema de las pociones no tardaría encontrar las que era viable llevarlas, así como seguramente no tardaría en probar en algunas nuevas. Lo bueno de la amatista es que es flexible, no es un elemento que cause demasiados daños cuando no es el ingrediente óptimo o la medida justa.

 

No queda demasiado por enseñarle a esas alturas, hasta ahora a demostrado, tanto en esta clase como en la anterior, que es un buen elemento y que maneja correctamente lo que el Libro tiene para enseñar. No siempre los intercambios de hechizos muestran lo mejor de un mago, y no siempre eso es lo que lleva a un equilibrio en la persona.

 

Existen muchos equilibrios en el mundo, en la vida, muchos más de los que los Uzzas decidieron resumir en un texto. Y puede ver que él está bastante preparado para demostrar esa equivalencia.

 

—Bueno Adrian, ¿crees estar listo para el reto final? Advierto que si bien es complicado no es imposible y hasta ahora has ido bastante bien encaminado. Tu me dirás. —Solo haría falta su confirmación para iniciar la prueba final.

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Saqué una bolsita de plástico de mi monedero de piel de Moke donde guardé las tres flores recogidas, y guardé mi nueva adquisición de nuevo en el monedero. Me alegraba que Athena hubiera pensado en aquello, porque ahora iba a tener la posibilidad de experimentar con las propiedades de aquella flor que desconocía. Ya tenía tarea para el día siguiente.

 

Por un momento casi hasta había olvidado que seguía en clase del Libro del Equilibrio. Athena me preguntó si estaba preparado para pasar a la última prueba. Siempre estaba preparado. Miré a nuestro alrededor, asegurándome de que no nos atacaba ninguna otra criatura, ni por arriba ni por abajo. Perdí mi mirada durante unos instantes en aquella misteriosa laguna y retomé el contacto visual con la mujer.

 

Era el momento de exprimir al máximo los conocimientos del libro y comprobar si de verdad todo aquello se había quedado en mi mente, pero sobre todo en mis sensaciones internas. Aquel libro tenía una nueva exigencia: equilibrar cuerpo y mente, hacerlos uno, vivir el presente y no pasarlo por encima. Cogí aire, intentando conectarme con mi yo interior y con todo lo que teníamos alrededor. Sentí mi varita en mi mano derecha, sujeta pero no apretada. La magia fluía entre mis dedos y se canalizaba a través de ella. Entendí lo importante que era llevar ese equilibrio hacia todas las extremidades, incluyendo la varita, pues esta también era una parte de nosotros.

 

- Estoy listo --le comuniqué, sintiéndome completamente conectado.

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